Nouriel Roubini, a professor at NYU’s Stern School of Business and Chairman of Roubini Macro Associates, was Senior Economist for International Affairs in the White House's Council of Economic Advisers during the Clinton Administration. He has worked for the International Monetary Fund, the US Federal Reserve, and the World Bank.
NUEVA YORK – Estados Unidos podría estar a punto de implementar un impuesto de ajuste fronterizo (IAF). El Partido Republicano, ahora en control de las ramas legislativa y ejecutiva, considera un IAF – que subsidiaría eficazmente a los exportadores estadounidenses, al brindarles exenciones fiscales al mismo tiempo que penalizaría a las empresas estadounidenses que importan bienes – como un elemento importante de la reforma del impuesto a las empresas. Los republicanos sostienen que dicho impuesto mejoraría la balanza comercial de Estados Unidos, mientras aumenta la producción, la inversión y el empleo a nivel nacional. Están equivocados.
La verdad es que el plan de los republicanos es altamente problemático. Junto con otras reformas propuestas, el IAF convertiría el impuesto estadounidense a las empresas en un impuesto sobre el flujo de caja de las empresas (con un ajuste fronterizo), lo que implicaría consecuencias de largo alcance para la competitividad y rentabilidad de las empresas estadounidenses.
Algunos sectores o empresas – especialmente aquellos que dependen en gran medida de las importaciones, como los sectores minoristas estadounidenses – se enfrentarían a un fuerte aumento de sus obligaciones fiscales; en algunos casos, estos aumentos serían incluso mayores que sus utilidades antes de impuestos. Mientras tanto, los sectores o empresas que exportan, al igual que quienes están en el sector de manufactura, disfrutarían de reducciones significativas en su carga fiscal. Esta divergencia aparenta ser injustificada e injusta.
El IAF tendría, también, otras implicaciones distributivas. Existen estudios que indican que pudiese afectar con mayor severidad a los consumidores que se encuentran en el 10% de la población que se encuentra en la parte inferior de la distribución de ingresos, es decir aquellos que perciben los salarios más bajos. Sin embargo, este impuesto ha sido publicitado como una forma de compensar por los recortes de impuestos a las empresas, por cuya aprobación los republicanos también presionan – recortes que, en última instancia, beneficiarían a aquellos que están en la parte superior de la distribución del ingreso.
Para empeorar las cosas, el IAF no protegería a las empresas estadounidenses de la competencia extranjera. La teoría económica sugiere que, según dictan sus fundamentos, un IAF podría elevar el valor del dólar en el mismo porcentaje que el impuesto; consecuentemente, se anularía sus efectos sobre la competitividad relativa de las importaciones y exportaciones.
Además, los efectos que la apreciación del dólar tendría en las hojas de balance serían grandes. Debido a que la mayoría de los activos extranjeros en poder de los inversores estadounidenses están denominados en una moneda extranjera, el valor de esos activos podría reducirse en varios millones de millones de dólares, en total. Mientras tanto, las altamente endeudadas economías emergentes se enfrentarían a pasivos en dólares que crecerían muy rápidamente, lo que podría causar problemas financieros e incluso crisis.
Aun si el dólar estadounidense se apreciara menos que el porcentaje del IAF, el traspaso desde el impuesto sobre las importaciones a los precios nacionales implicaría un aumento temporal pero persistente de la tasa de inflación. Algunos estudios sugieren que durante el primer año del IAF, dicho nuevo impuesto podría elevar la inflación de EE.UU. en un 1%, o incluso más. La Reserva Federal de EE.UU. Podría responder a este aumento elevando su tasa de política, lo que en última instancia conduciría a un aumento de los tipos de interés a largo plazo y ejercería una presión al alza sobre el tipo de cambio del dólar.
Otro problema adicional que presenta el IAF es que crearía perturbaciones masivas en las cadenas de suministro mundiales que el sector empresarial estadounidense ha construido durante las últimas décadas. El IAF, al socavar la capacidad de las empresas para maximizar la eficacia de la asignación de mano de obra y capital – la motivación impulsora que se encuentra detrás de la deslocalización, también denominada como “offshoring” – produciría grandes costos de prestaciones de asistencia social para EE.UU. y para la economía mundial.
El último problema importante vinculado con el IAF es que este impuesto infringe las normas de la Organización Mundial del Comercio, organización que permiten el ajuste de frontera sólo en impuestos indirectos, como por ejemplo el impuesto sobre el valor agregado, y no permite su aplicación sobre impuestos directos, como los que se imponen a los ingresos de las empresas. Ante esto, la OMC probablemente consideraría al IAF como ilegal. En ese caso, Estados Unidos podrían enfrentar medidas de represalia por un valor de hasta 400 mil millones de dólares por año, si no revocaba el impuesto. Eso afectaría seriamente el crecimiento del PIB estadounidense y del PIB mundial.
Entonces, ¿cuán probable es que los Estados Unidos promulgue el IAF? La propuesta tiene el apoyo de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, pero es probable que unos cuantos republicanos del Senado voten en contra de dicho impuesto. También es probable que los demócratas, en ambas cámaras del Congreso, voten en contra de la totalidad de la propuesta de reforma del impuesto a las empresas, que incluye al IAF.
El poder ejecutivo también está dividido sobre el tema, los asesores del presidente Donald Trump que son más proteccionistas son los que apoyan a este impuesto y sus consejeros más internacionalistas son los se oponen al mismo. El propio Trump mismo ha enviado señales contradictorias al respecto.
El desacuerdo sobre el IAF se extiende también a las empresas, hay firmas que exportan más de lo que importan, y viceversa. En cuanto al público en general, los hogares de ingresos bajos y medios deberían oponerse al IAF, ya que este impuesto elevaría los precios de los ahora baratos bienes importados, que son los bienes que estos grupos de personas consumen en la actualidad; sin embargo, puede que esta medida sea apoyada por los seguidores de Trump de la clase obrera, los llamados trabajadores de cuello azul, en particular por aquellos que trabajan en manufactura.
En última instancia, los argumentos a favor del IAF son relativamente débiles – mucho más débiles que los argumentos en contra del mismo. Si bien puede que ello sea suficiente para garantizar que dicho impuesto no sea aprobado, existen fuertes fuerzas proteccionistas en el gobierno de Estados Unidos que presionan por lograr la aprobación de este impuesto y de otras medidas similares. Incluso si se llegara a rechazar el IAF, el riesgo que desencadenó la administración Trump sobre que pudiese librarse una dañina guerra comercial a nivel mundial continuará ocupando un lugar preponderante.
Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.