–¿Por qué no crecen más rápido las inversiones extranjeras en Cuba?
La pregunta me la lanzó un director de empresa, en uno de los primeros diálogos que sostuve al entrar la pasada semana a la Feria Internacional de La Habana (Fihav 2018). Solo me sorprendió porque, en buena ley, era él quien debiera ayudarme a descifrar el problema, sobre todo por tratarse de una empresa cubana con experiencia en lides comerciales y finanzas externas.
La interrogante, en sí misma, no es nueva. Flota desde hace unos años en el ambiente nacional. En la prensa, entre los economistas, entre la gente… Y entre empresarios, por supuesto. Gana intensidad a medida que se ha radicalizado la visión y la confianza política hacia la inversión extranjera directa. Después de definirla solo como «complemento» en los Lineamientos adoptados en el 2011, la versión de este documento programático en 2016 la entendió como «una fuente importante para el desarrollo del país» y «elemento fundamental» para determinados sectores y actividades económicas.
La insatisfacción está presente, incluso, en las reuniones gubernamentales donde el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Miguel Díaz-Canel, chequea sistemáticamente las inversiones extranjeras por sectores. Ha tachado de lento el ritmo de concreción de estos negocios.
Tampoco quiere decir que la firma de nuevos acuerdos de inversión no avance. Desde que entró en vigor en el 2014 la Ley 118, el capital extranjero se ha interesado por la apertura cubana. La Zona Especial de Desarrollo Mariel, inaugurada hace cinco años, acoge ya a 41 compañías de 19 países, con un monto comprometido de 1 663 millones de dólares, según información recién ofrecida en Fihav.
En cambio, el Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (Mincex) no dio cifras esta vez del total cubano, después de hacerlo fielmente en ediciones anteriores de la Feria. Al cierre del 2017 pasaban de 200 los negocios con compañías extranjeras en suelo cubano, con un salto de 2 300 millones de dólares comprometidos en ese año. Han crecido, aunque lo cierto es que todavía permanecen lejos de los montos programados.
Entonces, ¿qué frena una entrada de capital foráneo más veloz?
El bloqueo económico de Estados Unidos no es la única causa, aunque asoma tercamente en todas las cuentas. Cuba mantiene un riesgo país muy alto, entre otras razones, por las multas multimillonarias con que Washington amenaza a las compañías y bancos que osen negociar o invertir en la Mayor de las Antillas.
Por tales presiones, varias empresas extranjeras han renunciado a negociaciones que habían iniciado con La Habana.
Puertas adentro se amplía la lista de trabas. La insuficiente preparación de los empresarios cubanos enfría su entusiasmo para pensar o explorar relaciones con inversionistas extranjeros. Después de décadas con un sistema de comercio externo centralizado, concentrado en pocas empresas y productos de exportación, el proceso de descentralización necesario para hacer negocios con el exterior encuentra otros obstáculos, que cuando menos demoran el papeleo y los acuerdos.
Los rigores burocráticos, incluidos los de tipo financiero con que conviene andar al hilo, hacen más complejo el proceso. Los ajustes en la legislación introducidos en agosto –un decreto y tres resoluciones que modifican normas complementarias de la Ley 118 de Inversión Extranjera– solo apuntan a agilizar pasos de las negociaciones, pero no creo que resuelvan otras debilidades, como la falta de motivación de empresarios cubanos, que operan en un contexto monetario y cambiario nacional que les reporta beneficios limitados. No dudo, incluso, que les quite las ganas de correr riesgos, ejercicio imprescindible cuando se trata de inversiones.
La Feria Internacional de La Habana se confirmó este año como una buena acción de comunicación, marketing y socialización comercial, útil para tejer soluciones. A unas 2 500 empresas de 65 países y 350 expositores cubanos, más otros productores del patio que asistieron, les sirvió para presentar ofertas o explorar nuevas alternativas de negocios.
Pero la Feria es apenas una oportunidad, un alto muy breve en el camino. La respuesta a la interrogante inicial la buscaría también en otros espacios, como asambleas con dirigentes de empresas. Décadas atrás constituyeron una fórmula para descifrar problemas internos de la economía. ¿No sería un buen recurso para analizar y comprender dónde o cómo se traba ahora la entrada de capital extranjero, a pesar de ser reconocida su importancia para las inversiones y el desarrollo del país?
Los empresarios cubanos representan un gremio profesional de protagonismo clave en la expansión de la inversión foránea y la economía, aunque alguno que otro se muestre desorientado todavía ante conflictos que los más preparados y audaces intentan resolver.