Versión de la ponencia presentada en el panel «Retos del marxismo en la Cuba actual», que sesionó el viernes 25 de febrero de 2022 durante la segunda jornada de la IV Escuela de formación teórica-política Paradigmas críticos de la emancipación en el Caribe y América Latina. Desafíos prácticos del marxismo en la Cuba de hoy.
I.
Este panel invita a problematizar varias cuestiones: la situación del propio marxismo en las condiciones actuales de Cuba, los desafíos que el país plantea para el marxismo, y cómo uno y otra han sido leídos desde una visión marxista. De hecho, es difícil avanzar en una problemática sin las restantes. Las sesiones del III Pleno del Comité Central, del pasado mes de diciembre, valen como contexto inmediato, pues el «eterno retorno» del marxismo-leninismo, en texto y alma, ha desatado posturas diversas entre quienes aún se interesan por estos problemas.
En lo que sigue sólo comparto algunas distinciones para enmarcar la discusión sobre tales temas.
Durante siglo y medio, se han entendido como marxista cosas muy distintas, desde su sentido negativo original, a raíz de las pugnas dentro de la Internacional que Marx lideró. La polisemia ha dominado toda la existencia del marxismo, a contrapelo de haber sido codificado, divulgado y consagrado como «ortodoxia» por los partidos socialdemócratas de la II Internacional, que asumieron por tal una concepción del mundo del movimiento obrero empalmada con una doctrina atribuida a Marx. Pasando por los movimientos anticapitalistas y de liberación nacional del siglo XX, que dotaron de amplias variaciones al código genético marxista, esta polisemia ha sobrevivido a su pregonada muerte, tras el descalabro del socialismo real y de su larga hegemonía, tanto de su contenido como de su plasmación social. Como teoría e ideología, el marxismo marcó una época llena de contradicciones, al tiempo que este periodo histórico (con sus diferencias de contextos, tradiciones e imbricaciones intelectuales) dejó su huella en los aparatos categoriales del marxismo. Semejante densidad histórica y semántica ha hecho recurrente la pregunta sobre qué sobrevive del marxismo hoy, para saber de qué hablamos cuando hablamos de marxismo.
En cierto sentido, el final del bloque soviético cerró un ciclo que afecta a lo que podemos entender por marxismo. Un periodo en que el marxismo pudo funcionar como ideología de Estado, como un modo de organizar y administrar la sociedad según determinadas normas, metas, jerarquías y funciones. Pero también como doctrina de organizaciones políticas y sociales que intentaron disputar ese poder del Estado, con diversos fines de cambio social, por sus contenidos, alcance y radicalidad. En cualquier caso, el fenómeno marcado por la caída del muro de Berlín ha conmocionado hasta hoy a todo el universo de las ideas, instituciones y movimientos de la izquierda internacional.
Muchos rescatan como marxismo su interpretación en tanto proyecto de emancipación social, como proyecto de crítica y transformación del orden existente. En buena medida, el saldo de las últimas décadas ha sido marcado por la indagación sobre los contenidos vigentes de ese proyecto. Sobre qué elementos conforman ese núcleo que ha podido resistir a las sucesivas metamorfosis del sistema del capital (objeto de su crítica y de sus programas de cambio), y luego de la historia de fallidas alternativas concretas a ese orden global. Sin duda, mucho del ADN capitalista que Marx analizara en sus expresiones y tendencias, en su modo de producir relaciones sociales, ha adquirido hoy impactos y alcances inimaginables en la segunda mitad del siglo XIX. Es también evidente que los problemas y demandas de los movimientos sociales anticapitalistas, a los que Marx brindara una traducción científica y política, son de una actualidad alarmante.
Sin embargo, el sentido en que puede ser pensado el mencionado fin de ciclo nos advierte sobre un modo en que ya no podemos pensar el cambio social que el marxismo propone: bajo la forma del modelo.[1] Una de las consecuencias del fin del socialismo real fue la desaparición de una hoja de ruta trazada según etapas, de un esquema evolutivo de dinámicas y metas a alcanzar, cuyo fin ha abierto paso a la pluralización de vías de tránsito anticapitalistas. Antes, el modelo de socialismo realmente existente era de obligada referencia, incluso para procesos que asumieron, con distinto éxito, formas peculiares o «características propias». Hoy el mundo ha cambiado. A la conciencia crítica, sin las certezas ideológicas de antaño, de los fallidos experimentos del pasado siglo XX, se une ahora la búsqueda de nuevos y diversos horizontes de cambio, de nuevos y diversos agentes y medios para ese cambio, de nuevas dimensiones del cambio a alcanzar.
El fracaso del modelo universal de evolución y transición al socialismo propio del sistema soviético dio lugar a que se tachara al proyecto comunista de mito de vocación totalitaria. Su traducción de ideales de igualdad y justicia social en una instrumentalización sacralizada del Estado y de su capacidad planificadora de la economía, motivó la condena no sólo de sus resultados, de los medios empleados, del trayecto que prescribieron, sino de la propia idea de comunismo. Mal se defiende al ideal comunista abriendo un hiato entre la idea y el sistema que la representa, entre el proyecto social y el poder que propone hacerlo viable. La denuncia de desviaciones y deformaciones de su concreción histórica, al tiempo que se «rescata» al proyecto de toda contaminación con las condiciones cambiantes y las impurezas de procesos y comportamientos, reduce el ideal a una cuestión de interpretación autorizada, a una existencia discursiva y vacía de referencia real.
La vitalidad del ideal comunista depende, por el contrario, de que funcione como herramienta para conocer nuestros propios límites como sociedad, para repensar el pasado y plantear de otro modo los problemas del presente. Y tal vez hoy estemos en mejores condiciones para concebir lo que el marxismo propone no como algo idéntico a sí mismo, sino a través de su historia diversa, conflictiva y policéntrica.
II.
Pues este ideal comunista no es sólo premisa de cambio, sino también resultado de determinadas condiciones sociohistóricas. Tales condiciones han promovido la diversidad del marxismo y de su proyecto de sociedad poscapitalista. Quiero referirme a dos perspectivas que dan cuenta de las contradicciones del marxismo, dos tendencias que han dirimido sobre cómo entender el ideal que promueve, y que han de verse como matrices para comprender esa diversidad realmente existente.
