"La edificación de la nueva sociedad en el orden económico es también un trayecto hacia lo ignoto". RCR
Fidel
lunes, 30 de marzo de 2020
Carta desde New York
Por Roberto Brodsky
Se viene la noche en Nueva York. Hoy es día 26 de marzo. Ayer, en un solo día, el Elmhurst Hospital, ubicado en Queens, reportó la muerte de 81 personas afectadas por el coronavirus. Algunos fallecieron en las salas de emergencia, otros en los pasillos esperando ser atendidos. Un médico del hospital describió la situación como apocalíptica: no había respiradores, faltaban camas, las enfermeras se preguntaban cuál de ellas moriría esa noche o la siguiente. En Emshurts y en el Bellevue Hospital de Manhattan, también de la red pública, se improvisaron morgues de campaña para dejar los cuerpos y liberar rápido las camas de los fallecidos. La situación se repite hoy en el Brooklyn Hospital.
La primera economía del planeta cruje como una galleta vieja y se derrumba a los pies de un virus de un tamaño no superior a unas diez milésimas de diámetro. El sueño americano hace agua con la crisis sanitaria. O acaso es el perverso sueño latinoamericano de ver al Imperio padecer por una vez el mismo tipo de carencia y vulnerabilidad que, de forma por demás rutinaria, golpea a los países del sur. Lo que sea, el evento en los hospitales de Nueva York grita a los cuatro vientos su condición de acontecimiento. La situación es impresionante.
“No se puede creer lo que está pasando en NY en estos momentos”, escribí esa tarde-noche en un tweet, apenas supe lo que estaba ocurriendo en Queens, el foco más agresivo de los cinco condados en que se divide Nueva York. Era un mensaje bastante hermético, y de inmediato se produjo la duda: qué está pasando, cuenta, de qué hablas. Pero el tweet no permite explicar nada, ni siquiera dialogar: es una máquina de pensamiento hablado y de mentiras echadas al vuelo, no de hechos. Twitter es a las ideas lo mismo que las encuestas son al voto: una propaganda disfrazada, dice Jill Lepore. Y tiene razón, de modo que voy a resumir aquí lo que está pasando en NY en estos momentos y que apenas se puede creer.
Dos días antes, el lunes 23, cuando ya la cuarentena voluntaria regía para toda la ciudad, el gobernador Andrew Cuomo había iniciado su conferencia de prensa, habitual desde que se declaró la emergencia en la ciudad, con una advertencia: “La ola es más grande y llegará más pronto de lo que pensábamos”. Los números oficiales eran aterradores pero Cuomo tuvo el coraje y la serenidad de entregarlos sin transmitir pánico: el sistema público estaba sobrepasado y no sería capaz de afrontar la carestía de insumos, personal médico, infraestructura necesaria y tecnología sanitaria suficiente para enfrentar los hechos: Nueva York era ya el epicentro de la pandemia, pero la red de salud estaba colapsada. Y Cuomo agregó: hablo de hechos, no de opiniones. Hasta hace muy poco hemos vivido y nos hemos dividido en un mundo de opiniones, pero estos son los hechos. No les voy a mentir, dijo; tampoco voy a exagerar: la mitad de la ciudad, es decir, cerca de cuatro millones de personas se contagiará en las semanas que vienen. No lo podremos evitar. Lo que podemos hacer es extender el tiempo de propagación, la curva de la infección. Para eso pedimos que todos se queden en sus casas. No para que no se infecten, porque se infectarán igual; no porque nadie vaya a morir, porque algunos morirán igual; sino para que den tiempo a los hospitales y albergues de emergencia para responder. La idea es dar atención de urgencia a todos los que la requieran, pero esto no podrá hacerse si llegan todos al mismo tiempo, eso no va a ser posible. Y concluyó: no pedimos que se queden en las casas por la salud de cada uno, sino por la salud de los otros.
