Oneida Álvarez
Profesora en el Centro de Investigaciones de la
Economía Internacional de la Universidad de La Habana.
Carlos
Fernández-Aballí
Ingeniero. Profesor de la CUJAE y trabajador por
cuenta propia (productor de condimentos deshidratados).
Rafael Hernández
Politólogo.
Director de Temas.
En 1995, se crearon las CADECA, y a partir de ahí ha habido una
de-terminada fluctuación, que ha subido o bajado: bajar hasta 18, subir hasta
27 en un momento determinado, y que se mantiene alrededor de 24. Es esta la
tasa de cambio entre el peso convertible, no solamente respecto del dólar,
sino también respecto del peso convertible, del peso cubano.
Entonces, ¿cuál
es el origen de la doble circulación monetaria?
Oneida Álvarez: Podríamos quizás sentar un primer planteamiento, y es que la moneda es la expresión más sintética
de las condiciones objetivas de la economía de cualquier país; esto es válido
para cualquier país que no tenga un nivel de hegemonía y protagonismo en el
sistema monetario internacional, como tienen, en primer lugar, los Estados
Unidos, cuya moneda prácticamente se convirtió en el centro del sistema en un
momento determinado, y los restantes países desarrollados, cuyos signos
monetarios integran la canasta fundamental de monedas que deciden los derechos
especiales de cambio; por tanto, ellos tienen determinados privilegios, y puede
un país como los Estados Unidos tener un déficit gigantesco y, sin embargo, su
moneda continúa siendo una moneda apreciada, ¿por qué?, porque hay un conjunto
de otros elementos que determinan su hegemonía. Sin embargo, en un país normal
es precisamente la salud de la economía, la fortaleza de la economía, su
estabilidad, y consecuentemente su competitividad, la que va a determinar que
su moneda sea fuerte o no.
¿Cuál pudiera ser la
explicación del origen de la doble moneda en Cuba? Que se despenaliza el dólar;
pero eso no es más que una explicación del origen, es algo aparente como
causa. Hay una causa esencial: es necesario reconocer que la moneda cubana
estaba siendo de-preciada, no tenía capacidad de poder adquisitivo, y
paulatinamente se iba sustituyendo el atesoramiento y la adquisición en los
mercados informales de bienes y servicios del peso cubano por el dólar. ¿Cuál
entonces es la verdadera causa de la aparición de la doble moneda? El
debilitamiento del poder de compra de la moneda nacional como consecuencia de la profunda crisis económica que en ese momento había en el país y que se
expresaba en la reducción del producto in-terno bruto (PIB), de su ritmo de
crecimiento, que cayó casi en 35%, el déficit fiscal, el incremento de los
precios, etcétera.
¿Y qué representa el poder
legalizar la tenencia y el uso de los dólares? Pues, ante todo, la posibilidad
de que no continuara deteriorándose el poder de la moneda nacional, y que se
pudieran oficializar en el país los ingresos de dólares a través de todas las
vías que en ese momento se concibieron para que el estado los pudiera captar y
pu-diera producirse una redistribución de esos ingresos de una manera un poco
más ordenada. Muchas veces se polarizan las interpretaciones de cuáles son las
derivaciones o consecuencias de la introducción de la doble moneda tratando de
buscarlas desde el ángulo económico y desde el ángulo social. Generalmente
enfocamos los problemas sociales desde la perspectiva de la población y el impacto
que esto ha tenido en la población; y también lo vemos, en el ángulo económico,
desde la repercusión que tiene en el sistema empresarial.
Sin embargo, pienso que podríamos imaginar que tenemos dos triángulos,
un triángulo que representa el funcionamiento de la economía, y otro que
representa la situación social de un país determinado. En el que representa la
economía hay tres vértices que están íntimamente relacionados, que son el
salario, el tipo de cambio y los precios. Y en el triángulo que representa a la
sociedad vamos a encontrar también tres vértices que son fundamentales para la
sociedad: el salario también, las oportunidades que los ciudadanos tienen, y
las diferenciaciones de ingresos. Pero en definitiva estos dos triángulos no
son más que dos caras de un mismo problema, porque la diferenciación del
análisis económico del social es una pura abstracción metodológica, porque cada
uno de nosotros somos al mismo tiempo sujeto económico porque tenemos un
salario, vamos a tranzar con de-terminados precios y en base a un tipo de
cambio; y sujetos sociales porque
tenemos una expectativa respecto a lo que es la igualdad, la justicia social;
tenemos un determinado salario o ingresos, por decirlo de forma más general, y
al propio tiempo unas expectativas también en cuanto a igualdad de
oportunidades.
Como consecuencia, la moneda está imbricando tanto el comportamiento de
la economía como el de la sociedad, con el sistema pro-ductivo y con los
niveles de vida de los ciudadanos, de ahí que tenga tanta importancia que se
produzca un funcionamiento acertado de la economía.
Pero ¿el conflicto de estos dos triángulos tiene su centro en la
dualidad monetaria? En realidad los problemas son mucho más abarcadores, ahí
hay que tomar en consideración el papel que desempeña el tipo de cambio, y lo
esencial es cuál es la capacidad de compra que tiene el peso. ¿Cómo enfrentar este
problema, eliminando la dualidad monetaria? ¿Qué requisitos hacen falta?
Carlos Fernández-Aballí: Yo pienso que el origen aparece en
los 90, cuando se hizo acuciante la
necesidad de atraer la inversión extranjera a Cuba. En ese momento, Cuba tenía
que hacer una buena oferta a los inversionistas extranjeros y lo hace a partir
de aumentar la competitividad de su fuerza de trabajo, poniéndole un valor que
lograra eso, y separando los dos mercados, o sea, el mercado en CUC y el
mercado en CUP, que pasó a identificarse como la “moneda nacional”, aunque las
dos lo eran.
Rafael Hernández: ¿Cuáles han sido los impactos que
tiene en la esfera económica, en la social, en las
relaciones, en los problemas nacionales, en la vida
cotidiana, el mantenimiento actual de la doble moneda?
