Un fenómeno social que requiere un análisis riguroso, profundo, que abarque y sopese todas sus causas.
Desde mediados de 2020, casi todo trámite en Cuba toma algunas horas de cola. Especialmente la compra de alimentos y otros bienes básicos. Junto con las largas colas, han aparecido los “coleros”, personas que se dedican a la compra en las redes oficiales y luego revenden la mercancía adquirida a precios que, con suerte, duplican el original.
He escuchado con preocupación, la idea de que las largas colas en todas las tiendas son muestra de elevado poder adquisitivo en una población que ha sido beneficiaria de una reforma en salarios y pensiones, como parte del ordenamiento monetario.
El fenómeno de las colas y los coleros, debe tener una lectura menos optimista y superficial. Me pregunto, ¿quién recuerda en 2019 esta manifestación?
Antes y después de la covid
Si bien la oferta de bienes y servicios en el país siempre ha sido insuficiente, poco diversificada y no equitativamente distribuida a lo largo del país, e incluso al interior de las provincias, la situación antes del azote de la Covid 19 era bien diferente.
Comprar bienes básicos, como alimentos, aseo, e incluso golosinas, bebidas y otros, resultaba bastante simple. El problema mayor radicaba en el hecho de que la mayoría de estos bienes, se expendía en una red de tiendas en CUC, moneda paralela al peso cubano y que había que adquirir a un tipo de cambio de 1CUC = 24 CUP.
Este tipo de cambio afectaba el poder adquisitivo de los salarios que, por demás, permanecieron bajos en términos nominales durante años (aunque hubo varios incrementos a sectores específicos, a lo largo del tiempo desde inicios de la década del 2000).
Quiero resaltar que no desconozco las dificultades, ya presentes en aquel momento, en algunas localidades del país para aprovisionarse dada la lejanía de los puntos de venta, la escasez de transporte para el desplazamiento o la combinación de ambos.
La llegada de la Covid 19, descolocó al mundo profundamente. Para Cuba, el impacto ha sido especialmente fuerte.
El efecto combinado de: demoras en la implementación de los lineamientos y con ello lentitud en el avance del proceso de actualización, los retos asociados a la pandemia en sí misma y las tensiones sobre el sistema de salud; y la caída en los ingresos por exportaciones, fundamentalmente a causa del cierre del turismo internacional, ha situado al país en una crisis compleja y multifactorial.
A todo ello debe sumarse el recrudecimiento del bloqueo norteamericano que, en momentos de pandemia, castigó a Cuba con la aprobación de más de 250 nuevas medidas restrictivas.
Sobre bienes y servicios
El escenario es, ciertamente, complejo. Un elemento adicional a tomar en consideración en este análisis ha sido la implementación de la tarea ordenamiento desde el primero de enero de 2021, que ha dejado al descubierto debilidades en su concepción e implementación.
Una vez en contexto, aunque fuertemente resumido por la posibilidad que me da este espacio, volvamos al eje central: colas y coleros. Para analizar este fenómeno, propongo indagar en dos elementos clave: oferta de bienes y servicios; y oferta de empleo.
Cuba es un país dependiente de importaciones de bienes finales, pero también y aún más, de materias primas para la producción nacional. Destacan en esas importaciones, las de alimentos y las de combustible. Cuando se examinan las principales importaciones de alimentos de 2020 con respecto a 2019, (se incluye arroz, frijoles, carne de ave, maíz, leche en polvo, pescado, aceite, trigo) se aprecia una caída en los valores de importación en casi todos los rubros, con excepción de la carne de aves, los frijoles y el aceite).
Las importaciones de insumos para el sector agropecuario también caen y con ellas, la producción de alimentos del país. Ambas contracciones se producen sobre los niveles de 2019 que también eran inferiores a los de años anteriores. Todo ello tiene un reflejo en la disponibilidad de alimentos y por ende, en el abastecimiento de la red comercial.
La oferta de otros bienes, también se ha reducido por razones similares. Los resultados son los palpables: largas colas para lograr cierto abastecimiento.
Empleo, otro factor clave
Por otro lado, en tiempos de pandemia, varias personas, sobre todo vinculadas al sector no estatal, han quedado sin empleo, mientras otras, han visto sus ingresos reducidos al 60 por ciento. Al mismo tiempo, las demandas de alimentos en los hogares aumentan en tanto niños y otras personas permanecen mayor tiempo en casa debido al confinamiento.
La apertura de tiendas que expenden en MLC alimentos y otros bienes, a las cuales solo una parte de la población tiene acceso vía remesas, pagos desde el exterior o a través de la compra-venta en el mercado informal con precios que no han cesado de subir (no existe un mercado formal de cambio), se suma como otra variable a tomar en consideración en esta ecuación.
La coexistencia de una oferta sumamente escasa, horarios de venta que se superponen con los horarios laborales (o se trabaja o se aprovisiona el hogar), la existencia de bienes necesarios solo disponibles en MLC, demandados por personas que no tienen acceso a ese segmento de mercado (cuyo costo en CUP es bien elevado por el tipo de cambio informal), y la escasa oferta de empleo en tiempos de pandemia, se encuentra en la base del fenómeno que me ha motivado a estas letras.
No apoyo la ventaja leonina que muchos de los que se dedican a la reventa, toman de su disponibilidad de tiempo, sus redes o su astucia. Y dejo claro, que no incluyo en este análisis la reventa de medicamentos que, en lo personal, considero tiene una connotación mucho más seria desde el punto de vista moral y humano.
Eliminar las colas y los coleros, pasa en primerísima instancia, por estabilizar la oferta y acercarla a los demandantes allí donde se requiera. Mientras el país no se encuentre en condiciones de garantizar tal premisa, ningún otro esfuerzo tendrá un efecto comparable en su erradicación. (2021)