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lunes, 1 de febrero de 2021

¡Maldito sea el plagio!

“De plagiarios no está tierra alguna exenta”

José Martí

Por Jorge Rodríguez Hernández*

En contexto

A partir de hechos ocurridos y reportados en medio de la pandemia COVID-19, considere necesario y oportuno hacer público el Capítulo V del libro inédito La especulación a bordo…, de mi autoría, y el cual reflejo a continuación.

Quienes mueven los soterrados tentáculos del mercado negro no quie
ren “perder prenda”-dinero- por ninguna razón, y han emprendido una “jugada”, “movida”, en extremo peligrosa, pues puede traer consecuencias imprevisibles en el ámbito higiénico-sanitario, y especialmente para la salud humana.

Esto último, lo comprobé una tarde de asueto, mientras departía con mi familia, durante un evento cultural internacional, efectuado en la Fortaleza de la Cabaña, al este de la capital. Allí tuve acceso a una historia inusitada sobre el plagio en la sombra. En plena faena, un hombre, relativamente joven, se dedicaba a recoger potes plásticos, dejados al azar por los muchos consumidores de helado de la marca Nestlé, y el mismo me contó que el destino de esos envases era para gente que tenía su “negocio” en esa actividad, y de la adquisición de estos dependía cómo “se moviera la cosa”, pues a ello estaba sujeta la demanda que le hicieran los emprendedores subterráneos.

Desde el Periodo Especial, cuando los cigarros “tupamaros” se fabricaban clandestinamente y eran introducidos en la red comercial –gastronómica, el plagio de mercancías y productos había tomado una mayor connotación, indiscutiblemente.

En el último lustro de los años 90, “un alto por ciento de los productos vendidos en las calles y algunos lugares de libre mercado en la Ciudad de La Habana, son adulterados por individuos inescrupulosos que buscan ganancias a costa de la salud de sus clientes “ 1 , según reseñó un periódico nacional al abordar el tema.

De acuerdo a la publicación, exámenes periciales aplicados por especialistas de Salud Pública a casi mil 500 mercancías adulteradas, tras ser decomisadas por la Policía Nacional Revolucionaria, demostró que frascos de champú, desodorante, pasta dental y otros productos de aseo personal, contenían un elevado grado de sustancias extrañas.

En octubre de 2014, nuevamente, un medio nacional de prensa escrita, al abordar el tema de la producción agrícola, advierte a los lectores sobre el plagio: “Y a propósito del puré y la pasta de tomate. Revise cuando lo recibe. Asegúrese de su originalidad. Las adulteraciones están muy sofisticadas. Hasta con latas presurizadas lo estafan. En vez de tomate en puré o pasta, le pueden estar timando con argomasa de calabaza, colorantes, sal, “cuadritos” saborizantes, y aspirinas como “ácido cítrico” para conservar”. 2

Ese maldito viajero persiste en seguir a bordo de la nave de la actualización económico-social cubana, pero quiere hacerlo en primera clase, sin reparar en los nocivos efectos que tan negativa práctica tiene sobre las finanzas públicas y la salud ciudadana, así como en el bolsillo de las personas naturales.

A ciencia cierta, nadie se atrevería a dar un dato más o menos exacto acerca de los plagios y adulteraciones que se producen, actualmente, hacia el interior de la Isla, con un perjuicio indiscutible en la calidad de vida de los individuos y en la credibilidad de las instituciones públicas, privadas y aquellas sujetas a otros modelos de gestión emergentes.

Quién no sabe que algunos tipos de rones que se expenden hoy en la red gastronómica y comercial, están ‘’bautizados’’, como se dice. Es un viejo conocido dentro de la relación de fraudes o plagios que se cometen a diario.

Pero el asunto va más allá de un simple ‘’bautizo’’, pues en julio de 2013, el trago mortal llegó de manos de la especulación, ya que en el Consejo Popular Balcón Raimo, del municipio capitalino de La Lisa, se produjo una intoxicación por ingestión de alcohol metílico o metanol, que costó la vida a 11 personas y más de 80 presentaron diversas afectaciones, incluso, algunas evaluadas de graves.

Individuos de esos que, eufemísticamente, han sido catalogados, durante años, como personas inescrupulosas,  sustrajeron dicho alcohol del Instituto de Farmacia y Alimento, con ánimo de lucro, y lo ofertaron a una ciudadana, como parte de esa enmarañada y extendida cadena que es el  mercado negro, y que en nuestras condiciones le están pasando hace varias décadas una factura indeseada a la nación en varios órdenes.

Cervezas- embotelladas o no-, que no responden a las marcas y los parámetros de calidad establecidos por estas; perfumes, que no hay que ser un buen catador, para percatarse de que no son auténticos, y un largo etcétera, se inscriben dentro de la amplia gama de productos plagiados, que se fabrican y circulan en los circuitos propios del mercado negro.

