Por Rafael Alhama Belamaric
Efectivamente,
se puede estremecer el sistema empresarial, pero sin revolucionar, y sin
embargo, necesita cambios radicales. Debía haber sido una evolución por los
cambios sociales y de estructuras de poder producidos hace medio siglo y más,
con continuos seguimientos, investigaciones y propuestas a lo largo de todo ese
tiempo, acompañando desde la institucionalización en la década del 70, pasando por correcciones
y ajustes de los años 80, las nuevas formas organizativas y el
perfeccionamiento empresarial de los años 90, hasta propuestas más radicales y
urgentes en el último decenio. Y la formación de directivos, miles y miles, ha
acompañado todos y cada uno de los procesos, sobre todo en los últinmos
cuarenta años.
¿Entonces
que ha pasado que hoy se vuelven a recordar, puntualizar o proponer nuevamente
conceptos, vías y soluciones que deben acompañar irremediablemente la Tarea
Ordenamiento?
Todas
y cada una de las propuestas, desde directivos con talento, de formas de
gestión, de organización empresarial con
mayor o menor nivel de autronomía, por lo tanto cambios de arquitectura,
estructuras, y agrupación de trabajadores, que de ninguna manera debe pasar una
vez más por borrar cuadritos en la pizarra o cambiar el nombre, o de gestión y
autonomía a nivel de comunidad, municipio o territorio, todo, realmente todo
pasa por un contexto, condiciones, prácticas establecidas, y cultura mayores,
que ni cambian de la noche a la mañana, ni se sienten obligados a hacerlo, a no
ser que no se vean reflejados, o que no puedan reproducir prácticas por
imitación.
Y,
una vez más, creo importante ubicar los cambios de Ordenamiento en las
condiciones actuales, de los elementos que a continuación rememoro, que fueron
escritos en 2016. Sólo le he añadido la palabra “revolucionar“. Quizás se
comprendan mejor las complejidades, ya alertado tempranamente por el Che desde
comienzos de los años 60, que hoy no es posible resolver sin contar con la
magnífica fuerza multi e interdisciplinar de especialístas existentes, si los
cambios que se necesitan gestionar no son de gestión de cambio especializado,
enmarcados en este contexto.
“Comprender
los aspectos técnicos y burocráticos, es decir, las relaciones de poder,
basados en los vínculos entre las clases sociales, o el sistema de relaciones
de propiedad, en los últimos doscientos ańos ha sido tarea de no pocos
ideólogos del capitalismo naciente y pujante de finales del siglo XIX y principios
del XX; comprender y rediseńar, y transformar, esas relaciones de propiedad más
allá de un cliché y un dogma de identificar la propiedad con los medios de
producción, ha sido objeto y objetivo de muy pocos en las sociedades socialistas
desaparecidas, y existentes. Si a ello se ańade que la mayoría de los economistas
marxistas “manualistas clásicos”, consideraban la propiedad como una “relación
independiente“, pero que ocupa un lugar central en el sistema de relaciones de
producción, y todo ello se vincula a su vez con las estructuras burocráticas y
el burocratismo desarrollado a partir de las mismas, no es difícil de
comprender lo estrecho de la visión, y que la apropiación de la riqueza material
está vinculada a este enfoque reduccionista, que nada tiene que ver con el sistema de relaciones sociales de
una sociedad socialista en
transformación, que no puede estar ajena a la realización socio-económica
de la propiedad. La propiedad social, no puede estar encerrada en una única
forma económica, la estatal, que por demás minimiza y formaliza el papel de los
colectivos laborales, como propietarios y apropiadores de los resultados del
trabajo, porque de esa forma la apropiación y distribución del excedente
económico, sencillamente no se socializa adecuadamente, como tampoco se socializa
el consumo y el proceso de dirección“.
