En el mes de enero del 2021 el blog tuvo un descenso de los visitantes del ( -4,85 %) en relación con el mes de diciembre del 2020. Sin embargo, la lista de mailchimp el cual se distribuye los posts del día por correo, tuvo un incremento del (+8.5 %).
Las diez entradas más populares de mayor a menor fueron las siguientes:
Por países, por segundo mes consecutivo los visitantes de los Estados Unidos ocupan el primer lugar, y en 2do los de Cuba, adicional se han incorporados países como Qatar, Irlanda, Nigeria y Emiratos Arabes Unidos entre el Top 20.
Una vez más agradezco la participación, colaboración y las visitas al Blog de todos los que lo hacen. Es la única motivación que tengo con el mismo.
Igualmente hago extensiva a TODOS los que tengan una opinión que expresar, compartir, dar a conocer, pueden escribirlo en forma de artículo, y pueden enviarlo a la dirección de correo de hhcarles@gmail.com
A pesar del bloqueo y del acoso imperialista, Cuba se ha convertido en un país socialmente avanzado y políticamente en vías de desarrollo. La nación cuenta con excelentes indicadores en salud pública, educación, ciencias, deportes, esperanza de vida, así como atención a la vejez, la infancia, y los sectores vulnerables. En esas áreas se dispone de personal calificado, infraestructuras y presupuestos, aunque austeros, suficientes.
El desarrollo de la cultura y la institucionalidad política son decisivos porque, desde la esfera política se ejerce el poder y se gobierna, se promueven los liderazgos y se proponen las metas en torno a las cuales se cohesiona la sociedad. En esas esferas las tareas no son técnicas sino sociales e involucran al conjunto de la población.
En tal espacio, los instrumentos de medición son necesariamente cualitativos y las dosis de subjetividad son mayores. El ejercicio del criterio, la pluralidad de visiones y la crítica son a la política como la luz y el oxígeno a la vida.
A la complejidad de esos procesos, la Isla suma la dualidad de poderes derivada de la superposición de las estructuras y las jerarquías del partido comunista y del estado, característicos del modelo de inspiración soviética, a lo cual Cuba añadió un liderazgo revolucionario que prevalece sobre ambos organigramas.
A ello se añadieron 17 años de “provisionalidad revolucionaria” en los cuales, legítimamente fue asumido el precepto de que “la revolución es fuente de derecho” se habilitó al Consejo de Ministros para realizar funciones legislativas y ejecutivas, entronizando la costumbre de gobernar por decreto. Cuando en los años setenta se puso fin a la provisionalidad se adoptó el diseño estatal y el modelo económico vigentes en la Unión Soviética. Por su parte, el partido, en tanto que aparato de poder, asumió las estructuras, normas organizativas y prácticas ideológicas de aquel país.
Particular significado ha tenido la adopción del sistema de promoción del liderazgo a partir de la llamada “política de cuadros”, tarea realizada por aparatos y métodos administrativos que cooptan los procedimientos democráticos y minimizan el papel de la sociedad, las comunidades y las organizaciones. El exagerado verticalismo, los excesos de centralización, incluido el centralismo democrático aplicado a la economía y a la gestión de gobierno, dieron lugar a un
corolario negativo.
En el ámbito de la cultura política, la aplicación con carácter exclusivo de la lectura soviética del marxismo-leninismo y la economía política marxista, asumidas y enseñadas como “filosofía oficial”, no obstante ser equilibrados por la intensa labor pedagógica de Fidel Castro, formaron la narrativa del socialismo cubano, el núcleo de la cultura política de la vanguardia y del pueblo y, el referente teórico para la labor académica, la investigación y las ciencias sociales,
todo lo cual condujo al empobrecimiento.
La estructura y el funcionamiento estatal cubano, aunque se perfecciona como parte de las reformas y por la adopción de una nueva Constitución, adolece de problemas estructurales y funcionales que necesitan ser resueltos, entre ellos: la dualidad partido-estado, la consolidación del estado de derecho y el esclarecimiento de cómo funcionará sin separación de poderes, el papel esencialmente ceremonial del parlamento, ahora más activo en la elaboración de leyes, los esclarecimientos acerca de la independencia del poder judicial y la administración de justicia.
