Pedir a los economistas que propongan soluciones practicables para los dos o tres problemas más graves de la economía cubana pudiera ser un equívoco. No solamente porque se sabe que los decisores de políticas pudieran ignorar el consejo de los economistas, algo que pasa en muchos países; ni tampoco por el hecho de que los economistas –específicamente los académicos- no tienen poder alguno para materializar sus ideas en acciones de políticas públicas.
El equívoco pudiera ser más primario: ¿por qué asumir que las ciencias económicas serian –por sí mismas- capaces de explicar los problemas de la economía cubana y tendrían la posibilidad, a partir de ese conocimiento, de proponer soluciones?
Un primer paso para avanzar en la discusión del tema sería reconocer que la economía cubana es un sistema social complejo, con todo lo que eso implicaría en términos de tener que repensar una serie de nociones teóricas y enfoques metodológicos asentados en el supuesto poder explicativo que debería ofrecer una ciencia “especializada” en el “campo” de la economía.
No es necesario entrar en consideraciones conceptuales detalladas para entender que la economía cubana presenta las características típicas de la complejidad: un sistema de elementos interconectados que no es simplemente la suma de sus partes, donde el cambio es el resultado de la interacción de factores muy diversos que, en apariencia, pudieran no estar relacionados. Ver aquí y aquí.
¿Qué importancia pudiera tener para una posible reducción del monto de los ingresos por exportaciones de servicios médicos de Cuba lo que ocurre en un lugar de Texas llamado la Cuenca Permian, un sitio del cual pocos cubanos han oído hablar?
Pudiera tener una importancia decisiva, pues ese lugar es “la joya de la corona” de la industria global del “fracking” del petróleo y del gas. Lo que allí ocurre ejerce una presión “bajista” en los precios de la energía que tiene un efecto negativo en los ingresos del principal “importador” de servicios médicos de Cuba.
La complejidad, que funciona como una especie de “lente” de la ciencia, es –por definición- un área de la práctica académica transdisciplinaria, en la que –por separado- las disciplinas individuales de la ciencia no pueden ofrecer respuestas adecuadas.
La importancia de la complejidad no se limita al aspecto del conocimiento científico. También tiene una importancia práctica para el diseño y utilización de los instrumentos de administración pública.
Con independencia de la manera en que se defina la complejidad, existen al menos tres aspectos que son directamente relevantes desde la perspectiva de las políticas públicas:
- Capacidades distribuidas: el conocimiento y las capacidades que se necesitan para resolver los problemas se encuentran diseminadas entre muchos actores, usualmente en ausencia de vínculos fuertes y formalizados entre ellos (por ejemplo, las capacidades complementarias entre la empresa estatal y los actores del sector privado en Cuba).
- Objetivos divergentes: existencia de intereses diferentes, narrativas distintas y metas discordantes (por ejemplo, en relación con la unificación cambiaria en Cuba, donde habría ganadores y perdedores).
- Trayectorias inciertas del cambio: normalmente es difícil establecer de antemano el cumplimiento de una meta especifica en un contexto determinado pues el proceso de cambio incluye la acción de fuerzas significativas de naturaleza impredecible (por ejemplo, la manera en que parece asumirse hoy en Cuba el efecto de la administración Trump).
Cuando se contrasta lo anterior con el tipo de instrumentos de políticas públicas a los que estamos habituados, comienza a parpadear el ‘bombillo rojo” en la pantalla de control. Muchos de esos instrumentos de políticas se basan en la validez de los supuestos de capacidades concentradas (“escalones superiores de mando”, “organismos centrales del estado”, etc.), en la sobrestimación del papel de las metas acordadas (el plan económico del año, el plan estratégico de desarrollo hasta 2030, etc.), y en la idea de que puede prefigurarse de antemano –con bastante certeza- una trayectoria de cambio estable (las fases para avanzar en un plan).
Cuando tratan de aplicarse esos instrumentos convencionales a la solución de problemas complejos el resultado pudiera ser una de estas dos variantes:
- Los sistemas formales de gestión de políticas públicas tienden a convertirse en ejercicios sin mucha relevancia práctica (“papeleo por gusto”), o
- Los sistemas formales pudieran actuar como impedimentos para alcanzar los objetivos propuestos, pues los falsos supuestos tienden a funcionar como incentivos perversos (directivas “cuadradas”)
Asumir la complejidad del sistema económico que desea transformarse equivale a adoptar una postura de humildad intelectual y conlleva a estar dispuestos a funcionar con una mentalidad abierta.
