Por Leandro Zipitría Deambrosio
Doctor en Economía (2017) por la Universidad de San Andrés, Argentina. Es investigador del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales, Udelar, Uruguay y fue su Director en el periodo 2021-2024. Su actividad académica se centra en analizar la dispersión de precios en los mercados, regulación económica y organización industrial. Sus trabajos han sido publicados en revistas académicas de primer nivel internacional. En Cuba ha escrito sobre el rol de los mercados en la asignación de recursos y de las instituciones en el funcionamiento de la economía, incluyendo un libro en coautoría sobre regulación económica en países en vías de desarrollo. Página web personal: https://leandro-zipitria.com/.
El objetivo de este capítulo es comprender la racionalidad económica de la planificación centralizada en Cuba. La planificación es una herramienta central de la política económica cubana que repercute fuertemente en el funcionamiento de sus empresas públicas. La planificación cubana tiene sus orígenes en el cambio social sistémico que implicó revolución bolchevique de 1917 en Rusia, donde se estatizaron gran parte de las empresas y se procedió a la planificación centralizada de la economía.1 La racionalidad de este instrumento se basaba en el control social de los medios de producción con el objetivo de alcanzar un Estado comunista (Lenin, 1919).
Esta planificación originaria asignaba recursos a unidades productivas –y consumidores a través del racionamiento de bienes y servicios– transformando a la economía en una gran empresa donde los distintos emprendimientos eran sus unidades.2 No es el objetivo de este capítulo discutir la racionalidad política de la planificación centralizada, sino alertar de sus limitaciones para el desarrollo pleno de la economía cubana. La planificación conlleva un control general de la economía, que requiere monopolios por parte de las empresas públicas en diversos sectores y políticas sociales que garantizan el pleno empleo de trabajadores que, dado este entorno institucional, tienen baja productividad y reciben muy bajas remuneraciones. Este conjunto de políticas destruye los incentivos a producir bienes y servicios, que es la principal restricción que enfrenta la economía cubana: la escasez endémica de productos.3 Si bien existen factores exógenos a la economía, como el bloqueo comercial y –principalmente– financiero impuesto por Estados Unidos, no son la única ni la última explicación del bajo desempeño económico de Cuba.
Se presentan las principales ideas económicas subyacentes a la planificación centralizada de la economía, sus potenciales beneficios y sus abundantes falencias. Esta planificación está atada a otras políticas –propiedad social y monopolios– que profundizan los problemas de incentivos más que contrarrestarlos. En conjunto, y más allá de los factores externos, se puede señalar que la ineficiencia de la economía cubana tiene su origen en el desconocimiento de los principios económicos –incentivos– que guían a los agentes tanto como consumidores como productores. Esto produce despilfarro, presiona a las menguadas arcas públicas y determina la imposibilidad del gobierno de cumplir con sus obligaciones, independientemente de los recursos con los que cuente. Se discuten las políticas que siguieron los países que tuvieron planificación centralizada de la economía para mejorar sus indicadores económicos, así como las piedras en un camino complejo y duro de acomodamiento del aparato productivo.
Por último, se recuerda que todos los gobiernos de los países planifican sus actividades y presupuesto, asignando recursos ya sea económicos o subsidios a las actividades productivas que se quiere desarrollar o fortalecer. Modernizar el funcionamiento del Estado cubano es un requisito indispensable para mejorar la calidad de vida de las personas. Existen experiencias exitosas, y también fracasos exitosos, que permiten trazar un camino para el diseño de políticas que alcancen el objetivo de cualquier gobierno: mejorar la vida económica de sus ciudadanos.
3.1. Planificación económica La planificación y el mercado
La revolución bolchevique en Rusia tenía como objetivo la supresión de las clases sociales (Lenin, 1919). Luego de la revolución, el Estado asumió el control de la propiedad de los medios de producción y pasó a gestionar la economía en su conjunto. La asignación de los recursos pasó entonces a estar centralizada y dirigida a los fines que el Estado considerara pertinente. La planificación de la economía era un instrumento para alcanzar el desarrollo económico, que a su vez se entendía como un proceso rápido de industrialización (Lange, 1958). La planificación debía ser “activa” ya que no era solamente coordinar las actividades de la economía, sino que tenía que establecer las líneas de desarrollo económico del país (Lange, 1958: 6).
En términos generales en estas economías centralmente planificadas la asignación de recursos establece qué bienes y servicios reciben las empresas o sectores.4 Por contraposición, en las economías no planificadas los gobiernos planifican el dinero que van a destinar a las actividades del Estado (educación, salud, seguridad, defensa, entre otras) y las instituciones que reciben los fondos lo destinan a comprar bienes y servicios o pagar salarios.5 Con el dinero que reciben, las instituciones compran sus bienes y servicios en el mercado para llevar adelante sus fines.
