Por Jorge Rodríguez Hernández*
“(…) prevenir la situación peligrosísima que se adelanta, y para que la producción baste al consumo, ir pensando que este equilibrio es necesario, que esta armonía no puede alterarse (…) ’’José Martí
La no correspondencia de la demanda con la
oferta, y viceversa, le está pasando una factura indeseada a los consumidores
cubanos y a la economía nacional, que se ve afectada en su crecimiento, como
resultado del casi histórico desencuentro de dos elementos claves de una ley,
válida para cualquier tipo de modelo económico, máxime para aquel en que las
relaciones monetario-mercantiles empiezan a jugar el papel que siemp
re debió
corresponderle, como es el caso de Cuba.
El pensamiento modular, verticalista,
centralizado, y peor aún burocrático, anterior a las reformas económicas
vigentes, determinó que la distribución de bienes de uso y consumo se hiciera
desde arriba a través de cuotas predeterminadas, incluidas en un plan que respondía
a una supuesta planificación, que se expresaba en los llamados balances.
Así las cosas, los alimentos, la ropa, el
calzado, los equipos electrodomésticos y otros bienes de uso y consumo, se
distribuían, de forma racionada, por una libreta de abastecimiento, con sus
respectivos cupones, entregada previamente a cada uno de los núcleos
familiares.
Durante años se procedió de esta forma, hasta
la llegada de la crisis económica de los años 90, que obligó a las autoridades
cubanas a aplicar un grupo de medidas, que en no pocos casos reforzaron el
sistema ‘’modular’’ de distribución, al tiempo que el extendido mercado negro
imperante entonces, introdujo relaciones monetario-mercantiles que se abrieron
espacios, de forma paralela, al complejo entramado económico-social de aquellos
momentos.
La desconexión estatal y ciudadana de la ley
de oferta y demanda en la Isla, hace que se refuerce aún más el hecho de que
ninguna persona llegue a saber nunca, cuantas veces en su existencia ha estado
vinculada a la palabra demanda, comercialmente hablando. Cuando decimos
demanda, nos referimos a la necesidad o deseo de un bien o servicio. Pero no
todos tenemos la misma necesidad cuando acudimos al mercado, pues esta varía de
acuerdo con la persona, el precio y las circunstancias.
Resulta imprescindible conocer que existen
diferentes tipos de demanda, como la solvente, que es aquella que alcanza a
expresarse monetariamente en el mercado. Pero la demanda real suele ser
superior a la solvente. Pudiera suceder que usted vaya al mercado a adquirir
determinada cantidad de carne de cerdo, por ejemplo, pero la disponibilidad
monetaria suya no se corresponde con la demanda real del producto.
Hoy en Cuba no existe un equilibrio razonable
entre la oferta y la demanda. Esta última, por diferentes causas, está muy por
encima de la primera. De ahí las presiones inflacionarias existentes en la
actualización del modelo económico-social en marcha, a diferencia de la crisis
económica de los años del siglo precedente, cuando ‘’los desequilibrios monetarios
no se reflejaban en los precios, sino en la acumulación de excesos de
liquidez’’ 20, según el especialista Pavel Vidal Alejandro, quien considera que
‘’esta situación también se conoce como inflación reprimida o ahorro forzoso’’.
21
Las citadas presiones inflacionarias se
expresan en los altos precios de los productos, en particular de los
alimentarios, en cuya adquisición la familia cubana eroga, como escribimos
antes, entre el 70 y 80 por ciento de los ingresos adquiridos por diferentes
vías, incluyendo la economía informal.
Pero hay una cuestión en la cual no se repara
al analizar la espiral inflacionaria que se reporta en el escenario económico
cubano actual, y es ‘’la presión que ejerce el dinero proveniente del mercado
negro sobre la oferta es mayor que la que se deriva del trabajo’’. 22
Las reformas económicas en curso han puesto
de manifiesto la fragilidad existente entre la oferta y la demanda. Resulta
evidente como la planificación desatiende al consumidor, y se realiza, de forma
idéntica, a otros tiempos.