Impresionante para una declaración pública. En ese momento Cuomo tomó el liderazgo nacional que todos estaban esperando, y cuya patética caricatura hasta ese instante no era otra que la figura grotesca y frívola de Donald Trump, atrincherado en la ignorancia de un negacionismo infantil, primero, y luego en la bravuconería del narciso que todo lo puede y todo lo responde porque se refiere sólo a él mismo. Un perfecto tuitero el Presidente de Estados Unidos. Imposible saber si las palabras finales de la intervención de Cuomo iban dirigidas a Trump, pero calaron hondo en la opinión de una mayoría angustiada: veinticuatro horas después su intervención ya se había vuelto viral en las redes sociales y las portadas de los diarios hablaban de una nueva carta presidencial para noviembre. Ojalá que así sea: ni Biden tiene las agallas y la claridad para enfrentar semejante crisis, ni Bernie tiene el temple que se requiere para empatizar con la población y negociar con el gobierno federal. Pero Cuomo puede hundirse de la noche a la mañana de la misma forma que se hunde el país y la ciudad bajo la acción de una catástrofe que es tanto sanitaria como moral. Ya lo escribió Camus en La peste: la rehumanización de un mundo que ha extraviado su norte sólo podrá sobrevenir con una catástrofe. Es lo que deja al descubierto el “virus chino”, como lo ha llamado Trump con su xenofobia habitual, sabiendo acaso que en esta pasada el liderazgo mundial ya viajó al Oriente y no volverá; que en China no sólo surgió el virus sino también que allí se le derrotó, y que a nivel de liderazgo global ese es el futuro que le espera a su consigna “Make America Great Again”.
Un imperio que no logra proveer a sus ciudadanos con mascarillas de 75 centavos para protegerse no puede llamarse grande. “Miserable” es acaso la palabra adecuada, aunque demasiado fuerte para aplicarlo sobre la desgracia de un país. “Decadente” se adecua bien a lo que los propios norteamericanos escogieron hace tres años. La decadencia ya estaba aquí antes, en efecto, pero se infatuó con la presidencia de Trump. Después de tres años de manipulación de las instituciones, ataques a la prensa, criminalización de los inmigrantes, desprecio a los aliados europeos en el plano internacional, desregulación medioambiental, desarticulación y ataques a la red social instituida desde hace casi un siglo por Franklin D. Roosevelt, transgresiones flagrantes a la independencia del poder judicial, cesarismo y arrogancia mediática, Estados Unidos enfrenta el colapso sanitario como una sociedad desprovista de dirección y sentido, hambrienta de soluciones colectivas que no sean las del lucro y la acumulación de poder. No sin razón la población joven, entre 20 y 35 años ha sido la tierra firme de la candidatura de Bernie Sanders: hoy el frenesí inmobiliario de la opulencia es incapaz de frenar una epidemia que esta semana superó el umbral del millar de muertos en tan sólo unos pocos días.
Se viene la noche sobre Nueva York. Tres semanas atrás, crucé con la vista a una señora de mediana edad en el Barrio Chino. Llevaba una mascarilla para protegerse de una infección en la remota ciudad de Wuhan, al sur de Beijing, donde siete millones de personas habían quedado confinadas en sus casas con el fin de detener la propagación del virus. La señora caminaba rápido, ansiosa por dejar la populosa calle Canal, y en sus rasgos asiáticos adiviné una exageración. El Barrio Chino, en la parte baja de Nueva York, queda a una distancia superior a los 12 mil kilómetros de Wuhan, casi el doble de la existente entre Nueva York y Santiago. La mujer parecía estar convencida de su proceder y del atuendo profiláctico que la enmascaraba. ¿Acaso tenía miedo de un enemigo tan distante como invisible, o sólo estaba bien informada? De seguro, ambas cosas a la vez. El signo por excelencia de la decadencia son los espectros, presencias de lo que no está, y hoy en la calle Canal no hay nadie que camine con mascarilla porque no hay nadie que camine por la calle Canal, sencillamente, ni por ninguna otra calle en toda la ciudad.
Nueva York es una ciudad vacía.
No, miento: una ciudad vacía es aquella donde sus habitantes se han ido transitoria o permanentemente, porque llegó el verano o porque pasó la peste. Nueva York en cambio es una ciudad fantasma, suspendida, vacilando entre las luces nocturnas que iluminan como un escalofrío a los espectros que han hecho de ella su hogar, su casa habitación. Los espectros son muertos vivos, imágenes que sobreviven a los seres de carne y hueso, y deambulan a su aire en una especie de suspensión ilocalizable sobre la realidad de las calles y costumbres. Detrás de las paredes que ayer se levantaron, la gente de Nueva York respira todavía. Nadie se ha ido, o muy pocos, porque la isla de Manhattan es ya también una isla de la pandemia global y tiene restricciones de entrada y salida. Nadie tampoco sale a la calle. La densidad de la ciudad no lo permite. No sólo las clases en universidades y colegios son por Internet, también los nacimientos y los entierros. Cuando despertemos, el mundo será otro.
