Por Rafael Alhama Belamaric
Con el título se
subraya la importancia y necesidad de enfocar, analizar, conceptuar y hacer
propuestas concretas de implementación práctica, considerando la participación
del colectivo laboral, como parte de una filosofía y concepción más amplia de
“participación de los trabajadores”, en sus interrelaciones sociales y
políticas.
En otras
palabras, no se trata de participar como fin en sí mismo, sino participar como
condición y base de unas relaciones sociales cualitativamente diferentes y
superiores. Se trata de una participación real y efectiva de los trabajadores,
y ciudadanos todos, en los procesos de dirección de la sociedad, desde el
colectivo laboral, como célula base.
Sólo así es
posible concebir una dirección de los procesos al interior de las organizaciones, sean entidades presupuestadas o
empresas, empresas estatales, o entidades con formas de gestión no estatal, que
sean expresión real de los intereses individuales, colectivos y sociales
armonizados. Este planteamiento conceptual inicial es imprescindible, para
saber de qué se está hablando. Luego del “para qué”, y el “por qué” que
llevaría a un enfoque necesariamente integral, vendría el “cómo” práctico. Sin
esta lógica del pensamiento, el
cómo práctico tiene corta vida y más corto efecto.
Otra cosa,
sería, fragmentar y simplificar la participación del colectivo laboral al marco
interno de la entidad laboral, empresa o unidad presupuestada, o cualesquiera
de las formas organizativas y de gestión nuevas que pueden adoptar, a elementos
solamente técnicos y organizativos, o de métodos, estilos, o propuestas
organizacionales desarrollados sobre todo en la segunda mitad del siglo XX que
llena una amplia bibliografía, como respuesta a exigencias de socialización de
las organizaciones y de dirección de éstas en las sociedades modernas
capitalistas desarrolladas.
Por las propias experiencias, pasadas más
recientes y más lejanas en el tiempo, por la acumulación de experiencias y de
investigaciones realizadas desde principios de la década del 70 del siglo pasado,
que muestran un estancamiento cuando no involución en la participación de los
trabajadores, sobre todo en la última década, y por las exigencias que plantean
los Lineamientos de la Política Económica y
Social, en general, pero específicamente con relación a los cambios en el
Modelo de Gestión Económica y Esfera Empresarial, pero también las
Cooperativas, Sistema Presupuestario y Territorios, es imprescindible enfocar
el problema sistémicamente, integralmente, en toda su complejidad.
En un texto
fundamental como es “Participación Social en Cuba” del CIPS de 2004, se abarca
por un colectivo amplio de autores, en un amplio espectro los diferentes
ángulos de la participación, desde variadas disciplinas, teorías y concepciones
el problema. Por tanto, ya existe una acumulación importante de conocimientos,
y no es necesario entrar a exponer ni desarrollar las ideas y conceptos
predominantes en el último siglo en el mundo, o en Cuba.
Sólo citaré
algunos pasajes, como cuando Valdés Paz, J. dice: “La participación
es un proceso social y político complejo, en el cual es posible distinguir
por su contenido, en una secuencia ideal, fases o momentos cada uno de los
cuales es una manifestación de cierto grado de participación”. (el subrayado es
nuestro)
Estamos hablando de
una sociedad concreta y un tiempo histórico determinado. Por lo tanto, un
proceso con su propia historicidad, y que muestra diferencias a lo largo de las
décadas, y no a favor de la participación, en el sentido con que iniciamos el
artículo: en el sentido de socializar cada vez más el proceso de dirección, en
general, y en particular, la dirección de la empresa.
Entonces, una de las
preguntas a hacer y problemas a formular es el siguiente: si la participación
política es una variante de la participación social, y la participación laboral
es una expresión de aquella, en tanto en el socialismo en su etapa de tránsito
o construcción, como se quiera, participar debe ser mucho más que elecciones
desde la concepción liberal, debe ser participar en el gobierno y la gestión,
es participar en el poder político, ¿porqué
la participación social y política no se hace efectiva también a través de la
participación de los trabajadores en los colectivos laborales? O, pudiera
expresarse también así ¿porqué la
participación de los colectivos laborales no tiene una expresión más amplia en
la participación social y política?