Los expertos en planificación jamás podrán
sustituir al consumidor y, por más que se empeñen en hacer bien su trabajo,
ocurrirá lo siguiente: se planifica y se fabrica, lo que nadie necesita, o no
se planifica, pero se fabrica; mientras que lo necesario para todo el mundo, no
se planifica ni se fabrica o se planifica pero, desgraciadamente, no se
produce.
Ante las citadas e históricas incoherencias,
el mercado negro, que actúa de forma expedita, ante las realidades que plantea
el mercado, donde la ley de oferta y demanda, así como las relaciones
monetario-mercantiles, asumen un papel protagónico, ha hecho zafra- ¡y de la
buena!-, cuando, por ejemplo, la venta de frazadas de limpiar piso y de
uniformes escolares, no se ha correspondido con la demanda real ni solvente.
Amén de la imperiosa necesidad de realizar
estudios de demanda, de mercado, que respondan a las expectativas y necesidades
reales de los consumidores, y que se hagan, teniendo en cuenta la progresión de
los salarios y pensiones, con respecto a los precios, es preciso dar una vuelta
a la tuerca en lo referido a la oferta, sujeta a las disfuncionalidades presentes en la economía cubana durante años.
Esto último se manifiesta en los
desabastecimientos cíclicos, que cada vez se hacen más frecuentes en la red
comercial minorista, en cuanto a productos que se ofertan de forma liberada.
La gama de productos es tan amplia como
necesaria para los consumidores: cepillos de diente; papel higiénico; bombillos
ahorradores; lámparas fluorescentes de diversos tipos; fósforos; jabón de lavar
y de baño; chocolatín; desodorante; colonias; sal; perfumes; talcos; jugos y
néctares; paquetes de refrescos instantáneos; cervezas nacionales y malta,
entre otros muchos.
El desencuentro entre la oferta y la demanda,
refuerza los tentáculos y espacios del mercado negro, cuyas operaciones a bordo
de la actualización del modelo económico, cobran una mayor magnitud y asumen
nuevos rasgos.
Si el monto del circulante en la Economía
Subterránea se estimaba entre 12 mil y 15 millones de pesos- entre el 23 y 29
por ciento del Producto Interno Bruto(PIB)- en mayo de 1993, dicho volumen ,
lejos de haber descendido, debe haberse incrementado a partir de las reformas
en curso.
Algunos economistas estiman que la Economía en
la Sombra creció más de 20 veces en el transcurso de los años más críticos del
llamado Periodo Especial (1991-1994).
En la referida etapa, las afectaciones
económicas resultantes del robo, desvío de recursos, malversaciones y otras
ilegalidades, debieron reportar un monto menor, pues si bien el número de
hechos pudo ser mayor entonces, el flujo de mercancías y productos en las
bodegas, almacenes y redes de suministros estatales, disminuyó sustancialmente,
ya que las provisiones decrecían por día, dado que los principales mercados de
importación también lo hacían.
No hay que olvidar que aquel crítico periodo
se caracterizó por el exceso de circulante, que dada la deprimida oferta
estatal, se volvió hacia los canales distributivos subterráneos.
En el cuatrienio 1999-2002, el monto del
circulante en el mercado negro se estimaba en 11 mil millones de pesos-
alrededor del 21 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB)-, cifra que
actualmente pudiera ser superior, si se toma en cuenta el volumen de los bienes
y servicios que se mueven actualmente en los sectores estatal, privado,
cooperativo, mixto y en la propia economía informal, muy superior al existente
en los años 90 del pasado siglo. A ello se suma las crecientes importaciones de
mercancías con fines comerciales, sujetos a regulaciones aduanales, desde
septiembre de 2014.
Habrá que observar cómo se comportan las
medidas que pretenden cerrar la sangría causada por el mercado negro. Pero este
último no es solo especulación y acaparamiento, como se piensa, es también
soborno, tráfico de influencias , juegos de azar, prostitución, contrabando y
otros rasgos, lo cual supone transacciones inimaginables e incalculables fuera
de las estadísticas y el control oficial.
La especulación y el acaparamiento – y no
hablo de las operaciones de poca monta y propias de la supervivencia ante la
vida precaria de los ciudadanos-, rasgos más visibles en la Economía Sumergida
cubana, por las razones apuntadas anteriormente, aparecen como figuras
delictivas en el Código Penal vigente. Aunque a juzgar por lo que se observa en
la capital y el resto del país, ambas se disimulan, de forma recurrente, lejos
de denunciarlas y enfrentarlas, algo que resulta en extremo inquietante y muy
peligroso en el orden económico, social y político.