A lo largo de su compleja historia, ha sido advertida una bifurcación dentro del socialismo. Un primer camino, ha podido reclamar la herencia de la racionalidad moderna, de su panoplia de derechos y valores cívicos, de sus bases institucionales y logros civilizatorios. Para este socialismo el tránsito hacia una nueva sociedad supone la superación del capitalismo, de su explotación de las clases trabajadoras y de la polarización social que de ella resulta. Propone desarrollar el proyecto ilustrado que el sistema del capital hiciera alcanzable, pero irrealizable bajo su lógica, expandir la emancipación política a través de la emancipación económica y social, dar pasos firmes hacia la extinción del Estado, de la economía mercantil, de las fronteras entre las naciones, etcétera.
Frente a esta propuesta, dominante en los centros del capitalismo mundial, ha existido un hecho incontestable. Virtualmente en todos los países donde los comunistas han llegado al poder, la prioridad para la dirigencia política no ha sido disolver el aparato de Estado, sino construir un Estado capaz de lidiar con la amenaza permanente de sometimiento colonial o neocolonial, y de acortar distancias respecto a los países industriales más avanzados. De ahí el imperativo de preservar la soberanía nacional y de crear las condiciones de cultura material necesarias, de desarrollar las fuerzas productivas a fin de garantizar la emancipación económica y tecnológica.
Este socialismo histórico ha padecido la cara opuesta del proyecto moderno de civilización: la deformación de siglos de opresión y explotación en su nombre. Su desarrollismo modernizador le ha conducido a hacer del Estado agente y garante por excelencia de tales metas progresistas. Como proyecto, no puede desentenderse de llevar a término la revolución anticolonial a todos los niveles, ni desligar la emancipación social de la emancipación nacional.[2]
Esta diferencia de condiciones históricas ha dado lugar a marxismos que han asumido posiciones políticas e intelectuales ubicadas en las antípodas, respecto a un amplio conjunto de eventos, procesos y fenómenos.[3]
Vinculada a esta distinción, ha existido otro modo de entender la contradicción entre dos grandes paradigmas marxistas, que echan raíces en la obra de Marx y Engels, tomadas no como un cuerpo homogéneo y cerrado de doctrinas, sino contradictorio, como el mundo que intentaron comprender y cambiar, siempre sujeto a nuevas y diversas interpretaciones. Esta segunda dualidad permite distinguir entre el marxismo como crítica y el marxismo como ciencia, entre el marxismo como filosofía de la praxis y el marxismo como economía política de las leyes del capitalismo. Este conflicto parte de la difícil conjugación que la perspectiva de Marx propone entre elaboración científica y programa político, entre teoría y práctica, entre análisis histórico y utopía. Es resultado entonces de la peculiar simbiosis de Marx, y de intentos sucesivos de reducir las tensiones que la han atravesado.
En términos generales, este conflicto ha dado lugar a la distinción de dos clases de marxismo, que difieren en sus premisas epistemológicas y ontológicas, en sus teorías sobre la sociedad capitalista como en sus posiciones políticas. Uno, centrado en el análisis de estructuras sociales objetivas, delimita marcos categoriales comunes a toda sociedad y considera a las fuerzas productivas como determinantes en la evolución social. Otro marxismo, que prioriza la crítica de las formas de enajenación social, enfatiza sobre la totalidad de las relaciones sociales y en la interpretación historicista y contextualizada de fenómenos y procesos concebidos, en esencia, como culturales. Uno reflexiona sobre la dimensión instrumental de la sociedad, otro sobre la producción de una nueva subjetividad; aquel, tiende a fetichizar las condiciones objetivas y medios institucionales y organizativos para alcanzar el cambio, este, a sobrevalorar la conciencia y la voluntad que emergen del proceso.
Si bien el marxismo crítico ha hallado suelo fértil en aquellos procesos convencidos de que «la historia no está de su lado», que han debido sobreponerse a la carencia de condiciones suficientes para la revolución social, se trata más bien de tipos ideales para analizar casos concretos (figuras, movimientos, procesos) que no se avienen del todo a una u otra categoría.[4]
III.
¿Qué puede ser rescatado entonces del proyecto crítico de Marx de cara a las condiciones actuales en que se inserta Cuba?
El III pleno vinculaba el rescate de la Historia nacional y del Marxismo-leninismo, pero de modo tal que lastra el resultado de antemano. De un lado, promueve la ortopedia de un Marxismo único enlazado a una Historia patria tratada como un depósito de recursos para la «lucidez» y «firmeza» ideológicas, necesarios contra la renovada ofensiva estadounidense de cambio de régimen. De otro, pretende que ese empaste pueda brindar cohesión a una sociedad más diferenciada y desigual de lo que fue décadas atrás, en torno a un programa de reformas que no ha logrado superar nuestra propia versión de socialismo de Estado.
Si reapropiarnos nuestra memoria histórica tiene sentido para promover un nuevo proyecto de sociedad, entonces el modo de acercarnos a nuestra realidad debe ser diferente. Y en este punto podemos sacar partido del bagaje crítico del proyecto emancipador que inauguró Marx. Quiero señalar tres dimensiones o formas bajo las cuales la pluralidad de la crítica marxista puede ser aprovechada para comprender las contradicciones de la sociedad actual.
Una primera, es la crítica del objetivismo, de la ontología espontánea que asume a la realidad como un agregado de objetos. Nos encontramos aquí en el ámbito de una filosofía de la praxis, en el terreno de la teoría del conocimiento científico de Marx. Su documento fundacional son las Tesis sobre Feuerbach, donde proclama la ruptura con todo el materialismo anterior, porque este reduce la realidad a la forma de objeto. En cambio, Marx afirma que nuestra acción es siempre parte de una realidad que nos incluye. Si concebimos la actividad de conocimiento como parte de la realidad, entonces debe alterar el objeto de conocimiento para entenderlo. En palabras de Bertolt Brecht: «no podemos conocer nada que no podamos transformar, ni tampoco nada que no nos transforme».[5] No hay conocimiento objetivo fuera de un conjunto de relaciones sociales concretas que condicionan toda actividad intelectual, que a su vez modela las condiciones de las que forma parte.
