Por Rafael Hidalgo Fernández*
“Una conspiración prospera mejor
cuando no hay denuncia…”
Fidel Castro
Parte I
Por Rafael Hidalgo Fernández*
Parte I
Escribo estas opiniones al influjo de la imagen y la
dignidad mostrada por Carlos Manuel de Céspedes, en La Demajagua, hace hoy exactamente
153 años.
Están
marcadas, de manera fundamental, por las preocupaciones premonitorias[i]
de éste respecto a los EE.UU y a su indisimulado expansionismo. Así lo
exterioriza en carta a José Manuel Mestre:
“Por lo que respecta a los Estados
Unidos, tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que
aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones (…) este es el secreto de su
política y mucho me temo que cuanto haga o proponga, sea para entretenernos y
que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces y desinteresados”.
Vistos los hechos hasta hoy, el Padre de la Patria lo que demostró con su
cuidadoso análisis fue una perspectiva política tan aguda como certera.
Las socializo, además, por esta convicción: en
circunstancias políticas como las actuales de Cuba, callar es inadmisible. Los
revolucionarios no se omiten, ni bajan el tono cuando la contrarrevolución da
muestras de mayor actividad y hace ajustes más astutos a su proceder, así como
a su discurso público, con ostensible y verificable apoyo internacional.
Es hora, por tanto, de multiplicar las denuncias y el
apoyo explícito a la máxima dirección político-estatal de Cuba: una nueva y
mejor pensada provocación contrarrevolucionaria está en curso.
Fue concebida bajo las reglas del “golpe suave”, sistematizadas por Gene Sharp, conocido
personaje al servicio de la CIA. Su formato: 1/ una “manifestación pacífica”;
2/ informada por escrito con calculada anticipación a las autoridades de la
capital y de varias provincias, con el fin evidente de ganar tiempo y dotar de
más organicidad a la campaña internacional contra la Revolución, a la cual está
asociada; 3/ fundamentada en una lectura unilateral del artículo 56 de la
Constitución vigente; y 4/ encabezada, en el plano formal, por un “rostro
joven”, surgido de la intelectualidad, con “discurso mejor estructurado” y
una “serenidad entrenada” a la medida
del marketing político subversivo diseñado para la ocasión. Basta escucharlo y
dar seguimiento al sistema de redes digitales y
medios de comunicación que operan contra la Revolución cubana, para
confirmar esta última afirmación.
El escenario exige, en resumen, mayor sentido de
corresponsabilidad de todos los revolucionarios. La derrota de la nueva
provocación no es de exclusiva competencia de las máximas autoridades del país.
Así lo percibo.
La Constitución aprobada por mayoría convincente (86,8 %) el 24 de febrero de 2019, confirmó el
carácter socialista de la República de Cuba como proyecto de sociedad, y
también como horizonte utópico a construir mediante un ejercicio cada vez más
democrático por parte del pueblo que la refrendó, en acto libre, secreto y
consciente.
Luego de este hecho histórico, en virtud de que se
produce a escasas 90 millas de la frontera sur de la mayor potencia imperial
conocida, y tras más de 60 años de agresiones de todo tipo por parte de ésta y
sus aliados internos, permitir la manifestación solicitada en los marcos de la Guerra no Convencional en fase de
aplicación contra el país, sería una violación flagrante – ¡esa sí! – al
derecho democrático de la mayoría aludida de cubanas y cubanos.
Así lo he expresado a amigos bien intencionados, que
llegaron a creer en la conveniencia táctica de dar respuesta positiva a la
demanda del joven actor holguinero, cuyas posturas políticas hacia la
Revolución muestran incuestionables coincidencias con las que esgrimen los
enemigos de ella en los Estados Unidos, así como en la Europa que le acogió
como buen alumno en asuntos de “guerras de colores” y “golpes blandos”.