Al impulsar las reformas en el ámbito económico y el perfeccionamiento estatal, el general de ejército Raúl Castro insiste en la necesidad de “cambiar la mentalidad” y realizar modificaciones estructurales. A ello el presidente Diaz-Canel suma la idea de avanzar hacia un modelo socialista próspero y sostenible que, añado yo, deberá ser inequívocamente democrático, lo cual significa plural.
Si bien la sociedad políticamente perfecta sigue siendo una utopía, la Isla ha registrado avances que necesitan ser completados por una cultura política más diversa y por una práctica más inclusiva y plural donde la cohesión social no necesite de la compulsión. Allá nos vemos.
MILÁN – El plan del presidente de EE. UU., Joe Biden, para poner fin a la pandemia de la COVID-19 y acelerar la recuperación económica es exhaustivo y está bien diseñado, con objetivos y prioridades claros. Pero ejecutarlo no será fácil, especialmente porque depende de la rápida implementación de la vacuna.
La pandemia causó daños con amplio alcance. En octubre, Lawrence H. Summers y David M. Cutler estimaron que el costo financiero acumulado (incluidas las pérdidas en términos de reducción del producto y de la salud) en Estados Unidos superan los 16 billones de dólares: aproximadamente el 90 % del PBI anual. En el caso de una familia de cuatro personas, la pérdida estimada —incluida la reducción del ingreso y el costo de una vida más corta y menos saludable— es de casi 200 000 dólares.
Pero esos costos no se distribuyen por igual; quienes se encuentran en el 50 % inferior de la distribución del ingreso y la riqueza fueron los que más sufrieron, lo que exacerba la ya elevada desigualdad económica.
Además, la pandemia implicó un gran impacto sobre la educación, especialmente para los más pequeños. Todavía no podemos saber cuáles serán las consecuencias a largo plazo de los cierres escolares y el aprendizaje remoto sobre el desarrollo cognitivo y social de los jóvenes, pero podemos suponer, sin temor a equivocarnos, que cuanto más se prolonguen las interrupciones, más graves serán.
Afortunadamente, el plan de Biden lo tiene en cuenta y también considera que la única forma de lograr una recuperación económica plena (y que los estudiantes vuelvan a la escuela) es controlar la COVID-19... rápidamente.
Muchos de los sectores más vulnerables a la caída de la demanda durante la crisis de la COVID-19 —entre los que se cuentan los viajes y el turismo, la hotelería, las actividades deportivas, los museos y el entretenimiento en vivo— son intensivos en mano de obra. Mientras sigan en dificultades el empleo no se recuperará... y sus dificultades solo llegarán a su fin cuando se puedan desactivar en forma segura las medidas de salud pública.
La buena noticia es que, de acuerdo con la experiencia de las economías asiáticas que lograron contener al virus, una vez que la actividad económica puede reanudarse sin trabas, el rebote es fuerte. El plan de Biden también reconoce que para reforzar ese resultado son necesarios programas fiscales correctamente dirigidos, que limiten el daño adicional a las finanzas de los hogares y las empresas.
Si pensamos en la contención y eliminación de la COVID-19 como una inversión en recuperación económica, la tasa de retorno es enorme. El seguimiento de datos de alta frecuencia de la OCDE sugiere que en EE. UU. la recuperación se estancó en un nivel limitado cercano al 8-10 % del PIB, o 1,9 billones de dólares al año, pero la rápida implementación de la vacuna (dentro de los próximos 6 a 9) traería consigo beneficios de al menos 1 billón de dólares. En otras palabras, un programa de vacunación eficaz que cueste 500 000 millones de dólares al gobierno federal tendría una tasa anual de retorno del 100 % (sin considerar las vidas que salve y otros beneficios).
Y, no lo duden, la implementación a gran escala de la vacuna es la única forma en que EE. UU. puede albergar en forma creíble la esperanza de contener el brote de la COVID-19. Eso quedó claro durante el último año, cuando la gran mayoría de los países (con unas pocas excepciones en Asia) no lograron controlar al coronavirus por otros medios.
¿Funcionará el plan de vacunación de Biden? Aunque fue diseñado por expertos científicos, la implementación rápida de las vacunas implica desafíos gigantescos. Para superarlos, Biden tendrá que enfocar la pandemia de la COVID-19, en gran medida, como si fuera una guerra.
