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lunes, 7 de noviembre de 2022

Más allá de la tasa de cambio

No es un problema cambiario, ni monetario —aunque formen parte—, es un problema estructural. De la misma forma que el mercado negro, la informalidad, las colas no son la causa, sino la consecuencia de fallas de más larga data.




El puerco no solo se ganó el titulo de mamífero nacional, sino que durante décadas fue el modelo de desarrollo pecuario más exitoso que Cuba haya puesto en práctica, en una combinación fecunda de empresas del Estado y productores privados. Hubo noticias en el periódico Granma hace años dando cuenta de que en alguna provincia la producción excedía las capacidades para su sacrificio y procesamiento. Una especie de alianza público-privada no declarada pero efectiva. Alguno incluso nunca entendió cómo siendo un modelo tan exitoso no se hizo extensivo a la producción de ganado vacuno. Lejos están aquellos días en que comprar carne de cerdo a 30 cup, parecía un gasto excesivo.

Luego y por virtud de otras realidades que todos los cubanos vivimos y algunos estudiamos, la carne de cerdo se convirtió en un indicador de cómo andaba “la cosa”, una especie de Pork Price Index.

En mi pueblo la libra de carne de cerdo, de los cortes “más finos”, se vende hoy a 390 cup, y lleva toda la grasa posible y todos los huesos, esto es, un kilogramo de carne de puerco con grasa y huesos se compra por 858 cup que a la tasa de cambio informal, esa que toma en cuenta las expectativas serían 5,36 usd (ojo, con grasa y con hueso). Mientras un kilogramo de carne de cerdo, sin grasa y sin hueso, puesto en el Mariel, o sea, con flete incluido puede costarle al importador entre 3,50 y 4,80 el kilogramo.

Los vendedores de mi pueblo adquieren el cerdo en pie por encima de los 230 cup la libra, así que pagan por el kilo de carne de cerdo en pie 506 cup mínimo, esto es, 3,1 dólar el kilo. Un puerco merma alrededor del 30% puesto en canal, así que un cerdo de 100 kilos en pie, se queda en 70 kilos y rinde a la venta 60 032 cup, o sea 375,2 dólares. Invirtieron en la operación 50 600 cup, más gastos de transporte, matanza, tarima e impuestos, pongámosle 2000 cup. Costo de la carne puesta en la tarima, 52 600 cup, utilidad de la operación 7 432 cup, tasa de utilidad 14%. No parece demasiado elevada, sin embargo, esa cantidad de dinero es un poquito más que el salario mensual que recibe un profesor titular de la Universidad después de 40 años de impartir docencia semestre tras semestre. Vaya distorsión.

No he hecho toda esta historia para fundamentar algún reclamo salarial, ha sido solo para ilustrar la cadena de distorsiones que tipifican el funcionamiento de nuestra economía hoy y también para que se entienda que si bien es cierto que la tasa de cambio ejerce una influencia —mayor o menor— en el movimiento de los precios, no es el único factor y se cometería un error grave de ingenuidad si se asumiera que la disminución de la tasa de cambio impacta de forma inmediata en el movimiento a la baja de los precios y/o a la baja en algunos productos.

El otro asunto que resulta interesante al menos mencionar es el doble filo de la devaluación de la tasa de cambio. Por lo general, entre sus beneficios se identifican: provocar un ajuste a nivel microeconómico que conduce en el mediano plazo a mejoras de eficiencia y productividad y permitir, también en un plazo de tiempo difícil de determinar, el incremento de las exportaciones de bienes si estos cumplen con las exigencias del mercado (tiempo, precio, calidad) y pueden competir con ventajas en él.

Pero también la devaluación de la tasa de cambio encarece las importaciones, lo que en una economía sin restricciones de oferta, estimularía la producción nacional y produciría un proceso de sustitución de importaciones. Todo de libro.

Ocurre, sin embargo, que la nuestra es una economía con una secular restricción de oferta, un débil aparato productivo con muy baja complementariedad, limitaciones financieras para importar, obligada a sortear el bloqueo norteamericano que le agrega un costo financiero a cualquier operación de comercio que puede estar entre el 15% y el 30%, y aun con trabas regulatorias que impiden una respuesta ágil de los agentes económicos a las “señales del mercado”. Por eso cuando se van a realizar ajustes monetarios que implican devaluaciones considerables, casi siempre es recomendable tener suficiente holgura financiera que permita compensar estos “daños colaterales”, algo de lo que nuestro país carecía y carece por diversas razones.

Así pues, no se ha llegado a generar el ajuste microeconómico que podría producir mejoras de eficiencia —y que por lo general lleva asociado un costo social alto en el corto plazo—; nuestras empresas exportadoras de bienes a todas luces demorarán en internalizar las ventajas de la devaluación y; no se ha logrado aun el fomento de una producción nacional sustitutiva de importaciones, algo difícil de alcanzar en el corto–mediano plazo. Si tenemos en cuenta además la alta dependencia de las exportaciones y del crecimiento del producto de las importaciones (1) pues estamos dentro de la tormenta perfecta.

