Por Pedro Monreal
22 diciembre de
2017
He leído con atención el texto
titulado “Una reflexión sobre los olvidos políticos de la crítica económica que
se nos hace”, que ha publicado el profesor MsC. Rubén Darío Mora Fernández, el
14 de diciembre de 2017. https://cubaeconomista.blogspot.fr/2017/12/vuna-reflexion-sobre-los-olvidos.html. En su
primer párrafo se anuncia una crítica directa a los “olvidos políticos” de la
propuesta de Programa de Estabilidad
Económica que presenté hace unas semanas.
-
El programa puede leerse aquí https://elestadocomotal.com/2017/11/15/un-programa-de-estabilidad-economica-para-cuba-2/
La conjeturada implicación
práctica de ese imputado “olvido político” fue planteada claramente por el comentarista:
mi propuesta está formulada en términos que no permite revelar “nuestra
realidad”. Concentrémonos, entonces, en esos dos puntos que el profesor ha
escogido para articular su visión crítica sobre la propuesta del programa: la
dimensión política y la realidad nacional.
Rehén de los eufemismos políticos
La reflexión
crítica que se ha hecho considera que las definiciones normativas (lo que
debería ser) contenidas en el documento de la “conceptualización” explican la “no
existencia de la categoría en Cuba de la empresa privada nacional”; pero con
esto hay, al menos, dos problemas. En primer lugar, plantea una perspectiva
superficial respecto a las causas por las que existen -o no existen-
instituciones en un marco político determinado. En segundo lugar, lo que no
existe -hasta el momento- es la forma jurídica de la empresa privada nacional, pero
en tanto categoría que refleja un hecho de la realidad, es difícil argumentar
que no existe empresa privada nacional.
No me queda
claro lo que –en el plano de las ciencias sociales- el comentarista entiende por
“categoría”, pero la empresa privada nacional sí existe como parte de la
realidad de Cuba. Es precisamente respecto a ese hecho que el Informe Central
del VII Congreso del PCC pidió “llamar a las cosas por su nombre y no
refugiarnos en ilógicos eufemismos para esconder la realidad”.
Pudiera ser que
el comentarista tuviese una idea diferente, pues plantea “la no existencia de
la categoría en Cuba de la empresa privada nacional y, sí el reconocimiento
como micro, pequeña y mediana empresa privada, como actores complementarios en
dicho sistema”. Asume que se trata de dos cosas distintas, pero en realidad
está utilizando un eufemismo ilógico que trata de esconder una realidad: una
empresa pequeña (o micro, o mediana) privada es una empresa privada. Lo que define
que una entidad sea privada, o no lo sea, no es una cuestión de escala.
El problema que
se observa en Cuba respecto a la empresa privada radica en el componente
jurídico de la realidad. De la misma manera en que no existe la categoría
jurídica de “empresa privada nacional”, tampoco existen categorías jurídicas
por separado, ni para el conjunto, de la “micro, pequeña y mediana empresa
privada”. Pudiera haber documentos políticos normativos que las mencionen, pero
todavía no cuentan con respaldo jurídico concreto. Este es un punto que sirve
para ilustrar que los documentos normativos no son los que explican las
categorías de las instituciones que existen en la realidad.
Han transcurrido
más de 18 meses desde que un documento clave (el Informe Central) de la reunión
mas importante del partido político que se autodefine como la fuerza dirigente
de la nación, indicó la conveniencia de dotar de personalidad jurídica a esas
entidades y de establecer un marco regulatorio adecuado para ellas. Sin
embargo, eso no ha ocurrido.
La explicación
no la va a encontrar el comentarista en lo que está escrito en los documentos,
sino en los procesos políticos reales del país. No tengo información suficiente
para explicar el impasse de esos 18
meses, pero la noción de que ello pudiera estar relacionado con el ejercicio
del poder político -en una dirección no favorable a la legalización de la
empresa privada-, no parece ser implausible.
Idealizando la realidad nacional
El comentarista apunta
tres importantes aspectos de la realidad respecto a los que considera que el “Programa
de Estabilidad Económica” está equivocado:
Empleo. Apoyado en una
brumosa reflexión acerca de por qué una empresa privada micro, pequeña o
mediana no es una empresa privada, el comentarista dice que “por eso no se
entiende que la supuesta pérdida de empleo en el sector estatal ha estado
dirigida por la política de la ampliación del sector no estatal”.