Implica trabajar de manera colectiva con muchos actores –incluso con los que no “nos gustan”- y exige priorizar la función de las instituciones más como catalizadoras que favorezcan el surgimiento de ideas colectivas, que como “líderes” que traten de imponer paradigmas prestablecidos.
Adoptar la complejidad como enfoque de trabajo de los economistas significa abrazar la experimentación, el aprendizaje constante y el desarrollo de la capacidad de adaptación.
Obviamente, nada de lo anterior niega la función crucial de las disciplinas científicas en la producción de conocimiento riguroso y útil. El funcionamiento de las ciencias contemporáneas se estructura alrededor del trabajo “en profundidad” de sus disciplinas pues la especialización es un requisito para avanzar en el saber, y es de esperar que siga siendo así durante mucho tiempo. De lo que se trata es de que la integración de las ciencias también desempeña una función crucial en la producción del conocimiento y en ese terreno existe retraso.
Simplemente he llamado la atención respecto al caso de Cuba, en particular en el área de la investigación orientada hacia la política pública en materia de temas económicos. Por supuesto que con esto no digo nada nuevo pues ya desde hace tiempo esta ha sido una preocupación y una ocupación de algunas instituciones cubanas (por ejemplo, el Instituto de Filosofía que estableció en 2001 la Cátedra de Complejidad de la Habana) y de especialistas como el Dr. Pedro Luis Sotolongo que llevan décadas estudiando y escribiendo sobre el tema. Ver aquí y aquí
¿Qué pudiera hacerse al respecto?
Seguramente muchas cosas. Para comenzar, reforzar el estudio de la complejidad en los procesos de capacitación de los investigadores y funcionarios del país.
Adicionalmente, pudiera intentarse avanzar desde tres puntos que, siendo complicados, no son imposibles de modificar en plazos razonables:
- Reducir las barreras institucionales que dificultan que los científicos incorporen en su trabajo el enfoque de la complejidad y el pensamiento sistémico. Considero que no basta con acciones “entre” instituciones (algo que se promueve desde hace tiempo) sino en adoptar cambios “dentro” de las instituciones. Probablemente el más efectivo pudiera ser adoptar un perfil “mezclado” en las plantillas de investigadores de las instituciones. Es decir, centros de investigación económica donde quizás la mayoría de los especialistas no fuesen economistas. No me refiero solamente a una “cohabitación” con otros científicos sociales sino también con científicos de las ciencias exactas y naturales. Hay centros en Cuba que parecerían estar en mejores condiciones que otros para intentar hacer algo así.
- Favorecer la adopción de la complejidad “por fuera”, y quizás “a pesar de”, los marcos institucionales. En determinadas instancias pudiera ser extremadamente difícil tratar de romper la inercia institucional que hubiera anclado excesivamente a las entidades en paradigmas “disciplinarios”. La opción pudiera ser tratar de identificar los investigadores que “por su cuenta” han comenzado a trabajar con un enfoque de complejidad, en distintos lugares, y formar grupos de trabajo con ellos (en “comisión de servicio”) que no estuviesen limitados por el marco de las instituciones.
- Adoptar plataformas de publicación científica especialmente dedicadas a apoyar y diseminar el enfoque de la complejidad, como una alternativa que permita compensar los incentivos actuales que favorecen la publicación en revistas concebidas por “disciplinas”.
El tema de la complejidad es central para cualquier discusión acerca de cómo concebir y aplicar la planificación socialista de la que mucho hoy se habla en general, pero de la cual muy poco se conocen sus detalles precisos.
La complejidad ayudaría a mejorar nuestra capacidad para entender la naturaleza “enredada” del proceso de transformación económica y social en Cuba, y para poder desterrar las visiones nítidas y lineales –casi míticas- de que el desarrollo nacional pudiera ser el resultado la adhesión a los párrafos del documento de la “actualización” y del plan de desarrollo hasta el año 2030.
Desde mi perspectiva, es preferible explorar –con un enfoque científico crítico- lo que aproximadamente pudiera ser cierto, a estar “exactamente” equivocado sobre el futuro, que es el resultado más probable de la adopción de un enfoque lineal sobre el cambio.