Por Rafael Alhama Belamaric
Valga
esta pequeña contribución de reflexión retrospectiva y prospectiva sobre hechos
y acontecimientos en materia laboral, y concretamente en el campo de la
investigación del trabajo, sin que se entienda como una profecía y lección de
historia.
No
se trata de discutir si el futuro es o no cognoscible, ni que se descarte el
efecto que la propia reflexión pueda tener sobre los hechos mismos; al
contrario. Se trata de advertir de posibles direcciones indeseables de la
sociedad, pero sobre todo de que funcione como catalizador de la toma de
conciencia y de acción sobre propuestas que marquen camino del futuro hacia el
presente, o en otras palabras, en las transformaciones necesarias para llegar a
los objetivos propuestos en la esfera laboral.
Luego
de una década de fuerte preparación técnica después del triunfo de la
Revolución, la elevación del nivel de calificación de los trabajadores, y el
nivel educacional general, así como la preparación de técnicos en las materias
de organización y normación del trabajo, a finales de los años 60 y principios
de los 70, comenzó a mostrar un deterioro generalizado, que imponía restablecer
estas funciones en los centros de trabajo, aumentar la preparación técnica, y
establecer las bases metodológicas, partiendo de una etapa elemental de
organización, hasta alcanzar una etapa superior de organización, que fue
denominada de organización científica. Así se establecían y enmarcaban las
bases primarias de la investigación del trabajo para marcar otras tendencias
años más tarde.
En
Cuba los estudios sobre el trabajo de forma sistemática y con respaldo
institucional comenzaron en los tempranos años de la década del 70 del siglo
pasado, a la par de los estudios sobre los procesos de trabajo iniciados en la
época en América Latina, pero sobre todo, en el marco de la integración de Cuba
a los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), al Grupo de Trabajo
para la Organización Científica del Trabajo (OCT) en el período 1970-1973, y la
decisión a partir de 1970 de reiniciar las tareas de Organización y Formación
del Trabajo.
La
constitución de un centro de investigación y de apoyo a las tareas prácticas
surge en nuestro país en los años 70, en un momento histórico peculiar, sin
grandes pretensiones ni planteamientos teóricos ni conceptuales, pero de
grandes e importantes tareas a cumplir, de corte muy pragmático, para dar
respuestas prácticas, de manera más o menos inmediata, aunque con la vista y
estrategia para ir preparando el personal especializado necesario para sentar
las bases de la investigación científica del trabajo en el país.
Primero
como un Centro de Normación Técnica (1973), que luego en 1976 habría de
convertirse en Instituto Nacional de Investigación Científica del Trabajo, refleja
más que etapas en el desarrollo en tan corto período de tiempo, una
intencionalidad para sentar las bases para indagar y problemizar
la esfera del trabajo, más allá de las tareas cotidianas, importantes, pero
insuficientes.
Por
un lado, se trabajó a marchas forzadas, literalmente a todas horas, para apoyar
metodológicamente a las empresas, por otro, por la necesidad que imponía la
propia realidad de investigar, se preparaba el personal en el propio instituto,
y personal que cumpliera con las funciones de organización en los centros de
trabajo, especialidad casi inexistente en la estructura de nuestras
instituciones económicas. Todo ello, para superar la subestimación de la
importancia de la actividad de organización, y para dotar de capacidad de
organización a todos los niveles.
Se
imponía otra preparación del personal especializado, empírico en su mayoría, y
se comenzó a tratar de romper con esquemas establecidos de trabajo, la falta de
preparación metodológica y por tanto de rigor en los estudios que se hacían. Trasponer
los límites tradicionales marcados por disciplinas supuestamente tan distantes
como la Sociología, la Ingeniería, la Fisiología o la Economía, la Matemática o
la Psicología, requerían mucho esfuerzo, y constituía un reto que dura hasta
hoy.
En
una palabra, había una tremenda actividad dinámica de capacitación y superación
de trabajadores a todos los niveles, que es esencial para producir cualquier
cambio.
