Por Dr. Julio Carranza Valdés 1
La complejidad y los desafíos del mundo actual, así como la emergencia de procesos progresistas de transformaciones sociales sobre todo en América Latina y el Caribe, nos conducen nuevamente a reflexionar sobre un viejo, pero inagotado tema, que adquiere una relevancia renovada: las relaciones entre las ciencias sociales y la política, más específicamente las relaciones entre las ciencias sociales y la política en el contexto de procesos revolucionarios de transformaciones sociales.
A principios del siglo XX, en el invierno europeo de 1919, Max Weber participó en un ciclo de conferencias ante la Asociación Libre de Estudiantes de Munich, su intervención fue publicada en el verano de ese mismo año bajo el titulo El Político y el Científico 2. El peso intelectual de su autor convierte este material en una importante referencia en el análisis de este tema, por más que no compartamos su visión acerca de la imposibilidad de una ciencia políticamente comprometida.
Para Weber lo que define esencialmente la política es la lucha por el poder (el Estado) y el poder supone la dominación de unos hombres sobre otros que habrá de imponerse a través de un conjunto de medios entre ellos y de manera decisiva el de la violencia. Desde su perspectiva, corresponde a la ciencia arrojar claridad sobre los fenómenos sociales y sus posibles consecuencias pero sin una actitud de compromiso con determinado curso de acción que sea promovido desde la política. A pesar de que el autor vive en un período muy convulso de la historia europea caracterizado por procesos de luchas revolucionarias tanto en Rusia como en Alemania y otros países de la región, mantuvo, en tanto hombre de ciencias, distancia respecto a las fuerzas políticas involucradas en estos procesos, aunque si realizó una muy interesante reflexión académica sobre ellos que se refleja en toda su obra.
La renuencia de Weber, dada su condición de académico, a asumir compromisos políticos con los procesos de transformación que se debatían en su época no invalida la muy erudita reflexión de este importante autor acerca de la relación entre ciencia y política, específicamente en el caso de las ciencias sociales y humanas o ciencias de la cultura como él las llamaba, solo que debe ser leída de una manera crítica por aquellos que consideramos y fundamentamos la necesidad y la posibilidad de una ciencia social comprometida con las transformaciones sociales, aunque ese compromiso debe ser entendido en toda su complejidad y no de forma vulgar y manipulada como muchas veces se ha intentado en la historia de muchos procesos de trasformaciones sociales. Precisamente acerca de este tema trata el presente texto.
Las relaciones entre ciencias sociales y política o para decirlo de otra manera, entre el científico y el político, nunca han sido fáciles, con frecuencia han estado afectadas por suspicacias y desconfianzas mutuas. Los científicos o académicos temen ser instrumentalizados por la política con lo cual perderían autonomía y profundidad en el análisis de la realidad. Los políticos o funcionarios de gobierno temen que de la relación con el mundo académico solo pueden recibir críticas y pocos aportes prácticos y útiles para enfrentar problemas específicos e inmediatos o propuestas que pueden estar fuera de lo que es aceptable para su base política y electoral.3
Esta desconfianza no se explica solamente por subjetividades, es también consecuencia de una relación que es efectivamente compleja y que comporta riesgos; solo una comprensión suficiente de la naturaleza, las potencialidades y la necesidad de esa relación puede contribuir a un clima más adecuado para que esta se produzca y despliegue todo su potencial.
Es necesario tener en cuenta también que la producción de conocimientos es un proceso complejo en el cual participan una multiplicidad de actores. La comunidad científica e intelectual es uno de esos actores pero no es el único, hay otras instancias de producción de conocimientos, las propias organizaciones políticas, el gobierno, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad en general, por esta razón es apropiado hablar de un proceso diverso de producción de conocimientos que se fortalece en la medida en que esta multiplicidad de actores se encuentran y debaten.
Esta diversidad propia del proceso de producción de conocimiento debe ser asumida por la ciencia que debe estar siempre presta al dialogo extra disciplinario, lo cual no supone solamente la interacción entre especialistas de diferentes disciplinas científicas, sino también con el resto de la sociedad y los diferentes saberes que en ella existen.4
Es el desconocimiento de la existencia de otras fuentes legitimas de conocimiento lo que critica Boaventura de Sousa Santos cuando afirma: “Es la idea de que solo es válido el conocimiento científico y que todos los demás conocimientos no son válidos, no existen” … “de este lado de la línea están todos los conocimientos populares, campesinos, indígenas, y urbanos de los movimientos, a los que se consideran más allá de la verdad y la falsedad. No cuentan como un conocimiento sino como opiniones, creencias, idolatrías, magia, mitología de un conocimiento” y de una manera más conclusiva afirma: “...la ciencia tiene que ser utilizada dentro da la ecología de saberes como un saber entre otros, más valioso para algunas cosas, menos para otras. Es muy valioso para ir a la luna pero no es tan valioso para defender la biodiversidad, La ecología de saberes no acepta jerarquías abstractas entre saberes porque las jerarquías son concretas, son argumentadas, son pragmáticas en función de los objetivos que pretendemos”.5
El uso de todo el conocimiento disponible es esencial para producir estrategias de transformación social y políticas acertadas, en condiciones de actuar sobre los desafíos presentes, superarlos e impulsar el desarrollo social. Ahora bien, aunque como hemos afirmado, la comunidad académico intelectual no es la única que produce conocimiento, si es un actor esencial de este proceso debido al carácter científico e integrador del conocimiento que produce basado en un determinado método de análisis y síntesis de la realidad.
La función de las ciencias
Quizás sea necesario comenzar expresando algo de sobras conocido pero que con frecuencia no se tiene suficientemente en cuenta: La razón de ser de las ciencias, en cualquiera de sus campos, es aportar nuevos conocimientos sobre la realidad, explicar las causas y la naturaleza del movimiento, ya sea este el movimiento físico, químico, biológico o social, aportar además propuestas fundamentadas acerca de cómo influir sobre el curso de la realidad para acercarla a los intereses más legítimos de la sociedad y del ser humano.
