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domingo, 14 de noviembre de 2021

La economía cubana quiere volver a las andadas

Con la reapertura al turismo el 15 de noviembre podría aproximarse el inicio de la recuperación económica, tras una crisis pandémica que ha llevado la inflación a sus peores registros en estos momentos.




Numerosas líneas áreas extranjeras han anunciado acuerdos para retomar viajes hacia los principales aeropuertos cubanos a partir de noviembre.

Desde que apareció el coronavirus Sars-Cov-II, la economía cubana ha retrocedido en escala que recuerda los destrozos del Período Especial en los años 90. Al menos, dos indicadores esenciales para medir las crisis lo prueban: el decrecimiento del PIB y la inflación. Pero el escenario no es similar, por más que la percepción social de lo inmediato suele agobiar más que la memoria histórica.

El ministro de Economía, Alejandro Gil, le informó al Parlamento hace unos días que el producto interno bruto (PIB) ha perdido alrededor de un 13 por ciento entre el 2020 y lo que va del 2021 -hasta el cierre de septiembre. Solo el año pasado, la economía cayó un 10,9 por ciento, “el mayor descenso en el PIB desde los primeros años del Período Especial”, como observó en enero el economista José Luis Rodríguez, quizás recordando los momentos en que ocupó la oficina de Gil.

En aquella agónica crisis, el país vio esfumarse casi un 32 por ciento del PIB en solo cuatro años -de 1990 a 1993-, con la caída más abrupta en 1993: menos 14,9 por ciento en solo un año. La pérdida del 2020 volvió a alcanzar dos dígitos en un año, antecedida en 2019 con caída de 0,2 por ciento, mientras el 2021 le sigue con datos preliminares que evidencian que la economía no ha levantado cabeza hasta la fecha. Según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), el PIB descendió un 3,5 por ciento en el primer semestre del actual año.

Causas peligrosas

Como causas fundamentales de la crisis, el titular de Economía mencionó la pandemia y el recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos. El presidente Joe Biden no ha intentado modificar ni un ápice de las medidas que implementó Donald Trump en busca de la completa proscripción financiera global de Cuba.

El cierre de los aeropuertos y de los hoteles con la COVID-19 enfrío un sector sobre el que descansan otras actividades, el turismo, mientras la vida comercial interna y la educación se apagaron por las severas restricciones sanitarias.

“En un período de casi dos años -dijo Gil a los diputados- hemos perdido más de 3.000 millones de dólares”. En 2020, Cuba ingresó 2.400 millones de dólares menos que lo planificado y las previsiones anticipan otros 700 millones perdidos al cierre del presente año. “La economía ha venido casi que resistiendo”, insistió el ministro.

“Casi”, dijo. La visión oficial era más amarga en medio del Período Especial, cuando el mandatario cubano entonces, Fidel Castro, pospuso públicamente las intenciones de desarrollo, para hablar de supervivencia y resistencia.

Aunque las carencias comerciales dominan el escenario y los precios les siguen los pasos desbocados cuesta arriba, no han alcanzado todavía los récords de los 90.


La inflación se ha desbordado en los pocos espacios del comercio que han sobrevivido en estos años.

Inflación sin control

La inflación, disparada a rangos máximos en estos momentos por la severa contracción comercial, empeoró las condiciones de la economía y, por extensión, el ambiente social, en un entorno doblemente enredado por la combinación de recesión económica y reforma monetaria. Un desafío futuro de los economistas será estudiar en qué medida la espiral inflacionaria del año responde al encogimiento de la oferta y en qué medida, al shock del ajuste monetario, emprendido en la coyuntura más difícil, luego de larga espera.

Datos parciales de la inflación que el jefe de la Comisión gubernamental que condujo la Tarea Ordenamiento, Marino Murillo, ofreció a los diputados indican que el precio de una canasta de bienes y servicios casi se ha duplicado: llegó a 2.891 pesos al cierre de agosto, de 1.527 al inicio del Ordenamiento.

Los precios minoristas han continuado trepando en octubre y noviembre, a juzgar por los

productos de mayor demanda en los mercados, alimentos en primer lugar. Las apreciaciones más fuertes se observan en ofertas que no están sujetas al comercio normado o racionado. El gobierno improvisa alternativas, como las llamadas ventas de garajes, para aliviar los vacíos del mercado.

Aunque Murillo insistió en que los precios mayoristas se han comportado según el diseño de la Tarea Ordenamiento, admitió que la inflación minorista es superior a la diseñada, así como que “el costo de la canasta viene subiendo y no se ha logrado detener”.