Desde
el punto de vista académico, no se puede hablar de influencias de disciplinas
en particular, como pudiera ser el caso de la Sociología del Trabajo, tan
extendida en América Latina en esa época, o de autores de influencia como los
franceses Touraine, Mallet, Friedman, el italiano Panzieri, o el sajón
Braverman, o la influencia de concepciones, ya
sea de los controles del proceso de trabajo, o los grandes experimentos
y experiencias con participación obrera en Italia. Había lecturas adelantadas,
se conocían los grandes experimentos de modelos productivos y la llamada
“democracia obrera” de las empresas en Suecia, Holanda, Italia, Alemania, pero
nada más.
Sin
embargo, había elementos comunes, y las concepciones e influencias, no
directas, giraban alrededor del taylorismo-fordismo y el control sobre el
proceso de trabajo, elementos organizativos y conceptos con raíces en la década
del 20 y los manuales de organización de los años 30, rebautizados allende como
“Organización Científica del Trabajo Socialista”.
Muy
sintéticamente, el recuento de estos primeros pasos muestra a las claras el
estado de cosas. Por un lado, el estado de la teoría y sobre todo de la
práctica, en los países del llamado “campo socialista” de Europa del Este y la
antigua Unión Soviética. Por otro, en Cuba se trataba de interpretar y de adecuar, pero habida cuenta que no
había tradición ni estudios de los temas relacionados con el trabajo en la
época prerrevolucionaria, no es difícil suponer que el influjo fue grande, y
las ideas y concepciones propias, algunas originales de los primeros años de la
Revolución, muy lejos de establecerse.
En
la práctica cotidiana, la consistencia, congruencia y el accionar, o las
relaciones entre la filosofía-conceptos-procedimientos, desde ese momento,
comenzaron a desbalancearse. Con el tiempo, se repetían, una y otra vez, los
mismos elementos técnicos y los procedimientos, sin claridad casi siempre de
las bases filosóficas o las ideas que sustentaban determinada propuesta, y los
conceptos propios necesarios. Así, no es de extrañar que hubiera débiles
señales siempre acerca del tipo de organización necesaria, cuando se trataba de
la empresa.
Primaron
los procedimientos, es decir, la instrumentación, desde la propia época de la
Normación Elemental (NE), pasando por Normación Técnica (NT), la Organización
Científica del Trabajo (OCT), y más tarde, y en momentos cuando más falta hacía
claridad de los conceptos organizativos, no sólo del trabajo sino acerca de la
empresa, se vuelve a la Organización Básica del Trabajo (OBT) y el Sistema de
Dirección y Planificación de la Economía (SDPE), para llegar al
Perfeccionamiento Empresarial (PE), con limitaciones tanto de la arquitectura
empresarial como del entorno externo, casi 20 años después, prácticamente con
los mismos procedimientos organizativos establecidos en la segunda mitad de los
años 70, y algunos escritos en los primeros años de la década del 80 relacionados
con el cálculo económico, los controles económicos, las finanzas o la
contabilidad.
De
manera que en sus comienzos, en los años 70, se trata de responder, ante todo,
a la empresa, sobre todo la organización del trabajo y los salarios. Luego
vendrían planteamientos más profundos, de mayor vuelo, como el estado de las
relaciones sociales de producción, o como se denominó “de la naturaleza y
contenido del trabajo”, que no prosperaron, porque se adentraba en la
investigación fundamental; y los fundamentos, estaban supuestamente
constituidos.
En
este periodo en América Latina llegan a primar los debates acerca de los
caminos a seguir en los estudios laborales, acerca de la teoría de la
Regulación, la Especialización Flexible o las Nuevas Relaciones Industriales,
entre los nuevos pensadores sociales de raíces marxistas y cepalinas, por lo
que se trata de pensar la realidad social como una totalidad de relaciones.
Mientras
tanto entre nosotros, se abre el camino de la investigación, más allá de la
organización, a temas del empleo, formación y las relaciones laborales, los
aspectos técnico-tecnológicos, a las condiciones de trabajo y los problemas de
seguridad y salud del trabajador; también estudios de migraciones laborales, pobreza o “población en riesgo”.
Las
lecturas sociológica, económica, y política, de las transformaciones, se abren
camino tímidamente, y el individuo y colectivo laboral, cuando se tratan como
sujetos, es en términos de satisfacción, intereses, pero siempre en esencia,
como cifra macroeconómica, sin abordar con suficiencia sus influencias en las
transformaciones, como decisor o regulador de los procesos sociales, con lo que
paradójicamente se olvida lo que el discurso plantea rescatar: el lugar
determinante de las relaciones económicas.
