Por Tirso.W.SaenzCAPÍTULO 6
LA ORGANIZACIÓN DEL MINISTERIO DE
INDUSTRIAS Y EL IMPULSO A LA PRODUCCIÓN
Por lo
presentado en los capítulos anteriores –
el cuadro general de la base industrial existente en Cuba y la creación
del Ministerio de Industrias, además del caso específico del ICP – se puede
tener una idea de lo que representaba el desafío de desarrollar la industria
nacional dentro del contexto adverso en que se encontraba el país.
Bajo la dirección del Che, los problemas
de la industrialización del país trataron de abordarse integralmente: resolver
con la mayor agilidad posible las urgentes tareas de la producción y, al mismo
tiempo, elaborar un criterio general de desarrollo perspectivo.
Se trataba de establecer un modelo
dinámico que permitiera, por un lado, restablecer la producción y, por otro,
perfeccionar la base productiva existente, viabilizando el tránsito gradual a
una etapa de ampliación cualitativa y cuantitativa del tejido industrial. Este
fue el inicio del primer proceso de reconversión industrial realizado en Cuba
con una visión social y económica de profundo sentido ideológico. O sea, en
este complejo proceso se integraba la política de la Revolución con las tareas de la producción.
Esa integración presentaba múltiples
desafíos. Algunos ya fueron citados anteriormente y otros serán descritos en este y otros
capítulos.
Desde el punto de vista de la producción,
los obstáculos parecían ser, sobre todo, de naturaleza técnica. Y sin duda, lo
eran. Sin embargo, las bases de todas las decisiones, planes, programas y actividades
técnicas estarían, a partir de entonces, asociadas a los principios de la
Revolución. El análisis, la definición y la implementación de una solución
técnica para cualquier problema estaban fuertemente impregnados de elementos,
además de económicos, sociales, políticos e ideológicos. Cambiaron los
fundamentos y, consecuentemente, cambiaron los criterios. No se deseaba
cualquier solución técnica, basada exclusivamente en los criterios de
eficiencia obtenida a costa de la renuncia a los principios básicos de la
Revolución. Encontrar soluciones para los problemas técnicos se tornaba un
proceso mucho más complejo, en la medida en que se establecía una intrincada
relación entre la técnica y la política. Se trataba, por tanto, de poner en
práctica una nueva mentalidad, una nueva cultura, una nueva “visión del mundo”,
asentadas ideológicamente y que necesitaba concretizarse en la construcción
socialista de una nueva sociedad.
Bajo esa nueva perspectiva, la solución de
los problemas técnicos ocasionados por el uso de nuevos o diferentes
materiales, por ejemplo, pasaba a exigir también un esfuerzo científico y
tecnológico interno. Era necesario crear capacidades propias, tanto para la
toma de decisiones relacionadas con las selecciones científicas y tecnológicas,
la generación y absorción de tecnologías externas, como para el fortalecimiento
y la implementación de actividades internas que permitiesen recorrer un camino
socialmente responsable.
Para alcanzar ese nuevo proyecto nacional,
era necesario realizar cambios fundamentales en las concepciones y prácticas
productivas. En primer lugar, dada la propuesta de la Revolución, era
indispensable que todo esfuerzo productivo, científico, técnico, organizativo o
gerencial tomase como referencia primordial al propio trabajador - al Hombre en
sentido genérico - buscando la
mejoría de las condiciones de trabajo, de salud, y de educación, entre otras,
de forma accesible a toda la población. No estábamos delante de simples cambios
en las técnicas de producción, sino delante de la creación de una nueva base
técnica, científica, organizativa, gerencial e inclusive, cultural, dentro de
una nueva concepción política y social.
Ø Primeras
medidas para impulsar la producción
Con estos fundamentos, el Ministerio de
Industrias instrumentó un conjunto de medidas y acciones dirigidas a recuperar,
ampliar y desarrollar la industria. Esa actuación se basó en un abordaje
integral e integrador, de forma que, tanto los diversos problemas existentes,
como las perspectivas futuras pudiesen ser analizados en sus múltiples
correlaciones y también cuanto a sus causas y posibles soluciones. Se trataba
de una actuación firme y decisiva. Era imperioso tomar decisiones, solucionar
los problemas. Esto exigía de un firme sentido de disciplina, dedicación y
cumplimiento de responsabilidades, a lo que se vinculaba también formas
apropiadas de control. Al mismo tiempo, se estimuló la creatividad y la
participación activa de la clase obrera.
El
Che introdujo numerosas políticas dentro del MININD, dirigidas a preparar a la
clase obrera para el control cada vez más directo y descentralizado de la
producción, pretendía así aprovechar la energía creativa de los trabajadores a
fin de encontrar soluciones a los problemas diarios en la producción y
desarrollar las fuerzas productivas mediante la racionalización de la
producción, la disminución de los costos, la elevación de la productividad y la
introducción de innovaciones tecnológicas, forjando el concepto de que la
industria cubana funcionara como una gran empresa, elevando el concepto del
trabajo como un deber social. En
definitiva, todo ello buscaba imprimirle a la producción el carácter
democrático y participativo necesario para preparar a la sociedad en transición
hacia el comunismo.
Destacaremos, a continuación, algunos
objetivos y metas que reflejaban de manera sintética, el trabajo del Ministerio
bajo la dirección del Che. Algunos se referían a aspectos organizativos que
permitieran acometer el abordaje que se preconizaba, otros estaban directamente
relacionados a las actividades de recuperación, ampliación y desarrollo de la
producción;
Ø Organización y procesos de toma
de decisión en el Ministerio
Era necesario establecer estructuras
organizativas y mecanismos ágiles e interactivos desde la fábrica hasta el
propio Ministerio para organizar la producción. Organizar un Ministerio de
carácter socialista, abarcando la casi totalidad de la producción industrial
del país, en el contexto de un cambio radical de propiedad social, sin
experiencia previa en este tipo de proceso y con todos los problemas relatados
anteriormente resultaba una cuestión de una elevada complejidad.
Enrique Oltuski[2],
nombrado Director de Organización, hizo un gran esfuerzo para elaborar y
proponer variantes de estructuras en corto tiempo. Como el propio señaló, esa
Dirección se creó en contra de la opinión de especialistas de países
socialistas.
Sin embargo, ella desempeñó un papel fundamental al dotar al Ministerio de una
adecuada funcionalidad, organizándolo conforme a los criterios fundamentales y
métodos de dirección esenciales al carácter socialista que se pretendía
implantar.
Este
trabajo organizativo se extendió por todo el tejido industrial y sus áreas
administrativas directas, desde el Ministerio hasta el reglamento de las
fábricas, resultando en la formación de una amplia estructura armónica. O sea,
se estableció a través de toda la estructura del organismo, que abarcaba a
centenares de miles de hombres, un método de trabajo único, conocido y aceptado
en lo esencial por todos. Esto permitió a cada uno, a todos los niveles,
conocer sus deberes y responsabilidades y como interactuar con los demás.
Una concepción importante para aquellos momentos
fue la concepción de la Empresa Consolidada[5],
o sea, la agrupación de fábricas de tecnologías similares bajo una dirección
central. Se crearon 25 empresas consolidadas tales como la del Azúcar, la de
Electricidad, la del Petróleo[6],
la de Productos Farmacéuticos, la de Confecciones, la de Tejidos Planos, entre
otras. Los directores de esas empresas respondían a los viceministros de
Industria Básica o de Industria Ligera, según fuera el caso.
El Viceministro de Economía se encargaba
de dirigir la planificación en todas sus categorías: producción,
abastecimientos, trabajo y salarios, costos y precios e inversiones.
Al Viceministro, el de Construcción
Industrial, le correspondían la negociación con otros países para la
transferencia de tecnologías del exterior, parte de la proyección de
ingeniería, principalmente civil, y la construcción de nuevas fábricas o la
ampliación de otras.
El Viceministerio para el Desarrollo
Técnico fue creado a finales de 1962, con el fin de promover y realizar
actividades científicas y tecnológicas relacionadas con la actividad del
Ministerio. Sobre su trabajo se tratará con mayor amplitud en el Capítulo 8.
Se
hacía necesario establecer, por primera vez, un criterio de desarrollo
nacional, basado en los intereses de todo el país. Es posible que criterios más
actuales indicasen como más adecuada una estructura más horizontal y
descentralizada de dirección, mas la realidad de la época apuntaba en sentido
contrario, tomando en consideración dos factores principales: el bloqueo y la
falta de dirigentes con la debida formación y experiencia.. Esta estructura
vertical y centralizada, pero con una visión integral e integradora, permitía
que se trataran de establecer flujos rápidos y efectivos de comunicación desde
el nivel superior del organismo hasta la propia base, así como el control
requerido sobre las actividades productivas. Aquella fluidez fue esencial, dada
la realidad en la cual se debía actuar con las nuevas orientaciones
El
ámbito del Ministerio era vasto y diverso; agrupaba a más del 80% de la
producción industrial del país. Todo ese universo productivo debía operar y
desarrollarse siguiendo criterios técnicos y económicos, pero también políticos
y estratégicos - en muchas oportunidades, elaborados sobre la marcha -
completamente nuevos para el país y, por tanto, para los dirigentes en general
Las
extremadamente difíciles situaciones que enfrentaba el país requerían de
soluciones y decisiones que debían ser pensadas técnica, económica y
políticamente. No se podía olvidar que las consecuencias de las soluciones implementadas
eran de gran complejidad política, social y económica, con impactos abarcadores
y profundos en la nueva sociedad que se proponía consolidar.
Es
necesario subrayar que el Che, con sus métodos y estilos de dirección,
consiguió desarrollar junto a él un equipo de trabajo muy unido, entusiasta y
esforzado, que discutía mucho, inclusive con el propio Che, para encontrar,
dentro de un espíritu fraternal, las mejores soluciones a los innumerables
problemas que se presentaban. En la reunión bimestral del 10 de marzo de 1962,
el Che insistía en la importancia y la necesidad del trabajo colectivo, ya que:
[…] aumenta la comprensión de los problemas…aumenta la
identificación de este equipo de gente que cada vez es capaz de interpretar las
directivas en una forma uniforme y, al mismo tiempo, somos capaces de dar las
directivas en una forma precisa de modo que nadie haga dos interpretaciones de
ellas;
Hoy,
después de más de sesenta años, cuando los miembros de ese equipo – de los muy
pocos que estamos aún vivos – nos encontramos para conmemorar cualquier
ocasión, resulta una reunión de familia muy querida y llena de recuerdos.