La planificación de la economía sumado a la propiedad estatal de todas las empresas llevó a la desaparición de los mercados. Al ser la economía una gran empresa la asignación de los recursos no requiere un mercado para el intercambio, ya que esto funciona entre empresas no dentro de una empresa. Por tanto, los mercados solo tienen sentido en este sistema para el consumidor final. Sin mercados, las economías planificadas eran guiadas por los intereses, objetivos o deseos del planificador central y no necesariamente por el valor relativo de los productos que generan. Las decisiones de los gerentes de producción en las empresas no se guían por la obtención de beneficios, como en las empresas capitalistas, sino que siguen las reglas y objetivos impuestos por el planificador (Lange, 1936).
Durante la primera mitad del siglo xx la discusión en la ciencia económica se centró en el rol de los precios en economías planificadas (Dobb, 1933; Lerner, 1934; Lange, 1936; Hayek, 1945). más allá del problema técnico de si pueden existir precios “de mercado” en una economía planificada que tengan un rol similar al de las economías de mercado (Lerner, 1934; Lange, 1936), uno de los principales proble- mas que se señaló al funcionamiento de las economías planificadas fue el del volumen de información que requieren los planificadores para tomar decisiones adecuadas y rápidas en la economía (Hayek, 1945). Llevar adelante la producción centralizada de múltiples mercados sometidos a shocks muy diversos con efectos locales y agregados, requiere obtener y procesar un volumen importante de información, destinar gente capacitada a la tarea. Este proceso es lento y costoso. Hayek (1945) sostenía que los mercados resolvían el mismo problema de forma descentralizada de forma más eficiente a través de los pre- cios. Cuando los precios suben hay escasez relativa de los productos y esto lleva a aumentar la producción o al ingreso de nuevas empresas al mercado. Este proceso se da en forma espontánea entre los productores y consumidores de ese mercado, sin necesidad de que actúe ningún otro agente.
Por su parte, von mises (1949) señala que la ausencia de precios de mercado lleva a que en las economías planificadas no se pueda saber que actividades son beneficiosas, ya sea para el planificador o la sociedad.6 Este es un problema mucho más relevante que el de procesar la información. Los precios en los mercados reflejan la escasez relativa de los productos, si los precios están subiendo esto es una señal para que los productores aumenten la producción o entren nuevas empresas. Es decir, los precios expresan la escasez relativa de los productos, lo que lleva a aumentar la producción. Además, los precios de mercado permiten evaluar el desempeño de las empresas ya que son la señal de su rendimiento. Las constantes intervenciones de precio en la economía centralmente planificada, hacen imposible determinar qué empresas son viables, dado que el precio de los insumos y productos no refleja su escasez relativa, son un mero instrumento contable en donde la cantidad es la variable relevante. Esto impide conocer con exactitud cuantas del total de las empresas estatales son viables económicamente, es decir, pueden producir con algún beneficio. Con los precios controlados centralmente es imposible determinar cuando la asignación de recursos es eficiente.
Todas las economías enfrentan escasez, tanto sean planificadas como de mercado. La ciencia económica es el estudio de cómo asignar bienes escasos a fines múltiples, es decir, encontrar las mejores reglas para la toma de decisiones en entornos donde no se puede alcanzar todos los fines que la sociedad quisiera. Para los economistas mejores es equivalente a eficientes, es decir, encontrar la combinación de insumos que permite obtener el máximo de producción, evitar el desperdicio.
La escasez implica que toda decisión de política económica conlleva un costo de oportunidad: construir un hotel implica dejar de construir viviendas o escuelas. En economía el verdadero costo de cualquier actividad no es el costo de los productos o el esfuerzo de llevarlo a cabo, es el costo de las alternativas que se dejan de lado. El Estado, como cualquier otro agente económico, toma decisiones que tienen costos de oportunidad: comprar arroz implica dejar de comprar medicamentos, comprar gasolina dejar de comprar carne. Los costos de oportunidad pueden ser mucho más altos que el costo monetario; asignar gasolina para los carros en vez de la electricidad puede generar apagones, estos apagones pueden echar a perder alimentos o impedir la producción de las empresas que utilizan la energía eléctrica como insumos y las pérdidas pueden ser millonarias.
