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lunes, 29 de noviembre de 2021

La economía cubana y los cefalópodos

Alinear las regulaciones y los reguladores con el propósito será una tarea permanente si se desea eliminar viejas trabas persistentes y evitar el surgimiento de otras nuevas.




Los cefalópodos son animales a los que los pies les salen de la cabeza, por ejemplo, los pulpos. Lo interesante, al menos en el caso de los pulpos, no es solo eso, sino también que tienen un sistema nervioso muy complejo distribuido por todo el cuerpo, incluidas sus brazos; tienen tres corazones y, como no poseen un caparazón o espinas ponzoñosas que los protejan, han desarrollado una capacidad especial para adaptarse a situaciones peligrosas —sus ojos son su principal órgano de los sentidos— que no les toma más que fracciones de segundo. De esta manera, logran confundir a sus enemigos al camuflarse con el medio en el que habitan.

Cuba termina el año con sucesos políticos importantes que nos pusieron a pensar. También lo termina con un desempeño económico de alguna manera esperado —al menos es mi caso—, porque una economía tan abierta, con un sistema productivo fragmentado y relativamente obsoleto, reacomodándose a un programa de ajuste que necesariamente tendría efectos negativos de corto plazo son elementos muy difíciles de manejar dadas, además, las restricciones financieras que el país padece. Pero, sobre todo, Cuba termina el año con la mayor inflación nunca antes experimentada y con la convicción —que ojalá sea permanente— de que no podemos sujetar nuestras decisiones internas a los anuncios de la administración estadounidense de turno. No he mencionado a propósito el bloqueo, porque, aun sin él, la pandemia habría golpeado con profundidad nuestra economía.

Gracias a las vacunas, 100% cubanas y consecuentemente al control de la pandemia, se ha alcanzado la posibilidad de abrir el país nuevamente, de retomar proyectos, de pensar en imprimir mayor velocidad y profundidad a los cambios que se han estado sucediendo.

Para nuestra población, este ha sido el más duro de los años, entrampados entre el poco acceso a la Moneda Libremente Convertible (MLC), sin poder bancarizar los dólares que reciben, padeciendo la devaluación continua de su salario —que muy rápido perdió su poder adquisitivo real—, atrapados en una inflación galopante, que tiene su expresión más evidente en el precio de la carne de puerco, que ha sobrepasado ampliamente el valor de mercado en el Período Especial, y en la existencia de cuatro monedas de referencia, el peso cubano (CUP), el dólar estadounidense, el euro y la MLC ¡vaya manera de alcanzar la unificación monetaria! Una vez más nuestra población, toda ella, ha dado muestra de una resiliencia fuera de lo común.

Afirma un buen amigo, que hace mucho fuera mi estudiante, que en estos dos años se han aprobado tantas nuevas políticas y normas que a veces no da tiempo a digerirlas o estar actualizado sobre ellas y, sobre todo, saber cuál es su alcance. Son tantas que es probable que se requiera tener esas cualidades de los cefalópodos para poder adaptarse a un medio que ha venido cambiando a una velocidad nunca antes vista —aun cuando en lo particular quisiera que fuera mayor— y con una profundidad tampoco experimentada anteriormente, desde aquella primera transformación que convirtió la economía capitalista y subdesarrollada cubana en aquella otra, socialista, pero subdesarrollada también.

Sólo como una muestra, se listan abajo algunas de esas medidas:
  • Las primeras medidas que “flexibilizaban” la actuación de la empresas estatales. Entre ellas la Resolución 315 que permitió la exportación-importación de los trabajadores por cuenta propia y posteriormente de las mipymes utilizando alguna de las empresas exportadoras-importadoras estatales.
  • La concesión cautelosa pero constante de derechos de exportación-importación a otras empresas estatales.
  • El Decreto-ley que convirtió la lista positiva de oficios privados en negativa y amplió las oportunidades de “emprender” algún negocio “privado o cooperativo”.
  • Las varias medidas asociadas al desarrollo local (al menos cuatro).
  • Las 263 medidas dirigidas a transformar la situación de la producción de agro-alimentos, las cuales contienen a su vez 658 acciones, muchas de la cuales exigen cambios “de mentalidad” o de los dueños de la mentalidad.
  • El Decreto-ley sobre las mipymes.
  • La posibilidad de que las formas de gestión no estatales puedan pagar desde cuentas en el exterior a sus proveedores, lo cual agiliza los trámites, da seguridad a los proveedores y contribuye a evitar el cerco financiero que la actual administración estadounidense se ha dedicado a reforzar.
  • La apertura a negocios gestados desde la comunidad de emigrados cubanos, apenas materializada.
  • La posibilidad de que los gobiernos locales se conviertan en promotores de proyectos de Inversión Extranjera Directa (IED).
  • El nacimiento del germen del Banco de Fomento Agropecuario, que ojalá termine de germinar y se convierta en una criatura capaz de andar con sus propios pies.
  • El permiso otorgado a Financiera Iberoamericana para conceder créditos a las formas de gestión no estatales.
  • La creación de la primera institución financiera no bancaria de microcrédito para las formas de gestión no estatales.
Sin dudas, hay algunas más, de hecho, varias de las que he intentado sintetizar contienen normas que cambian el contexto institucional de la Isla. Algunas incluso han generado “preocupaciones” respecto a si la empresa estatal socialista seguirá siendo el sector más dinámico y decisivo de la economía socialista cubana.