La crítica de la ideología, en segundo término, se refiere a los mecanismos de reproducción de la dominación, de las formas instituidas del poder del Estado, y a la crítica de su lógica propia. Muchas veces encontramos que el concepto de ideología se identifica a la «falsa conciencia». Más bien, apunta hacia la aceptación de relaciones «invertidas» en el sujeto, es decir, problematiza la identificación de los dominados con las relaciones de dominación. Se trata de develar una doble eficacia de la dominación que ejercen las instituciones, verdaderas cartas de navegación social: son fruto de luchas pasadas y sirven a la dominación actual; pero dominan, con el tiempo, sin aparecer como tales estructuras de dominación. Que a este concepto luego se le limara su impronta crítica para hacer de él un término positivo, y que se declarase a Marx como «ideólogo del proletariado», es parte de la inversión del marxismo que predominara en el siglo XX, convertido en ideología de Estado. Pero también se ha arrebatado a la ideología su idea central sobre la reproducción de la dominación, al divulgar una versión que se limita a tomar nota de que nuestras formas de representación están condicionadas por la posición social.
La tercera es la crítica del fetichismo, que deriva de la generalización de la forma mercantilizada de intercambio. Como es sabido, la crítica de la economía política marxiana indaga en las formas, dinámicas y tendencias de desarrollo del capital, y en sus consecuencias, en los modos en que moldean espontáneamente nuestra conciencia. A primera vista, las formas de valor como la mercancía o el capital aparecen como cualidades de objetos. El dinero, pongamos por caso, cumple su función de permitir el intercambio de productos a escala universal gracias a que sustituye el encuentro directo entre los productores, y a que apela a una abstracción común de las cualidades concretas de los productos (el trabajo humano abstracto). Las relaciones sociales están mediadas por una abstracción de la acción concreta de los productores, que adquiere autonomía, validando y consagrando la separación entre ellos, que concurren al intercambio como productores privados. Mediante este intercambio económico experimentamos así el poder de los productos sobre quienes los han producido: nos convertimos en apéndices de su proceso social de cambio y valorización. Este poder paradójico es la esencia del capitalismo, y es a lo que se refiere el concepto del carácter fetichista de las mercancías. Marx destacó que el capitalismo es un modo de producir las necesidades materiales y espirituales del ser humano, y un modo de producir las representaciones y la satisfacción de esas necesidades. Es un fenómeno cultural, en el sentido más amplio y profundo del término.
Tal repertorio crítico del marxismo puede ser eficaz si el socialismo no es tomado como una meta predefinida, un fin en sí o punto de llegada. Entendido como transición, posee un tiempo heterogéneo que no puede ser reducido a esquemas prefabricados, ni a una lógica externa y anterior. Como proceso no programado coexisten en el mismo, y luchan entre sí, lógicas, relaciones, instituciones heredadas y reproducidas del capitalismo con elementos y tendencias de la futura sociedad comunista. El socialismo constituye, necesariamente, una sociedad contradictoria, conflictiva, desgarrada, abierta. No hay modo de alcanzar una «conducción científica y armoniosa» de la misma, a través de una hoja de ruta elaborada de antemano.
El socialismo puede ser visto, entonces, como una revolución permanente, constante proceso de luchas y de rupturas, y por ello de búsqueda, de invención, de ensayo. En el sentido de privar cada vez más a las diferencias sociales de jerarquía, de incluir sin subordinar. Como tal revolución ininterrumpida, necesita no sólo de proyectos, sino de la existencia de fuerzas (sociales, políticas, intelectivas), de instancias e instituciones encargadas de la continua confrontación del proyecto con la marcha de los procesos reales, que hagan posible su rectificación, afinación, mejoramiento.
Notas
[1] La expansión de regímenes autoproclamados socialistas en Europa, Asia, América Latina y África durante la segunda posguerra resaltó la importancia de lo que entonces se denominó como «transición al socialismo». Entre 1945 y 1985, «transición» significaba, sobre todo, transición al socialismo. La expansión de movimientos de liberación nacional en esa etapa propició que, desde los centros de poder de la URSS y los países socialistas europeos, se desarrollara una rama teórica específica a la que se le denominó «teoría de la transición», que fue colocada dentro del «comunismo científico», una de las «partes integrantes» del marxismo-leninismo, según este cuerpo teórico se denominó a sí mismo. Esa teoría de la transición se preciaba de haber establecido las leyes y regularidades que regían la transición al socialismo, que regían para cualquier país donde una revolución radical tomara el control del Estado y emprendiera la tarea de construir una nueva sociedad no capitalista, con independencia de sus condiciones económicas, culturales e históricas. Acanda, J.L. (2008). Transición, en Autocríticas. Un dialogo al interior de la tradición socialista. La Habana: Ruth Casa Editorial, 40–60.
[2] Martínez Heredia, F. (2005). Socialismo. México: UNAM.
[3] Losurdo, D. (2019). El marxismo occidental: cómo nació, cómo murió y cómo puede resucitar. Madrid: Editorial Trotta.
[4] Gouldner, A. W. (1983) Los dos marxismos: Contradicciones y anomalías en el desarrollo de la teoría. Madrid: Alianza Editorial.
[5] Citado por Wolfgang Fritz Haug. (2009). Sobre la actualidad filosófica de Karl Marx. Pasajes: Revista de pensamiento contemporáneo, (29), 8.
Cuatro noticias pueden identificarse como las de mayor impacto en la economía cubana en 2021: desde la inflación hasta la reforma monetaria, la vacunación anticovid y el reordenamiento de los actores económicos. El año alargó la crisis que acompaña a la pandemia y removió ámbitos estratégicos.
El 2022 comienza entre planes de recuperación, entre persistentes desequilibrios, liquidez financiera y otros síntomas de la crisis. El gobierno se propone un crecimiento del 4% en el PIB este año.
En el horizonte de la economía cubana asoman algunas luces, aunque de manera borrosa por su estrecha conexión con las incertidumbres y las incógnitas que también le legó 2021.
El mayor de los conflictos, la inflación, recuerda un capítulo similar de la crisis del Período Especial en los años 90. Remata, como entonces, una larga lista de problemas internos en un contexto externo desfavorable.
La mayoría de las maniobras implementadas por el gobierno en el 2021 buscaba soluciones, mediante reacomodos para que los principales sectores, actividades y actores recuperen gradualmente sus capacidades. La primera y más importante de estas operaciones fue la Tarea Ordenamiento, aunque necesitó ella misma de reajustes apenas dio los primeros pasos. Y los sigue requiriendo.
Desde antes era evidente la necesidad de transformaciones en múltiples áreas de la economía, para remontar la crisis integralmente.