Por ahora, todo es inmovilidad, espera, detención, como mudarse a vivir un tiempo al interior de las novelas de Di Benedetto. Antes de ayer, un hombre de 64 años se lanzó desde el décimo sexto piso de un edificio en Chambers. Su muerte sorprendió a los vecinos de Tribeca. Robert Herman era fotógrafo, y dejó un mensaje: “¿Cómo disfrutas la vida?” Enigmático, en cualquier caso. Por la noche, la Avenida de las Américas es un túnel frío y desértico, con algunas balisas policiales encendidas en las esquinas. Es la hora de las ratas, que hacen de la cuarentena un festín: ya nadie las persigue, nadie intenta espantarlas, a nadie se le ocurre ningún nuevo plan para exterminarlas ni un insecticida industrial para acabar con los dos millones de roedores que pueblan las alcantarillas de la ciudad; hoy nadie las ve siquiera, y la comida es abundante como nunca antes al pie de los edificios. Su velocidad de reproducción es inquietantemente igual al del coronavirus: por cada persona infectada, hay tres que se contagian. En poco tiempo, el crecimiento exponencial de estos tres infectados hace que por cada contagio existan 59 mil nuevos casos, que es el rango de reproducción de cada rata de la ciudad. Cada una significa diez crías. Al cabo de doce meses ya hay 56 mil dando vueltas en busca de comida.
NY ya no es el epicentro del mundo, sino la metáfora de un mundo que enfermó.
Me quedaré aquí. Quiero ser parte de su sanación en la resiliencia de la catástrofe.
( Jaque al Neoliberalismo)
COVID-19 en Cuba: Medidas para garantizar la producción y comercialización de alimentos
En este artículo: Agricultura, Coronavirus, COVID-19, Cuba, Economía, Gobierno, Ministerio de la Agricultura (MINAG), Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL), Salud, SARS-CoV-2, Virus
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- Cuba tiene dos millones de hectáreas dedicadas a la siembra de cultivos
- Se han aprobado políticas agrarias que generan incentivos para los campesinos
- Llevar más alimentos hacia los mercados agropecuarios
- Una prioridad: Asegurar el autoabastecimiento de la comunidad
- Debemos cambiar la mentalidad importadora
- ¿Qué cultivos son decisivos en esta etapa?
- Tenemos la obligación de aprovechar las tierras al máximo
- Fortalecer acopio e incrementar las exportaciones
- Garantizar la alimentación del pueblo bajo cualquier circunstancia
- No hay justificación para no cumplir los niveles productivos
- El actual escenario complejiza la importación de materias primas
- Situación favorable para el mes de abril
- En video, la Mesa Redonda
La producción nacional de alimentos es una prioridad en el contexto actual. Se fomentará la agricultura urbana, suburbana y familiar y los cultivos de ciclo corto, dedicando a ese fin el máximo de los recursos nacionales disponibles.
Dentro de este escenario, se destinarán los recursos materiales y financieros prioritariamente a las producciones de arroz, plátano, frijol, maíz, huevos y carne de cerdo, que actualmente son deficitarias.
Para conocer sobre el alcance de estas nuevas decisiones, este lunes comparecen en la Mesa Redonda Gustavo Rodríguez Rollero, ministro de la Agricultura, y Manuel Santiago Sobrino Martínez, ministro de la Industria Alimentaria.
Cuba tiene dos millones de hectáreas dedicadas a la siembra de cultivos
El titular de la Agricultura comenzó su exposición precisando que el sistema agropecuario de Cuba trabaja con 6.4 millones de hectáreas, dos millones de estas dedicadas a la siembra de cultivos que producen alimentos para la población.
Recordó que, por decisión del Gobierno, comenzó en 2008 la entrega de tierras ociosas en usufructo. Hasta el momento se han entregado 2 300 000 hectáreas y 225 000 personas naturales están trabajándolas. Aún quedan, sin embargo, unas 350 000 hectáreas ociosas.
Explicó que el impacto de la entrega de tierras no ha sido el esperado en el resultado de la producción debido al escaso desarrollo tecnológico, y producto de los efectos del bloqueo han faltado insumos para que los usufructuarios puedan trabajar en esas tierras.