No solamente no
entiende el comentarista lo que se plantea en el Programa respecto al empleo
nacional en general, sino que refleja desconocimiento acerca de cómo
interpretar las estadísticas oficiales de empleo del país. Decir, a estas
alturas del debate, que existe una “supuesta” pérdida de empleo en el sector
estatal, es el tipo de cosas que nunca sería tomado como una muestra de
seriedad en una discusión entre analistas.
Pero hay una contradicción
adicional. Por una parte, el comentarista afirma que la reducción del empleo
estatal es “supuesta”, pero, sin embargo, parece admitir que ha ocurrido, al
decir que habría sido algo “dirigido” por el gobierno para ampliar el sector no
estatal. Es la primera vez que escucho esa visión auto-exterminadora del sector
estatal cubano. No parece estar familiarizado el comentarista con la abundante
literatura académica producida en Cuba que explica ese proceso como el resultado
de una imperiosa necesidad, y no de una opción consciente para desarrollar el
sector no estatal.
Eslabonamientos productivos. Este es,
probablemente, el componente de la reflexión del comentarista en el que la
idealización de la realidad económica del país alcanza un momento
verdaderamente estelar. Se afirma que el Trabajo por Cuenta Propia (TCP) “está
proyectado prospectivamente a los encadenamientos necesarios con el sector
estatal, cooperativo y mixto, para el acercamiento progresivo a la satisfacción
de necesidades que demandan las comunidades, desde producciones que no realiza
el Estado”.
Parecería que el
comentarista tiene a mano los datos que le permiten entender cómo funcionaría “prospectivamente”
-en la práctica- esos ensoñados encadenamientos necesarios y el acercamiento
progresivo de la satisfacción de las necesidades, a pesar de que lo que se
tiene como base material para esa idílica “proyección prospectiva” son
categorías laborales como las de “forrador de botones”, “pelador de frutas
naturales”, “animador de fiestas, payasos y magos”; “cochero”; “criador-vendedor
de animales afectivos”; “peluquero de animales domésticos”; “productor-recolector”;
“vendedor de hierbas para alimento medicinal o de hierbas medicinales”; “reparador
de colchones”; o “servicio de coche infantil tirado por animales”.
Nunca me he
topado con un solo análisis que permita establecer ese tipo de “proyección
prospectiva” como algo factible. Si el comentarista ha tenido acceso a ese tipo
de análisis sería apropiado que lo compartiese.
Sobre el tema he
publicado recientemente una nota. Ver: “La economía cubana hacia 2018: temas
para legislar”, 18 de diciembre de 2017. (https://cubaposible.com/economia-cubana-2018/).
Bienestar. El comentarista
presenta, igualmente, una bucólica visión del Trabajo
por Cuenta Propia (TCP). De hecho, parece ver las cosas de tal manera que
de pronto entran dudas respecto a la propia conveniencia de reformar la empresa
estatal como mecanismo para sustentar la prosperidad de los trabajadores
cubanos.
Criticando lo
que he expresado acerca de que “en que la mayoría de los casos los TXCP lo que
han hecho es sobrevivir”, riposta el comentarista que “todo lo contrario, la
mayor parte vive mejor que antes, en cuanto a ingresos, aunque una parte de
ellos esté situada en los espacios de movilidad descendente de fuerza de
trabajo”. Esto parecería ser un aporte interesante acerca de cómo construir una
nación próspera.
Se reconoce que
“una parte” no funciona bien, pero eso parece considerarse como un dato
secundario. El argumento central de la crítica que hace el comentarista –en
este punto sobre el bienestar- es que “una parte de los más de 500 mil TXCP
están en procesos de reproducción simple, lo que no significa por debajo del
nivel de pobreza, si estimamos este en ingresos inferiores al “cambio 1x1” que
usted critica”. Algo así como: ¡Viva la reproducción simple!