En 1980, se
estaba frente a grandes retos, en un momento en que se profundizaba la institucionalización
del país, y se planteaban para el quinquenio tareas de perfeccionamiento de la
empresa y la introducción del cálculo económico, y Fidel, en el aniversario
XXVII del Moncada decía: “No lograremos
la victoria y los éxitos solo con la aplicación de
un sistema, con la aplicación de una experiencia, con la aplicación de la
ciencia en la planificación y la gestión. Detrás de eso tiene que estar el
hombre…..”.
En los Lineamientos
Económicos y Sociales para el Quinquenio 1986-1990 constaba entre los objetivos
fundamentales uno que decía: “Elevar
sustancialmente la participación de la clase obrera y de todos los trabajadores
en los procesos económico- sociales. Impulsar la educación económica y técnica
de los trabajadores”. Y más adelante, “El
cumplimiento de este objetivo exige el perfeccionamiento de los mecanismos de
participación actualmente en vigor”.
La educación
económica y técnica, el nivel educacional y técnico profesional se siguieron
elevando, hasta alcanzar veinte años después, la llamada tasa de capital humano
entre las más altas del mundo. Pero, con baja realización, en lo que desde
luego incide directamente la participación del y en el colectivo laboral que
abarca, o debe hacerlo, a toda la empresa o entidad laboral cualquiera.
Regresando a una de
las cuestiones iniciales, se podría preguntar:
¿qué participación con
qué contenido?
Colectivo laboral
y participación son dos conceptos, y su origen no puede proyectarse muy atrás
en la historia. Surge con el concepto doctrinario de derecho del trabajo en el
siglo XIX (el primero que se conoce data de 1862 y la primera Ley de 1909 en
Inglaterra), y cobra importancia con el contrato
colectivo en el siglo XX sobre todo después de la II Guerra Mundial, y
desde luego la figura e importancia creciente del sindicato como representante.
Luego, también tienen desarrollos con escuelas y doctrinas, de trabajo
colectivo, trabajo en equipo y de trabajo cooperativo.
El énfasis, en la sociedad capitalista, y el
sistema de propiedad expresión de este modo de producción, está en la
regulación de las relaciones entre el trabajador que realiza una labor y el
patrón que paga un salario, entre los que hay intereses contrapuestos. A estos
actores, se agregó con el tiempo un tercer sujeto, y entre los tres
determinaron las relaciones laborales y el contrato colectivo hasta hoy día,
aunque esta práctica, por la pérdida de protagonismo de los sindicatos por una
parte, y las políticas neoliberales actuales, está perdiendo terreno.
Este desarrollo
histórico, que además no podía ser otro, no supo interpretarse correctamente
entre nosotros, ni extrapolar a partir del necesario análisis crítico. Trajo
como consecuencia, que Colectivo Laboral y Participación, se considerara por
muchos, y durante mucho tiempo, como expresiones y conceptos “capitalistas”
(¿?).
Guardando las distancias, en el socialismo
existen los sujetos, el trabajador, individuo
y colectivo laboral, el Estado y sus instituciones, el empleador que representa
a la institución de la empresa estatal, hasta ahora, representante de los
intereses de todo el pueblo, en consecuencia representante de la propiedad
social expresada a través de la propiedad estatal.
La situación o el escenario hoy día se
complica con las nuevas formas de gestión no estatal, que tienen organizados
colectivos laborales, como las Cooperativas, que no son empresas, y la forma de
Trabajo por Cuenta Propia que va más allá de la Propiedad Individual, y éstos a
la corta hay que considerarlos también. Económicamente hablando, cada uno tiene
características propias de apropiación, distribución y consumo, por tanto tiene
intereses diferentes. Pero, seguimos en sociedad salarial, y con intercambio
monetario-mercantil, aunque las relaciones de producción son diferentes, y el
salario y los incentivos deben constituirse en una de las motivaciones
principales, de lo contrario el valor trabajo sigue perdiendo significado.
Por lo tanto, la
participación, sin duda alguna, pasa ante todo por las decisiones del colectivo
laboral, sobre el sistema salarial, su organización, su distribución. No es, ni
puede serlo, decisión de un nivel superior,
ni de un especialista en la materia. Estas experiencias, en mayor o
menor medida, ya se han pasado, sin grandes o ningún resultado significativo.
Recordar que en
los preceptos constitucionales se declara que “rige el sistema de economía
basado en la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios
fundamentales de producción”. Este es un principio fundamental, que pudiera
considerarse como la parte teórico-conceptual, sobre todo para aquellos que
consideran que la teoría y los conceptos son extraterrestres, y no ideas
sistematizadas salidas de la práctica y la necesidad.