La
pregunta sería, ¿por qué , entre marxistas, se olvida que Marx siempre trató la
economía como sistema de relaciones sociales.? ¿Cómo articular esto
con el ejercicio por la mayoría de la
función de propietario en toda la extensión de
la palabra, en las nuevas condiciones de una sociedad en tránsito, en la
que prima la colectividad y la toma de decisiones con un “nuevo democratismo”
como le llamara Lenin?
Ya había enraizado profundamente en los
manuales, y se había transmitido como verdad establecida, que la personalidad
se reducía a una resultante, y por tanto el sistema de Relaciones Sociales era manejable
desde un centro, con la concepción de la homogenización de la conducta y de
la subjetividad.
Es
así que el tratamiento del sistema de Relaciones Sociales de la Producción en
su vínculo con el de las Relaciones de Producción se reduce
extraordinariamente, como en su proyección cotidiana el de las propias
relaciones entre los hombres durante el proceso del trabajo. No es de extrañar
que otra categoría principal, las Fuerzas Productivas, se vea limitada en el
tratamiento de sus elementos lo que repercute en grandes problemas de
realización de las capacidades adquiridas, y pesa cada día más, en la economía
y las relaciones sociales.
La
década del 70 se termina con el aborto de la OCT, sin haber alcanzado los
objetivos acordados, y con un vacío teórico-conceptual acerca de la empresa, de
la dirección administrativa, la dirección económica, y la organización en todos
los aspectos; sin claridad conceptual y práctica de la mayoría del camino a
seguir.
Contradictoriamente,
la investigación salió fortalecida con las experiencias realizadas, y la
preparación de los investigadores se consolidaba en enfoques multidisciplinarios,
no sin resistencia e incomprensiones. Por el papel histórico que venían
desempeñando, especialistas de las ramas ingenieriles, con gran peso en las
tareas de normación y organización. se siguió enfocando esta esfera de
actividad hasta hoy, solamente como una cuestión técnica.
No
caben dudas que fue la época de mayor florecimiento de la actividad de
organización del trabajo en el país, que dejó impronta, que habría de durar
hasta la década del 90, en la que se produce un éxodo de técnicos hacia otras actividades,
y con ello se limita extraordinariamente esta función, a lo que coadyuvó sin
dudas la escasa importancia que se le daba.
La
década del 80 abre nuevas líneas y temas de investigación, más allá de la
empresa, del trabajo, y con el intento de introducir y desarrollar un sistema
de dirección y planificación de la economía, el tema sindicato potencia su
papel, y se imponía investigar acerca de sus problemas. Pero a diferencia de
los años 70, en que el sindicato era un actor laboral activo, ahora se ve
reducido a un actor político, que a veces incluso cumple tareas
administrativas, es decir, sustituye a la administración en sus funciones. La
riqueza del tradicional movimiento de los trabajadores es recogida e
investigada muy limitadamente.
Mientras,
en otro contexto, los momentos que se vivían en América Latina, se enfrentaba
una concepción tradicional de interpretación de los movimientos obreros, y el
papel que venían desempeñando como parte de la política, y una nueva concepción
que trataba de analizar a la clase obrera y su comportamiento colectivo,
tratando de hacer valedero la experiencia cotidiana y las subjetividades.
A
finales de la década del 80, luego de un alerta y acciones truncas de las
tendencias negativas en lo laboral, se acomete una experiencia por parte del
Instituto del Trabajo, con múltiples experimentos de campo en un grupo de
empresas seleccionadas, que habría de durar tres años, con el objetivo de
revolucionar los conceptos acerca de la empresa, del trabajo, del trabajador
como decisor y regulador de los procesos. Esta experiencia, junto a otras
llevadas a cabo por el Centro de Estudios de la Economía Cubana y la Facultad
de Ingeniería Industrial, fueron pioneras de los cambios necesarios en la empresa,
en su organización y gestión, acorde a los nuevos modelos productivos y nuevas
formas organizativas.