Entre las fortalezas del sistema, Rodríguez Rollero dijo que existen 4 800 cooperativas agropecuarias, a las cuales están vinculados unos 400 000 tenientes de tierra.
Se han aprobado políticas agrarias que generan incentivos para los campesinos
En los últimos años, se han aprobado políticas agrarias que generan incentivos para los campesinos, como los precios de acopio a los productores en un amplio surtido de productos, así como otras que han logrado destrabar varios mecanismos en el sector.
Con respecto a las inversiones en la esfera agrícola, en los últimos años se ha crecido en 12% anualmente, sobre todo en equipamiento e infraestructura. El 2019 cerró con inversiones por valor de 500 millones de pesos, mientras que el plan de 2020 asciende a 900 millones.
“Vamos a tratar en medio de la situación económica del país, de concluir las inversiones”, afirmó el ministro de la Agricultura.
Llevar más alimentos hacia los mercados agropecuarios
Otras de las fortalezas son el sistema de comercialización de insumos, que los acercan a los productores a través de más de 220 centros de venta en el país, y los más de 30 años de experiencia en la agricultura urbana, suburbana y familiar, a lo cual se agregan las 353 cooperativas especializadas en la producción de frutales.
Rodríguez Rollero destacó la combinación de conocimientos de los productores, el saber hacer y su aprendizaje permanente. “Entre esos más de 200 000 usufructuarios hay mucho nivel cultural; hay ingenieros, personas que estudian la agricultura y dominan los procesos productivos”.
Este año, Cuba planificó 1 700 millones de pesos para la importación de alimentos.
“Todavía la producción nacional y lo que se importa no satisface las necesidades de la población; de ahí el llamado a sembrar más, producir y acopiar más, y llevar más alimentos hacia los mercados agropecuarios”, significó.
Una prioridad: Asegurar el autoabastecimiento de la comunidad
De acuerdo con el ministro, se llega a este momento con un proceso de discusión y análisis con los productores, como parte del proceso previo al congreso de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, entre otras acciones que han contado con la presencia de dirigentes del Gobierno y el Partido, Agricultura y Azcuba.
“Las reuniones en los municipios con las autoridades locales y los productores han motivado la explicación y la solicitud de que apoyen las tareas que tenemos por delante”, señaló, y añadió que “en todos esos procesos se ha manifestado comprensión y el apoyo al Gobierno en la búsqueda de variantes para aumentar la producción”.
La primera medida que se ha discutido es el programa de autoabastecimiento municipal.
“Ahora vamos a una segunda etapa de trabajo, con el fin de asegurar el autoabastecimiento de la comunidad y vincular a los productores a cada una de ellas”.
Debemos cambiar la mentalidad importadora
También se han aplicado variantes para el mejor aprovechamiento de las tierras ociosas, cómo buscar mejores rendimientos, cómo rotar cultivos y cómo hacer a la tierra producir mejor en las actuales condiciones.
Cuba gasta unos 500 millones de pesos en la importación de materias primas y piensos para la elaboración de alimento animal.
“Debemos transformar esa matriz y cambiar la mentalidad importadora. Se trata de lograr un balance de alimento animal en el que gradualmente pesen más las fuentes nacionales, lo que conlleva sembrar más yuca y maíz, usar más el palmiche así como los pastos, forrajes y plantas proteicas que tenemos en el país”, apuntó el ministro de Agricultura.
¿Qué cultivos son decisivos en esta etapa?
Se debe priorizar un grupo de cultivos decisivos en el autoabastecimiento, como el arroz, frijoles, el maíz, la papa y otras viandas, dentro de las que es muy importante el boniato, “un cultivo de ciclo corto, que aporta mucho volumen de producción en poco tiempo”.
También se aseguran las semillas y la obtención de mejores variedades a partir de las investigaciones. Otra prioridad es la producción de huevos y carne de cerdo.
El país se encuentra actualmente en la campaña de primavera, que comenzó el 1 de marzo y concluye el 31 de agosto. “Los productores deberán aferrarse a este periodo para aprovechar el tiempo y el agua, porque solo el 7% de la tierra está en áreas bajo riego”.
Tenemos la obligación de aprovechar las tierras al máximo
En esta etapa se intensifica la preparación de tierras y se debe aprovechar las primeras lluvia para, disponiendo de semillas, cumplir la siembra.