Los desarrollos del último siglo han permitido establecer medidas de bienestar –excedente del productor, excedente del consumidor, excedente social– para medir si los agentes económicos están mejor o peor ante alternativas de políticas. Estas herramientas permiten determinar cuál es la mejor medida entre las propuestas para alcanzar una determinada meta. Sin embargo, esta visión pasiva de los agentes ha evolucionado fuertemente con el desarrollo de la teoría de juegos en el último medio siglo. Consumidores, empresas y burócratas son agentes que alteran su comportamiento de acuerdo con las reglas que le impone el entorno. Este cambio en el comportamiento se realiza de forma estratégica: los agentes intentan manipular las reglas a su favor si esto les permite obtener una ganancia mayor, y no siguen pasivamente los deseos de quien diseña las reglas.7 Algunos autores que escribieron sobre la planificación conocían estos problemas; Lange señalaba que el plan se podía llevar a cabo o bien a través de órdenes administrativas, utilizado inicialmente apelando al patriotismo y la conciencia socialista (Lange, 1958: 3), o bien utilizando incentivos económicos (Lange, 1958: 8).8 Los incentivos morales son acotados y funcionan siempre que los agentes vean sus beneficios.
Dobb (1933) señalaba que en una economía socialista las reglas de funcionamiento difieren de una economía de mercado. Sin embargo, un incentivo fundamental para la toma de decisiones son los precios, no importa el tipo de economía que se analice. Los consumidores lo son en cualquier economía, tienen sus preferencias –gustos– por bienes y servicios, los ingresos que reciben –por transferencias o por trabajo– y responden a los precios independientemente de quién los haya establecido. La publicidad o la propaganda influyen sobre los gustos, pero en cualquier caso los consumidores van a considerar los precios para elegir los productos. Lange señalaba que el racionamiento tenía sentido en una economía en donde los estándares de vida se encontraban en un mínimo sicológico (textual), pero que una vez que las economías crecían lo suficiente se debía reemplazar por un mercado para los bienes de consumo (Lange, 1936: 70). Una de las razones que llevaron a establecer precios bajos para los productos en economías planificadas es permitir el acceso a los consumidores de bienes o servicios a los que de otra forma no pueden acceder con sus ingresos.9
En términos generales, los consumidores responden cambiando su demanda en forma inversa a los cambios de precios: si el precio sube, los consumidores buscan alternativas y la demanda disminuye. Las políticas de precios bajos (como la que hay en Cuba), en términos de la comparación internacional, determinan que la demanda presione sobre la cantidad de productos que se requiere producir. Si la energía eléctrica es gratis o su precio es muy bajo, todo el mundo instalará un aire acondicionado y pondrá la temperatura a 16 oC, aun cuando el funcionamiento eficiente es a 21 oC. Si los combustibles cuestan la décima parte del precio internacional del petróleo, habrá más autos circulando por más tiempo de lo que es adecuado. En ambos casos, los consumidores están actuando en forma consistente independientemente del sistema social imperante: si se quiere un determinado bien o servicio –un clima agradable– y el precio es irrisorio, se demanda del bien hasta la cuota o hasta que mis ingresos lo permitan. Es decir, aún en economías planificadas, los consumidores responden a los precios. Por el lado de la demanda, los precios son señales claras de la escasez relativa: si el precio es bajo o cero, se entiende que el bien es abundante.10
Es del lado de la oferta donde aparecen las diferencias entre las economías planificadas y las economías de mercado. Estas diferencias se manifiestan en la conjunción de tres factores: la planificación centralizada de la economía, la propiedad social de los medios de producción y el monopolio de las actividades de producción. Esta interacción se traduce en la imposibilidad de abandonar la escasez independientemente del grado de desarrollo de la economía. A vía de ejemplo, la economía soviética de la década de los años ochenta del siglo xx era mucho más desarrollada y rica que la economía rusa de la década de los años diez del mismo siglo, y sin embargo aún tenía problemas crónicos de escasez en productos básicos (Kenez, 2006). No es el caso de la economía china, que comenzó con una fuerte escasez y un muy bajo desarrollo económico al inicio de la revolución maoista y se desarrolló fuertemente en las últimas cuatro décadas (Naughton, 2007). ¿Qué explica estas fuertes diferencias? Sin lugar a duda existen múltiples fenómenos que pueden influir en trayectorias económicas tan diferentes, pero estos tres elementos sumados a la fuerte incorporación de China a los mercados internacionales son una gran explicación de los resultados.
