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lunes, 24 de junio de 2024

La teoría de la Revolución en el marxismo original y en Lenin. Algunos fundamentos de sus propuestas teóricas para el desarrollo

 Econ. y Desarrollo vol.168 no.1 La Habana ene.-jun. 2024

0000-0003-1364-203X Daniel Rafuls Pineda1  * 

1 Facultad de Filosofía e Historia. Universidad de la Habana. Cuba.

RESUMEN

En el contexto de los debates actuales sobre los problemas del desarrollo, es muy común hablar de transición económica, de las causas de las crisis sociales y responsabilizar, solo, a los Estados nacionales con las políticas internas que les impiden avanzar a formas superiores de crecimiento material y espiritual, exonerando a las grandes potencias y los más importantes centros de poder económico y financieros de todo tipo de influencias. En este sentido, aun cuando es visible que la mayor parte de los análisis sobre estos temas soslaya las pugnas desatadas, históricamente, dentro de las experiencias socialistas y las tribulaciones porque transitaron para superar el atraso agro-industrial y el social en general, parece conveniente volver al marxismo original y a la experiencia práctica de Lenin, para reevaluar algunas de sus contribuciones teórico-metodológicas más importantes y determinar cuáles de estas podrían sernos útil hoy al objetivo de superar el subdesarrollo. Es, justamente, lo que propone el presente trabajo.


INTRODUCCIÓN

El tema acerca de la transición de la economía centralizada a una de mercado en los extintos países socialistas de Europa del Este y en la antigua URSS, así como el concerniente a la superación, perfeccionamiento o eternización del capitalismo, han sido, durante los últimos casi treinta y cinco años -en el orden político y académico- de los más importantes y polémicos que se haya suscitado dentro de los marcos la economía política marxista y en lo que, hasta hoy, ha sido conocido como Ciencia Política (tanto en la occidental, como en la que se intenta construir desde el Sur).

En este sentido, la variedad de los escenarios donde se han desarrollado los debates y la ausencia de soluciones responsables y coherentes a los conflictos sociales y de clases, generados en casi todos los países, han requerido, de manera tradicional, de respuestas estratégicas, viables y concretas que, lamentablemente, pocos políticos, economistas y politólogos han estado capacitados para enfrentar.

Así, dentro de este contexto de definición de nuevos derroteros, uno de los caminos cursados más conocidos, como parte de lo que se ha llamado transición, es el que se refiere a escritos sobre la denominada transición a la democracia, desarrollados por politólogos como D. Rostow, Guillermo Donnell y Juan Linz (Donnell, Schmitter y Whitehead, 1988), entre otros que, además de la génesis de la democracia y su estabilidad, analizaron las fases del proceso de cambio político y las propias causas de crisis de los llamados regímenes no democráticos.

Pero la transición a la democracia, desde estas perspectivas (Rafuls, 2021), solo se ha apreciado como un proceso de transformación de sistemas de gobiernos considerados autoritarios -como los existentes, en su momento, en Portugal, España y Grecia, en América Latina o en la propia Europa oriental y central-, en otros llamados democráticos que tiene el objetivo de crear o fortalecer, según sea el caso, las estructuras político-institucionales del sistema político capitalista, y no su transformación en otras distintas.

La transición sin embargo, también puede ser asumida como un proceso de cambios que genera la destrucción de formas de participación, socialización y cultura políticas sustentadas en instrumentos capitalistas privados de apropiación productiva, para dar lugar a otras, de mayor complejidad, que tienen su fundamento en un modo de producción distinto. Es lo que, en términos marxista, se ha dado en llamar revoluciones proletarias, socialistas o anticapitalistas.

LA TRANSICIÓN ANTICAPITALISTA. ALGUNAS APROXIMACIONES CONCEPTUALES

De esa manera, como parte de esta posición que requiere la creación de nuevos sistemas políticos y nuevas teorías del desarrollo que la sustenten, donde la toma de decisiones sobre los asuntos más importantes, definitivamente, no sea privilegio de una minoría exclusiva, sino voluntad política de las grandes masas, el papel de Carlos Marx ha sido realmente relevante.