Hay otras orientaciones que se están implementando: ampliar la preparación de tierra, disponer de la semilla de calidad, sembrar vegetales de la época de frío como la habichuela, la calabaza, el pepino, el ají, el quimbombó, la berenjena y las hortalizas de hojas, que también pueden producirse en el verano.
“Como no tenemos muchos plaguicidas, se ha de aumentar el uso de bioproductos y bioinsumos. Tenemos la obligación de aprovechar las tierras al máximo, potenciando la agricultura urbana, suburbana y familiar. Es importante que los más de 300 000 patios existentes en el país puedan producir, para de esta manera tributar al balance alimentario en las localidades”.
La época de primavera –continuó Rodríguez Rollero– es la buena para sembrar frutales. “Tenemos que sembrar mucho mango, mucha guayaba, mucha piña y aguacate, que van a los mercados pero también a la industria”.
Señaló que una práctica que apenas se usa en el país es el intercalamiento de los cultivos de ciclos cortos en los permanentes. “A veces sembramos muchos frutales, pero en las calles anchas, donde ya preparamos la tierra, no sembramos cultivos de ciclo corto”.
También planteó la necesidad estudiar el uso de las tierras en rotación del arroz, sellar las plantaciones de cultivos permanentes, e incrementar las entregas de masa vegetal para la producción de medicina natural y tradicional.
Fortalecer acopio e incrementar las exportaciones
En cuanto al proceso de fortalecimiento del sistema de acopio, el ministro subrayó que resulta un imperativo intensificar y adelantar etapas, y que se ha decidido comenzar el punto de compra de productos agrícolas a nivel de cooperativas, con lo que se organiza la producción y permite que los campesinos tributen allí, no solo productos agrícolas, sino aves, huevos y todo lo que se pueda comercializar.
Sobre los renglones exportables, Rodríguez Rollero informó que se continúan incrementando aquellos como tabaco, miel, carbón vegetal, café y cacao, de los cuales proviene una parte importante de los ingresos para el desarrollo de la agricultura. “Hasta ahora se están cumpliendo los ingresos por exportaciones”.
Por último, se refirió a la indicación de la máxima dirección del Gobierno, acerca de la elaboración de un plan de seguridad alimentaria y de educación nutricional. Hay 22 ministerios involucrados en este plan, que se debe presentar oficialmente después del mes de abril para su aprobación.
El ministro de la Agricultura aseguró que todo lo que se propone ese sistema será posible con la comprensión, la actitud y el apoyo diario de los campesinos, cooperativas y demás trabajadores.
Actualmente, la agricultura cuenta con unas 9 000 plazas disponibles para la recogida de papas y tomate y para la cosecha tabacalera.
Garantizar la alimentación del pueblo bajo cualquier circunstancia
Al intervenir en la Mesa Redonda, el ministro de la Industria Alimentaria, Manuel Santiago Sobrino Martínez, afirmó que ese organismo debe garantizar la alimentación del pueblo bajo cualquier circunstancia, asegurando el cumplimiento estricto de las normas de calidad e inocuidad de los alimentos.
Para cumplir con esa misión, el ministerio cuenta con más de 700 establecimientos productivos y fábricas, y con más de 121 000 trabajadores a nivel nacional, incluidos unos 40 000 en la industrial local alimentaria, subordinados a las estructuras del Poder Popular.
“En la presente situación epidemiológica del país, la industria alimentaria debe asegurar el cumplimiento estricto de las normas”, reiteró el ministro, y señaló que, además de aquellas establecidas, se debe dar cumplimiento en todo el sector transformador de alimentos a las indicaciones emitidas por las autoridades sanitarias locales y las de Salud Pública a nivel de nación.
“No hay justificación para no tener nuestras fábricas limpias, ordenadas, con los niveles de acceso definidos, cumpliendo con las medidas de almacenaje, las soluciones desinfectantes y el uso del nasobuco por los trabajadores”.
El ministerio cuenta con dos entidades que ejercen comercio minorista y están en contacto directo con el pueblo: los establecimientos de la Empresa Cubana del Pan y las pescaderías, en los que “hay que cumplir las normas sanitarias”.
Por su parte, los trabajadores encargados de distribuir diariamente todo lo que se produce en la industria deben respetar los procedimientos y normas, pues de lo contrario se pueden malograr las producciones.
