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Luego de obtener Chávez su resonante triunfo en las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, despliega una vigorosa ofensiva para radicalizar la Revolución. Entretanto, Washington y la contrarrevolución interna no bajan el telón y preparan el contraataque. Incrementan las falacias mediáticas dentro y fuera de Venezuela, y actúan para hacer fracasar la Reforma de la Constitución –eje de los nuevos planes del barinés-, desestabilizar la economía, generar incertidumbre ante los nuevos cambios, dividir a las huestes bolivarianas, opacar el brillo internacional del gobierno bolivariano y desgastarlo sin piedad. Buscan crear escenarios favorables para derrotarlo, e incluyen la opción de otro golpe de Estado y una eventual intervención militar multinacional, guiada por el águila.
Centran la arremetida en el proyecto socialista que ha enarbolado Chávez desde enero de 2005, e impulsa ahora con más bríos. Rechazan la nacionalización de empresas básicas, la incautación de varios latifundios y la confiscación a empresarios especuladores. Y lo que más impugnan, pues piensan que es la rampa ideal para lanzar la contraofensiva, es que no se renueve por el gobierno la concesión a Radio Caracas Televisión (Rctv). Se frotan las manos. Imaginan que tal medida abrirá una puerta ancha a sus planes, pues suponen que suscitará un abrumador rechazo debido al nexo del tema con la libertad de expresión.
Chávez ha soltado la bomba el 28 de diciembre de 2006, en un discurso a la Fuerza Armada Nacional: “(…) no habrá nueva concesión para ese canal golpista de televisión, que se llamó Radio Caracas Televisión (…)”. Y advierte sin ambages a los demás medios privados: “No se va a tolerar aquí ningún medio de comunicación que esté al servicio del golpismo, contra el pueblo, contra la nación, contra la independencia nacional, contra la dignidad de la República, Venezuela se respeta”.
El expediente oficial es riguroso: Demuestra la complicidad de Rctv con el golpe de Estado de 2002, refiere la transmisión de mensajes que incitan al odio y señala la difusión de programas violentos y de alto contenido sexual en horario infantil, violatorios de normas del Estado.
Las serpientes se alborotan. Al ver las barbas de Rctv arder, cunde el pánico en el bando contrario y también prolifera la arrogancia de muchos, alentados desde el norte. Ocurre una reacción de solidaridad entre los grandes medios de comunicación privados, dentro y fuera de Venezuela, primero en tono defensivo y después pasan a la ofensiva. Tergiversan el carácter y el fundamento de la medida. Esgrimen que Rctv es uno de los dos principales canales del país y el más antiguo de Venezuela, con una elevada teleaudiencia; aducen que se trata del cierre ilegal de una televisora privada; machacan la idea de que está en peligro la libertad de prensa y de expresión, y acusan al Presidente de dar pasos hacia un régimen de pensamiento único, antidemocrático, dictatorial, socialista, comunista…
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Debido a que los partidos opositores no han podido reponerse de la derrota electoral de diciembre de 2006, sucede un hecho inesperado: El 21 de mayo de 2007, una semana antes de que cesen las transmisiones de Rctv, y en días posteriores, irrumpen en las calles grupos de estudiantes universitarios de Caracas y otros en el interior del país. Exhiben una imagen distintiva: sus manos están pintadas de blanco o cubiertas con guantes quirúrgicos de ese color.
Igual que las cargas bélicas, la acción es impetuosa. Enarbolan consignas pacifistas y de disfraz apolítico, y no admiten que participen dirigentes partidistas en sus actividades. ¿De dónde surge esta sorpresa?
Sus líderes son estudiantes formados entre 2005 y 2006 por agencias controladas por el gobierno de los Estados Unidos, especializadas en derrocar gobiernos con métodos de apariencia no violenta. Esos jóvenes son capacitados por los fundadores de OTPOR¡ (Resistencia) en Serbia, donde por primera vez se utiliza –al comenzar el siglo xxi–, el nuevo arsenal contrarrevolucionario ideado por la CIA en la post Guerra Fría. También se adiestran en el Instituto Albert Einsten (IAE), de Boston, y en el Centro internacional sobre Conflictos No violentos, en Washington. Aprenden la experiencia y los métodos no violentos de las llamadas “revoluciones de colores” y del “golpe suave”, cuyo artífice principal es el estadounidense Gene Sharp, fundador del IAE.