En este último aspecto hay un factor esencial, el carácter ético que deben tener las diversas aplicaciones tecnológicas y prácticas a las que da lugar el avance del conocimiento científico. Las ciencias y sus aplicaciones deben estar en función de los intereses del ser humano, como individuo y como colectividad. Un terreno actual donde este aspecto cobra mucha importancia, por ejemplo, es en el de las investigaciones sobre el genoma humano, podrían citarse otros muchos casos en otros campos como el de la energía nuclear, también en áreas de las ciencias sociales como la economía o la sociología.
Desde este punto de vista el mayor compromiso de las ciencias, para no dejar de ser tal, es con la verdad y con el bienestar de la humanidad. El conocimiento científico se diferencia del conocimiento común en que va más allá de las apariencias, penetra en la esencia y explica las causas y el posible curso de los fenómenos ya sean estos naturales, sociales o psicológicos, el conocimiento científico se construye con los instrumentos y el método científico, creando un aparato de conceptos y categorías que permiten distinguir los elementos constitutivos de la realidad compleja, identificar sus generalidades, particularidades y tendencias.
Ahora bien, esto no quiere decir que cada consideración, aseveración o propuesta que provenga del campo científico tiene que ser necesariamente cierta, la generación de un conocimiento nuevo es un proceso muy complejo y lento a lo largo del tiempo, de diversas aproximaciones, desarrollos y rupturas donde está incluido el error, la observación equivocada, la falta de suficientes elementos y datos para dar cuenta de la totalidad del fenómeno que se pretende explicar, la falta de las categorías, conceptos o teorías adecuadas para explicar un determinado fenómeno en un momento y un lugar determinado. Sin embargo, el proceso, será científico, aun cuando sus resultados no sean completos, si está fundado en el conocimiento previamente establecido, en toda la información y datos disponibles, si emplea adecuadamente el método y los instrumentos de investigación disponibles y si está animado por la mayor honestidad intelectual. En este sentido es útil recordar aquella memorable frase de Isaac Newton cuando expresó: “he visto lejos porque me he parado sobre los hombros de gigantes”.
La ciencia, a diferencia del arte, se construye en un proceso inacabable de sucesivas superaciones, el hallazgo de hoy da lugar al hallazgo que ha de producirse mañana y que coloca el conocimiento siempre en un nivel superior. El arte puede crear obras acabadas cuyo valor trasciende en el tiempo sin que sea superado por el que corresponde a otras obras posteriores, la ciencia, sin embargo, es parte de un proceso de sucesivas superaciones, el aporte de una obra científica no está solamente en la contribución especifica que hace al conocimiento de un determinado fenómeno en un momento de la historia, sino también en el camino que abre al conocimiento del futuro.
En el caso específico de las ciencias sociales y humanas la cuestión es aún más compleja, si bien en las ciencias naturales el conocimiento es más acumulativo y las contribuciones anteriores se integran más fácilmente en el conocimiento presente, en las ciencias sociales las interpretaciones, las prioridades y los paradigmas teóricos suelen cambiar de una época a otra con lo cual la imprescindible integración del conocimiento pasado es más complicado. Como bien apunta Weber: “No podemos trabajar sin la esperanza de que otros han de llegar más allá de nosotros, en un progreso que, en principio, no tiene fin”.6
Igualmente es necesario tener en cuenta también el desarrollo mismo de las ciencias sociales, su método, sus teorías y sus conceptualizaciones para dar cuenta de realidades complejas, dinámicas y diferentes. No siempre se dispone de los instrumentos necesarios para explicar la realidad, la explicación supone el desarrollo mismo de las ciencias sociales, lo cual le plantea uno de sus principales desafíos. Como afirma Boaventura de Sousa: “...cada vez resulta más claro que las teorías, los conceptos, las categorías, que usamos en las ciencias sociales fueron elaborados y desarrollados entre mediados del siglo XIX y mediados del Siglo XX en cuatro o cinco países: Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos e Italia. Entonces, las teorías sociales, las categorías y los conceptos que utilizamos fueron hechos sobre la base de las experiencias de estos países. Todos los que estudiamos en esos países nos dimos cuenta, cuando regresamos a los nuestros, que l
as categorías no se adecuan bien a nuestra realidad”. 7
La duda es parte del método científico, en términos científicos esa duda no es sinónimo de falta de confianza, es la necesidad de que una afirmación final esté asentada en evidencias que la prueben y aun en ese caso muchas veces es necesario continuar investigando, el espíritu de verificación de la ciencia ha de ser permanente. No hay que olvidar que incluso la verdad científica es siempre relativa, así como que la realidad está sometida a una dialéctica infinita. La especulación, el examen de diversos escenarios, el avance de hipótesis, la abstracción y la intuición están en el proceso de construcción del conocimiento científico, pero la constitución del conocimiento científico ha de fundarse en evidencias comprobadas. Incluso en su función propositiva la ciencia debe partir del conocimiento constituido. Como veremos más adelante, en el caso de las ciencias sociales este proceso es aún más complejo puesto que su comprobación es también histórica.
En todo caso es necesario aclarar que la verificación del conocimiento científico es igualmente parte de un largo debate. No siempre es posible comprobar terminantemente la correspondencia entre un hecho predicho con un hecho observado, en primer lugar porque no siempre existen las condiciones instrumentales y metodológicas necesaria para la observación detallada de determinados hechos, en segundo lugar porque los propios métodos para observar la realidad pueden estar influenciados por teorías que afectan la observación misma. En este sentido es importante el concepto de “veracidad probable” cuando la observación sólo puede demostrar que determinada proposición tiene un alto grado de ser válida, para diferenciarla de aquella que puede comprobarse totalmente por los hechos8
La existencia de los llamados OVNIS, por ejemplo, ha sido un tema largamente debatido, sobre el cual se han escrito los más diversos argumentos. Incluso en un ejercicio de sentido común se podría defender la idea de la probable existencia de otras vidas inteligentes en la inmensidad del universo.
Sin embargo, la ciencia, a pesar de que le ha prestado mucha atención a este importante asunto y a que ha avanzado diversas hipótesis, nunca ha pronunciado una afirmación determinante en tal sentido, hasta el momento no existen evidencias para sostener una afirmación así.