Antes de concluir esa sesión parlamentaria, el Presidente Miguel Díaz-Canel anunció la disolución del equipo dirigido por Murillo, encargado de conducir la reforma económica desde el 2011.

En abril, Raúl Castro había criticado en el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba a esta Comisión porque “no logró organizar, de manera adecuada, la participación de los diferentes actores involucrados en la implementación de los Lineamientos (programa de la reforma económica) y asumió funciones que excedían el mandato otorgado por el Congreso”. Las principales riendas de estas transformaciones ahora quedaron en manos del Ministerio de Economía y Planificación.

Las ventas de garaje, las formalizó el gobierno como alternativa para llenar vacíos comerciales que se sienten en el consumo y los altos precios.

Cambios a prueba

Pese a la tormenta inflacionaria del momento y la desestabilización económica y social que provoca, no ha alcanzado todavía magnitudes similares al peor momento del Período Especial. Entre finales de 1993 y principios de 1994, la moneda nacional se devaluó 30 veces, de 5 a 150 pesos por un dólar, en el mercado informal, estremecido por una brutal alza de precios.

Las medidas de urgencia de entonces estabilizaron las cotizaciones por encima de 30 pesos luego. En estos momentos, un USD se cotiza en torno de 80 CUP en ese mercado informal, unas tres veces el precio oficial de 24 CUP por USD con que comenzó la reforma monetaria, de salarios y de precios a inicios del actual año.

¿Qué pasará con el peso cubano? ¿Hacia dónde evolucionarán la economía y los precios? El horizonte se percibirá realmente después que Cuba reabra fronteras el 15 de noviembre y, sobre todo, en 2022 cuando la economía se adentre en una normalidad tachada de nueva tras la conmoción pandémica.

Luego de anular casi completamente la recepción de visitantes extranjeros en 2020 y 2021, la vacunación anti-COVID de la ciudadanía cubana –el 76 por ciento había recibido las tres dosis el 4 de noviembre- ha inyectado confianza en el gobierno para reactivar un sector esencial no solo por sus ingresos. La industria del turismo ganó el título de locomotora de la economía por constituir un mercado relativamente cómodo para el resto de las industrias, servicios y las producciones agropecuarias nacionales.

Las autoridades apuestan a recibir dos millones de visitantes en 2022, tras ver evaporarse un sueño similar este año. Sería apenas el despegue. Antes de la covid-19, Cuba alcanzó 4,5 millones de turistas por año.

La vuelta de la economía a un entorno más armónico pondrá al país frente a retos de transformación pendientes, pero sobre todo someterá a prueba otros cambios del modelo económico que se han acelerado en los dos últimos años, como la descentralización empresarial, la flexibilización de normas agropecuarias y del comercio exterior, así como la entrada de micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) privadas y cooperativas, con luz verde reciente a la Financiera Iberoamericana S.A. -mixta entre el Banco Sabadell, de España, y el cubano BICSA- para ofrecerles créditos en moneda dura a estos nuevos actores de la economía nacional.

Será el momento para comprobar la contribución real que acunan esas nuevas alternativas para la recuperación económica del país. Y el aporte también de otra transformación fundamental, la más polémica de todas probablemente: la reforma monetaria.

La virtud de la transparencia que busca en el entorno monetario, contable y financiero se hará visible, si no se alargan más de la cuenta parches como el comercio en MLC, defendido por el gobierno como alivio oportuno en la actual crisis del consumo y de la economía, pero que han reconducido el país a los carriles peligrosos de la dolarización parcial. (2021).

Cuba vs Covid 13.11.2021. Gráficos

Por Humberto Herrera Carlés

Mañana se abren las fronteras oficialmente al turismo internacional, y Cuba recibirá de modo seguro a sus visitantes. En noviembre del 2020 cuando se abrieron, nuestro país no promediaba el centenar de casos diarios positivos a la covid, hoy, en los últimos  diez días, es de 440  casos. Solo que hay una gran diferencia, entonces no había vacunas y hoy el 90.1 % de la población total  está vacunada con al menos una dosis, y el 74.3 % tiene el ciclo completo de vacunación, cifra que la ubica en lo que se llama "inmunidad de rebaño". 

Además, se ofrecerán a los visitantes la posibilidad de vacunarse,  y por supuesto, se cumplirán los protocolos médicos y de salud aceptados internacionalmente.

La pandemia de la covid en Cuba, en modo alguno está erradicada, persiste, y no se sabe si alguna vez se eliminará, por ello se ha iniciado además,  la vacunación  con una dosis de refuerzo, para aquellos que llevan meses vacunados. Todo esto, nos pone en condiciones adecuadas para abrir las fronteras, como pocos países en este mundo,  y tener además, a la población protegida, al tiempo que están protegidos nuestros visitantes. 