Oneida
Álvarez:
Hay dos tipos de impactos fundamentales —aunque
puede haber muchos—, pero uno está precisamente en la
empresa, no porque haya dos monedas, sino porque hay dos tipos de cambio; o
sea, la empresa mantiene un tipo de cambio de uno por uno, y la población uno
de uno por veinticuatro. Cuando nosotros le decimos al empresario que cada peso
es lo mismo que un CUC o un dólar, simplemente estamos obligándolo a tener una
doble contabilidad; así no logramos tener una valoración exacta de cuáles son
los costos, no podemos medir acertadamente las rentabilidades, y estamos
sobrevalorando el peso al considerarlo en una magnitud que no es la que
económicamente sería razonable. Esto, obviamente, además de lo dicho sobre los
efectos contables de medición de costos, de valoración de rentabilidades, tiene
una consecuencia de mayor alcance: pierde competitividad el producto cuando el
tipo de cambio que se utiliza está sobrevalorado.
¿Qué hacen muchas veces los países cuando se ven en una crisis
coyuntural? Devaluar su moneda para que sus productos puedan resultar ante
otros competidores más baratos, y de esa manera elevar de forma espuria, o sea,
de forma sucia, pero que coyunturalmente es válida como política, la
competitividad. Ese es un primer impacto que tiene este problema, pero
derivado, del tipo de cambio como elemento sustancial.
Otra cosa importante, cuando
se habla de que el salario no alcanza para cubrir las necesidades. Es que,
además, como consecuencia de esta dualidad monetaria tenemos los mercados
segmentados, tenemos
mercados en pesos y tenemos mercados en CUC, y como consecuencia de esta
dualidad monetaria tenemos segmentada la política monetaria también. Pero el
salario no alcanza no porque tengamos una doble moneda, sino porque de la misma
manera que la moneda es la síntesis de todo el desenvolvimiento económico, el
salario solo se puede incrementar sin generar un proceso inflacionario cuando
la base productiva así lo permite. Entonces, la causa está —fundamentalmente
en el sector estatal—está en las deformaciones estructurales que tiene nuestra
economía, en que todavía nuestras exportaciones tienen muy bajo valor agregado
y en que nuestra productividad es muy baja. Esas son los elementos
fundamentales que tenemos que modificar, conjuntamente con la reducción de la
vulnerabilidad exter-na para que nuestros salarios puedan tener mayor poder
adquisitivo.
Es importante también decir
que las diferencias sociales no vienen dadas por la doble moneda; sino por la
forma en que se adquiere una de esas monedas, así como las condiciones de
adquisición de ella. Quiere eso decir que los que adquieren los CUC de una
fuente que no es el trabajo están en mejores condiciones desde el punto de
vista de las oportunidades y de las capacidades para disfrutar de bienes y
servicios que los que adquieren su moneda en pesos —que es la moneda
principal, la que recibe un trabajador por su salario. Obviamente hay que
reordenar la política monetaria, no estoy diciendo acabar con la dualidad
monetaria, sino de lograr que esa política, en coordinación con el resto de
las políticas del país, estén dirigidas a que haya un equilibrio entre la
cantidad de dinero en circulación y los bienes que se oferten en la red
minorista; para lograrlo hace falta en primer lugar un mayor nivel de
productividad y competitividad que haga posible elevar los niveles de ingresos de la población.
¿Por qué es un objetivo de vital importancia?, porque así lograríamos la
cohesión social; y esa solo se alcanzaría si los ciudadanos tienen la
expectativa de que real-mente van a poder mejorar su nivel y calidad de vida
como resultado de su trabajo. Por eso el tema aparente siempre es el tema
monetario, pero la raíz de este tema no está en la esfera de la circulación,
sino en la de la economía real.
Me alegro muchísimo de que el ingeniero haya hecho referencia a algunas
de las razones por las cuales en los 90 se tuvo que poner un paralelismo en el
funcionamiento de la economía, porque dado el nivel de depreciación del peso
había que buscar el sostenimiento de algunos sectores en moneda convertible
que constituyeron el pivote de la reanimación: el turismo y la biotecnología.
Algunos esquemas cerrados de financiamiento y la atracción de capital
extranjero permitió empresas mixtas, y eso a su vez generó un derrame de CUC en
el resto de la economía. Lo que pasó es que este proceso no fue ordenado, y por
eso cuando hablamos de posibles soluciones tenemos que hablar de un
reordenamiento monetario donde los diferentes instrumentos desempeñen su papel,
porque hay muchos que no empleamos. Es imprescindible que haya una coherencia
sistémica entre la planificación y la política monetaria que percibe ese
equilibrio monetario.
Carlos
Fernández-Aballí:
Por un lado, el CUC es como una válvula de
no retorno, o sea, la divisa que entra al país se cambia en
CUC —que es una moneda de fácil cambio— para acceder a servicios que se
manejan en ese mercado, y esa divisa queda en Cuba. De hecho, cada vez que se
cambia de un lado a otro, la CADECA se queda con una parte, esa
parte es el pedacito de la válvula de no retorno y al final es una medida
recaudadora; o sea, que tener una doble moneda permite al Estado recaudar
divisas de una forma muy sencilla. Por otro lado, en un momento determinado permitió
regular la inflación. Es muy interesante.
¿Cuáles son las desventajas? Que exista una doble moneda y que las
empresas operen en dos monedas dificulta la contabilidad y facilita el delito.
Para llevarlo a mi experiencia como emprendedor: en el sector privado estamos
en total desventaja frente a la empresa estatal —a pesar de que es mucho menos
eficiente que nosotros—, porque nosotros existimos uno a veinticuatro y ellos
existen uno a uno. Nosotros tenemos que ser de una a veinticuatro veces mejor
que el sector estatal para poder competir dentro del mismo mercado. Entonces,
la doble moneda al final no es causa: ella fue un efecto de las causas que
expresó la profesora y, de cierta forma, ahora empieza a ser causa de otros
efectos. Uno de ellos es que disfraza la eficiencia del sector estatal y,
además, crea —o eso oímos en el Noticiero— la sustitución de
importaciones. Pero el problema está en que la doble moneda defiende las
importaciones en contra de la producción nacional; de hecho, grande fue
nuestra sorpresa cuando llegamos con nuestro ajo deshidratado a los hoteles y
les dijimos: “Aquí está nuestro ajo, uno a veinticuatro, cuesta doscientos
pesos cubanos, ocho CUC” y nos dijeron: “No, tu cambio es uno a siete”. Pero
uno a siete serían 32 CUC por un kilogramo de ajo deshidratado, el menos
competitivo del planeta Tierra. Sin embargo, uno a veinticuatro es competitivo
con el del mercado internacional; es decir, que un español puede vender por
cuatro CUC el mismo kilogramo de ajo. ¡Qué difícil, qué gran reto para los
emprendedores en Cuba!