La desintegración de la realidad en partes para su análisis es un paso esencial del proceso de construcción del conocimiento científico, la integración o síntesis de esas partes, ya conocidas, en su todo original y considerar sus interacciones, es un momento imprescindible en la conclusión del conocimiento científico. Este es un proceso propio de las ciencias en cualquiera de sus campos. El conocimiento y la posible acción sobre un órgano del cuerpo humano para rectificar su funcionamiento, no sólo precisa conocerlo aisladamente, sino su lugar, función e interacción con el resto del organismo, de lo contrario la acción puede ser errada, o como ha dicho la sabiduría popular el remedio puede ser peor que la enfermedad.
Cuando el trabajo científico transcurre por este método de rigor el resultado es siempre valioso, aun cuando las conclusiones de determinada investigación sean negativas o tengan que ser revisadas a la luz de nuevos datos. Si el estudio es serio, informado, fundamentado y honesto, aun cuando no alcance a aportar un nuevo hallazgo o una nueva perspectiva, deja al menos un determinado camino explorado y una nueva experiencia a tener en cuenta por los que vengan después. En general, la última palabra acerca de la certeza del nuevo conocimiento que se aporta es dada por la práctica, o sea la comprobación de su validez en el decursar de la vida. Vale aquí recordar una frase puesta por Bertolt Brecht en boca de Galileo Galilei en su obra del mismo nombre: “…el objetivo de la ciencia no es abrir las puertas de la sabiduría infinita, sino poner un límite al infinito error”.9
La humildad académica debe ser un valor esencial de un científico, no sólo por razones éticas, esa humildad debe nacer del reconocimiento de la complejidad del objeto que estudia y debe dar lugar a una permanente disposición a debatir, confrontar criterios, poner a prueba cada tesis, rectificar, ir siempre más allá. No siempre se cuenta con todas las evidencias científicas necesarias para decir con absoluta seguridad: “y sin embargo se mueve”.
Las ciencias sociales y su mayor complejidad
Como el resto de las ciencias, las ciencias sociales han estado sujetas a un proceso de desarrollo marcado por diferentes etapas.10 El origen de las ciencias sociales como área específica del conocimiento científico es muy posterior al de otras ciencias, su principio puede marcarse en la
Europa que surge de las revoluciones industriales y políticas de los Siglos XVIII y XIX. La nueva integración social a la que da lugar el capitalismo con sus contradicciones, conflictos y crisis, así como los aportes y la sed de conocimientos que generan las corrientes culturales de aquella época, estimulan y permiten la observación y el análisis sistémico de las estructuras y los procesos sociales desde diferentes y nuevas perspectivas disciplinarias y epistemológicas.
Lo que nos permite hablar del surgimiento de una nueva área de desarrollo científico con identidad propia es precisamente la observación de la sociedad como sistema, otras aproximaciones anteriores en el tiempo, aunque dejaron aportes esenciales, sobre todo para la filosofía y para el conocimiento de la historia, se basaban más en observaciones parciales y descriptivas de los procesos sociales, sin suficiente conceptualización y sin la identificación de una legalidad que explicara el sentido del desarrollo de la sociedad como sistema.
Esta aún joven área del conocimiento científico y sus diferentes disciplinas, ha progresado en la construcción de un método, el avance de teorías y paradigmas, lo cual ha estado acompañado de un permanente debate donde los diferentes aportes confrontan y se complementan con lo que el desarrollo de las ciencias sociales se consolida con un mayor potencial de conocimiento y aporte al desarrollo social.
Las consideraciones que presentamos en el acápite anterior sobre la función de las ciencias adquieren mayor importancia en el terreno de las ciencias sociales, o sea, aquellas que se encargan de explicar el movimiento social, que como se ha afirmado es el más complejo de todos los que existen. Varias razones explican esto: Primero: los datos para investigar la realidad social en toda su complejidad pocas veces son completos y exactos. Segundo: Las ciencias sociales no cuentan con laboratorios donde se puedan hacer experimentos y comprobaciones a escala del fenómeno que se quiere investigar. Tercero: La relación entre ciencias sociales e intereses políticos, quiere decir económicos y sociales, es mayor y más directo que en el resto de las ciencias, sobre todo en algunas disciplinas especificas muy cerca de la política como la sociología, la economía e incluso la filosofía y la historia, sobre todo cuando esta se dedica a explicar procesos recientes. Cuarto: El movimiento social, aun cuando estuviera regido por leyes, está altamente influido por la subjetividad humana y su imaginario, lo cual hace más complejo el objeto de las ciencias sociales y su noción de la realidad, esta no se agota en el terreno de “lo objetivo”. Quinto: La identificación de las leyes que rigen el movimiento social y el conocimiento de sus contradicciones no es suficiente para asegurar con exactitud el curso futuro de los procesos sociales, puesto que estos están expuestos al impacto de una diversidad de factores de difícil predicción incluido el azar, lo cual implica la necesidad de prever más de un futuro posible, Sexto: Las consideraciones y conclusiones en el terreno de las ciencias sociales y humanas son por lo general más cuestionadas que las provenientes de otras disciplinas científicas, debido a que la mayoría de las personas consideran tener una opinión valida sobre el tema basada en su propia experiencia.
Como nos plantea la actual teoría de la complejidad, el movimiento social debe entenderse como un proceso dinámico, no lineal, sujeto a múltiples determinaciones, bifurcaciones, saltos y emergencias 11.
La comprensión de los procesos sociales y la posibilidad de influir sobre ellos exigen no sólo comprender el carácter de las leyes y tendencias que rigen las relaciones sociales, sino también el carácter de la naturaleza humana y su psicología. Cualquier reduccionismo en este sentido puede conducir a un determinismo mecánico.
Hay una afirmación que conmueve cuando se lee una frase contenida en una carta enviada por Carlos Marx a Lachatre, fechada el 18 de marzo de 1872, la frase dice “en las ciencias no hay calzadas reales, quien pretenda remontar sus luminosas cumbres tiene que estar dispuesto a escalar la montaña por senderos escabrosos”,12 esta es una verdad esencial para cualquier ciencia, pero con mayor razón para las ciencias sociales, quizás porque en ellas las cumbres son más empinadas y difusas y sobre todo porque sus senderos son aún más escabrosos.