En la ‘’viña del Señor’’- digo en el feudo de los plagiarios- hay de todo como en botica. Ya es tal la llamada ‘’dudosa procedencia’’ de productos y mercancías, que no pocos consumidores se abstienen de adquirirlos, lo cual resulta inquietante.

No es siquiera un asunto cubano, el mismo tiene una larga data, pues se remonta a situaciones existentes en los negocios después de 1880. Todo lo que los consumidores vestían, comían, bebían o disfrutaban, estaba sujeto a cierto grado de falsificación. En su mayor parte, esta falsificación perjudicaba solamente al bolsillo de los consumidores, pero cuando se trataba de alimentos o medicamentos constituía una amenaza a la salud y la vida del consumidor.

En las últimas dos décadas del siglo diecinueve, las falsificaciones llegaban hasta tal grado en los Estados Unidos, que algunos hechos deplorables respecto a la fabricación de alimentos, generaron un sentimiento público irresistible que forzó al Congreso, en 1906, a sancionar dos leyes, teniendo ambas por objeto proteger a los consumidores. Estas fueron conocidas por la ‘’Ley de Alimentos y Medicamentos Puros’’ y la ‘’Ley Federal de Inspección de Carnes’’.

La primera ley nombrada, prohibía la entrada al comercio entre los Estados de todo artículo alimenticio o medicamento mal rotulado, falsificado o impuro.

Llegó a ocurrir que los productores, que no eran personalmente deshonestos y criminales, no se sentían culpables, pues los desastres resultantes de su conducta estaban tan lejos de su conocimiento personal, que los hacía reaccionar de esta manera.

El plagio  no es solo siquiera una resultante de la escasez y otras penurias propias del subdesarrollo, y los titulares periodísticos provenientes de países del llamado primer mundo y de economías emergentes así lo confirman: ‘’Medicamentos falsos, una amenaza global’’’; ‘’Piden prisión para productor francés de prótesis adulteradas’’; ‘’Bebidas alcohólicas adulteradas cobran víctimas en la India’’ e ‘’Incautan en África 110 millones de dólares en medicamentos falsos’’.

Estamos en presencia no solo de un  asunto de larga data, sino también de un impacto económico-social incuestionable. Baste decir que el volumen global de la falsificación alcanzó la cifra de 1,5 billones de euros, en 2014. En economías como la europea y norteamericana, ‘’las industrias intensivas en marcas está en torno a un 37%’’, del Producto Interno Bruto (PIB), según Etienne Sanz de Acedo, director general de la Asociación Internacional de Marcas (INTA, por sus siglas en inglés). De ahí que como éste ha dicho ‘’es esencial que los países tomen cartas en este asunto y sus gobernantes y tribunales apliquen escrupulosamente la normativa vigente’’.

Resulta  oportuno y necesario que las entidades fiscalizadoras cubanas y los expertos de las Oficinas de Metrología y Normalización, tomen carta en este asunto, que rebasa la comisión de un simple plagio o fraude.

En el caso de la Isla, no se trata de realizar una cruzada contra los comisores de estas falsificaciones. Más que esto último se requiere de un control, con énfasis en el carácter popular, para que estas redes subterráneas no lleguen a estructurarse, como ha sucedido con otros rasgos del mercado negro, y no sigan creciendo como mala hierba a la sombra de las reformas económico-sociales en curso.

Notas

1 Juventud Rebelde, La Habana, 12 de enero de 1997, p.2

2 Juventud Rebelde, La Habana, 19 de octubre de 2014, p.4

* Periodista de investigación, especializado en temas económicos. Investiga hace más de treinta años sobre mercado negro, entre cuyos rasgos figura la corrupción. Coautor del libro Yo soy Fidel. Pensamiento económico-social, publicado por la Editorial Ciencias Sociales. El texto también se editó en Italia. Posee varios premios en concursos periodísticos provinciales y nacionales, entre ellos galardones anuales de periodismo económico, y de los premios especiales de ensayo sobre pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, convocado por la ANEC, y acerca del aniversario 50 de la Planificación en Cuba, concedido por la ANEC, el ministerio correspondiente y la facultad de Economía de la Universidad de La Habana. Septiembre 2017: Mención en el Concurso de ensayo breve, en la categoría de ciencias sociales, convocado por la Revista Espacio Laical, perteneciente al Proyecto del Centro Cultural Padre Félix Varela. Febrero 2020: Mención en Edición XVII del Premio de Ensayo Pensar a Contracorriente. Ganador de Premio por la Obra de la Vida ´´Guido García Inclán´´, conferido por la Delegación Provincial de la UPEC de La Habana. Trabajos suyos sobre economía cubana y economía sumergida han sido publicados en medios de prensa provinciales, nacionales e internacionales. Columnista habitual de temas económicos en espacios informativos radiales y digitales. Preside la Sección de Base de la ANEC y la filial científica de Periodismo Económico de La Habana. Se desempeña como director de Comunicación e Información en el Consejo Ejecutivo Provincial de la ANEC de La Habana.

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