¿Cuál es la situación de la covid en Cuba al día de ayer? Los gráficos y tablas son de elaboración propia con datos del MINSAP, excepto cuando se indique lo contrario.

Confirmados y fallecidos




La tasa de positividad según la OMS para estar en control la pandemia debe ser menor a 5.00 %, y Cuba lleva 23 días consecutivos por debajo de esa cifra y ayer registraba 1.74 %.


La tasa de letalidad, también ha descendido en noviembre, después de alcanzarse la mayor en octubre. La tasa acumulada del país, desde que empezó la pandemia es de 0.86 %, es decir por cada 100 personas con covid, fallecen el por ciento indicado.

 
La tasa de confirmados por millón de habitantes por provincias en  el último mes se ha comportado como sigue:


Como se observa,  hay siete provincias por encima de la media nacional, si bien ninguna llega a la tasa de 100 al día de ayer.  La de menor tasa se observa que es Santiago de Cuba con 6.7, y que la Habana descendió de 10, con 8.4 hace una diferencia importante a nivel nacional.  Se constata por otra parte que Santi Spiritus y Camagüey llevan un mes ocupando los tres primeros lugares ,  sin que seda la covid, a diferencia por ejemplo de Pinar del Río que en noviembre ya no está en el podio de "honor", porque ha ido descendiendo en su contagio. 





Tasa por millón de habitantes. Confirmados, fallecidos   vs otros países ( Our Data)

En el indicador de tasa por millón de habitantes en los últimos 7 días, Cuba presenta un resultado muy positivo como reflejo de lo anteriormente ilustrado. Los resultados en acumulado son aún mejores.


Los mismos países, pero comparándolos con la Tasa de fallecidos por millón de habitantes en los últimos 7 días, podemos ver claramente que en Cuba es donde menos han fallecido por COVID. Nótese que la India que presentaba la mejor tasa de confirmados, exhibe la peor en fallecidos. 


Vacunación por países.

Los resultados obtenidos por Cuba, es gracias a la efectividad de las vacunas propias , y a la vacunación masiva aplicada a su población.

Cuba hace semanas ocupa el !!!! primer lugar mundial en dosis de vacunas por cada cien habitantes a nivel mundial.!!! . A pesar de que nuestro verdugo, los EEUU, nos bloquea en todo,  hasta para adquirir jeringuillas.


En el otro indicador de porcentaje de la población vacunada, Cuba ascendió a 2do lugar mundial, después de estar por semanas en el tercer lugar.  


Hay razones para el optimismo, y condiciones para la apertura de la economía, al tiempo que la disciplina individual sigue siendo lo determinante en esta etapa. 

No merecemos otro resultado que la victoria. 

Cinco escenarios de la defunción de EU para 2030, según el historiador Alfred McCoy

Por Alfredo Jalife-Rahme


La pregunta no es si Estados Unidos perderá su indiscutible poder global, sino qué tan precipitado y desgarrador será su declive, dice el profesor Alfred McCoy.Foto Ap

Se ha vuelto deporte global y doméstico prever la defunción (sic) de Estados Unidos, la otrora superpotencia unipolar, como es el caso del historiador galardonado Alfred McCoy (AM), quien avizora su conspicua caída en 2030 en su libro En las sombras del siglo estadunidense: el auge y declive del poder global de Estados Unidos (https://amzn.to/3Fd2S4z) de 2017.

El pensador noruego Johan Galtung, quien predijo el colapso de la URSS con asombrosa precisión, vaticinó la caída de Estados Unidos en 2020 (https://bit.ly/3Hkm9D6)cuando sus contradicciones externas e internas, así como la prevalencia de sus fuerzas centrífugas, afloraron de forma ostensible.

AM es profesor de historia de la Universidad de Wisconsin-Madison y se dio a conocer con su explosivo libro –mientras estudiaba su posgrado en la Universidad de Yale– La política de la heroína en el sudeste asiático: la complicidad de la CIA en el tráfico global de droga (https://amzn.to/3wKuNWx).

Amén de su expertise como historiador, donde escudriña las caídas de recientes imperios, AM se basa en las prospectivas del National Intelligence Council (NIC) y sus tendencias globales de cada cuatro años. NIC depende del director de Inteligencia Nacional y apoya al Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. AM surfea con las corrientes de las tendencias globales del NIC que desde el 2012 vaticinó mundos alternativos para 2030 y luego anunció para 2025 a un mundo transformado, lo que demuestra que sus optimistas previsiones son incorrectas.

