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miércoles, 1 de junio de 2022

Notas sobre el impacto económico del conflicto entre Rusia y Ucrania (I)

mayo 30, 2022 Por José Luis Rodríguez


I

En la historia las relaciones entre Ucrania y Rusia desde que en 1654 Ucrania pasó a formar parte del imperio de los zares, no estuvo exenta de múltiples contradicciones. Con posterioridad -ya formando parte de la Unión Soviética- hubo también momentos de mucha tensión, como los que afloraron cuando se desarrolló la política de colectivización forzosa, promovida por Stalin a partir de 1927 en todas las repúblicas soviéticas, la que causó un fuerte impacto negativo en la agricultura ucraniana, provocando una fuerte hambruna entre 1932 y 1933.

Por otro lado, a lo largo de la historia la población ucraniana tuvo orígenes muy diversos. En efecto, hasta hoy día ha estado presente una fuerte presencia de población de origen polaco, húngaro, moldavo y rumano en sus regiones occidentales, mientras que una población de origen ruso se concentró más en su territorio oriental.

Los diversos sentimientos nacionalistas propio de esas circunstancias, fue aprovechado durante la segunda guerra mundial y posteriormente para exacerbar las políticas antisoviéticas y el enfrentamiento a otras minorías como la población judia. Fue así que durante la guerra guerrilleros ucranianos –dirigidos por la Organización de Nacionalistas Ucranianos- pelearon al lado de los nazis contra Polonia y contra la URSS, siendo su líder más connotado Stephan Bandera.[1]

Ya desde la desaparición de la URSS en 1991 quedó muy clara la posición del mundo capitalista desarrollado decidido a no tolerar una evolución que permitiera a la antigua URSS –y particularmente a Rusia- desempeñarse como una potencia capitalista emergente en el futuro. De tal modo, se aplicaron todo tipo de medidas que impidieran al país superar los límites de una suerte de “capitalismo de segunda categoría” sin posibilidades de recuperar su poderío anterior. La aplicación de esas medidas contó con la complicidad de gobernantes corruptos y actuó como estímulo a múltiples negocios espurios que llevaron a Rusia a una crisis económica y social de grandes proporciones en los años 90 del pasado siglo. Esa política fue complementada con el tratamiento selectivo para asimilar a países con posiciones históricas anti rusas como Letonia, Lituania y Estonia y fue acompañada con políticas que permitieran privar a Rusia de su área de influencia directa en las repúblicas de Asia Central y en el Cáucaso.

Entre el grupo de países con una presencia de sentimientos históricos antirusos en una parte de su población, se encontraría Ucrania, que era el segundo país en importancia de la antigua URSS.[2]

Sin embargo, al declarar su independencia en 1991 los gobiernos de Ucrania de entonces aceptaron la retirada de las armas nucleares de la antigua URSS presentes en su territorio  –las que pasaron a manos de Rusia-, aceptaron también su neutralidad y el compromiso de Rusia como garante de la soberanía de Ucrania, según el Memorando de Budapest, firmado en diciembre de 1994.

No obstante, estos acuerdos serían cuestionados una y otra vez en cada ocasión que se elegía un nuevo gobernante, con posiciones nacionalistas y pro occidentales. De tal modo, ya en el año 2002 existía un plan OTAN-Ucrania, dirigido a propiciar el ingreso del país al pacto militar, lo que entraba en contradicción con los acuerdos firmados 8 años atrás. En la misma dirección, en el año 2012 comenzó a desarrollarse un programa para lograr el ingreso de Ucrania a la Unión Europea.

Del lado de Rusia, también ocurrieron importantes transformaciones a partir de la llegada de Vladimir Putin a la presidencia en el año 2000.

En síntesis, pudiera decirse que se produjo un resurgir del nacionalismo ruso, en medio de un proceso acelerado de recuperación económica y social, en tanto que también se inicia un proceso de reconstrucción de su poderío militar.[3] Por otro lado, durante un período –que puede enmarcarse entre el 2000 y el 2007- se mantuvo una política exterior caracterizada por una búsqueda infructuosa de una posición cercana, o al menos no hostil a Occidente, que no dio resultado y llevaría a confrontar abiertamente los intentos de dominación absoluta de Rusia por parte del capital transnacional.