Chávez comprende enseguida que está en marcha un plan adversario nuevo, y busca antecedentes. Desde el fin de la Guerra Fría, los métodos de intervención del imperio han sido adaptados a los nuevos tiempos. La promoción de golpes militares contra gobiernos considerados enemigos, es sustituida por variantes sofisticadas de injerencia y desestabilización, a través de entes civiles.
Surgen así las llamadas revoluciones de colores, a favor de la hegemonía neoliberal, que se extienden en países y territorios de la antigua Unión Soviética desde finales del siglo XX, por ejemplo, la Revolución de las Rosas (Georgia, 2003), Revolución Naranja (Ucrania, 2004) o Revolución de los Tulipanes (Kirguistán, 2005). Después se expanden al mundo árabe, con el apoyo de las grandes potencias aliadas de Washington.
Al igual que dirigentes de esos procesos, y de otros posteriores, varios estudiantes venezolanos, entre ellos Yon Goicochea y Juan Guaidó, reciben cursos sobre métodos subversivos no violentos. La guía principal es el libro De la dictadura a la democracia, escrito en 1993 por Gene Sharp y publicado por el Instituto Albert Einstein (IAE), del cual él es fundador. Este instituto hace parte del amplio entramado oficial y privado estadounidense (público y soterrado), encargado de actuar en otros países por medio de líderes de la sociedad civil, favorables a su hegemonía. Diversos datos confiables, coinciden en que la CIA mueve la batuta.
Figuras como Srda Popovic, quien fue la cabeza del movimiento estudiantil serbio Otpor! contra el gobierno de Slovodan Milosevic, obtuvo su formación en el IAE. Tras la derrota de este en el 2001, Popovich crea su propia entidad especializada en luchas no violentas y se hace famoso realizando charlas y formando activistas de numerosos países. Entre sus alumnos están, según él mismo reconociera, integrantes del movimiento estudiantil venezolano “manos blancas”.
La metodología descrita en la obra de Sharp, consiste en un amplio repertorio para socavar el poder de los adversarios. Se basa en diversas formas no violentas de acción, y en el respaldo de gobiernos e instituciones extranjeros al movimiento subversivo.
El objetivo de esta estrategia, según Sharp, es que el gobierno a derrocar pierda la capacidad de controlar las instituciones y los procesos económicos, sociales y políticos.
Su tesis fundamental es que toda estructura de poder, se sustenta en la obediencia de los sujetos a las órdenes de los dirigentes. Por consiguiente, si la gente no obedece, los líderes no tienen poder. Así de simple. Aunque los métodos a emplear y sus dinámicas específicas en cada país, son complejos y sin escrúpulos.
Para el fundador del IAE, el sujeto “revolucionario” de su relato no violento son “los demócratas”, término que engloba a trabajadores, estudiantes, empresarios e incluso banqueros, y el enemigo es “la dictadura”. Ambas nociones (“democracia” y “dictadura”) Sharp las formula de modo genérico, a fin de que puedan ser empleadas en diferentes contextos, siempre acorde con la ideología burguesa.
Identifica cuatro formas de lucha no violentas: protesta, persuasión, no cooperación e intervención. Entre las 198 variantes que detalla en el apéndice de su libro (fruto evidente de un colectivo de analistas de la CIA), estas categorías abarcan métodos como manifestaciones y marchas, huelgas (tanto de trabajadores como de empresarios y estudiantes), boicots de consumo y de suministros, obstrucciones no violentas, ocupación de lugares públicos y creación de gobiernos paralelos.
Sharp no excluye el uso de la violencia. Señala que en determinados casos y momentos puede ser necesaria contra la “dictadura”, aunque buscando reducir el número de víctimas. Una línea clave es el aval externo: el boicot económico internacional, los embargos, la ruptura y enfriamiento de relaciones diplomáticas, expulsar a la “dictadura” de organizaciones internacionales, lograr la condena por alguno de los cuerpos de las Naciones Unidas, y otros pasos semejantes.