Pero,
incluso, en el sector nacional, uno a veinticuatro la desventaja es todavía más
grande que frente a la importación.
Hay otro problema. Cuando uno
acepta trabajar por 25 CUC mensuales, eso es lo que vale su trabajo. Se crea
entonces un fenómeno gravísimo porque cualquiera con acceso a divisas puede
comprar servicios en ambos mercados, y lo más triste es que incluso los
mecanismos de contratación del Estado usan el mismo sistema con sus
trabajadores, venden sus servicios en una moneda y pagan salarios en la otra.
Porque el trabajo de los cubanos tiene valor de cambio y de hecho en esta
economía, en estos momentos, ya no es el turismo el primer sector de ingreso:
son los servicios profesionales que se venden en el extranjero. Entonces es muy
difícil para los cubanos valorar su trabajo cuando formalmente el Estado les
dice: “Tu trabajo vale seiscientos pesos cubanos”, pero entonces empieza la
realidad de qué se hace con seiscientos pesos cubanos. Además, cuando sales de
La Habana, las cosas también cambian: en la capital hay una burbuja, la oferta
en CUC tiene unas características, pero en las provincias es posible fabricar
la cama de un camión por veinticinco mil pesos cubanos, algo que costaría
treinta mil dólares en cualquier lugar del mundo. Realmente son muy complejas
las relaciones de valor en Cuba y eso disfraza todo el problema.
Rafael Hernández: Tiene la palabra el público.
Omar
Everleny
Pérez
Villanueva:
Ha quedado evidenciado que realmen-te la esfera financiera
es un reflejo de la realidad productiva del país y tenemos que ver en los
últimos años qué ha pasado en la economía
cubana. Hemos crecido, pero a tasas bajas. ¿En
qué hemos crecido?, no hemos crecido ni en la industria ni en la agricultura,
estamos ha-blando de la economía real, por lo tanto no puede haber soluciones
financieras si no hay soluciones productivas, y la primera solución productiva
es habernos dado cuenta de que no necesariamente para que las esferas
productivas no tienen que ser estatal; la estatal tiene que concentrarse en
aquellas actividades estratégicas. Asimismo, nos hemos dado cuenta, aunque
tarde, de que realmente hay toda una potencialidad en el sector no estatal que
ha venido avanzando en los últimos dos años pero todavía tiene limitaciones: de
importaciones, de maquinaria, de mercados mayoristas, a pesar de que decimos
que aumenta el trabajo por cuenta propia. Entonces, ¿en qué estamos
aumentando? Hay que ir, como se decía aquí, a la causa del problema: hay que
desatar las fuerzas productivas y, aunque esa es la intención, todavía es un
poco lento. De manera que si tienes estancamiento en la agricultura, lo tienes
en la industria y, sí, el país crece, pero en salud, en educación, que son lo
que hacen es consumir.
No se puede aumentar el
salario porque realmente lo que estás creando es una crisis inflacionaria, pero
el salario lo impuso el sector no estatal: nadie hoy trabaja en el sector no
estatal por menos de 50 pesos diarios, que al mes suman dos mil pesos, y ese es
el salario real en Cuba. Se sabe, entonces, dónde están los problemas.
Rolando Rogés: Quisiera tratar de aterrizar el
triángulo hermenéutico en un ambiente más concreto,
digamos, sobre lo que son las tasas de cambio y precios. Por ejemplo, una
botella de aceite de 1 litro cuesta 2,40 CUC en las tiendas, pero el subsidiado
por el Estado vale 0,40 CUP la onza, y
el que se vende en un mercado informal vale 25 pesos la onza. ¿Cómo se puede
integrar un PIB de un país y estabilizarlo con esos tres precios? Pero, aparte
de eso, las distintas tasas de cambio: el taxista, porque no puede ver el
menudo, cambia el dólar a 25, mientras que en algunos agros lo cambian a 23 o
hasta 22, ¿qué efecto deletéreo puede tener para el mismo PIB y para el mismo
crecimiento aquello que no pudimos valorar? ¿Cómo se puede estabilizar un PIB o
hasta qué punto es efecto valorativo de una economía el PIB en estas
circunstancias?
Charles
Romeo:
Hay dos monedas porque hay dos mercados: hay un
mercado en una moneda que se llama convertible y otro
mercado en una moneda que es la moneda nacional. Ahora, ¿por qué? Hagamos
historia, primero fueron las tiendas para turistas y el cubano que compraba
ahí no podía justificar su divisa porque un cubano no podía tener divisa en
Cuba; esa fue la situación hasta el año 95. Después de una caída de 40% del
PIB, en pleno Período especial, se planteó una política para recuperar divisas,
se generalizaron las tiendas en divisas, se autorizó su tenencia y el objetivo
de las tiendas era la recuperación de divisas con un impuesto de 100% para que
pague el que tenga por el que no tiene. Creamos dos mercados con dos unidades
monetarias. La Revolución fue inteligente y pragmática y estableció una
interfaz entre ambos mercados que se llama CADECA. Hoy es una situación más que
distorsionada, esquizofrénica, pero responde a una realidad objetiva. Ahora la
esquizofrenia total está dentro del sector estatal, donde un peso es igual a un
dólar.
Rafael Hernández: ¿No hay ningún país en el mundo
donde circule más de una moneda?
Charles Romeo: En ninguna parte, porque ningún país
ha pasado lo que ha pasado este país. Entonces si
yo estuviera a cargo del Estado, diría: “Usted me contabiliza en pesos cubanos
y me contabiliza parte en divisas”, pero no me haga la ficción de que uno es
igual al otro; ahí es donde está la súper esquizofrenia.