En tiempos de guerra, los líderes civiles fijan objetivos militares e identifican qué hace falta —en términos de materiales, producción manufacturera y logística— para alcanzarlos. Todos los recursos de la economía se redistribuyen en forma acorde, incluso si eso causa escasez y perturbaciones en los sectores afectados. Se implementa el racionamiento y los controles de precios garantizan que las restricciones a la oferta no impulsen la inflación.
En muchos aspectos, EE. UU. está en guerra contra la COVID-19. Pero los sistemas existentes para proveer lo necesario para triunfar —tanto públicos como privados— son débiles, están fragmentados y carecen, en particular, de coordinación. El gobierno de Biden heredó un desastre caótico, desorganizado y descentralizado. Para superar esos inconvenientes, se apoyará en el liderazgo federal expansivo y autoritario, respaldado con fondos públicos. Es un buen punto de partida, pero el resultado dependerá de la forma en que se ejerza ese liderazgo federal.
En primer lugar, Biden debe conseguir la ayuda de administradores con experiencia en operaciones, logística y provisión de servicios, que puedan trabajar con socios en el sector privado para crear los incentivos adecuados. No es el fuerte habitual del gobierno. Los militares, sin embargo, son expertos en estas cuestiones y hay que aprovechar su conocimiento.
Con la ayuda de esos expertos, el gobierno federal debe garantizar una provisión adecuada para cumplir las ambiciosas metas de vacunación. También puede tener que establecer nuevos canales de distribución para complementar los existentes.
Al mismo tiempo, el gobierno federal debe decidir cómo priorizar el acceso a la vacuna y garantizar que el sistema sea coherente en todos los niveles. De lo contrario, los estados, municipalidades y proveedores de atención sanitaria seguirán actuando independientemente, con consecuencias económica (y moralmente) perversas. Por ejemplo, las políticas contradictorias entre los distintos niveles de gobierno y otros participantes ya llevaron a que hubiera que tirar a la basura dosis sin usar, mientras otros sitios sufren dificultades para cubrir la demanda.
Además, los diferentes esquemas de priorización afectan la percepción de justicia de la gente y llevan a desordenados intentos por vacunarse antes. Ya se informó que el turismo de vacunas está en auge. Lo último que hace falta en un país profundamente dividido y desigual es que surjan mercados secundarios que permitan a la gente comprar un lugar al principio de la fila.
De hecho, el gobierno de Biden debiera garantizar que todas las dosis de la vacuna se entreguen sin costo alguno y su estrategia debe tener en cuenta el impacto que implica la ausencia de un seguro de salud universal, así como los requisitos de residencia local para que la gente pueda recibir la vacuna.
Finalmente, el gobierno debe garantizar que los sistemas de aplicación de la vacuna sean confiables, independientemente de la cantidad de usuarios que acudan masivamente a ellos. No podemos seguir repitiendo la experiencia de la primavera pasada, cuando muchos sistemas de desempleo estatales fueron incapaces de atender el repentino aumento de solicitudes.
Biden no creó estas crisis que enfrenta al inicio de su presidencia y ya prometió evitar muchos de los errores de su predecesor —comenzando con la aplicación del conocimiento científico al diseño de esta estrategia contra la pandemia y recuperando el papel central del gobierno federal—, pero ahora el gobierno debe implementar un programa de vacunación masiva, reclutando para ello el conocimiento adecuado sobre gestión y operaciones. Sin eso, hasta los planes más escrupulosos de Biden pueden fracasar.
Michael Spence, a Nobel laureate in economics, is Professor of Economics Emeritus and a former dean of the Graduate School of Business at Stanford University. He is Senior Fellow at the Hoover Institution, serves on the Academic Committee at Luohan Academy, and co-chairs the Advisory Board of the Asia Global Institute. He was chairman of the independent Commission on Growth and Development, an international body that from 2006-10 analyzed opportunities for global economic growth, and is the author of The Next Convergence: The Future of Economic Growth in a Multispeed World.