Hay otro factor que se debe tener en consideración: en la medida que las sociales son ciencias no exactas, dejan más espacio a la especulación, a la seudo ciencia, al diletantismo, a la opinión lega y a la manipulación interesada o ignorante.
También de Carlos Marx viene aquella advertencia de los peligros que enfrenta la ciencia social cuando sus resultados no corresponden con los intereses dominantes en la sociedad en que se desarrolla. Recordemos que al estudiar la economía política inglesa aseveró: Después de David Ricardo la economía política tendría que dejar de ser burguesa o dejaría de ser científica, estas aseveraciones han pasado la prueba del tiempo, trascienden las fronteras históricas del capitalismo.
Las ciencias en general son, por definición, revolucionarias, porque su función es ir siempre más allá de las fronteras del conocimiento científico acumulado y dominante, a menudo en ese camino encuentran fuerzas que entorpecen su avance por que desafían los intereses o los paradigmas establecidos. Aun en contextos donde supuestamente no debería haber contradicciones esenciales entre el avance del conocimiento científico y los intereses dominantes por el carácter auténticamente progresistas de estos, existe el peso de los paradigmas establecidos, de los nuevos intereses creados y de la subjetividad humana que pueden cerrar el paso al carácter necesariamente cuestionador del conocimiento nuevo.
El desarrollo de la investigación científica se realiza siempre en medio y a merced de una determinada correlación de fuerzas e intereses políticos, económicos, sociales, institucionales e ideológicos, más allá de la validez o del sentido progresivo o conservador de esos factores en cada caso, a menudo los resultados y hallazgos científicos tropiezan con “verdades”, poderes o intereses establecidos y dominantes, se producen conflictos y resistencias con consecuencias a veces nefastas no sólo para las ciencias, sino también para los científicos, los intelectuales y para la sociedad en general.
La peor consecuencia para los científicos es la presión para que no se revele una verdad o una conclusión incomoda, la presión para dejar de hacer una ciencia de vanguardia, o sea en pos de un conocimiento nuevo, para hacer una seudo ciencia de retaguardia, o sea una que apuntale de manera acrítica y “legitime” con un lenguaje especializado las políticas en curso sostenidas por los intereses o los criterios dominantes, a través de la manipulación de los datos o el desconocimiento de determinadas dimensiones y contradicciones de la realidad.
El mundo de hoy está lleno de ejemplos de este tipo en diferentes contextos políticos y no sólo en el terreno de las ciencias sociales, cuantos avances de las ciencias médicas no son revelados de manera inmediata y puestos al servicio de la humanidad por razones de intereses económicos y comerciales establecidos por las grandes multinacionales que controlan este sector a nivel internacional.
Valga otro ejemplo en el sector de las ciencias del medio ambiente. En una entrevista reciente el científico mexicano Mario Molina, quien recibió el Premio Nobel de Química debido a sus contribuciones al conocimiento del deterioro de la capa de ozono, refiriéndose a la manera en que el Gobierno de Estados Unidos ha manejado la cuestión medioambiental señalaba: “Sin duda en Estados Unidos se ha demostrado que ha existido presión de la administración del Presidente Bush, porque durante muchos años su política fue negar el problema y tenía como asesores de la presidencia a representantes de los departamentos de relaciones públicas de las industrias petroleras. Esto fue escandaloso, pero salió a la luz, fue un esfuerzo concertado para eliminar del lenguaje de los informes científicos vinculados al gobierno cualquier referencia a la amenaza del cambio climático. Esto fue un caso claro de presión política sobre la investigación científica, y sólo dejó de hacerse porque se denunció públicamente”. 13
Ya en el terreno de las ciencias sociales, cuántas aseveraciones no se han sostenido, repetidas y promovidas por organismos internacionales especializados como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o la Organización Mundial de Comercio, basadas en supuestas “verdades” de las ciencias económicas como el carácter autorregulador de los mercados, el derrame automático del crecimiento económico, la validez de la liberación comercial indiscriminada o el carácter de mal administrador que por definición se le adjudica al Estado. En su libro El Malestar en la Globalización, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz decía refiriéndose al FMI. “Rara vez vi predicciones sobre qué harían las políticas con la pobreza; rara vez vi discusiones y análisis cuidadosos sobre las consecuencias de políticas alternativas: solo había una receta y no se buscaban otras opiniones. La discusión abierta y franca era desanimada: no había lugar para ella. La ideología orientaba la prescripción política y se esperaba que los países siguieran los criterios del FMI sin rechistar.”14
El resultado del mantenimiento de políticas basadas en estas seudo verdades han causado mayor pobreza, desaliento y grandes conflictos sobretodo en el mundo no desarrollado, a la vez que, por supuesto, han beneficiado a los intereses dominantes, llamados también “los poderes fácticos” que han controlado el mundo de la “globalización”. Recientemente hemos visto el espectáculo espantoso de una guerra que se basó en falsas verdades y manipulaciones ideológicas, circuladas una y otra vez por los medios masivos de comunicación que, en gran medida, responden a los mismos intereses dominantes. Se pudiera preguntar que tiene que ver este último ejemplo traído del campo de la política internacional con el tema que estamos tratando, la razón es que con frecuencia estas manipulaciones están avaladas por supuestas investigaciones “científicas” realizadas por determinados especialistas, intelectuales e instituciones de pensamiento de los llamados “think tanks” cuyo trabajo está supuesto a ser riguroso a partir de datos objetivos aportados por la realidad y el conocimiento.
Cabrían también muchos ejemplos provenientes de las diferentes experiencias socialistas del siglo XX, donde con frecuencia el pensamiento creador fue reprimido y manipulado para servir como un instrumento más de la propaganda oficial. La sucesión de “Historias Oficiales”, la imposición de una enseñanza superior basada en manuales simplificadores del conocimiento con credencial oficial de “textos científicos”, la manipulación de las estadísticas, el castigo al intelectual cuestionador, los límites impuestos al debate fecundo mucho más allá de lo que las circunstancias políticas exigían en determinados escenarios críticos.
