Los problemas han alcanzado tal magnitud, que no es fácil resolverlos con soluciones aisladas.
Por Omar Everleny
en Alternativas
En un artículo publicado el día 10 de agosto anticipaba que podrían esperarse nuevas resoluciones, o paquetes de medidas, en la esfera económica. No solo porque el tema económico había sido ampliamente debatido en la Asamblea Nacional del Poder Popular, y mucho menos porque supiera qué medidas estuviesen siendo analizadas, sino por la propia situación económica del país.
Desde antes de la COVID-19 no se observan decisiones que pudieran mostrar que estamos en el camino de las soluciones a los problemas económicos. Más bien, todo lo contrario. Las empresas siguen produciendo cada vez menos; el turismo no muestra una clara recuperación a niveles prepandémicos; el sistema bancario sigue sin cumplir todas sus obligaciones y sin participar en gran parte de las operaciones del país; los datos macroeconómicos son nada halagüeños y, por ende, se vive un deterioro aguzado de indicadores sociales, incluyendo un masivo éxodo de ciudadanos hacia el exterior.
Muchas veces me preguntan qué yo haría si tuviera poder de decisión en la rama económica. De entrada reconozco que es una pregunta muy difícil, por varios motivos. Primero, porque la economía no puede desligarse de la política, de las consecuencias políticas de cualquier decisión. Y, segundo, porque los problemas han alcanzado tal magnitud, que no es fácil resolverlos con soluciones aisladas. Tercero, porque la economía no es una ciencia exacta.
En la primera parte de esta reflexión, más bien repasaba algunas sugerencias dadas en 2019 y trataba de concentrarme más en aspectos macroeconómicos. Aquí intento ampliar algo más sobre algunas de las propuestas ya hechas y abordar otros temas.
Aclaración necesaria
En primer lugar, para este repertorio de ideas no tengo en mente medidas que implican asignación de recursos, aunque sean para mejorar situaciones reales en que se encuentran determinadas ramas de la economía. Por ejemplo, no cabe dudas de que el país necesita resolver la escasez de medicinas, o mejorar el transporte público.
Todos podemos elaborar un listado de las innumerables cosas a corregir, pero las propuestas serían palabras muertas, si no se cuenta con los recursos para emprender esas mejoras. Por lo tanto, no me pondré a repetir que se necesita crear un banco agrícola para financiar proyectos en esa esfera, cuando el sistema bancario no cuenta con recursos ni para transferir al exterior las deudas de las empresas, con saldos en sus cuentas.
O que hace falta pagar las deudas a acreedores externos del Club de París o de Londres, para recibir nuevas financiaciones; eso debe hacerse.
Todo lo que demanda asignaciones, por muy justas y necesarias que sean, a veces no solo son impracticables, sino que tampoco siempre van encaminadas a mejorar los ingresos de la sociedad, que es lo que conlleva a mejorar la economía.
No puede haber empresas sin utilidades
Ya había planteado que no se podía seguir dando largo, a la nueva Ley de empresas. Si las empresas son la base económica de la sociedad, tienen que existir reglas claras sobre lo que pueden hacer, las potestades de sus consejos de administración, sus directivos. Y no para fijar limitaciones de todo tipo, sino para acabar de convertir en norma que la principal función de una empresa es obtener utilidades; no importa a quién pertenezcan ni la forma de propiedad que está asociada la misma.
De esas utilidades parten los salarios que se le podrían pagar a los trabajadores; es de ellas de donde se obtienen recursos para reinversiones y modernizaciones, que redundan en más y mejores ofertas; utilidades a favor del dueño de las empresas, o sea, del Estado si fueran empresas públicas, de donde saldrían los recursos para todos los planes sociales.
Sin utilidades las empresas no pueden cumplir con su mandato social de producir bienes y servicios.
El dueño, estatal o privado, no debería poder extraer recursos de sus empresas, por encima de las utilidades creadas. Y, por supuesto, tampoco el sistema bancario —por orden de quién sea— puede tomar los recursos de las cuentas de las empresas, disponer de sus saldos y dejarlas en situación de debilidad.