En
una palabra, se privilegia la empresa y los modelos productivos. Esta
experiencia, también termina sin continuidad, con la agravante de la situación
económica, financiera y comercial creada en los primeros años de la década del
90 con la desaparición del llamado “campo socialista” de Europa del Este y la
URSS.
Por
tanto, la investigación se vio otra vez en una encrucijada; o investigar
problemas que estaban por surgir, a partir de consideraciones exclusivamente de
los investigadores, sin vínculos efectivos con los niveles de decisión, o
volver a la empresa para apoyarla en la solución de sus problemas cotidianos.
Unos
años más tarde, se abren nuevas líneas, referidas fundamentalmente al empleo y
las relacione slaborales, y un tema que venía influyendo desde los primeros
años de la década del 90, los “recursos humanos”, luego convertido en el
llamado “capital humano”, al influjo de las normas y estandarizaciones en la
esfera de la calidad. Acerca de esto se ha escrito, aunque no lo suficiente, y
sólo destacar aquí que sigue siendo un tema abierto y no resuelto. También se
comienzan a investigar temas de corte social, en el campo de la seguridad
social.
Desde
luego, la empresa y los modelos productivos siguen entre los preferidos, y ya en esta época son varias las
instituciones que se dedican desde hace años a su investigación y propuestas de transformación.
La
entrada en el nuevo siglo, comienza con investigaciones de gran importancia,
pero también gran incomprensión y reticencias, como es el caso de las
realizadas acerca del Proceso de Perfeccionamiento Empresarial, en curso desde
finales de la década del 90. Sus resultados son de peso para hacer ajustes,
desde sus enfoques y concepciones hasta la forma de implementación, pero sin
efecto ni repercusión real, sin debate ni socialización de los resultados; en
una palabra, sin visibilidad de los resultados.
Lo
mismo habría de ocurrir con otras investigaciones que arribaban a resultados no
esperados, como la referida a la reestructuración de la industria azucarera o
el sistema de dirección de la fuerza de trabajo en las empresas y su incidencia
en la dirección de la empresa, o las nuevas formas organizativas, entre otras,
desarrolladas a lo largo de la década.
Hoy
nos encontramos en los comienzos del perfeccionamiento del modelo económico y
social, del perfeccionamiento del sistema de ciencia, de potenciación de las
ciencias sociales, de preparación integral de los investigadores, en cada
organismo e institución, de revisión de ideas, de rediseño de conceptos, en que
el trabajo debe ocupar un lugar preponderante en todos los cambios a acometer,
con la esfera de investigación del trabajo deprimida.
En
la etapa actual de construcción del socialismo, y los lineamientos y objetivos
propuestos en la sociedad, el cúmulo de problemas referidos al trabajo es enorme,
y los problemas de investigación se multiplican, en la misma medida en que se
proponen cambios y transformaciones.
Desde
luego, el diapasón es mucho más amplio que hace dos o tres décadas atrás, y el
problema de la organización del trabajo y los salarios, es sólo uno de ellos. Y
si en algún momento es necesario alcanzar la mayoría de edad de la
investigación, y buscar la integración de disciplinas, y realizar trabajo
interdisiciplinario profundo, y de coordinación entre instituciones de
investigación, es ahora. Aunque los problemas son complicados y complejos, y
ningún especialista o grupo por sí sólo puede dar la respuesta, se hace
imprescindible una reorganización, a marchas forzadas del sistema de ciencias
sociales, y concretamente, en la categoría trabajo.
Habría
que comenzar a listar por los problemas de carácter fundamental, y de corte
teórico y conceptual, de lo general a lo particular, que inciden, y son la
esencia de los problemas actuales. Se trata de una profunda rearticulación
entre la teoría y la práctica, que no pueden marchar por caminos diferentes.
Cualquier
investigación o estudio serio actualmente, en el campo de lo laboral, del
trabajo, debe partir del reconocimiento del individuo como sujeto activo de las
transformaciones sea del proceso de trabajo, o a nivel de la sociedad.
Antecedentes y estudios de instituciones científicas existen.
No
es posible seguir considerando a las personas como categoría económica o simple
parámetro macroeconómico de medición de intereses-necesidades, limitando la
personalidad y homogenizando la conducta de los hombres, olvidando que la
economía es un sistema de relaciones sociales. En otras palabras, no es posible
seguir excluyendo o limitando la subjetividad del sistema de las Relaciones Sociales
de la Producción y de su núcleo, las Fuerzas Productivas.