Sobrino Martínez dijo que el ministerio cuenta con una Oficina de Inspección de la Calidad, la cual ha incrementado el rigor de su trabajo en el actual escenario.
No hay justificación para no cumplir los niveles productivos
En los establecimientos propios del Minal “no hay situaciones anómalas con la fuerza de trabajo y, por tanto, no hay justificación para no cumplir los niveles productivos”, dijo.
“Sabemos que nuestra industria no es nueva ni totalmente remodelada, pero con el esfuerzo de los aniristas y trabajadores se cumplirán los compromisos ante la contingencia sanitaria en el país”.
Informó que se concluye el proceso inversionista en la fábrica de chocolates Baracoa, única de su tipo en el país, situación que afecta a otras 11 fábricas que trabajan con esa materia prima.
Otras instalaciones que están fuera de servicio (debido a inversiones o a mantenimiento) son el molino de trigo de Cárdenas, Lácteos Villa Clara y Lácteos Aljibe (Mayabeque), el cárnico de Ciego de Ávila, una panadería de la Empresa Cubana del Pan en Holguín, así como fábricas de cerveza que se reparan en el mes de abril con vistas al verano.
El actual escenario complejiza la importación de materias primas
En relación con las fuentes de materia prima para la elaboración de alimentos, Sobrino Martínez detalló que las provenientes en estos momentos de la agricultura son el tomate (se cumple el plan este año, pero aún los niveles de entrega están lejos de asegurar la presencia que demanda la población); la leche, cuya entrega se cumple; ganado porcino, del cual hay un ajuste a partir de la disponibilidad de alimento para los animales; carne vacuna, que se cumplen, y café, que se ha cumplido en estos meses.
Otro grupo de materias primas se importan y dependen de la situación financiera del país. El escenario generado por la pandemia actual ha complicado esa situación, hay mercados que empiezan a protegerse y tienen problemas con las operaciones en puertos.
El trigo es uno de esos productos, así como el aceite, el frijol de soya y un grupo importante de envases para el refresco y la cerveza.
Situación favorable para el mes de abril
Sobrino Martínez explicó que en marzo se aseguraron las entregas al comercio, incluidas las de café, aceite, compotas y leche en polvo para los primeros días de abril; sin embargo, no se ha cumplido la entrega de pastas alimenticias, por problemas tecnológicos en la industria de Santiago de Cuba y Camagüey.
Para los meses de abril y mayo se garantizan la compota, el café, el aceite, el pescado para las dietas médicas y la leche en polvo.
Añadió que tampoco hay problemas con los productos cárnicos, a los cuales se suma el pollo adicional, donde el Minal es el encargado de su distribución hasta el comercio minorista.
Existe una situación tecnológica favorable para la producción de yogurt en abril y debe haber una mayor presencia en la red para su venta liberada. En el caso de la harina, la industria molinera cumple sus niveles de producción (1 500 a 1 600 toneladas diarias) y existe cobertura en el país, aunque esta cuestión necesita un seguimiento permanente por las autoridades locales y los transportistas.
“El pan de la canasta básica se asegura en el mes de abril”, apuntó, y añadió se mantendrán en ese mes los niveles de producción de pan liberado.
Otros productos de gran demanda por el pueblo, como el agua embotellada, presentan niveles de producción aceptable, e incluso existen inventarios en fábricas y redes de distribución.
El ministro de la Industria Alimentaria informó que se diseña una estrategia para incrementar la actividad pesquera, sobre todo en la acuicultura, una reserva importante de pescado fresco.
También se aumenta la producción de refresco en la industria nacional, aunque sus volúmenes están lejos de satisfacer la demanda.
En video, la Mesa Redonda
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El Coronavirus y el Nuevo Orden Mundial
Ninguna nación preveía lo que provocaría el Covid-19 desde su aparición. Como afirma el conocido religioso y analista Frei Betto ¨Nadie sospechó tampoco que en pleno siglo XXI, con todos los recursos de la ciencia, la humanidad se vería amenazada por una pandemia. ¿Quién podía imaginar que vendría de China la causa de la más profunda crisis del capitalismo desde el 2008, en forma de una enfermedad contagiosa?” La respuesta para combatir el flagelo fue radical y contundente; medidas extremas, aislamiento de grandes ciudades, construcción de hospitales en días, atención médica inmediata e investigación científica, entre otras.