Al asumir todos los procesos económicos el Estado, la economía se transforma en una gran empresa y al igual que las empresas en economías de mercado se requiere asignar recursos entre las distintas unidades. El planificador tiene una tarea similar al gerente de una empresa en una economía de mercado, al determinar la cantidad de bienes que van a una u otra unidad de producción. En adelante cuando se haga referencia a empresas en economías de mercado y países centralmente planificados se nombrara como equivalente organizaciones. Si dentro de una organización las distintas divisiones utilizan insumos unas de otras, entonces hay que fijar un precio de transferencia entre las distintas unidades (Radner, 1986).
Coase (1939) señala que dentro de una empresa es el empresario quien coordina las actividades en vez del mecanismo de precio. En las empresas –organizaciones– no hay mercados de compra y venta de productos, así que las reglas para transferir los bienes y servicios entre unidades y los precios que se determinen por estos son relativamente arbitrarios y pueden ser diseñados por la propia empresa (Radner, 1986: 6).11 Por tanto en una economía donde todas las empresas son del mismo dueño los precios no dan señales para la toma de decisiones entre las distintas divisiones/establecimientos/empresas. La planificación no es muy diferente en una economía planificada, donde toda la economía es como una gran empresa, y en una empresa en una economía de mercado ya hay que fijar metas, verificar su cumplimiento y en caso de diferencias proponer ajustes.
Una diferencia entre ambas organizaciones está en la regla que se sigue para medir las metas: en las economías de mercado son los beneficios que obtienen las distintas unidades, mientras que en las economías planificadas es la cantidad de productos. La ejecución de la planificación en estas organizaciones se basa en la autoridad, ya que a diferencia de los mercados los recursos se mueven por decisiones jerárquicas. Un trabajador puede cambiar de empresa porque el salario o las condiciones laborales son mejores, pero dentro de una organización se mueve entre divisiones porque se le ordena que lo haga (Coase, 1939).
Para el análisis de los problemas de las economías socialistas centralmente planificadas se expone el rol de la asimetría de información en economía, un fenómeno general que refiere a la forma de comportamiento de los agentes. Los agentes en cualquier organización tienen distinta información sobre variables relevantes para la toma de decisiones. Al suponer que hay un decisor que tiene que tomar una medida de política económica, por ejemplo, construir un hotel, el decisor no conoce el mercado ni lo opera, por lo que tiene que pedir a otra información. Esta no está públicamente disponible o el decisor no puede obtenerla por sí mismo, así que delega en otra persona para que se la entregue, la obtenga o la procese. El decisor se beneficia de obtener la información correcta, dado que si el hotel es exitoso puede, por ejemplo, conseguir recursos para financiar otros proyectos (por ejemplo, un hospital). En cambio, si la decisión es mala puede verse obligado a perder dinero –los hoteles son inversiones hundidas, una vez realizadas no se recuperan– o tener que sostener personal en una actividad no rentable –al mantener el hotel abierto–.
La interrogante es si el agente consultado tiene incentivos a revelar su información de forma honesta o utilizarla a su favor si esto le induce algún beneficio. Es decir, el decisor tiene un interés por el proyecto, suponiendo que es el planificador y ese es el interés de la sociedad, pero el agente consultado también tiene un interés –privado– y a la vez tiene o puede acceder a la información que el decisor necesita – por ejemplo, obteniendo materiales para la construcción que puede desviar o porque puede dirigir el negocio con posterioridad y obtener un salario o productos en especie–. En estos casos, los economistas suponen que los agentes no siempre van a informar de forma veraz al decisor, y se estudia en que marco –incentivos– si lo hace. El problema de información asimétrica entre un decisor y un agente informado está presente en todo momento y es independiente del sistema económico, es un problema de relación entre seres humanos.12
3.2. La triada: planificación, propiedad y monopolio
El primer paso de las economías socialistas luego de los procesos que llevaron a la toma del poder, ya sea a través de revoluciones China, Rusia, Vietnam– o la invasión –Polonia, Yugoslavia, Checoslovaquia, entre otros–, fue establecer la propiedad social de los medios de producción. Este proceso extingue la propiedad privada de los medios de producción, aunque mantiene la propiedad privada de algunos bienes personales de los ciudadanos. La propiedad privada de los bienes establece que quien la posee puede dar el uso que entienda al bien, excluir a terceros de utilizarlo y disponer del bien para venderlo o regalarlo a un tercero.13 La propiedad privada es distinta de los bienes privados que es una propiedad de los bienes. En particular, bienes privados son los que se pueden excluir a terceros de consumir el bien y cuyo consumo reduce la cantidad disponible para los demás –bienes rivales–,14 por ejemplo, el combustible es un bien privado dado que se puede excluir a la gente de su consumo –no le da gasolina si no paga– y, además, lo que consuma deja menos al que viene luego. El aire es un bien no rival, dado que en general existe en tal abundancia que el consumo que se haga no disminuye la cantidad disponible para otros. Hacer cumplir los derechos de propiedad tiene costos, independientemente del sistema económico. En las economías capitalistas uno de los roles que se asigna al Estado es el de hacer cumplir los derechos de propiedad contra los riesgos de expropiación por parte del propio Estado o de privados. Leyes claras, acceso a la justicia y jueces capacitados, forman parte del marco institucional necesario para hacer cumplir estos derechos, por ejemplo, la Property Rights Alliance elabora un indicador de protección de los derechos –privados– de propiedad que muestra diferencias importantes entre países capitalistas.15
No existe una definición económica de propiedad social de los bienes similar a la de propiedad privada, pero se puede entender que en vez de ser un individuo o una entidad –empresa– la dueña de los bienes es el Estado, es decir, la propiedad social de los bienes se da cuando son propiedad privada del Estado, el representante de la sociedad. Es el Estado, o quien sus representantes designen, quien ejerce los derechos de propiedad. En estas economías, la figura que asume el rol de “dueño” en términos de disponer el destino de los bienes es el planificador central, que es quien determina qué se produce, a donde van los recursos, quién los utiliza y cómo.