Raúl Garcés: Al principio, se hablaba del cambio
del CUC por el CUP, digamos, de las diferentes
cotizaciones; sin embargo, desde hace unos cuantos años este país tiene prácticamente
una cotización que no va-ría, de veinticuatro por uno, de veinticinco por uno,
para comprar o para vender. ¿Qué implicaciones, repercusiones, impactos tiene
eso desde el punto de vista económico si efectivamente están cambiando las
relaciones internacionales, si hay un contexto de crisis financiera económica
internacional y eso deja improntas también en la economía?
Lo otro es la pregunta de los
diez millones y no quiero hacerla para que nos sintamos incómodos ni para que
respondamos lo que no se puede, ¿es posible prever escenarios que nos conduzcan
en plazos, cronogramas, a superar la dualidad monetaria? Todos estamos de
acuerdo, hay un consenso social en que hace falta una base productiva; pero
todos lo hemos escuchado hace cinco, diez, quince, veinte años, y todos
aspiramos a tener un salario mejor, ¿se puede pensar que ese horizonte sea
menos infinito de lo que parece a primera vista?
Carlos Alzugaray: Coincido con algo que decían Oneida,
Carlos, Ever-leny: lo de la doble moneda es un problema productivo. No se va a
resolver el problema de la doble moneda si no aumenta la productividad y ahí
estamos metidos en un círculo vicioso porque el grueso de los que trabajamos en
este país recibimos un salario en pesos cubanos que no nos alcanza para vivir
y, entonces, esperar que se produzca, que uno aumente la productividad y la
eficiencia en esas condiciones es poco menos que imposible.
Yo creo que este problema es muy antiguo. Yo recuerdo hace muchos años,
por la década de los 60, que al Ministerio de Relaciones Exteriores vino un
compañero de la Junta Central de Planificación a explicarnos temas de economía;
habló de la cifra del circulante, de la relación del circulante con la
producción, etc. Recuerdo una frase que me chocó: “Los soviéticos nos dicen que
eso es una barbaridad, que no podemos tener tanto circulante; pero ellos no
saben nada de economía”. Y es que uno de los problemas que tuvimos es que
quisimos ignorar la economía, el mercado, echar por la borda los balances
financieros. Recuerdo una frase del Che, a quien admiro muchísimo, pero que nos
ha costado: “No se puede construir el socialismo con las armas melladas del
capitalismo”. Eso ha contribuido a que todo el mundo interprete que usar el
mercado, las relaciones monetario-mercantiles, es un error; y así, hemos
venido acumulando un déficit que en un momento subsidió la Unión Soviética. Y
entonces, cuando no nos quedó más remedio que aprobar la política de la doble
moneda, no se vio que llevaría después a una serie de medidas muy parecidas a
ese ajuste que hemos criticado por todas partes. Este problema no se va a
resolver sin dolor, vamos a tener que sufrir, pues no hay otra forma de resolverlo: no se pueden unir las dos monedas
de “golpe y porrazo” sin aumentar la producción, y no se puede aumentar la
producción si no se le paga bien a la gente. Y el problema en la década de los
90, cuando se adoptó la doble moneda, fue que no se llevaron a cabo las medidas
reformistas que llevaban dichas medidas, para que ello fuera solo un problema
momentáneo de manera que se nos ha quedado ahí y va a costar Dios y ayuda
cambiar esa situación.
Rafael
Hernández:
¿En realidad en Cuba hay dos mercados? Yo he con-tado seis.
Es algo relacionado con la estructura real que Oneida identificó como
segmentos de mercado. ¿Hasta dónde es un fenómeno insólito que circule más de
una moneda y, además, extranjera?
Carlos Fernández-Aballí: Se preguntaba qué efectos tiene no
mover el cambio del CUC con respecto al
peso, y cómo se mueve eso en la realidad internacional. Con respecto, por lo
menos, a los productores nacionales es muy poco; o sea, el mercado interno es
bastante cerrado, no hay cómo exportar las producciones. Para exportar los
servicios o lo que uno sabe ha de ser a través de los mecanismos estatales, que
están bastante sectorizados o seccionados, de manera bien distintas, entonces
realmente no sabría qué responder al respecto.
¿Cómo se crea una base productiva, que al final parece ser el centro del
problema? Yo diría que hay que hacer cinco cosas: primero, desconcentrar el
poder económico; o sea, hay que crear oportunidades; segundo, abrir las
fronteras, independientemente del bloqueo, las nuestras; invertir en seguridad,
porque ese proceso no puede ocurrir sin que nuestros órganos de seguridad
tengan la capacidad de enfrentarse con una sociedad más dinámica;
fomentar el acceso a los mecanismos de financiación, o sea, que la gente use
los bancos; y, finalmente, desconcentrar el poder político. Y eso no sería
todo de una sola vez; yo me lo imagino como una escalerita, subes cinco
escalones y empiezas el ciclo de nuevo, subes cinco más y empiezas nuevamente.
A mí me ha dado gusto ver cómo, en el último año, eso ha ido ocuriendo: los
cubanos ya somos dueños de nuestros carros, de nuestras casas, ya podemos
viajar, ya pagamos impuestos, y por lo tanto podemos exigir por el desempeño
de nuestro gobierno; ahorita dicen que viene el internet… Pienso que por ahí va
la cosa.
Todo el mundo habla de la
relación entre poder adquisitivo y trabajo, entre el pago del trabajo, el
poder adquisitivo de las personas y el trabajo, y yo pienso que en Cuba el reto
real y más difícil es el debate entre la productividad y el poder político; ahí
es donde está para mí el origen del problema. Cuando no se tiene dinero libre,
cuando los ingresos son bajos, cuesta trabajo desempeñarse en la sociedad y
hacer valer opiniones y criterios. Esa es una realidad muy objetiva.
Pienso que hay que confiar en
la gente, en que los cubanos creemos en el “proyecto social de la Revolución”
—para usar el término acuñado— y queremos vivir mejor. Hay que confiar en que
con el poder político que vamos a adquirir con nuestros ingresos y nuestros
negocios vamos a hacer algo bonito y útil para esta sociedad. Y que, además,
que sirva de ejemplo para el mundo. Cuba es un país único, lo que le ha pasado
a Cuba no le ha pasado a mucha gente y pienso que los cubanos tenemos cosas
bonitas que enseñarle al mundo; pero, ¡nos tienen que dejar! Y eso pasa por
descentralizar el acceso a las oportunidades y a la toma de decisiones.