Los costos de la producción de bienes para el mercado nacional se incrementaron y lo seguirán haciendo por tres razones fundamentales: encarecimiento de las importaciones para producirlos —debido a la devaluación de la tasa de cambio—,la inflación internacional y a la escasez sostenida de esos bienes. Sucesivas devaluaciones, lejos de solucionar el problema lo agravaran, porque a diferencia de lo que asumen algunos modelos teóricos —restricción de demanda— lo que tipifica a la economía cubana es la restricción de oferta.

Volvamos pues a nuestro mamífero nacional. Para que nuestro vendedor compre a 230 cup el cerdo en pie, antes un productor tiene que haberlo criado y cebado. Para que sea negocio tiene que hacerlo en un tiempo determinado, alrededor de cuatro meses, para ello tiene que tener animales de buena genética y alimento que le permita ganancia diaria de peso. Si el período de ceba se extiende más de lo debido entra en pérdidas, para que eso no ocurra, debe tener alimento de calidad, que el país no produce y cuyas materias primas han de importarse. Si ayer ese alimento le era vendido a “n” pesos cubanos, con la devaluación su precio creció en el doble, triple o cuádruple. Si él lo importa, entonces debe convertir sus pesos cubanos en dólares a la tasa que el mercado informal pone, pues el banco vende cantidades restringidas de dólares y parece que aun demora en ponerse en práctica aquella idea de facilitar divisas para la importación a ciertas empresas no estatales, así pues, su precio de venta del cerdo en pie debe cubrir todos sus costos y dejarle algo de ganancia que pueda emplear en comprar los bienes indispensables para vivir, también a precios que cargan el mayor costo de la importación.

Es mejor negocio comprar cerdo importado y venderlo en MLC que comprarles a los productores nacionales en pesos cubanos, incluso si se vendiera en MLC. Se da entonces esa rara paradoja de que la devaluación, lejos de estimular la sustitución de importaciones, ha producido un incremento de ellas.

Para las nuevas, pequeñas y medianas empresas y también para las grandes empresas estatales y mixtas, necesitadas de insumos, parte de los cuales no encuentran en la producción nacional, el incremento del costo de las importaciones constituye un obstáculo difícil de sortear en el corto plazo y le encarece sus costos. Sin dudas en el mediano plazo es posible que el encarecimiento de las importaciones pueda estimularlas a producir una parte de lo que importan, pero no ocurrirá en el corto plazo. La inflación que hoy todos padecemos, consumidores, empresas estatales y empresas privadas, sin dudas tiene un componente especulativo, pero tiene otro objetivo, real, demostrable en ese padecimiento que ha acompañado a nuestra economía por décadas: una estructura productiva débil y poco complementaria que ninguna estrategia de desarrollo ha podido resolver y cuyas causas también se han abordado en otra buena cantidad de trabajos científicos, publicados.

No es un problema cambiario, ni monetario —aunque formen parte—, es un problema estructural. De la misma forma que el mercado negro, la informalidad, las colas no son la causa, sino la consecuencia de fallas de más larga data.

Sin dudas hay que combatir la especulación de forma puntual y firme, pero hay que ir a las causa. Más inspectores, más medidas de control, más presión administrativa sobre los agentes económicos por lo general conducen a una mayor contracción de la dinámica de la economía. Nuestra historia está plagada de momentos así, todos ellos nos han costado mucho y aun hoy nos siguen costando. Existen también suficientes trabajos científicos que lo han abordado y evidencias en nuestra vida cotidiana que lo comprueban. Se pueden repetir una y otra vez aquellas medidas y una y otra vez esos mismos problemas nos volverán a sorprender, casi siempre mucho más temprano de lo que esperamos.

Hay padecimientos que no se resuelven con aspirina, ni siquiera con aquella del tamaño del sol, son de quirófano.

***

1 Algo que ha sido documentado científicamente en tesis de maestrías y doctorados, libros y artículos publicados en medios nacionales

1 comentario:

  1. Que contradicción.
    Cuando el compañero Murillo expuso la forma en que se realizaría la unificación monetaria como parte de la llamada Tarea Ordenamiento dejó bien claro los peligros de la inflación y la necesidad de cumplir con aspectos esenciales para que la misma no alcanzara los niveles que tenemos hoy.
    Parece que no todos cumplieron con las orientaciones correctamente, sobre todo los mercachifles como los idénticos Fidel en la etapa de rectificación de errores.
    Pero lo cierto es que hoy la economía refleja mejor la realidad , que cuando el CUC absorbía toda la ineficiencia.
    Si la tasa de cambio oficial reflejará el verdadero valor del peso cubano contra el USD, el susto fuera mayor.
    Así que por esa via bienvenida la carne de cerdo como patrón de cambió.
    Si como bien se dice en el artículo caímos en la misma situación que desestimula la producción y estimula la importación, hasta este momento no se ha logrado nada.

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