En forma ominosa, en 2017 (sic), en vísperas de la toma de posesión de Trump, en su reporte Tendencias globales 2035, NIC puso en relieve el riesgo de una pandemia (¡mega-sic!) y la amplia disrupción económica que podría causar (https://nyti.ms/3FdT4HD). Desde 2008, antes de que el desafío chino fuera claro para todos, en sus tendencias globales para 2025 NIC citó la transferencia de riqueza global y poder económico de Occidente a Oriente.

Cuatro años más tarde, para su siguiente proyección de 2030, NIC asentó que “ninguna nación –Estados Unidos, China u otro gran país– será un poder hegemónico” cuando el declive relativo de Estados Unidos frente a las potencias emergentes sea inevitable. Todavía NIC soñaba que en el ámbito militar Estados Unidos conservaría su supremacía como el primus inter pares.

A juicio de AM, las tendencias negativas del poder global de Estados Unidos probablemente se agregarán de manera rápida en 2020 y pudieran alcanzar su masa crítica no más allá de 2030. Su tesis nodal radica en que el desvanecimiento económico de Estados Unidos le orillará a optar cada vez más por la opción militar tecnológica en su triple pabellón de avanzados robots aeroespaciales que representan la última mejor esperanza de Washington para retener su poder global en exceso de su evanescente influencia económica, donde tampoco hay que eliminar a China en forma expedita cuando cuenta con una red global de comunicaciones satelitales apuntalada por las más potentes supercomputadoras (sic) del mundo.

El triple pabellón de Estados Unidos radica en la baja estratósfera, la alta estratósfera y la exósfera, con toda la panoplia de ensueño de drones, satélites, naves espaciales y misiles para golpear cualquier objetivo del planeta, a lo que se suma la vigilancia de espionaje global que va dirigida contra la superpotencia ascendente China.

Los cinco escenarios del fin del siglo estadunidense no necesariamente serán un aterrizaje suave de aquí a 30 o 40 años, ya que su defunción (sic) puede ser más rápida de lo que cualquiera imagina y cuyo primer factor los representan las presiones fiscales: 1. la evolución a un nuevo orden mundial multipolar; 2. cambio climático; 3. declive económico; 4. fallidas aventuras militares, y 5. tercera guerra mundial.

A juicio de AM, los futuros historiadores probablemente identifiquen la intempestiva invasión de George W. Bush a Iraq como el inicio de la caída de Estados Unidos. AM concluye en forma inquebrantablemente determinista que la pregunta no es si Estados Unidos perderá su indiscutible poder global, sino qué tan precipitado y desgarrador será su declive. ¿Quién da más?


Facebook: AlfredoJalife



Debatiendo el modelo nórdico

Por Pelle Dragsted 

11/11/2021

Las elecciones noruegas del mes pasado supusieron un cambio arrollador hacia la izquierda, incluyendo un avance parlamentario para el Partido Rojo socialista (Rødt). Ahora, los cinco países nórdicos cuentan con gobiernos socialdemócratas y con crecientes formaciones a su izquierda que se resisten a un mayor desmantelamiento de los Estados de bienestar de la región. Tras años de retroceso y derrotas de la izquierda en Estados Unidos y Europa, la experiencia nórdica parece mostrar de nuevo un camino a seguir.

Los primeros indicios de esta ola de la izquierda nórdica vinieron de la mano de la Alianza Rojo-Verde (Enhedslisten) en Dinamarca, que ha ocupado al menos una docena de escaños en el parlamento desde su irrupción en la campaña electoral general de hace diez años. Uno de sus diputados en este periodo fue Pelle Dragsted, que es también el principal estratega del partido. Su reciente libro, Nordic Socialism (Socialismo Nórdico), ha sido un sorprendente éxito de ventas en su país, reavivando debates sobre el socialismo que llevaban mucho tiempo dormidos. El libro aborda la naturaleza del capitalismo y cómo transformarlo basándose en el legado de los movimientos obreros nórdicos del siglo XX.

En la siguiente entrevista, Rune Møller Stahl y Andreas Møller Mulvad conversaron con Dragsted acerca del estado actual de la socialdemocracia nórdica y sobre cómo las nuevas fuerzas de izquierda pueden aprovechar sus logros históricos.  

RMS: El punto de partida de tu libro es un informe que la administración Trump publicó en 2018 sobre el supuesto socialismo de los países nórdicos. En contraste con lo que normalmente leeríamos en Jacobin y en otras publicaciones de izquierda, argumentas que Trump tiene razón en que los países nórdicos son socialistas (o, al menos, más socialistas de lo que normalmente reconocemos los izquierdistas, que los hemos definido como países capitalistas con generosos Estados de bienestar). ¿Puedes explicar con más detalle por qué crees que Trump tiene razón?