Otros elementos esenciales y decisivos
para garantizar el mejor desempeño posible del Ministerio fueron el entusiasmo
y el esfuerzo personal y colectivo de sus dirigentes y trabajadores a todos los
niveles, traducidos en largas jornadas - días, noches y madrugadas – que se
extendían en función del cumplimiento de las metas y la solución a los
problemas de la producción.
Esos factores, asociados a otras medidas
que serán analizadas posteriormente, hicieron que pudiera decirse que, después
de poco tiempo, que el Ministerio funcionara
adecuadamente, casi como un reloj. Las directivas y orientaciones superiores
llegaban y se ponían en efecto rápidamente; los problemas de la base
generalmente se conocían con bastante claridad en la superestructura y en las
empresas, tratándose de resolver a la brevedad posible; las informaciones
requeridas fluían en tiempo y forma.
En ese
proceso, el flujo ágil de la información estadística era un factor
imprescindible. Para el Che, el desarrollo del país sería imposible si no
fuesen combatidas serias deficiencias en cuanto al conocimiento básico en
muchas áreas, entre ellas la matemática y la estadística. Una de sus exigencias
primordiales era en la elaboración precisa de los datos y su análisis adecuado
de las cifras referidas a la producción para la toma de decisiones. Para esto,
instaló en el Ministerio una computadora, la primera que había entrado en Cuba antes
de la Revolución – ¡para ser utilizada para el cálculo de las apuestas en las
carreras de galgos![8]-
Tal era la situación del país en cuanto a la computación
Para
alcanzar un adecuado control administrativo debía ocurrir una mejora radical en
el conocimiento de las estadísticas, y tendrían que implementarse estructuras y
metodologías de contabilidad para monitorear los costos de producción.
Ya en 1964, el día 10 de cada mes, se
había logrado que estuvieran los datos estadísticos fundamentales de las
fábricas que representaban el 75% del valor de producción del Ministerio.
En
cuanto a la insistencia del Che en mejorar los métodos contables, las
estadísticas para perfeccionar el análisis, el control y la eficiencia de las
fábricas y empresas, Fidel expresó:
...algo
a lo que el Che le prestó una atención absoluta, total y preeminente, fue a la
contabilidad, al análisis de los gastos, al análisis de los costos, centavo a
centavo. Che no concebía la construcción del socialismo y el manejo de la economía,
sin la organización adecuada, el control eficiente y la contabilidad estricta
de cada centavo. Che no concebía el desarrollo sin la elevación de la
productividad del trabajo. Che, incluso, estudiaba matemática para aplicar
fórmulas matemáticas al control de la economía y fórmulas matemáticas para
medir la eficiencia de la economía. Che, algo más, soñó con la computación
aplicada al manejo de la economía, como cosa esencial, fundamental, decisiva,
para medir la eficiencia en el socialismo.
Cumplir los planes de producción, bajo las
condiciones de aquellos momentos, era una tarea harto difícil, pero se había
convertido en una cuestión de honor revolucionario. Por lo tanto, promover,
impulsar, contribuir a la solución de los problemas, controlar discutir, exigir
para alcanzar las metas al máximo posible, fueron tareas prioritarias para
todos los dirigentes del Ministerio, sus empresas y unidades de producción.
Recuerdo la primera fábrica que cumplió,
en 1962, su plan de producción anticipadamente, dos o tres meses antes de que
terminara el año: la fábrica de Tejas Infinitas, en Camagüey; una unidad
pequeña, de tecnología muy rudimentaria, que producía tejas acanaladas de
cartón, recubiertas con asfalto. En esos momentos, aunque ese hecho hubiese
ocurrido en un centro pequeño y de impacto económico relativamente bajo,
representaba una gran hazaña que debía ser altamente estimulada, dada su significación
histórica y su ejemplo y acicate para otras
fábricas
Arturo Guzmán y yo viajamos hasta allá
para participar en la celebración de tal acontecimiento. Se había organizado un
acto público de gran magnitud al frente de la fábrica. Cientos de personas
entusiasmadas estaban congregadas al frente a ella. Comenzaron los discursos.
Primero habló el administrador, informando de tal hazaña, después, el
Secretario Provincial de la CTC, una persona muy conocida y respetada, gran
orador. A continuación, habló Guzmán, quien también era un orador vibrante. El
cierre me tocaba a mí. Hasta ese momento, yo nunca había hablado en un acto
público de esa magnitud y nunca había ensayado una oratoria vibrante. Por otra
parte, tampoco podía cerrar el acto con unas palabras flojas. Tenía que hablar
al estilo de la Revolución. Por tanto, me llené de coraje, tomé el micrófono y
comencé un discurso inflamado. El público, cada vez más entusiasmado, me
interrumpía con aplausos cada vez más cerrados. Entusiasmado también estaba un
hombrecito pequeñito que estaba detrás de mí en la tribuna, vestido de
miliciano, quien no pudo reprimirse, me arrebató el micrófono y gritó con gran
emoción:
-
¡Viva la Revolución!, ¡Viva Fidel!
Y lo inesperado, que nos hizo sonreír
disimuladamente:
-
¡Viva Rusia!
Ø Implantar
un proceso de toma de decisiones participativo y responsable: las diferentes
formas de análisis y dirección colectivas.
En la estructura del Ministerio de
Industrias, en sus empresas y fábricas, se fue definiendo gradualmente, aunque
con relativa rapidez, el papel de cada nivel de dirección en la toma de
decisiones.
Un aspecto importante era el extremo
cuidado que se tomaba para que las decisiones fueran bien fundamentadas.
Inclusive, cuando se trataba de encaminar propuestas sobre asuntos cuyo nivel
de decisión era de la responsabilidad de niveles superiores, era necesario
elaborar una buena justificación con sugerencias y recomendaciones.
El estilo de trabajo colectivo era
importantísimo. Cada dirigente necesitaba tener una visión integral y una
actuación participativa en los trabajos del Ministerio. Ese método de trabajo
colectivo de dirección utilizado por el Che fomentó el espíritu y el trabajo de
equipo, sin los cuales sería imposible superar los obstáculos y garantizar la
realización de los objetivos establecidos.
Con vistas a asegurar ese proceso
participativo, se crearon varios órganos colectivos de dirección y se
establecieron procedimientos para el análisis y control de las medidas
ejecutivas en el Ministerio.
Veamos algunas de esas instancias.
· El Consejo de Dirección
Era el
máximo órgano colectivo de dirección del Ministerio, en el que se analizaban
los aspectos fundamentales de la política del Organismo. su instrumentación y
las medidas más importantes a tomar. Participaban en él los viceministros, los
directores del organismo (durante un tiempo, los directores de las empresas del
Azúcar, la Electricidad y el Petróleo) e invitados de la Junta Central de
Planificación, del Ministerio de Comercio Exterior, del Ministerio del Trabajo
y de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). Durante la etapa de creación de
las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), participaba en la
reuniones, como su represente, el compañero Manuel Luzardo, viejo militante
comunista, a quien el Che le profesaba gran aprecio y quien contribuyó en buena
medida a los análisis políticos que en el seno del Consejo se realizaban.
Esas reuniones se caracterizaban por un
espíritu amplio de discusión. Aún así, el Che trataba siempre de concretar las
cuestiones debatidas y de plasmarlas en acuerdos bien claros, con el
responsable de su ejecución y la fecha de cumplimiento. Buena parte del éxito
del trabajo de Ministerio se basaba en este método de discusión y en la
implementación de los acuerdos sobre los cuales se ejercía un riguroso control.
Para garantizar el cumplimiento de los mismos sobre todo en la etapa inicial de
funcionamiento del Consejo y la inexperiencia de sus participantes, el Che
estableció un sistema de sanciones por incumplimiento de ellos, a los que nos
referiremos con mayor amplitud posteriormente. Eso formaba parte de la creación
de una cultura de compromiso con las normas establecidas, de la formación de
criterios de disciplina.
La
disciplina comenzaba por los criterios de puntualidad. Para evitar atrasos en
los Consejos de Dirección del Ministerio, el Che - quien era muy puntual -, en
una de las primeras sesiones, a las 8:00 a.m., hora de su inicio, cerró con
llave las puertas del salón. Todos los que llegaron tarde no pudieron entrar.
Nadie más llegó tarde a los Consejos de forma injustificada.
· Las reuniones
bimestrales
Cada dos meses, se realizaban reuniones
más amplias en las cuales participaban los viceministros, los directores del
Ministerio y de empresas, delegados provinciales y algunos invitados. El Che
las utilizaba para analizar, fijar y desarrollar políticas de trabajo, brindar
orientaciones generales y específicas de tipo político e ideológico, así como
líneas perspectivas del Ministerio. Esos encuentros se convertían en una
importante fuente de orientación para los principales cuadros del Organismo;
además servían para que el Che pudiera analizar y discutir colectivamente
muchos criterios y conceptos de diferentes tipos que él iba elaborando sobre la
marcha. El, debido a sus múltiples
responsabilidades, no disponía de mucho tiempo para poder profundizar
suficientemente en la fundamentación de todas sus ideas, de cuya necesidad y
trascendencia estaba convencido; por ejemplo, aquellas relativas al Sistema
Presupuestario de Dirección y a la forma de dirigir en un Estado Socialista,
entre otras. Un análisis detallado mostraría con mucha claridad como su
pensamiento fue desarrollándose, evolucionando y perfeccionándose sobre
diversos tópicos, particularmente los relacionados con el Sistema
Presupuestario de Financiamiento, tomando como base el método de discusión y
análisis colectivo.
A las primeras sesiones que asistí como
Director del ICP, me sentía perdido, al oír al Che hablar de sus ideas sobre
ese Sistema y su contraposición al Sistema de Cálculo Económico, utilizado y
preconizado fuertemente por la URSS y demás países socialistas, así como por
dirigentes y funcionarios cubanos. No entendía nada de esa controversia. Yo
conocía el sistema presupuestario utilizado en la Procter & Gamble; las
empresas petroleras también usaban el
mismo sistema. En mi ignorancia política, yo no podía entender cuál era el
problema de tipo ideológico que el Che planteaba. Después leí el Manual de Economía Política de la
Academia de Ciencias de la URSS, que se consideraba “la
Biblia” del pensamiento económico marxista, en el que se defendía el Sistema
del Cálculo Económico. Me confundí más aún. Yo no era economista y tales
cuestiones no me resultaban familiares. Pero confiando en la claridad y lucidez
del pensamiento del Che, comencé a profundizar y defender este Sistema.