En el terreno de las ciencias sociales y humanas la conciencia crítica es parte esencial de la conciencia científica.
El debate y el método de las ciencias sociales
El debate, como la duda, es parte del método científico en general, pero es sobre todo parte esencial del método de las ciencias sociales, ya habíamos dicho antes que las ciencias sociales no cuentan con laboratorios donde experimentar y comprobar sus conclusiones. El debate de criterios fundamentados, la confrontación de datos, la exposición, demostración y defensa de las tesis que se proponen son momentos esenciales e insustituibles en el desarrollo de las ciencias sociales.
Ese debate habría de darse de una manera tan natural como comprometida y responsable primero dentro de la propia comunidad científica, luego entre esta y los que tienen la responsabilidad de tomar las decisiones y también entre la comunidad científica y los más diversos sectores de la sociedad.
Hay dos factores de gran importancia para favorecer el alcance y la calidad del debate, el primero es el fortalecimiento institucional, las instituciones definen en gran medida las regulaciones y los espacios para la interacción de los individuos y sus organizaciones en la sociedad. 15 El segundo factor es la diseminación de la información, necesaria para una participación responsable y efectiva en el debate. Fortalecimiento institucional, diseminación de la información e incentivación del debate forman parte de la gestión social del conocimiento. Sin debate no hay desarrollo posible para las ciencias sociales, tampoco para la sociedad.
La estética en el discurso de las ciencias sociales
Existe un vínculo muy cercano entre el científico social y el intelectual que se desarrolla en el ámbito de la literatura y el arte, la relación entre ellos debe ser entendida como mutuamente enriquecedora, todos forman parte de la comunidad intelectual de la sociedad y de hecho hay quienes tienen la virtud de moverse en ambos mundos.
El discurso de las ciencias sociales no es el discurso de la literatura. La literatura expresa un mundo real o imaginario con las más diversas imágenes que con frecuencia se mueven en el ámbito de la ambigüedad, del estímulo a diversas interpretaciones, se recrea en la belleza de las formas y en la especulación sobre la psicología y las motivaciones de los más diversos personajes en las más diversas situaciones y encrucijadas, con su obra, la literatura realiza también aportes extraordinarios para la comprensión del ser humano, de la sociedad y de la historia, también desde una perspectiva crítica que debe ser ejercida en el contexto de la mayor libertad de creación 16, lo cual no quiere decir que no deba también asumir compromisos y responsabilidades. Tiene además la literatura la posibilidad de llegar a un público numeroso y así ejercer una influencia a veces enorme.
El discurso de las ciencias sociales y humanas es más conceptual y directo, debe apuntar a la esencia de los fenómenos, sin demasiado espacio para la ambigüedad y con el mundo real como objeto de descripción y análisis. Sin embargo, como hemos dicho, en la medida en que su objeto es la sociedad y el ser humano en su permanente dinámica, el discurso que la explica no puede ser exacto y tiene que dar cuenta de toda su complejidad, de su constante transformación en el devenir histórico y de la influencia que sobre ella, o en ella, ejerce el pensamiento humano y sus múltiples determinaciones.
Por esta razón, también el discurso de las ciencias sociales para que logre comunicar sus tesis debe incorporar valores estéticos, una determinada y depurada capacidad expositiva que interese a un lector, por definición menos numeroso que el interesado en la literatura, pero que siempre trasciende la frontera de los especialistas, frente al cual también se tiene una responsabilidad. Es también un desafío para los científicos sociales hacer de su obra textos que incorporen los valores literarios propios del ensayo.
Vale la pena insertar aquí una interesante consideración de Jean Paul Sartre sobre este tema: “Como la literatura, la política y la filosofía son tres maneras de actuar sobre el hombre, existe entre ellas cierta relación. Yo diría, incluso, que un filósofo tiene que ser un escritor, porque hoy lo uno no va sin lo otro, porque los grandes escritores de hoy, como Kafka, son igualmente filósofos. Esos escritores filósofos que, al mismo tiempo, quieren integrarse en una acción, yo los llamaría intelectuales; quiero decir que no son políticos, pero que son compañeros de viaje de los políticos.”17
A la ciencia lo que es de la ciencia, a la política lo que es de la política
Es necesario distinguir el campo de la política y el campo de las ciencias sociales, estos son diferentes aun cuando interactúen y se influencien mutuamente. Las ciencias sociales ni deben ni pueden sustituir el terreno de la política, lo contrario también es cierto.
La política es la lucha por el procesamiento y la implementación del interés social como expresión del desarrollo de la sociedad, es la lucha por el poder que permita liderar la conducción de la sociedad. Claro que esta función sólo se realiza de manera legítima cuando la política actúa en un contexto verdaderamente democrático, quiere decir, donde se representen los intereses esenciales de la sociedad, sin injerencias externas, en un contexto de libertad, igualdad y participación plural, y donde se propicie el acceso a los bienes sociales y culturales, entre ellos, el de la información.
Es función de la política reconocer y expresar los intereses del pueblo, establecer las prioridades, convocar a la sociedad a la acción para conseguir objetivos estratégicos, tomar decisiones. Para realizar su función, la política habrá de apoyarse, entre otros factores, en el conocimiento y las propuestas aportadas por las ciencias sociales cuando estas están disponibles, esto sin dudas contribuye a decisiones más eficaces. Sin embargo, el aporte de las ciencias sociales habrá de ser procesado políticamente para tomar en cada momento lo que se considere conveniente y viable, asumiendo por supuesto siempre el riesgo y la responsabilidad pública de quien corresponda por las decisiones que se tomen.
La función de las ciencias sociales no es exactamente la misma de la política, por más que estas estén políticamente comprometidas con un determinado proyecto social, no le corresponde a las ciencias sociales movilizar y conducir a la sociedad ni establecer sus prioridades, ni tomar decisiones, como hemos apuntado su función es producir y exponer un conocimiento nuevo sobre la realidad, evaluar los posibles escenarios que habrán de conformarse en el futuro a partir de las posibles trayectorias de las variables que los determinan y su interacción, así como avanzar propuestas alternativas para transformar favorablemente el curso de los acontecimientos. O sea las ciencias sociales tienen función de diagnóstico, de pronóstico, de propuesta y de evaluación, todas ellas son útiles a la política, pero se producen en un campo diferente al de la política.
