En la provincia avileña vuelven los planes de la vivienda a levantar expectativas. ¿Podrán este año los propósitos convertirse en 1321 techos?
Cuando este martes se procesaban todavía los números de febrero y dos meses parecían poco tiempo para juzgar el cumplimiento de los planes, Ernesto Herrera Pérez, subdirector técnico de la Dirección Provincial de la Vivienda, ya se adelantaba en su criterio: “hemos comenzado mejor que el año pasado. Los recursos han estado más estables”.
Ese mismo día el primer ministro, Manuel Marrero Cruz, mencionaba las tres provincias que más incidían en un programa nacional “que no acaba de despegar” y, ciertamente, Ciego de Ávila no figuraba en la retaguardia, tal y como sí sucedió el año pasado, al cerrar en un 54,5 por ciento su plan anual, con solo 946 viviendas terminadas.
Con 163 hogares entregados hasta la fecha, la provincia retoma el ritmo de construcción en los tres frentes fundamentales, aunque vuelven las estadísticas a demostrar que “la capacidad constructiva” del esfuerzo propio es superior a las brigadas estatales y, sobre todo, al de familias subsidiadas, muchas veces impedidas de hacerse cargo de la obra, y otras, a la espera de otros.
Fue así que, al cierre de febrero, las células básicas habitacionales (subsidios) avanzaron casi al ritmo de los hogares estatales ―36 y 30 respectivamente―, mientras que los privados se multiplicaron por tres: 97 casas concluidas.
El informe de la Dirección Provincial de la Vivienda deja claro, no obstante, sus prioridades: los subsidios y el programa estatal constituyen el 72 por ciento de los 1321 hogares que pretenden levantarse este 2023; una meta menos ambiciosa si se tiene en cuenta que el 2022 previó 1757 y el 2021, 1589.
A pesar de que ambos períodos concluyeron con números alejadísimos de sus intenciones ―el 2021, incluso, dejó los planes “por el piso”, en un 35 por ciento―, la estrategia sigue fijando los compromisos en función de los recursos que, según los suministradores, pueden aportarse y de las necesidades del territorio. Y ese es un acápite que aquí sigue crítico, pues a finales de 2022 todavía quedaban sin levantar más de 900 derrumbes totales, ocasionados por eventos meteorológicos. El Irma del 2017, con mayor encono.
Súmele a eso el estado del fondo habitacional que hace cuatro años ya tenía a un tercio de los hogares avileños en regular o mal estado, y las necesidades lógicas y demográficas, cifradas en un déficit que entonces rozaba los 40 000 hogares.
En ese contexto, el cambio de uso de locales, hoy inutilizados, resulta insoslayable. De ahí saldrán 86 viviendas, 40 menos que el empeño del año pasado, que tampoco pudo traducirse en cobija para la mayoría: apenas terminaron 24. Según el criterio de especialistas, construir sobre “lo construido” suele complejizar las labores, teniendo en cuenta que, en ocasiones, son locales con marcado deterioro.
Por ello se pone la mira, también, en la conservación de unos 400 inmuebles y la rehabilitación de otros donde deben realizarse unas 1000 acciones constructivas; entre ellas, impermeabilizar techos, reparar y cambiar cubiertas ligeras y pesadas, reparar portales, solucionar fugas en edificios…
Asimismo, el informe pone en blanco y negro una triste realidad que pretende erradicarse. Este año 300 casas dejarán de tener piso de tierra. Y Majagua y Morón, en los dos meses transcurridos, ya casi cumplen esa promesa.
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