Por Pedro Monreal González, El Estado como tal
La incertidumbre económica actual requiere ejercicios de escenarios, pero estos no abundan. Para ser preciso, no encuentro ninguno que sea actual y que esté hecho con rigor. Llama la atención la manera elástica en que, usualmente, se utiliza el término escenario para referirse a valoraciones que no reúnen condiciones para serlo.
Aunque los escenarios económicos pueden ser de muy diverso tipo –crecimiento económico, balanza de pagos, inserción internacional, inversión extranjera, pobreza, y muchos temas más- el tipo de escenario sobre el que particularmente deseo llamar la atención es el relativo a la dirección general de la reforma económica del país, es decir, los escenarios sobre la posible trayectoria de la transformación del modelo económico y social de Cuba.
Muchas veces, el pretendido escenario que se nos presenta consiste en ilusiones sobre el futuro que son clasificadas de manera arbitraria, sin que se aprecie un método que apoye lo que se plantea, y a las que trata de dárseles un tinte de “profesionalismo” mediante citas inconexas de expertos “seleccionados”. Un ejemplo de un supuesto escenario –uno muy mal hecho- es el que publicó la revista Forbes “Los escenarios económicos de Cuba sin Fidel”, en noviembre de 2016.
Conviene aclarar que los ejercicios de escenarios no son acerca de predecir o de pronosticar el futuro sino acerca de explorar las posibles configuraciones que pudiera adoptar el futuro. La diferencia entre una cosa y la otra es abismal.
Desde el punto de vista de las ciencias sociales, intentar predecir el futuro es una monumental pérdida de tiempo. No tendría sentido. Para eso está la “letra del año”. Quien quiera creer en eso, es su problema, lo digo con todo respeto.
A diferencia de lo anterior, la premisa básica del trabajo de escenarios radica en que si uno adquiere conciencia de lo que pudiera ocurrir, uno pudiera estar mejor preparado para lo que va a ocurrir. Pero esa capacidad no surge espontáneamente, requiere enfrentar el proceso con un determinado método.
El problema con el futuro es que no se sabe que será hasta que este llega, pero muchas veces cuando este llega, es tarde para hacer un plan. Si no podemos planificar el futuro, ¿qué hacer entonces?
El ejercicio de escenarios pudiera ofrecer una solución, a condición de que se haga con rigor. Debe ser un proceso estructurado, tomando conciencia de que se trata de dos cosas a la vez: es una técnica especifica de análisis y es también una capacidad adquirida para pensar estratégicamente.
Anoto, de pasada, que el trabajo de escenarios es una de las maneras posibles de explorar la evolución de sistemas sociales complejos. Existen otras técnicas de modelación de la complejidad social –crecientemente utilizadas- como son los casos de la “modelación basada en agentes”, “geometría fractal”, “visualización de datos”, “complejidad computacional”, “complejidad cuantitativa”, y modelación basada en casos”, entre otros instrumentos analíticos.
Cuando se explora el futuro mediante el trabajo de escenarios, pueden identificarse derivaciones alternativas respecto a las cuales pudieran prepararse, de manera anticipada, posibles respuestas. Debe quedar totalmente claro que los ejercicios de escenarios no “blindan” la política respecto a errores. Lo que hace es mejorar el marco de trabajo en el que se diseñan y aplican las políticas públicas. Ofrece una mejor oportunidad para trabajar, no aseguran una garantía de éxito.
Al final del proceso, se supone –pero no siempre ocurre así- que el ejercicio de escenarios sea “coronado” con una propuesta de estrategia “robusta”, o sea, aquella que es capaz de mantener su eficiencia en cualquiera de los escenarios identificados, “funcionando” incluso en el peor de los escenarios. Pudiera no ser la “mejor” estrategia para un escenario dado, pero es la más adecuada respecto a la “cartera” completa de escenarios.
Un ejercicio de escenarios incluye varios pasos. En esta nota abordaré solamente el primero de ellos: la definición de las reglas del juego.
La pregunta clave que orienta esta fase es la siguiente: ¿Sobre qué podemos tener la certeza de que ocurrirá, pero no podemos controlar?
Es una pregunta que nos ayuda a definir el contexto, revela prejuicios inconscientes y contribuye a precisar las cosas que podemos controlar y aquellas que escapan de nuestro control.
Tratemos de aplicar esta pregunta a las reflexiones que se hacen hoy sobre las posibles transformaciones del modelo económico y social cubano. Tomemos, por ejemplo, las seis características que definen la “visión de la nación” descrita en el Plan de desarrollo nacional económico y social hasta 2030: soberana, independiente, socialista, democrática, próspera y sostenible.
¿Es cada una de ellas –o tomadas de conjunto- algo sobre lo que podemos tener la certeza de que ocurrirá?
La respuesta obvia es que no podemos tener tal certeza y ello nos indica que las reglas del juego de escenarios deben prescindir de componentes que, siendo deseables, pudieran expresar una aspiración, pero no una configuración inevitable del futuro.
El tipo de respuestas tendría entonces que apuntar hacia otra dirección. Algunas respuestas posibles pudieran ser las siguientes:
- El sistema económico va a modificarse
- Una nueva generación de dirigentes políticos decidirá el diseño de la estrategia económica y de la política económica del país
Cualquiera pudiera decir que son cosas muy obvias y efectivamente lo son, pero es precisamente ese tipo de sentido común respecto al porvenir, y no un listado de deseos, lo que debe funcionar como una regla de juego básica en la construcción de escenarios.
El segundo paso del proceso es la identificación de las “incertidumbres críticas”, pero eso es algo sobre lo que escribiré otra nota.