Sus propuestas, en el orden de la ciencia política y la economía política, a diferencia de muchos otros autores -que absolutizan lo político o lo esencialmente económico-, tenían la particularidad de partir de la totalidad social, entendida como un sistema, pero reconociendo que las transformaciones políticas, igual que el resto de las mutaciones superestructurales, debían ocurrir, en última instancia, no solo en correspondencia con las características de la base económica, sino, en particular, con los cambios específicos que fuera demandando.1

Esto constituía parte esencial de su comprensión de que, si bien no podía negarse la acción inversa real e independiente que la política podría ejercer sobre la economía -acelerando, reteniendo o transformando los procesos sociales- en igual medida los comportamientos políticos, dentro de un Estado que transita al socialismo -expresándose mediante reformas económicas, o de otro tipo, para superar cualquier forma de atraso-, y la propia composición clasista del gobierno que lo encabeza, no podrían ser diseñados, arbitrariamente, a gusto exclusivo de los liderazgos políticos, sin correr el riesgo de retornar al capitalismo y, por tanto, sin poder superar los límites del desarrollo que este sistema social permite.

Por eso, a partir del descubrimiento de la concepción materialista de la historia y del secreto de la explotación capitalista mediante la plusvalía, ellos arribaron a la conclusión de que de los múltiples sujetos políticos de clases, vinculados a la producción capitalista, solo podía existir uno; el proletariado que, obligado a vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir, constituía la fuerza social principal llamada a sepultar al capitalismo, lo que fundamentaron y desarrollaron, creadoramente, a lo largo de toda su obra.2

Asimismo, como parte de sus propuestas más importantes, y considerando lo aportado ulteriormente por Lenin -líder de la Revolución Rusa-, se puede afirmar que la teoría marxista de la Revolución, tanto en su aspecto económico, como en todas sus expresiones superestructurales -incluyendo la política-, se sustentaba en dos ideas globales fundamentales:

  1. Desde la publicación del Manifiesto del Partido Comunista en 1848, hasta los últimos escritos de Engels en 1895, se percibe que, para ambos líderes del proletariado alemán -en correspondencia con los diferentes contextos que fueron conociendo- el tránsito político al socialismo, a partir de la condición de países que aún no hubieran agotado la capacidad de expansión de sus fuerzas productivas y, por tanto -conceptualmente hablando en términos actuales-, su propuesta teórica del desarrollo anticapitalista, solo se podría ejecutar bajo las siguientes cuatro premisas principales:

    1. Si los países atrasados avanzaran, aceleradamente, por la senda capitalista, lograran llevar la revolución burguesa hasta el final y las nacientes contradicciones políticas internas, entre burgueses y proletarios, llegaran a convertirse en conflictos. Fue el análisis que hizo Marx, en su obra cumbre El Capital, cuando en el capítulo 24, dirigido a la acumulación primitiva (Marx, 1986), trazó el camino sobre el cual surgió el orden económico capitalista en Europa occidental y, presumiblemente, una de las vías para llegar a la antesala de la revolución proletaria. Constituía la misma razón por la que Engels, particularmente en los últimos años de su vida, vislumbró que instituciones burguesas como el parlamento y los sistemas electorales, podrían ser utilizados por el proletariado de los diferentes países como escenarios para elevar su madurez política.

    2. Si las contradicciones políticas internas, en países atrasados como Rusia, conducentes de manera inicial a una revolución burguesa en sus contornos nacionales, fueran lo suficientemente agudas como para estimular la realización de la revolución proletaria en el occidente civilizado que, ulteriormente, le prestara su ayuda. Es lo que explica la convicción de Engels con respecto a que «si la Revolución rusa da la señal para una revolución proletaria en Occidente, de modo que ambas se complementen, la actual propiedad comunal de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida para el desarrollo comunista» (Marx y Engels, 1976b, p. 16).3

    3. Si los países atrasados, sin desarrollo alguno del capitalismo, fueran conducidos al socialismo por los llamados estados civilizados (entiéndase, sobre todo, Inglaterra, Francia, Alemania y los EEUU) donde, presumiblemente, ya hubiera triunfado la revolución política del proletariado. Es lo que se deriva, en particular, de los análisis realizados por Marx cuando, aun reconociendo el papel de la acumulación primitiva del capital en el surgimiento del orden económico capitalista en Europa occidental, también vislumbró, en la ayuda del proletariado triunfante de la Europa industrializada, la manera en que los países atrasados pudieran superar el capitalismo (Marx, 1988, p. 391).