Si hacer cumplir los derechos de propiedad es costos en las economías capitalistas, aun cuando el afectado por una violación de sus derechos está correctamente identificado, más aún en las economías socialistas donde el dueño del derecho y quien puede ejercer la reclamación es difuso. En particular, el “dueño” está lejos del proceso productivo, y esto da amplia potestad a quienes trabajan en la organización para disponer de los bienes –ya sean insumos o productos–, dado que es información privada el destino que le dan.
Este fenómeno está potenciado por la escasez crónica en estas economías como resultado de un conjunto de factores. Las políticas de bienes racionados, los que no se asignan por precio como los bienes de la libreta de racionamiento y el establecimiento de precios por debajo de los de mercado generan incentivos privados a desviar los recursos públicos al mercado informal. Es una reacción completamente racional: mis ingresos son bajos, pero tengo a mi alcance bienes escasos que otros quieren, pero no acceden, entonces puedo venderlos y ob tener una fuente adicional de ingresos.
El fenómeno de desviar recursos de terceros para beneficio personal es bien conocido en la literatura económica de la teoría del agente principal y surge porque el principal no cuenta con instrumentos para disciplinar al agente debido a que este obtiene beneficios privados porque cuenta con mayor información. El resultado de la propiedad social de los medios de producción, las dificultades de hacer cumplir estos derechos y la escasez generalizada en estas economías es una primera fuente de ineficiencias: el desperdicio de recursos producto del robo y las dificultades para hacer que los productos sean utilizados en los destinos establecidos por el planificador.
Un segundo problema asociado a la propiedad social de los medios de producción refiere a la asunción de riesgos. Como señala von Mises los directores de empresa en las economías planificadas no corren los riesgos que si corren los empresarios en las economías de mercado: “todos los peligros y la inseguridad caen sobre la sociedad, el dueño exclusivo de todos los recursos disponibles” (mises, 1949: 705).16 Esto genera incentivos en los directores de empresas públicas a sobre demandar recursos para llevar adelante actividades que el planificador no está en posición de evaluar de forma adecuada (recordar el problema de información asimétrica).
Esto se ve agravado por la ausencia de medidas adecuadas de evaluar los resultados. Mientras que la medida de resultado de las empresas en economías de mercado es el beneficio económico –diferencia entre costos e ingresos–, en las economías planificadas es cumplir las metas cuantitativas. Estos dos elementos, ausencia de riesgo y evaluación cuantitativa de la gestión, potencian los incentivos a sobre demandar recursos para alcanzar las metas o llevar a cabo proyectos que beneficien a los directores (si el proyecto es exitoso, me beneficio, si falla, paga el planificador).
En parte, la forma de limitar esta sobre demanda es imponer la planificación, donde se asigna un conjunto acotado de recursos a los directores. Pero esto lleva nuevamente al problema original: el planificador no sabe cómo es el proceso productivo y depende de un tercero interesado para asignarle los recursos. A su vez, este lo sabe y va a solicitar la mayor cantidad de recursos posibles –dado que no corre riegos y permite con más facilidad cumplir las metas–, y el planificador responde imponiendo una restricción a los recursos que le asigna que no necesariamente está relacionado al propio proceso productivo.
