Foto: Bradys Barreras.
27 / enero / 2022
Cifras publicadas por el Gobierno cubano sitúan la inflación en un 77 %. Cálculos de otros economistas la han llegado a fijar en valores más altos. La complejidad de dar un número demuestra lo complicada que es la economía cubana, en la que coexisten varios mercados, muy segmentados, todos con diferentes precios y monedas.
Si nos atenemos al concepto más simple de «inflación», que es el incremento generalizado de los precios promedio en un país durante un período de tiempo determinado, habría que calcularla teniendo en cuenta una canasta básica de productos y servicios necesarios para la existencia de un hogar promedio.
Existe una canasta básica mínima que mensualmente se pone a disposición de todos los núcleos familiares, hoy a precios sin subsidios. Pero sus cantidades resultan insuficientes para cubrir las necesidades mensuales de las personas. Se estima que, como promedio, esa canasta alcanza para unos diez días.
El resto del mes se completa con los mercados exiguos en CUP o MLC o con los mercados de libre oferta o demanda, tanto agrícolas como industriales, e incluso con los mercados informales que satisfacen determinadas necesidades. Los precios de los alimentos y otros productos en estos mercados han subido hasta un 500 %.
Este alto nivel de inflación distorsiona las señales del mercado y, además, genera ineficiencias y ha encarecido la vida de las personas.
La crisis inflacionaria que en estos momentos hay en Cuba no es nada nuevo. El país atravesó un Período Especial, derivado de la desaparición del mercado socialista, cuando el PIB cayó en más de un 35 % durante los primeros años de la década de los noventa, al igual que se produjo un retroceso en las exportaciones, sumado a la escasez de recursos monetarios por la cancelación de los créditos que se recibían de las economías socialistas. Hoy, sin embargo, el momento es más complicado.
Se sabe que a comienzos de los noventa se produjo un incremento de precios debido a la escasez de productos y que los salarios se mantenían, aunque las empresas estaban paralizadas. Por eso la población llegó a tener un 73 % de liquidez monetaria respecto al PIB. Esa liquidez disminuyó cuando Cuba comenzó a obtener los frutos de su reforma económica. En 2018 la liquidez era de un 58.9 %.
Durante el Período Especial la tasa de cambio del dólar a peso cubano llegó hasta 160 pesos por dólar ante la inexistencia de un mercado formal —pocas personas recibían o ganaban dólares—. También era necesaria esa moneda para comprar en las nuevas tiendas creadas al efecto: había productos que solo se vendían en dólares. Con la creación de las Cadeca (Casas de cambio), la tasa de cambio, a pesar de altas y bajas, se estabilizó en 24 pesos por dólar. La decisión gubernamental fue establecer esa tasa de cambio fija.
El Ordenamiento Monetario trajo consigo un significativo aumento de los salarios. Un grupo no despreciable de trabajadores están recibiendo altos montos por la repartición de utilidades en sus instituciones; aunque, en la mayoría de los casos, las compensaciones mensuales de los trabajadores estatales hoy tienen menos poder adquisitivo que los salarios de años anteriores debido al desmedido aumento de los precios.
La canasta básica prevista por la Tarea Ordenamiento era de 1 528 CUP. Debe haberse calculado teniendo en cuenta la tasa oficial de CUP a USD de 1 por 24. Pero recientemente se informó que esa canasta ascendía a 3 250 CUP en La Habana y a 3 057 CUP en las provincias orientales, mientras el salario promedio del país era de 3 838 CUP. El colega Pedro Monreal comentaba recientemente que en 2019 el costo de la canasta básica representó el 46.6 % del salario, pero de acuerdo con las autoridades cubanas, en 2021 era casi el 85 % y en 2022 esa proporción seguramente seguirá ascendiendo.
La alta masa de salarios o estímulos entregados a un segmento de la población, si bien es justo socialmente, conlleva a una mayor masa monetaria en manos de la población, sin que retorne como ingresos para el Estado por concepto de ventas o de recaudación de impuestos, porque hay muy pocas ofertas y servicios en funcionamiento.
Solo es posible atenuar la actual inflación con una mayor producción. Existen soluciones pensadas y un plan nacional que el Gobierno ha anunciado. Pero hasta ahora lo único que vemos es la insistencia en llamar a suprimir trabas que frenan la producción, sin que se observen los resultados. Mientras se apuesta por la gradualidad en las decisiones, la economía continúa retrocediendo.
Entre las acciones por emprender podrían estar las siguientes, pero no son las únicas.
- Quitar las trabas o decisiones que vienen de «órganos superiores» para orientar a las empresas estatales. Se sigue diciendo que hay que descentralizar, pero los resultados productivos de las empresas no se ven porque su autonomía no es real.
- Desterrar las exhortaciones a «esfuerzos», «compromisos» para incrementar producciones y sustituirlas por conceptos como «beneficios» y «utilidades» y otras que expresen estadísticas concretas, medibles, no aspiraciones pertenecientes al campo de la metafísica.
- Permitir a las mipymes que puedan importar sin intermediarios estatales.
- Permitir las inversiones en el comercio minorista por parte de privados o empresas extranjeras, eliminando el monopolio estatal sobre el comercio minorista; es decir, pasar del control directo de la actividad comercial al control indirecto vía impuestos u otros instrumentos de control.
- Proponer un tipo de cambio oficial más estimulante para las mipymes y otras figuras no estatales, para que no tengan que acudir al mercado informal a comprar el MLC que el Estado después le exige para sus compras de insumo.
- Estimular las ventas en CUP de los empresarios dándole exenciones fiscales a quienes vendan en esa moneda.
Ojalá se implementaran las reformas que los economistas llevan décadas proponiendo. Pero si van a continuar sin tenerlas en cuenta, los decisores deberán recordar que incluso en estas circunstancias existe un menú de opciones, aunque algunas ofertas de ese menú choquen con preceptos políticos e ideológicos enraizados en sus esferas de dirección.
La Tarea Ordenamiento y la situación externa con las divisas están llevando a una disminución del poder adquisitivo de la sociedad, con el correspondiente disgusto que el hecho trae aparejado desde el punto de vista político. El cuestionamiento de la población a los hacedores de política se mantiene y crecerá cada día en que se manifieste la actual inflación. Los economistas, en general, señalan dos razones para perder un Gobierno: la alta inflación y el alto desempleo.
La inflación llegó a Cuba, y hay que intentar bajarla. Pero eso supone audacia y valor para romper dogmas. Obviamente, la voluntad y las exhortaciones no lo van a resolver. Son problemas económicos que solo se superan con soluciones económicas. La emigración de la población cubana ante la falta de esperanza no debe ser la solución. Solo en enero de 2022 ha crecido de manera exponencial, aun con las restricciones que existen y las divisas que se necesitan para esa decisión.
La Habana, 1960. Doctor en Ciencias Económicas desde 1998.
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