    4. Si los «países civilizados» que, a fines del siglo XIX, en su gran mayoría, todavía no estaban preparados materialmente para implantar el modo de producción comunista -en correspondencia con el grado en que las relaciones de producción vigentes habían obstruido, realmente, la capacidad de expansión de las fuerzas productivas respectivas-, hubieran asumido, como táctica inmediata, no la destrucción del capitalismo, en bloque -que implicara la eliminación de todas las formas de dominación políticas, económicas y de otro tipo burguesas, vigentes hasta entonces-, sino la supresión de aquellas formas de dominación cuya conservación, en las nuevas condiciones de poder de los trabajadores, hicieran imposible dar cumplimiento a las tareas que la revolución burguesa dejó pendiente. Por eso ellos hablaban de ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado.4

  2. Y algo, totalmente consecuente con el pensamiento de los fundadores del marxismo, es que para Lenin, la supresión del capitalismo y, por tanto su teoría del desarrollo anticapitalista, en condiciones de atraso industrial, estaba vinculada a cuatro tesis esenciales:

    1. No existía ninguna vía de desarrollo, ni ninguna revolución, que no respondiera, en última instancia, a los intereses de clase de la burguesía o del proletariado, lo que indicaba que, en su concepción -como en la de Marx y Engels-, en medio de un proceso donde las relaciones de poder giraban alrededor del desarrollo del capital, toda revolución a realizar desde mediados del siglo XIX, debería tener, obligatoriamente, o un carácter burgués o socialista.

    2. La transición política al socialismo en un país atrasado -como acababa de mostrar el propio ejemplo de la Revolución Rusa-, iniciada mediante una revolución que convirtiera al proletariado en la clase políticamente hegemónica,5dentro de un Estado que se propone superar el capitalismo, debería comenzar por una etapa de transformaciones sociales que diera cumplimiento a las tareas políticas, económicas y culturales, en general, que la revolución burguesa había dejado pendiente, y que iban a crear mejores condiciones materiales y subjetivas para la aparición de otras formas superiores de desarrollo social.

    3. Convertir al proletariado en la clase políticamente hegemónica dentro del Estado (o sea, colocar el poder político, sobre todo, en manos del proletariado), no significaba la preponderancia física de la clase obrera en el poder político -no fue preponderante en el primer Consejo de Comisarios del Pueblo Ruso y tampoco entre los miembros del Buró Político del Partido Bolchevique que encabezó Lenin- ni su lucha frontal dominante contra una burguesía nacional que apenas existía. Quería decir, colocar al proletariado y sus aliados de clase -en particular a los campesinos-, así como sus más fuertes representantes políticos, al frente del nuevo proceso de transición política al socialismo que se iniciara. El confiaba en que el proletariado constituía la única fuerza social, cuya práctica histórica había estado asociada a la supresión de todos los restos de las viejas formas de explotación y discriminación social (como el absolutismo, el feudalismo y el imperialismo), y cuyo objetivo estratégico era establecer una sociedad futura donde las reglas del capital no determinaran los destinos del hombre.

    4. Los comportamientos políticos, vinculados, en específico, a la clase social que ocupa el papel hegemónico en la toma de decisiones políticas, a las alianzas políticas que se concierten alrededor de ella, y a las tareas a ejecutar en cada etapa concreta del desarrollo histórico dependen, en última instancia, de las transformaciones que necesite la base económica. Fue lo que, tempranamente, comprendieron los bolcheviques, cuando desde la segunda mitad de 1917 llamaron a establecer en Rusia el capitalismo de estado y cuando en 1921 decidieron aplicar la Nueva Política Económica (NEP) ,6 como mecanismo empleado para sortear la crisis aparecida en el país -con tendencia a la hambruna-, luego de la aplicación de la política del Comunismo de Guerra.