A lo anterior se suma otra característica de las economías planifica- das: el monopolio. En las economías de mercado existen monopolios en algunas actividades, pero no en todos los sectores de la economía. El monopolio es la excepción y no la regla en las economías de merca- do, y en general hay normas que buscan fomentar la competencia en- tre empresas. La existencia de alternativas permite a los compradores –consumidores o empresas– la libertad de elegir sus productos y con esto los oferentes. Debido a la existencia de monopolios y garantías asociadas al empleo no es creíble que una empresa pueda cerrar. Este cierre implica la desaparición completa de los productos que produce, ya que debido a que las empresas son monopólicas no existen alternativas. Los directores de las empresas saben que no hay alternativas para el planificador y esto los pone en posición de sobre demandar productos. El planificador termina asignando recursos a actividades que no son económicamente rentables, solo para sostener algo de producción, reproduciendo con esto la escasez general de la economía. Es el problema de las restricciones presupuestales blandas un problema dinámico de incentivos del planificador quiere cerrar a las empresas no rentables, pero como son monopólicas llegado el momento de hacerlo le resulta imposible; la amenaza no es creíble.
Monopolio y planificación se retroalimentan para potenciar la escasez y el desperdicio de recursos. La planificación central se basa en establecer metas medibles para el planificador y la empresa: tantos kilos de pollo para cada hotel, tantos galones de gasolina para empresa, tantas mesas para cada oficina y así sucesivamente. Sin embargo, para algunos bienes la cantidad no basta, se requiere establecer su calidad. Si bien la gasolina se puede verificar su calidad de octanos, ¿cómo podemos definir una “mesa”? ¿Es un escritorio o una mesa de comedor? ¿Es cuadrada o redonda? ¿De madera, compensado o metal? ¿A medida o estándar? ¿Se entrega o se instala?
En términos económicos, la planificación es un contrato que establece condiciones a las partes: se reciben estos bienes y tiene que entregar estos otros bienes o servicios a tales empresas, organismos o personas. El gran problema es establecer la calidad de los productos, donde la calidad incluye no solo las características físicas del producto sino también el momento de entrega. Aunque este último pueda ser establecido en el contrato, cuando hay monopolios es difícil de hacer cumplir y es fácilmente renegociable dado que no hay penalidades dentro de una organización.
En una economía de mercado obtener productos con la calidad buscada se puede resolver de dos formas. En primer lugar, reclamando judicialmente a la empresa que incumple los plazos de entrega por los daños y perjuicios. Constatado el daño ocasionado, la justicia obliga a pagar al demandado y el incumplimiento se transforma en una pérdida para esta empresa. Las empresas saben que esta posibilidad existe y esto las disciplina. Alternativamente, la empresa o el consu- midor pueden recurrir a proveedores alternativos de los productos. Esto es una sanción aún más fuerte, ya que la empresa deja de tener clientes y beneficios que es su medida de éxito en las economías de mercado. Eventualmente, hace quiebra y, a diferencia de las empresas en economías centralmente planificadas, sale del mercado, es decir, la competencia permite mejorar la asignación de recursos y castiga a las empresas ineficientes.
Previamente se mencionaron tres explicaciones a la escasez generalizada de productos: la ausencia de riesgo –producto de la propiedad social de los medios de producción–, la cantidad producida como medida de éxito –en vez del beneficio, la diferencia entre ingresos y costos– y el monopolio de las actividades productivas. Estos tres fenómenos llevaban a sobre demandar productos, lo que resultaba en la imposición de restricciones vía planificación, pero las empresas en economías planificadas tienen problemas adicionales que resultan en una menor productividad. La diferencia entre las empresas en economías de mercado y organizaciones en economías planificadas es el conjunto de instrumentos disponibles para que los agentes revelen su información. De los problemas de información privada más relevantes que enfrentan los gerentes o directores de empresa es lograr que sus trabajadores se esfuercen.17 Cuánto esfuerzo destinar a una tarea es en general infor- mación privada de quien lo realiza. Estar ocho horas en el trabajo no es señal de esfuerzo, solo de disponibilidad de tiempo. Los trabajadores pueden estar ocho horas mirando Facebook sin realizar ninguna tarea productiva.18 Cuanto más se esfuercen los trabajadores, mayor la probabilidad de que la producción de la organización aumente.19
Una solución para incentivar a los agentes a esforzarse es pasar riesgo a los trabajadores y atar el salario al resultado de la empresa pagando compensaciones variables con el resultado. Atar el salario al resultado de la empresa tiene sentido toda vez que exista una vinculación entre el esfuerzo y resultado; por ejemplo, si el tipo de cambio fijado por el gobierno está en 120 pesos cubanos por dólar y el mercado paga 250, por más que los funcionarios se esfuercen en conseguir clientes, nadie querrá vender sus dólares. Por tanto, los trabajadores de las casas de cambio oficial no son responsables de que no haya ventas. Otra solución es que los trabajadores queden a cargo del emprendimiento, ya que todas las pérdidas y ganancias son de ellos y pagar un fijo al estado, como sucede con los taxis.