·
El
análisis de balance de las empresas
Estas
reuniones fueron una de las herramientas de trabajo más importantes del
Ministerio. Todas las empresas vinculadas al mismo tenían que presentar el
balance anual integral de sus actividades, analizado en una reunión conjunta de
los consejos de dirección del Ministerio y de la empresa respectiva. En este
sentido, se elaboraba un cronograma de la presentación de los informes para
todo el año. Cada semana se analizaba una empresa diferente. Una terna,
designada por Che de entre los miembros del Consejo de Dirección, procedía a
hacer un análisis más profundo y detallado del informe, incluyendo visitas a
las fábricas y entrevistas con dirigentes de la empresa. Al final, rendían al
Consejo un diagnóstico y una evaluación del informe. Al mismo tiempo,
inspectores y auditores visitaban la empresa y sus fábricas chequeando aspectos
económicos, administrativos y productivos, emitiendo un informe sobre el
desempeño de la empresa. A su vez, cada dirección especializada del Ministerio
hacía una valoración crítica de la actividad de su frente en la empresa.
Estas
reuniones se realizaban todos los lunes, por la tarde y eran presididas por el
Che, quien discutía con minuciosidad, casi página por página, el informe y sus
aspectos relevantes, deficiencias, logros, medidas a tomar y el análisis del
personal dirigente de la empresa, entre otros aspectos. La participación de los
miembros de los respectivos consejos en las discusiones era amplia, con alto
espíritu crítico, entendido éste como el análisis de los aspectos positivos y
negativos. Al final de la reunión, el Che emitía sus conclusiones y
recomendaciones.
Algunos
informes fueron brillantes, otros, un desastre. Como resultado de esos análisis
varios directores de empresas fueron promovidos; otros fueron sustituidos;
todos recibieron críticas, observaciones y sugerencias. Estas reuniones de
trabajo permitieron el avance sustancial de muchas empresas.
Varios
ejemplos. En el informe de la Empresa Consolidada de Productos Farmacéuticos,
en enero de 1963, mostrando su visión a largo plazo, expresó que había que
crear la base de una verdadera industria farmacéutica. Estas palabras, con el
tiempo, se convirtieron en realidad.
En el
análisis de la Empresa Consolidada del Cemento, en marzo de 1963, señaló que
las conclusiones del Director eran muy pobres, que mostraba poco dominio de
ella; la empresa parecía que tenía tres jefes. Indicó que había que salir de
ese bache organizativo.
Un mes
más tarde, en el análisis de la empresa del Níquel, dijo que el informe
reflejaba que el aspecto económico era pobre. Por otra parte, señaló que en el
aspecto tecnológico, el informe era ejemplar. Calificó el informe de bueno.
El
Viceministerio de la Industria Ligera fue fuertemente criticado en el análisis
de la Empresa Convertidora de Papel y Cartón, en mayo de 1963, por no haber
detectado a tiempo el deficiente trabajo de esta empresa. También criticó a la
Dirección del Ministerio por haber mostrado cierta apatía en el caso.
El
informe de la Empresa Consolidada del Petróleo, en octubre 21 de 1963, fue
calificado de excelente, pocos informes habían merecido esa calificación.
Un recuerdo simpático. En el informe
presentado a la reunión para analizar el trabajo de la Empresa Consolidada de
Bebidas y Licores, en 1962, aparecía el “papel crepé verde” entre la larga
lista de abastecimientos críticos,. El Che, extrañado, al igual que todos
nosotros, se interesó en saber la necesidad de este rubro. El Director de la
Empresa respondió:
-
Comandante, el papel crepé verde se utiliza para dar color al licor de
menta.
Claro, este era el “colorante” que
utilizaba la anterior empresa privada. Era evidente que no se podía continuar incurriendo
en aquella práctica cuando debería usarse con un mejor criterio de higiene y
calidad. Esto puso en evidencia, además, que el Director, magnífico compañero,
combatiente de la Sierra Maestra quien había alcanzado el grado de Capitán,
carecía de un mínimo de preparación y de poder de análisis para dirigirla. Poco
tiempo después fue sustituido.
Efectivamente, la presentación de los
balances era un momento clave en la vida de la empresa y en la evaluación de
sus dirigentes. Por eso, cuando yo era Director del ICP, tuve que dirigir desde
mi casa, ya que estaba padeciendo de una fuerte hepatitis, la elaboración del
informe que debería ser discutido, inclusive sin mi presencia. Bajo protestas
de mi esposa, quien reclamaba que el médico me había recomendado reposo
absoluto, el trabajo se realizó. La tarea fue ardua, pero se realizó, aún con
riesgo de mi salud. ¿Podía yo sustraerme a que mi empresa fuese analizada sin
que yo pudiera dirigir el informe?
Después de mi primera conversación con el
Che, de mi proceso de incorporación a la Revolución, de los dolores de cabeza y
apuros que pasé en diversas etapas en el ICP, a pesar de todo, yo tenía que
mostrar autocríticamente los avances, problemas y deficiencias de la
institución y mi parte alícuota de responsabilidad en los avances y retrasos.
¿Y el Che, muchas veces no estaba en estas reuniones con un fuerte ataque de
asma? Su ejemplo era de una fuerza enorme. No podía haber otra opción para mí.
El
análisis del ICP se realizó en el mes de enero de 1962. Yo no pude asistir. El
médico me lo prohibió terminantemente. Mi Vicedirector, el Ing. Salvador Sala,
según me informaron, hizo una presentación brillante del informe, recibiéndose
comentarios favorables del Consejo de Dirección y, en particular, del Che.
·
Reuniones
de control de producción de las empresas
En estas reuniones se analizaba
integralmente, con todo detalle, el cumplimiento de los planes de producción de
los principales productos de las empresas (60% de toda la producción) así como
la atención a la búsqueda de soluciones a los principales problemas detectados.
En
ellas participaban los viceministros y directores de rama. Estas eran reuniones
dominicales, que se realizaban en la tarde, después de la habitual jornada de trabajo voluntario. Che cuidaba mucho
de los gastos del Ministerio y, por ello, no ofrecía almuerzo los domingos a
los participantes. En broma, decíamos que era tacaño. Por tanto, cada uno iba a
su casa, tomaba un baño almorzaba rápidamente y se incorporaba a la reunión en
el Ministerio.
Cuando era Viceministro para la Industria
Básica, mi participación en esas reuniones, así como la de mis directores de
rama era muy activa. Los informes sobre la situación de cada una de las
empresas que atendía, tenían que estar listos el viernes por la tarde,
discutirlo con mis directores, para rendir un informe objetivo, con propuestas
de soluciones para cada problema. Sin este análisis previo, nadie se podía
presentar a una reunión con el Che.
Cuando fui Viceministro para el Desarrollo
Técnico, ya no tenía que hacer esto. Yo no atendía empresas. Sin embargo, yo
tenía que atender a toda la discusión para, no sólo estar enterado de la
situación general del Ministerio y ofrecer opiniones y sugerencias, sino, sobre
todo, para analizar cual podía ser la contribución científica-tecnológica, así
como de capacitación, controles de calidad y colaboración con el extranjero de
las unidades que atendía en la solución de los problemas de las empresas. Cada
dirigente del Ministerio tenía que tener una visión y participación integral de
las labores del mismo. Esta experiencia me sirvió de mucho, sobre todo cuando
tenía que proyectar el trabajo de la capacitación, de la normalización y el
control de la calidad, de los institutos de investigación y en las discusiones
de convenios y protocolos de colaboración con el exterior.
Estas reuniones duraban muchas veces hasta
la medianoche. Sin embargo, muchas veces, Aleida, la esposa del Che, nos
salvaba. Uno de sus escoltas llegaba, entre las 8 y las 9 de la noche, a
preguntar, de parte de ella, si él iba a la casa a comer. Él nos miraba,
probablemente pensando que nuestras esposas e hijos estarían preguntando lo
mismo y, entonces, respondía afirmativamente. Todos nos mirábamos con alegría.
La reunión terminaría pronto. Sin embargo, en otras oportunidades, esto no
sucedía. Los problemas no se habían terminado de discutir. Por un sentido
elemental de responsabilidad, la reunión no podía concluir y seguíamos hasta la
medianoche o más tarde.
Un domingo de 1963, Día de las Madres, la
reunión correspondiente fue convocada, como siempre. Días antes, Celia, la
madre de Che, al regresar de un viaje a Cuba, había caído presa por la
dictadura que en aquellos momentos dominaba a la Argentina. Cuando comenzó la
reunión, el Che dijo algo así:
-
Yo sé que es el Día de las Madres y que a Uds. les gustaría ahora estar
en su casa con sus madres, esposas e hijos. También sé que mi Vieja está presa.
No piensen que, debido a la situación de ella, yo me estoy desquitando con Uds.
Es que tenemos asuntos importantes que discutir.
Todos comprendimos.
·
Las visitas de inspección a
fábricas.
Estas
visitas de inspección a fábricas por los dirigentes del Ministerio – incluyendo
al Ministro - fueron establecidas por reglamento. Cada dirigente debía visitar,
cada mes, una fábrica para realizar una inspección integral. Esta incluía,
desde el análisis con su Administrador y los dirigentes de ella fábrica,
incluyendo al Partido y al Sindicato, sobre el cumplimiento de los planes, los
abastecimientos críticos, la disciplina financiera, la capacitación y las
relaciones internas, entre otras. Se recorría la instalación, se conocía sus
tecnologías de producción y sus diferentes problemas, se conversaba con los
obreros, se examinaba la higiene de los baños, el estado del comedor y la
comida. En la visita al almacén se tomaban al azar algunos ítems, se contaban y
se verificaba en la tarjeta de control, si el conteo físico coincidía con lo
marcado en la tarjeta. Era una forma de constatar el estado del control de los
inventarios, aspecto éste sobre el cual el Che era muy exigente. Finalmente, el
visitante se reunía con el consejo de dirección de la fábrica para discutir sus
impresiones y las medidas de todo tipo que deberían ser tomadas.
Resulta
aleccionador revisar los comentarios, críticas y recomendaciones – inclusive el
grado de detalle - hechas por el Che en algunas de las fábricas que visitó. Por
ejemplo, en una visita realizada a Nicaro, observó el poco cuidado con los
medios de producción, almacenes improvisados, piezas sin orden, una suciedad
extrema; en horario de trabajo existía una buena cantidad de obreros en una
cantina interior. En otra fábrica de la industria textil vio como goteras
afectaban el control electrónico de una caldera, lo que, además de su
incidencia en la producción, era peligroso para los trabajadores.