Por último, el autor se refiere al papel de las fuerzas armadas en la derrota de la “dictadura”. Para ello, insta a buscar la división en el seno de los cuerpos militares, con llamados a no reprimir y al amotinamiento, y a procurar un golpe de Estado final que derroque al gobierno, en caso de que “los demócratas” no lo hayan logrado antes.
“Nuestra estrategia está basada en los postulados del Dr. Gene Sharp –y el Albert Einstein Institute, de Boston– y, en especial, en su ensayo titulado De la dictadura a la democracia”: Así lo reconoce en su página web Robert Alonso, militante ultraderechista venezolano de origen cubano vinculado a la CIA, y principal ideólogo de las guarimbas en Venezuela. A confesión de parte, relevo de pruebas…
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Los hechos que ocurren entre el 21 y el 29 de mayo en torno al conflicto de Rctv, evidencian el proceder “no violento” copiado por el “movimiento estudiantil de las manos blancas”. Realizan marchas, protestas ante edificios oficiales, cierre de avenidas, actos simbólicos –como cubrirse la boca con adhesivos o colocar la bandera al revés– y otras acciones semejantes, con puestas en escena para ser captadas por las cámaras de televisión, nacionales y extranjeras. Resultan heridos una docena de policías y más de 20 estudiantes, cuatro de balas disparadas por civiles incógnitos, miembros del operativo contrarrevolucionario.
Su argumento principal es que “el cierre” de Rctv es un gravísimo atentado a la libertad de expresión y a la democracia venezolana. Durante las acciones, incumplen normas legales y desafían a las autoridades del orden, a fin de ser reprimidos y que tales imágenes muestren el carácter opresor de la “dictadura”. Al unísono, la orquesta internacional toca la misma partitura made in USA. Varios entes expresan su rechazo al “cierre” de Rctv, y acusan a Venezuela de violar los derechos humanos y la libertad de expresión. Entre otros, participan: la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, Human Rights Watch, la Sociedad Interamericana de Prensa, Reporteros sin Fronteras, el gobierno y el senado de los Estados Unidos, el senado de Chile y la Unión Europea. Por su parte, muchas cadenas de televisión en el mundo occidental replican el show y critican la medida, al igual que la gran prensa escrita y en numerosos sitios de la red, sobre todo de la América Latina, los Estados Unidos y Europa.
Una falacia sostiene el edificio de mentiras: dicen que el Gobierno no ha renovado la concesión de Rctv, por las críticas de este medio al presidente Chávez. La verdad es que el 90 % de los canales de TV abierta de Venezuela, y de las emisoras de radio, pertenecen al sector privado; lo mismo ocurre con 118 periódicos de cobertura nacional y regional. Ellos disfrutan plena libertad de expresarse, no obstante sostener, casi todos, una férrea oposición al Gobierno. Ni un solo periódico, canal de televisión o emisora de radio, ha sido cerrado o víctima de la censura por su visión política y/o por contradecir al Presidente. Y ningún periodista ha resultado condenado a prisión o castigado por hacer su trabajo, a pesar de los excesos cometidos y del abierto compromiso de varios con la contrarrevolución.
También escenifican un melodrama cursi. A la protesta estudiantil, añaden la “victimización” de algunos artistas y periodistas, que inundan las pantallas de lágrimas y nostalgias. Rctv y sus acólitos, producen así en esos días su última telenovela por capítulos, hasta que la señal se apaga el 27 de mayo a las 11:59 pm. Minutos después de terminarse la concesión, sale al aire el canal Televisora Venezolana Social (Tves), el primero en el país de servicio público.
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Chávez se ha documentado sobre los antecedentes del nuevo plan imperial, y dirige de modo sereno el contraataque sin alterar su programa de trabajo. Miles de estudiantes y pueblo en general, apoyan en las calles la decisión del gobierno. Se realizan varias cadenas oficiales de radio y televisión, para explicar el desarrollo de la confrontación y las razones de la medida. La Guardia Nacional Bolivariana actúa firme y ecuánime. Y para coronar la victoria, el 2 de junio de 2007, ante un enjambre de personas que desbordan la espaciosa Avenida Bolívar, en Caracas, el líder de la boina roja analiza lo acaecido, arma el rompecabezas y orienta seguir en ofensiva.