PD: Un mensaje clave de mi libro es que nosotros, en la izquierda, no hemos sido lo suficientemente buenos a la hora de reconocer nuestras victorias y los elementos socialistas que pueden encontrarse dentro de los sistemas económicos existentes. Cuando Trump y Fox News —pero también Bernie Sanders— llaman «socialistas» a los países nórdicos, tienen algo de razón. En los países nórdicos disfrutamos de una cantidad significativa de propiedad democrática, así como de una amplia desmercantilización de nuestras economías. Esto es producto de la fuerza histórica de la clase obrera para conquistar el poder del Estado, pero también del fortísimo sector cooperativo que existía en la región.

Es difícil reconocer este sector no capitalista, porque en la izquierda hemos sido entrenados para pensar en términos de formas societarias como totalidades, como si fueran la sociedad o la economía en su totalidad. Esta forma de pensar supone que el capitalismo es omnipresente y que no hay lugar para ningún tipo de socialismo mientras exista el capitalismo.

Así que, inspirado por gente como Erik Olin Wright y Matt Bruenig, del People’s Policy Project, rechazo esta concepción del socialismo como un absoluto. En su lugar, deberíamos pensar en un continuo en el que las sociedades pueden ser más o menos socialistas.

Esta perspectiva es especialmente relevante para los países nórdicos, donde tenemos un mayor nivel de propiedad común. Definamos el capitalismo como un sistema en el que los propietarios del capital controlan los medios de producción e intercambian sus mercancías en un mercado en el que también compran fuerza de trabajo. De este proceso obtienen un beneficio. Pero si observamos los países nórdicos, encontramos que gran parte de estas economías simplemente no se ajustan a esta definición: en Dinamarca, el sector público representa entre el 20% y el 25% del total de la economía. Una de cada tres personas en el mercado laboral son empleados públicos. Y en este sector no hay propiedad privada.

Las escuelas, los hospitales, las guarderías, etc. no son propiedad de los capitalistas, sino de la ciudadanía en común. Nadie obtiene beneficios, y los bienes y servicios que se producen no se intercambian en un mercado, sino según un sistema solidario de capacidades y necesidades. Este sector se creó extrayendo partes de la economía del ámbito del mercado. Los productos básicos se transformaron en bienes accesibles para todos los ciudadanos. A esto se le puede llamar desmercantilización.

Pero, además del sector público, también tenemos un considerable segmento democratizado del sector privado. El sector cooperativo sigue representando una buena parte de nuestra economía y solía ser incluso más extenso hace algunas décadas. En Dinamarca, el sector cooperativo surgió de una agitación en la sociedad agrícola a finales del siglo XIX mediante una lucha simultánea por la democracia y contra la propiedad privada de los tambos, las carnicerías y toda la cadena de producción agrícola, incluidos los mercados de productos de fertilizantes y pesticidas. Al mismo tiempo, se desarrollaron las cooperativas de consumo y, un poco más tarde, el movimiento obrero comenzó a establecer sus propias cooperativas.

Hoy en día, la propiedad cooperativa sigue teniendo vitalidad. La segunda cadena de supermercados de Dinamarca es propiedad de sus miembros y está gobernada por ellos. Los servicios públicos, como la electricidad, el agua y la calefacción, están dominados por cooperativas, y el 20% de las viviendas se gestionan de forma cooperativa. Incluso el sector financiero conserva elementos significativos de propiedad común.

Esto no significa que esas empresas representen el «socialismo puro». Funcionan dentro de un mercado y tienen que competir en términos capitalistas. En muchos casos, los miembros de las cooperativas han perdido influencia con el tiempo. Y el sector público no está gobernado por sus trabajadores ni mucho menos en la medida que desearíamos. Aun así, sigo pensando que hay algo cualitativamente diferente en estas empresas, porque hay un potencial democrático. Sus directivos no tienen que rendir cuentas a los capitalistas, sino a grupos de interés mucho más amplios: consumidores en el sector privado, ciudadanos en el sector público. Lógicas completamente diferentes pueden llegar a ser dominantes en estas empresas, y podemos explotar eso si las tratamos como un terreno de lucha. 

RMS: ¿Pero de qué sirve la propiedad cooperativa si se sigue compitiendo en un mercado capitalista? Los países nórdicos siempre han tenido economías muy dependientes de la exportación, por lo que han sido vulnerables en ese sentido. ¿Cómo ha triunfado este proyecto?