En una
unidad de la Empresa de Servicios anotó que el local “era infame”, que no
existía organización de la producción. Encontró el camión especial de
reparaciones en total desuso, pese a todo el plan que se le presentó con
respecto a él. Sin embargo, encontró que el Administrador parecía inteligente y
capaz, por lo que había que ayudarlo a superar sus deficiencias.
En la
inspección a una fábrica de pinturas encontró deficiencias del Administrador en
el manejo de la contabilidad. Como parecía un compañero despierto y entusiasta,
indicó a la Empresa de ocuparse de su capacitación en estos aspectos. En otra
empresa textil encontró que el costo por peso por unidad de producción había
aumentado en ese año sin que se hubiese efectuado un análisis a fondo. Indicó
que la Empresa correspondiente debía informar en un mes sobre esta cuestión.
En la
visita a una unidad de la Empresa de Suministros, daba instrucciones de
coordinar acciones a los viceministros para la Industria Básica y la Industria
Ligera respecto al área propia de dos empresas. Dio un plazo de 15 para
realizar esta coordinación. Además encontró que no se notaba ningún trabajo de
análisis económico en la Unidad. Como ya el administrador había pasado un curso
en esta materia, no se podía esperar más nada de él.
Otras
fábricas le dieron una buena impresión como en una de la Empresa de Licores y
Vinos donde encontró un gran espíritu de trabajo.
Los
problemas sociales vinculados a los trabajadores fueron también objeto de sus
apreciaciones y
recomendaciones. En la visita a Nicaro, referida anteriormente, enfatizó que
era imprescindible extremar las medidas para que existiese un abastecimiento
adecuado a la población, casas suficientes para asentar a los obreros, recreos
y deportes adecuados, dotando el círculo social de los elementos adecuados.
En la
visita a una unidad de la Empresa de Recuperación de Materias Primas indicó que
el Viceministro correspondiente debía informar sobre la solución al problema de
la ropa imprescindible para algunos trabajadores.
Estas
visitas son otro ejemplo de la preocupación del Che con los factores humanos y
con la necesidad de una activa interacción efectiva entre los dirigentes con
todos los trabajadores.
Una
vez yo le protesté porque me habían asignado visitar una fábrica pequeña de
sombreros en Baracoa. Respondiendo a mi reclamación, el Che me dijo con toda
ironía:
-
¿Y qué quiere el “señorito”,
visitar sólo las fábricas importantes, adecuadas a su nivel? No señor, tienes que
visitar todo tipo de unidades para conocer los problemas que tienen esas
pequeñitas unidades, de las que nadie se ocupa. Allí hay obreros de carne y
hueso que mucho agradecen y se sienten estimulados cuando un dirigente va a
ocuparse personalmente de sus problemas.
Así
fue. Visité la artesanal fábrica, no presentaba ningún serio problema
productivo; sin embargo, existían varios problemas de tipo social relacionados
principalmente con la alimentación que
fueron atendidos tan pronto regresé a La Habana, Ahora, lo más emocionante
resultó la asamblea con los trabajadores. Cuánta alegría y entusiasmo mostraron
al saber que estaban siendo visitados y sus asuntos siendo atendidos a un alto
nivel del Ministerio.
Ø
Orientaciones básicas para
viabilizar el impulso a la producción
Dadas las condiciones ampliamente
discutidas hasta aquí, era imprescindible crear una base mínima de conocimiento
sectorial y buscar solución para los problemas inmediatos e impostergables. Esa
era la base para que, posteriormente, pudiesen ser implementadas las líneas
estratégicas que se construían para que el Ministerio pudiese ejercer, con
propiedad, su misión de recuperar, ampliar y desarrollar la producción
industrial en Cuba.
Con esa finalidad, el Che estableció
algunas orientaciones básicas relacionadas, en general, con las mayores
deficiencias y dificultades existentes. Siguiendo esas orientaciones, los
dirigentes de todo el sistema ministerial deberían planear e implementar sus
actividades observando los siguientes objetivos principales:
Ø Dominar los procesos
tecnológicos de los centros de producción más importantes y conocer sus
capacidades, potencialidades y puntos de estrangulamiento.
Esta era una tarea compleja debido a la
gran diversidad de procesos tecnológicos presentes en la industria. Para mí, aunque
tenía formación de ingeniero, con alguna experiencia en el sector productivo,
no me resultó nada fácil; para otros compañeros, provenientes de otras áreas
resultó mucho más difícil. Por ejemplo, varios directores de empresas
consolidadas importantes habían sido anteriormente vendedores de productos
farmacéuticos. Para esto era necesario visitar las fábricas para comprender sus
problemas productivos y sociales; conversar con el personal técnico, con los
trabajadores, preguntar mucho, tomar muchas notas y estudiar. El propio Che fue
el primero en dar el ejemplo: hizo todo eso y, con su esfuerzo personal e
inteligencia, aprendió muy rápidamente.
Era muy alentador observar como muchos
administradores, la gran mayoría de los cuales no alcanzaban siquiera un nivel
secundario, conocían su fábrica, cada vez mejor, de manera integral El
entusiasmo revolucionario, la toma de conciencia ante la responsabilidad
asumida, la presión por resolver innumerables problemas, así como los chequeos
y controles sistemáticos por los niveles superiores contribuyeron a que este
conocimiento fuera alcanzado, en general, con relativa prontitud.
Las inspecciones y las auditorias
frecuentes realizadas por la Dirección de Supervisión, dirigida con mucho
acierto por Juan Borroto, fueron elemento esencial para tener un nivel de
control sistemático del funcionamiento de todas la unidades del Ministerio.
En varias ocasiones el Che, al inicio de
unas reuniones bimestrales, convocadas con los Directores de Empresa, los
sometió, sin previo aviso, a una prueba escrita en que cada uno debía describir
los principales procesos tecnológicos e indicadores de su empresa y fábricas, entre
otros. Muchos la aprobaron. Los que no lo lograron, tomaron medidas para que,
en una segunda ocasión, no tener que pasar por la vergüenza de no aprobar una
prueba como ésta, también imprevista
Cada administrador de fábrica tenía que
dominar obligatoriamente los indicadores productivos y económicos de su
empresa, como base principal para analizarlos y tomar acciones consecuentes.
Una vez, al visitar una fábrica de la Empresa de la Metalurgia No Ferrosa en
Ciudad Libertad, en la ciudad de La Habana. Cuando comencé a preguntar al
administrador de la fábrica los indicadores más importantes de la fábrica, él
me respondió resignadamente:
-
Yo estaba seguro que un día me
iban a hacer una inspección y, por eso, le había pedido a los Jefes de
Producción y Económico que me hicieran una lista de todos esos datos; pero no
me la hicieron. Ahora no sé responder.
Yo le
expliqué que la cuestión no era que le elaboraran una lista. El debía dominar
los principales indicadores de la fábrica que dirigía. Quedé muy mal
impresionado de ese administrador.
Cuando llegué al Ministerio
llamé a Yebra, el Viceministro que atendía la empresa. Cuando le informé del
desastre que había visto en la fábrica, él se rió y me dijo:
-
Yo sabía que me ibas a llamar.
El administrador de la fábrica que visitaste acaba de presentar su renuncia al
cargo. De todas formas yo lo iba a sustituir.
·
Resolver de manera inmediata
los problemas de los abastecimientos de nueva procedencia.
Esa fue otra tarea urgente y compleja, que
tomó mucho tiempo para resolver con un mínimo de satisfacción. En muchas
industrias complejas, como en la del petróleo, la del níquel y en las de bienes
de consumo, las listas de abastecimientos necesarios eran extensas.
Para cada materia prima, materiales,
piezas de repuesto, y otros ítems utilizados en la fabricación de un producto,
era necesario encontrar un equivalente o lo que más se le aproximara en lo
posible para encontrar nuevos suministradores, preferiblemente del campo
socialista. El mercado capitalista era de difícil acceso, no solamente por
razones del bloqueo, sino por la escasez de divisas fuertes. Los países
socialistas tenían un mercado muy limitado, no empleaban las mismas normas
técnicas que los Estados Unidos, ni poseían, en muchos casos, catálogos de sus
productos disponibles.
Tenían que revisarse con la mayor urgencia
las listas de productos ofrecidos por múltiples empresas de comercio exterior
de esos países. Por otra parte, en los diferentes catálogos – cuando existían -
muchas veces las listas no estaban en un idioma accesible, o las
especificaciones de los materiales eran diferentes de las que las empresas
cubanas conocían, o no aparecían las especificaciones, o simplemente el
material buscado no aparecía o no existía.
Además, las materias primas que antes se
recibían en las fábricas que eran filiales de empresas norteamericanas,
frecuentemente, tenían un código, lo que nos impedía conocer sus
especificaciones y, por tanto, identificarlas con otros suministradores. Esto
era típico de la industria de cosméticos, de los perfumes para jabones y, por
supuesto, del sabor de la Coca Cola.
Los especialistas de los países
socialistas que vinieron a Cuba contratados para prestar asistencia técnica,
ayudaron mucho en la búsqueda de nuevos abastecimientos. Sin embargo, la
escasez de personal técnico calificado, hacía aún más difícil superar estos
obstáculos.
Innumerables misiones fueron enviadas a
los países socialistas para encontrar directamente en las propias empresas y
fábricas, la solución a estos problemas. El Che presidió la primera misión en
1960.
Una gran dificultad adicional eran los
miles de kilómetros de distancia entre Cuba y la Unión Soviética y los demás
países socialistas, lo cual producía grandes demoras, particularmente en el
invierno.
Esa era la situación general para toda la
producción del país. Dependiente, como era, de tecnología, materias primas y de
otros insumos externos.
La enormidad del problema se asociaba
directamente a las posibilidades de sustituciones internas, al grado de avance
tecnológico de las empresas y a la naturaleza estratégica de determinados
sectores productivos. Por lo tanto, era evidente que algunas industrias
precisaban de una atención redoblada en la solución de sus abastecimientos
críticos.
No resulta difícil de entender que, cuanto
más estratégica y de mayor demanda tecnológica requiriese un sector, empresa o
fábrica, mayores eran los obstáculos, tanto por el control externo de la
tecnología, como por el costo de ella, o por los abastecimientos necesarios
para mantenerlos en actividad, o también por el tiempo requerido para
desarrollar capacidades internas que hiciesen posible el dominio de los
respectivos procesos.