Aquí también hay
tela por donde cortar. Resulta que parecería ser que “criticar” la tasa de cambio
1 peso cubano = 1 USD expresaría –en mi caso- una valoración incorrecta sobre la
que debería ser la cotización de la moneda nacional frente a las divisas. Hasta
ahora no había encontrado a alguien defendiendo, ni siquiera tenuemente, la
actual cotización cambiaria de 1 X 1.
Una nota adicional sobre sobrevivencia,
desigualdad y pobreza
Aunque no está
muy claramente formulado, parecería que el comentarista posee acceso a información
que no se ha hecho pública respecto al nivel de los ingresos de los TCP, y
también parece utilizar un indicador del nivel de pobreza que humildemente le
pido que comparta con quienes tratamos de analizar la pobreza en la sociedad
cubana y no disponemos de esa información.
El tema de la
“sobrevivencia” en Cuba es mucho más complicado de lo que proyectan las
reflexiones del comentarista. En Cuba “sobreviven” millones de personas, tanto
en el sector estatal, como en el sector no estatal. Simultáneamente, hay
personas con un nivel de bienestar muy superior a la media en el sector no
estatal, y también en el estatal (no olvidemos la corrupción y el desvío de
recursos en el sector estatal que sistemáticamente denuncia la Contraloría
General de la República).
Si se agregan al
análisis las remesas y los ingresos “extra” por diferentes vías (legales y no
legales), habría que llegar a la conclusión de que el tema de la
“sobrevivencia” expresa una abigarrada realidad para la que los analistas no
cuentan con toda la información necesaria. A pesar de eso, los científicos
sociales cubanos han hecho durante años un loable esfuerzo de investigación y
se han obtenido resultados importantes. Por citar solamente cuatro libros
esenciales para entender el tema, recomendaría la lectura de las siguientes
obras: Políticas de atención a la pobreza
y la desigualdad. Examinando el rol del Estado en la experiencia cubana (Dra.
Mayra Espina); Algunas claves para pensar
la pobreza en Cuba desde la mirada de jóvenes investigadores (compilado por
la Dra. Maria del Carmen Zabala, con prólogo del Dr. Juan Valdés Paz, premio Nacional
de Ciencias Sociales); Los marginales de
las Alturas del Mirador (Dr. Pablo Rodríguez Ruiz); y Guajiros del siglo XXI (Dra. Ana Vera Estrada).
El razonamiento
del comentarista refleja un énfasis excesivo en el aspecto relativo de la
prosperidad, el cual es un aspecto válido, pero insuficiente para abordar el
tema. Si bien es cierto que es común encontrar en el TCP ingresos mayores relativos
en relación con el sector estatal, ello no debe hacernos olvidar que una parte
significativa de la situación consiste en que en ambos casos (TCP y sector
estatal) se trataría de situaciones de “sobrevivencia”, aunque unos
sobrellevarían el proceso relativamente mejor que otros.
Adicionalmente,
un análisis de bienestar, específicamente en relación con la “sobrevivencia”,
necesitaría incluir otros aspectos que rebasan la cuestión del ingreso, y que
no funcionan bien en el TCP, como es el caso del alto riesgo que acompaña las
actividades del TCP debido a diversos factores, incluida la inestabilidad y la falta
de predictibilidad de las regulaciones.
El punto de
partida indispensable para el análisis de la “sobrevivencia” sería poder contar
con una medición de ingresos por grupos sociales, calificación, género, y ubicación
geográfica; así como poder disponer de indicadores del costo de la canasta
básica. Como se sabe, no se publican estadísticas oficiales sobre esos aspectos
y, por ello, hay que utilizar estimados basados en casos de estudio, un tipo de
estimado que no es muy abundante.
En ese sentido,
recomendaría revisar con detenimiento una de las investigaciones más
interesantes que se han hecho en Cuba, desde una perspectiva de género, y que
revela la complejidad de las relaciones entre diversas fuentes de ingreso y los
niveles de pobreza a nivel de unidades familiares del país. Se trata de un
estudio de caso y, por tanto, sus conclusiones no son generalizables; pero es
el tipo de investigación social rigurosa que permite entender la complejidad
del tema del bienestar en Cuba, y que se aleja de la impugnable idealización
que el comentarista proyecta respecto a quienes viven “mejor que antes” en
Cuba. Se trata de un estudio que he citado con frecuencia: “Remesas y pobreza
desde una perspectiva de género. El caso del Consejo Popular de Santa Fe”, de
la Dra. Blanca Munster Infante. Puede accederse al estudio completo aquí.
