Por Girardo Mazola
Leo a veces muchos comentarios de auto proclamados economistas.
No soy contrario a que se enjuicie críticamente lo que se hizo antes y se hace ahora pero como parte de la agudizada estrategia imperial de destruirnos hay comentarios críticos que parecen diseñados por los que nos acosan o que con ingenuidad de sapiencia intelectual en las gradas de la plaza de toros piden al torero que haga tal pase de otro modo pero sin bajarse a la arena.
Monreal distribuye desde el extranjero cuanta crítica conoce o las propias; en este caso el artículo de Juan Ferrán sobre el desagradable incidente ocurrido en la apertura del nuevo mercado de Cuatro Caminos.
Antes pronosticó y reiteró que el audaz incremento salarial del sector estatal provocaría un inevitable aumento de todos los precios por las sacrosantas leyes de la economía sin considerar lo que pueden hacer las masas, como lo hicieron, para evitarlo.
Por cierto Ferrán lo inicia aludiendo a la información crítica que los medios de información cubanos publicaron de inmediato señalando las fallas de los organizadores de no haber previsto lo que ocurrió.
Algo que fue fatal y lamentable; muy lejos de lo que debió ser. Conllevará sanciones pero sobre todo aporta una experiencia para no ser ingenuos.
Se habla con profusión en el artículo de las dificultades que tenemos, de los problemas con el desabastecimiento pero no se dice una palabra del implacable bloqueo que se recrudece cada día con el objetivo de provocar eso.
No lo cito para no ser repetitivo pero desde 1960 un dirigente de la cancillería norteamericana dijo con absoluta claridad que ese era el propósito.
Dentro del comentario se insertan consejos a partir de una pretérita experiencia de Ferrán que se convierten en críticas implacables a los que hoy, en las circunstancias más que difíciles, tratan de enfrentar las amenazas de liquidarnos.
Dice con un contagioso espíritu animoso y combativo: “El martes fue abierto nuevamente el centro. Al parecer con normalidad, dentro de lo que cabe. Finalmente estará condenado a la penuria mercantil, al igual que el resto de las instalaciones minoristas” “La inversión en tal monstruo debió costar millones de dólares. No se informa su monto”
Y hasta citando a la excelsa poetisa matancera añade: “Si deseaba rescatarse como obra emblemática, debió cargarse al capítulo de cultura. No es una inversión productiva. Abastecerla para el debut habrá significado despojar aún más la exigua disponibilidad de otras tiendas. La oferta minorista cubana es, probablemente, la peor del mundo. Es lógico que el ansioso público acudiera masivamente a un establecimiento que ofrecía soluciones a sus insatisfechos deseos solventes. Como diría Carilda Oliver, muchos acudirían a comprar una ilusión”
Como conocedor de la ciudad describe cómo era ese mercado antes. Yo también lo conocí. Muchas veces acosado y sin apenas dinero fui con otros compañeros a mitigar el hambre en sus modestos restaurantes de comida china porque además los proletarios de allí nos protegían. Le faltó decir que los esbirros de Batista, entre ellos el jefe de la prisión de El Príncipe compraba allí alimentos casi descompuestos como alimento de los encarcelados entonces para enriquecerse y que dentro de sus trabajadores más humildes, canasteros, hubo una activa célula de combatientes del MR-26-7 entre los que se destacó Betancourt que fue después presidente del INDER y Primer Secretario del PCC de La Habana.
Se había convertido en un adefesio y me agradó que lo restauráramos como sitio de cierto emblemismo de la ciudad.
Y vaticina para contribuir a elevar el ánimo combativo de nuestro pueblo: “Es una inversión que no rendirá económicamente, como reclama el Gobierno. Para los consumidores será alegría de caballo capado”
Se habla del gobierno no como su gobierno.
¿Piensan realmente Ferrán y Monreal que difundiendo estas ideas contribuyen a que mejoremos?
Mazola
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Por Pedro Monreal
Estimado Mazola,
Tomo nota y respondo lo que considero que pudiera ayudar a conducir una discusión constructiva, al tiempo que ignoro las cosas que me parecen despropósitos que no merecen atención, como es el caso de todo eso acerca de si “distribuyo” críticas, o el supuesto “diseño” de mis comentarios críticos, o si soy un “autoproclamado” economista.
Hay tres aspectos que motivan comentarios: tu pregunta final, la posición desde donde se ejerce la crítica, y la cuestión de los precios.
Comienzo por tu pregunta final: ¿contribuyen esas ideas a que mejoremos? Por supuesto que sí, y la razón me parece clara: la política económica debe estar informada por la evidencia, la cual no se limita simplemente a los datos, sino también a las conclusiones que se extraen de esos datos. La crítica económica -cuando se hace desde datos y con un método adecuado- siempre produce evidencia robusta. Ciertamente, pudiera ignorarse la evidencia, pero eso siempre va a tener consecuencias. Si la evidencia no concuerda con una idea preconcebida o ilusoria, usualmente quien -a la larga- sale magullada no es precisamente la evidencia.
