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viernes, 2 de julio de 2021

CIENCIA Y ÉTICA. TENSIONES Y CONFLICTOS

Por Jorge Gómez Barata

Como las demás esferas, de la actividad humana, la ciencia y la innovación, están sometidas a condicionales económicas y políticas. La dialéctica de la búsqueda de la verdad, incluye la aplicación y el uso provechoso de los hallazgos. Para hacerlo de modo eficaz, la ciencia necesita de la moral y de la ética.

El proyecto Manhattan que condujo a la fabricación de la bomba atómica figura entre las realizaciones científicas más descollantes del siglo XX, aunque es más aborrecida que admirada. La tarea propuesta por Albert Einstein, fue realizada por un grupo de eminentes sabios, casi todos emigrantes, judíos y… socialistas, radicados en los Estados Unidos e inspirados en el propósito de derrotar al fascismo.

La carrera por la bomba atómica, emprendida desde cero por los Estados Unidos gobernados por Franklin D. Roosevelt, tenía el propósito de impedir que Hitler la obtuviera primero y derrotar a los nazis.

La realización práctica comenzó cuando en 1942, en la universidad de Chicago Leo Szilard y Enrico Fermi, húngaro un e italiano el otro, en un reactor de investigación, lograron desatar una reacción en cadena controlada, mediante la cual podía liberarse cantidades de energía nunca imaginadas. Así nació la posibilidad técnica de fabricar la bomba atómica que teóricamente existía desde que se descubrió la divisibilidad del átomo.

Alrededor de 1939, Szilard y otros científicos se enteraron que, con uranio extraído de Checoslovaquia, entonces ocupada por Alemania, los científicos al servicio del nacismo trabajaban para crear la bomba y se dirigieron a Albert Einstein quien, aquel mismo año escribió a Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, instándolo a apoyar a los científicos estadounidenses en el empeño de crear el arma nuclear.

Como respuesta, Roosevelt creó el Comité del Uranio, mientras en la Universidad de Columbia Enrico Fermi construyó prototipos de reactores nucleares, y Vannevar Bush era encargado de crear el Comité de Investigación de la Defensa Nacional para movilizar los recursos científicos de Estados Unidos con el propósito de realizar investigaciones orientadas a la guerra. El 9 de octubre de 1941 Roosevelt autorizó el desarrollo del arma atómica.

La tarea de fabricar la bomba atómica partiendo de algunas presunciones científicas y unas pocas ecuaciones matemáticas, era de tal envergadura que ningún científico o grupo de ellos podía encargarse de todas las tareas, solo Estados Unidos podía hacerlo.

Tres hombres recibieron la encomienda: Robert Oppenheimer, director científico, Vannevar Bush a cargo de los cálculos matemáticos y el coronel Leslie Groves responsable de la intendencia, la logística y la seguridad.

La idea era, una vez solucionados los problemas teóricos, crear un artefacto que pudiera ser transportado por avión, lanzado sobre un objetivo y hacerlo estallar a la altura y en el momento apropiado. El proyecto involucró a unas 10.000 empresas, 130.000 personas, alrededor de diez mil de ellas científicos y costó cerca de dos mil millones de dólares de entonces, equivalentes a unos treinta mil millones de hoy.

Al iniciar los trabajos Estados Unidos no tenía uranio (se adquirió en el Congo), no sabía cómo refinarlo ni contaba con plantas para hacerlo, no se conocía la masa crítica (la menor cantidad de uranio capaz de provocar una reacción en cadena) y obviamente no existía ni la menor idea de la ingeniería y la metalurgia necesarias para crear el artefacto, tampoco existían aviones para trasladarla y lanzarla.

Además, todo debía ser realizado en secreto y en un lugar tan remoto que no implicara problemas de seguridad ni pudiera dañar la salud de las personas.

En cuatro años todos los enigmas fueron resueltos y en 1945 Estados Unidos dispuso de tres bombas (cosa que los japoneses ignoraban), una de uranio y dos de plutonio. El mecanismo ingeniero para detonar la de uranio era teóricamente conocido pero la de plutonio era un enigma. En 1945 la bomba fue probada exitosamente en el desierto de Nuevo México (donde mismo se fabricó) y ese mismo año las otras dos se lanzaron sobre Hiroshima y Nagasaki.

LO CIRCUNSTANCIAL

En 1939 cuando Einstein escribió a Roosevelt, Estados Unidos no estaba en guerra, tampoco lo estaba cuando se creó el Comité del Uranio y obviamente tampoco lo estaba Japón. Originalmente la bomba fue creada para ser lanzada en Europa, naturalmente sobre Alemania, con el fin de rendir a Hitler. Personalmente dudo que Roosevelt lo hubiera hecho, pero lamentablemente murió antes del fin de la guerra. Las decisiones correspondieron a su sustituto, Harry Truman que lo ignoraba todo y luego de tomar posesión fue puesto al tanto de la existencia de la
bomba.

La ciencia suele conllevar aspectos éticos y requiere de audacia y valor que a veces no se suponen en hombres y mujeres dedicados a actividades intelectuales, pacíficas. No puedo imaginar las tensiones morales que vencieron el rey de España y los científicos que tomaron la decisión inocular la viruela a 25 huérfanos para trasladar el virus vivo desde Europa al Nuevo Mundo ni la angustia quienes propusieron infectar a cientos de miles de niños estadounidenses para probar la vacuna contra la polio.

En su magnífica diversidad, la actividad científica centrada en la búsqueda de la verdad, es la actividad intelectual más meritoria y moralmente comprometida. Requiere de consagración, tenacidad, valor y audacia. La ciencia, la más eficaz de las fuerzas productivas, generadora de riquezas inmensas es, además la consagración de la condición humana. Allá nos vemos.

02/07/2021

Publicado por el diario ¡Por esto! Al reproducirlo indicar la fuente

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