Así surge el problema de la interacción entre información asimétrica y planificación económica. La planificación establece metas en términos de productos que deben alcanzar las distintas unidades productivas. Los trabajadores tienen que esforzarse para alcanzar esa meta y esto tiene un costo para el agente.20 Cumplir la meta puede permitir alcanzar un determinado beneficio extra al agente, pero también el riesgo de que el planificador revise las metas y las aumente. Es el llamado efecto trinquete: una vez que el trabajador cumple una meta, queda atrapado en un escalón más alto de producción (Roland, 2000). El trabajador lo sabe y se encuentra ahora con un problema dinámico: si cumple la meta gana algo en el corto plazo (si es que hay premios por cumplimiento de las metas), pero debe esforzarse más en adelante sin compensación si las metas se revisan al alza.
Si no se puede implementar incentivos positivos a cumplir las metas –premios por desempeño o traspaso de la propiedad– y los salarios son bajos en las economías planificadas, se puede recurrir a las sanciones. En las empresas es común que se pueda despedir a los trabajadores que no trabajan o que incumplen sistemáticamente las metas. Esto no es un instrumento disponible en las economías centralmente planificadas, donde las sanciones en el ámbito laboral –y muchas veces los premios– no responden a criterios económicos. Las economías centralmente planificadas garantizan el pleno empleo como una característica positiva del sistema, aunque en términos de incentivar esfuerzos es contraproducente.
Pero para que los trabajadores se esfuercen el salario tiene que pagarles al menos el esfuerzo. Si el salario que reciben les permite pagar un cartón de cigarros en el mercado informal, pues entonces nadie se esfuerza. Y la economía cubana paga salarios muy pero muy bajos, lo que desestimula el esfuerzo. El movimiento de los trabajadores del sector público al privado, aún a profesiones más sencillas o menos motivantes, responde a que el salario que se ofrece es mayor. Por tanto, la productividad de las empresas cubanas es baja en parte debido a que los salarios no compensan esfuerzo de tipo alguno.
Los salarios son bajos por la interacción entre planificación y monopolio de las actividades productivas.21 En las economías de mercado las empresas tienden a competir por los trabajadores y el salario es uno de los instrumentos que utilizan para recompensar a los trabajadores valiosos (productivos). Al ser el gobierno el único empleador, esta competencia desaparece y aquel puede establecer un precio de monopsonista deprimiendo y homogeneizando los salarios.22 La ausencia de alternativas hace poco atractivo esforzarse y, parafraseando a Lange (1958) es difícil apelar al patriotismo durante seis décadas y obtener un retorno económico de acuerdo.
La homogeneidad de los salarios genera otro problema adicional de incentivos sobre los agentes, que es el de selección de la actividad laboral. En economías planificadas, donde los salarios tienden a ser similares –la política salarial tiende a estar muy comprimida dentro de una actividad y entre actividades– lo que puede ganar un ingeniero y un administrativo no es muy diferente, aun cuando el nivel de esfuerzo para ser ingeniero y trabajar como tal es en general mucho mayor.23 Si los futuros trabajadores esperan salarios similares independientemente de la profesión que elijan,24 pero deben realizar esfuerzos mayores en algunas de estas, entonces seleccionan las actividades que requieren menos esfuerzo personal.25 Este tipo de selección genera desperdicio de talentos –capital humano– que son necesarios para el crecimiento y desarrollo del país.
En resumen, la interacción entre planificación económica, propiedad estatal y monopolio conspiran para generar incentivos a la producción y a la eficiencia –uso racional– del uso de los recursos. La planificación establece metas cuantitativas donde la medida de éxito es su cumplimiento, generando incentivos a sobre demandar recursos debido a que los directores no son los dueños de los medios de producción. Asimismo, al enfrentar monopolios en todos los sectores, es imposible hacer creíble el cierre de empresas. Por último, el monopolio de la demanda de trabajo permite deprimir los salarios y, sumado a políticas de pleno empleo y homogeneidad salarial, conspiran a incentivar el esfuerzo de los trabajadores. ¿Qué hicieron los países con economías centralmente planificadas para crecer de forma exitosa? Modificar las tres características mencionadas: abandonar la planificación (crear mercados para tener precios y adoptar los beneficios como medida de éxito), permitir el ingreso de empresas en los mercados, y transferir la propiedad a los trabajadores.