Cincuenta días antes, el 11 de abril, en el V aniversario del golpe fascista, él ha recomendado al pueblo no subestimar al adversario, y sus palabras cobran vigencia: “El diablo no duerme, decía mi abuela, hay que recordarlo, y el enemigo, nuestro enemigo que sabemos cuál es, el imperio norteamericano, no descansa ni descansará para tratar de detener la Revolución Bolivariana”.
Esa vez, mientras el público no cesa de gritar consignas y de aplaudirlo, formula otra idea previsora: “Nunca el imperio nos reconocerá, no perdamos el tiempo en eso (…)”. Tampoco lo hará la oligarquía criolla, asegura: “Podrán decirlo y darse golpes de pecho, pero es mentira, nunca nos aceptarán. Si alguno de nosotros continúa en ese error, salga de ese error. Nunca la oligarquía venezolana, nunca el imperio norteamericano nos aceptará, siempre estarán fraguando maniobras para tratar de sacarnos de aquí, a menos que nosotros cambiemos y nos entreguemos a ellos; pero eso aquí no está previsto”.
¡Palabras de valor perdurable! Él sabe que existen personas ingenuas confundidas, incluso dirigentes del proceso, quienes aún no han comprendido, o no aceptan –porque a lo más son reformistas–, la incompatibilidad del proyecto bolivariano con el entramado del gran capital nacional y el imperio.
Ahora, en la Avenida Bolívar, la muchedumbre oye de sus labios una tesis del marxista italiano Antonio Gramsci, que ha repetido otras veces: “Aquí en Venezuela, no lo olvidemos, desde hace varios años estamos en una verdadera crisis orgánica, una verdadera crisis gramsciana, una crisis histórica. Lo que está muriendo se niega a morir y todavía no termina de morir, y lo que está naciendo tampoco ha terminado de nacer”.
Insiste en que la embestida adversaria requiere ser contenida con la más amplia unidad, que debe “extenderse a todos los ámbitos de la realidad”, y en especial subraya la importancia de fundar un solo partido de la revolución. Es necesario, arguye, conocer de modo cabal la realidad, para interpretar las amenazas “que siempre estarán sobre nosotros”, y para poder visualizar “nuestros flancos débiles y fortalecerlos”.
Enfatiza una orientación clave, frente a la intención enemiga de crear el caos: “Que nadie se desespere, que nadie altere el ritmo de sus días, de sus responsabilidades, de sus tareas; que no se frene para nada el avance de los planes revolucionarios, en todos los frentes de batalla (…)”. Y traslada un mensaje inequívoco: “Cada plan desestabilizador de la oligarquía venezolana, manipulada por el imperio norteamericano, será respondido con una nueva ofensiva revolucionaria”. Chávez es diestro en el manejo de esta dialéctica, siempre específica y que obliga a ser muy creativo, y una vez más lo demuestra.
Exalta la presencia en el acto de miles de estudiantes bolivarianos, y les dice: “Están dando ustedes una respuesta sabia, una respuesta contundente (…) a la pretensión de la burguesía venezolana y del imperio norteamericano en hacerle creer al mundo que los estudiantes universitarios de Venezuela están contra el Gobierno Revolucionario, (…) están contra la decisión soberana del gobierno de dar por terminada una concesión de televisión (…)”.
Hace un llamado a los jóvenes que han estado en las calles en los últimos días, “en muchos casos, desarrollando actos de violencia contra instalaciones, contra el público, irrespetando los derechos de los demás, agrediendo a los cuerpos policiales y militares que han salido incluso sin armas (…) para cuidar la seguridad de todos”. Y sentencia: “El colmo de los colmos, para un joven, el colmo de los colmos para un muchacho es salir a defender los intereses del imperialismo, que ha atropellado a su patria durante mucho tiempo”.