Foto: Kaloian.
¿Quién pone el precio?
Dentro de las potestades de las empresas, habría que definir claramente sus prerrogativas en el tema de los precios. Si se continúan fijando desde afuera, y pormenorizadamente, los precios a los que las empresas pueden vender sus producciones y servicios, entonces no se tendrán empresas eficientes, ni producciones ampliadas, ni modernización empresarial, ni trabajadores estimulados a trabajar, ni cuentas por cobrar y pagar, ni cumplimiento de los contratos ante proveedores, ni elevados pagos al fisco.
Se pudiera entender una cierta revisión de la utilidad de cada empresa, sobre fondos propios, para priorizar precios bajos por encima de una utilidad elevada del dueño. Y hasta eso es dudoso, porque esa utilidad elevada puede utilizarse para reinversiones, y/o para mayores pagos al Estado (como rendimiento de la inversión estatal y como impuestos) en bien de toda la sociedad.
Fijar precios bajos, supuestamente en bien del pueblo, implica dejar de pagar a proveedores, además de no poder mejorar las condiciones de los trabajadores. Tampoco el Estado puede obtener recursos para otros fines. Y eso solo es populismo, que trae como consecuencia tener cada vez más empresas en estado deplorable e irrentable. Hace muchos años vengo diciendo que hay que naturalizar y permitir el quiebre de esas empresas subsidiadas.
Cooperativas
Cuba tiene hace algunos años un Decreto-ley sobre cooperativas, pero cabe recordar que nunca se ha avanzado en el tema de las cooperativas de segundo grado, o cooperativas de cooperativas. Y, por ende, se sigue pretendiendo que las cooperativas campesinas no puedan asociarse entre ellas para entre sí gestionar sus exportaciones, o sus inversiones.
He mencionado últimamente cómo Vietnam en poco tiempo se ha convertido en un exportador de materias primas agrícolas, entre ellas el café, pero poco significamos o no interesa reconocer que la mayor parte de las exportaciones de ese café la realizan las cooperativas creadas por los propios productores privados del aromático producto. Sin pasar por empresas exportadoras estatales y —sobre todo— con una justa repartición de los ingresos por exportaciones a favor de los productores.
¿Tendremos que seguir viendo cómo cae año tras año la producción de café en Cuba (y otros productos tradicionales exportables) y le seguimos echándole la culpa a los trabajadores, que supuestamente son improductivos y no tienen la cultura de trabajo de los asiáticos?
Foto: Kaloian.
¿Lo urgente? La inversión extranjera
Si muchos coinciden en que el país necesita inversiones, debería entonces ser prioritario revisar, totalmente, y de raíz, la política sobre la inversión extranjera. Porque está de más decir que el Estado no tiene los recursos para invertir en sus empresas, y los particulares son todavía pequeños para pensar que con sus fondos propios puedan dar un vuelco en la inversión productiva que se necesita en el país, aunque potencial tienen. (Máxime cuando se les considera pequeñas empresas y que a los políticos no les agrada la acumulación de riquezas, además de las otras dificultades por las que atraviesan.)
Para ello, no solo es necesario revisar todo lo que una empresa extranjera debe presentar para, en una primera revisión, ser aprobada como candidato a socio de una inversión mixta. Ahí también juegan un papel importante los niveles de aprobación de las inversiones en la propia empresa mixta que se cree, el pago a los trabajadores…
Si no se quieren eliminar las empleadoras estatales y el control de los trabajadores aprobados, al menos el pago a los trabajadores debe ser de forma directa, aunque se les deduzca no solo los impuestos y contribuciones, sino también la comisión de la empleadora, que, repito, debería ser eliminada. Y la comisión de la empleadora no puede ser tan draconiana. Debería revisarse la moneda de contratación, los pagos al exterior en cumplimiento de sus obligaciones y en la distribución de dividendos.