(http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/becas/20131004012852/Informe.pdf)
Recalco que debe
considerarse que se “sobrevive” en una gran parte de la sociedad cubana, en la que
se incluye parte del TCP y del sector estatal. Una diferencia relativa de
ingresos en favor del TCP representa una “sobrevivencia” más llevadera, pero no
significa que se haya superado la “sobrevivencia”.
Las falsedades inevitables
Tratar de
esclarecer falsedades parece haberse convertido en una parte habitual de mi
respuesta a las críticas que se hacen sobre lo que escribo. Como se repiten
esas falsedades, a pesar de haberlas aclarado, no tiene sentido dedicarle mucho
más tiempo a eso, pero a veces ofrece una oportunidad para destacar algunos
puntos. El comentarista desliza dos falsedades en sus reflexiones.
En primer lugar,
no es cierto que las dos entidades que se presentan en la propuesta -la
Comisión Económica para la Estabilidad (CEE) y a la Corporación para la
Transformación de Activos Estatales (CTAE)- no tengan funciones ejecutivas. La
CTAE sí las tiene.
En segundo
lugar, no es cierto que esas entidades asuman, en la práctica, atribuciones
ministeriales. La CEE es una entidad consultiva provisional, de manera que nada
tiene que ver con una función ministerial. Por otra parte, la CTAE tendría una
función ejecutiva que no es ministerial. Se establecería, precisamente, para
reducir el riesgo de que los intereses ramales pudieran afectar la coherencia
de un proceso de gestión de activos estatales que debería operar a un nivel
superior de la estructura estatal. Ese tipo de institución existe en otros
países y parece haber funcionado razonablemente bien. Me refiero a China y a
Vietnam.
Hasta aquí no
veo problemas. Pudiera tratarse de falsedades no intencionadas, quizás
resultantes de una lectura superficial del Programa o de insuficiente
información sobre el tema. El asunto parece ser diferente cuando el comentarista
caricaturiza la fase de saneamiento de las empresas estatales transfigurándola
en un proceso de “privatización”. Considero que la propuesta explica con
suficiente claridad el proceso que se sugiere y que es posible entender que no se
reduciría a ser un proceso de “privatización”.
En cualquier
caso, quizás debería considerar el comentarista que el Estado cubano ya posee
experiencia transfiriendo activos al sector privado, solo que no se trata del
sector privado nacional. Recomiendo al comentarista que lea con detenimiento
esa parte del Programa. Pudiera haber en su comentario una intención de “etiquetado
ideológico”, pero no dispongo de elementos para saber las motivaciones, de
manera que simplemente le sugiero que lea con mayor cuidado.
Sugerencias finales
Me complace que
el comentarista aborde el asunto desde la perspectiva de la Economía Política. En
ese sentido, haría cuatro modestas sugerencias:
-
En primer lugar, que trate de no
circunscribir su trabajo al uso de la teoría general y de los materiales
normativos. Ambas cosas son necesarias, pero insuficientes para hacer análisis
económico (y social, y político). Debería aprovechar los análisis basados en
datos de la realidad que hacen los economistas, sociólogos, antropólogos,
psicólogos, y politólogos del país; y que no se aprecian reflejados como
sustrato de los comentarios que se han hecho. Esos especialistas poseen un conocimiento
y una práctica distinta a la del comentarista, que pudiera complementarla. Eso
pudiera facilitarle el trabajo al comentarista.
-
En segundo lugar, creo que sería
provechoso para la actividad del profesor que se libere de la carga retórica de
un tipo de Economía Política que cada vez se practica menos. Debería tratar de
ser no ser rehén de eufemismos y de “lugares comunes” que encartonan la
comunicación y que limitan la exploración de la realidad. Por ejemplo, eso de
que se “confunde mecanismos con leyes”. El tema de las “leyes” en el campo de
las ciencias sociales ha ocupado un espacio en los debates contemporáneos sobre
la filosofía de la ciencia y en los estudios sobre la complejidad (por ejemplo:
Gareau, Kincaid, Rosenberg, Feynman, o McIntyre). Me limito a señalar aquí que
se trata de un asunto polémico, entre otras cosas, porque se encuentra bajo
disputa la propia noción de que pudieran existir “leyes” en el terreno de las
ciencias sociales.