PD: Mientras el sector capitalista sea dominante, habrá presión sobre el sector democrático. Pero nuestra historia demuestra que el capital no siempre gana. La experiencia nórdica muestra que el sector democrático puede expandirse durante décadas a costa del capitalista. Recientemente, en el periodo neoliberal, hemos visto el movimiento contrario, en el que la propiedad capitalista se ha expandido, y nuestra sociedad se ha vuelto menos socialista. Pero mi punto es que este desarrollo puede ser revertido, y que podemos expandir el sector democrático a través de la democratización de la propiedad corporativa, expandiendo el sector público a nuevas áreas o haciendo retroceder la privatización.

Incluso en una sociedad con plena propiedad cooperativa, la competencia en el mercado limitará la democracia dentro de las empresas, especialmente si se está en un mercado global dominado por empresas capitalistas.

Podemos ver esto en el sector agrícola cooperativo de Dinamarca. Aquí, las cooperativas de propiedad de los agricultores siguen dominando, especialmente en el sector de los productos lácteos y los mataderos. Pero las operaciones de estas empresas no muestran consideraciones sociales muy impresionantes. No tratan muy bien a los empleados, tienen altas emisiones de CO2 y otros problemas medioambientales. Cuando estas empresas se comportan así, es por la presión competitiva internacional. Si estas empresas quieren tener éxito en los mercados internacionales, se ven obligadas a tomar todas estas decisiones socialmente perjudiciales.

Por tanto, la forma de propiedad no es suficiente. También tenemos que examinar la relación entre el mercado y la planificación. Y aquí necesitamos mucha más planificación en la economía. Esto significa establecer un marco político que garantice que la competencia entre empresas no conduzca a acciones socialmente perjudiciales. 

AMM: ¿Puedes dar un ejemplo concreto de cómo podría ser esa intervención económica planificada?

PD: La Ley del Clima danesa, de 2019, es un ejemplo bastante claro de un enfoque económico planificado. Se ha decidido que las emisiones deben reducirse en un 70% para 2030 y se ha creado un consejo independiente para supervisar si el gobierno —independientemente de su color político— cumple con los objetivos. Así, se fija un objetivo y después todos los sectores deberán ajustarse mediante políticas concretas.

Este modelo podría copiarse para hacer una ley de desigualdad, una ley de biodiversidad o una ley de igualdad de género. La idea sería establecer unos objetivos democráticos basados en procesos de deliberación amplios e inclusivos, y luego encontrar las mejores herramientas —ya sean planificadas o de mercado— para alcanzarlos.

Mi idea del socialismo camina sobre dos patas: la propiedad y la planificación global. Mientras tengamos una propiedad capitalista, encontraremos un poder oligárquico en manos de los capitalistas, un poder que pueden utilizar para resistir la planificación democrática. Pero cuando la propiedad se amplía y se democratiza gradualmente, este poder oligárquico se reduce. Por lo tanto, se hace gradualmente más fácil tomar decisiones democráticas sobre cómo estructurar la economía. 

RMS: Entonces, ¿por qué no un modelo basado puramente en la planificación? ¿Por qué mantener elementos de mercado en la construcción del socialismo?

PD: El problema de una economía de planificación centralizada, como demuestra la experiencia histórica, es que cuando las economías se volvieron más complejas, tuvieron problemas en términos de innovación y eficiencia. Una economía de planificación centralizada también supone una centralización del poder, que socava la autonomía de la clase trabajadora. El socialismo consiste precisamente en permitir que las personas tomen decisiones sobre las cuestiones que son pertinentes para sus vidas. Por lo tanto, soy escéptico respecto a un modelo como el Gosplan soviético, que planifica todo de forma centralizada hasta el más mínimo detalle. Creo que hay que desplegar mecanismos de mercado para garantizar la apropiación local. Pero debe estar circunscrito por una estricta planificación democrática. 

RMS: En Dinamarca, luego de la publicación de su libro, se le ha acusado de ser una especie de socialdemócrata. ¿Qué le dice a la gente que dice que lo que usted describe no es realmente socialismo?

PD: Me fascina el concepto de «socialismo funcional» desarrollado por los socialdemócratas suecos, y especialmente por Gunnar Adler Karlsson. La idea es que, al tiempo que se preserva la propiedad capitalista formal, se vacían sus funciones limitando el uso que los capitalistas pueden hacer de esa propiedad. Por ejemplo, si tenías una propiedad de alquiler en los años 70, eras formalmente dueño del edificio, pero se decidía políticamente cuánto podías cobrar de alquiler y cómo debían acondicionarse los apartamentos. Si tenías que derribar tu propiedad estaba determinado por una ley de planificación, y si la vendías estabas fuertemente gravado.

Por tanto, puede que tengas la propiedad, pero el poder práctico que esto conlleva está muy restringido. Karlsson lo comparó con la monarquía de los países nórdicos. Formalmente, los monarcas siguen siendo jefes de Estado, pero en la práctica no tienen ningún poder real. La idea era hacer lo mismo con los capitalistas.