Bueno, ¿y de dónde ha salido
el dinero? Parte del problema, es el déficit, nuestra infraestructura. En los
últimos veinte años hemos visto una devaluación gigantesca de toda la infraestructura:
no tenemos fábricas, las calles están destruidas, todo el mundo ve La Habana
como está. Una de las cosas que ha financiado la existencia de una doble
circulación y que sea tan improductiva nuestra economía, es precisa-mente que
la infraestructura se ha ido devaluando.
¿Y cuántos mercados?, no sé, muchos. Cuando uno entra a comercializar
en el sector no estatal y busca cómo completar las cadenas de valor y de
suministros se encuentra, primero, con que muchas cosas que no deberían ser
mercancía, lo son, y que, si no lo aceptas, no puedes trabajar; y, segundo,
que las cosas tienen valores de cambio locos con respecto a sus valores de uso,
ya sean, bajos o altos. Entonces es un juego muy difícil.
Oneida Álvarez: En cualquier país se puede producir
una devaluación y después una sobreevaluación, y se
puede también realizar un cambio de signo monetario. Pero hemos de tener en
cuenta una cosa: siempre estos procesos conllevan un costo social elevado y uno
esto con lo que Garcés mencionaba sobre si el tipo de cambio fijo se justifica
en estos momentos cuando muchas condiciones han cambiado. Yo creo que lo que lo
justifica precisamente es el interés de mantener la estabilidad en el sistema
de precios para no provocar una situación aún más difícil en la población,
porque el centro de la política monetaria ha sido precisamente esa estabilidad,
cosa que parece —no soy experta en eso— no es, en este momento, el centro de la
política monetaria, sino lo que se ha expresado aquí: cómo lograr que el tipo de
cambio y los precios, el
funcionamiento monetario, y el financiero-monetario, contribuyan a que los
ingresos principales de los ciudadanos provengan del trabajo, y que este se
sienta incentivado a trabajar, y que la calidad de vida realmente pueda
mejorar, y que mientras no mejore, él tenga la expectativa de que va a ser así.
Aquí se conjuga una complejidad mayor, Carlos, que es que no solo hay que
buscarle solución a esa sobrevaluación de la empresa estatal, sino al
conflicto de cómo actúa un emprendedor con la reglas de juego que no son de un
productor en un país cualquiera. Entonces, como decía Omar, está el problema de
los mercados de suministros, de los tipos de cambio; pero hay muchos otros
problemas que nos mueven en una dirección positiva, por-que esto es mejor que
tener un monopolio productivo en manos de un grupo reducido de empresas, las
cuales, además, no son siempre eficientes.
Este no es un problema
inédito. En Viet Nam existió. ¿Y cómo se logra eliminar? Desde mi punto de
vista, hay que buscar un acerca-miento entre el tipo de cambio que tiene la
empresa y el que tiene la población; hay que cerrar esa brecha con un mayor
nivel de desarrollo en la economía real, porque no se puede cerrar por decreto.
Sin embargo, yo quisiera apuntar algunas cosas referidas al futuro. A
mí me encantaría que aquí hubiera alguien —yo soy una simple profesora
universitaria— que pudiera decir cuál es el horizonte. En los Lineamientos que se aprobaron en el VI Congreso del Partido,
se dice que se va en esa dirección, con lo cual yo deduzco que sí
existe un horizonte. ¿Cuál para mí es ese horizonte? Comenzará en el momento
en que comprendamos que la economía es un sistema y que no se puede
desarticular al pequeño empresario privado y a la empresa estatal,que hay que
generar encadenamientos entre un hotel y el que puede venderle ajo, en
condiciones tales que este pueda también llegar a hacer un aporte a la base
productiva del país; que incentivemos que los que ganamos poco en el sector
estatal podamos hacer cosas donde el valor fundamental de la inteligencia esté
en el juego y no que vendamos pizzas o que alquilemos los taxis, porque eso
también contribuye a generar valor al país.
Pero hay dos cosas en economía que sí son una experiencia interna-cional
absoluta: primero, inversión y, segundo, tecnología; sin esas dos no se puede
crecer. ¿De dónde sale la inversión? Una parte, del ahorro doméstico, que
evidentemente puede mejorarse, como se pueden mejorar los canales de
distribución y redistribución para que una par-te mayor del subsidio que ahora
todos recibimos, aparentemente, se reciba directamente en el salario. Además de
eso hace falta que esa infraestructura que Carlos quiere modernizar, que esa
agricultura que Everleny quiere mejorar y que esa industria que a mí me
gustaría di-versificar, vayan por la vía de un suplemento que es el ahorro
externo. El ahorro externo sale de dos lugares nada más: o de un exceso de
exportaciones por encima de las importaciones; o de la inversión
o el financiamiento extranjeros. En el mundo de hoy, con la crisis que hay, no existen muchas
posibilidades de obtener préstamos o créditos y, básicamente, los flujos
esenciales están concentrados en las inversiones, por tanto hay que diseñar un
sistema de requerimientos para la inversión y de condiciones internas de
estabilidad, de normativas claras, de transparencia, para que también se
sienta atraída esa inversión, porque sin ese flujo de ahorros externos no
podemos lograr esos niveles de competitividad que actualmente tienen su base en
la innovación.
Hay dos pivotes aquí por los cuales tendremos que luchar, desde todos los
espacios en los que nos movemos: primero, que el desarrollo científico-técnico
del país se ponga realmente en función de la producción, de la competitividad;
segundo, que el hombre, el sujeto de ese proceso innovador, tenga estímulos
reales para poner al máximo sus tensiones intelectuales y sus capacidades
físicas, para sentirse motivado a trabajar.
Entonces, hay que entender hay que entender que el horizonte vendrá dado
por la capacidad que tengamos de acelerar la restructuración económica,
imprescindible para mejorar las condiciones de producción.
Rafael Hernández: Tiene la palabra el público.
Ramón García: Las políticas monetarias no son
revolucionarias, sino re-formistas, esta es la opinión de Carlos Marx. Hemos
caído en la trampa de confundir la política reformista con la naturaleza del
proyecto.