Sin
esto, cualquier estudio y propuestas acerca de los sistemas productivos
integrales, o el perfeccionamiento de la empresa estatal socialista, o de las
medidas para elevar la eficiencia y productividad del trabajo, o del colectivo
laboral como sujeto activo decisor, con funciones inherentes hoy día al
exterior de la empresa, - referido a los momentos de apropiación, distribución
y consumo,-
se convierten en formalidades de corta vida, se pueden privilegiar, pero no
prosperar con suficiente fuerza y tampoco desarrollo propio, y finalmente son
de limitado alcance en los perfeccionamientos necesarios.
En
correspondencia con lo anterior, está la dimensión del individuo, como parte de
un sistema nuevo de propiedad, con una nueva relación entre la propiedad
social y la propiedad individual, en el cual se multiplican las formas de
propiedad, pero todas se tienen que articular de manera tal que estatal y no
estatal no sean excluyentes sino tributen a un mismo sistema reproductivo. Este
constituye un gran campo de investigación, de urgente demanda al mismo tiempo
que con la fortaleza de poder partir de múltiples experiencias y estudios
existentes.
De
lo contrario, no se consolida el sistema de propiedad con todas las relaciones
sociales, económicas y políticas que implica, de tal manera que reproduzca un
nuevo tipo de propietario socialista. Esta dialéctica objetiva del proceso de
producción-apropiación-reproducción de la vida social por los individuos,
presente en las contradicciones entre los procesos de enajenación y
emancipación, no se supera, si no se parte del trabajo, del propio proceso de
producción, en el cual surge, o no, la unidad propiedad social-propiedad
individual propia del sistema de propiedad socialista en construcción
Se
puede enumerar una lista extensa de problemas, unos acumulados y otros
agudizados, otros nuevos, pero todos necesitados de un enfoque renovado. Pero
no es posible seguir tomando decisiones, sin investigaciones que definan, o sin
tener en cuenta los resultados de investigaciones realizadas, en materia de la
organización, ya sea del trabajo, o de la dirección, de la organización del
salario, de los ingresos, del nivel de vida, de las relaciones laborales, y en
general del conjunto de relaciones sociales de la producción en las condiciones
cubanas actuales. .
Hay
un enorme desgaste tratando de aplicar sistemas de gestión de diferente índole
en las empresas, sin que las empresas tengan claro cual es la concepción y tipo
de empresa que se quiere. Y estos sistemas, en el mejor de los casos, los lleva
un grupo de especialistas, sin anclaje en la base, de tal manera que casi
siempre todo se queda en los procedimientos escritos.
Y
lo más preocupante, no es posible seguir tratando grandes temas de forma
fragmentada sin una visión de la totalidad.
Las
soluciones no son sencillas ni mucho menos evidentes. Pero están a nuestro
alcance a partir de ejercer el análisis crítico y la investigación de la nueva
situación social creada, y proyectarnos con rigor prospectivo y compromiso
acerca de la sociedad que queremos crear.
El
punto de inflexión debe ser el fortalecimiento de las estructuras de investigación,
y no la extinción de las mismas. Si ayer, había carencia de preparación
teórico-conceptual, fundamentalmente de la economía política, y por otro lado,
los objetivos planteados no iban más allá de la necesidad del aumento de la
productividad del trabajo, y de las tareas de organización del trabajo, de la producción, de la dirección,
faltaba enfoque científico y sobre todo base social.
Si
dominaba la falta de continuidad de las tareas, por la interpretación
determinista de las cosas, y la premura en las aplicaciones, se imponía también
la incomprensión de los ritmos y objetivos de investigación, y la falta de
visión global de las cosas, de las necesidades a partir de las situaciones
creadas o en transformación.
Hoy,
superados muchos de los viejos problemas, es exigencia del momento , y
responsabilidad por parte de todos, tanto de los investigadores como de los
niveles de decisión, asumir los resultados de investigaciones con el compromiso
mútuo y la eficacia que demandan los objetivos planteados en las necesarias
transformaciones.