Esta era la idea del proyecto socialdemócrata. Y tuvo bastante éxito durante muchas décadas. Pero cuando llegó la crisis en los años 70 y el sistema keynesiano entró en crisis, el hecho de que se hubiera permitido a los capitalistas conservar la propiedad de los medios de producción centrales resultó ser un problema existencial para la socialdemocracia. Esto significaba que podían lanzar rápidamente una ofensiva para hacer retroceder todas estas mejoras. Y esta es la situación en la que nos encontramos desde hace treinta años. Por eso soy escéptico respecto a la estrategia socialdemócrata. Como dijo el economista sueco Rudolf Meidner, mientras el capital conserve la propiedad, tiene una pistola en la cabeza de la clase obrera.

Esa es mi conclusión en el libro, por lo que rechazo enérgicamente la idea de que lo que estoy presentando es un plan reformista. Pero sí se trata de una estrategia gradualista, más que una estrategia revolucionaria clásica. Esto no significa que no haya rupturas y enfrentamientos durante ese proceso. No se trata de una evolución lenta hacia una nueva sociedad, como imaginó Eduard Bernstein, pues hay enormes privilegios en juego y el capital contraatacará. Pero es ilusorio pensar que la transición al socialismo tendrá lugar a través de una ruptura rápida. No creo que la experiencia que tenemos de la historia indique que ese sea un buen modelo. Los lugares donde se ha aplicado no han logrado realizar las sociedades igualitarias que los revolucionarios soñaban crear.

En las sociedades bien desarrolladas, como los países nórdicos, simplemente no hay un apoyo apreciable para saltar al terreno desconocido de un levantamiento revolucionario. Y, al mismo tiempo, una ruptura revolucionaria significará también una recesión económica, por lo que si queremos mantener la democracia —y eso es innegociable para mí— la cuestión es si seríamos capaces de mantener el poder en absoluto durante los diez o veinte años que duraría una transformación social. 

RMS: Usted es crítico con el enfoque tradicional de la izquierda sobre la nacionalización de la economía. ¿Cuál es su opinión al respecto?

PD: El problema es que la propiedad estatal es una forma distante e indirecta de organizar la propiedad. Hemos visto los resultados de esto en el antiguo bloque del Este. Cuando se reintrodujo el capitalismo, hubo relativamente pocas protestas en los países de Europa del Este. Si los trabajadores se hubieran sentido realmente dueños de sus empresas, no habría sido tan fácil privatizarlas todas.

Al mismo tiempo, la propiedad estatal en los países democráticos es vulnerable de diferentes maneras. Bajo el neoliberalismo, hemos visto que todo lo que se necesita es una derrota electoral y entonces un gobierno de derecha entrante puede vender todo lo construido durante décadas. Lo vimos con Margaret Thatcher en Gran Bretaña, donde había un sector empresarial de propiedad pública bastante amplio, que se vendió a los capitalistas en pocos años.

Si lo comparamos con Dinamarca, no es que no hayamos tenido gobiernos de derechas que hubieran querido ampliar la propiedad capitalista. Simplemente les ha costado más, debido a un modelo de propiedad más descentralizado. Ha habido intentos de privatizar infraestructuras, pero son propiedad de cooperativas, por lo que los políticos no pueden venderlas sin más.

Thatcher también vendió las viviendas públicas a través del programa de «derecho de compra»; también lo intentaron en Dinamarca, pero no pudieron hacerlo porque nuestras viviendas cooperativas son propiedad de los inquilinos a través de organizaciones sin fines de lucro. Así que, paradójicamente, fue la propiedad privada la que impidió que la vivienda y las infraestructuras se vendieran a las fuerzas del capital. Esto no significa que esté en contra de la propiedad pública. Básicamente creo que la propiedad pública debería ser mayor. Un sector como el financiero o el energético debería tener mucha más propiedad pública. 

AMM: En estos momentos, Dinamarca es conocida internacionalmente por su estricta política de inmigración, adoptada por los socialdemócratas en el poder. ¿Cómo se siente al formar parte de la mayoría parlamentaria que los mantiene en el poder?

PD: Es difícil y deprimente. Aunque Dinamarca tiene un fuerte legado de solidaridad, a una parte importante de la población le resulta muy difícil extender esta solidaridad a los refugiados e inmigrantes. Y las opiniones racistas son bastante comunes en parte de la ciudadanía. En esta situación, tenemos un partido socialdemócrata que se ha decidido firmemente por una línea dura e implacable sobre los refugiados y un discurso fuertemente polarizador sobre los inmigrantes que viven en Dinamarca.

