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lunes, 13 de marzo de 2023

«Nada compensa los perjuicios que la guerra tiene para China»

 

Entrevista a Xulio Ríos, por Álex Rodríguez, director adjunto de La Vanguardia, Barcelona.

In EntrevistasSecciones by Xulio Ríos

China quiere dejar atrás la covid, recuperarse y volver a crecer. Estima un crecimiento del 5% para 2023, rebasando en más de dos puntos el previsto para este año por el FMI para el mundo. Así se ha anunciado en la Asamblea Popular Nacional, que reúne esta semana a 3.000 diputados en el Gran Salón del Pueblo. El analista y fundador del Observatorio de la Política China, Xulio Rios (Moaña, 1958), considera en esta entrevista que nada compensa a China los perjuicios que la guerra en Ucrania tiene para China, que no se embarcará en una carrera armamentística pese a aumentar su presupuesto de defensa en un 7,2% con respecto al 2022, y que no renuncia a la unificación con Taiwán, primando la vía pacífica. 

El primero de los 12 puntos del plan de paz de Xi Jinping para la guerra de Ucrania pide respetar la soberanía de todos los países y un alto el fuego. ¿Quiere decir que Rusia ha de retirarse de todos los territorios ocupados, incluidos los de 2014? ¿Inicia con este plan el camino para acabar con la guerra?

Que sea el primero de los doce puntos de la “posición política” expresada por China algo quiere decir sin duda acerca de la importancia que otorga a la integridad territorial, un asunto sensible también para Beijing. Por otra parte, recuérdese que China no reconoció la anexión de Crimea. No obstante, claro está, todo dependería de las negociaciones, que deben enmarcase en la idea expresada en el punto siguiente, referido al cese de la expansión de los bloques militares y a la concepción de una seguridad que no debe ser lograda “por unos a expensas de otros”. Será difícil que Rusia acepte una hipotética retirada sin aquilatar un pacto de seguridad en esa línea. Por otra parte, China será cauta en los posibles avances de su propuesta. No parece que las condiciones estén suficientemente maduras para esperar resultados inmediatos.

¿Le beneficia en algo a China la guerra de Ucrania?

Ni siquiera el estrechamiento de lazos económicos con Rusia le compensa los perjuicios. La guerra supone quebrar la estabilidad en una región clave para sus intereses, ya no solo por cuanto afecta a su estratégico proyecto de ruta de la seda sino por la inestabilidad que provoca en las cadenas de suministro, la incentivación del desacoplamiento y su impacto en la recuperación económica, que para China es otra prioridad. Además, le plantea el reto añadido que supone el mejorar las relaciones con Europa, uno de los temas capitales en su agenda diplomática. Los 12 puntos enunciados son también una propuesta a Bruselas.

¿No perjudica a Xi Jinping su “amistad sin límites” con la Rusia que ha invadido Ucrania en su proyecto de lograr un nuevo orden mundial, que también es un objetivo de Putin?

También era “eterna” la alianza entre Stalin y Mao y duró lo que duró. Moscú y Beijing comparten una similar visión estratégica, cuya premisa es el rechazo a la hegemonía “imperativa y arrogante” occidental. Cuando China pondera el QUAD, el AUKUS o el reforzamiento de las alianzas militares de EEUU con los países de su entorno, es fácil entender que “comprenda” la inquietud estratégica de Rusia. No obstante, las desconfianzas que a menudo se han argumentado para descreer de una alianza entre Moscú y Beijing siguen vigentes, solo que la actual política occidental las has mitigado. Creo que es un error meter a China y Rusia en el mismo saco y no explorar los matices.

A la luz de la experiencia de la guerra de Ucrania, que ha unido a Occidente y fortalecido a la OTAN, ¿Cree que acabará invadiendo algún día Taiwán?

Taiwán es “integridad territorial” para China. No va a renunciar a la unificación. Pero la vía pacífica sigue primando en la agenda a pesar de la proliferación de advertencias sobre invasiones, quizá interesadas, de EEUU, cuyos generales ya la vaticinan para dentro de dos años incluso. Veremos que ocurre en las presidenciales taiwanesas de enero de 2024. Será una encrucijada que puede dar alas a una vía u otra. Sería una tragedia una invasión de Taiwán y lo aconsejable para todos, no solo para China, es trabajar desde ya para la prevención del conflicto. Dudo mucho que la mejor fórmula para eso sea atiborrar la isla de armamento estadounidense, y hacer cuanto más mejor para irritar a China. La creatividad política ha sido siempre una elogiosa característica del pensamiento chino y si se les deja hacer, hay margen para innovar a uno y otro lado del Estrecho.

¿Habrá un enfrentamiento directo con Estados Unidos?

Los elevados riesgos que entraña constituyen un poderoso factor de disuasión pero no puede descartarse del todo. Estamos viendo cómo la guerra comercial desatada por Trump no funciona en absoluto pues el déficit estadounidense sigue creciendo; la guerra tecnológica se ha transformado en un largo pulso en el que China está mostrando una resiliencia importante…. Hay un riesgo evidente de que si todo lo demás falla, Taiwán o el mar de China meridional se conviertan en un polvorín. El mayor riesgo para China es perder la paciencia. Si en los próximos veinte o treinta años consigue culminar su modernización, su estatus económico global le proveerá del liderazgo posible para que la multipolaridad se abra camino. Si EE. UU pierde en esa competencia, le resultará difícil mantener su enorme poder militar y, a la postre, su hegemonía. 