Hablas, con desaire, de algo a lo que llamas la “sapiencia intelectual” que se hace “desde las gradas”. Estimado Mazola, ese es un viejo ardid para evadir discusiones serias. ¿No te parece un argumento muy simplón eso de decir que para que la crítica sea aceptable hay que “bajarse a la arena”?
En las gradas y en la arena están quienes la vida ha puesto en esos lugares distintos. Por supuesto que esa diferente posición en la sociedad condiciona experiencias y visiones diferentes, pero eso no anula la legitimidad, ni menoscaba automáticamente la valía de las opiniones de quienes están en uno o en otro lugar. El contrapunteo entre unos y otros es parte de un necesario proceso de aprendizaje colectivo. En Economía, la producción de conocimiento no funciona como un acto de iluminación. Considero que eso se entiende bien en Cuba. De hecho, el Presidente lo dice con frecuencia. Me llama la atención el reduccionismo con el que percibes el tema.
Sobre la cuestión de los precios, simplemente ofreces una visión distorsionada de lo que he escrito. A ver si nos entendemos: la preocupación con el efecto inflacionario del alza de salarios y pensiones estuvo incluida, desde el principio, en el anuncio oficial de la medida. De hecho, el tema ocupó un tiempo considerable de las mesas redondas de aquellos días. Es decir, los funcionarios cubanos entienden eso a lo que tú llamas “las sacrosantas leyes de la economía”.
Lo que dijeron todos los economistas que pude leer en esos días -no solo fui yo- es que, en condiciones de oferta restringida y demanda incrementada, se producen episodios de inflación reprimida. En otras palabras, con independencia de que la cifra se mantenga inalterable en una etiqueta o en una tablilla de precios, la inflación se manifiesta en forma de escasez y activación del mercado negro. Nada nuevo, por cierto. Es un perro que ha mordido varias veces.
De nuevo, los funcionarios obviamente entienden ese argumento y por eso dijeron que se iba a trabajar por el lado de la oferta.
Mi crítica sobre la gestión de la política de precios se concentra en dos puntos específicos. Para empezar, la impresión que ha querido darse acerca de que ha podido contenerse la inflación debido a los controles y congelamientos de precios, en combinación con eso a lo que tú llamas “lo que pueden hacer las masas”, es una impresión falsa, al menos por dos razones. En primer lugar, porque la gestión ha recaído fundamentalmente en un incremento de la oferta mediante la importación de alimentos, la cual, en productos claves como la carne de pollo y el arroz, han registrado “saltos” en lo que va de año 2019. Siempre he dicho, que es una medida correcta, aunque limitada. En segundo lugar, es evidente que la inflación reprimida se ha manifestado en los productos para los que las importaciones no se han podido hacer en la cuantía necesaria. Eso lo explicó hace poco la ministra de comercio interior. Importar para aumentar oferta que compense un incremento de demanda originada en mayores salarios tiene límites en un país como Cuba.
Mi segunda crítica ha sido que la parte “administrativa” de la gestión de precios (controles, congelamientos, restricciones de venta, etc.) es precisamente la que ha limitado el incremento de la oferta interna de alimentos. El punto es importante pues esas medidas “administrativas” no han tenido un papel importante en modificar el desequilibrio básico de oferta y demanda en un momento dado, pero pueden tener efectos negativos a nivel productivo a más largo plazo. Como he dicho antes, la oferta aumentó en el corto plazo porque se incrementaron las importaciones de alimentos. Sin embargo, ese esquema de controles y congelamientos de precios debe haber tenido un efecto negativo en la generación de oferta interna de alimentos porque impide el funcionamiento de los precios precisamente en el sector (agro) donde las relaciones de mercado son mas intensas en Cuba.
Considero que, a diferencia del plano más general sobre precios, oferta y demanda, aquí existe una discrepancia entre lo que pienso y la visión que creo entender que tienen los funcionarios que se han pronunciado sobre el tema. Mi punto es simple: o funcionan relaciones de mercado y PYMES en el agro y en la agro-industria, o la oferta de alimentos no saldrá del limbo en que se encuentra. El intento de reactivar el mecanismo de Acopio y algunos puntos de la ley de cooperativas agropecuarias expresan nociones que no reflejan la evidencia que existe sobre el sector.
Entonces, estimado Mazola, como esa es mi opinión la seguiré diciendo y con mucho gusto intercambiaré con quien desee hacerlo de manera constructiva, para mejorar, como tú dices.
Si alguien decide darle una interpretación desafortunada a lo que digo, te aclaro que ya estoy acostumbrado a capear ese tipo de toros.
Un brazo,
Pedro