Sólo estos datos, aportados por el periodista Paco Azanza
y el analista político Arthur González:
-
Entre los días 12 y 14 de septiembre de 2019, Yunior
García, quien se autodenomina “demócrata de izquierda”, asiste a uno de los
talleres del proyecto “Diálogos sobre Cuba”. Ese taller fue parte del programa
de formación de liderazgo que organiza la Fundación Nacional para la Democracia
(NED, por sus siglas en inglés), una organización estadounidense que, junto a
la USAID, se encarga de la parte legal de las operaciones ilegales de la CIA.
Así lo revela el periodista Paco Azanza.
- Dicho taller se desarrolla en la Sant
Louis University-Madrid Campus, institución jesuita estadounidense vinculada al
ejército, en la que se imparte inglés y completan estudios los soldados (norteños,
nota mía) acantonados en Madrid, añade el periodista citado.
- Acompañaron al “demócrata de
izquierda”, como compañeros de aula, los conocidos contrarrevolucionarios Manuel Silvestre Cuesta Morúa y Reynaldo Escobar y
Yanelis Núñez Leyva, cofundadora, junto a su ex pareja Luis Manuel Otero
Alcántara, del Museo de la Disidencia en
Cuba, confirma Azanza.
-
De profesor, todos tuvieron al especialista en
organizar las llamadas “Revoluciones de colores”, Richard Yuong, de quien se asegura es actualmente empleado
del actual jefe de la CIA. Así lo revela Arthur González en el texto “La verdad
siempre sale a flote”, sugerido en el punto 2.
Con semejante composición de los alumnos, tal profesor y tales
patrocinadores, es obvio que el debate no versó sobre cómo profundizar la tan
necesaria democracia socialista en Cuba, ni se abordaron las valerosas
autocríticas que predominaron en el VIII Congreso del Partido, ni mucho menos
la decisión de hacer rectificaciones sustantivas en la política de cuadros, los
estilos de trabajo y la política de hacer más y hablar menos que impulsa el
actual primer secretario del Partido.
En este punto y por respeto a la verdad, es preciso reconocer que sí, hay
muchas cosas que rectificar en el quehacer revolucionario, pero también que el
momento demanda lograr, primero, la máxima unidad posible para enfrentar las
provocaciones de factura made in USA, a la vez que se combate sin tregua a los
que, a nombre de la Revolución tributan a los Yunior y sus mentores, niegan con
su actuación el espíritu del Congreso, así como el discurso y la práctica
política fidelista que está impulsando la máxima dirección del país. Es bueno
no olvidar a Fidel, que en su momento advirtió que la delincuencia, como la
mala gestión, eran tan funcionales a la contrarrevolución como los propios
mercenarios a su servicio.
En este contexto, cederle terreno al plan que impulsa el
actor supondría, además, un acto políticamente suicida, contradictorio con lo
aprobado en el 2019 y que sólo serviría para estimular todavía más el accionar
hostil de la Casa Blanca, la mafia batistiana de Miami y sus nuevos servidores
internos. Para todos estos, no nos llamemos a engaño, solamente existe una
condición con valor suficiente para estar satisfechos: la destrucción de la
Revolución y del socialismo que le da identidad.
Más allá de que esté pendiente una adecuada
reglamentación del artículo 56 de la Constitución, que alude al derecho de
manifestación pacífica en el país, lo cual es imprescindible desde todo punto
de vista, existe un elemento sustantivo, o esencial, que la parte
revolucionaria y socialista de este pueblo va a demandar sin disposición a
concesión alguna: derecho a
manifestación pacífica sí, pero jamás para quienes estén articulados,
de manera probada, a los planes
de una potencia extranjera y hostil.
Tal es el caso en debate. Ese es el sustrato de la
flamante “manifestación pacífica” convocada para el 20 de noviembre y ahora
adelantada, en movimiento táctico por sus mentores, para que no coincida con la
movilización nacional que supondrán los ejercicios por el Día de la Defensa
Nacional.
