La felicidad y la percepción de que la vida tiene un sentido son dos experiencias que, aun siendo diferentes, tienden a ir de la mano. Algunas investigaciones recientes han tratado de identificar empíricamente los rasgos que caracterizan a cada una de ellas, y también, han tratado de responder a una cuestión: ¿qué ocurre cuando las piezas no encajan y se produce una disonancia entre los niveles de felicidad y significado experimentados en la vida?
Happiness is like a butterfly, the more you chase it, the more it will evade you, but if you notice the other things around you, it will gently come and sit on your shoulder.
Henry David Thoreau
Cuando Bertrand Russell publicó su célebre obra La Conquista de la Felicidad, Wittgenstein afirmó de ella que era "vomitiva". Posiblemente, ambos estaban jugando a juegos distintos. Como el propio Russell afirmó, el propósito de sus recetas era "sugerir una cura para la infelicidad cotidiana normal que padecen casi todas las personas", una suerte de consuelo emocional que aumentase nuestra satisfacción con la vida y con cuanto va implícito en ella. Wittgenstein, alternativamente, fue toda su vida —y toda su obra— un buscador del sentido, aunque ello implicase en no pocas ocasiones el sacrificio personal, arriesgar la propia vida o alejarse de las convenciones sociales. No olvidemos que el filósofo vienés, entre otras cosas, renunció a la inmensa fortuna de su familia, fue voluntario y prisionero en la Primera Guerra Mundial, o abandonó su puesto en Cambridge para dedicarse a la enseñanza en una remota escuela rural austriaca. Y todo ello, para ser coherente con su abrumador descubrimiento de que las respuestas a las grandes preguntas de la vida no pueden "decirse" y conocerse racionalmente, sino tan sólo "mostrarse".
Felicidad y sentido en muchas ocasiones van de la mano
¿Una vida feliz no es una vida con sentido? ¿Y una vida con significado no es una vida feliz? Lo cierto es que la respuesta a ambas preguntas, como parecen sugerir estudios recientes, es: "no necesariamente". Pero antes, hay que precisar que la idea de felicidad con la que suelen trabajar los psicólogos tiene ciertas connotaciones hedonistas. En ella se equipara felicidad y satisfacción, o la felicidad se entiende en general como un estado emocional positivo. En cuanto al sentido de la vida, quizá tenga que ver más bien con el concepto aristotélico de eudaimonia, cuya traducción se acerca a la de "plenitud vital". Aun así, definir "el sentido de la vida" (o sus múltiples sentidos) es complicado y, de hecho, en ocasiones en la investigación se obvia este problema y los psicólogos "simplemente" nos centramos en analizar las experiencias subjetivas que hacen que la vida tenga sentido, sea esto lo que sea. En definitiva, nos resulta más fácil experimentar que nuestra vida tiene sentido (o que no lo tiene) que "decir" qué es eso del significado de la vida.
En un estudio que ha tenido gran repercusión, el psicólogo social Roy Baumeister y sus colaboradores han señalado que la felicidad y la percepción de que la vida tiene un significado se solapan frecuentemente (1). En su investigación, casi la mitad de la variación en las puntuaciones en felicidad se explicaba por el grado de significado reportado por los participantes, y viceversa. Pero una vida satisfactoria y placentera —feliz en un sentido hedonista— puede coincidir o no con el hecho de sentir que uno tiene una vida plena, con significado, "eudaimónica". De hecho, siguiendo a Veronika Huta, de la Universidad de Ottawa, podemos cruzar ambas dimensiones (sentido y felicidad) y pensar que existen personas que experimentan felicidad y sentido en sus vidas —¡los más afortunados!—, una de las dos cosas (felicidad o sentido) o ninguna de ellas —obviamente, la peor de las situaciones— (2). En sus investigaciones, encontró que las cuatro categorías se daban en las siguientes proporciones (3):
Paul Wong ha llevado a cabo una clasificación próxima a la anterior, aunque en lugar de felicidad propiamente dicha, habla del grado de éxito que la persona cree que tiene en la vida (4). Sus cuatro categorías se muestran en la siguiente figura:
¿Qué diferencias existen entre las experiencias de sentido y de felicidad?