“No
hay palabras más claras de que la Propiedad, la propiedad social, constituyen
relaciones socioeconómicas objetivas, y que es el fundamento general de las
relaciones sociales de producción en el socialismo, que las palabras que Marx
dirige a Proudhon: “En cada época histórica la propiedad se ha desarrollado de
modo distinto y bajo una serie de relaciones totalmente diferentes. Por tanto, definir la propiedad burguesa no es otra
cosa que exponer todas las
relaciones sociales de la producción burguesa (…) (el subrazado es nuestro)
Querer concebir la propiedad como una relación independiente, una categoría
aparte y una idea abstracta y eterna, no es más que una ilusión metafísica o
jurídica (…)La propiedad constituye la última categoría en el sistema del seńor
Proudhon,en el mundo real, por el contrario, la división del trabajo y todas
las demás categorías del seńor Proudhon son las relaciones que en su conjunto
forman lo que actualmente se llama propiedad (…) (1)
“El hecho cierto es el
reduccionismo ha llevado en la práctica a la tergiversación de la lógica de
Marx, y que las relaciones de propiedad se han visualizado y se han
objetivizado en un sistema de apropiación y distribución, de consumo y de dirección
ajenos, o muy limitados al productor directo, si
se quiere colectivo laboral y al
individuo, como sujetos activos de posesión y apropiación, ocupando el Estado,
con su estructura burocrática el lugar de sujeto de propiedad, prácticamente en
todas las funciones. Esto llevar a
pensar, a no pocos, que la propiedad social en su forma y mecanismos estatales, es no sólo la mejor existente, sino la más
cercana al concepto de propiedad
social. De no revertir esta visión y pensamiento, no es posible que se comprenda porqué las mayores dificultades se
originan muchas veces por la acción
del llamado “factor subjetivo” como si este fuera ajeno al “factor objetivo”.
“Tampoco
sería posible que se comprenda lo que ha expresado Marx, de que la propiedad
expresa “las relaciones de los
individuos entre sí, en lo tocante al material, el instrumento y
el producto del trabajo” (2), (el subrazado es
nuestro) que de ninguna manera se puede minimizar el papel del hombre como
portador de las relaciones, y que la apropiación de los resultados del trabajo
no puede estar ajena a las relaciones de propiedad, a la dirección.Esto ha
llevado a “identificar tres puntos esenciales en lo concerniente a la propiedad,
que podríamos llamar “el triángulo dialéctico de la propiedad”: el individuo-
la naturaleza- la sociedad, que obliga a pensar en una articulación objetivamente
existente que se alza en torno a ese triángulo, que es el proceso de
producción, reproducción y apropiación por los individuos de su propia existencia
humana”. (3)
“Esta
idea lleva a recoger conceptualmente la totalidad que se da
en la realidad
objetiva, a saber: un sistema que va desde los individuos en su
actuación en el “proceso del trabajo”/Marx/,
e incluye las mediaciones en su proceso permanente de socialización
en contradictoria unidad dialéctica con la naturaleza: su organización
en grupos sociales, clases, las estructuras de agrupación de los individuos
en su reproducción social, desde la familia hasta las que constituyen los
elementos de dirección de la sociedad, más allá del proceso del trabajo: el Estado,
como “organización del Poder público” – que comprende el Estado como
instituto político, con sus componentes y todo tipo de organizaciones sociales
); los propios materiales e instrumentos de trabajo, las relaciones tecnológico
- organizativas y técnicas de dirección; los reguladores (sistemas de
normas y valores, de diferente grado, comprendiendo los vinculados al ejercicio
del poder a través del Estado – las regulaciones y leyes, - y los valores
morales, ideológico espirituales en general)”. (idem)
Pero,
¿Qué tiene que ver todo esto con la burocracia, el burocratismo y las relaciones
de autoridad formal que este establece a nivel de toda la estructura del
Estado, y sobre todo a nivel del pensamiento y acción?