El líder del partido republicano en el senado, Mitch McConnell, el pasado 26 de enero.JONATHAN ERNST / REUTERS
He aquí lo que sabemos de la política estadounidense: el Partido Republicano está atascado, probablemente de manera irreversible, en un bucle maldito de excentricidad. Si el asalto al Capitolio impulsado por Trump no devolvió de golpe la cordura al partido —y no lo hizo—, nada lo logrará.
Lo que aún no está claro es quién exactamente acabará afrontando la maldición. ¿Será el Partido Republicano como fuerza política significativa? ¿O el Estados Unidos que conocemos? Por desgracia, no sabemos la respuesta. Depende del éxito que tengan los republicanos a la hora de suprimir votos. Respecto a la excentricidad, hasta yo conservaba alguna esperanza de que la cúpula republicana intentara poner fin al trumpismo. Pero esa esperanza ha muerto esta semana.
El martes, Mitch McConnell, líder de la minoría en el Senado, que declaró que el papel de Trump a la hora de fomentar la insurrección podía ser objeto de un proceso de destitución, votaba a favor de una medida que habría considerado inconstitucional juzgar a Trump porque ya no ocupa el cargo. (La mayoría de los expertos constitucionalistas disienten). El jueves, Kevin McCarthy, líder de la minoría en la Cámara de Representantes —que todavía no ha reconocido que Joe Biden ha ganado legítimamente la presidencia, pero sí ha declarado que Trump “tiene cierta responsabilidad” por el ataque al Congreso—, visitó Mar-a-Lago, presumiblemente para hacer las paces. En otras palabras, los líderes nacionales del Partido Republicano, después de coquetear con la sensatez, se han rendido a las fantasías de los márgenes. La cobardía se impone.
Y los márgenes están consolidando su control en el ámbito estatal. En el Estado de Arizona, el partido censuró al gobernador republicano por el pecado de intentar tardíamente contener el coronavirus. El Partido Republicano de Texas ha adoptado el lema “Nosotros somos la tormenta”, que se asocia con QAnon, aunque el partido niega que exista una relación intencionada. Los republicanos de Oregón han respaldado la afirmación completamente infundada, y refutada por los propios alborotadores, de que el ataque al Capitolio fue una operación encubierta de la izquierda. ¿Cómo le ha ocurrido esto al que en otro tiempo fuera el partido de Dwight Eisenhower? Los expertos en ciencias políticas sostienen que las fuerzas de moderación tradicionales se han visto debilitadas por factores como la nacionalización de la política y el ascenso de los medios de comunicación partidistas, en especial Fox News.
Esto abre la puerta a un proceso de extremismo que se refuerza a sí mismo. Cuando los defensores de la línea dura ganan poder en un grupo, expulsan a los moderados; lo que queda del grupo es aún más extremista, y eso aleja todavía a más moderados, y así sucesivamente. Un partido empieza quejándose de que los impuestos son demasiado elevados, poco después comienza a afirmar que el cambio climático es una gigantesca mentira, y acaba creyendo que todos los demócratas son pedófilos satánicos.
Este proceso de radicalización empezó mucho antes de Donald Trump; se remonta a 1994, cuando Newt Gingrich se hizo con la presidencia del Congreso. Pero el reinado de corrupción y mentiras de Trump, seguido por su negativa a admitir los resultados electorales y su intento de revertirlos, lo ha agudizado. Y la cobardía de los dirigentes republicanos ha sellado el trato. Uno de los dos grandes partidos políticos de Estados Unidos ha roto la relación con los datos, la lógica y la democracia, y no va a retomarla.
¿Y qué pasará a continuación? Podría pensarse que un partido que se hunde moral e intelectualmente se hundirá también políticamente. Y eso ha ocurrido de hecho en algunos Estados. Esos soñadores republicanos de Oregón, que se han quedado fuera del poder desde 2013, parecen seguir el camino de sus homólogos en California, un partido en otro tiempo poderoso y reducido ahora a la impotencia frente a una supermayoría demócrata.
Pero no está en absoluto claro que esto vaya a ocurrir a escala nacional. Sin duda, a medida que los republicanos se han ido volviendo más extremistas, han perdido apoyo en general; desde 1988, el Partido Republicano solo ha ganado una vez la votación popular en las elecciones presidenciales, y la victoria de 2004 fue un caso atípico influido por el efecto bandera del 11-S.