Cuando la OMS la declaró como pandemia, se encendieron las alarmas, el pánico se ha extendido por casi todo el orbe y los gobiernos han comenzado a reaccionar de manera política y no siempre sanitaria. El pico se espera a finales de abril-principios de mayo, el número de contagiados podría aumentar exponencialmente y rebasar los cálculos conservadores; se está presenciando cómo se cierran fronteras, calles desiertas, fuerzas de seguridad monitoreando que nadie transite, escuelas cerradas, cuarentenas, se paralizan las economías, las empresas siguen despidiendo trabajadores, el mundo se encierra y es imposible que salga ileso cuando todo esto termine.
Nada volverá a ser normal durante un largo tiempo y se ha puesto de manifiesto que ninguna nación está preparada; el coronavirus es el primer gran padecimiento del capitalismo trasnacionalizado, que desnuda el sistema diseñado por los dogmas neoliberales desde inicios de la década de 1970, aunque no es el único peligro; sequías, olas de calor, tormentas, etc. El hantavirus, por ejemplo, presenta síntomas similares a los de una gripe: fiebre, escalofríos, náuseas y dolores musculares y, al igual que el coronavirus, puede provocar complicaciones respiratorias en los casos más graves y para él no existe tratamiento específico hasta el momento.
La sumisión de los intereses generales a los privados en sectores tan importantes para la salud y calidad de vida de las poblaciones (incluyendo el farmacéutico) ha sido la característica del período con la amplia privatización y sus consecuencias enormes, contribuyendo a la expansión de la actual. El Covid-19 ha puesto en evidencia los daños efectuados por las actitudes adoptadas como expresión de la globalización y en los países en desarrollo este daño fue notable: después de cuarenta años hoy cuentan con pobres regímenes públicos de salubridad y educación, con precarios de seguridad social y con brechas crecientes de infraestructura.
Desde su inicio, el neoliberalismo empezó desmantelando y reduciendo la capacidad de los Estados. Siguiendo la lógica del mercado desregulado, se desestatificaron las empresas públicas y los sistemas de seguridad social; se estimuló el retiro de profesionales calificados de la administración pública con renuncias pagadas; se utilizaron las asociaciones público-privadas en grandes inversiones; se favoreció la expansión de los servicios particulares de salud y educación, en desmedro de la calidad de los públicos.
Muchos hablan de una similitud de esta crisis con la de 1929 o como continuación de la del 2008 y obviamente se refieren sólo a lo financiero. Pero esta vez abarca los dos extremos, tanto la oferta (no se produce) como la demanda (no hay consumo), disminuirá la inversión y la actividad, las exportaciones, los servicios como resultado de los esfuerzos de contención y el distanciamiento, etc.
A medida que se propaga y los casos de infección aumentan, habrá innumerables escenarios en la cadena alimentaria que será probada durante las próximas semanas y meses, ante la escasez de trabajadores (por quedarse obligados en casa, los padres para cuidar a sus hijos), los cierres de puertos y las limitaciones al comercio que podrían terminar interrumpiendo el flujo de suministros. Para aquellos que dependen de la importación de alimentos, la realidad podría ser más grave y afectar la disponibilidad de los básicos; muchos han orientado la producción agrícola hacia la exportación de productos clave, más que hacia la suficiencia alimentaria y la vulnerabilidad aumentará en aquellos que tenían dificultades alimentarios, incluso antes del brote, y las monedas que caen en picado frente al dólar limitan el poder adquisitivo.
Todo es un desastre y sucede en el contexto del cambio climático y los impredecibles patrones climáticos, causando estragos en la producción mundial de alimentos, Algunos analistas opinan que podría acabar con la globalización; cuando los bancos centrales arrojan dinero, existe el riesgo de que los precios se salgan de control, de una hiperinflación y ello conducirá a una situación extremadamente difícil porque las tasas de interés aumentarán automáticamente.
El endeudamiento subió en Estados Unidos, Europa y América Latina y los países tratan de solucionar los problemas emitiendo más moneda, la fragilidad financiera creada en el 2008, dejó sentadas las bases para que pueda estallar una burbuja financiera internacional de magnitudes históricas; millones de personas podrían perder sus empleos, un aumento exponencial del subempleo, reducciones de las horas de trabajo y los salarios.