Y para extirpar las dudas respecto a Rctv, luego de mencionar poderes anteriores que ha perdido la oligarquía, afirma: “Dominaron el canal dos de televisión, lo perdieron y más nunca volverán a recuperarlo”. Insiste en que el pueblo bolivariano los respeta como venezolanos, y por eso les pide que respeten a la patria, a la Constitución y las leyes: “si no lo hicieren se arrepentirán, si no lo hicieren los haremos obedecer las leyes venezolanas”.
Una sonora ovación estremece la emblemática avenida en ese instante, y él alza más su poderosa voz: “¡Se arrepentirán, les juro que se arrepentirán!”. Enardecida y atenta, la gente corea el lema que les brota en ciertas ocasiones, y a él siempre le complace escuchar: “¡Así, así, así es que se gobierna!”. Ese pueblo es su brújula. Siempre ha dicho, repitiendo a Bolívar, que cree más en los consejos del pueblo que en los consejos de los sabios…
Al cambio de la vieja sociedad burguesa por la nueva sociedad socialista, a eso, dice, “es a lo que le tiene miedo la burguesía venezolana, que ahora siguiendo instrucciones de Washington (…) están tratando de hacer aquí una de esas llamadas ‘revoluciones de colores’ entre comillas”. Alude a los países donde se ha aplicado tal fórmula, y concluye: “(…) esa estrategia de la Casa Blanca, de los llamados golpes suaves, o revoluciones de colores como quieran llamarla, en algunas partes ha funcionado relativamente, aquí la vamos a pulverizar (…)”.
Comenta algunas de las estratagema y dice que los símbolos son los mismos: “la bandera al revés, (…) se arrodillan delante de una policía que no les está haciendo nada, se arrodillan y levantan las manos, es un show preparado para que la foto esa recorra el mundo (…)”. Tratan, “como dicen los dirigentes opositores”, de “calentar la calle”, “andan haciendo un drama, una telenovela, un tele show”.
Él no los subestima: “Yo no estoy diciendo que bajemos la guardia, no, todo lo contrario, con estas grandes marchas de hoy el pueblo venezolano quiso dar una respuesta muy contundente de lo que le va a pasar a la oligarquía venezolana si sigue en su empeño de desestabilizar el país”. Y exhorta a estar alertas: “no pasarán, los derrotaremos de nuevo, señores de la oligarquía imperialista”.
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Cuatro días después, el 6 de junio, clausura en Caracas el Primer Consejo de Ministros del Alba y ahonda su visión crítica sobre “el golpe suave”, que sigue latiente. Muestra a los ministros –y a la cámara de televisión– un dibujo que hizo en la mañana, para graficar la nueva trama del golpe suave, y nombra a esta “la mecha lenta”. Dice: “Yo hice un dibujito para explicar la estrategia imperialista. (…). Ellos prenden una mecha lenta y van dándole y dándole a la mecha lenta, (…) buscando la explosión”.
Continúa: “Esa es la razón de estas marchas todos los días. Andan buscando, darle y darle, extender la mecha, le dan otra vuelta, como no explotó hoy, entonces mañana van a tratar de que explote, o pasado mañana, y buscar una reacción en cadena. (…) Mientras tanto el imperio nos golpea por fuera, pero se le devuelve el golpe. Son revoluciones artificiales”.
¿Por qué artificiales? Lo explica de este modo: “¡Ah!, tendrían relativo éxito donde hubiera un gobierno débil, y me refiero débil no por el apoyo de las armas, sino sobre todo del punto de vista del apoyo popular y de la conciencia popular”.
Chávez está persuadido de que se quedarán con los crespos hechos, quienes piensan que la Revolución Bolivariana puede ser sustituida por otra artificial, de un color diferente al rojo. A la par, no subestima el poderoso y variado arsenal del imperio.
Por lo pronto, una cosa es obvia: El movimiento de “las manos blancas” y la campaña internacional que lo respalda, no tienen fuentes suficientes de energía en el pueblo venezolano. Pronto se apagarán, igual que le ocurriera a la señal de Rctv.
Pero como Chávez vaticina, el imperio continúa su acometida con métodos, fuerzas y disfraces diversos, y ante ello el antídoto que él utiliza es profundizar la revolución, e insiste en no cometer errores que abran flancos estratégicos al contumaz y astuto adversario.