Si la empresa estatal es expresión de la
Propiedad Social Socialista, y no hay intereses contrapuestos, sino intereses
individuales, colectivos y sociales con diferentes intereses incluso que pueden estar en conflicto, pero que es posible armonizar, entonces el
colectivo laboral que abarca y representa toda la empresa, incluido el
director, debe tener y ejercer funciones de dueño; funciones de dirección, para
que disminuyan o se eliminen los conflictos existentes. Esto implicaría
Participación con mayúscula, con procesos de dirección socializados, y dirección cooperada que es dirección en
igualdad de condiciones y con las mismas facultades, dirección compartida.
El estilo participativo puede tener variadas
manifestaciones. Puede estar más próximo al paternalista que al cooperativo; en
el primer caso, hay participación con facultad de veto superior, y pueden
buscarse metas económicas y productivas con determinado nivel de motivación
positiva, haciendo énfasis en la recompensa. Pero este estilo está muy alejado
de lo que se necesita hoy en la actualización del modelo económico y de gestión
empresarial. Se necesita una dirección cooperada, sin imposiciones de cargo o
rango, que trasciende la entidad, empresa u otra forma.
Por lo tanto,
tampoco se trata de separar las funciones estatales de las empresariales, aún
cuando éstas pueden ir a favor de las que hoy no tiene la empresa. No se trata
de decir, estas funciones de este lado y estas otras del otro lado; o éstas
funciones que son de dirección de un lado y estas otras que son operativas del
otro. De esta manera, el diseño de estrategias o escenarios, que es un
instrumental imprescindible en la empresa de hoy, ¿a quien le corresponde?
Para superar el
estado de cosas, es necesario superar también las concepciones largamente
establecidas de dirigente-dirigido, niveles jerárquicos, y sistema político
jerarquizado y centralizado, que ha potenciado una burocracia vertical y
horizontal, administrativa, territorial, excluyente, que conspira también
contra una amplia participación a nivel local y del Poder Popular.
Sin embargo, a lo
largo de la historia del socialismo, estas funciones
se han visto limitadas en mayor o menor medida, pero siempre limitadas, incluso
en las experiencias y experimentos más autogestionados, abrogándose el Estado
funciones inherentes a él y
excluyentes del colectivo laboral, incluso funciones operativas.
Cuando se plantea
como parte del modelo de gestión económica, la necesidad de separar las
funciones estatales y empresariales, el planteamiento es positivo en tanto se
contempla compartir funciones, pero la separación no implica cooperación ni
responsabilidad común o colectiva entre todos de todas las funciones, sino
responsabilidad delimitada, de una y otra parte. Como la gestión siempre
responde y es expresión del tipo y forma de propiedad, es de suponer que las
funciones a nivel de empresa- colectivo laboral sean de ejecución, mientras las
de dirección sean facultades superiores. Como señala Valdés Paz que “la ejecución sea el de mayor participación y
otros como el de toma de decisiones
sea el de menor”.
En consecuencia,
la participación del colectivo laboral, se puede ver limitada a la asignación
de funciones operativas, lo cual sería un paso de avance, pero sería extremadamente
insuficiente en la concepción de una dirección socializada, y en momentos en
que se plantea potenciar los instrumentos financieros y gestión financiera a
nivel de empresa.
Si fuera así, con ello, se seguiría en el
primer nivel o dimensión de lo que Martín (1997) señala en que se expresa la
participación: desde “emulación socialista” cuya etapa más gloriosa ha pasado,
pasando por “despliegue de la iniciativa y la creatividad”, que está
francamente estancada, pasando por el “desarrollo de la democracia laboral”,
con las acciones de opinar, proponer
y criticar, ejercidas a lo largo de
los años, y que hoy se resumen en “informar”, hasta el “ejercicio de dirección
como función especializada”, que sería el nivel más complejo, y el más urgido,
y posible dado el nivel de desarrollo alcanzado.
Prácticamente todos
los autores concuerdan que Colectivo Laboral es “una comunidad de personas”,
que están “unidad por una actividad conjunta” que, en el socialismo, podríamos
decir por las “relaciones de producción socialistas”, una “unidad de objetivos
e intereses”, por “mutua responsabilidad”, “ayuda mutua”, y que disponen de
“órganos de dirección”, con mayor o menor autonomía, o autodirección que sería
el caso de mayor autonomía; sería lo más próximo a autogestión, un concepto que
todavía causa dudas e incomprensiones.