El editorial de La Tizza, del 1.10.21, sintetiza de forma
precisa la disyuntiva ante la cual estamos, cuando afirma: “Si la
manifestación se autoriza —y si se autorizan en general las manifestaciones
contrarrevolucionarias— se legitimará el accionar imperialista en la política
interna y se abrirá una grieta por la que fluirían libremente el consenso y el
deseo capitalistas que se han ido acumulando durante años en un sector de la
población, y que se refuerzan con la situación excepcional de crisis en que
vivimos. Una concesión así puede desbordarse en una situación de consecuencias
políticas impredecibles”.
La ecuación, en consecuencia, es clara y tiene una sola
respuesta para quienes no estamos dispuestos a regalar espacios políticos
ganados a fuerza de inmensos sacrificios por parte de la mayoría de este
pueblo: la Revolución no debe ceder, ni en lo más mínimo, a presiones externas,
vengan por la vía que vengan y tengan la fuerza que tengan. Esta
firmeza le ha permitido sobrevivir y llegar hasta nuestros días.
Esta disputa política en la que estamos enfrascados, como
se demostró hasta hoy bajo la conducción estratégica de Fidel (y luego de
Raúl), se decide dentro de Cuba, no en Washington, ni en Miami, ni mucho menos
en Madrid, en cuya capital el promotor de la nueva provocación, recibió uno de
los cursos preparatorios para golpes blandos como los que él impulsa, como ya
fue expuesto..
Compartidas estas posiciones de principio, quizás sea
útil añadir solamente algunas ideas a los excelentes textos que relaciono a
continuación, y cuyos contenidos sirvieron de base a estas reflexiones: “O Guisa o Praga”. Editorial de La Tizza/1.10.21; “Un dramaturgo contrarrevolucionario
llamado Yunior García”, del periodista Paco Azanza Telletxiki, en
Cubainformación/1.10.21; “Revoluciones de colores, esnobismo y música
incendiaria (I-VI)”, del también periodista José Ángel Téllez Villalón, en
CUBAHORA/ 4.10.21; “La verdad siempre sale a flote”, del analista político
Arthur González, en el Heraldo cubano/1/10/21. De conjunto, ponen en su lugar
las piezas del ajedrez político en juego.
Después de lo sucedido el pasado 11 de Julio, era
esperable una propuesta “pacifista” como la formulada, el pasado 21 de
septiembre, por Yunior García Aguilera, exaltado como actor y dramaturgo en las redes digitales articuladas a la nueva
iniciativa de esencia contrarrevolucionaria, así como por los medios de
comunicación internacionales comprometidos con ella.
Para asegurar mayor visibilidad política internacional a
dicha iniciativa, es evidente que los diseñadores del nuevo plan subversivo
captaron la conveniencia de subrayar el perfil profesional del joven
intelectual, objetivamente un elemento
más atractivo en el plano mediático, y un recurso para restar relevancia
simbólica a su actual, y sí fundamental, condición de “actor político” que
cumple tareas para una potencia extranjera hostil a Cuba y su Revolución, y
decidida a producir en ella el llamado “cambio de régimen”.
Tal es el objetivo estratégico subyacente en la propuesta
de manifestación “pacífica”, concebida inicialmente para el 20 de noviembre.
Esta constituye, en rigor, la crónica de una provocación anunciada y, a juzgar
por la lógica operacional de Gene Sharp, parece ser una expresión anticipada de
acciones futuras más complejas en el nivel de elaboración intelectual, con más
apoyo de los aportes de las ciencias sociales y quizás mejores niveles de
información.
El análisis de lo sucedido permite concluir que tendremos
que lidiar en lo adelante con enemigos mejor preparados. El corolario de este
escenario parece obvio: aceptemos el reto, plan contra plan e inteligencia
contra inteligencia, pero sobre todo con un pueblo organizado y
preparado-informado para encarar las nuevas formas de lucha en desarrollo.
Los excesos de violencia y el comportamiento indecente de
parte importante de los manifestantes que saquearon tiendas, atacaron a la
policía nacional en gesto desafiante y cometieron otros excesos, indignó
demasiado a la mayoría de la población y confirmó ante sus ojos la historia de
estos 60 años: la contrarrevolución es hija legítima de la violencia, aunque se
disfrace de ángel de la guarda.