De otra parte, la ciencia, así como el arte, no está ni debe estar exclusivamente en función de sus posibles aportes a la coyuntura de la política; el avance del conocimiento de la sociedad sobre sí misma, su naturaleza, su historia, su cultura, sus determinaciones, sus alternativas, su lugar en el mundo y en el tiempo es una función esencial de las ciencias en general y de las ciencias sociales en particular. Esta función supone la existencia de un dialogo entre las ciencias sociales y la sociedad en su conjunto. Hay una responsabilidad de servicio público en el científico y en las instituciones científicas consistente en la comunicación de información y análisis especializados directamente a la sociedad. Esa comunicación no se presenta a la sociedad como propuesta política, sino como interpretaciones fundamentadas que contribuyen a elevar la cultura y el conocimiento general sobre diferentes temas, de su contenido es responsable su autor. Por supuesto que estos aportes contribuyen a elevar la calidad del debate político en el que posteriormente participan los ciudadanos.
En sus funciones el trabajo científico no puede hacer abstracción de ninguna de las contradicciones presentes en la sociedad, tiene que dar cuenta con objetividad de todas ellas, sin preguntarse si es conveniente o no ponerlas de relieve cuando presenta sus resultados. Corresponde, sin embargo, al terreno de la política, en la lógica de sus propias funciones y de sus condicionamientos, aun la más legitima y autentica de las políticas, determinar en cada momento que es conveniente o no enfatizar o incorporar al discurso político o a la política misma y no me refiero, insisto, a una política ilegitima apoyada en la mentira y la manipulación inescrupulosa como la que lamentablemente abunda hoy en muchos partes del mundo y que no es ni legitima ni éticamente aceptable, me refiero incluso a aquella política identificada auténticamente con los intereses de su nación y de su pueblo. Como se ha afirmado “La vocación de la ciencia es incondicionalmente la verdad. El oficio de político no siempre permite decirla.”18
De manera que, podría comprenderse como legítimo que en determinado momento el trabajo y sobre todo el discurso político hagan abstracción de determinadas contradicciones presentes en la sociedad por considerarlas desmovilizadoras sobre todo en contextos de reales y de serias amenazas exteriores, o por considerar que sería más conveniente abordarlas en un momento posterior para no afectar las prioridades establecidas ya sean de política interior o exterior, o por razones de seguridad o para anteponer un trabajo de persuasión que prepare mejor el terreno para abordar determinado problema o tomar determinadas decisiones. Ahora bien, no se trata en ningún caso de usar la mentira como parte de la política, lo cual es siempre inaceptable, ilegitimo y no ético, se trata de que en determinado momento no se considere políticamente conveniente exponer la totalidad de la realidad con todos sus matices y contradicciones dado su posible impacto negativo en relación con objetivos estratégicos de mayor alcance, ejemplos sobran, algunos acertados y otros no.
Sin embargo, el trabajo científico y el discurso académico, a riesgo de dejar de serlo, tienen siempre que plantearse dar cuenta de la totalidad de la realidad y sus contradicciones, exponerlas y explicarlas utilizando las categorías y conceptos que le son propios. La aproximación científica al conocimiento de la realidad debe ser además multidisciplinaria, sin que esto cuestione la importancia del aporte del estudio especializado, pero en condiciones de ser integrado a una perspectiva más amplia pues la realidad no existe de manera segmentada y el todo no es la simple suma de las partes, sino la interacción de estas. En la totalidad está la verdad que la ciencia busca para explicar hasta donde sea posible el fenómeno que se estudia, a lo que habría que añadir que esa totalidad está además en permanente movimiento, con lo cual su interpretación no puede ser estática, lo que hace todavía más complejo y desafiante, a la vez que necesario, el trabajo científico.
La fe ha jugado un papel muy importante en la historia de la humanidad, es una cualidad de la naturaleza humana, muchas veces determinante en su conducta. La religión es esencialmente una cuestión de fe, con toda la importancia y el respeto que esas creencias merecen. Sin embargo, la ciencia se constituye en un ámbito ajeno al de la fe, una afirmación científica no puede estar basada en un acto de fe.
La fe es una creencia más allá de la duda, la ciencia se construye con la comprobación a través de evidencias de una determinada hipótesis, es por así decirlo, la conversión de una duda en una verdad demostrada sobre la realidad.
Claro que la política no es una religión, la política ha de estar basada en los datos de la realidad, en el ejercicio de principios éticos y en el procesamiento del interés público y las aspiraciones de la sociedad, sin embargo, también en la política la fe ha jugado un importante papel que ha contribuido a mover la historia, muchas veces en sentido progresivo, otras en sentido regresivo. De otra parte, la política, aun cuando incorpore el conocimiento científico, está muchas veces obligada a improvisar decisiones basadas en intuiciones o en datos incompletos, a veces acertadas, a veces no, la política no se hace, ni se podría hacer, en un centro de investigaciones, sino sometida a los imperativos constantes de la realidad, donde muchas veces la certeza del discurso y la apelación a la voluntad tiene que imponerse aun cuando no se disponga de todas las evidencias para confirmar la seguridad del curso que se propone. Sin embargo, como ya hemos dicho, la constitución del conocimiento científico 19 y su exposición no puede incorporar ni la fe, ni la improvisación ni la simple intuición. Tampoco puede estar mediado por la preocupación del efecto más o menos simpático que sus conclusiones puedan tener sobre el público que lo recibe.
