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martes, 9 de marzo de 2021

MANUEL PIÑEIRO HÉROE ANÓNIMO DE LA PATRIA

Por José Antonio “Tony” López Rodríguez
(Ex integrante del Ejército Rebelde, funcionario de la UJC, miembro d
el MININT y funcionario del Departamento América del CC)

La noticia de que asumiría el trabajo político con Colombia fue de enorme satisfacción, un país apasionante donde el libertador Simón Bolívar libró numerosas y heroicas batallas entre ellas la de Boyacá que dio lugar a su independencia y a él me entregué en cuerpo y alma.

Piñeiro y Arbezu

La tarea era enorme, pero tuve el gran apoyo de mi histórico jefe, me refiero al comandante Manuel Piñeiro Losada, de él y de su ejemplar vida aprendí como enfrentar tal empeño. Piñeiro era el dirigente revolucionario ejemplar que había dedicado su vida a la solidaridad y al internacionalismo, fue un fiel intérprete de esa política   preconizada y practicada por   Fidel y el Che.

 Él supo imprimirle la organización y el dinamismo de la época desde el Departamento M, del Ministerio de Interior, donde se desempeñaba de Vice Ministro Primero hasta 1970. En ese año se crea el Vice- ministerio Técnico y la Dirección General de Liberación Nacional, (DGLN), bajo la jefatura de Manuel Piñeiro Losada.

 Unos años más tarde, en 1974, a propuesta del Comandante en Jefe, la DGLN se transforma en el Departamento América, como órgano político auxiliar del Comité Central del Partido, y todo lo relativo a las funciones operativas que tenía la DGLN, se mantuvieron en el Ministerio del Interior. Fidel fue el que sugirió el nombre, pues inicialmente se proponía Departamento Latinoamericano, el comandante dijo no, se llamará Departamento América, este es un departamento que debe incluir el trabajo político con todos los países de la región, Estados Unidos, Canadá y el Caribe.

 En el Departamento América, emprendió la tarea de trabajar y fortalecer las relaciones con los partidos y movimientos políticos de la región y Piñeiro y el equipo de trabajo que dirigía le inyectó el necesario dinamismo y apego   solidario a todas las fuerzas revolucionarias, progresistas y democráticas en toda esta zona territorial.

 La entrega de Piñeiro a la causa de los pueblos latinoamericanos, norteamericanos y caribeños lo convertía no sólo en un profundo conocedor de la política y los entre telones de los  partidos y organizaciones políticas y sociales de cada uno de nuestros países, también en un eficiente  asesor  para fortalecer las relaciones con sus gobiernos y movimientos sociales, como fue el trabajo que él abrió hacia los movimientos religiosos, militares, sociales que en ese periodo de las décadas de 60-70 tomaban fuerza.

 Piñeiro era un hombre escuchado y admirado por líderes y dirigentes políticos, religiosos, militares, revolucionarios y progresistas de la región. También odiado por el enemigo, especialmente los servicios estadounidenses. 

 Del educador “Barbarroja” como cariñosamente le decíamos, aprendí que la política era el arte de sumar, que había que escuchar a todo el mundo, que no podíamos casarnos con ninguna posición política de los Partidos y Organizaciones con los que nos relacionábamos, era sin dudas un convencido de sus ideas revolucionarias,  anti dogmático, aborrecía a los sectarios, era la antítesis del burócrata, del formalismo y de los tecnócratas, para él nada  era absoluto.

 Era orgánico, audaz, valiente, con métodos dinámicos y a su manera ordenado en su trabajo. Solo basta decir que de cada información o mensaje recibido Piñeiro anotaba cada detalle al margen de la hoja y dejaba un plan de trabajo, con fecha de cumplimiento, el cual, era  controlado por él, a través de su eficiente y leal jefa de despacho Vidalina Valledor. Su menuda letra era inconfundible y para la mayoría a veces indescifrable, solo Vidalina era la que los descifraba y nos ponía a ejecutar lo que orientaba.

 Se caracterizó por su humildad y una insuperable condición humana demostrada en el trato y atención a sus subordinados, a los cuales no sólo le exigía resultados en su trabajo, se preocupaba de los problemas personales de cada uno y se convertía no sólo en un buen jefe, también en un sincero amigo, su conducta le ganó la admiración cariño, fidelidad y respeto de todos los que trabajamos con él.  Siempre trasmitió a los hombres bajo su mando su ilimitada lealtad a la Revolución Cubana y a la obra y pensamiento político de Fidel Castro.

 Dedicó horas en hablarme de la heroica lucha del pueblo colombiano, de las virtudes, la valentía, entrega y nobleza de sus mujeres y hombres. De los comandantes y combatientes guerrilleros que él había conocido no sólo de las FARC, el ELN, el EPL y el M-19, también de los dirigentes y líderes políticos liberales y conservadores, de la importancia de conocer sus opiniones, sus puntos de vistas políticos, sus programas  y  planes.

 Del Partido Comunista Colombiano y de su dirección,  de las coincidencias y diferencias que existían  entre diferentes organizaciones guerrilleras, las sostenida por el  Partido Comunista en torno a la política de  practicar  la combinación de todas las formas de lucha, también el uso político electoral de la lucha armada o formas de autodefensa, las diferencias de estos con   otros sectores de izquierda y el respeto con el cual teníamos que tratar estos temas para que no se interpretara que hacíamos una injerencia en los asuntos internos de los países, los partidos y organizaciones políticas y sociales, con los cuales nos relacionábamos.  Una enseñanza permanente que recibíamos de Fidel, y que como siempre Piñeiro nos subrayaba.

 El tema de la unidad y de la no injerencia en los asuntos internos de otros países ha sido y es un principio que Cuba  ha defendido y defiende, no sólo en su política interna, también en sus relaciones internacionales, muy  especialmente con el movimiento revolucionario, progresista y democrático de América Latina, siempre hemos sostenido que la unidad es la única forma de vencer a las clases dominantes y que cada país y sus organizaciones políticas y sociales son exclusivamente las llamadas a darse el sistema político que consideren.

 Por lo demás siempre me llamó la atención, que, ante las más difíciles situaciones, donde tenían que tomarse decisiones delicadas él mostraba una impresionante serenidad. Le molestaba los aduladores y admiraba a los frenteros, así como despreciaba a los traidores,  pero siempre con ese carácter jovial y dicharachero, 

 Fuerte en el contenido de la crítica, pero suave en las formas, o espontáneo en trasmitir lo que llamaba “un mangaso”. Su sonrisa y ese carácter que te daba confianza, que siempre lo acompañó y lo percibí con gran fuerza cuando, me llamó a Buenos Aires, Argentina, para decirme que ya no continuaría, al frente del Departamento y pedirme el apoyo total a la decisión, que había tomado la Dirección del Partido, y para el compañero Arbesú que lo remplazaría.

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