-
En tercer lugar, le convendría al
comentarista cambiar el enfoque limitado con el que está tratando de
responderse la pregunta: ¿cómo gestionar integralmente la principal fuente
productiva del país -sus trabajadores- ante la incapacidad de la empresa
estatal para hacerlo? Las reflexiones del comentarista indican un entendimiento
del asunto como un problema de fallas de conocimiento que deben ser resueltas
mediante entrenamiento y capacitación. Le sugiero al profesor que priorice el
análisis de los intereses y de las estructuras socio- económicas concretas (no
abstractas) en las que funcionen las empresas estatales en Cuba. A fin de
cuentas, la Economía Política es acerca de eso. No importa la cantidad y
calidad del conocimiento que se trasmita a dirigentes y trabajadores, si se
continúa la práctica social en las empresas de no pagarle al trabajador lo que
debe pagársele, por citar un caso. Aquí hay un tema “puro y duro” de intereses.
-
Finalmente, el comentarista pudiera considerar
la posibilidad de incorporar, de manera penetrante, el análisis político a su
trabajo. No me refiero a “mencionar” temas políticos, ni a tomar la política
como “marco de referencia” general del análisis económico, sino a practicar eso
a lo que se le llama “la inmersión del analista en las dimensiones políticas
concretas del desarrollo”: fuentes del poder, formas del poder, competencia de
agendas, intentos por tomar el control de los recursos y de apropiarse de los
resultados económicos, conflictos, negociaciones, coaliciones, etc. Esas cosas ocurren
en Cuba. La armonía es cosa de la música y de la poesía, no de la economía ni
de la política. Hacer análisis político en el marco del estudio de los
problemas económicos no es hacer “referencias” a la política, sino entender los
detalles de la política e identificar sus posibles causalidades respecto a lo
económico.
Obviamente, no
me refiero en este punto a una deficiencia particular del comentarista, sino que
simplemente le sugiero la posibilidad de que trate de familiarizarse con un
proceso más amplio dentro de la Economía Política actual –incluyendo la
marxista, pero que no se limita a esta- que, reconociendo el papel de los
intereses, incentivos e instituciones en la manera en la que los actores se
comportan y generan procesos y prácticas que afectan o benefician el
desarrollo, se propone que la Economía Política le conceda un lugar central a
lo que se considera que es “propio” de la Economía Política: el análisis de
temas políticos como el poder, la “agencia” de los actores, y las coaliciones.
Me refiero a los
debates en el campo de lo que se conoce como “Pensando y Trabajando Políticamente”
(Thinking and Working Politically, TWP)
y “Haciendo un Desarrollo Diferente” (Doing
Development Different, DDD), en el que han participado especialistas como
Adrian Leftwich, David Hudson, Matt Andrews, Leni Wild, Marta Foresti, Salimah
Samji, Claire Mcloughlin, Jaime Faustino o David Booth, entre otros.
La visión sobre
el reto de la Economía Política en Cuba no puede limitarse a las cuestiones
relativas al socialismo, sino que debe incluir –de manera central- el tema del
desarrollo, entendido este de modo preciso y no simplemente de manera general,
declarativa o normativa.
Implicaría
incorporar al análisis económico concreto cosas como la existencia de
“resistencia burocrática”, “mentalidades arcaicas”, y conceptos “obsoletos”,
todos ellos temas ciento por ciento políticos. ¿Puede haber alguna duda acerca
de que el estudio riguroso de la “resistencia burocrática” en Cuba pudiera
tener mayor poder explicativo respecto al proceso de lento crecimiento
económico del país que muchos otros factores que suelen mencionarse?
Me percato que esto debe
resultar perturbador para quienes asumen que la función de un especialista de
Economía Política es la de transmitir doctrinas y no la de tratar de
“desempacar” el papel de la política en el desarrollo, pero renunciar a hacer
eso casi siempre resulta en una idealización de la realidad que dificulta su
transformación.