Discutiendo sobre esta política, la reformista, me detengo en dos
cuestiones de fondo: primero, la reconversión del aparato productivo que carece
de financiamiento y frente a esa reconversión, las tecnologías blandas han
demostrado un límite; segundo, la política de la moneda-divisa abrió un agujero
negro en la economía para financiar la Batalla de
Ideas; el grueso de ese financiamiento que se redistribuyó fue a parar
allá.
Las palabras claves aquí, en el primer caso, son competitividad,
aparato productivo y, en el segundo, legitimidad del sistema. En el fondo el
dilema es el mismo. La filosofía que justificó esta política reformista aún se
mantiene en el poder. Me van a perdonar, parafraseando al Che Guevara diría: el
pecado original de nuestros políticos es que no son auténticamente
revolucionarios; sino, reformistas.
Yoss: Les quiero hacer una pregunta, ¿qué
sucedería si mañana mismo se decidiera que se va a abolir el peso cubano y va
a pasar toda la economía al CUC, y se diera una semana para cambiarlo? No
pasaría absolutamente nada, porque la doble moneda es una ficción; porque desde
el momento en que las CADECA se instrumentaron, tenemos un solo estándar en dos
tipos de papelitos distintos, que corresponden a un valor intercambiable con
algunas imprecisiones, según sea el taxista que te lo da o el que lo coge. La
cuestión es que, ya en estos momentos, está claro que la doble moneda es
obsoleta. No cuestionemos las razones por las cuales se implementó, sino las
razones por las cuales esa implementación ya ha quedado completamente superada.
Nuestro Estado se ha caracterizado siempre por una política reactiva,
pone el parche una vez que ya se abrió el agujero. El problema es que tenemos
un parche que no cubre ya el agujero. El gobierno simplemente no se ha puesto a
cuestionar por qué eliminar la doble moneda; simplemente se ha puesto a pensar en
qué mal quedaríamos si ahora quitamos la doble moneda. Si a partir de hoy se
paga el sueldo de un trabajador cubano en CUC, este no podría sobrevivir. Con
20 CUC al mes, o 25, no es posible comprar en las tiendas de recaudación de
divisas. Habría que equiparar los precios actuales en pesos cubanos a CUC y, en
ese caso, no cambiaría absolutamente nada.
Yo no creo que el problema de
la doble moneda sea uno de los ejes que hacen que la economía cubana no
funcione; creo que es una decisión, ponerla o no es simplemente una
reforma, es completamente secundario. Por tanto, quitarla o ponerla no
mejoraría nuestra productividad, nuestra contabilidad ni la situación del
pueblo, porque seguiríamos teniendo la única contabilidad en tres columnas del
mundo: el debe, el haber y el faltante.
Andrés
Dovale:
El problema no es monetario sino productivo, ¿enton-ces,
cómo se sale de este hueco en el que llevamos tantos años? Senci-llamente, hay
que cambiar. Marx dijo que en el capitalismo iba a llegar un momento en que las
relaciones de producción serían una traba, que impedirían el desarrollo de las
fuerzas productivas. Pero es que esta traba también se ha creado en el
socialismo al crear un monopolio estatal, o sea, con trabajadores asalariados
lo cual es, esencialmente, el método capitalista: el salario y la plusvalía —o
plusproducto como le llaman en el socialismo. Por lo tanto, no se va a aumentar
la pro-ductividad del trabajo si no se cambian las relaciones de producción.
¿De qué forma se hace? Lo señalaron Marx y Lenin: el cooperativismo, haciendo a
los productores dueños, o sea, empoderando a los traba-jadores. Los
trabajadores no tienen poder en nuestro país, lo tiene un sistema que todo el
mundo conoce como burocracia y que es el que decide todo esto que estamos
discutiendo aquí. Lo que está creciendo es una producción capitalista. Cuando
se entrega a un individuo cinco caballerías de tierra, este necesita para
producir entre cinco y veinte trabajadores asalariados igual que en el
capitalismo. El cuentapropismo es cuando el individuo trabaja para sí, sin explotar
a nadie; pero cuando ya tiene dos, tres, ocho, diez, veinte personas trabajando
para él, entonces eso es, sencillamente, capitalismo. Y el capitalismo es muy
productivo.
Rafael Hernández: ¿Son capitalistas las cooperativas?
Manuel Alonso: Aquí se habla de muchos problemas,
yo digo que en este país sobra talento para
resolver toda la gran maraña de la cual se ha hablado.
Yo pertenezco a un grupo de
consultores que hicimos la propuesta para hacer una cooperativa y nos dijeron:
“¡Pero es que lo de ustedes es una cooperativa del conocimiento, ustedes no van
a producir bienes!”. Favorecieron la producción del ajo; a nosotros, no.
Traigo esto a colación porque de esta manera no se liberan las fuerzas
productivas. Hace solo cinco días que nuestro Presidente citó esto mismo que se
ha hablado aquí, que no se resuelven los problemas si no se liberan las fuerzas
productivas. ¿Por qué hay que estar pidiendo permiso que generalmente se
niega?, y no lo digo en el asunto de las cooperativas; las empresas sufren esto
todos los días. Ahora se está confeccionando el Plan 2014, se está modificando
el del 13, y es lo mismo: hay que pedir permiso-no se puede. La burocracia,
citada aquí en numerosas oportunidades, es la que tiene amarrado esto, no deja
que el país avance, porque perder la cuota de poder es muy difícil. Y no por
gusto se dijo que en la sesión de julio de la Asamblea Nacional se tocaría el
tema de la indisciplina y la corrupción, porque lo único que genera la
burocracia es esto.