Las cuatro noticias del año
En un contexto global de pandemia y con una parálisis social y económica inédita en Cuba, 2021 abrió con la reforma monetariacomo principal noticia de la economía. Ese podio lo compartió en el año con la inflación, la creación de vacunas cubanas contra la Covid-19 seguida de la vacunación y la entrada al escenario nacional de las micro, pequeñas y medianas empresas privadas (mipymes), en compañía de las estatales.
Las cuatro noticias clasifican como lo más relevante para la economía en2021 por la novedad, las consecuencias directas para la actividad económica y las transformaciones profundas que entrañan para la vida política y social cubana. Del cuarteto, la inflación es el síntoma más evidente e inquietante, pero no el único.
Por el contrario, las otras tres noticias –Tarea Ordenamiento, vacunas vs Covid-19 y mipymes– se derivan de programas que implementó o aceleró el gobierno para que la economía levante cabeza. Otras medidas pusieron la mirilla, incluso, en sectores estratégicos: las empresas estatales y las producciones agropecuarias, por ejemplo.
Pero tuvieron menos impacto en los públicos mediáticos del país, ya sea por la poca visibilidad de sus primeros resultados o por el temor de que sean la repetición de carpetas de medidas que las autoridades aplican año tras año para el sistema empresarial y la agricultura, sin éxito sustancial.
El 2021 tuvo otro momento notorio en abril, con el VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba, pero esta vez la estrategia económica acordada por la máxima estructura de poder político varió poco la ruta trazada cinco años antes en los Lineamientos de la Política Económica y Social y la Conceptualización del Modelo de Desarrollo Socialista.
Síntomas de la crisis
El crecimiento del 2% del producto interno bruto (PIB) en 2021 apenas representó, en la práctica, un freno para la recesión registrada a cuenta de la pandemia. Todavía en el primer trimestre de ese año se registró una fuerte baja del PIB (-13,4%), una prolongación del retroceso consecutivo de dos años: -10,9% en el 2020 y -0,2% en el 2019.
Ante el nuevo año, el gobierno parece más cauteloso y realista que en los planes anteriores. Para el 2021 había soñado una meta de crecimiento económico del 6%, justo en medio de los rebrotes que llevaron la pandemia a un pico trágico, con el alargamiento de la parálisis casi total del turismo, la desarticulación consiguiente de buena parte de la economía, que quedó sin locomotora, y la postración del comercio minorista.
Después de registrar en 2020 bajas sensibles en casi todos los indicadores de producción y servicios, en 2021 variaron poco los resultados finales de la industria (-1,7%) y la agricultura (2,1%).
La producción de petróleo descendió un 4%, 3.069 toneladas. El níquel incumplió en más de 5.000 toneladas el plan de 52.600, lo que implicó una caída de 5% en relación con el año previo y que perdiera una tajada de 60 millones de dólares a cuenta de precios internacionales en alza.
Los peores resultados los tuvieron el azúcar, con una producción estimada en 828.000 toneladas, un 25% por debajo del año anterior,y el turismo, que recibió dos tercios de visitantes menos que en 2020.
De acuerdo con datos hasta el tercer trimestre de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), la construcción apuntaba a cerrar el 2021 sin mucho cambio en relación con el año previo, mientras el comercio tendía a recuperarse en los meses finales tras una arrancada pésima (-21,4% en el primer trimestre y -10,5% hasta septiembre). La salud (15,9%) y el transporte, almacenamiento y comunicación (10,2%) eran las actividades con mejor medición económica.
El despegue comenzó en el segundo semestre, a medida que el gobierno pudo implementar acciones para reavivar su economía, entre las cuales la más importante fue la vacunación masiva contra la Covid-19 en la recta final del 2021. Más prudente en sus cálculos ahora, el gobierno programa para el 2022 una meta de crecimiento del 4%.
Aunque las condiciones epidemiológicas apuntan a mejorar y los caminos económicos empiezan a despejarse, los desequilibrios inflacionarios –el síntoma más doloroso de la crisis–, las privaciones financieras y las contracciones productivas están en su peor momento. El reordenamiento monetario alienta todavía más dudas que ilusiones.
Ordenamiento inconcluso
Ante los diputados, el ministro de Economía, Alejandro Gil, defendió la Tarea Ordenamiento como un paso oportuno, aunque reconoció errores en el diseño y aplicación de esta reforma. Foto: Tomada de Cubadebate
La unificación monetaria y cambiaria era recomendada, discutida y esperada en Cuba incluso antes de ser incorporada a la letra de la reforma económica en 2011. Pero su implementación demoró hasta el primero de enero de 2021. Ese día la tasa oficial de cambio del peso cubano pasó de 1 CUP x 1 USD a 24 CUP x 1 USD y el peso cubano convertible (CUC) dejó de circular.
El sistema financiero del país y la contabilidad de las empresas ganó transparencia, al desaparecer la extraña dualidad monetaria y cambiaria que oscurecía cualquier medición económica.
Para compensar el trabalenguas existente en el sistema monetario, la economía cubana había incorporado en la práctica más de dos tasas de cambio. Era imposible precisar cuáles empresas eran rentables y cuáles sobrevivían subsidiadas por el Estado o por la dualidad del CUP-CUC.
La Tarea Ordenamiento, como la identificó el gobierno, se completó con una reforma del sistema de precios y subsidios y con una reforma de salarios y pensiones, áreas en que se habían acumulado profundas distorsiones durante casi tres décadas de existencia del CUC.
Sin embargo, el drama de la inflación ha generado dudas acerca de si no era el peor momento para la reforma monetaria.
Al concluir el primer año, el ministro de Economía, Alejandro Gil, descartó que fuera el ordenamiento una causa de la inflación. La achacó a la caída de la producción y la oferta con la crisis de la Covid-19, endurecida por el agravamiento del bloqueo económico de Estados Unidos.
“Si seguimos esperando el mejor momento, nunca lo hacemos”,dijo en diciembre pasado ante los diputados. Defendió este paso bajo el criterio de que“nos ha permitido ampliar los actores económicos y ponernos en mejores condiciones de comenzar a recuperar la economía de forma gradual”.
Pero en esa oportunidad el titular de Economía y viceprimer ministro admitió que “el ordenamiento tiene problemas de diseño y en su implementación, que hemos estado corrigiendo en contacto con los productores y empresas”. A pesar de los largos años de preparación, apenas arrancó la reforma monetaria hubo que reajustar numerosos precios, incluyendo la tarifa de electricidad, y readecuar regulaciones de la contabilidad presupuestaria y empresarial.