Para los mentores de Yunior era vital anular, en el
imaginario colectivo cubano e internacional, la percepción de que existe un
nexo genético entre contrarrevolución y violencia, a fin de que siga su curso
el esquema de “golpe blando”, hecho a la medida de la actual situación interna
del país, una de las más difíciles desde el triunfo de la Revolución, por
razones externas e internas cuya explicación escapa a los objetivos de estas
opiniones.
La estrategia anticubana en curso, como se puede deducir
de la historia contada de los golpes blandos; del modus operandi de la CIA y
las demás agencias gubernamentales y “no gubernamentales” que actuaron con
éxito, por ejemplo, en países como Yugoslavia, Ucrania y Georgia; del tipo de
proyectos e iniciativas “nacionales” que se construyeron a distancia en los
países mencionados, con maciza base financiera y sofisticado apoyo mediático
internacional; y del tipo de iniciativas “independientes” que están operando en
Cuba para, día a día, subrayar percepciones que vayan erosionando la confianza
colectiva en la Revolución y de manera concreta en sus líderes, permite llegar
a esta conclusión preliminar: van a acelerar las provocaciones, sobre todo
porque captan que coexisten, en tensa confrontación dialéctica, muchos
descontentos a la vista y , por parte de la máxima dirección político estatal
del país, una decidida voluntad política de anularlos con soluciones realistas
y democráticas.
Dicho de forma más directa: los centros de planificación
política que están detrás de los Yunior y Cía suelen ser soberbios, pero no son
tontos, ni mucho menos incapaces. Han
demostrado competencia a la hora de hacer operacionales sus objetivos cuando las
autoridades del país objeto de subversión no han sabido, no han podido, o no han
tenido la inteligencia y la decisión de pasar a la ofensiva. No es el caso de Cuba en ninguna de las tres
variantes. Ellos lo saben y necesitan operar con celeridad para lograr frutos
antes que tengan éxito los esfuerzos rectificadores impulsados por el Partido y
el Gobierno.
Se puede deducir que, por los medios de información que
poseen, hoy en Langley y el Departamento
de Estado, la USAID y la NED, saben
perfectamente que la máxima dirección cubana tiene la decisión política, apoyo
social mayoritario, los recursos humanos y los instrumentos organizativos para
la toma de decisiones calificadas y eficaces. Y saben también que el VIII
Congreso del Partido en sus valoraciones autocríticas y sus decisiones,
confirmó que existe la firme decisión de rectificar el complejo núcleo de
fallas y errores propios que demandan pronta y tangible rectificación, así como
un poderoso sistema de defensa nacional decidido a responder con dureza
proporcional a los ataques que reciba la Revolución. Léase, el pueblo
revolucionario y uniformado en estado de alerta.
Saben, además, que
estamos enfrascados en una disputa donde la dimensión tiempo es decisiva para
ambas partes. Por ello, es previsible – reitero - que forzarán las acciones en
los próximos meses. Yunior y los “cándidos pacifistas” que éste dice
representar, forman parte del sistema de acciones orientadas a medir el
contenido, la rapidez y el grado de firmeza de las actuaciones que tendrá el
Estado revolucionario, a la vez que buscan añadir zonas de conflicto que
obliguen a éste a ejercer el derecho a la defensa en circunstancias críticas.
Los mentores de Yunior calculan que habrá excesos y, por
tanto, “materia prima” para cuestionar la imagen internacional de la
Revolución. Es fundamental, una vez más,
que “se queden con las ganas”, como versa la expresión popular. Existen muchas
razones para confiar en el desempeño de nuestras fuerzas de seguridad interior,
sobre cuyo comportamiento el actor debería ser llevado a probar sus acusaciones
y calumnias. Estas últimas no deberían permitirse, menos aún de manera que los
promotores se sientan impunes. Existen suficientes razones para confiar que,
una vez más, la firmeza imperará en la decisión de las autoridades cubanas ante
la crónica anunciada de la nueva provocación.