Por JOSH ZUMBRUNA, WSJ
En sus campañas, los candidatos presidenciales de los partidos Demócrata y Republicano presentan una situación de Estados Unidos como víctima de las importaciones baratas, una globalización que roba empleos o las oleadas de inmigrantes indocumentados.
La realidad desde la recesión global de 2008 es mucho más complicada. Las fuerzas que alguna vez apuntaron a la internacionalización inexorable de la economía mundial se han desacelerado o incluso revertido.
El enfriamiento apunta a desafíos económicos muy distintos a los que suenan las alarmas políticas. Gran parte del mundo trata de superar un aletargamiento que nubla las perspectivas de la economía estadounidense.
Impulsado por el envejecimiento de la población, un derrumbe de la productividad laboral y la falta de las herramientas o la voluntad de las autoridades para inyectar nuevos bríos a la economía global.
Impulsado por el envejecimiento de la población, un derrumbe de la productividad laboral y la falta de las herramientas o la voluntad de las autoridades para inyectar nuevos bríos a la economía global.
Cualesquiera sean las causas, abundan las señales de que las fuerzas de la globalización se han desacelerado.
Los empleos manufactureros en EE.UU. han caído todos los años desde 1998 hasta 2009, sin importar si la economía estaba en expansión o en recesión. En los últimos seis años, no obstante, el empleo fabril ha repuntado. No se trata de ninguna manera de un renacimiento, puesto que EE.UU. ha recuperado cerca de 1 millón de empleos manufactureros tras perder 8 millones desde fines de los años 70, pero el declive se ha frenado.
La participación estadounidense en las exportaciones globales ha descendido de forma considerable, especialmente entre 1998 y 2004, pero se ha estabilizado en cerca de 8,5% en los últimos 12 años.
Incluso hay evidencia de que la llegada de inmigrantes indocumentados en los años 90 y 2000, cuando millones de mexicanos cruzaron la frontera a EE.UU., se ha estancado o revertido, pese a las frecuentes alarmas que ha sonado el precandidato republicanoDonald Trump. El centro de estudios Pew estima que a partir de 2007, la cantidad de inmigrantes que regresa a México supera la que ingresa a EE.UU.
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“El proceso de globalización, que en los años 2000 marchaba a toda velocidad, se ha estancado durante los últimos seis o siete años”, dice Benjamin Mandel, estratega global de J.P. Morgan Asset Management y ex economista del Banco de la Reserva Federal de Nueva York.
EE.UU. no es un caso aislado. La globalización se ha frenado en todo el mundo. El intercambio comercial subió de 20% del Producto Interno Bruto total de la economía mundial en 1992 a 30% en 2008. El alza, sin embargo, se detuvo y sigue en torno a 30% del PIB global, según las últimas estimaciones del Banco Mundial.
Si la tendencia histórica entre el crecimiento del comercio y del PIB hubiese continuado, la economía global sería unos US$1,8 billones más grande, calcula Eric Lascelles, economista jefe para EE.UU. de RBC Asset Management. La cifra equivale al PIB de una economía de la envergadura de Canadá o Rusia.
Algunos economistas sostienen que la desaceleración del comercio proviene, al menos en parte, del descenso en el número de acuerdos de libre comercio y no de su abundancia. Otros sacan a relucir la serie de restricciones impuestas tras la recesión de 2008, que han obstaculizado las exportaciones.
Más de 3.500 medidas proteccionistas han sido implementadas en todo el mundo, según un nuevo estudio de Gary Hufbauer y Eujin Jung del Instituto Peterson de Economía Internacional, un centro de estudios de Washington que, en general, es partidario del libre comercio.
Muchas de estas medidas no son aranceles, sino leyes que exigen que los gobiernos compren productos locales o que imponen requisitos que entorpecen el libre comercio, algo que Hufbauer denomina “microprotecciones”, que son “pequeñas desde el punto de vista individual, pero mortales desde el punto de vista colectivo”.
Otra posibilidad es que la pérdida de fuerza del comercio sólo sea transitoria debido a factores cíclicos. En el preciso momento en que la economía mundial se disponía a repuntar tras la crisis financiera, un gigantesco colapso de la demanda de materias primas volvió a impactar los flujos comerciales. Si esta postura es correcta, es posible que una vez que se acabe la recesión y se corrija el exceso de commodities en el mercado, las viejas tendencias de la globalización reanuden su marcha.
Sin embargo, incluso para los defensores de una mayor globalización ya no quedan muchas metas que sean fáciles de conquistar. Los aranceles sobre las manufacturas, en especial, han caído drásticamente y no tienen mucho margen para seguir bajando. En 1990, el arancel promedio en las economías desarrolladas y en desarrollo era de 24%. En 2010, la cifra había caído a 8%, según el Banco Mundial.
Un ejemplo de lo poco que queda por ganar en este ámbito con una mayor reducción de los aranceles lo ofrece el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, conocido como TPP por sus siglas en inglés. Es el mayor pacto comercial en consideración e incluye a 12 países que bordean el océano Pacífico, entre los que figuran México, Perú, Chile, Australia, Japón, Canadá y EE.UU.
El pacto probablemente no será ni un descalabro ni un gran impulso para la economía estadounidense. Investigadores de la Fed de Nueva York estimaron que más de 90% de las exportaciones de EE.UU. a los miembros del TPP ya ingresan sin pagar aranceles. Los impuestos que todavía están en pie afectan casi por completo a la agricultura, no a las manufacturas. Un análisis publicado este año del Instituto Peterson calculó que el TPP beneficiaría a EE.UU., pero elevaría los ingresos del país en apenas 0,5% para 2030.
A corto plazo, los economistas creen que el comercio puede ser muy perturbador. “Es sorprendente que la reacción política se haya demorado” tanto, comenta Gordon Hanson,economista de la Universidad de California en San Diego, y autor de un estudio clásico del género que estimó que la competencia de importaciones chinas provocó una pérdida de entre 2 millones y 2,4 millones de empleos en EE.UU en los años 2000, tras el ingreso del gigante asiático a la Organización Mundial del Comercio.
Hanson está de acuerdo con muchos detractores del libre comercio al indicar que EE.UU. no tenía “las políticas adecuadas” para contrarrestar el impacto de la entrada de China a la economía global. Sin embargo, ahora el país asiático atraviesa una desaceleración y su ingreso a la economía global podría ser parte del pasado, señala.
“Eso ya tuvo lugar en los años 90 y 2000”, asevera Hanson. “No está claro hacia dónde vamos ahora”.