Por Rafael Alhama Belamaric y Jesús García Brigos
El
Estado, en esta etapa de desarrollo, que como institución organizada
especializada, sin olvidar su esencia clasista, permite la realización de
acciones políticas en función del bien común, y a través del gobierno administra
los recursos y acciones, y realiza los fines propuestos por el mismo Estado,
debe, con la Constitución como norma jurídica suprema, hacer válido lo que se
expresa en su Artículo 3, que del pueblo dimana todo el poder del Estado.
Esto
implica la más amplia base social del poder, en tanto es sujeto activo el pueblo, como actor de la política, en la
concepción fidelista expuesta e “La Historia me absolverá”. Esto es lo que le
otorga fuerza y autoridad, y hace que sea sujeto
activo protagónico en las más diversas formas y manifestaciones, organizaciones,
estructuras y funciones. El poder que dimana y se debe ejercer
efectivamente por el pueblo así concebido, obliga
a unas relaciones políticas nuevas inéditas.
Si
se tiene en cuenta la multiplicidad de actores económicos y sociales, de formas
de propiedad, ni agotadas ni desaparecidas, pero por mucho tiempo suprimidas o
irreconocidas, como la propia permanencia de las relaciones las monetario-mercantiles, abortadas
durante un tiempo o reprimidas durante otro, entre otros elementos, se comprenderá
la complejidad de la tarea actual de innovar esta institución en su concepción
actual.
Estado-instituto
político y Sociedad, como elementos de una nueva unidad dialéctica, siendo dos
realidades, no deben acentuar la distinción, sino que deben como una de las
tareas básicas, transformar las funciones, facultades, estructuras y formas de
sus instituciones, para acercar las decisiones, la
ejecución y control de las mismas, a la sociedad, al individuo nada abstracto,
hacer las propuestas suyas, no formalmente, sino porque parten de ellos y
llegan a ellos. Esto no necesaria ni obligatoriamente implica cada día más estructuras.
Hasta la cultura del lenguaje debería cambiar, y
buscar sustitutos al ”oído el parecer”, “garantiza”, “otorga”, “cede”,
“regula”, “establece límites”, que
convierte al Estado en ente externo, ajeno, ajeno al individuo. Y esto lleva a
ubicar al individuo más cercano a la enajenación que a la emancipación.
De esta forma, la extinción del Estado, está tan lejos
como la superación del Estado de alienación.
La
alienación hay que verla como fenómeno que actúa y se expresa en todas las
esferas de la vida cotidiana de las personas, Mediante medios y vías que
profundiza el fenómeno, actúa y ejerce
influencia psicológica y sociológica, económica e ideológica sobre las mismas. Más
claro, la propia actividad del hombre, lo
que construye el hombre, existe como algo ajeno a él, puesto que él, tiene muy
poca o ninguna de influencia en su propia obra, ni en su ejecución, ni en
el control, ni en la realización, ni en los resultados. Y esto inherente al sistema
de propiedad privada adversarial, ha estado presente en las experiencias
histórico- concretas de transformación socialista hasta el presente.
¿Por
qué en una sociedad que se plantea una transformación relativamente profunda y
radical, con predominio de la propiedad
social, llamada estatal, o estatal llamada social más que pregunta retórica es un problema a resolver?
Como
diría Kosik, K. el pensador checo, insigne precursor del pensamiento crítico de
finales de la década del 50 del siglo pasado, que puso al hombre en el centro
de sus propuestas, refiriéndose a las personas, “los encadena al funcionamiento de un sistema que los transforma en
accesorios de sí mismos, en objetos
de sí mismos...“. Señala que es “la
unidimensionalidad del sistema, que lleva al hombre también a su propia
unidimensionalidad“ y a ser considerado sólo, en el mejor de los casos,
como sistema de necesidades que se mistifican, nunca realizado, o de intereses
en disputa.
Hecho
este planteamiento inicial, faltaría el motivo inmediato para escribir el
artículo, - puesto que el de más largo plazo es
un proyecto de investigación que se desarrolla en el Instituto de Filosofía acerca de las necesarias propuestas conceptuales para el proceso de transformación
socialista ante los retos actuales de Cuba, que a no pocos parecería sin
importancia, y hasta innecesario.
El
hecho es que nos movemos dentro de un paradigma imperante de Estado,
históricamente agotado, que con su andar cansino no demuestra imaginación,
mucho menos innovación, en tiempos que rápidos y múltiples cambios en la
economía y toda la sociedad.
El
motivo inmediato fue el comentario oído al vuelo, uno más, al pasar frente a
una empresa: “Tu sabes.....sin el Estado no hay producción....“ Aquello en mi
cabeza estalló, primero como signo de admiración, e inmediatamente como signo
de interrogación. A este se pudiera agregar los tantos “el estado lo necesita“,
o “el país lo necesita“ que a diario se
escuchan, y uno no puede dejar de pensar qué hay detrás de esas frases, si son
parte de la cultura.
Sin hacer recuento histórico, - el tipo
histórico de organización de la sociedad, con la división de los hombres, la
división del trabajo, la división de la sociedad en clases-, la sociedad que hemos conocido, no podía
existir sino en medio de una lucha abierta de estas clases entre sí, o bajo el
dominio de un tercer poder: El Estado. Un poder que estuviera aparentemente por
encima de las clases, que suprimiera sus conflictos abiertos y no permitiera la
lucha de clases más que en el terreno económico, bajo la forma llamada legal,
tal como desarrollaron Marx y Engels en su obra “La ideología alemana“. Esto no
es una definición o descripción ahistórica, general, pero es un indicativo
importante para entender el Estado como proceso contextualizado e histórico
concreto, por lo tanto proceso vivo en transformación.