Vale recordar aquí lo que acerca de su propia obra afirmaba el importante pensador británico Eric Hobsbawm “La historia podrá juzgar mi ideología política -de hecho ya la ha juzgado suficientemente-, los lectores mis escritos. Lo que busco es la comprensión histórica, no el acuerdo, el beneplácito, o la simpatía del público”.20
Ciencias sociales y política, lo común en su diferencia
La relación entre la investigación científica y la política es un encuentro entre actores diferentes, aun cuando compartan compromisos comunes, son actividades humanas que están determinadas por dinámicas distintas y que se expresan con lenguajes propios. Sin embargo, la relación entre ambas, aunque compleja y problemática, es no sólo posible sino también necesaria para la transformación de la sociedad.
Es también relativamente frecuente en el mundo de hoy que personalidades académicas destacadas pasen a ocupar responsabilidades políticas o de gobierno donde deben tomar decisiones, el contar con esa experiencia profesional les ofrece una importante herramienta para la toma de decisiones y una mejor comunicación con el resto de la comunidad académica, sin embargo, los que pasan por esa experiencia deben tener muy presente la naturaleza y los perfiles diferentes de ambos trabajos, se trata de reforzar uno con el conocimiento del otro pero sin confundirlos.
Claro que la función de un político o funcionario identificado y consciente de los intereses de las mayorías que representa, es tratar de ir siempre más allá, de implementar nuevos proyectos, de incorporar el conocimiento más avanzado, pero con sentido claro de las limitaciones y posibilidades que ofrece la realidad en cada coyuntura y aprovecharlas al máximo.
En una ocasión alguien resumía el drama del ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso, un muy importante sociólogo latinoamericano, de la siguiente manera: “el sociólogo Fernando Henrique Cardoso sabe de la necesidad de una reforma agraria en el país, pero el Presidente Fernando Henrique Cardoso sabe y teme de los tremendos riesgos que se corren si esta se tratara de implementar”. Por supuesto que aunque esa contradicción es objetiva, un político comprometido con las mayorías siempre tiene que plantearse ir más allá, patear la frontera para moverla hacia delante. En varios países de América Latina se pueden apreciar hoy interesantes experiencias de cómo se pueden tomar riesgos y avanzar efectivamente en la implementación de una política de transformaciones en función de intereses sociales mayoritarios sin desconocer los límites y obstáculos que impone la realidad.
Para que sea efectiva la política de un gobierno realmente comprometido con el bienestar de sus ciudadanos y con el desarrollo de su nación, más aún en un contexto internacional tan complejo como el actual, tiene que estar basada en un conocimiento profundo de cómo funciona su país y el mundo. El aporte de las ciencias sociales en esto es de la mayor relevancia.
Es notable en la sociedad contemporánea el crecimiento de la cantidad y la complejidad de los problemas que en todas las esferas tienen que enfrentar e intentar resolver los gobiernos, es comprensible que los funcionarios a los diferentes niveles y territorios no cuenten siempre con la información, la experiencia y el conocimiento científico y técnico suficiente para abordar con efectividad la multiplicidad de desafíos que se le presentan sistemáticamente. Es aquí donde el conocimiento resultado de los procesos de investigación científica adquiere una importancia determinante como contribución a la toma de decisiones políticas basadas en la evidencia científica.
De otra parte, un adecuado estudio de los problemas y alternativas actuales de una sociedad determinada sólo es posible si se le consideran como parte de una realidad que va más allá de las fronteras nacionales, debido al carácter global de los problemas contemporáneos y la creciente interrelación de las diferentes realidades, esto le supone a la ciencia un objeto de investigación cada vez más complejo para lo cual debe enriquecer su dispositivo conceptual para explicar los nuevos fenómenos globales y su impacto sobre cada realidad especifica. Así como reforzar su capacidad de propuesta para soluciones de políticas no solamente nacionales sino también regionales e internacionales. En este sentido es cada vez más importante la cooperación internacional tanto a nivel científico como político.
Sin embargo, es importante también tener en cuenta que el aporte efectivo que las ciencias sociales pueden y deben hacer al proceso de toma de decisiones políticas no es automático. La producción del conocimiento científico para la política supone un trabajo específico en esa dirección. Se deben tomar en cuenta varios aspectos. En primer lugar, hay un problema de tiempo. La política necesita tener el conocimiento disponible en el momento de tomar decisiones que no pueden esperar, la producción del conocimiento científico supone ciclos más largos, de manera que se hace necesario ajustar tiempos para poder también ofrecer información, conocimientos y propuestas alternativas al proceso político, lo cual es posible si nos basamos en el conocimiento científico ya acumulado. En segundo lugar, el conocimiento científico está originalmente expresado en un formato y en un lenguaje especializado lo que puede hacer muy engorrosa su comprensión para personas que no provienen de la misma especialización. En tercer lugar, el conocimiento científico no se constituye automáticamente en una evidencia para la política.
Estos factores le plantean a las ciencias sociales la responsabilidad de aportar también un conocimiento para la política o para decirlo de una manera más precisa, un conocimiento científico en condiciones de poder ser considerado y usado por la política, que esté disponible en el momento oportuno y que se exprese en un lenguaje riguroso pero a la vez comprensible. Corresponde también a los técnicos u otros actores especializados colocados en instancias políticas ya sean estas instituciones de gobierno, parlamentarias u otras organizaciones no gubernamentales que actúen en la sociedad, contribuir a traducir los avances y propuestas científicas en programas de acción política.
La creación de redes de información e intercambio basadas en las nuevas tecnologías, a la cual tengan acceso tanto los actores científicos como los actores políticos y otros actores sociales pueden hacer hoy una contribución de gran importancia a una relación más dinámica y útil entre ciencias sociales y política. Las nuevas tecnologías de la comunicación y la información son también un disparador de las transformaciones sociales.
La agenda científica debe ser tan amplia como la comprensión más profunda y detallada que la realidad exija, pero debe incluir también las preocupaciones y preguntas inmediatas que plantea la política de transformaciones en curso y sus principales responsables. En este sentido se puede hablar de la utilidad de una agenda compartida o construida a partir de un acuerdo mutuo.