Algunos estiman que se acelerará el cambio de poder e influencia del Oeste al Este “de una globalización centrada en Estados Unidos a una más centrada en China”; que el tránsito de ese poder imperial puede ser pacífico o violento, como lo ha sido en la mayor parte de los casos (hay sectores estadounidenses que buscan provocar un enfrentamiento abierto e intentan corroer las posibles alianzas entre el gigante asiático y Europa).
En Washington, Donald Trump lleva días hablando del “virus chino” en sus comparecencias diarias ante la prensa y en Pekín, medios oficiales y diplomáticos manifiestan la tesis de que fue introducido por soldados norteamericanos. La relación entre ambos se encuentra en el peor momento de los últimos 40 años y ambos tratan de desviar las responsabilidades hacia el otro.
Son terribles implicaciones y el mayúsculo desafío en lo político, económico y social para Latinoamérica por la flaqueza en la que estaba inmersa, su debilidad en la mayoría de los medios de salud, con un gasto por habitante muy por debajo de los países más industrializados, el desplome de los precios de las materias primas, masivas salidas de capital, devaluaciones de la monedas y caídas de las bolsas, el impacto en las cadenas globales de valor hará que el desempleo en la región crezca un 10%, aumentando también la pobreza; golpeará a los más empobrecidos y condenada a la recesión para este año.
A principios de año América Latina vislumbraba un nuevo horizonte, Argentina estrenaba presidente (Alberto Fernández) y afianzaba el giro iniciado un año antes con la llegada al poder de Jair Bolsonaro en Brasil y Andrés Manuel López Obrador en México; Venezuela prometía un año electoral en el que la batalla entre Nicolás Maduro y Juan Guaidó escalaba a otro escenario y las revueltas populares convulsionaron Chile, Colombia, Haití y Ecuador. La incertidumbre es total en el vasto territorio de más de 600 millones de personas, se está acrecentando el malestar al interior de los mismos donde cohabitan líderes que no se toman en serio las recomendaciones, tensiones que se agudizan y una economía cada vez más frágil que aleja cualquier atisbo de certeza; todo ha quedado sepultado por el coronavirus.
El golpe que se avecina tendrá consecuencias en las protestas populares que, por el momento, con toda seguridad, quedarán en una suerte de cuarentena ante las medidas de contención que se requieren. Se ha paralizado en cierta medida Sudamérica, se han cerrado fronteras, las principales administraciones tratan de tener una respuesta coordinada, pero con algunas resulta quimérico.
América Latina no será la misma, aparece una conciencia colectiva que exige la presencia estatal y la participación organizada para ocuparse de los problemas, que garantice el acceso a las necesidades básicas de manera igualitaria.
Es posible que de sus cenizas surja un nuevo orden mundial. Así lo ven algunos analistas que piensan que, de la ruina que deje por el retroceso de la actividad económica y social, pueden surgir modelos de organización que le den prioridad a la solución de los inconvenientes antes que al enriquecimiento de las élites.
Son impresionantes los efectos geopolíticos, China se ha reposicionado, Cuba muestra su fortaleza biotecnológica y sus métodos de salud, que aún bajo severas sanciones y demonizada es capaz de dar grandes pasos. Francia, España, Italia, Alemania, Estados Unidos y otro grupo de países del Primer Mundo han perdido su protagonismo mundial, pues se hacen visibles los aprietos capitalistas y quién hegemonizará el nuevo orden y por eso la guerra comercial entre Estados Unidos y China o las respuestas proteccionistas de Trump, Brexit, Bolsonaro y varios regímenes derechistas, que son llevadas adelante bajo las banderas del neoliberalismo. Analistas señalan que cambiará el mundo para siempre, detendrá la globalización, provocará el ocaso de Estados Unidos, aumentarán ideas nacionalistas y creará un régimen mundial más sostenible.
Cada crisis es también una oportunidad y quizá la epidemia actual ayude a darse cuenta lo que representa la dispersión global; es momento de practicar la solidaridad, estar atentos a llamados de alarma, ayudar en lo que sea necesario y ser todos promotores activos de la prevención; se necesita tomar una decisión, y la alternativa es desunión para beneficiar a los más poderosos o solidaridad global. Seguramente si se elige la segunda, será una victoria de todos contra el coronavirus y también contra las futuras epidemias, catástrofes y aprietos.
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