No damos votos a esta política, y tratamos de combatirla y movilizarnos contra ella lo mejor que podemos. Pero hay una mayoría bastante grande detrás de ella en el parlamento, formada por los socialdemócratas junto con la derecha, y desgraciadamente también una mayoría bastante grande de la población.

Mi esperanza de solución pasa por un esfuerzo conjunto de organización política a largo plazo que demuestre que lo que importa son los antagonismos de clase y no la nacionalidad. La mejor manera de luchar contra el racismo es organizarse por encima de las divisiones étnicas. En el momento en que estás en el piquete con tus compañeros de Pakistán o Somalia, estás creando solidaridad. Solo si nos organizamos y luchamos en torno a las divisiones de clase podremos superar la división basada en la etnia y la raza. 

RMS: Mirando a otros países, los últimos años han traído la derrota de Sanders, [Jeremy] Corbyn, Podemos y ahora Die Linke. Si la izquierda está perdiendo en otros lugares, ¿por qué es diferente en los países nórdicos?

PD: La izquierda nórdica no está en condiciones de disputar a las socialdemocracias la posición hegemónica dentro de la centroizquierda. No estamos en una situación similar a la que Podemos, por ejemplo, parecía dirigirse hace unos años.

Pero sí tenemos la oportunidad de desafiar al neoliberalismo. Si miramos cómo se manejó la crisis de COVID, vemos un enfoque socialdemócrata clásico. Las pérdidas salariales se cubrieron en su totalidad, pagadas parcialmente por el Estado, siempre que las empresas se comprometieran a no despedir a los trabajadores. Esto representa una ruptura con la lógica neoliberal, y significa que ahora hay un mayor apoyo a las ideas socialistas: que el Estado debe desempeñar un papel directo en la economía, que necesitamos la seguridad social…

Durante la pandemia del COVID-19 ha quedado claro lo interdependientes que somos. Esto ha llevado a un mayor sentido de la solidaridad. Pero las raíces de este cambio se remontan más atrás, al menos a la crisis financiera de 2008, que supuso el fin de la fantasía del capitalismo como sistema libre de crisis. 

AMM. ¿Cómo puede entonces la izquierda nórdica evitar las trampas que atraparon a Sanders o a Podemos?

PD: La estrategia de izquierda populista que representó Podemos tiene algunos problemas intrínsecos. Puede llegar a nuevas partes del electorado presentándose como una ruptura con la «vieja política», pero no es una estrategia sostenible a largo plazo. Una vez que llevas diez años y entras en el gobierno local, te has convertido de facto en un partido «ordinario». Y entonces tienes que introducir algo más.

Pero no veo ninguna razón para deprimirse. Los intentos de Sanders, [Jeremy] Corbyn y otros de tomar el poder no tuvieron éxito. Pero creo que la izquierda de esos países debería estar orgullosa de lo que lograron. Tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, una izquierda que estaba completamente marginada —mucho más que todo lo que hemos vivido en los países nórdicos— se abrió camino hacia el centro de la escena política. Cuando esto sucede una vez, puede volver a suceder. Y por ello debemos prepararnos.

Las experiencias de Corbyn, Sanders y Podemos me han servido de inmensa inspiración. Cuando se está tan cerca del poder, hay que pensar de forma práctica. Desde el final de la Guerra Fría, los socialistas han tendido a entablar discusiones abstractas en torno a conceptos esotéricos como Imperio de Michael Hardt y Toni Negri. Pero ahora nos hemos visto obligados a pensar en cómo daríamos los primeros pasos hacia el socialismo.

Esto ha desencadenado un proceso increíblemente creativo con nuevos grupos de reflexión, libros y debates. Hemos producido más programas de reforma en los últimos años que en las décadas anteriores. Por lo tanto, estamos mucho mejor preparados para la próxima vez que la oportunidad llame a la puerta. El socialismo ha pasado de ser una perspectiva lejana a una posibilidad realista.

 

Rune Møller Stahl es doctor en ciencias políticas por la Universidad de Copenhague y antiguo asesor político del Grupo Parlamentario de la Alianza Rojo-Verde. Andreas Møller Mulvad es doctor en ciencias políticas por la Universidad de Copenhague y actualmente trabaja como funcionario público.

 
Político y activista danés, exdiputado de Enhedslisten, el partido democrático-socialista de Dinamarca, entre 2015-2019. Autor de "Nordisk socialisme" (Gyldendal, 2021).
Fuente:
JacobinLat, 05/11/21 https://jacobinlat.com/2021/11/05/socialismo-no-es-solo-estatizar-tambien-es-redistribuir-el-poder/