No se trata de llenar las cárceles con
quienes hacen ‘’su zafra’’ o ‘’su agosto’’, mediante este tipo de delitos, y
que como se aprecia en no pocos espacios de la Isla, la cifra de ciudadanos que
han encontrado un modo de vida en la especulación y el acaparamiento, no debe
ser subestimada, y mucho menos las cabezas pensantes de las grandes operaciones
de contrabando, que trasvasan mercancías y productos de las dependencias
estatales hacia el mercado negro.
Ante el apreciable ambiente de disimulo y
tolerancia con que se observa la especulación y el acaparamiento por parte de
algunas autoridades y de ciertos segmentos de la opinión pública, lo cual
ofrece, además, otras lecturas, e infiere disímiles causales, tanto o más
urgidas de análisis que los efectos de esta compleja problemática, Cuba debiera
tener muy en cuenta que la ‘’ circunstancia de que la Revolución francesa no
había fracasado a causa de las acciones extremistas del terrorismo, sino por no
haber encontrado vías para consolidar a las masas y dirigirlas tanto en contra
de los parásitos grandes como de los pequeños’’.
‘’Cuba es Cuba’’, tal como expresó el colega
José Alejandro Rodríguez, Premio Nacional de Periodismo José Martí por la Obra
de la Vida, al abordar con mucho tino este fenómeno de múltiples aristas, de
aquí y ahora, pero con serias y graves implicaciones presentes y futuras si no
hacemos todo lo posible por resolverlo, apelando a diversas fórmulas
económicas, jurídicas, políticas, sociales, culturales y tantas como las que se
deriven de las disímiles causas que la generan y de los efectos que se producen
bajo su sombra.
De ahí que como también escribiera el citado
profesional: ‘’no podemos confiarnos en el automatismo de ciertas lacras
económicas, porque nos pueden barrer’’. 23
Hay algo que, igualmente, resulta decisivo
para frenar las acciones del mercado negro en la Isla: ‘’Si liquidamos a los
explotadores, pero dejamos que se exciten pequeños apetitos y les abrimos el
camino a los pequeños saqueadores de los bienes sociales, la Revolución no
alcanzará sus objetivos’’.
Notas
20 Juventud Rebelde, La Habana, 15 de Julio
de 2012, p.3
21
Ibídem; Ob.cit.3
22 Ibídem; Ob. Cit. p.3
23 Revista Bohemia, La Habana, 26 de
noviembre de 1993, p. 40
* Periodista
de investigación, especializado en temas económicos. Investiga hace más de
treinta años sobre mercado negro, entre cuyos rasgos figura la corrupción.
Coautor del libro Yo soy Fidel. Pensamiento económico-social, publicado por la
Editorial Ciencias Sociales. El texto también se editó en Italia. Posee varios
premios en concursos periodísticos provinciales y nacionales, entre ellos
galardones anuales de periodismo económico, y de los premios especiales de
ensayo sobre pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, convocado por la
ANEC, y acerca del aniversario 50 de la Planificación en Cuba, concedido por la
ANEC, el ministerio correspondiente y la facultad de Economía de la Universidad
de La Habana. Septiembre 2017: Mención en el Concurso de ensayo breve, en la
categoría de ciencias sociales, convocado por la Revista Espacio Laical,
perteneciente al Proyecto del Centro Cultural Padre Félix Varela. Febrero 2020:
Mención en Edición XVII del Premio de Ensayo Pensar a Contracorriente. Ganador
de Premio por la Obra de la Vida ´´Guido García Inclán´´, conferido por la
Delegación Provincial de la UPEC de La Habana. Trabajos suyos sobre economía
cubana y economía sumergida han sido publicados en medios de prensa
provinciales, nacionales e internacionales. Columnista habitual de temas
económicos en espacios informativos radiales y digitales. Preside la Sección de
Base de la ANEC y la filial científica de Periodismo Económico de La Habana. Se
desempeña como director de Comunicación e Información en el Consejo Ejecutivo
Provincial de la ANEC de La Habana.
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