Otra realidad que empaña la unificación monetaria es la ampliación en 2021 de un circuito comercial en moneda libremente convertible (MLC), que mantiene el gobierno desde 2019 para calzar el consumo minorista. Las autoridades defienden esas tiendas como opción temporal –“tabla de salvación”, dijo Gil– porque oxigenan la deprimida oferta a la población y aportan ingresos a numerosas empresas para financiar su adquisición de materias primas. Permite mantener con vida importantes fuentes de empleo, insistió Gil recientemente.
La dolarización parcial de la economía es uno de los conflictos pendientes de solución antes de considerar que el ordenamiento monetario tenga éxito. A su vez, depende de la solución de otro enredo, la inflación.
Las culpas de la inflación
Entre los errores más notorios de la Tarea Ordenamiento estuvo una pifia en los cálculos de la Comisión Permanente de Implementación y Desarrollo. De acuerdo con la explicación del jefe de la misma, Marino Murillo, a la Asamblea Nacional del Poder Popular, la inflación derivada de la devaluación del peso hubiera podido ascender en 6.900% o 70 veces en el mercado informal, con influencia en el comercio minorista y mayorista.
Ante igual público, Alejandro Gil dijo un año después que la inflación cerraría el 2021 alrededor de un 10% por encimade lo previsto. De acuerdo con la estimación de la ONEI, los precios minoristas aumentaron en 77,33%, con alzas más fuertes en las actividades de transporte (188,60%), servicios de la vivienda (153,54%) y alimentos y bebidas no alcohólicas (113,50%).
Diez años después de ser creada para conducir la reforma económica, la Comisión Permanente fue disuelta en el 2021, justo cuando el ordenamiento monetario y el resto de las transformaciones se ven amenazadas por desequilibrios inflacionarios.
Tanto el gobierno como las voces críticas de la academia identifican la inflación como el mayor problema de la economía cubana en estos momentos. También la población. En 2021, los precios en mercados y comercios han mantenido una inquietante tendencia al alza, que se traga los incrementos salariales de años previos y el beneficio que pudo derivarse de la reforma monetaria en un primer minuto.
El problema antecede a la Tarea Ordenamiento. El economista José Luis Rodríguez observa que“ya antes del 2020 existía una presión inflacionaria creciente al aumentar la masa de dinero en circulación con una disponibilidad menor de bienes y servicios”. En su opinión esta situación “se agudizaría en el 2020 y el 2021 por la crisis debido a la irrupción de la pandemia”.
De acuerdo con datos de la ONEI que cita este experto, la tasa de inflación viene en alza desde 2020, al subir ese año la liquidez en manos de la población al 121% del PIB y escalar el déficit fiscal al 17,7% del PIB.
La devaluación consecuente del peso llevó la tasa de cambio a cien pesos por dólar en el mercado informal al cierre de enero de 2022, cuatro veces menos valor que en la tasa oficial.
Turismo, inversiones y remesas
El rebrote de la pandemia en el 2021 enfrió las expectativas de recuperación del turismo y, por carambola, de la economía cubana en su conjunto. La contracción casi total en la recepción de vuelos y viajeros ha constituido la representación más clara de la crisis en una economía que ha definido a la industria del ocio como su locomotora.
De acuerdo con la ONEI, Cuba solo recibió 356.470 visitantes en 2021, un 33% del total registrado un año antes o el 7,5% de los que llegaron al archipiélago cubano en el 2018, el mejor previo a la Covid-19. La suma de visitantes en 2020 y 2021 (1.442.390) representó menos del 30% del récord de 2018. Si el ingreso promedio por turista se mantuvo en un nivel similar al de 2019, los ingresos totales de esa industria habrán quedado por debajo de 900 millones de dólares entre ambos años, bastante menos que los 2 500 millones que el turismo ingresaba anualmente antes de llegar a la realidad global el Sars-Cov-2.
La parálisis del turismo dejó sin mercado a numerosas producciones y servicios del país, incluidas los materiales de construcción y la mobiliaria. Los gastos en inversiones cerraron con las pérdidas lógicas. La ministra de Finanzas y Precios, Meisi Bolaños, confirmó en diciembre que el país había dejado de ejecutar miles de millones de pesos planificados en la actividad inversionista.
La industria eléctrica fue una de las pocas que consiguió avances de sus inversiones, para incrementar en 400 MW su capacidad de generación.
Las remesas, otra fuente importante de moneda dura para la economía cubana, han sufrido una fuerte reducción simultánea en estos años, por medidas que adoptó la administración de Donald Trump (2017 – enero 2021) antes de abandonar la Casa Blanca y que el presidente Joe Biden (enero 2021) ha mantenido intactas.
Según estimados de expertos*, el flujo de remesas hacia Cuba pudo haber caído en más de una cuarta parte en 2020 y a menos de la mitad en 2021. Las medidas del bloqueo económico estadounidense contra esa opción habrían impedido la entrada directa de más de 2.000 millones de dólares a la economía de las familias cubanas entre ambos años, justo en medio de la crisis sanitaria y económica más dramática de las últimas décadas.
Primeras reacciones
Las perspectivas de recuperación son más visibles para el turismo y otras exportaciones que para las remesas (el gobierno de Biden no manifiesta intención de aflojar el castigo anticubano). Apenas entrevió esperanzas en relación con la pandemia, el gobierno reabrió el 15 de noviembre las fronteras y aeropuertos. El propósito declarado por el ministro de Turismo Juan Carlos García Granda es recibir al menos 2,3 millones de turistas en 2022 bajo los protocolos sanitarios que aplican hoteles y demás instalaciones.
El comercio exterior también aspira a levantar cabeza, luego de varios años de contracción sostenida, con la caída más brusca de las exportaciones de bienes y servicios en 2020 (-20,5%). A juzgar por el reporte de fin de año del ministro de Economía, las ventas de mercancías y servicios al exterior, que redondearon 8.643 millones de dólares el año pasado, apuestan a crecer en 851 millones en el 2022.