Sin embargo, dada la naturaleza no representativa del sistema electoral estadounidense, los republicanos pueden obtener el poder a pesar de perder la votación popular. La mayoría de los votantes rechazaron a Trump en 2016, pero aun así fue presidente, y ha estado muy cerca de serlo en 2020, a pesar de perder por siete millones de votos. El Senado está dividido a partes iguales, aunque los senadores demócratas representan a 41 millones más de personas que los republicanos.
Y la respuesta republicana a la derrota electoral no es cambiar de política para atraer votantes, sino intentar amañar las próximas elecciones. Desde hace tiempo se sabe que Georgia suprime sistemáticamente la participación de los votantes negros; hizo falta un notable esfuerzo organizador por parte de los demócratas, liderados por Stacey Abrams, para superar esa supresión y hacerse con los votos electorales del Estado y con sus escaños en el Senado. Por eso los republicanos que controlan el Estado están redoblando las dificultades para acceder al voto, y han propuesto nuevas exigencias de identificación de los votantes y otras medidas para limitar la votación.
En resumidas cuentas, no sabemos si hemos obtenido algo más que un alivio temporal. Los planes de un presidente que intentaba retener el poder a pesar de haber perdido las elecciones se han visto frustrados. Pero un partido que se deja convencer por excéntricas teorías de la conspiración y niega la legitimidad de su oposición no está volviéndose más cuerdo, y tiene todavía muchas posibilidades de hacerse con todo el poder dentro de cuatro años.
Las alianzas con las empresas estatales, ya sea como suministradores de algunas materias primas o como desarrollador de productos propios, con la aplicación de la ciencia y a través del conocimiento de la marca, lograron la creación de nuevos productos con gran impacto, por el uso que se les da en renglones decisivos para el programa de la vivienda
Al cierre de 2020, el Ministerio de la Construcción (Micons) tenía aprobados cinco proyectos como sustitución directa de importaciones, controladas de forma diferenciada por la Dirección de Producción Local de Materiales.
Dentro de las producciones de estos proyectos, figuran, como aproximado, mil toneladas de base para pinturas ecológicas, 900 000 litros de Pinturas Corona, 300 000 unidades de tomacorrientes, 20 000 interruptores, 280 000 sockets, 170 000 bases de lámparas LED y 285 000 herrajes.
Estos programas han demostrado cómo se puede lograr el encadenamiento productivo, la vinculación con la empresa estatal socialista, la sustitución de importaciones y el vínculo con la academia, empeños propuestos por el Presidente Miguel Díaz–Canel Bermúdez para avanzar en la economía nacional.
Entre estos esfuerzos figura la marca Pinturas Corona, que el año pasado aportó más de 1 300 000 litros para el Programa de producción y venta local de materiales, mediante el vínculo directo con el Grupo Empresarial de la Industria Local, para la distribución y producción cooperada de este producto.
Estas alianzas con las empresas estatales, ya sea como suministradores de algunas materias primas o como desarrolladores de productos propios, con la aplicación de la ciencia y a través del conocimiento de la marca, lograron la creación de nuevos productos de gran impacto, por el uso que se les confiere en renglones decisivos para el Programa de la Vivienda.
Según explicó a Granma Manuel Vázquez Enríquez, director del Programa de producción local de materiales del Micons, los encadenamientos y acciones cooperadas de la marca Pinturas Corona, con Azcuba, la Empresa González Lines y el Instituto de Ciencias del Mar (Icimar) propiciaron, entre otras acciones, la reactivación de una fábrica de pinturas en Holguín, de la organización superior de dirección empresarial (OSDE) Azcuba, con materias primas cubanas. Esa instalación se encontraba paralizada por déficit de recursos importados.
El encadenamiento de Pinturas Corona con Icimar, perteneciente al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, tiene el objetivo de desarrollar, mediante la ciencia, bacterias para producir celulosa como espesante de las pinturas, proceso que luego se puede aplicar en otras empresas.
En la actualidad, se construye una fábrica de pinturas en la Base Productiva de la Empresa de Desmonte y Construcción en Marianao, La Habana, perteneciente a la OSDE Gelma, con la franquicia de la marca Pinturas Corona, que aportará su experiencia y conocimiento en la producción de polímeros y en la fabricación de distintos tipos de pinturas, donde se incluyen los anticorrosivos, esmaltes, impermeables, pinturas sanitarias de alta calidad y otras, y sus sistemas de aseguramiento de la calidad y protección del medioambiente, con el propósito principal de abastecer la alta demanda del Ministerio de la Agricultura, sin erogar divisas.