Esto, por ejemplo, significa que si la clase trabajadora y sus representantes políticos, asumen el poder del Estado -realizan la revolución política- no como consecuencia, sobre todo, de su enfrentamiento frontal con la burguesía nacional -que, apenas existe-, sino con estructuras oligárquicas y transnacionales responsables de la represión interna y del intercambio desigual, así como de otras múltiples formas de dependencia colonial y neocolonial, entonces, el tránsito al socialismo, desde las condiciones del subdesarrollo, no tendrá que ser excluyente, per se, de todas las fuerzas políticas no proletarias, en primer lugar las masas campesinas. También podrá asumir alianzas políticas y formas transitorias de propiedad y gestión económica que, por no ser hostiles al modo de producción anticapitalista, igualmente podrán contribuir a elevar el desarrollo de las fuerzas productivas.

Es la conclusión que emerge, coherentemente, de la idea de Marx: «ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad Antigua» (Marx, 1975, pp. 373-374).

Pero la propia Gran Revolución Socialista Rusa de octubre de 1917, que promovió nuevos sujetos históricos, y formas de socialización, participación y legitimización políticas, inéditas, hasta esos momentos, no llegó a explotar todas las potencialidades del socialismo imaginadas por Carlos Marx.

Con la muerte prematura de Lenin, y a pesar de sus valoraciones permanentes sobre la base de la práctica cotidiana de construcción social, la dictadura del proletariado en Rusia, de fundamento clasista de un estado antiburgués, «para arrancar gradualmente a la burguesía todo el capital», fue elevada a rango de instrumento político oficial con el objetivo de respaldar, incondicionalmente, todo acto represivo que garantizara suprimir el derecho electoral a la burguesía y «arrancar, rápidamente, todo su capital».

Por esos años, lo más común, en la literatura de las ciencias sociales, publicada en los antiguos países socialistas -salvo raras excepciones ignoradas o que en su momento fueran declaradas revisionistas- era promover y defender la táctica estalinista de «clase contra clase», aprobada por el VI Congreso de la Internacional Comunista en 1928. A partir de esos momentos -y durante muchos años- se consideró que la transición del capitalismo al socialismo y, por tanto, la garantía de cualquier nueva teoría del desarrollo que se propusiera, debería iniciar, primero con la implantación de una dictadura del proletariado férrea, que implicara el rechazo a todo tipo de alianzas con cualquier fuerza política que formara parte de algún estamento de la burguesía -incluso contra aquellas que hubieran podido contribuir al desarrollo interno de las fuerzas productivas- y, en segundo lugar, con la supresión de la propiedad privada de la clase capitalista sobre, lo que se han llamado medios fundamentales de producción.

CONSIDERACIONES FINALES

En este sentido, luego de analizar, críticamente, algunas de las propuestas conceptuales de mayor significación, emanadas del marxismo original y de Lenin, acerca de la Revolución y la transición al socialismo, y considerando la importancia que ellos atribuyeron a la relación entre lo interno a los diferentes países y su relación de interdependencia con el exterior, se puede, al menos, considerar que los fundamentos más globales de sus propuestas teóricas para el desarrollo estaban vinculados a las siguientes cuatro ideas principales:

  1. La supresión del capital y, en consecuencia con esto, la superación del atraso industrial y agrícola, así como de todas las formas superestructurales en que se expresan -durante cada período específico de evolución de la historia-, no era un acto lineal que requería, obligatoriamente, comenzar por el enfrentamiento de medidas de expropiaciones y nacionalizaciones que convirtieran mayoritariamente en estatal la base económica, sino un proceso gradual de transición política que -en tanto se iniciaba desde las condiciones de un limitado desarrollo industrial-, requería toda una etapa de coexistencia con estructuras y mecanismos democrático-burgueses que permitieran hacer madurar la base económica para empeños mayores de socialización. Es lo que nos explica las transformaciones que han estado ocurriendo en China y Vietnam, respectivamente, desde 1978 y 1986, con el inicio de sus reformas y lo que nos pudiera llevar a entender los cambios que se siguen necesitando en la Cuba de hoy.