El gobierno no solo asienta sus esperanzas de recaudación este año en producciones tradicionales como el níquel (747 millones) y el tabaco (288 millones), así como el turismo, en el área de servicios (unos 1.400 millones, si las playas cubanas atrapan a los 2,3 millones de visitantes). También ha incorporado a la lista dos renglones de la familia tecnológica: los servicios de telecomunicaciones, que aumentarían un 2 % sobre los 787,5 millones de dólares que ingresaron en 2021 y las exportaciones de productos biofarmacéuticos.
Carta de oro de la biotecnología
La industria de medicamentos programa el incremento más sólido del año en ventas cubanas al mercado externo. Con las vacunas de factura biotecnológica como perla principal de la corona, se propone un salto de un 70% en sus ingresos por exportaciones, que cerraron en 2021 con 162 millones de dólares.
El país ingresaría poco más de 274 millones de dólares en 2022 de cumplirse planes entre los cuales las vacunas anticovid aparecen como carta fuerte, aunque no son las únicas. El grupo empresarial BioCubaFarma produce ocho vacunas, con la antimeningocóccica BC del Instituto Finlay y la recombinante contra la Hepatitis B, del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) entre las más reconocidas.
Tras demostrar con la inmunización masiva del país contra la pandemia la eficacia de las vacunas Abdala (del CIGB), Soberana 02 y Soberana Plus (del Instituto Finlay en alianza con el Centro de Inmunología Molecular y el Centro Nacional de Biopreparados), Cuba comenzó a exportarlas a cuatro países: Vietnam, Irán, Nicaragua y Venezuela. Mientras, negocia el aval de la Organización Mundial de la Salud, que ayudaría a abrirles alguna de las puertas controladas en los mercados europeos por las grandes transnacionales farmacéuticas globales. También explora mercados en otros países como Bielorrusia y México.
El director del Instituto Finlay, Vicente Vélez, confirmó ante los medios que la industria biofarmacéutica cubana podía producir más de cien millones de dosis anualmente mediante el llenado de 100.000 bulbos por día. Esta capacidad, que garantizaba la cobertura nacional y disponibilidad para exportar, aumentó con la inauguración en noviembre del Complejo Industrial Biotecnológico CIGB-Mariel en la Zona Especial de Desarrollo Mariel (ZEDM). Con el nuevo año, esta fábrica comenzó a producir la vacuna Abdala.
La directora de ZEDM, Ana Teresa Igarza, informó que ese complejo de capital ciento por ciento cubano, era el primero de tres proyectos de alta tecnología ya aprobados, para su desarrollo en cuatro años con participación extranjera.
Como al resto de la actividad inversionista, la pandemia frenó la captación de nuevos negocios para esta Zona. Solo aprobó seis nuevos en 2021. Desde su inauguración hasta el cierre de este año ha dado luz verde a 61 negocios de 21 países; 34 ya están en operaciones.
Casi más que los ingresos por exportaciones que pueden derivarse de las vacunas cubanas, estas creaciones tienen el mérito estratégico de haber devuelto al país tranquilidad y capacidad para reabrirse al turismo y expandir gradualmente el resto de la economía. A la contribución sanitaria y mercantil puede sumarse un alivio en las presiones presupuestarias.
En momentos de contracción severa de ingresos externos, inflación y depresión del consumo, los gastos del Estado se resintieron por la compra de medicamentos y otros recursos de salud. En 2021, el Presupuesto desembolsó alrededor de 3 000 millones de pesos para gastos de salud, de los cuales poco más de mil fueron para poner coto al Sars-Cov-2, según informó Bolaños a la prensa.
La contracción de producciones y liquidez en moneda dura, unida a la contracción de mercados externos y las trabas del bloqueo para impedir que Cuba emplee sus reservas con bancos y navieras, han llevado al gobierno a un callejón sin salida.
Una consecuencia, el incumplimiento del pago de los servicios de la deuda externa después de haberla renegociado años antes con el Club de París y con otros acreedores como Rusia y China; los incumplimientos también se acumulan ante proveedores comerciales. Otra consecuencia, las dificultades para acceder a nuevos créditos.
“La renegociación de la deuda externa bajo nuevos mecanismos” es, en opinión del economista José Luis Rodríguez, una de las primeras acciones que debería emprender Cuba frente a la crisis inflacionaria del momento. Permitiría “restaurar los flujos financieros corrientes y a largo plazo que requiere la economía cubana” y recuperar la capacidad para revivir el financiamiento externo e interno. Este paso lo concibe vinculado con “una política más flexible de captación de la inversión extranjera directa”.
De acuerdo con estimados de Rodríguez, la deuda externa de Cuba se ha mantenido en torno a 30.000 millones de dólares desde el 2013, aunque observa un peligroso incremento de la brecha financiera en los años de la Covid-19 entre el beneficio de la balanza comercial y los servicios acumulados de la deuda.
Agricultura: en busca de recursos financieros
La agricultura es una de las actividades más golpeadas por la carencia de moneda dura para financiar insumos imprescindibles. La crianza de cerdos corre el riesgo del estancamiento y el retroceso por escasez de piensos y otros recursos básicos. Cultivos básicos en la dieta cubana, como los frijoles, el arroz y las viandas, tropiezan por el pobre abastecimiento de fertilizantes, combustibles y plaguicidas.
Con participación de productores y expertos, el gobierno propuso a inicios del 2021 un paquete de 63 medidas para mitigar el conflicto. Lo presentó como “respuesta a problemas estructurales, organizativos, productivos y socioeconómicos”. Las autoridades aludieron entonces al sobredimensionamiento de las estructuras, la baja productividad agropecuaria, la poca introducción de la ciencia y la técnica, el deficiente uso de la tierra y el impago a los productores, todos problemas viejos.
Las nuevas medidas promueven una mayor descentralización de los actores económicos de la agricultura, en primer lugar, las cooperativas, para flexibilizar la concurrencia de los mismos a los mercados internos y externos. En esa cuerda, el paquete aprobó la participación directa e indirecta de las cooperativas en proyectos con inversión extranjera. Al cierre del año ya habían firmado 158 contratos, por un monto total de 15,3 millones de dólares.
Un paso aplaudido fue la creación de la banca de fomento agropecuario, con capital de mil 800 millones de pesos destinados a la producción porcina, la ganadería vacuna y los cultivos de arroz, plátano, yuca y guayaba. Hasta diciembre, había otorgado 252 créditos. Iniciativas insuficientes a todas luces, el ministro de Agricultura, Ydael Pérez Brito, prometió a fin de año priorizar la gestión de nuevos financiamientos para las producciones de leche, maíz, arroz y frijol, y explorar la posibilidad de subsidios estatales para las producciones de café, maíz, arroz, tomate y leche.