¿La inestabilidad tampoco le beneficia, no? Porque como decía el general Sun Tzu, la más bella de las victorias se obtiene sin enfrentamiento.

En la perspectiva china, la clave sigue residiendo no en el factor militar sino económico y tecnológico. No va a emular a la URSS y embarcarse en una carrera de armamentos, aunque seguirá mejorando su defensa a buen ritmo. Pero la convicción de que el vértice de su preponderancia global reside en la economía a través de un nuevo modelo de desarrollo y de inserción en el mundo sigue determinando su enfoque. Y para eso necesita estabilidad, mucha estabilidad regional y global. Y quienes quieran evitar su ascenso, necesitarán generar inestabilidad para truncar aquellas expectativas.

Tampoco goza de estabilidad en China, donde ha estallado la burbuja inmobiliaria, aumentan las tensiones sociales sobre los salarios o los recortes de prestaciones a los jubilados y el país está envejecido…

La situación en China es compleja, en parte derivada de las tensiones internacionales, de los efectos de la pandemia y también consecuencia del cambio en el modelo de desarrollo. Pero erraríamos minusvalorando la holgura de que disponen las autoridades para gestionar la situación. En ese marco, la estabilidad es una preocupación mayor. No es casualidad que la propuesta para Ucrania se presentara después de dar a conocer el concepto de Seguridad Global o que internamente la seguridad esté en el corazón de la reforma estatal tras el XX Congreso del PCCh. Todo conduce a lo mismo dentro y fuera: la estabilidad como prioridad.

La bonanza económica ha desaparecido. ¿Ha minado la legitimidad del Partido Comunista?

Aun con una situación internacional muy complicada, internamente, a China le queda un importante margen para seguir creciendo, aunque sea a tasas más bajas. Recuérdense las palabras del primer ministro saliente Li Keqiang hace un par de años: 600 millones de personas viven aun en China con unos ingresos medios de mil yuanes al mes…. Son buenos gestores, la escala de su economía le proporciona un plus nada desdeñable. Aun apenas ha iniciado la socialización de cierto bienestar, el consumo interno puede jugar un papel más importante y en lo político, el nacionalismo constituye un poderoso mecanismo amortiguador. Además, no podemos analizar el PCCh en clave exclusivamente ideológica sino atendiendo también a su perfil como expresión del neomandarinato en el siglo XXI.

El XX Congreso ha entronizado a Xi Jinping como máximo líder, convirtiéndose en el líder más poderoso desde Mao. Su objetivo en el XIX Congreso fue la lucha contra la corrupción. ¿Cuál es ahora?

La palabra de orden de Xi gira en torno a la revitalización de la nación china. La clave principal reside ahora mismo en lo que podríamos definir como la preservación de la seguridad política. Esto afecta a su propio liderazgo pero también al xiísmo como teoría para la actual etapa del proceso chino y se traducirá en una intensificación de las medidas relacionadas con la ideología, la seguridad y la estabilidad. Ese es uno de los temas clave de las dos sesiones que estos días se celebran en Beijing y que podrían anunciar una fuerte reorganización del aparato institucional en este ámbito, muy inestable en los últimos años, así como alentar una mayor repartidirización del Estado en su conjunto.

En el Congreso depuró a Hu Jintao, a quien humilló obligándole a abandonar la sala, y a sus seguidores y nombró a una cúpula dirigente absolutamente fiel….

Si partimos de la relevancia de esa clave de la seguridad política, la lealtad se erige en un factor clave. Lo que se ha cerrado, a priori a cal y canto, es la posibilidad de contemporización con el liberalismo occidental reafirmando la fidelidad a la misión fundacional del PCCh, es decir, un proyecto que suena a cierta recidiva pero con ajustes en virtud de la necesidad de adaptarse a la coyuntura actual. Con todo, no se descarte que en estas dos sesiones haya gestos de cierto simbolismo hacia otras sensibilidades, que podrían cuajar en la vicepresidencia del Estado o en continuidades en el Consejo de Estado.  

Algunos analistas han recordado cómo Mao hizo lo mismo en el noveno congreso, celebrado en 1969, y cómo se desató una feroz lucha por la sucesión del gran timonel que acabó con el regreso del desterrado Deng Xiaoping. ¿Puede ocurrirle lo mismo a Xi Jinping?

Aunque las diferencias históricas son palpables, más allá de la impronta de los liderazgos, el debate es el mismo: cuál debe ser la mejor ruta para cerrar el ciclo de decadencia y restaurar la posición central de China en el sistema internacional. Deng acertó más que Mao y es pronto para hacer balance de Xi. En cualquier caso, el mecanismo sucesorio instituido por Deng, que proveía de cierta institucionalidad a un proceso siempre delicado en estos sistemas, ha saltado por los aires. Esto abre la posibilidad de que las diferencias se resuelvan por vías menos regladas. Todo va a depender de cómo el equipo de Xi gestione la presión exterior, que irá en aumento, y los desafíos internos, que son muchos. En el fondo, el problema es determinar si hay espacio o no para que el otro polo de la experiencia humana que es China persista en su originalidad o, por el contrario, deba plegarse al ideario liberal occidental, algo que aun chirría en una parte significativa de sus orgullosas elites.

(https://www.lavanguardia.com/internacional/20230309/8806133/compensa-perjuicios-guerra-china.html?fbclid=IwAR2va9j9V4yTFuExIjtW0jqkKopx5ai-Q8EZ19OVMllib_agWP8iDqCItqc )

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