  2. El desarrollo y, consecuentemente, el avance hacia formas superiores de emancipación humana, durante el tránsito del capitalismo al socialismo, no depende, per se, de cuánta industria y tierra se haya expropiado y nacionalizado -aun cuando esto, en determinadas condiciones, sea necesario y pueda representar una importante garantía del éxito-, sino de cuánta cuota de poder real tienen los trabajadores y sus representantes políticos en los procesos de toma de decisiones más importantes. Es lo que, independientemente de su potencial reversibilidad, nos pudiera llevar a pensar en el carácter socialista de la Revolución Bolivariana de Venezuela y de los procesos sociales que se han estado desarrollando en países como Nicaragua y Bolivia.

  3. Aun cuando la teoría leninista del desarrollo, durante el proceso de tránsito del capitalismo al socialismo -al igual que en la comprensión de los fundadores del marxismo- comenzó confiando en el papel inicial del occidente civilizado como garantía de la construcción exitosa del socialismo, su propuesta para superar el subdesarrollo industrial y agrícola -asimismo similar a lo que concibieron Marx y Engels- no tuvo como premisa, per se, la realización de grandes nacionalizaciones y expropiaciones, sino el empleo de mecanismos de capitalismo de estado que crearan mejores condiciones para la socialización futura de los medios de producción. Por eso, para el líder ruso, al socialismo, en condiciones de atraso industrial, no se podía simplemente transitar -como si este fuera un proceso lineal, sin retrocesos- sino había que construirlo, con el apoyo de nuevas fuerzas productivas y de otras viejas que, sin haber agotado aun su capacidad de expansión dentro del régimen político capitalista recién superado, también podrían contribuir al desarrollo económico y social del país.

  4. La concepción de los fundadores del marxismo de superar la explotación del hombre por el hombre y erradicar el atraso económico y espiritual, comenzando, sobre todo por Inglaterra, Francia, Alemania o los Estados Unidos, así como hacerlo extensivo ulteriormente a otros países de menos desarrollo -más allá de la objetividad o no de la propuesta-7respondía a su comprensión de la lógica del momento histórico. Entonces, eran los países de más desarrollo industrial capitalista, habían formado parte de grandes imperios y concentraban en su interior los mayores conflictos entre proletarios y burgueses. Por eso era de esperar que, la revolución que triunfara en alguno de ellos, tuviera repercusión, inevitablemente, en sus antiguas colonias y países independientes. Habría que pensar si este principio, en el contexto actual de emergencia a primeros planos de la República Popular China, pudiera ser la reaparición del socialismo desarrollado como motor impulsor del avance, de otros países más atrasados, hacia formas superiores de bienestar material y espiritual.

Estas premisas, asumidas por los fundadores del marxismo y desarrolladas ulteriormente por Lenin en la práctica concreta de construcción del socialismo en Rusia -útiles o no para ser tomados como referente en la solución de nuestros actuales problemas de atraso agrícola, industrial y cultural general-, que podrían ser comprendidas como claves esenciales en sus respectivas teorías del desarrollo, tuvieron otros muchos seguidores marxistas. En este sentido, aun cuando algunos de ellos también promovieron lo que se pudiera llamar, sus propias teorías económicas del desarrollo, también es cierto que lo hicieron dentro de un contexto hostil en el que, bajo el liderazgo de Stalin, toda crítica al sistema soviético podía ser considerada «servir a los intereses de la burguesía». Pero este es tema de otro trabajo.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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NOTAS ACLARATORIAS:

11 En la carta del 21-22 de septiembre de 1890 a J. Bloch, Engels, decía: «[…] Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia, es la producción y reproducción de la vida material […] La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta -las formas políticas de la lucha de clases […] las Constituciones […] las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas […] ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma» (Engels, 1986b, p. 514).

