Dar a las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) su justo lugar en la agenda de desarrollo del país constituye un importante paso, aunque disten de ser la panacea universal.
POR SU PROPIO PESO Humberto Blanco Rosales, Centro de Estudios de la Economía Cubana 24 septiembre, 2021
Las mipymes han generado no pocos cuestionamientos, incógnitas y loas.
Foto: Jorge Luis Baños /IPS
Desde que se anunciara y publicara en agosto el nuevo marco jurídico para las mipymes, cuya vigencia comenzó a regir desde este lunes 20, se ha escrito muchísimo sobre el tema. Y antes también. Desde los 90 del siglo pasado y el relanzamiento del Trabajo por cuenta propia (TCP) en el 2010 se estudiaba e intercambiaban criterios al respecto, y seguramente será así en lo sucesivo.
Finalmente quedó atrás el sumergir a estas empresas – legitimadas desde hace rato por la vida económica y social del país- en una suerte de limbo donde empleadores y empleados coexistían bajo la sombrilla del TCP, a contrapelo de la definición universalmente aceptada sobre el mismo. Y hemos accedido desde los medios digitales y tradicionales a explicaciones por parte de funcionarios del gobierno y académicos acerca de estos cambios.
Que no sólo, y vale recordarlo, se circunscriben a las mipymes, sino que también se extienden a las cooperativas no agropecuarias y al TCP.
Interrogantes y expectativas
Volviendo a aquellas, no pocos cuestionamientos, incógnitas y loas se expresan sobre el asunto.
De una parte, está el papel que juegan estas empresas en la generación de empleo y riqueza (sobre todo de lo primero) y las expectativas acerca de su contribución a la mejora de una oferta de bienes y servicios crónicamente deficitaria para el mercado interno, su potencial de internacionalización, y resultar una vía para canalizar en un marco de legalidad- y añado retener en Cuba- la calificación, talento, creatividad e iniciativa que existen entre nuestra gente.
Todas estas cualidades que resultan tan necesarias para el ansiado despegue al desarrollo, como aún insuficientes en sus aportes.
La creación de las mipymes, también, es una oportunidad para mejorar la capacidad empresarial del país, no sólo en términos de un tejido empresarial más diverso en cuanto a propiedad y tamaño, sino también de su composición por actividades y territorios. Baste señalar los emprendimientos de base tecnológica y la inserción de estas empresas como actores en proyectos de desarrollo local. Precisamente estos dos últimos casos forman parte de las prioridades para las solicitudes iniciadas el lunes 20, junto con las basadas en los preceptos de la economía circular, las dedicadas a la producción de alimentos, más aquellas que ya exportan.
Habrá que seguir de cerca cómo se comportan la dinámica de las solicitudes por tipos de propiedad y tamaños de negocios, sectores y territorios en que se encuentran, entre otros criterios. Por lo pronto, llama la atención que de 75 solicitudes hechas el primer día, las dos terceras partes fueron de La Habana. Aunque es de esperar que la capital tenga mayor peso, la desproporción de esta con el resto del país es algo a seguir.La comunicación permanente entre las autoridades locales y nacionales y estos empresarios será decisiva para tomarle el pulso a la marcha del proceso.
Controversias e incógnitas
Del lado de los cuestionamientos y las incógnitas pueden mencionarse las prohibiciones para crear empresas dedicadas a ciertos servicios profesionales, presumiblemente ante el riesgo de una migración de personal procedente del sector estatal (lo cual de hecho ha estado ocurriendo desde hace tiempo). También está el tema de su acceso al comercio exterior sólo a través de empresas estatales intermediarias, aduciéndose para esto su mayor experiencia y capacidad negociadora en estas lides, pero en la realidad con reservas acerca de su rapidez de actuación para satisfacer demandas inmediatas y su conocimiento de las necesidades puntuales de negocios diversos, que por demás trabajan a escalas relativamente reducidas.
También habría que mencionar entre otras posibles dudas cómo funcionará en la práctica el acceso a insumos y a las divisas necesarias para sus operaciones, aspectos estos que podrían limitar el logro de la proclamada igualdad de condiciones entre actores económicos.
Será decisiva la comunicación permanente entre las autoridades locales y nacionales y estos empresarios para tomarle el pulso a la marcha del proceso, y obviamente la capacidad de rediseño y respuestas oportunas en sus ámbitos de actuación.
También es de esperar el surgimiento de instituciones y modalidades para el apoyo financiero de estas nuevas empresas acordes con las mejores prácticas internacionales y el acompañamiento a su creación y desarrollo mediante incubadoras, aceleradoras, asesorías, capacitación e investigaciones, en lo cual las entidades de interface como los parques tecnológicos, y las universidades, deberán jugar un rol importante.
La legitimación y fomento de las mipymes resulta una necesidad para Cuba por su contribución a ejes estratégicos para su desarrollo como la transformación productiva y la inserción internacional, a escala local y nacional. Darle su justo lugar en la agenda de desarrollo del país es un importante paso. Pero no deben ser vistas como la panacea universal, pues no lo son. En nuestro caso, forman parte de una solución más abarcadora y de mayor calado. (2021)
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