¿Cómo se expresaría
esta dirección?
A partir del contenido funcional del trabajo; contenido socio- económicos y contenido técnico-organizativo. Sin
necesidad de entrar a explicar cada uno, es imprescindible recordar que para
Marx y Engels, la Propiedad se expresa en: “las
relaciones de los individuos
entre sí, en lo tocante al material,
el instrumento y el producto del trabajo”; más tarde hablarían
del “productor asociado”, de la
propiedad social como premisa de la “verdadera propiedad individual”.
De allí que, sin entrar en
el contenido funcional, y el contenido técnico-organizativo, que pueden estar
más claro, el contenido socio-económico
establece el vínculo entre el trabajo del individuo y de toda la sociedad,
que pasa por el colectivo laboral, y que refleja las “relaciones sociales de
producción”, uno de los conceptos más complejos y profundos desarrollados por
Marx y Engels, para las cuales se realiza el proceso laboral.
¿Como entonces separar el proceso
laboral y el colectivo laboral, y las funciones del colectivo laboral-empresa y
las relaciones sociales del colectivo laboral de las relaciones sociales de
producción existentes?
Si se separan,
que es probablemente lo que ha venido ocurriendo, primero se hacen
disfuncionales las relaciones sociales del colectivo laboral, y en segunda, se
separan las relaciones sociales de las relaciones de propiedad. La consecuencia
es muy práctica, y es la exclusión de la empresa y entidades en general de las funciones de dueño.
Recordemos que uno
de los principios generales de las Bases Generales del Perfeccionamiento
Empresarial (1998) decía:
“PARA PROPICIAR Y DESARROLLAR LA MAS AMPLIA PARTICIPACIÓN DE TODOS LOS TRABAJADORES Y
QUE SE CONSTITUYA EN ELEMENTO DE DIRECCIÓN Y ORGANIZACIÓN EMPRESARIAL, EL PROCESO DE LA TOMA DE DECISIONES DEBE UTILIZAR EL ANÁLISIS Y LA DISCUSIÓN COLECTIVA DE LOS
ASUNTOS QUE SE SELECCIONEN, SOBRE LA BASE DE LA MAS AMPLIA INFORMACIÓN Y LA COMUNICACIÓN ADECUADA. DEBEN COMBINARSE ADECUADAMENTE LA RESPONSABILIDAD
INDIVIDUAL Y LA COLECTIVA. LOS JEFES
RESPONDEN POR SU ACTUACIÓN ANTE UN SOLO JEFE”.
Pero, para ello, es
preciso diseñar e implementar transformaciones en la gestión interna de los
colectivos laborales, a partir de una nueva concepción del colectivo laboral, y
de los vínculos con los territorios y la sociedad en su conjunto, sobre la base
de nuevas concepciones y regulaciones para su implementación. En particular, se
trata de cambiar las concepciones, vías y mecanismos del proceso de dirección.
También,
actualizar los derechos y responsabilidades de los trabajadores y directivos
que integran el colectivo laboral y sus vínculos reales; lograr efectivos
procesos de rendición de cuenta de todos los miembros al interior de los
colectivos; cambiar las relaciones colectivo-individuo con el Estado, y una
efectiva representación laboral a nivel local y territorial.
Se
trata de proyectar y alcanzar un colectivo laboral con una participación real y
efectiva en las decisiones internas y externas, que lleve al desarrollo de un
proceso de democratización de toma de decisiones, operativas y estratégicas,
desde la propuesta y recopilación de información, hasta la implantación y
seguimiento de las decisiones. Sólo así se puede alcanza el máximo de
eficiencia económica y productiva y de servicios, sobre la base de todo el
potencial del colectivo laboral.
Alguien
como Drucker, uno de los autores más leídos y respetados en la segunda mitad
del siglo XX, pionero de los cambios en la empresa y la corporación
capitalista, hace más de diez años antes de morir, reconocía que no le había
dado la importancia que tiene, y subrayaba que en los próximos años para
alcanzar nuevas metas y objetivos económicos en las empresas, sólo sería
posible si se atendían correctamente las
relaciones sociales de las organizaciones.