Las actividades que nos hacen felices, que son de tipo hedonista por lo general, no son necesariamente las mismas que las actividades que nos aportan sentido, que suelen tener un carácter altruista u orientarse al crecimiento y la expresión personal (2). Mientras que la felicidad deriva del estado de "sentirse bien", experimentar una vida con sentido tiene que ver con salir de uno mismo y orientarse a un proyecto más grande, con la sensación de que estamos contribuyendo a los demás o a la sociedad de alguna manera. Quizá la diferenciación más detallada entre ambos constructos es la que nos proporciona el anteriormente mencionado estudio de Roy Baumeister, donde se analiza cómo la felicidad y el significado se relacionan de forma distinta con otras variables (1). Se identifican así cinco grandes diferencias entre felicidad y experiencia de sentido en la vida (1, 5, 6):
- La satisfacción de los deseos, la capacidad para obtener aquello que uno quiere y cubrir sus necesidades, y la experiencia de sentirse bien habitualmente, son centrales para la felicidad; pero estas cosas tienen poco que ver con el significado de la vida. La ocurrencia de cosas buenas se asocia tanto a la felicidad como al significado. ¿Y los acontecimientos negativos? Pues bien, los eventos estresantes o problemáticos pueden disminuir la felicidad y, sin embargo, a la vez pueden aumentar la experiencia de significado en la vida. Por ejemplo, gozar de una buena salud es importante para sentirse feliz, pero es indiferente a la hora de sentir que nuestra vida tiene sentido. De hecho, muchas personas que atraviesan una enfermedad manifiestan que sus vidas son plenamente significativas, a pesar del malestar que pueden estar experimentando.
- La felicidad tiene que ver con el presente y con centrarse en el aquí y ahora; el significado tiene que ver más bien con el enlace entre pasado, presente y futuro dentro de una historia coherente. Subjetivamente, además, la felicidad se percibe como fugaz, mientras que el significado se entiende como algo más permanente y duradero.
- La conexión con otros y la vida social son importantes tanto para felicidad como para la experiencia de significado, aunque de forma diferente. La felicidad tiene que ver en general con los beneficios que uno recibe de otros, mientras que la experiencia de significado implica la dirección contraria: deriva de lo que uno mismo puede aportar a los demás. Baumeister y sus colaboradores diferencian entre personas givers (que contribuyen y "dan" a los demán) y takers (que "toman" de los demás). Mientras que los primeros tienden a experimentar significado en la vida, la orientación de los segundos parece más relacionada con la felicidad. Por otra parte, la profundidad de las relaciones sociales también es algo a tener en cuenta. Los lazos menos profundos parecen tener que ver con la felicidad; mientras que los profundos, aquellos que uno construye a lo largo del tiempo y que muchas veces implican sacrificios, nos aportarían significado.
- En gran medida, la experiencia de significado deriva de la implicación de uno en cosas que considera importantes, en algo más allá de la búsqueda de una satisfacción personal. En ocasiones, tal implicación en "grandes" proyectos, en seguir una vocación, o perseguir un objetivo que se considera importante, se hace incluso en detrimento de la propia felicidad. Por ejemplo, en profesiones de las consideradas "vocacionales" (como la atención a personas en situación de necesidad, la enseñanza, etc.) el riesgo de sufrir burnout es elevado, y sin embargo, la percepción de que se está realizando una labor significativa también lo es.
- El significado se asocia a hacer cosas que sirven como expresión de uno mismo, de nuestra identidad y de lo que somos, o que contribuyen a la realización personal. Sin embargo, estas actividades de "autoexpresión" suelen ser irrelevantes para la felicidad u ocasionalmente ir en detrimento de ella. Parece, de nuevo, que encontramos significado cuando persistimos en aquello que consideramos central en nuestras vidas, aunque no necesariamente la felicidad vaya a acompañarnos en el camino.
¿Qué consecuencias tiene experimentar sentido, felicidad, o ambos?
Otra cuestión interesante es qué consecuencias puede tener el hecho experimentar sentido, felicidad, o ambos en la vida, dado que se trata de aspectos diferentes que pueden ir en consonancia o no. En relación a ello, la psicóloga Emily Esfahani Smith ha señalado que, aunque realizar actividades hedónicas a corto plazo puede mejorar el ánimo, a largo plazo la experiencia de sentido es más satisfactoria (7). También Roy Baumeister ha sugerido que la búsqueda de un sentido en la vida, no es en el fondo sino un intento de prolongar la felicidad (5). La felicidad, como se ha visto, puede ser fugaz; pero tener una narrativa sobre el sentido que damos a nuestra vida —al implicar una integración de pasado, presente y futuro— puede dotar de mayor estabilidad a la reconfortante experiencia de percibir el mundo como un lugar comprensible, menos incierto y, en alguna medida, controlable.