“Vayamos
a la historia que enseña. Al calor de los tiempos de modernidad, descollaron pensadores,
cuyas ideas llegan a nuestros días. Por mucho que se quiera establecer
diferenciación entre la burocracia y la burocratización, lo cierto es que
esta última es el proceso mediante el cual la primera, instrumento de dominio
social, gana en eficacia y eficiencia e institucionalidad, tal como seńalaba
Max Weber (Alemania, (1864–1920).
“Con
la llegada del siglo XX, llega la teoría de la acción racional o la racionalidad
medio-fin, a partir del individuo, tanto a nivel del individuo, de la empresa
y de instrumentaciones en la actividad del trabajo, como en la política y
las acciones del Estado. En esta corriente, la burocracia es entendida como organización
eficiente, lo que vendría a ser la burocracia buena o
necesaria, sustentada
por una racionalidad valorativa, basada en valores, en las que la organización informal,
aparece como un factor de imprevisibilidad; por tanto, poco racional.
No poco se ha escrito, con fundamentos basados en estas ideas para rechazar
cualquier intento de organización (auto)gestionaria. Pero, también, algo como
el “liderazgo“, debía ser transformado en autoridad formal tradicional, o que
formara parte de aquella.
“Ya
desde finales del siglo XIX, fue empleado el término, y desde entonces las sociedades
modernas han estado ligadas a la burocracia. Tanto desde la sociología,
como desde las ciencias administrativas ha implicado una mentalidad, una
organización y una estructura, y hasta una intención. Así, la burocracia y la
burocratización de las sociedades, con mayor o menor racionalidad técnica,
basada en autoridad formal legal, que domina al individuo, como instrumento de
dominación social, ha abarcado desde el pensamiento, hasta las teorías de
administración y la acción en el último siglo. Ciertamente, las sociedades
socialistas, han pasado por la institucionalización, y han sido y son
sociedades institucionalizadas influenciadas por estas corrientes, y en mayor o
menor grado han sido burocratizadas..
Se
impone una pregunta. ¿Son estas las relaciones que deben regir en una sociedad
socialista de transición, en constante, continua y prolongada transformación
social, que interesa a los procesos productivos, sociales y políticos
de todo tipo? Decididamente no. Tan
temprano como en 1962, a partir de las experiencias de los primeros ańos,
Ernesto Che Guevara en tiempos ya de Ministro de Industrias, alertaba en
su texto „El Cuadro, columna vertebral de la Revolución“, que la burocracia era
“como el trampolín para ascensos y para cargos burocráticos de mayor o menor
cuantía, desligado totalmente de las masas”.
Luego
de más de cuarenta ańos de la anunciación “muerte del burócrata”, los burócratas
actuales se han modernizado. La burocracia, que a estas alturas sería
como una capa extendida a todos los niveles, y define la arquitectura de toda
la sociedad. Es más o menos homogénea, aunque con intereses disímiles, cobra importancia
por día, lo cual hace que la burocratización presente grandes complicaciones
y complejidad. Sus actos y condiciones, su pensamiento y acciones
no sólo se ven, sino que pesan en las decisiones. Los valores que dominan,
son, por un lado la “espera”, el “la demora o alargamiento de los procesos“, y
por otro, la defensa a ultranza de las estructuras y los conceptos
establecidos. Se sienten en toda su dimensión, en la misma medida y fuerza, con
que se alarga el tiempo de las medidas y soluciones. Marca pautas en la
conducta cotidiana de funcionarios, técnicos y dirigentes.
Entre
todos, y hasta sin querer, tejen una red de intereses, cada día más poderosa,
cada día menos dispuesta a “revolucionar”, en toda la extensión de la
palabra, de proponer y llevar a cabo las transformaciones radicales necesarias.