Ovidio
D´Ángelo:
No hay posibilidad de desarrollo si no hay exceden-tes de la
exportación, o si no hay inversión, o financiamiento. Ahora, lo que pasa es que
el discurso habitual hace énfasis —al menos yo lo entiendo de esa manera— en el
esfuerzo, en la disciplina, a partir de los propios
recursos existentes y las motivaciones, las expectativas de la gente no se
toman en cuenta. Sin embargo, ahora hay una convocatoria al Congreso de la CTC
que tiene una consigna muy elocuente: “Hacia un socialismo de progreso y
sustentable”, que es lo que todos quisiéramos. Ahora bien, ¿cómo lograrlo?,
¿dónde está el asunto?; y esa es la pregunta para el panel también. Los
Lineamientos van bien por algunos caminos de ordenamiento, e incluso de
reordenamiento de un conjunto de cuestiones, de organización de la economía;
en otros, hay contradicciones y yo creo que aquí es donde está el punto, ¿en
esa estrategia de desarrollo, cuál va a ser el papel y cuáles van a ser los
medios para estimular la inversión extranjera?, ¿hasta dónde y con qué nivel de
armonía con la participación pública, para que tampoco se convierta en un
Estado capitalista? ¿Dónde está eso claramente?
Creo que el tema de desatar
las fuerzas productivas —que de alguna manera se ha estado repitiendo en el
discurso oficial— va más allá: es una cuestión macroeconómica, macrosocial y
macropolítica. Creo que debemos acercarnos al nuevo constitucionalismo
latinoamericano que está planteando desatar las fuerzas sociales en sentido
general, el desarrollo de la autonomía social, política, productiva,
económica, y todo eso articulado.
En cuanto a las cooperativas,
estas pueden —y de hecho existen en los países capitalistas en grandes
cantidades— ser instrumentos paliativos del capitalismo; pero pueden ser
socialistas si hacemos esta integración social, económica y política y le damos
un sentido integral.
Oneida
Álvarez:
Quisiera hacer un pequeño comentario a la intervención muy
interesante de Ramón. Todas las percepciones son válidas,pero las políticas no se clasifican en
reformistas o revolucionarias de manera genérica; sino, en función de los
objetivos que persiguen y eso es algo que está presente en algunas de las
reformas que se han hecho en algunos sitios que no son precisamente nuestro
país y que, aparentemente, sobre la base de un contenido progresista —como
pudiera ser una reforma agraria—, han terminado siendo realmente reaccionarias.
Utilizar las políticas financiero-monetarias en el mundo de hoy es algo
imprescindible y si se hace para mejorar la redistribución de las riquezas y
aumentar la calidad de vida, creo que realmente serían reformas progresistas.
Ahora bien, coincido
totalmente con Ramón en que no puede haber proyectos sociales que no tengan su
base en la sostenibilidad económica y si nos excedemos en los gastos,
obviamente se generarán más conflictos que los que se quería resolver.
Yo quisiera ser escritora de
ciencia ficción también, pero como soy economista no puedo imaginar ese
escenario en el cual ya se pueda eliminar la doble moneda e imponer el CUC.
Porque para emitir una nueva moneda es necesario establecer un tipo de cambio
referido a las divisas que internacionalmente son reconocidas, y eso pasa por
un conjunto de requisitos como, por ejemplo, fijar el saldo de la balanza de
pago del país, conocer los niveles de reservas internacionales que existen, de
estabilidad de los precios, de la estabilidad macroeconómica en general;
conocer, además, la estabilidad sociopolítica… No podemos emitir una nueva
moneda sin tomar en consideración todos estos elementos; por tanto, desde mi
posición, no podríamos adoptar ahora esa medida.
Sobre lo que nos decía Andrés, todavía siento
que la mayoría del pueblo quiere hacer un proyecto donde haya más
justicia social que la que existe en el capitalismo, y ello requiere de un
enfoque sistémico del funcionamiento económico, social y político de este
país. Todo esto pasa por darle más autonomía a la empresa, coincido; pero
también por ver cómo se puede insertar la pequeña y
la mediana empresa, y la cooperativa, en un
encadenamiento con esa empresa estatal para que pueda haber una subcontratación a todos estos
eslabones; que la gigantesca empresa estatal se despoje de tantas cosas que
hace que no le corresponden, para asumir acertada y efectivamente su mi-sión
social; y que también el resto de las fuerzas productivas puedan contribuir a
que haya mayor producción y dinamismo exportador, que es fundamental.
Creo, como Manuel, que hay que utilizar todos los cerebros que te-nemos
en el país, no solo para asociarse y producir para el mercado interno, sino
también para el externo, y que aún sin asociarse muchos pueden ser
exportadores, porque un software se puede hacer indivi-dualmente desde
el hogar, o la encuadernación artesanal de un libro, o un conjunto de
artesanías maravillosas.
Ovidio, no te puedo contestar tu pregunta porque yo no formo parte del
gobierno, ni del Estado, ni tengo los niveles de información ni una bolita
mágica. Pero creo que es necesario descentralizar la empresa estatal; o mejor,
darle autonomía y posibilitar encadenamientos con otros sectores no estatales;
descentralizar el poder hacia los territorios, porque allí hay unas
potencialidades, tan atadas como las fuerzas pro-ductivas de los emprendedores,
que si las ponemos en contacto sería un gran logro pues es el ciudadano que
está allí quien más quiere resolver sus problemas, y ello crea muchísimas
oportunidades para que él contribuya a la solución de esos problemas.
Ya no estamos hablando de la
calificación política del proyecto; es-tamos hablando del desarrollo, y cuando
lo desmenuzamos, tiene un componente empresarial y uno local; pero, también,
uno ciudadano. Coincido en que si ese ciudadano tiene solo una participación
formal y no una deliberativa en la toma de decisiones en su centro de trabajo
y en su comunidad, no podemos hablar de desarrollo; porque este no es solo
crecimiento económico: es también mejoramiento de la calidad y el nivel de la
vida material y espiritual. En el mundo de hoy, saber que uno puede participar
de manera activa en su casa, en su barrio, en su empresa o en cualquier otro
ámbito donde esto sea posible, forma parte del bienestar ciudadano.
Carlos
Fernández-Aballí:
Yo soy profesor en el Centro de Estudios para
las Fuentes Renovables de Energía, que se fundó en 1992,
cuando la crisis energética. Es decir, que Cuba es el único país del mundo que
ha vivido una crisis de petróleo, o sea, que ha visto la duplicación del costo
de su suministro de energía en un lapso menor a un año. Eso nos pone en una
posición muy interesante frente a un mundo que está buscando soluciones de cómo
aumentar la eficiencia de su producción, cómo reducir su consumo energético y
cómo salvar su hábitat. Cuba tiene especialistas que, incluso, ofrecen sus
servicios en todo el mundo alrededor de ese fenómeno.