De las tensiones que atraviesa la actividad agropecuaria habla un diagnóstico que presentó el ministro a los diputados. Dos tercios de las 4.818 cooperativas existentes presentan una situación económica desfavorable.
Mipymes
Las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes) privadas no son nuevas en Cuba. Actuaban desde hace años bajo la etiqueta de trabajadores por cuenta propia, o como cooperativas, lo que les permitía contratar legalmente trabajadores, pero no les confería personalidad jurídica. La nueva regulación las colocó a partir de septiembre del 2021 en igualdad de condiciones jurídicas que las formas estatales para hacer negocios y articularse a la economía.
La respuesta fue inmediata. Cuatro meses después de recibir luz verde a mediados de septiembre, las mipymes y las cooperativas no agropecuarias rozaban las dos mil. A juzgar por la cantidad de solicitudes en cartera, podrían aproximarse a cinco mil en fecha próxima. La gran mayoría son mipymes privadas: 1.422, de las 1.471 registradas hasta mediados de enero. Estatales solo eran 27 y cooperativas no agropecuarias, 22.
De acuerdo con datos del Ministerio de Economía y Planificación a mediados de enero el 58% de las mipymes eran reconversiones, fundamentalmente de TCP, y el 42% nuevas creaciones.
Las actividades económicas más demandadas son la fabricación manufacturera (materiales de la construcción, calzado, confecciones del hogar y otras), la producción alimentaria y la reparación de equipos de cómputo, automotores e informática.
Dos desafíos enormes tienen estos nuevos agentes, sean mipymes privadas o estatales y las cooperativas: acondicionarse con éxito en un contexto cambiante, de crisis, inflación y limitaciones financieras acentuadas como nunca, y articularse a una economía que funcionó durante años bajo patrones distantes de los paradigmas de competencia empresarial que surgen de facto, al multiplicarse los actores económicos.
El actor principal
El modelo ideológico del socialismo cubano sigue otorgando a las empresas estatales el papel de actor principal de la economía. Mientras preparaba la entrada a las formas privadas, desde 2020 ha adoptado sucesivos paquetes de medidas para reorganizar y relanzar el sistema empresarial estatal.
En 2020 incorporó 28 disposiciones que descentralizaron reglas del juego empresarial y que hubo que renovar como parte de un amplio rediseño de regulaciones contables y comerciales que exigió luego el ordenamiento monetario.
Mayor impacto noticioso causó otro par de medidas que fueron presentadas a mediados de 2021, después de aprobar el Consejo de Ministros la Estrategia para el Perfeccionamiento de los Actores Económicos. Con una, el gobierno eliminó la obligación de utilizar la escala salarial en el pago a los trabajadores de las empresas estatales, flexibilizó la distribución de utilidades entre los mismos y dejó en manos de las direcciones de las empresas el diseño de las reglas salariales en sus respectivas entidades. Con la otra disposición reajustó normas de funcionamiento para facilitar la incorporación de formas estatales al mundo de las mipymes.
De la complejidad de ambos pasos hablan los conflictos destapados en el ejercicio salarial, en una coyuntura de limitaciones, así como el poco entusiasmo en las solicitudes estatales para registrarse como mipymes, a pesar de la mayor autonomía que tendrían.
Como evidencia de las grietas que arrastra el sistema empresarial, más de 500 entidades estatales cerraron el año con pérdidas, de unas tres mil existentes. Para evitar la quiebra requirieron de subvenciones millonarias desde el Presupuesto del Estado.
Con el Presidente Miguel Díaz-Canel como adalid, el gobierno ha emprendido una campaña a favor del diálogo con científicos y sociólogos, incluidos economistas, y hacer de la ciencia y la innovación un ejercicio cotidiano de los actores económicos y de la sociedad en su conjunto. Lograrlo en las empresas estatales pudiera convertirse en uno de los desafíos mayores de la reforma del modelo económico cubano, en el mediano y largo plazo, después de atender las urgencias del corto plazo como la inflación o la recuperación de los esquivos equilibrios económicos. (2022)
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* De acuerdo con Havana Consulting Group, entidad radicada en Miami, en 2021 las remesas cayeron, de 3.716 millones de dólares en 2019 y 2.348 millones en 2020, a 1.084 millones.
Sesión del Consejo Nacional de Innovación, encabezado por el presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Foto: Estudios Revolución.
Cómo lograr la transformación industrial que Cuba necesita, a partir del uso de las nuevas tecnologías, fue el tema que centró los análisis de la más reciente sesión del Consejo Nacional de Innovación, encabezado por el primer secretario del Comité Central del Partido Comunista y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
En un contexto donde el mundo avanza cada vez más hacia la adopción de la tecnología digital y el fomento progresivo de la automatización de los procesos productivos, este órgano consultivo del Estado cubano —orientado a recomendar las decisiones para impulsar la innovación en el funcionamiento del Estado, el Gobierno, la economía y la sociedad de forma coordinada e integrada— llamó la atención sobre la importancia de asumir y aplicar en el país esos conceptos.
Las acciones tienen sus bases en lo que se ha dado en llamar la Industria 4.0 —considerada como la cuarta revolución industrial— que busca transformar a la empresa en una organización inteligente para conseguir los mejores resultados.
Hacia ese camino también se proyecta la industria cubana que, teniendo en cuenta sus propias características y las objetivas limitaciones económicas que persisten, trabaja para estimular el surgimiento de nuevas empresas de alta tecnología, así como de pymes tecnológicas, a partir de la convergencia entre el sector empresarial y el académico, y sus encadenamientos productivos.
Justamente por ser el Consejo Nacional de Innovación una plataforma para la discusión e intercambio de ideas y perspectivas entre especialistas de diferentes sectores y con ello contribuir a la visión de la nación, su más reciente sesión de trabajo se convirtió en el escenario perfecto para compartir y evaluar algunas de las acciones que ya se realizan en el país para impulsar una industria de avanzada que no se quede solo en el marco digital.
Este tema de la industria de avanzada —detalló el Doctor en Ciencias Agustín Lage Dávila, asesor de BioCubaFarma— guarda una estrecha relación con diversos organismos y tiene además un vínculo muy directo con el desarrollo de las ciencias técnicas. En tal sentido, detalló algunas de las acciones que se potencian como parte del proyecto Nuevas tecnologías, industrialización avanzada y reinserción internacional, que da respuesta a uno de los macroprogramas contenidos en el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030.