Si al relanzarse la inversión extranjera en 1992, se les permitió operar en moneda extranjera, o en una moneda distinta a la que utilizaban las empresas estatales en el país, está claro que eso se aprobó para estimular la inversión extranjera. Si ahora no se hace algo similar, no habrá inversión extranjera, aunque se hayan aprobado exenciones de impuestos por 8 años.
Y si los saldos de las empresas con inversión extranjera no sirven para pagar importaciones, o para pagar dividendos —aspecto crucial recogido en la Ley de Inversión Extranjera— no solo no se verán importantes inversiones extranjeras, sino tampoco un auge en las nuevas inversiones en el país, a nivel global, como está sucediendo en la actualidad.
El tema de la inversión extranjera o capitales externos es crucial en la etapa actual, y no puede relegarse a una simple rendición de cuenta en la Asamblea Nacional, del ministro del ramo, o al funcionamiento de una ventanilla única, o a tiempos de aprobación por los diferentes canales de análisis de las propuestas. Es algo mucho más profundo y no admite mayores dilaciones.
No es tan importante estar cuidando si el socio extranjero obtendrá lo que promete en su estudio de factibilidad, sino que acabe de invertir.
Foto: Kaloian.
Inversiones en y con mipymes
Y, si hablamos de inversión extranjera, es también como se ha planteado, pensar que la misma no tiene que ser solo con empresas estatales. Si se permite que existan empresas de capital totalmente extranjero, donde toda la ganancia es del inversionista extranjero (después de pagar impuestos), no se entiende por qué tiene que haber tantas reticencias y demoras para admitir inversión extranjera, mixta, donde el/los socio/s cubano/s sean cooperativas (agropecuarias o no) o mipymes.
El Decreto-ley sobre las mipymes menciona que se emitiría un régimen jurídico especial, de las mipymes mixtas, cuando las condiciones estuviesen creadas para ello. Han pasado 2 años y parece que nunca estarán creadas las condiciones para aprobar mipymes mixtas. ¿Temores a que los inversionistas extranjeros prefieran socios privados, en lugar de estatales? ¿Temores de que para ellos se tengan que aprobar formas de funcionamiento diferentes a las actuales, y después haya que permitir lo mismo para las empresas mixtas existentes?
Pues adelante a ambas situaciones, si es para mejorar la economía del país, y de los trabajadores de esas empresas que se creen. No entiendo cómo se sostiene esa reticencia, si el país está en una fase profunda de crisis económica.
Los impuestos
También sería prudente revisar el funcionamiento de la administración tributaria (ONAT). La misma se concibió en momentos, cuando entre las formas de gestión no estatal (FGNE) existían solo TCP y cooperativas agropecuarias. La ampliación de las FGNE a cooperativas no agropecuarias, mipymes, proyectos de desarrollo local, etc, demanda un fortalecimiento de las estructuras de la ONAT, su funcionamiento, preparación de personal en análisis de estados financieros, mayor informatización, mejoramiento de la infraestructura física y otras medidas, de forma tal que el Estado pueda conocer mejor el funcionamiento de todos los actores económicos y recaudar fondos en correspondencia con las actividades y utilidades de todos ellos.
En cuanto a las mipymes, en poco tiempo ha quedado demostrado que una de las razones de la Resolución 111/2023 del BCC era intentar controlar los canjes de monedas y obligar a las FGNE a bancarizar todos sus ingresos.
Ya han comenzado ciertas presiones y enjuiciamientos a financistas o cambistas de MLC, cuando se sabe que solo así, por el momento, pueden funcionar las FGNE, para pagar todo lo que ellos importan, lo mismo para comercializar, que, como materia prima para producir, o para financiar materias primas de empresas estatales. Lo interesante es que el intento de esta nueva cruzada se haya emprendido sin haber cambiado las causas objetivas de la existencia y funcionamiento del mercado no oficial de canje de monedas.
Foto: Kaloian.
Comprar y vender divisas
No clamo por las ventas de divisas del Estado a las FGNE, cuando el Estado no las posee, ojalá fuese así. Y si las tuviese, de seguro las destinaría prioritariamente a las empresas estatales. Pero subrayo que no es necesario acudir a medidas ejemplarizantes para combatir este mercado no oficial. Existen otros métodos para ello, económicos.