Mediante la ciencia aplicada entre Pinturas Corona y el Grupo Azcuba, y en vinculación con el Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar, se tiene previsto producir, con materias primas nacionales, un anticorrosivo para la reparación de los centrales azucareros, así como desarrollar resinas y aglomerantes, para mejorar la calidad de las pinturas.
Vázquez Enríquez señaló que es determinante, para garantizar la demanda creciente de pinturas y bases ecológicas aprobadas por la dirección del país como sustitución de importaciones, que las empresas y entidades proveedoras de las materias primas nacionales faciliten su adquisición por los productores responsables de cumplir esta tarea.
Calidad y protección medioambiental
Antonio Corona Montero, titular y creador de la marca Pinturas Corona, comentó que ese producto es fabricado con productos ociosos, que se van incorporando a partir de diferentes industrias y organismos estatales, elaborando una gama de pinturas de diferentes variedades y un producto ecológico, que garantiza la resistencia al medioambiente, tanto para los interiores como para los exteriores.
De acuerdo con el Director del Programa de producción local de materiales del Micons, estos proyectos son atendidos diferenciadamente por el Centro de Investigación y Desarrollo de la Construcción, para garantizar la certificación de su calidad.
De igual forma, se crearon alianzas con los laboratorios de la Unión Suchel, para la certificación de la creolina, uno de los productos elaborados durante la pandemia del nuevo coronavirus, entregado al Poder Popular del municipio de Habana del Este para la desinfección de los centros de aislamiento.
El doctor en ciencias Luis Rafael Díaz Cisneros, coordinador del grupo de Asistencia Técnica de Pinturas Corona, precisó que en cada una de las producciones velan por el control de la calidad del producto con parámetros relacionados con la densidad, viscosidad, cubrimiento y residuos secos, comparados, además, con los de otras marcas certificadas internacionalmente.
Por otra parte, dentro de los proyectos para la protección medioambiental que se están ejecutando, se encuentra la planta de tratamiento para el reúso del agua, un proceso donde la fábrica de Pinturas Corona de La Habana recupera 5 000 litros del líquido, en un esquema de recirculación, y también la red sanitaria de drenaje exterior, donde el agua que se vierte en el río Cojímar no presenta ningún tipo de residuos.
Díaz Cisneros añadió que se han realizado perfiles geológicos por organismos, demostrando que el sistema de tratamiento de la fábrica es seguro.
Exportar productos de calidad
De acuerdo con la estrategia económico-social para el impulso de la economía en el país, las formas de gestión no estatal pueden exportar, a partir de empresas especializadas estatales.
Uno de los propósitos de la marca Pinturas Corona es lograr, mediante el Ministerio de la Construcción, la exportación de sus productos a mercados internacionales, una vez satisfagan su encargo social y las proyecciones que tiene para la venta a la población.
De esta forma, precisó Corona Montero, estarían aportando a la economía nacional con divisas y con otras mercancías que adquieran, necesarias para continuar perfeccionando la calidad del producto y para sustituir importaciones, cumpliendo así con las exigencias de las máximas autoridades en el país, en correspondencia con la estrategia de desarrollo económico y social de la Isla.
Vamos recorriendo #Cuba, conociendo de cerca y valorando en cada provincia la marcha de la #TareaOrdenamiento y el enfrentamiento a la COVID-19. Son grandes los desafíos y más grandes los esfuerzos. Estas situaciones complejas son oportunidades también para vencer. #CubaViva
Probablemente no se haya hablado tanto en las últimas décadas en Cuba sobre dinero y precios como ha estado haciéndose en los dos últimos meses. Tampoco habían existido simultáneamente tantas narrativas sobre causas y soluciones.
Lo que piensan y lo que dicen los economistas, con independencia de sus diversas perspectivas, no tiene mucho peso. Es apena un murmullo en un forcejeo verbal y escrito, a veces de altos decibeles, entre ciudadanos inconformes y los decisores y funcionarios que aplican y explican las primeras acciones del “ordenamiento”.