Entre esos casos, dada su importancia para
la economía cubana y su característica estratégica se encontraba la industria
del níquel a la cual el Che le prestaba una atención especial. Él me encargó,
como parte de mis obligaciones, cuando era Viceministro para la Industria
Básica, que mantuviera una visita mensual a Nicaro y Moa, acompañado de
funcionarios del Ministerio de Comercio Exterior y de la Junta Central de
Planificación, así como de otros funcionarios de nuestro Ministerio. El
objetivo era examinar de cerca la situación de esas plantas y tomar medidas
prácticas para resolver sus difíciles problemas de funcionamiento y de
abastecimientos y asegurar su producción.
En otras empresas tuvieron que realizarse,
con mucha urgencia, procesos de adaptación tecnológica para nuevas materias
primas con diferentes especificaciones, o sustituir materias primas o
materiales, por otros no accesibles en el mercado. No es necesario resaltar,
una vez más, como muchas de esas adaptaciones “de urgencia” afectaron de forma
sensible la calidad de los productos en general. Recuerdo como, ante la
ausencia de una materia prima usada como agente limpiador en los detergentes en
polvo, recomendé otra, lo cual sabíamos de antemano, irritaría las manos de
muchas amas de casa. Las opciones eran: producir con esta nueva formulación
irritante para un determinado número de personas, o no producir y,
consecuentemente, crear un grave problema de higiene. Evidentemente, optamos
por la primera.
Recuerdo que varios años después, la
Federación de Mujeres Cubanas en La Habana me convidó a que pronunciara una
charla sobre el Che y su actuación como ministro con un grupo de miembros de
esa organización. Durante la conversación, al tocar el tema de la irritación de
las manos por el detergente, les pedí que levantaran la mano a aquellas que
fueron afectadas por ello. Casi todas lo hicieron. Les dije: Les pido disculpas., Yo fui el responsable. Menos
mal, todas comprendieron y se rieron.
Entre las iniciativas para enfrentar tales
desafíos de forma colectiva, integrada y solidaria, se destaca la creación de
los Comités de Industrias Locales (CILOS). Estos Comités constituían una
organización complementaria a las empresas consolidadas, los que tenían el
objetivo de coordinar las fábricas en sus respectivos territorios. Sus
funciones principales eran: prestar ayuda mutua en cuanto a asistencia
técnica-laboral y material entre las fábricas ubicadas en una misma localidad o
región, coordinar actividades e intercambiar materias primas y medios e
producción de uso común, entre otras. Este trabajo de integración ayudó a
resolver muchos problemas con agilidad, en particular los relativos a los
abastecimientos sin necesidad de recurrir a las instancias superiores del
Ministerio.
Los CILOS tendían a crear un espíritu de
apoyo y cooperación entre las diferentes fábricas de una región. Al establecer
ese sistema, el Che estaba “innovando” en términos de organización de la
gestión, a través de la cooperación regional o local, y así ir sembrando las
bases de una sociedad nueva, aunque por la presión de los acontecimientos,
algunos de esos mecanismos no estuviesen completamente articulados entre sí.
·
Viabilizar la construcción de
maquinarias y de piezas de repuesto
El Che había subrayado la urgencia de desarrollar con toda energía la mecánica,
rama fundamental para el desarrollo de una base industrial nacional. Como ese
asunto será uno de los tópicos tratados en el próximo capítulo, sólo
destacaremos aquí su carácter prioritario en las acciones iniciales del
Ministerio.
Si no
lográsemos solucionar los problemas cotidianos relacionados con la maquinaria y
las piezas de repuesto, seríamos vencidos por el bloqueo y por las demás
dificultades ya presentadas. Ocurriría, en un breve espacio de tiempo, un total
estancamiento de la producción industrial en el país, con todas las
consecuencias económicas, sociales y políticas que comprometerían los
propósitos de la Revolución.
En este sentido se dieron pasos firmes
para promover la actividad de construcción de maquinaria en diferentes
provincias; para crear o ampliar talleres mecánicos en fábricas existentes, y
formar aceleradamente - tanto en Cuba como en el extranjero - una fuerza
laboral calificada. Se contrataron y construyeron, con gran celeridad, varias
fábricas de construcción de equipos y maquinarias: Planta Mecánica, la
Industria Nacional de Producción de Utensilios Domésticos (INPUD) ambas en
Santa Clara, y las fábricas de bujías y de bicicletas; la ampliación de
capacidades en la fábrica Cubana de Acero[13];
la ampliación en gran escala de los talleres de mecánica de la industria del
petróleo y del níquel, entre otros.
A la formación de personal calificado se
le dio una atención destacada. Para cada una de estas plantas en el sector de
la mecánica – al igual que se hacía para cada nueva inversión –, al mismo
tiempo que se realizaba la construcción de la misma, se organizaba una escuela
para formar a los obreros calificados y técnicos medios que las mismas
requerirían. Eso se repetía en cada nueva inversión realizada en el Ministerio.
También, se coordinaba con el Ministerio de Educación para la preparación de
personal de niveles básico y medio para las inversiones futuras. Además, se
enviaron muchísimos becarios a los países socialistas que ofrecían
oportunidades de estudio y entrenamiento para nuestro personal. Por ejemplo, en
el período 1963-64 se encontraban 161 becarios en diversos países socialistas
realizando estudios universitarios en Ingeniería Mecánica.
La participación de la clase
obrera fue decisiva en estos esfuerzos. Como se explicó anteriormente, la
creación y funcionamiento de los Comités de Piezas de Repuesto y el Movimiento
Construye tu Propia Maquinaria, contribuyeron en muchas unidades productivas a la solución de
innúmeros problemas.
En ese proceso de desarrollo
de la industria mecánica y de la creación de una capacidad autóctona de
generación de tecnología adecuada a las necesidades del país, se destacaban los
esfuerzos relacionados a la caña de azúcar, dada su importancia para la
economía cubana y las conocidas condiciones, casi inhumanas, de ese cultivo, de
modo especial en las etapas de limpia, cosecha y transporte de la caña. Por eso, destacamos, a
continuación, la experiencia que fue, innegablemente, prioritaria en los
primeros esfuerzos de mecanización agrícola en el país
- Recuperación,
ampliación y desarrollo de la producción
La
mecanización de la cosecha de la caña
Para la Revolución, la mecanización de la
cosecha de la caña de azúcar era de una enorme necesidad que requería de
urgentes soluciones. Recuérdese que el azúcar era el primer rubro de
exportación del país en aquellos momentos.
Resultados importantes de aquella primera
etapa fueron las primeras alzadoras y cortadoras de caña, que abrieron el
camino a la mecanización agrícola cañera y representaron un factor principal en
la humanización y eficiencia del trabajo en esta esfera.
El
corte y alza manual de la caña de azúcar es un trabajo que requiere de grandes
y agotadores esfuerzos físicos como en los tiempos de la esclavitud, agravados
en las condiciones climáticas tropicales y subtropicales.
Además
de esa primordial razón humanitaria, aspectos económicos y sociales también
imponían tal prioridad. Con el triunfo de la Revolución y favorecido por el
amplio proceso de alfabetización y capacitación, se habían abierto muchas y
mejores fuentes de empleo urbano, para la cual se dislocaba gran parte de la
fuerza de trabajo rural. Por tanto, la fuerza laboral para la cosecha de la
caña se había reducido notablemente y eran necesarias grandes movilizaciones de
miles de trabajadores en todo el país - las llamadas Zafras del Pueblo -, para
de modo permanente o de trabajo voluntario, alcanzar los volúmenes previstos de
producción. Esto, sin dudas, desestabilizaba el funcionamiento de los demás
sectores económicos del país, pues de ellos provenían los millares de
trabajadores para el corte de caña.
En
cuanto a la eficiencia productiva, es preciso subrayar que los bajos precios
del azúcar en el mercado mundial exigían una reducción de los costos de
producción y una mayor eficiencia en el trabajo agrícola.
Por
tanto, la mecanización de la cosecha de la caña fue establecida como una de las
más importantes prioridades para las inversiones en la creación de una
industria mecánica nacional. De ahí, resultaron las primeras alzadoras y
cortadoras de caña que abrían caminos a la mecanización de la agricultura
cañera y representaron un elemento esencial en la humanización y eficiencia del
trabajo en esa actividad.
Independientemente de esa evidente y
urgente necesidad, muchas personas veían con escepticismo las posibilidades de
desarrollar una máquina cortadora de caña en Cuba. Sin embargo, no había
alternativas en aquellos momentos. Los principales fabricantes de máquinas para
la cosecha mecanizada eran los Estados Unidos, Australia y Alemania. Otra vez
el bloqueo y la falta de divisas libremente convertibles no permitían otras
opciones.
El Che creó un grupo especial[15]
dirigido por Miguel Ángel Duque de Estrada, Jefe de la Dirección de Asuntos
Especiales y varios ingenieros y técnicos para desarrollar, primero, una
alzadora de caña, la que, con sucesivas modificaciones, resulto un éxito. Esta
máquina ya aliviaba considerablemente el trabajo humano y su eficiencia. Al
mismo tiempo se iba trabajando en una máquina, muy simple, para cortar caña.
En las áreas agrícolas del central Baraguá[16]
existía una máquina cortadora de caña norteamericana, que no fue utilizada
durante la etapa capitalista debido a la férrea oposición de los trabajadores.
Ellos veían a esta máquina como una enemiga que les quitaría puestos de
trabajo. Después de la Revolución, adoptándose una nueva y diferente visión
social y económica de los problemas, el equipo de Duque de Estrada consiguió
hacerla funcionar. Sin embargo, su operación era muy complicada y el estudio
para copiarla fue abandonado.
Al buscar conocer experiencias y recoger
información, de diferentes países, sobre otras máquinas existentes para las
actividades del cultivo de la caña de azúcar, los especialistas cubanos vieron
funcionando y fotografiaron máquinas alzadoras de caña. Con las fotos,
realizaron un verdadero trabajo de ingeniería inversa, construyendo diversos
prototipos, los cuales, después de sucesivas modificaciones, culminaron en una
primera máquina exitosa.
Esa alzadora no estaba considerada en los
proyectos iniciales, sin embargo, aliviaba de forma considerable el trabajo
humano, además de aumentar su eficiencia. Por lo tanto, ya representaba un
resultado alentador que estimuló aún más el proyecto diseñar y construir la
cortadora de caña ya proyectada. Ese proyecto, por otra parte, presentaba
muchos problemas técnicos y prácticos, motivo por los cuales el trabajo se
extendió por varios meses. Sin embargo, fue
concluido, teniendo como resultado la primera cortadora de caña de tecnología
cubana.