Citas
1 Debe señalarse que la planificación y el racionamiento en los mercados también se aplicó en las guerras del siglo xx en los países europeos, en particular en Alemania e Inglaterra.
2 Esta es la visión inversa de Holmström (1999) que ve a las empresas como “econo- mías pequeñas”.
3 Al momento de escribir este tema, además de alimentos, productos de limpieza y gasolina, el bien visiblemente más escaso es el dólar.
4 Si además hay racionamiento, también se establece que reciben los consumidores.
5 En más detalle, en Uruguay los recursos se asignan a partidas presupuestarias específicas y con esto queda establecido su finalidad, por ejemplo, cuando se asigna recursos al rubro 11.300 se está asignando para el pago de salario base –excluidas compensaciones de cualquier tipo– y esos rubros no pueden ser utilizados para otros fines. En este marco, los únicos recursos que pueden ser asignados de forma discrecional son los llamados de “libre disponibilidad”.
6 Este problema se puede observar en Cuba en la discusión sobre si 400 empresas están en pérdida o no, lo que es imposible de saber dado que los precios a los que venden están establecidos centralmente.
7 Esta es una diferencia entre la literatura tradicional en economía, donde se supone que los agentes son individualistas y siguen su interés personal, de la literatura marxista donde los individuos siguen los intereses del colectivo y no el personal.
8 Sobre los incentivos económicos, el autor solo los menciona.
9 En las economías de mercado se utilizan transferencias dirigidas específicamente a la población vulnerable. Con esos ingresos los agentes compran los bienes que desean según sus preferencias, y el nuevo ingreso, a los precios de mercado.
10 Esto no implica un cuestionamiento a la conciencia de clase de los cubanos.
11 El problema de los precios de transferencia es un complejo tema tributario también. Uno de los temas más complicados es determinar la tributación de productos cuando empresas en distintos países transan entre sí, dado que tienen incentivos a poner precios mayores donde los impuestos son menores.
12 Un detalle del problema se puede encontrar en el capítulo 2 de Laffont y martimort (2002).
13 Véase: Core-Econ. Propiedad privada. Disponible en: https://www.core-econ.org/ the-economy/book/es/text/01.html#propiedad-privada.
14 Véase: Core-Econ. Bien privado. Disponible en: https://www.core-econ.org/ the-economy/book/es/text/50-02-glossary.html?query=bienes+privados
15 Véase: Property Rights Alliance. International Property Rights Index 2023. Dis- ponible en: https://www.internationalpropertyrightsindex.org/
16 Por eso se utiliza director de empresa y no empresario para hacer referencia a los que dirigen las empresas estatales cubanas.
17 Este es uno de los factores más mencionados en el caso cubano, la falta de productividad de las empresas; en otros términos, de sus trabajadores.
18 Cumplir el horario solo indica que el trabajador concurrió al lugar de trabajo, no que trabajó.
19 La vinculación entre esfuerzo y producción no es directa, ya que hay factores ajenos que pueden influir en el resultado, por ejemplo, la pandemia afectó el resultado de la industria turística a pesar de que los trabajadores pusieron su mayor esfuerzo en el trabajo.
20 Nuevamente, el costo es en términos de costo de oportunidad, es decir, de la alternativa que puede realizar a estar en ese trabajo, típicamente, ocio.
21 Otra de las razones puede estar relacionada a la visión desde el lado de la oferta del costo de los bienes, o teoría objetiva del valor. De acuerdo a marx (1867[1990], tomo 1, sección primera), el valor de los bienes depende del trabajo necesario para producirlos, los que a su vez están atados al costo de los productos necesarios para la subsistencia de los trabajadores. Si el precio de estos productos es bajo, entonces el salario del trabajador puede ser bajo y el precio final de los productos también. No hay en esta teoría rol alguno para la demanda, y los trabajadores y consumidores —o el mismo agente en su doble rol— es completamente pasivo y responde solo al valor de la canasta de consumo.
22 La homogeneidad de los salarios es otro de los postulados de las economías cen- tralmente planificadas. Es decir, es una restricción en los hechos a las herramientas disponibles para aumentar los incentivos al esfuerzo de los trabajadores.
23 Al menos en términos de tiempo y dedicación al estudio.
24 Las profesiones que pueden cambiar la trayectoria de largo plazo de la economía son en general las que requieren mayor tiempo y dedicación de estudio.
25 Alternativamente, los que tengan mayores capacidades serán los primeros en abandonar el país (la “empresa”). Gran parte de los primeros emigrados en Cuba fueron profesionales.
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