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domingo, 20 de junio de 2021

AL CIELO POR UN ATAJO

Por Jorge Gómez Barata

En febrero de 1917, en Rusia abdicó el zar Nicolás II, poniendo fin a 300 años de despotismo, servidumbre, y crueldad. Así se entronizó un Gobierno Provisional, el primero de perfil liberal en toda la historia rusa y que, pese a constituir un avance, no abordó con los grandes problemas populares, en particular la opresión nacional, y la participación rusa en la Primera Guerra Mundial. Ocho meses después fue desplazado por los bolcheviques, encabezados por Lenin. Así triunfó la Revolución de Octubre que, mediante la creación de la Unión Soviética, propició la más grande transformación política, económica y social del siglo XX.

A diferencia de otros movimientos políticos europeos que fueron hijos del progreso, la Revolución Bolchevique lo fue del estancamiento derivado del régimen zarista y de la Primera Guerra Mundial. La innovación de Lenin fue aprovechar la coyuntura para convertir ciertas teorías de Marx en un programa de gobierno, y fusionar en tiempo y espacio las ideas más avanzadas, con el primitivismo, el atraso económico, social, tecnológico y cultural, la ruina de la industria, la agricultura, el comercio y el aislamiento ruso acentuados por la guerra.

Estimuladas y apoyadas política y materialmente por factores internos y externos, las clases derrotadas, y las potencias europeas desataron los levantamientos contrarrevolucionarios, y protagonizaron la intervención extranjera, lo que condujo a una feroz Guerra Civil que en conjunto con la Guerra Mundial en ocho años sumaron alrededor de 15 millones de muertos.

Semejante desastre humanitario no solo acarreó dolor, ruina, y pobreza, sino que radicalizó el proceso revolucionario. Así, sin que hubiera condiciones para ello, el estado, bajo la dirección del partido bolchevique, además de gobernar se hizo cargo de la administración del gigantesco país, cuya economía, incluyendo la tierra, fue nacionalizada, poniendo bajo control estatal toda la actividad social.

Concluida la contienda en 1922, el país trató de retornar a la normalidad. El empeño estuvo condicionado por las transformaciones incluso deformaciones provocadas por la extraordinaria coyuntura vivida en la cual, entre otras cosas, fue sacrificada la democracia en la vida interna del partido, el estado, y los soviets.

Motivado por la desesperante situación económica, y con una lucidez que le permitió percibir que aquel estado de cosas no conducía a un modelo económico y político moderno, Lenin entronizó la Nueva Política Económica (NEP), que intentó articular un modelo en el cual convivían diversas formas de propiedad y gestión, y donde el mercado, el dinero, y la inversión privada desempeñaban importantes roles. Se trató del primer intento de rectificación en la historia del socialismo.

En el horizonte aparecieron nuevos problemas cuando, a la muerte de Lenin en 1924, en el seno de la dirección bolchevique emergieron grandes divisiones, asociadas a la lucha por el poder, en la sociedad aparecieron los conflictos obreros, y Trotski, la segunda figura de la revolución, intentó promover la democratización del proceso.

En 1924 murió Lenin, y Stalin fue exaltado a la máxima dirección. De ese modo dispuso de fuerza para aplastar a Trotski e imponerse al partido, el estado, y las instituciones del poder soviético. El desenlace comprometió para siempre el destino de la Revolución Bolchevique y del socialismo en su conjunto.

Entonces no se trataba de la contrarrevolución, que puede ser  reprimida y aplastada, sino de perfeccionar la gestión revolucionaria, tarea en la cual el partido y su dirección en manos de Stalin fueron sobrepasados. Todavía hoy la paradoja es aterradora. Los violentos procedimientos utilizados para reprimir a la contrarrevolución se aplicaron a los camaradas. Saturno dejó de ser una metáfora.

El estalinismo consistió en la violación de la legalidad y la ética revolucionaria, y en el ejercicio de la represión política. Se trató de una deformación que trasladó el pensamiento burocrático y las prácticas represivas a las esferas de la dirección política, y al manejo de la cosa pública, se asoció el dogmatismo, suprimió la diversidad y la pluralidad, y se sostuvo en el poder unipersonal ilimitado. Al someterse y abandonar la tradición bolchevique, el Partido Comunista de la Unión Soviética, firmó su acta de defunción.

No obstante, la revolución encabezada por Lenin, Trotski y el propio Stalin fue tan profunda, y el socialismo tan fecundo y querido por las masas, y tan fabuloso el caudal de energías, inteligencia y vitalidad moral que logró prevalecer. Alimentándose de sus propias realizaciones, el socialismo soviético sobrevivió a los graves errores internos, a la agresión, y al aislamiento de la burguesía internacional.

Apreciando correctamente la situación política internacional, la dirección soviética maniobró para neutralizar la amenaza que significaba el ascenso de Hitler al poder. Ingresó a la Sociedad de Naciones en 1934, y suscribió pactos de amistad y no agresión, el más discutible de ellos, el acordado con Alemania en 1939 conocido como Ribbentrop-Molótov. Nada pudo impedir la agresión, y el 22 de junio de 1941 Alemania invadió la URSS. El fascismo retó al socialismo.