Que el paquete del “ordenamiento” (devaluación, incremento de salarios y pensiones estatales, y eliminación de subsidios) deje a muy pocas personas indiferentes no debería sorprender.
La promesa del futuro mejor que dibuja el discurso del “ordenamiento” es insuficiente para compensar la preocupación inmediata respecto a una reducción del bienestar material y la incertidumbre que eso provoca.
Las nuevas tarifas eléctricas y los elevados precios de muchos productos condujeron, en algunos casos, a “rectificaciones” como respuesta a la inconformidad popular. La exuberancia de una narrativa oficial sobre precios “abusivos” del sector privado -que en realidad tiene un porciento pequeño de las ventas totales- no logra encubrir que la crítica ha sido principalmente respecto a precios y tarifas estatales, y también respecto a que se ha desplazado hacia mercados estatales dolarizados la venta de productos básicos.
El hecho de que se hayan producido correcciones en las medidas no es un problema en sí mismo porque en todas partes la aplicación de medidas económicas tiene un componente de “prueba y error”. Ese no es un asunto grave. Sin embargo, las apresuradas correcciones han dejado claro que el “diseño” de las medidas no ha sido precisamente una fortaleza del “ordenamiento”. No hay evidencia alguna de que ese “diseño” resultante de un ejercicio de planificación altamente centralizada tenga el nivel de superioridad de previsión y de sabiduría que se le ha atribuido.
El problema con los nuevos precios del “ordenamiento” -incluida la tasa de cambio, que es un precio relativo- no es tanto un problema de aplicación incorrecta del “diseño” como un error del concepto de precios.
Se concibe el precio como una especie de quimera de la planificación centralizada: una habilidosa invención burocrática que permite controlar el intercambio de bienes y productos, y la redistribución de valor que ello implica, teniendo como fundamento una idea a priori acerca de cómo debe funcionar la economía en su conjunto.
Es esa desmedida concepción normativa (lo que debería ser la economía) lo que ha “metido en problemas” a los nuevos precios del “ordenamiento”, los cuales, en vez de ser evaluados normativamente, son juzgados por los consumidores a partir de la realidad de la economía a la que se enfrentan.
Esa concepción de precio es equivocada precisamente porque no toma en cuenta la realidad de la oferta y demanda, desconociendo que el precio es un proceso de mercado.
Si el concepto de precio que se utiliza oficialmente es problemático, entonces también son cuestionables las herramientas teóricas (formación del precio a partir de agregar una norma burocrática de utilidad preconcebida al costo) y son controvertibles los modelos teóricos como el “diseño” que se apoyan en proyecciones diferenciadas de niveles y de incrementos de precios.
La condición problemática del concepto, de las herramientas y modelos, crea entonces una dificultad para el discurso que acompaña el proceso pues tiende a hacerlo ininteligible. Llega un punto en que empieza a reemplazarse la racionalidad económica con la que se presentó inicialmente por argumentos ideologizados (que no es lo mismo que argumentos ideológicos).
Dije anteriormente que los economistas no han tenido hasta el momento mucho peso en las discusiones sobre los precios en Cuba. El debate entre economistas ciertamente existe, pero en sentido estricto no es un debate estructurado. Hasta donde conozco, no se intercambian ideas en las publicaciones económicas del país y los debates en los eventos públicos que se han realizado tienen diseminación muy limitada.
Sin embargo, he leído en estos días opiniones que consideran que existe un debate, en el que una “línea más liberal de pensamiento económico” y otra línea a la que denomino provisionalmente línea “pro- ordenamiento”. No tengo otra manera de calificarla, hasta que logren explicarse mejor ellos mismos.