Esa ruptura se puso de manifiesto en el discurso pronunciado por Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad Europea de Munich, celebrada en febrero del 2007, en la que se denunciaba como Estados Unidos trataba de imponer sus reglas y su voluntad a otros países y se calificaba como provocación la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia. A partir de ese momento creció la hostilidad de EE.UU. y sus aliados contra Rusia y se implementaron múltiples sanciones para tratar de frenar el rumbo de política exterior adoptado por su gobierno.

Mientras estas transformaciones tenían lugar en Rusia, los gobiernos ucranianos electos entre el 2004 y el 2014, puede decirse que se movieron entre posiciones pro-occidentales y anti rusas y posiciones favorables al gigante euroasiático. En el primer caso, gobernó Ucrania Viktor Yushchenko y en el segundo caso, el gobierno fue encabezado por Víktor Yanukovich.

Las contradicciones y la inestabilidad que esto generó llegaron a un punto de ruptura en el invierno 2013-2014, cuando el gobierno legítimamente electo de Víktor Yanukovich, en medio de múltiples desórdenes provocado por fuerzas de derecha, se vió enfrentado, por un lado, a la aprobación de un plan para el ingreso a la Unión Europea y por otro, a una propuesta para estrechar los vínculos económicos con Rusia. Al optar por esta última alternativa, se produjo un golpe de estado por parte de la derecha ucraniana y la abrupta salida del poder de Yanukovich, en lo que en Occidente se ha denominado como la culminación de la “Revolución Naranja”[4] o Euromaidan.[5]

A partir de ese hecho, se sucedieron crecientes enfrentamientos entre los fascistas y el ejército ucranianos y la población de origen ruso residente –especialmente- en la zona del Donbass, lo que motivo la reacción de Rusia, que ocupó la península de Crimea y apoyó a los separatistas de Donetsk y Lugansk.[6]

Aunque se lograron algunos acuerdos que permitieron que los conflictos no escalaran entonces a una crisis de mayores proporciones, los sucesivos gobiernos ucranianos dominados por la derecha, que llevaron a la presidencia al magnate Petró Poroshenko (2014-2019) y a Volodimir Zelenski a partir de 2019, no cesaron en los ataques y hostigamiento a la población no ucraniana. Mientras tanto Rusia fue sometida a cientos de sanciones internacionales por Estados Unidos y sus aliados.

(Continuará).

[1] Stephan Bandera fue un fascista ucraniano que termino su vida en Alemania como agente de los servicios secretos occidentales y que se sigue considerando hoy como el líder histórico del nacionalismo ucraniano por la derecha neonazi de ese país. Tan es así que el gobierno de Víctor Yushchenko intentó condecorar a Bandera como Héroe de Ucrania en 2010, condecoración que fue anulado en 2011, retomado posteriormente por los gobiernos derechistas y vuelta a anular en 2019. Sobre Bandera puede verse Vincenç Navarro “Lo que no se está diciendo sobre Ucrania” Marzo 24 de 2014 en www.cubadebate.cu

 [2] Para un análisis histórico de las relaciones Rusia-Ucrania desde el punto de vista occidental puede verse del Instituto de Estudios Estratégico de España el ensayo “Algunos elementos históricos relevantes en las relaciones Ucrania-Rusia· Octubre 14 del 2014 en www.ieee.es

[3] Para una interpretación interesante de la transición desde diferentes puntos de vista, pueden verse el libro de     José Luis Rodríguez ya citado, el libro de Roger Keenan y Thomas Kenny “Socialismo traicionado. Tras el colapso de la Unión Soviética” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2013, de Ariel Dacal y Francisco Brown “Del socialismo real al capitalismo real” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005  y de Stephen Cohen “Failed Crusade: America and the Tragedy of Post-Soviet Russia” Norton, New York, 2001.

[4] Un preludio de lo que sucedería en el 2014 se produjo en los disturbios que tuvieron lugar entre 2004 y 2005 en lo que se denominaría entonces como la Revolución Naranja.

[5] Denominación que hace referencia a las manifestaciones que se desarrollaron en la Plaza de la Independencia de Kiev (maidan significa plaza en ucraniano).

[6] Ver de José Luis Rodríguez “Ucrania: La desestabilización y el factor económico” Marzo 5 del 2014 www.cubadebate.cu

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