Si continúan con la vía actual, tendrán que sancionar a los administradores de todas las FGNE importadoras (a través de empresas estatales), o cerrarán gran cantidad de FGNE, con el consiguiente desempleo, escasez de productos en el mercado, pérdida de capacidad adquisitiva de una parte importante de la población y mayor éxodo de cubanos hacia el exterior.
Existen otras vías para solucionar el tema y que sigan funcionando las FGNE, dentro de la legalidad.
En primer lugar, está demostrado que la unificación monetaria fue un fracaso o no dio los resultados que se esperaban de ella. Si las autoridades tuvieron que dejar que funcionaran tiendas del Estado en MLC, pues pueden dejar que las FGNE puedan comercializar sus productos en MLC. Ya ellas no necesitarían cobrar en CUP y posteriormente buscar MLC en el mercado informal. Con ello, también bajaría la alta demanda de CUP en efectivo y la presión sobre el tipo de cambio de las MLC contra el CUP.
Pero eso es imposible hacerlo si no se elimina la desconfianza actual en el sector bancario. No basta con poder cobrar a los clientes en MLC —en efectivo, o por transferencias— e ir acumulando todo en una cuenta bancaria. Es imprescindible que después las FGNE puedan transferir al exterior los recursos que bancarizaron, en pago de sus obligaciones. Es iluso pensar que las FGNE recibirán ayudas del exterior para determinadas compras y que después no tengan que devolver al exterior los recursos que recibieron en préstamo. Ingresar las ventas en el banco, y después no poder utilizar los recursos, no se llama bancarización. Se llama expropiación forzosa y así no se construye economía.
Si queremos que las mipymes prioricen la producción, por encima de la comercialización, también hay que crear condiciones económicas para ello. Con revisión de los impuestos para la actividad productora, con aranceles de importación diferenciados cuando se adquiere maquinaria y materia prima. Se pueden adoptar otras medidas que estimulen la producción, para que al final resulte menos costoso producir que importar. Y eso no solo se aplica a las FGNE, sino también a las empresas estatales.
Foto: Kaloian.
Las tiendas
Reducir la compraventa ilegal de divisas también se hubiese logrado con el funcionamiento de las propias tiendas estatales que comercializan en MLC. Igual que en 1993, estas tiendas se identificaron como estratégicas para captar divisas desde el exterior y ayudar a recuperar la economía. Hoy no son menos importantes en este sentido.
Es inconcebible que correctamente se haya defendido la existencia de estas tiendas, paradójicamente en un momento de unificación monetaria, para luego tenerlas desabastecidas, incumpliendo sus compromisos con el exterior. Es más inconcebible, todavía, que con 140 % de margen sobre costo, no puedan pagar sus obligaciones y continuar con nuevos ciclos de aprovisionamientos y ventas.
En tiempos de COVID-19 todavía podía justificarse en algo esta práctica; pero han pasado casi dos años y continúan incumpliéndose los pagos de deuda comercial y por consecuencia siguen sin poder abastecer adecuadamente las tiendas estatales en MLC. ¿Es que se pretende seguir con esta práctica de no pagar a proveedores, de no incrementar ventas y ganancias a favor de las tiendas estatales, y esperar a que mejore la economía?
Bajando esa ganancia, todavía tendrían margen para pagar a proveedores las nuevas compras, ir paulatinamente rebajando deuda comercial antigua y probablemente vender productos más baratos que las mipymes.
En esa competencia leal es que se pudieran ver menores importaciones por parte de las mipymes, o mayor canalización de las divisas de ayudas familiares hacia empresas estatales, o menor presión sobre el tipo de cambio del CUP, o menor presión sobre la extracción de efectivo de los bancos. Aunque esto último también tiene que ver con la confianza de la población en los bancos.