Son, sin dudas percepciones válidas, sobre todo si los que piensan así siguen pensando en aquella empresa estatal heredada del estilo soviético y aun consideran que nuestra economía debe seguir siendo operada desde los ministerios, también pensados desde aquel mismo estilo y que todavía no se desprenden de muchas de las rémoras heredadas y de maneras de hacer aprendidas por décadas, entre ellas la de suplantar el rol del empresario. Son esas mentes que anteponen la “orientación” a la norma, que obligan a pedir permiso para hacer lo que nadie ha prohibido, que exigen esperar por su “carta circular” o su “memo” para emprender cualquier acción y que usan también el poder que se les ha conferido para impedir en vez de para facilitar. Esas mentes han generado entes “zombis” que solo se mueven si los empujan. Desaprender es mucho más difícil que aprender.

Organizaciones y mentes que aun no han entendido que su misión no es empresarial, sino regulatoria, que deben regular para toda la economía y no para una parte de ella solamente y que esa regulación debe promover el crecimiento de todos, no solo de unos pocos. Recuerdo que en el ámbito del empleo, el llamado sector no estatal ocupa tantas personas como el sector estatal.

Esta economía, que ya es relativamente diversificada, requerirá de un trabajo más acucioso de coordinación de políticas, para, en la medida de lo posible, prevenir y evitar fricciones, frecuentes todavía en nuestras normativas. ¿Un ejemplo? Se impulsa la creación de Proyectos de Desarrollo Local, sin embargo, todavía hoy siguen padeciendo de no tener personalidad jurídica, lo cual los pone en desventaja con relación a las mipymes, generando, de esta forma, desincentivos que impactan negativamente en el propósito de fomentar esos proyectos. Pasa algo parecido con la Inversión Extranjera Directa (IED), entrampada entre disposiciones obsoletas y fuera de estándares internacionales (por ejemplo, la obligatoriedad de la contratación a través de “compañías empleadoras estatales”) y estudios de factibilidad que persiguen cuidar el dinero de otros. O esa necesidad de que locales sean ocupados por nuevos proyectos, ya sean mipymes o cooperativas no agrícolas, coexistiendo con esa otra cantidad de locales en manos de empresas y organizaciones que no se usan, ni se permite que sean utilizados y, sin embargo, las autoridades locales no tienen una norma que los respalde para desahuciar a aquellos local-tenientes. Sin dudas hay muchos mas ejemplos.

Alinear las regulaciones y los reguladores con el propósito será una tarea permanente si se desea eliminar viejas trabas persistentes y evitar el surgimiento de otras nuevas.

Una economía mas diversificada, bloqueada y desprotegida de apoyos económicos internacionales es como un pulpo en medio de la arena: sobrevivir y crecer dependerá de su habilidad para interpretar y entender el entorno y para adaptarse a él a muy alta velocidad. Nuestro pulpo lo logra porque cada uno de sus pies “piensa” por sí mismo, se mueve de forma independiente, explora los diferentes “ambientes” a los que está expuesto, pero sus ocho pies y todas sus neuronas se alinean con un propósito único, todos están coordinados en función de ese propósito, aun cuando parezca que no. Los pies del pulpo son todo lo flexible que se puede necesitar, algunos de ellos se aferra a algún arrecife, otros acopian restos de conchas y de piedras para crearse una “armadura” y algunos otros “husmean” con sus ventosas buscando una mejor oportunidad de defensa o de ataque. Todos hacen tareas diferentes, pero todas ellas conducen a un mismo propósito. Nuestro modelo económico y nuestras empresas están aun lejos de funcionar así.

Esperar un entorno menos agresivo, aun cuando la pandemia ceda y los turistas y los cubanos emigrados aparezcan en escena, y con ello los tan necesarios dólares, no parece ser muy realista. Ni petróleo en el corto plazo, ni levantamiento parcial, pequeño o mínimo del bloqueo, debemos esperar. Son tremendos los obstáculos, pero pueden ser también tremendas las oportunidades. Convertirlas en buenos negocios, en crecimiento y desarrollo dependerá, en mucho, de la capacidad que tengamos de mutar desde el cuerpo de un crustáceo hacia el de un cefalópodo.

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