La comprensión que la sociedad en general y el gobierno en particular tengan acerca de la pertinencia y la utilidad del trabajo de las ciencias sociales debe expresarse en una relación constructiva donde se le facilite a la comunidad científica toda la información disponible y necesaria para la realización del trabajo de investigación, sólo excluida aquella que por muy rigurosas razones de estado sea no aconsejable revelar. De igual manera, la sociedad debe ofrecer, en la medida de lo posible, los recursos materiales, financieros y humanos que la investigación científica requiera. Ahora bien, ni el financiamiento nacional y mucho menos el proveniente de fuentes externas u organismos internacionales deben condicionar los contenidos y menos aún los resultados de la investigación científica.
Esta relación no debería en ningún caso plantear una subordinación de las ciencias sociales a las necesidades coyunturales o los intereses de la política, por legítimos que estos sean, se trata de una relación de intercambio y reforzamiento mutuo. A una política auténticamente transformadora le interesa una ciencia social rigurosa, autónoma y tan comprometida como crítica.
Como se expresa en un editorial de la revista International Social Science Journal “No se trata de reducir el conocimiento a la acción o la acción al conocimiento, sino de encontrar formas.... para asegurar que la dinámica interna de cada proceso pueda funcionar y que la comunicación entre ambos fluya sistemáticamente.” 21
De otra parte debe ser también incorporado un trabajo de monitoreo y evaluación de la utilización y la eficacia del conocimiento científico en la producción e implementación de las políticas de transformación y desarrollo económico y social.
Citas
1 Doctor en Ciencias Económicas y Profesor Universitario, actualmente Consejero Regional de la UNESCO para las Ciencias Sociales y Humanas en América Latina y el Caribe. Oficina UNESCO/Montevideo. (El
presente artículo es de carácter académico y
no compromete la posición de ninguna institución).
2 Weber, Max (1967) El Político y el
Científico. Alianza Editorial, Madrid, España.
3 Carrizo, Luís (2006) Producción de conocimientos y políticas públicas. Desafíos de la universidad para la
gobernanza democrática. Cuadernos del CLAEH, Centro Latinoamericano
de Economía Humana (CLAEH), Montevideo, Uruguay.
4 Morin, Edgar (1990)
Introducción al Pensamiento Complejo. Editorial Gedisa, Barcelona, España.
5 De Sousa Santos, Boaventura (2008) Pensar el Estado y la Sociedad: Desafíos Actuales. CLACSO, La Paz,
Bolivia, pp. 105 y
112.
6 Weber, Max, El Político y el Científico, op. cit., p. 198
7 De Sousa Santos, Boaventura, Pensar el Estado y
la Sociedad, op. cit., p. 101.
8 Sobre este tema ver Echeverría, Javier (1989) El Círculo de Viena. Introducción a la Metodología de la
Ciencia. Barcanova, Barcelona, España.
9 Brecht, Bertolt (2006) Galileo Galilei. Editorial Losada, Buenos Aires, Argentina, p. 83.
10 Para ampliar en el debate sobre la periodización de las ciencias sociales ver: Espina Prieto, Mayra (2006) “Complejidad y Pensamiento
Social”. En: Carrizo, Luis y Gallicchio, Enrique. Eds. Desarrollo Local y
Gobernanza, Enfoques Transdisciplinarios. Ediciones
UNESCO-MOST, Montevideo, Uruguay; Alexander, Jeffrey C. (1989) Las Teorías Sociológicas desde la Segunda Guerra Mundial. Editorial Gedisa, Barcelona,
España; Lander, Edgardo (2000) “Ciencias Sociales: Saberes Coloniales y Eurocéntricos”. En: Lander, Edgardo.
Comp. La Colonialidad del Saber: Eurocentrismo
y Ciencias Sociales. CLACSO, Buenos Aires, Argentina;
Sonntag, Heinz (1994) “Las Vicisitudes del Desarrollo”. En: Revista Internacional de Ciencias
Sociales, No 140. UNESCO, París,
Francia, pp. 265-284; Sonntag, Heinz
et.
al. (2000) “Modernidad, desarrollo y modernización”.
En:
Pensamiento
Propio, No 11. CRIES, Managua, enero-junio 2000, pp. 3-30; Wallerstein, Immanuel. Coord. (1995) Abrir las Ciencias Sociales. Comisión Gubelkian para la Reestructuración de las Ciencias Sociales. Siglo XXI, México DF, México; y Wallerstein, Immanuel (1999) Impensar las ciencias sociales. Siglo XXI, México DF, México.
11 Morin, Edgar, Introducción al Pensamiento Complejo,
op. cit.
12 Marx, Carlos
(1872) Carta a Lacharte. Correspondencia sobre el Capital. 18 de marzo de 1872.
13 “Entrevista a Mario Molina”. En: Diario El Mundo. Madrid, España, 23 de junio de 2007, pp. 10- 11.
Disponible en: www.elmundo.es
14 Stiglitz, Joseph (2002) El Malestar en la Globalización. Editorial Taurus, Madrid, España, p. 16.
15 Desde otra perspectiva teórica Douglas North trata esta problemática. Al respecto ver: North, Douglas (1990) Institutions, Institutional Change and Economic Performance. Cambridge University Press, Nueva
York, Estados Unidos.16 Cabe recordar aquí las referencias de Marx a la obra de Balzac, su Comedia Humana, de donde
afirmaba se aprendía más de la sociedad de su época que de muchos de
los
textos especializados.
17 “Conversación con Jean Paul Sartre”. Cuestionario y transcripción de Jorge Semprún. Cuadernos Ruedo
Ibérico. No 3. Paris, Francia, octubre- noviembre 1965, pp. 76-86.
18 Nos
parece válida la cita,
aunque no compartimos
la perspectiva conservadora de su autor.
Ver la introducción de Raymond Aron al libro
Weber, Max, El Político y el Científico, op. cit., p. 42.
19 Es importante distinguir, como ya lo hicimos más arriba, entre la construcción del conocimiento científico como parte del método, de la constitución del conocimiento científico que se refiere
a la conclusión del
proceso donde las afirmaciones deben estar basadas en evidencias que la prueben.
20 Hobsbawm, Eric (2003) Años interesantes. Una vida en el siglo XX. Editorial Crítica, Barcelona, España, p. 10
21 Al respecto ver International Social Sciences Journal. No 179, UNESCO, marzo 2004.
( Continuará)