Por ESTEBAN MORALES
Venimos observando un conjunto de discursos que se concentran demasiado en la continuidad de la revolución. Por supuesto, que hablar de la revolución como un proceso de continuidad es relativamente fácil. Por eso, en discursos grandes y pequeños así principalmente se les enfoca.
Porque es cierto, que “contra viento y marea” la revolución cubana ha sobrevivido, e incluso garantizado su continuidad.
Pero también esa continuidad está enfrentando una nueva época de peligros. Por razones que tienen que ver con la propia necesidad de tener que garantizar esa continuidad ganada. Pues nos encontramos dentro de una nueva encrucijada, caracterizada por los momentos siguientes:
-Estamos abocados a un cambio del liderazgo político histórico de la revolución. Que ya no puede esperar más.
-En medio del proceso de aplicación de un nuevo modelo económico. Que garantice la sostenibilidad y el desarrollo.
-Con un conjunto de problemas económicos y políticos por solucionar: relacionados con el proceso de las inversiones, los cambios monetarios y las tasas, el trabajo por cuenta propia, la agricultura, los precios, el mercado al por mayor, la fuerza de trabajo calificada y su utilización en el trabajo por cuenta propia, la empresa estatal, etc.
-Todo en medio de un nuevo periodo de enfrentamiento con la política de Estados Unidos.
Dentro del tales procesos se han cometido errores, que deberán ser rectificados. Dar pasos que aún no se han dado. Pasos que al darlos se han gestionada mal. Situaciones que apenas han sido enfrentadas, como los cambios constitucionales, la legislación económica, el papel del monopolio del comercio exterior, etc. Entrando todos en el legado dejado por Fidel de “cambiar todo lo que deba ser cambiado”.
Pero, en demasiados discursos, que enfocan o tratan de enfocar el momento actual que vive la revolución cubana, se soslaya no pocas veces el reto principal: los cambios a realizar.
Particularmente en nuestra economía, aun no damos la nota. Pues no crecemos sistemáticamente, ni aun garantizamos el desarrollo. Pues nuestro Principal encargado del asunto, se nos presenta con enfoques que hablan más de continuidad que de cambios; e incluso, hasta de marchas y contramarchas. O movimientos que han resultado ser demasiado lentos.
Aún estamos tratando de hallar el lugar que va a tener la propiedad privada dentro del proceso de construcción socialista, más enfocado este hacia la “aplicación del nuevo modelo económico”, que como un proceso de transición socialista como tal. Error, que brota de no ver el momento actual como el de una integral transición hacia el socialismo; por lo que emergen contradicciones que no se tratan como ya la teoría de la transición al socialismo las enfoco hace muchos años.
Querer entonces enfocar el momento actual como un simple momento de aplicación de un nuevo modelo económico y no ver ello como el periodo de un proceso integral de tránsito hacia la sociedad socialista, nos saca del verdadero marco teórico conceptual del momento que estamos viviendo y nos hace dar marchas y contramarchas, temerosas e incoherente. Tal y como hemos hecho con el trabajo por cuenta propia, las cooperativas, los procesos inversionistas, la política agrícola, la contratación de la fuerza de trabajo, el acopio, la contratación de la fuerza de trabajo y la independencia de la empresa estatal, entre otros; cuyo trasfondo conceptual es que concretamente no sabemos aún, cuál será el papel de la propiedad privada dentro de tal proceso.
Por eso hablamos de un trabajo por cuenta propia que se estará obligado a ejercer con una sola licencia; que no se puede acumular capital y riqueza; que hacemos reducciones puramente administrativas de las categorías del cuentapropismo; que hay que desaparecer a los carretilleros; y que los profesionales no pueden ejercer el trabajo por cuenta propia, a pesar de que se nos van del país los mejores y en cantidades demasiado altas.
Por lo que, si ese es el marco económico-conceptual del discurso del cambio, será el oportunismo político el que lo defienda. Trayendo como consecuencia de que no habrá ningún dirigente político que se atreva a defender otra cosa que modifique ese discurso.
Temprano en la mañana del día 8 de febrero del año en curso, Marcela Heredia de TELESUR, le preguntaba a Suzely Morfa, primera secretaria de la UJC Nacional, sobre algunos aspectos importantes de la realidad cubana, el proceso electoral, etc. Y la joven dirigente no menciono la palabra cambio ni en una sola ocasión. Solo hablo de continuidad. Siendo asombroso observar como decenas de dirigentes, fundamentalmente jóvenes, hablan de continuidad y las palabras de Fidel en su concepto de revolución,” Cambiar todo lo que deba ser cambiado”, brilla por su ausencia en los discursos. Incluso dirigentes de alto nivel del gobierno y del partido, hablan mucho de continuidad y casi nunca mencionan la necesidad de los cambios.
Pero el asunto es aún más grave, porque no se trata simplemente de que sean nuestros dirigentes económicos los que enfoquen el asunto de esa manera; sino que en el Documento de la Conceptualización, el fenómeno está planteado en términos de evitar la acumulación de riqueza y de capital. Esta así, conceptualmente planteado por un documento rector del partido y del estado. ¿Por lo que cuantos nos vamos atrever a decir que esa conceptualización hay que cambiarla?
¿Cuántos nos vamos a atrever a decir, que sin acumular riqueza y capital no pueden existir crecimiento económico y desarrollo? Que el problema no está en acumular riqueza y capital, sino en lograr distribuir sus resultados en beneficio de toda la sociedad. Única forma de superar el sentido bipolar del desarrollo del capitalismo.
Pero hasta ahora, dentro de esa conceptualización, creo que mal interpretada, está la mentalidad de nuestros dirigentes económicos, que se lo trasmiten al resto de la dirección del país.
Luego entonces, ¿Qué dirigentes vamos a heredar, en términos de las necesidades de cambios? En términos de mentalidades enfocadas al cambio. Sabiendo, además, que aún existe tanta gente opuestas a los cambios.
De no superar la situación antes descrita, que no es simplemente conceptual, sino además práctica, no haremos los cambios a los que Fidel nos ha conminado, por lo que nuestra sociedad quedara estancada, en medio de una transición que no podremos superar para llegar al socialismo.
Por eso, el único modo de evaluar el cambio generacional del liderazgo político, será necesariamente observar y exigir continuamente, en qué medida, la nueva dirección, sustituta de la Dirección Histórica de la revolución, será capaz de emprender y desplegar los cambios que garanticen la continuidad de la revolución en las nuevas condiciones históricas que ahora se nos presentan.
La Habana, 6 de marzo del 2018