Como supongo que hay grandes probabilidades de que se me haya incluido en la línea “liberal”, una etiqueta que ahora mismo no me parece interesante abordar, creo que es conveniente aclarar que hay algunos temas que los colegas “pro- ordenamiento” intentan hacer aparecer como los grandes parteaguas del supuesto debate económico, pero que en realidad son temas menores. No hablo por otros, simplemente expreso sucintamente mi opinión sobre esos supuestos temas importantes, que en realidad no lo son:
La regulación de precios y la regulación económica en general. Es un hecho que ocurre en todas partes, desde hace tiempo, con variaciones de intensidad y de modalidades. Es normal que la regulación sea un componente de la política económica en Cuba. Lo que critico es la creencia de que los “topes” de precios generalizados (un caso extremo de regulación) tengan la efectividad que se les adjudica oficialmente en Cuba, principalmente porque no existe evidencia de que contribuyan a resolver la raíz causal de las presiones inflacionarias (crisis productiva), de manera que los “topes” tienen que ver con un intento de aliviar síntomas y no causas. Si alguien tiene evidencia concreta, con datos estadísticos confiables, acerca de la efectividad de los “topes” en la producción, sería adecuado que la presentase.
La tasa de cambio de equilibrio y la tasa de cambio informal. El problema principal con la tasa de cambio de equilibrio en Cuba es que no se informa oficialmente cuál es. Asumo que tiene que haberse calculado oficialmente por varios métodos, pero no se ha hecho pública. De hecho, ni siquiera existe información oficial sobre los indicadores económicos que permitirían que los economistas pudieran calcular “por la libre” esa tasa. Si se ofreciera esa posibilidad, no habría debate alguno: la tasa de equilibrio sería “X” y entonces los funcionarios deberían explicar cualquier desviación que tuviese la tasa oficial. En el caso de la tasa de cambio del mercado informal, el problema no es que la tasa de cambio oficial tenga que coincidir con esta. La cuestión es que cuando no hay información sobre tasa de equilibrio y cuando la diferencia entre tasa oficial y tasa informal es muy alta, la información que trasmite esa brecha en la experiencia internacional es que hay probabilidades de que el movimiento futuro de la tasa oficial deba seguir la tendencia de la tasa informal. Eso está corroborado por evidencia empírica y hay suficientes análisis sobre el tema. Por supuesto, la tasa oficial puede seguir inmutable, pero no es razonable pensar que eso no tendría un efecto negativo en la competitividad del país.
La relación entre ideología y Economía. Probablemente sea uno de los temas mejor aclarados, aunque no necesariamente convenza a algunos economistas. Por supuesto que la ciencia, cualquier ciencia, es un producto social que no escapa de múltiples influencias de un lugar, un tiempo y diversas formas de pensamiento, incluida la ideología. Ríos de tinta han corrido sobre el tema y por tanto no me detengo en eso, excepto para decir que lo que parece estarse llamando ahora en Cuba “economía liberal” no es una entidad intelectual monolítica que se contrapone a la línea “pro-ordenamiento”. Sugiero evitar ese tipo de ensoñación.
La existencia de sesgos ideológicos contrapuestos entre quienes critican topar los precios y quienes defienden los “topes”, tomando como elemento diferenciador la manera en que se favorece a las personas más humildes en Cuba. No conozco entre los economistas cubanos activos en los intercambios sobre la actualidad del país ninguno que se caracterice por tener un sesgo ideológico, ni de otro tipo, contra la gente humilde de Cuba. Ese prejuicio de intenciones no cabe en un debate serio en Cuba. Si alguien quiere validar la noción de que el “ordenamiento” o cualquier otra medida económica funciona a favor de los más humildes (supongo que es más preciso hablar de los más pobres) es suficiente con que se presente la evidencia, incluyendo el efecto de las medidas en un índice de desigualdad (índice de Gini o índice de Palma) y una tasa de pobreza, incluyendo, de ser posible, información desagregada por género, etnia, edades y territorios. Cualquier otra cosa es narrativa hueca.
La justificación que se utiliza recientemente respecto a que los actores en “la base” (funcionarios municipales, directivos y técnicos de empresas) tomaron mal las señas que se les enviaron respecto a los precios del “ordenamiento” indica claramente que el problema de los precios es parte de un proceso mayor que obstaculiza que el “diseño” funcione bien.
Utilizando la jerga actual: parecería que en vez de que el “ordenamiento” destrabe el modelo económico, sería el modelo de planificación centralizada lo que está trabando el “ordenamiento”.
Cualquier crítica a los precios del “ordenamiento” debería partir de una reflexión crítica sobre el esquema de planificación centralizada que se utiliza en Cuba, pero como se dice ahora, no sé si haya muchos que estén preparados para tener esa conversación.