Pero
sobre todo se ha impuesto por el concepto de control y el recontrol, decir excesivo
sería ingenuo, puesto que responde al enfoque burocrático, y ello abarca
desde el nivel individual hasta el nivel social. Esto conlleva a la procedimentación
de todo lo procedimentado, todo lo regularizado, como parte de
una división tanto de responsabilidades como del trabajo, llevado este a la máxima
especialización, a nivel de tarea y hasta de elementos; y todo ello dentro
de una línea jerárquica en la que priman unas relaciones impersonales.
Si
esta formula no es la de la deshumanización y la alienación, está muy cerca de
serlo. Lo que sí no caben dudas es que ha causado, y sigue causando en la
sociedad daños graves, de credibilidad, de falta de iniciativa y de
proactividad. Se nutre y crea poca capacidad de gestión, pero sí es eficiente
creando documentación de dudoso beneficio, y además, dificulta su cumplimiento,
en la medida en que hay más y más documentos y procedimientos, lo que a su vez da
origen a más burocracia; sin más papeleo que la nutra, está obligada a desparecer
o a transformarse.
Si
es cierto, como afirman algunos estudiosos, que la burocracia se originó y empezó
a fortalecerse a partir de la división de los saberes técnicos especializados,
no es difícil imaginarse que en la misma medida en que estos conocimientos
se generalizan, y forman parte de los avances tecnológicos, como parte de un
proceso favorecido por los niveles educacionales y culturales alcanzados en el
país, es lógico pensar que hay que
socializar los instrumentos y mecanismos de poder formal, para que no sigan
siendo bases y promotores de la burocracia. No hay nada más traumático para un
burócrata, que decirle, que con la información
que posee, y los saberes y las capacidades de otra persona, esta también
podría tomar decisiones sobre cualquier tópico, sea a nivel individual, colectivo,
empresarial, social, o económico. La gravedad del asunto estriba en que, ya sean
asuntos a nivel de individuo, del colectivo laboral o de empresa, van adaptando
las decisiones a sus intereses. Desde la teoría, Weber definió hace más de un
siglo a la burocracia como una forma de organización que realza la precisión, la velocidad, la claridad,
la regularidad, la exactitud y la eficiencia conseguida a través
de los elementos arriba mencionados. Sería bueno, repetir, porque se ha hecho
en el pasado, ¿hasta dónde llega la velocidad, claridad y eficiencia hoy en la
cadena burocrática?
El
objetivo y la visión positiva de la burocracia hace un siglo atrás se basaban fundamentalmente
en la obtención y procesamiento centralizado de la información.
A
partir de Weber, y basándose en el estudio de los sistemas administrativos públicos
europeos de su época, se le confirió una
importancia académica y práctica
al concepto, que llega hasta nuestros días. Este pensador creía firmemente
en que esta era la organización ideal, la dominación de los funcionarios
públicos frente a la fe liberal. La racionalidad, la efectividad y las ventajas
administrativas que el sistema burocrático supuestamente ha conferido históricamente
a los estados, no cuestiona la legitimación de su papel en la sociedad, sino
del costo que implica ello para gobernar, controlar y organizar.
Todo
ello está dado por algunos principios originales en su tiempo, desde luego cuestionables,
entre ellos:
-
“el desempeńo de funciones oficiales es permanente y constante”. Esto significa
que no puede haber cambio de tareas, y las funciones se ejecutan
estrictamente de acuerdo a unas reglas y por una persona, en las
que la autoridad está fijada y delimitadas las atribuciones así como los
medios de coerción a disposición; la responsabilidad y la autoridad de
cualquiera de los funcionarios son parte de una cadena jerárquica;
-
“los funcionarios no son propietarios de los recursos”, pero son responsables
de su uso. Esto es tremendamente importante, por la connotación
en una sociedad socialista de la propiedad social. Las funciones
se desempeńan y se toman las decisiones sobre la base de documentos
escritos, lo que garantiza el mantenimiento de la impersonalidad,
y aleja cualquier vestigio de lo que pudiera ser la participación
activa y efectiva del ciudadano o del trabajador implicado, entre
otros.