Estamos llamados a reindustrializar el país, enfatizó, pero no con el concepto de la grandes estructuras físicas que se hacían en los años 70, sino con este nuevo tipo de industria, muy marcada por el empleo de tecnologías habilitantes —tecnologías que generan otras tecnologías—, tales como la conexión de maquinarias industriales a Internet a través de sensores; las telecomunicaciones avanzadas; la robótica; la inteligencia artificial; el procesamiento de grandes masas de datos (big data); las nanotecnologías y otras.
Todas ellas, abundó, tienen en común, entre otros elementos, que son menos intensivas en recursos materiales y más intensivas en conocimientos; borran las fronteras entre las esferas física, digital y biológica de la producción; y utilizan intensivamente las tecnologías de la información y las telecomunicaciones.
Y para esa transformación que precisa la nación, dijo, es imprescindible cortar varios nudos que pudieran estarla entorpeciendo, como la insuficiente dinámica en el proceso de creación de nuevas empresas de base tecnológica; la limitación de dispositivos de protección financiera; la gestión de mipymes estatales y su operación en igualdad de condiciones; así como la poca capacidad de inserción de nuestras empresas en el escenario internacional.
“Si queremos reindustrializar, tenemos que preparar a las empresas para esto”, aseveró el destacado científico cubano.
Caminos que transita Cuba
Si bien Cuba tiene mucho camino por andar todavía en pos del desarrollo industrial que necesita, y asumir con mayor amplitud los conceptos que trae consigo esta llamada cuarta revolución industrial, algunas de sus empresas no están de brazos cruzados.
Tal es el caso del Grupo de la Electrónica (GELECT), desde el cual, según detalló su presidente, Vicente de la O Levi, se han desarrollado algunas experiencias con el empleo de estas tecnologías y se avanza así en el propósito de convertir a la empresa en una industria basada en el conocimiento, donde se destacan ocho líneas estratégicas de desarrollo, como la eficiencia energética, la automatización, la robótica, la electrónica médica y otras.
Durante los dos últimos años —aseguró— todas nuestras empresas han estado inmersas en un proceso inversionista constante que ha dado como resultado una amplia gama de productos como electrodomésticos, equipos médicos, básculas y balanzas, dispositivos informáticos, electrónicos y para el uso de energías renovables, entre otros.
Tras los retos que entraña la imperiosa necesidad de utilizar mejor las capacidades y el talento existente, y buscar producciones, productos y servicios con un mayor valor agregado, el presidente de GELECT coincidió en señalar la importancia de conducir con audacia el proceso de transformación de la industria que se ha propuesto el país.
El camino hacia la Industria 4.0 es necesario, es obligatorio y constante, insistió. Tenemos la base del talento que es lo fundamental, y como grupo nos estamos proponiendo informatizar más los artículos de consumo como la vía para el internet de las cosas, refirió.
Estrechamente vinculada a la Industria 4.0 está también el desarrollo de la industria del software en Cuba. Al respecto, Grisel Reyes León, viceministra de Comunicaciones, consideró que ambas forman parte de un sistema único, teniendo en cuenta que el software es el elemento integrador y soporte del conocimiento que se agrega a los procesos.
La Industria 4.0 no es más que la evolución de la transformación digital de la sociedad —dijo— y en Cuba tenemos muchas fortalezas para desarrollarla.
Como parte del análisis, la viceministra de Economía y Planificación, Johana Odriozola Guitart, compartió con el auditórium algunas de las ideas que se han estado valorando en distintos proyectos, relacionadas con las mypimes estatales de base tecnológica como un componente de la Industria 4.0.
Como elementos decisivos en este camino subrayó la necesidad de dotar a la empresa estatal de la mayor flexibilidad posible y demostrar su eficiencia, así como aprovechar el talento humano existente.
Tenemos conocimiento e inteligencia en el país para lograrlo, valoró Eloy Álvarez Martínez, ministro de Industrias. Lo que se ha hecho hasta el momento, dijo, nos muestra un camino para ir transformando la industria con recursos mínimos, de acuerdo con las prioridades, y avanzar en el menor tiempo posible. Y para seguir avanzando en ese empeño, valoró, es vital automatizar más los procesos y la organización de las cadenas productivas.
“La cuarta revolución industrial no solo tributa a la industria, tributa a toda la sociedad, está lo mismo en la agricultura de precisión que en la medicina de alta precisión” y estas tecnologías, de manera general, van tributando a ese desarrollo de la economía que necesitamos.
Ideas muy valiosas fueron compartidas por expertos, científicos, directivos, empresarios, académicos.... quienes coincidieron en la máxima esencial de que todos los actores deben tributar al desarrollo de la industria en Cuba.
Al reflexionar sobre estas ideas, el viceministro primero de Educación Superior, Walter Baluja García, consideró que el tema no solo puede verse como una necesidad del país, sino que es, además, una oportunidad de aprovechar el capital humano para solucionar problemas y retos que tenemos hacia adentro e incrementar la independencia y la soberanía tecnológica, a partir de creaciones propias y exportaciones.
Entre muchos otros temas, primordiales también para avanzar en el desarrollo de la Industria 4.0 en Cuba, se intercambió también acerca de la importancia de garantizar, desde el primer momento, una industria moderna y a la vez segura; promover en las universidades el estudio de las nuevas tecnologías; continuar potenciando los nexos entre ciencia, tecnología y sociedad; así como suscitar mayores espacios de intercambio sobre estos temas.
De los retos que implica, tanto desde el punto de vista conceptual como organizativo, poner en práctica las ideas que propone le Industria 4.0, habló el presidente de la República. Una de las salidas que surjan de este Consejo Nacional de Innovación, subrayó, tiene que dar respuesta a cómo organizamos lo que nos hemos propuesto para avanzar más.
De igual manera, acentuó la necesidad de potenciar la economía circular para el desarrollo de esta industria en las condiciones de Cuba. A su vez, reflexionó sobre las exigencias de la actual dinámica demográfica, que ha llevado a que cada vez haya menos población económicamente activa para sostener más población económicamente no activa, lo cual demanda de procesos más productivos y eficientes, y una vía para lograrlo es a través de la Industria 4.0.