En 1962, en una de las primeras Zafras del
Pueblo, Che, operó personalmente, durante un mes, este prototipo de cortadora
de caña en las áreas agrícolas del central “Ciro Redondo”, en la actual
provincia de Ciego de Ávila, Su ejemplo personal significó un estímulo a dicho
trabajo y una muestra evidente del interés directo que él brindó a ese
proyecto. Él quería demostrar y llamar la atención de que era posible diseñar y
construir en Cuba una máquina capaz de mecanizar el corte de la caña. Ese acto contribuía
a comenzar a romper barreras mentales y tecnológicas, resultantes de un
escepticismo generalizado entre los técnicos y productores cañeros.
Ese fue un mes muy duro de trabajo para
él, pues el polvo de la caña y, más aún, el de la caña quemada, le producía
fortísimos ataques de asma. Eso era conocido sólo por sus colaboradores más
próximos. Sólo su acerada fuerza de voluntad le permitió permanecer todo ese
tiempo en el cañaveral.
En la falta de experiencia de los primeros
momentos, el Che no observó que un hombre de su escolta estaba junto a la
máquina y, al arrancarla, golpeo el pie de ese hombre con la cuchilla. Afortunadamente,
él sacó el pie muy rápido, evitando que fuese cortado, solo lastimado. El Che
se sintió muy apenado por ese incidente.
Los frutos de aquellos primeros esfuerzos
en ese campo están hoy materializados en las combinadas cañeras cubanas KTP, fabricadas
en la ciudad de Holguín, las que cosechan alrededor más de un alta proporción
de la caña en cada zafra.
- Otras iniciativas
tecnológicas
Además de lo observado para el desarrollo
de la industria mecánica, era necesario, siguiendo las metas trazadas por el
Che, trabajar intensamente en las modificaciones tecnológicas que permitiesen,
por un lado, adecuar la producción al cambio de materias primas y, por otro,
mejorar las condiciones de trabajo de muchas de ellas.
Las necesidades y tareas impuestas por esa
meta eran enormes en función de las situaciones y desafíos ya presentados al
lector. Entre las principales acciones pueden mencionarse las siguientes:
Ø En
la industria del petróleo se trabajó arduamente para ajustar el proceso de las
torres de destilación dada la necesidad de procesar con mayor eficiencia el
petróleo crudo soviético, con mayor contenido de gases que el petróleo
venezolano.
Ø En
la industria de la goma se estudiaron y realizaron grandes modificaciones
tecnológicas, con vistas a producir neumáticos seguros con las nuevas materias
primas oriundas de los países socialistas.
Ø En
la industria cerámica, para la producción de azulejos y muebles sanitarios,
hubo que realizar grandes modificaciones tecnológicas que posibilitasen la
utilización de materias primas importadas, con especificaciones diferentes a
las que se usaban en la etapa anterior. Eso ocurrió con relación al feldespato,
y a materias primas nacionales, como el caolín.
Ø En
la industria minera se encuentra otro caso importante de esfuerzos tecnológicos
e innovaciones urgentes dirigidos a humanizar el trabajo, siguiendo el mismo
criterio en relación al de la cosecha cañera.
Recuerdo la primera vez que visité, en
1962, las minas de cromo de Cayogüán y Yamanigüey, cerca de Moa. Los antiguos
propietarios de aquellas minas nunca se preocuparon por proveer las más
elementales condiciones de seguridad a sus trabajadores. De un nivel a otro, se
ascendía a pie por planos inclinados construidos sobre rocas húmedas y
resbaladizas, sujetándose de una soga. Debo confesar que, cuando comenzó el
recorrido y comencé a ascender mi primer plano inclinado, sentí un miedo
enorme, pero no podía dejar traslucirlo y hacer el ridículo, sobre todo
sabiendo que hacía poco el Che había visitado la mina y hecho el mismo
recorrido. Los mineros que trabajan bajo tierra, gustan de mostrar y demostrar
a los visitantes las condiciones difíciles en que ellos laboran. Si alguien los
acompañaba sin demostrar miedo en el recorrido, ellos lo atendían y le
respondían sus preguntas; en caso contrario, si se mostraba temor ante el
peligro, paraban el recorrido y no mostraban más nada. Por tanto, bajo la
sonrisa, primero burlona y después de aprobación, subí por todos aquellos
planos. Gané unas palmadas en los hombros como señal de aprobación.
Posteriormente, con asesoría checoslovaca,
esas minas se modificaron y su seguridad aumentó notablemente. Esfuerzos en ese
mismo sentido se realizaron en los trabajos de perforación en las minas de
cobre y de manganeso bajo tierra para reducir los riesgos de silicosis y
manganismo, enfermedades profesionales típicas de la minería.
Otro ejemplo fueron las mejorías
realizadas en la ventilación de varias fundiciones de metal.
Indudablemente, los desafíos inmediatos no
se agotaban con las adaptaciones y mejorías relativas a las materias primas,
materiales, maquinarias, piezas de repuesto y condiciones de trabajo. Como se
mostró, el parque industrial cubano era muy reducido. La propuesta
revolucionaria para promover el desarrollo del país, sumado a la limitación en
la adquisición de bienes en el exterior, colocaba al Ministerio de Industrias
como uno de los principales organismos responsables por el impulso a la
ampliación de ese parque y la urgente substitución de importaciones. Por eso,
otra meta prioritaria que se imponía era:
·
Planificar
y ejecutar las inversiones de nuevas fábricas y las de reposición y ampliación
de las fábricas existentes
Gran parte de las fábricas heredadas del período
pre-revolucionario eran muy antiguas. Otras tenían una capacidad de producción
insuficiente para las necesidades que se vislumbraban, por lo que era necesario
realizar un importante y diverso volumen de inversiones.
A pesar de lo extraordinariamente difícil
que resultaba esbozar en Cuba una estrategia de desarrollo industrial a
principios de los años 60, era imperioso elaborar, al menos, algunos criterios
básicos orientadores para una política inversionista. Ellos fueron:
Ø
La creación de nuevas fuentes
de exportaciones, tomando en cuenta el mercado internacional y las nuevas
relaciones con el campo socialista.
Ø
La sustitución real de
importaciones, utilizando cada vez en mayor medida fuentes propias de materias
primas.
Ø
La especialización de
determinadas ramas de producción.
Ø
El mejoramiento de la
distribución nacional de las fuerzas productivas, localizando las nuevas
fábricas en la propia geografía de los recursos naturales y humanos.
Ø
La creación de relaciones intersectoriales
más estrechas, en primer lugar, entre la agricultura y la industria.
Ø
El establecimiento de un mejor
equilibrio en la producción de medios básicos y de consumo.
Ø
El logro de un mayor nivel
tecnológico y una mayor productividad, principalmente en las inversiones
dirigidas a productos de exportación, con el objetivo de resistir
favorablemente la prueba de la competencia mundial.
La materialización de las ideas sobre la
industrialización del país, a partir de 1960, se inició con negociaciones con
la Unión Soviética y otros países socialistas. Se firmaron convenios de crédito
para la adquisición de un buen número de industrias que se estimaron necesarias
para el desarrollo industrial del país. Un factor de consideración fue la
distribución geográfica de las mismas con vistas a crear nuevos empleos en el
interior del país.
Posteriormente
se comprobó que algunas de estas nuevas fábricas funcionaban con tecnologías
muy atrasadas, requerían de altos niveles de importación de materias primas y
materiales y realizaban producciones de
baja calidad. Recuerdo una de ellas, la de producción de limas necesarias
principalmente para el corte manual de cañas de azúcar, las denominadas Limas
Guaso.
En el Ministerio corrió como broma la frase: “Las limas Guaso son un fracaso”.
El
Che se quejó por estas inversiones y otras que aún no estaban en operación. El
criterio básico utilizado para su selección fue la sustitución de importaciones
utilizando solamente la lista de importaciones realizadas en los últimos años.
La falta de conocimientos y experiencia, el desconocimiento de técnicas de
evaluación de inversiones fueron responsables por estos “fracasos”;
En una
reunión del Consejo de Dirección. Albán Lataste,
un economista chileno, Director de Planificación en el Ministerio. Realizó
severas críticas a estas inversiones. El Che le dijo: Albán, tienes toda la razón, aunque
recuerda que tú estabas conmigo en el grupo que las seleccionó y también
estabas conmigo, en el viaje durante el cual las firmamos.
Después
de estas inversiones él insistió en que las nuevas inversiones debían tener en
cuenta la productividad a nivel mundial.
Varios aspectos vitales encaminados a
servir de punto de sostén al desarrollo económico de Cuba mediante la
transferencia tecnológica debían ser abordados de inmediato. Se trataba
principalmente de:
·
Ampliar la capacidad
energética del país.
·
Crear una base mecánica y
metalúrgica inicial.
·
Ampliar las capacidades de
producción de fertilizantes, textiles y cemento.
·
Desarrollar la industria
extractiva, particularmente la del níquel.
Es bien conocido que al adquirir
tecnologías de muchos países capitalistas desarrollados, muchos de los países
subdesarrollados lo hacen en condiciones onerosas. En ese proceso, aumentan su
dependencia económica y tecnológica y limitan su autodeterminación. Al mismo
tiempo, se produce un fenómeno de descapitalización y desnacionalización que
los hunden aún más en el subdesarrollo. En el caso de Cuba, las relaciones de
nuevo tipo con el campo socialista garantizaron la mayor parte de la
transferencia tecnológica necesaria para edificar sobre bases sólidas la
industria cubana.
El Viceministerio de Construcción
Industrial estaba encargado de dirigir todo el intenso proceso de transferencia
de tecnología, desde los aspectos de negociación hasta los de proyección y
construcción. Este fue dirigido primero por Gustavo “Tabo” Machín[19];
poco tiempo después por José A. Cueto y, a partir de 1962 por Ángel Gómez
Trueba[20].
En ese Viceministerio, se creó también un
equipo para la realización de proyectos de ingeniería. La experiencia de Gómez
Trueba en el desarrollo de esta actividad resulta un testimonio de gran valor.
No se debe olvidar que esos son elementos esenciales para la concreción de
procesos de innovación. Aunque en sus primeras etapas los proyectos civiles
eran más numerosos, para los cuales Cuba contaba con cierta tradición, ese
grupo representó el embrión de lo que actualmente decenas de empresas
proyectistas enfrentan proyectos de mayor envergadura.