Weber
también enfatizó que la burocracia puede anquilosarse, dado que quienes tienen poder buscan
preservarlo; y
que carecen de flexibilidad, sobre todo
para confrontar casos individuales. Este pensador alertaba también que la burocracia
real podía degenerar, y que la jerarquía vertical podía causar confusión
y conflictos de competencia.
Pero
a su juicio, también había consecuencias desfavorables de la burocracia, que
casi siempre se callan, y estas son abundantes.
-
una decisión podía considerarse más importante que su efecto,
-
las decisiones podían ser lentas;
-
haber rigidez e inercia en los procesos;
-
llevar al nepotismo, corrupción y enfrentamientos, al no cuidar que la promoción
fuera en base a méritos.
-
la distribución de funciones--a lo que habría que ańadir, por la experiencia
del último siglo, la fragmentación de funciones, podía llevar al
exceso de regulaciones, a la duplicación de esfuerzos, a la ineficiencia general;
-
los funcionarios pueden eludir las responsabilidades, que pueden ser poco
proclive al cambio, a la autocrítica, poca estima por opiniones contrarias;
-
la cantidad de reglas, la existencia de reglas contradictorias, llevaría a una
situación de desarmonía. Como más tarde se verificó las normas conflictivas
pueden llevar a desarmonía entre objetivos individuales y medios
institucionales para alcanzarlos; anomia, no por falta sino por exceso
de reglas.
Antes
de estas reglas, ya Marx y Engels realizaron un examen del fenómeno. Sin
embargo, no profundizaron el estudio en relación al papel general de la burocracia,
no era el caso, especialmente acerca de la posibilidad de que la burocracia pudiera
desplazar del poder a las clases productoras en una sociedad socialista.
Fue Lenin, en su quehacer, quien analiza el papel de la
burocracia y su papel en relación con el Estado. Este fenómeno puede
llegar a ser, y de hecho lo fue siempre,
de la mayor importancia en las tentativas posteriores de implementar una
concepción del Estado, que de ninguna manera se pudiera catalogar, como
algunos lo hacen a veces, de concepción marxista.
Téngase
en cuenta que aun cuando con anterioridad a la Revolución Francesa, hubo
suficientes referencias a su connotación negativa, en relación con las políticas
practicadas por la monarquía absoluta, Marx la describió como la “república
petrificada” y como “la organización civil del Estado
que se opone al Estado
Social de los civiles”. Esta línea de pensamiento
puede tener un largo camino. Sin embargo, el objetivo de este artículo
es alertar, aun corriendo el riesgo de la reiteración, del peligro de
una burocracia degenerativa, que no conoce ni está dispuesta al cambio
revolucionario.
Pero,
además, sostener que la burocracia es consustancial al ejercicio del poder
en las sociedades modernas, es como declarar que no existe otra forma.
Por
tanto, se podría llegar a la errónea conclusión de que no hay forma de arreglar
las desviaciones y anomalías—solo quizás atenuarlas-, y que hay que convivir
con ello porque es un mal necesario. Esto impediría que se busquen otras
vías y mecanismos, otras formas organizativas y de control. Esto, en una sociedad
basada en relaciones de propiedad social, es ineludible, sobre todo si se
tienen en cuenta las condiciones y circunstancias actuales de disfuncionalidad
de los estados capitalistas.
Como
se trata de un pensamiento, y de esquemas mentales, son cada vez más los
que emplean el poder que le otorga su posición de acceso a las decisiones, y
van moldeando las organizaciones y las condiciones de manera que respondan
a sus intereses. A estos se van amoldando los “pasivos”, los sujeto- objeto,
los que no participan activamente y asumen que eso es normal y no puede
ser de otra manera.