Sobre el inmenso territorio ruso y el pueblo soviético se abalanzó el huracán de fuego del nazi fascismo. Ante semejante emergencia, el país y el partido depusieron sus conflictos, y se unieron bajo el liderazgo de Stalin para protagonizar la más colosal y probablemente insuperable batalla por la supervivencia nacional y el socialismo. En una conmovedora expresión de patriotismo, generales, oficiales y cuadros del partido soviético, depusieron objeciones, y liberados de los gulags, marcharon directamente a los frentes de batalla para hacerse cargo de las unidades.

En aquella excepcional coyuntura histórica, Stalin tuvo la lucidez y la entereza moral necesarias para, anteponiendo los intereses del pueblo soviético y la humanidad, pactar una alianza estratégica con Estados Unidos y Gran Bretaña, y así sumar las inmensas fuerzas morales y la capacidad de resistencia del pueblo soviético a las de occidente.

Después de soportar años de ocupación, sufrir enormes reveses y protagonizar hazañas, a partir de la victoria en Stalingrado, los ejércitos soviéticos cambiaron el curso de la guerra, liberaron la totalidad de su territorio, y en 1944 comenzaron a combatir con sus fronteras a la espalda. En abril de 1945 luchaban por Berlín, y en mayo hicieron capitular al alto mando alemán.

En su avance hacia Berlín, los ejércitos soviéticos liberaron a numerosos países de Europa Oriental, circunstancia fue aprovechada por la Unión Soviética para, en una reacción política defensiva cuya intención Stalin no ocultó, favorecer el establecimiento de gobiernos afines que terminaron siendo exactamente idénticos al de la URSS.

Así, en un proceso más o menos rápido y políticamente compulsado, asistido por la fuerza militar y los compromisos políticos, nació el campo socialista, que asumió el modelo burocrático estalinista. El socialismo en Europa Oriental no fue producto de un parto natural. Aquellos polvos trajeron otros lodos.

En 1953 murió Stalin. En 1956 durante el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, comenzó la desestalinizacion. En su contradictorio perfil de líder y sátrapa, Stalin llegó a encarnar —quiérase o no—el símbolo de la tenacidad, ante todo del impar pueblo ruso, al que, entre tantas paradojas, él no pertenecía. Algo debe quedar claro: el estalinismo no formó parte de la Revolución Bolchevique, sino que fue su canto de cisne.

El resto de la historia es conocido. La estructura autoritaria y burocrática del modelo político soviético, incluyendo al estado, el partido y las organizaciones sociales hizo imposible cualquier rectificación. Cuando al fin Gorbachov lo intentó, el daño estaba hecho. Al respecto se elucubra y especula, no obstante, los hechos están a la vista y los datos de la realidad son concluyentes.

Renovado y democratizado, el socialismo tendrá nuevas oportunidades, no ocurre así con el modelo soviético que definitivamente es una página vuelta. Allá nos vemos.

Comentario de Luis Marcelo Yera:

Con el objetivo de fertilizar el trabajo de Barata y brindar información de interés cultural sobre los actores económicos de la NEP, a un siglo de su creación, paso a listarlos:

- Sociedades mixtas entre el Estado y capitalistas rusos y extranjeros, reservándose en el comercio la alianza con la parte foránea.

- Concesiones explotadas únicamente por capitalistas extranjeros y arriendo privado de empresas estatales por capitalistas nacionales, ambas modalidades con límite de tiempo.

- Desnacionalización de más del 50% del comercio mayorista y de más del 80% del minorista. El resto era estatal o cooperativo.

- Libertad de comercio a los campesinos, luego de cumplir con el impuesto en especie.

- Cooperativas de pequeños propietarios privados (al estilo de las CCS en Cuba), como “un tipo del capitalismo de estado”, pero “más confuso”; que “plantea ante nuestro poder mayores dificultades”. Las expresiones entre comillas son de Lenin.

- Lenin no objetó la propuesta del Consejo Supremo de la Economía Nacional (CSEN), de recolocar, junto a la banca estatal, bancos privados “Con fines de desarrollo y ordenación de operaciones crediticias”, así como bancos cooperativos.

- Lenin estuvo de acuerdo con la propuesta del CSEN para trascender el comercio detallista privado en base a “…monopolizar en las cooperativas de consumo las operaciones de comercio al por menor del país”.

- Pequeñas empresas industriales privadas, elevadas de 10 hasta 20 trabajadores.

- Monopolio estatal del trigo.

- Las empresas estatales se desempeñaban en condiciones de mercado.


1 comentario:

  1. Me faltaron las que en Cuba llamamos cooperativas no agropecuarias, pues en la NEP las agropecuarias no eran a corto plazo, para que los campesinos no se sintieran presionados.

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