También se creó un aparato de construcción
y montaje cuyo desarrollo ulterior ha permitido enfrentar, con una fuerte
participación nacional, obras de mucha mayor complejidad. Por último, comenzó
el desarrollo de un equipo inversionista que posibilitó aumentar gradualmente
una capacidad negociadora propia en los procesos de transferencia tecnológica.[21]
Además de la atención con el personal
especializado a nivel de proyectos y otras tareas, era urgente preparar
personal para operar las nuevas inversiones. Con esa finalidad, en 1964, se
encontraban en entrenamiento, en diversos países, 109 técnicos y obreros
calificados, además de los que se preparaban dentro del propio país.
Era necesario impulsar desde un inicio el
desarrollo energético del país. Con la Unión Soviética se construyeron las
termoeléctricas de Mariel, provincia de Artemisa y Renté en Santiago de Cuba.
Después, se contrataron unidades japonesa para Cienfuegos y checoslovacas para
Cienfuegos, Nuevitas y La Habana. Se logró dar continuidad a la instalación de
unidades de la República Federal Alemana en la vieja planta de Tallapiedra en
la ciudad de La Habana y otra francesa para la termoeléctrica de Matanzas.
El Astillero de Remonta[22]
para la reparación de barcos, contó con la asistencia de la República Popular
de Polonia.
Otro criterio importante en la estrategia
establecida fue el de crear focos para el desarrollo industrial en zonas
atrasadas, combinando ésta con la política de sustitución de importaciones. Esa
determinación originó, por ejemplo, la fábrica de limas y de picos y palas en
Guantánamo y las de electrodos de soldar y alambres de púas en Nuevitas. En la
misma forma se llevó a cabo el Combinado 30 de Noviembre de Santiago de Cuba
para la producción de tuercas y tornillos.
En la industria ligera, las industrias textil
y del calzado fueron de las primeras en recibir un impulso. La hilandería de
Gibara, inició su producción en 1961. Dos
nuevas textileras; Alquitex en Alquízar, y Bellotex en Matanzas fueron
adquiridas. Alquitex se inauguró en 1966, después de la partida del Che.
Bellotex se perdió en un incendio y fue instalada posteriormente.
La importación de sacos de kenaf para
ensacar el azúcar y otras producciones era elevada. Sobre la base de
investigaciones realizadas, se fomentó la siembra de kenaf en la actual provincia
de Ciego de Ávila y en las provincias orientales. Con la fibra obtenida, fueron
instaladas fábricas para elaborar sacos en Santa Clara y Bayamo. En su momento,
estas fábricas concebidas, diseñadas y montadas por especialistas cubanos, eran
de un nivel tecnológico a escala mundial.
La capacidad de producción de harina de
trigo en La Habana y Santiago de Cuba se duplicó y se puso en funcionamiento en
el puerto de La Habana una gran instalación receptora de granos.
Con tecnología propia se puso en marcha la
tenería de Matanzas. En Checoslovaquia se adquirió una gran fábrica de calzado,
la que fue instalada en Guanabacoa,.
En la producción de aceites vegetales se
completó la instalación existente de producción en Regla y Rancho Boyeros. En
1963 se inauguró la fábrica de chocolate de Baracoa, vieja aspiración de los
cultivadores de cacao de esa zona.
La capacidad de producción de cemento fue
más que duplicada con la ampliación de la fábrica “José Mercerón” en Santiago
de Cuba y la instalación de nuevas fábricas en Sigüaney, Sancti Spiritus y Nuevitas, donde
junto con las fábricas de electrodos y alambre de púas, comenzó a configurarse
un importante polo industrial que se completaba con la fábrica de fertilizantes
nitrogenados y la termoeléctrica.
En La Habana se desarrolló la producción
de vidrios planos para la construcción y se amplió la de la fábrica de
botellas. En la Isla de la Juventud, se creó la planta procesadora de caolín,
materia prima para la producción de cerámica de calidad.
La producción de levadura Torula a partir
de mieles de caña, para la alimentación animal, se consideró estratégica. Se
conocía que la operación de esa planta dependería de la coyuntura política, o
sea, de la posibilidad de adquirir pienso en el mercado mundial, y del precio
de la miel de caña. Se contactó con una firma francesa y se obtuvo la
tecnología continua de fermentación, adquiriéndose el suministro y la
asistencia técnica para instalar una planta en el central “Ciro Redondo”, en la
provincia actual de Ciego de Ávila[24].
En la industria química, se instalaron
plantas para la producción de carburo de calcio y de oxígeno, mejorando la
situación de los gases técnicos.
La planta de fertilizantes Cubanitro, en
la ciudad de Matanzas, fue abandonada por su contratista italiano después del
triunfo de la Revolución. Por su importancia estratégica se gestionó ayuda
técnica con el Partido Comunista de Italia, la cual no pudo concretarse y con
la empresa química de Halle en la República Democrática Alemana. La ayuda de
esta última fue decisiva. Para completarla, fue necesario, además, reiniciar
relaciones con proveedores de Inglaterra, Italia, Suiza y la República Federal
Alemana.
La planta siderúrgica “José Martí”
(Antillana de Acero), en el Cotorro, actual provincia de La Habana, era una pieza clave para el desarrollo de las
industrias de construcción y mecánica. La construcción civil y el montaje de la
ampliación de Antillana de Acero, permitió nuclear una fuerte organización de
construcción industrial en la capital.
Un caso relevante de lo que se consiguió
realizar en esa fase de reconstrucción de la capacidad industrial cubana es el
de la planta de níquel “Pedro Soto Alba” en Moa. Esta planta era propiedad de
la empresa norteamericana “Texas Sulphur Co.”. Cuando se intervino por el
Gobierno Revolucionario, aún no estaba terminada su construcción. Su tecnología
era moderna, muy diferente de la de la otra planta de níquel existente en
aquellos momentos[25],
y requería de materiales muy específicos para soportar un proceso basado en
ácido sulfúrico a presión y altas temperaturas, para procesar un mineral en
condiciones muy abrasivas. Al abandonar la planta, los dirigentes y técnicos
norteamericanos que allí se encontraban afirmaron que los cubanos no serían
capaces de terminar la planta y ponerla en operación.
El Che
aceptó este reto. Para ello convocó al Ing. Demetrio Presilla, un especialista
muy bien considerado por la antigua empresa, quien había decidido quedarse en
el país. Las características personales de Presilla, que combinan un espíritu
audaz y de liderazgo, con altos conocimientos de ingeniería y de elementos
prácticos, junto a un espíritu de cubano muy simple, con gran sentido del humor
y del disfrute de la vida hogareña, merecerían un capítulo aparte, imposible de
abarcar en este libro.
Una noche, después de una larga
conversación con el Che, él se comprometió a terminar y poner en marcha la
planta. Necesitaba fundamentalmente de algún personal técnico, que ya había
trabajado en ella, algunos de los cuales estaban trabajando en otras empresas y
otros que habían solicitado abandonar el país.
El Che mandó a localizar a todo ese
personal para reunirse con ellos. A los que habían solicitado la salida del
país les pidió que ayudaran a Presilla a terminar la planta, cuando ella
estuviera lista, él se comprometía a viabilizar su salida[26].
El Che cumplió su palabra.
Presilla recibió un amplio apoyo en
recursos para su obra. En un tiempo breve, la planta estuvo funcionando. Se
puede considerar esa obra como un monumento a la audacia técnica, al esfuerzo
personal y a la capacidad técnica y dirigente de Presilla y a la voluntad y
decisión del Che.
Gómez Trueba, quien fuera Viceministro de
Construcción Industrial, una vez me
expresó que el Che le dijo en una ocasión que, si el Ministerio
administrativamente “volara en pedazos”, quedarían, como su aporte, las
industrias que él hubiera sido capaz de instalar.
Esa gigantesca obra de desarrollar una
nueva infraestructura industrial, permitió formar un equipo de negociadores de
transferencia de tecnología, de proyectistas de plantas y de montadores de
industrias con formación profesional capaz de enfrentar el montaje de cualquier
industria, como se demostró en Cuba posteriormente.
·
Incrementar
la productividad del trabajo introduciendo medidas elementales de
racionalización, normalización y mecanización del trabajo.
La industria del calzado es un ejemplo muy
ilustrativo de los esfuerzos por la racionalización del trabajo.
Al nacionalizarse esta industria, existían
cientos de pequeñas unidades artesanales productoras de calzado conformadas por
núcleos pequeños de trabajadores de baja escolaridad, pocos de los cuales había
completado la enseñanza primaria. Un estudio inicial sobre la elevación de la
productividad en este sector mostraba que mediante simples medidas
racionalizadoras, integrando unidades pequeñas en unidades mayores con cierto
flujo elemental de producción, existía la posibilidad de alcanzar incrementos
sustanciales en este índice.
Sin embargo, esto planteaba un serio
problema social y político: esa racionalización generaría un excedente de
alrededor de 5 mil trabajadores en todo el país, ya que su baja calificación no
les permitía una fácil reubicación en otros centros industriales y la política
de la Revolución se dirigía a lograr el pleno empleo. Se imponía elaborar, por
consiguiente, una fórmula que conjugara creativamente la posibilidad de lograr
los necesarios incrementos de productividad en la industria del calzado y no
producir desempleo. Se trataba de evitar uno de los círculos viciosos que
muchos países subdesarrollados no encuentran cómo romper.
Refiriéndose a esta cuestión, el
Comandante Guevara expresó:
…todo obrero que está de más
en una fábrica es un desocupado social (…) ¿sacarlos para qué?, ¿para botarlos?
No. Para que vayan a escuelas, para que se especialicen (…) de tal manera que
no hay ningún peligro en plantear y aumentar la productividad con la
racionalización de los sistemas y en los lugares que sea preciso con la
instalación de nuevas maquinarias…
Sobre este mismo tópico precisó sus ideas
de la siguiente manera:
La contradicción entre el
avance técnico y el empleo debe resolverse de todos modos mediante el gasto improductivo,
en un régimen de justicia social; nuestro planteamiento es que se valoricen
estos gastos, dándole el énfasis a la preparación de cuadros técnicos.
Como en esos momentos, se daban, los
primeros pasos para crear una base mecánica nacional para la cual escaseaba la
mano de obra calificada, se encontró ahí una excelente oportunidad para colocar
en práctica esa visión defendida por el Che. Aquellos obreros del calzado, que
hubieran podido quedar desempleados, eran parte del potencial nacional para suplir
las deficiencias de la industria mecánica.
Para viabilizar ese potencial, se crearon
las que se llamaron Escuelas Populares - alrededor de 50 en todo el país -, en
las que ingresaron los 5 000 obreros excedentes, sin afectación de su salario.