22 En la nota de F. Engels a la edición inglesa de 1888 del Manifiesto del Partido Comunista, se describe como proletarios a la clase de los trabajadores asalariados modernos que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para poder existir (Engels, 1986a, p. 111). En igual sentido se manifestó en «Principios del comunismo» (Engels, 1976a, p. 93). Un desarrollo ulterior en la comprensión de la categoría proletariado fue expuesto por Marx en su tomo IV de El capital, donde califica de proletario a todo aquel que produce plusvalía independientemente del tipo de actividad que realice, de su calificación y papel en la organización social del trabajo (Marx, 1978, pp. 332-334). Esta manera de enfocar el contenido de la palabra «proletariado», que en idioma ruso también sonaba como proletarii, pero en ocasiones utilizado por Lenin como sinónimo de rabochi (trabajador), es lo que permite hablar tanto de hegemonía del proletariado como de los trabajadores, lo que potencialmente incluye como aliado del obrero agrícola e industrial, tanto al médico que no tiene clínica propia como al maestro que vende su fuerza de trabajo al propietario de una escuela.

33 Obsérvese que esta frase, escrita en 1882, es citada otra vez por Engels, a manera de ratificación, en 1894, en sus palabras finales al trabajo «Acerca de la cuestión social en Rusia» (Engels, 1976b, p. 427), lo que constituye una muestra de coherencia, de los dos autores, en su manera de ver el asunto.

44 Por eso, para Marx y Engels, estatizar la industria, al menos en aquellos momentos, no constituía una tarea de primer orden, lo que quedó probado en el cap. II de El Manifiesto Comunista, donde habían sido destacadas las tareas de carácter democrático-burgués que debía asumir el proletariado cuando se convirtiera en clase dominante. Entre estas destacaban: expropiación de la propiedad territorial, fuerte impuesto progresivo, confiscación de la propiedad de todos los emigrados y sediciosos, centralización del crédito y todos los medios de transporte en manos del Estado (Marx. y Engels, 1976a, pp. 42-43).

55 Aunque el concepto hegemonía fue empleado, explícitamente, por primera vez en 1901, en una carta de Axelrod a Struve para destacar la posibilidad de que la socialdemocracia en Rusia pasara a jugar el papel dirigente en la revolución democrático-burguesa que entonces se gestaba, y también tuvo un desarrollo creador en otros autores como Gramsci (que lo utilizó, por un lado, para advertir los compromisos de un grupo revolucionario que es preponderante sobre el resto de sus aliados y, por otro, para explicar el papel de la burguesía en la sociedad italiana y su relación con la categoría dominación), este término puede ser utilizado, sobre todo, en el sentido de cuota mayoritaria de poder; es decir, como el concepto que aun cuando reconoce que, en cada estado, varias clases pueden tener determinado nivel de participación en la toma de decisiones políticas, al mismo tiempo solo una tiene el peso político más importante. Por eso, en un estado capitalista, la hegemonía política debe ser burguesa, en tanto en un estado que transita al socialismo, la cuota mayoritaria de poder debe corresponder al proletariado o a los trabajadores.

66 Ver de Lenin, por ejemplo, antes de la Revolución de Octubre: «La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla» (Lenin, 1985a, pp.157-206) y «¿Se sostendrán los bolcheviques en el poder?» (Lenin, 1985b, pp.297-348). También se puede consultar, como crítica al Comunismo de Guerra, el texto: «Informe sobre la sustitución del Sistema de Contingentación por el impuesto en especie» (Lenin, 1987, pp. 56-73).

77 En la Introducción de Engels a la edición de 1895 del texto de Marx «La lucha de clases en Francia», luego de hacer una caracterización de todas las revoluciones de los tiempos modernos -a partir de la gran Revolución inglesa del siglo XVII, transitando por la gran revolución francesa de 1789 y las que tuvieron lugar en Alemania y la propia Francia a mediados del siglo XIX- él expresó: «Pero la historia nos ha dado un mentís, a nosotros y a cuantos pensaban de un modo parecido. Ha puesto de manifiesto que, por aquel entonces, el estado del desarrollo económico en el continente distaba mucho de estas maduro para poder eliminar la producción capitalista» (Engels, 1975, p. 119)

Recibido: 05 de Junio de 2023; Aprobado: 06 de Julio de 2023

* Autor para la correspondencia: visa@ffh.uh.cu

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