Una
regulación de más, un documento de procedimiento para un control innecesario;
una norma complicada que repite las propuestas de la anterior y suma
más elementos; un nivel de decisión sin las atribuciones ni facultades para
desarrollar las funciones necesarias; una dirección a nivel de empresa o
unidades organizativas de base que no cuenta con autonomía para desplegar su potencialidades
ni realizarse; tres y cuatro niveles de decisión donde debería haber
uno sólo; nueve áreas funcionales para “dirigir” tres áreas productivas; múltiples
áreas organizadas en estancos separados que dificultan las coordinaciones
y hacer imposible la integración de funciones; una visión o propuesta
conceptual que repite la práctica establecida; o sencillamente un trámite
que es posible hacerlo al momento y que se demora un mes, porque el tiempo
establecido es ese; todo eso, y más, forma parte del pensamiento burocratizado
y de visión y estructura burocrática de poder.
Al
imponer más y más restricciones, cualquier actividad, por muy exitosa que sea,
puede llegar a convertirse en desmovilizadora y enajenante. Esto, a su vez,
puede estructurar prácticas corruptivas
en las propias relaciones sociales y las relaciones de
producción existentes en la sociedad. No se puede dar por
buena una forma que desconoce, conceptual y prácticamente, las relaciones
interpersonales, para no hablar de otras de mayor complejidad, como son los
procesos sociales al interior de una organización, de un colectivo laboral, de
una sociedad socializada. Y puede llevar, y así se puede verificar en la
práctica, que elementos como “sensibilidad” y “sencillez” al influjo de la
autoridad formal, lejos de lo que sería el liderazgo, queden relegados al
último plano. Frente a ello, sólo resta una actitud activa de análisis y
propuesta de cambio de las formas organizativas, de las estructuras de
dirección, no a partir de organigramas, sino de estudios reales in situ, de las
formas de participación en las decisiones trascendentes y no trascendentes; de
las formas económicas que multiplican las formas de propiedad como un todo
de la propiedad social.
“En
la misma medida en que se reinterprete la propiedad social más allá de la forma
y relaciones únicas establecidas, se fortalezcan
los procesos sociales a partir de los productores directos, se fortalecerá
la participación, la socialización de la dirección y gestión, y su realización.
Se harán más débiles las actuaciones, las estructuras y el pensamiento burocráticos,
y se irán potenciando los procesos simultáneos de transformación de la sociedad
y del individuo, con el conocimiento acumulado“.
“De
otra manera, el proceso de prolongadas transformaciones, se estanca; y las
transformaciones no pueden ser superiores a los procesos y relaciones sociales
de los que forman parte, de los que forman parte los individuos, los seres
humanos que se revelan como sujetos activos de las transformaciones, con
sus experiencias, percepciones y aspiraciones. También quedaría estancado el
conocimiento, su realización, la innovación, de lo que tanto se habla hoy,
precisamente por las condiciones burocratizadas de los procesos y las
relaciones sociales de producción, tanto al interior de las organizaciones,
sean estás empresas o instituciones especializadas, como de las estructuras y
funciones, atribuciones
y facultades estatales“.
Citas.
1 Marx, C. Misería de la Filosofía. Ed. Progreso, Moscú, 1974, pp.127 y 154.
2 Marx, C. y Engels, F. Obras Escogidas. Ed. Progreso. Moscú, 1973, t I. p.17
3 Alhama, B.R., García Brigos, J., Lima, R. y Raful, D.: “La propiedad social en laconstrucción socialista cubana. Notas para un debate.” III Evento del Institutode Filosofía, La Habana, oct. 2009.
Bibliografía
Alhama,
B.R., García Brigos, J., Lima, R. y Raful, D.: “La propiedad social en la construcción
socialista cubana. Notas para un debate.” Ponencia
al III Evento del
Instituto de Filosofía, La Habana, oct. 2009.
Marx,
C. Misería de la Filosofía. Ed. Progreso, Moscú, 1974.
Marx,
C. y Engels, F. Obras Escogidas. Ed. Progreso. Moscú, 1973.