Para Esfahani Smith, el problema sin embargo no es la cantidad de "felicidad hedónica" que se tiene, sino el hecho de que no esté en correspondencia con la cantidad de "bienestar eudaimónico" que se experimenta (7). Tal situación de disonancia podría tener incluso resonancias biológicas, especialmente en el grupo de personas que se manifiestan felices pero que no perciben significado en sus vidas. En concreto, esta autora se hace eco de una investigación en la que se halló que la gente feliz, pero con poco o ningún significado vital, presentaban patrones de expresión genética similares a los de la gente que se enfrenta a una situación de adversidad crónica. Sus cuerpos reaccionan como si se prepararan para amenazas bacterianas, activando una respuesta proinflamatoria; y esto podría ser un factor de riesgo, dado que la inflamación crónica se ha visto que puede estar asociada a una mayor predisposición a padecer ciertas enfermedades graves. Contrariamente, la experiencia de sentido se asociaría a una desactivación de dicha respuesta de estrés ante la adversidad (8, 9). No obstante, estos resultados —por sugerentes que sean— han de tomarse aún con cautela, ya que la hipótesis de la respuesta biológica diferencial ante el bienestar hedónico y eudaimónico ha sido cuestionada recientemente (10, 11).
Felicidad y sentido son dos piezas del puzle de la vida. Como se ha visto, no se trata ni mucho menos de experiencias incompatibles, aunque en ocasiones es difícil hacer que ambas vayan al unísono. Si hay que elegir, parece que en general es mejor buscar un significado en la vida que buscar el bienestar hedónico. De hecho, la presión existente hoy en día por lograr la felicidad puede ser contraproducente a la hora de alcanzarla o, paradójicamente, conducir a estados emocionales negativos (12). Cuando Wittgenstein, el buscador del sentido despreocupado por su propia felicidad, pronunció sus últimas palabras en el lecho de muerte, éstas fueron: "Dígale a mis amigos que he tenido una vida maravillosa y que he sido feliz". Russell, el buscador de una felicidad basada en el "sentido común", escribió en su testamento: "Hay un artista encarcelado en cada uno de nosotros. Dejémoslo libre y que extienda la felicidad por todas partes". Ambos filósofos, a su manera, lograron resolver el puzle.
Referencias:
Baumeister, R. F., Vohs, K. D., Aaker, J. L., & Garbinsky, E. N. (2013). Some key differences between a happy life and a meaningful life. The Journal of Positive Psychology, 8(6), 505-516.
Huta, V., & Ryan, R. M. (2010). Pursuing pleasure or virtue: The differential and overlapping well-being benefits of hedonic and eudaimonic motives. Journal of Happiness Studies, 11(6), 735-762.
Esfahani Smith, E. (2017). The Power of Meaning. Random House.
Wong, P.T.P. (2012). The meaning mindset: measurement and implications. International Journal of Existential Psychology and Psychotherapy, 4 (1), 1-2.
Fredrickson, B. L., Grewen, K. M., Coffey, K. A., Algoe, S. B., Firestine, A. M., Arevalo, J. M., ... & Cole, S. W. (2013). A functional genomic perspective on human well-being. Proceedings of the National Academy of Sciences, 110(33), 13684-13689.
Fredrickson, B. L., Grewen, K. M., Algoe, S. B., Firestine, A. M., Arevalo, J. M., Ma, J., & Cole, S. W. (2015). Psychological well-being and the human conserved transcriptional response to adversity. PloS one, 10(3), e0121839.
Walker, J. A. (2016). The opposing effects of hedonic and eudaimonic happiness on gene expression is correlated noise. bioRxiv, 044917.
Brown, N. J., MacDonald, D. A., Samanta, M. P., Friedman, H. L., & Coyne, J. C. (2016). More questions than answers: continued critical reanalysis of Fredrickson et al.’s studies of genomics and well-being. PloS one, 11(6), e0156415.
Mauss, I., Savino, N., Anderson, C., Weisbuch, M., Tamir, M., & Laudenslager, M. (2012). The pursuit of happiness can be lonely. Emotion, 12 (5), 908-912.