Por Xavier Caño Tamayo
Circula el equívoco mensaje de que el país se recupera y se crean empleos a porrillo. Para hacer creíble la patraña, el gobierno del Partido Popular pregona que España crecerá 3,3% este año y 3% el próximo. Y acaso crezca, pero al analizar ese crecimiento se ve que no es oro lo que reluce ni todo el monte es orégano.
Según la última Encuesta de Población Activa (EPA), durante 2015 en España hubo 678.200 parados menos. Qué subidón jalea la prensa afín al régimen. Aparentemente. La cifra tiene truco.
Según la misma EPA, la población activa (que trabaja o puede trabajar) son hoy 22.873.700, pero en 2011 eran algo más de 23.400.000. Menos población activa. Hoy, 17.9 millones de empleos, pero en 2007 había 20.6. En realidad, la cuarta parte de ese descenso de paro es reducción de población activa, no parados que hayan conseguido empleo. Y hay menos población activa porque muchos inmigrantes han regresado a su país, numerosos nacionales (sobre todo jóvenes) han emigrado y emigran, gente desempleada largo tiempo ha tirado la toalla y deja de buscar trabajo… Números que no se contabilizan en el desempleo real.
Lo indiscutible es que un paro de más del 20% se mantiene tozudo mientras se bate el récord de contratos temporales. Además de que la mayoría de contratos temporales son de menor duración. En 2006 el promedio era de 79 días, pero en 2015 ya es solo de 53 jornadas laborales. Menos jornadas, menos salario. Más dificultades, más pobreza. Sin olvidar que en siete años apenas se ha creado un tercio del empleo destruido desde 2008. Y no es un empleo de calidad precisamente. Según Eurostat, el 91% de contratados temporales en España no han tenido otra opción, no es que hayan preferido ser temporales. Paro y precariedad llevan camino de ser permanentes, estructurales.
Y, contra al falaz autobombo de la creación de empleo (que no es tanto ni en condiciones), la cruda realidad muestra que la propia evolución del capitalismo no permite que haya empleo para todos. Una verdad incómoda en medio del fervor por el crecimiento como panacea prodigiosa.
La segunda verdad perturbadora es que crecimiento económico y bienestar de la gente no van a la par. O van a la contra. Que crezca la economía no significa más bienestar general. El bienestar, entendido como disfrute de vida digna, depende de la distribución de la riqueza. Y ahí pinchamos en hueso. Salarios bajos, menos y peores servicios públicos, recortes sociales… Menos renta social para la mayoría.
El crecimiento económico refleja una economía, su riqueza, PIB… Pero de nada sirve que aumente el PIB, si la riqueza resultante no se distribuye con mínima justicia y equidad. Porque crecimiento económico no es bienestar de la gente.
De 1940 a 1981, el PIB de Brasil aumentó de 6% a 9% cada década. ¿Vivieron mejor brasileños y brasileñas esos años? No. Fueron años de pobreza, incertidumbre y sufrimiento, como los anteriores y posteriores. Hasta que Lula fue elegido Presidente, se propuso en serio reducir la pobreza y la situación empezó a cambiar.
Más cerca en el tiempo, en 2010, Libia fue el segundo país del mundo con mayor crecimientoeconómico, 10.6%. Paradójicamente, en ese país que crecía sin parar la única esperanza era emigrar. México creció 6% anual desde 1930 hasta 1970, pero cada vez había más pobres y pobres extremos…
Como recuerda el economista Fernando Luengo, “el crecimiento económico no crea suficientes puestos de trabajo, ni en cantidad ni en calidad, es compatible con la reducción de salarios y el enriquecimiento de las élites, priva de recursos a las administraciones públicas, consume recursos escasos y se basa en la sobre explotación de las economías y pueblos más débiles por los más fuertes”.
Por tanto, menos lobos con el crecimiento y la creación de empleo. Mientras haya en España un 15% de trabajadores pobres, más del 50% de paro juvenil y mayoritariamente empleo precario y mal pagado, no cabe hablar de superación económica.
Lo que importa son las personas, no las macrocifras que ocultan la realidad y con las que se hacen juegos malabares. Para muestra, un botón: con tanto discurso triunfal, en enero en España hay 57.247 personas paradas más y también en enero la Seguridad Social ha perdido más de 204.000 cotizantes (parados o sin protección alguna en la economía sumergida). ¿De qué crecimiento hablamos?
Ecoportal.net
CCS