Primero se trató de elevar su escolaridad hasta 6to grado y después fueron encaminados,
para calificarse en los distintos oficios necesarios a los talleres e
industrias mecánicas de las distintas provincias.
Esta tarea no resultó fácil. Crear,
organizar y dotar de personal docente adecuado en 50 escuelas en todas las
provincias requirió de un serio esfuerzo de todo el equipo de la Dirección de
Capacitación. Participé en algunas reuniones con estos trabajadores para
explicarles el proyecto. Muchos comprendieron y aceptaron la idea, pero otros
se resistieron a cambiar de oficio o a incorporarse a la industria mecánica.
Esto último se manifestó particularmente en el caso de algunas mujeres.
Recuerdo algunos casos. Una muchacha, en particular, me resultó simpática por
la forma en que dijo, marcando bien las palabras:
-
Yo- no- voy- para- la-
industria- mecánica. Yo quiero ser enfermera o artista.
Tuve que explicarle que, para poder entrar
en cualquiera de estas profesiones, tenía que estudiar. Por tanto, le pedimos
que entrara en la Escuela, alcanzara el 6to grado y después
discutiríamos su traslado. Ahí nos dimos cuenta de que era necesaria cierta
flexibilidad, la que discutimos con el Che. Finalmente, no todas fueron para la
industria mecánica. No recuerdo si alguna se hizo enfermera o artista, pero no
quedaron desempleadas.
De esta forma se resolvieron tres
problemas: se incrementaba la productividad de la industria del calzado
mediante procesos de concentración y racionalización; se atendió, de inmediato,
un problema político al no producirse desempleo y se apoyó el desarrollo de la
industria mecánica, mediante la formación de recursos calificados en todas las
provincias. Estos obreros, por otra parte, con su nueva formación tendrían una
mayor remuneración y posibilidades de seguir avanzando en la industria mecánica
mediante sucesivos procesos de capacitación y entrenamiento. Esto no les
hubiera sido posible en su oficio
anterior.
Es importante observar que este tipo de
desafío no ocurre exclusivamente en determinadas etapas de desarrollo de un
país. Al contrario, él está cada vez más presente e intensificado por la
elevada rapidez de los cambios tecnológicos y obsolescencia de las tecnologías,
así como por las crecientes exigencias para el aprendizaje de nuevas funciones.
Este es, por lo tanto, un problema permanente para los formuladores e
instrumentadores de las políticas social, industrial
y educacional de cualquier país, particularmente subdesarrollado.
En el año 2002, la agroindustria azucarera
cubana realizó un profundo proceso de reestructuración, en el que 70 centrales
azucareros dejaron de producir azúcar para reconvertirse en empresas y granjas
productoras de alimentos y forestales para el pueblo. Más del 60% de las áreas
agrícolas, anteriormente cañeras, se dedicaron a otros cultivos[29].
Como resultado de este proceso más de 8 mil trabajadores fueron enviados a
formarse y recibir entrenamiento en otras funciones, sin afectarse su salario,
para ser reubicados posteriormente en otros puestos de trabajo.
·
Promover
y posibilitar la participación directa de la clase obrera en la solución de los
problemas.
Es un deber destacar la singular y
decisiva participación de la clase obrera cubana en el proceso de construcción
de la base industrial. Para canalizar debidamente esa poderosa fuerza, era
necesario estimular esa participación de forma organizada. Los Consejos
Técnicos Asesores, los Comités de Piezas de Repuesto, y el Movimiento Construye
tu Propia Maquinaria, contribuyeron en cada unidad productiva a la solución de innumerables
problemas
La respuesta altamente positiva de los
obreros cubanos a los llamados para su participación masiva en la solución de
los innumerables problemas que diariamente se presentaban en la producción y en
las tareas del desarrollo científico-técnico, fue, sin dudas, uno de
los logros más importantes del Ministerio de Industrias.
El Che nos instaba a estimular en todas
partes el aporte de la inteligencia creadora de las masas trabajadoras y a usar
esta vía como método de vital trascendencia política para la selección,
desarrollo y promoción de cuadros de dirección.
En este sentido subrayaba:
…si todo el mundo trata con
afán investigador de ir un poquito más lejos, de agregar un granito a cada
cosa, de poner un ladrillito donde estaba el último, todas esas son cosas que
están en la naturaleza humana, que también tenemos que saber aprovecharla y
saber impulsar y desarrollar a toda la gente que a todos los niveles demuestra
esa inquietud. A todos los obreros que hacen máquinas, a todos los obreros que
inventan fórmulas, a todos los obreros que se preocupan por la racionalización
del trabajo que es más difícil todavía que buscar una máquina (…) a esa gente
hay que darle la oportunidad de [llegar a ser] director”.
Los
Comités de Piezas de Repuesto fueron creados prácticamente con la creación del
Ministerio. Enfrentaron una tarea extraordinariamente difícil, para la cual el
país carecía de tradición, de experiencia y, en muchos casos de bases técnicas
y materiales mínimas; carecía, inclusive, de los propios talleres donde
ejecutar sus trabajos.
Se
promovió el Movimiento Construye tu Propia Maquinaria, dirigido a contribuir
con la iniciativa e inventiva de los trabajadores a vencer, con soluciones
propias, el bloqueo imperialista impuesto a nuestro país.
La actual Asociación de Innovadores y
Racionalizadores (ANIR) tuvo su germen de inicio en los Comités de Piezas de
Repuesto, en los participantes en el Movimiento de Construye tu Propia
Maquinaria.
La creación de los Consejos Técnicos
Asesores constituyó otra medida práctica para incorporar a la clase obrera a la
solución de los problemas de la producción.
El Consejo Técnico Asesor de una fábrica
estaba integrado por sus obreros más destacados, que asesoraban al
administrador sobre las medidas prácticas a tomar. Es bueno recordar que en
aquellos momentos prácticamente ningún administrador poseía nivel técnico o
experiencia en la producción de la fábrica que dirigía. Los consejos debían,
además, estudiar la solución a los graves problemas de las piezas de repuesto y
proponer medidas relacionadas con la racionalización de los procesos de
producción y el aumento de la productividad del trabajo, así como realizar
otras tareas de similar naturaleza.
Los consejos fueron una importante
herramienta revolucionaria en la intensa lucha de clases que se desarrollaba en
el país, en medio de la cual los obreros tenían que enfrentarse, bajo
condiciones en extremo difíciles, a los complejos problemas de la
producción. Sobre ellos decía el Che:
El Consejo Técnico Asesor es,
pues, el laboratorio experimental donde la clase obrera se prepara para las
grandes tareas futuras de la conducción integral del país. Tiene que ir
desarrollando a todos los obreros susceptibles de ser elevados técnicamente y
proponerlos, junto con los sindicatos, para las distintas escuelas que se están
formando; debe trabajar constantemente para que se mejoren los niveles técnicos
de los obreros, ya que el sindicato y las organizaciones revolucionarias se
encargan de elevar su nivel cultural e ideológico.
Yo atendía, como Viceministro para el
Desarrollo Técnico, el Departamento de Inventores y Racionalizadores creado por
iniciativa del Che. La atención que debía dársele a cada persona que traía un
posible invento debía ser atendida, independientemente de la viabilidad de su
propuesta.
Aparecieron muchas iniciativas
importantes. Sin embargo, independientemente de esto, un aspecto a tomar en
cuenta era que, aunque la propuesta de un invento no fuera factible, ese
“inventor” era una persona que pensaba, que estaba interesada en dar su aporte
al avance de la producción, aunque muchas veces su propuesta no fuera viable
debido a que le faltaban elementos técnicos que él desconocía. Por tanto, en
muchos casos, esas personas fueron enviadas a tomar cursos técnicos y de
superación cultural.
En ese Departamento se recibieron algunos
inventos que merecen ser recordados con humor. Estaban relacionados con la
cosecha de la caña. Uno fue el helicóptero para cortar caña. El inventor trajo
un dibujo de un helicóptero volando invertido con las aspas afiladas para
cortar la caña.
El otro fue el prototipo de una bota para
cortar caña. Uno de los movimientos que más cansan en el corte manual, es la
inclinación continuada del cuerpo para poder dar un corte bien abajo. La bota tenía
montada en su frente una enorme tijera que se accionaba con una palanca
lateral, que salía también de la bota, la cual se accionaba a la altura de la
mano del cortador, sin necesidad de inclinarse. El problema de este invento era
que la bota con sus aditamentos pesaba tanto que la persona que la usara se
hundiría en el terreno.
Aparte de esos ejemplos humorísticos,
muchos problemas importantes fueron resueltos por la iniciativa de técnicos y
trabajadores. Entre ellos, destacase el caso, ya mencionado de los hermanos
Steere, que traspasaron al gobierno la fundición de su propiedad en Camagüey y,
como técnicos brindaron una inestimable contribución a la industria cubana. En
particular crearon el sistema Steere de fundición de gran eficiencia, que elevaba
la calidad de los productos. Máximo Steere recibió varias condecoraciones, como
trabajador destacado del Ministerio y Héroe del Trabajo Socialista. El Che les
tenía gran respeto y les profesaba un cariño especial. Muchas veces visitó es
fábrica y conversó largamente con los Steere.
Otro resultado importante fue el caso de
la máquina de fabricar pelotas de beisbol. La falta de pelotas que antes se
importaban de los Estados Unidos, en un momento dado, puso en peligro la
celebración de los campeonatos de este deporte, el más popular y que recibe
gran atención del pueblo cubano. La solución estuvo dada por la máquina ideada
por los hermanos Sarabozo para fabricar estas pelotas en Cuba. El pueblo cubano
no perdió la posibilidad de disfrutar de su deporte favorito.
En
otro caso, las bombas para la venta de gasolina usaban unos flotadores internos
que comenzaron a echarse a perder por su uso prolongado, más allá de lo
especificado. Esos flotadores eran importados. Un operario del ICP, encontró la
solución salvadora: sustituir los flotadores por bagá, una madera bien porosa y ligera.
La
impresionante flota de automóviles y camiones de origen norteamericano todavía
existente, en la mayoría de los casos con más de 60 y hasta 70 años de vida, es
una prueba irrefutable de la disposición y creatividad de la clase obrera
cubana para resolver los problemas de las piezas de repuesto.
Continuará
Ver Guevara 1966h, pp. 665-722.
Sáenz & García Capote, 1989, op. cit.,
pp. 37-54.
Ver Viceministerio para el Desarrollo Técnico, 1964, pp. 267-268