Arango y Parreño, en 1816, le dijo al Capitán General de la época: “Oye,
olvídate del monocultivo, vete a la pequeña y mediana industria, la pequeña y
mediana agroindustria de alta tecnología”, y eso es lo que yo le recomendaría a
Cuba hoy. Yo no estoy haciendo ajo por gusto; ese es el camino. Pienso que este
producto es una sustitución directa de importaciones; sí, porque lo hice con una tecnología
cubana, fabriqué la tecnología en pesos cubanos y no me hizo falta ir a buscar
nada a otro lado para poder poner este producto en el mercado. Realmente es
como dar una “galleta sin mano”. Yo generé valor interno a partir de mi
conocimiento y pienso que, efectivamente, una de las cosas prioritarias para
poder desencadenar la productividad en Cuba es permitirle a las personas que
han estudiado muchísimos años implementar en la producción lo que conocen desde
el punto de vista de la gestión o la tecnología. Cuba ha logrado aquí
industrias que tienen competitividad a nivel mundial, por ejemplo, la de las
vacunas hechas por la Biotecnología.
Quiero ejemplificar uno de
los efectos más importantes que genera la doble moneda: Karel Pérez Alejo, aquí
presente, tiene dos premios UNESCO con sendos proyectos de nivel mundial,
compitiendo con ingenieros de Cambridge, Oxford, etc. Uno de esos proyectos
propone utilizar las doscientas mil toneladas de cáscara de arroz que se
generan en Cuba todos los años. Resulta que si se quema de forma consciente y
controlada —en vez de al aire libre, lo que contamina el medio ambiente—, se
obtiene un producto que tiene un valor de mercado entre 600 y 800 dólares la
tonelada. Este producto tiene un alto valor agregado porque la industria
desarrollada lo necesita, ya sea como excipiente para medicamentos, o como
agregado para la industria de la construcción, o para hacer estructuras de
hormigón más resistentes y más duraderas, o cementos ecológicos. ¡En Cuba se
pudieran producir cuarenta mil toneladas al año de ese producto! Pero Karel,
uno de los ingenieros jóvenes más brillantes que tiene Cuba, hoy es periodista
porque su salario de la CUJAE no le alcanzó.
Otro ejemplo: allá en Arroyo Naranjo, donde yo vivo y uno de los
municipios más pobres de la ciudad, se hacen los humidores que compra Arnold
Schwarzenegger. Sí, su humidor personal se hace a dos cuadras de mi casa y ese
taller, Humidores Habana, vende sus productos en el mercado internacional a
quinientos mil euros la unidad. ¿Entonces, cómo se sale del hueco?
Yo pienso que hay que
fomentar un sistema nacional de incuba-doras de emprendimientos. Uso la palabra
“emprendimientos” porque estos no tienen que ser privados nada más. Se emprende
en la indus-tria estatal, o, en conjunto con la privada. Ya existe uno que me
gus-taría que lo hiciera el Ministerio de Educación Superior, pero lo hace la
Iglesia católica: en el Seminario San Carlos existe “Cuba
Emprende”, donde todos los meses aprenden cuarenta emprendedores de
peque-ñas y medianas empresas cómo hacer un plan de negocios. Si miran en Espacio
Laical, en un artículo próximo, verán que esas personas, cuando hablan de
fomentar emprendimientos, refieren no solo el ga-nar dinero; también, quieren
resolver problemas de forma tal que se propicie un desarrollo sostenible.
Oneida
Álvarez:
Hoy hemos examinado el problema del Morro hacia
adentro, pero tenemos que ver estas restructuraciones
económicas no solamente en el contexto nacional; también hay que pensar en cómo
nos insertamos de manera más efectiva en el ámbito internacional. Hay países
como Bolivia y Ecuador, que cuando yo estudiaba eran los de menor desarrollo
relativo de América Latina, que han te-nido, en los últimos años,
extraordinarios avances en la reducción de la pobreza, en el aumento de las
exportaciones y, al propio tiempo, en la competitividad. Y lo han hecho desde una
perspectiva de proyecto que tiene como objetivo central mejorar la calidad de vida
del ciudadano; por tanto, yo sí creo en esa posibilidad. Pienso, además, que
cuando veamos todos los elementos que engarzan el sistema de la economía, la
sociedad y la política cubana en el contexto regional, y logremos apropiarnos
de muchas experiencias, que son para nosotros inéditas, de cómo vincular
distintas formas de propiedad y cómo encadenar sectores para la exportación,
vamos a encontrar también muchos horizontes que hasta ahora no hemos visto en
nuestras perspectivas de desarrollo. Si bien es cierto que un solo emprendedor
debe tener la posibilidad de llegar directamente al mercado internacional,
también es cierto que tenemos que cambiar el criterio de llegar con un producto
terminado. Las cadenas productivas regionales ofrecen oportunidades para que un
segmento de una producción o un servicio lleguen a mercados que, desde una
posición individual, no podemos alcanzar, y así recibir financiamientos que,
como país, nos costaría mucho trabajo adquirir para determinadas producciones o
servicios.
Rafael Hernández: Les agradezco en primer lugar a
todos los que han venido —aquí hay más de doscientas
personas— por estar escuchan-do hasta el final, a los que han aportado enfoques
diferentes a este debate, incluido el de la ciencia ficción, y desde el remoto
pasado de la teoría clásica; porque todos ellos iluminan aspectos importantes
de esta problemática.
Muchas gracias también a los
panelistas, de los cuales hemos aprendido, de lo que han dicho y de lo que
ellos son: a una gran profesora de economía, que no tiene un discurso
economicista, y que nos ha mostrado una visión integral de los problemas
de la economía y los ha explicado con un gran nivel, y a Carlos, porque nos ha
demostrado, una vez más, que se puede ser emprendedor, estar en el sector
público y también en la economía mixta. Personas como ellos y lo que significan
en su compromiso, en su proyección y no solo en su vocación, serán seguramente
vitales para un horizonte en el cual se llegue a levantar la doble circulación,
y también para transformarnos en un país mucho mejor que el actual, más
integrado, donde no solamente la economía, sino también el sistema político, la
sociedad civil y el Estado, se puedan articular de una manera más óptima.