Peor aún es intentar combatir ahora la actividad comercial de las mipymes, ya sea que vendan sus producciones o productos importados, de forma presencial u online, y no tener a las tiendas estatales en MLC funcionando adecuadamente.
Foto: Kaloian.
¿Una sola moneda?
Todo lo anterior también está vinculado al sistema monetario-financiero del país. Lo correcto es que funcionase en el país una sola moneda, como en el resto de los países. Y que a cambiar divisas en el mercado acuden no solo los particulares, sino los exportadores de bienes y servicios. O sea, donde el tipo de cambio, no fijo, lo dictaminase el mercado, y no solo por la demanda de divisas de los importadores, sino también por la oferta de divisas del exportador de azúcar, ron, níquel, tabaco, servicios turísticos, etc. Un mercado donde después esos exportadores también pudiesen comprar divisas, según el tipo de cambio existente en el mercado, para cumplir sus obligaciones con el exterior.
Por supuesto, eso implica revisiones periódicas y adaptación de salarios, pensiones, precios, etc., y a eso no ha estado acostumbrada ni Cuba, ni ningún país socialista de Europa, cuando existían. Dentro de los países socialistas, solo China y Vietnam se dieron cuenta de que era esencial ir controlando poco a poco los tipos de cambio, con métodos económicos, no con tipos de cambio fijos, alejados de la realidad.
En los países socialistas de Europa se controlaba la moneda con tipos de cambio fijos; es lógico que apenas hubiese mercancía importada de los países capitalistas, que existiesen tiendas para diplomáticos y turistas, y tiendas separadas para el resto de la población, con peor surtido.
Si lo “tradicional” en el pensamiento del gobierno es querer controlar hasta el precio del tomate, con más razón se desea controlar el precio de la moneda nacional. O sea su tipo de cambio contra las divisas extranjeras. Pero entonces, bajo estas premisas, no puede funcionar correctamente una moneda única, da igual el valor del tipo de cambio fijo que aprueben en un momento dado. De ahí el surgimiento de las tiendas en USD en 1993, la posterior ampliación del uso del CUC, y la imposibilidad de cerrar todas las tiendas en MLC, incluso después de la unificación monetaria.
Se puede tener una moneda única, con tipo de cambio fluctuante y para todas las operaciones, como en la mayor parte de las naciones del mundo; o se puede tener una doble circulación monetaria, con mayor o menor grado de “dolarización”.
La peor opción es pretender que se tiene una moneda única, aunque en la práctica no sea verdad, porque está acompañada no solo de tiendas en MLC, sino de controles de liquidez (CL), “esquemas cerrados”, tipos de cambio múltiples (oficial de 24, oficial de 120 y extraoficial de más de 220), y muchos otros controles que hacen que en la realidad se tengan más de do monedas.
Foto: Kaloian.
Más pasteles, y para todos
Muchos pensarán por qué no asumir la postura de defender a ultranza una unificación monetaria hasta el final. Eso sería lo normal, pero entraña tantos cambios, una manera distinta de ver la economía, cambios más profundos en el sistema empresarial y funcionamiento diferente de los resortes económicos. Por ello, en una primera etapa, que bien pudiera tener un marco temporal determinado y declarado públicamente, pienso que no queda más remedio que volver a introducir una dolarización parcial de la economía.
No es nada nuevo; es más o menos lo mismo que se hizo en 1993. Pero acotado en el tiempo, con mayor capacidad de maniobra de todas las empresas, sobre todo productoras, y no solo para buscar las altas utilidades en el sector estatal de las tiendas en divisas, vistas como “vacas lecheras” para el resto de los planes del Estado en el pasado.
Hay que acabar de entender que no se trata de buscar la mejor y más justa repartición de un solo pastel, sino perseguir la producción de más y más pasteles y más grandes cada día. Y por parte de todos; no solo de las empresas estatales.
Solo produciendo más se podría salir de la situación económica en la que está Cuba. Pero eso no se logra con llamados, ni con visitas de alto nivel a los centros productivos, sino con la creación de condiciones que estimulen a los productores a “hornear más pasteles”.