Engels
demostró, basándose en los conocimientos antropológicos más avanzados de su
época, al menos hasta hoy, que no siempre existió ese tipo histórico de Estado,
como no habrá por siempre lo que se denomina o conoce el estado moderno del
siglo XX. Hubo un tiempo, el del comunismo primitivo, en que no era necesario. Formas
sociales de organización y funcionamiento se sucedieron, desde formas dominadas
por la costumbre, la autoridad, el respeto de que gozaban los ancianos del
clan, hasta que un sector de
la sociedad de individuos se diferenció para gobernar a los otros, para lo cual
contarían de forma sistemática y permanente con un aparato de coerción. Cuando
la riqueza material comenzó a ser apreciada y considerada como el bien supremo,
y se usó la antigua organización de la gens para justificar su robo riquezas
por medio de la violencia, fue necesaria “una institución que no sólo
perpetuase la naciente división de la sociedad en clases, sino también el
derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la
primera sobre la segunda. Y esa institución nació. Se inventó el Estado”. !Ese tipo de Estado!
Si Engels
demuestra que ese Estado, es el aparato especial para la coerción de los
hombres, el problema y la pregunta de
entrada es, si este tercer poder, el Estado, ¿es válido - en sus estructuras e
instituciones actuales, heredados en su concepción, de una sociedad de profunda división y luchas de
clases, pero a la vez de transformaciones de sus bases sociales-, en una sociedad en transición para trascender los
lastres que le ha definido?
¿Es el tercer poder en la
sociedad en transición, aún con determinadas luchas de clases, o es un nuevo
poder, aún como instrumento de coerción, pero como parte de unas relaciones
políticas nuevas en el que el protagonista principal es el pueblo? O no, mejor
dicho, donde el tercer poder es el pueblo como sujeto activo,
efectivo para esa trascendencia
Es aquí donde hay que
profundizar y conceptualizar lo que es el poder y política, y el pueblo como
categoría política.
Engels en
“El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado“, uno de esos libros
fundamentales para entender qué es el Estado y cuál es su esencia, es
categórico. Afirma que el Estado, aquel Estado que conoció en su época, no es
un poder impuesto desde fuera de la sociedad. Al contrario es un producto de
esta cuando llega a un grado de desarrollo determinado. Puntualiza: “Es la confesión de que esa sociedad se ha
enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por
antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar”. Y continúa: “Pero para que estas clases, capas, grupos,
con intereses económicos contrapuestos no se devoren a sí mismas y no consuman
a la sociedad en una lucha estéril, surge la necesidad de un poder que
aparezca situado por encima de la Sociedad que mantenga a la sociedad en los
límites del ’orden’”. (el subrayado es nuestro). Esto son indudablemente
elementos necesarios para trascender el estado de cosas.
Como la
génesis de aquel Estado se encuentra en esa necesidad de frenar los
antagonismos de clase, es el Estado de la clase más poderosa, es decir, de la
clase económicamente dominante, que con ayuda de él, también se convierte en la
clase políticamente dominante. Así, aquel-este
llamado Estado moderno, se llega a consolidar como organización de la sociedad
y como instituciones de poder específicas que adopta para gobernar la sociedad,
como el instrumento en manos del capital y elemento de su sistema de
dominación, para explotar el trabajo asalariado, y para frenar los antagonismos
de clase.
Pero, el
Estado, como “dueño“ de los medios de
producción, o incluso en representación del dueño colectivo, el pueblo, en la
nueva sociedad en transformación siguió similar dominio sobre el trabajo asalariado; por tanto, los resultados del trabajo, y modo de
producción.
Parafraseando a Marx y Engels, el índice de la madurez de la clase
obrera, en un orden social nuevo, que ha privilegiado la educación y la
superación del pueblo, de los trabajadores, debería serlo la capacidad de
realización y desarrollo de las formas auto-organizadas y auto-gestionadas,
como formas nuevas de dimensión no sólo económica, sino política y social. Son,
hasta ahora, las formas más cercanas a que el productor asociado directo ocupe
el lugar que le corresponde.
Como dice Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado”: “Con la desaparición de las clases desaparecerá inevitablemente el
Estado. La sociedad, reorganizando de un
modo nuevo la producción sobre la base de una asociación libre de productores
iguales, enviará toda la máquina del Estado al lugar que entonces le ha de
corresponder: al museo de antigüedades, junto a la rueca y al hacha de bronce“.
Con la
desaparición de las clases; de acuerdo. Pero eso no significa que de forma
lineal y mecánicamente, primero desaparecen las clase, luego el Estado, y luego
vendrán los productores libres o asociación de productores caídos del cielo, ocupando
el lugar de las instituciones del Estado. No ha habido, y no puede haber tal
secuencia, ni golpe, si no se crean condiciones previas para el surgimiento,
evolución y desarrollo de las formas de asociación de productores libres. Y eso
en primer lugar, significa, la racionalidad de la “buena“ burocracia
administrativa, o llamada burocracia necesaria, que crece y crece desde hace
más de un siglo, o su eliminación. Porque es en buena medida, causa y
consecuencia, resultado de unas relaciones políticas, que no deberían tener
lugar, que necesariamente tienen que transformarse radicalmente en la etapa de transición del socialismo,
donde comienzan los procesos de socialización de la dirección de naturaleza
emancipadora “verdaderamente humana” como diría Marx.
De estos planteamientos se desprende que el Estado, ni
se transformará, ni llegará a extinguirse de golpe, si las transformaciones
sucesivas no conllevan a que la producción se reorganiza sobre la base de una
asociación libre de productores iguales, que decide sobre la producción y los
resultados de su trabajo. Y esta es la forma
nueva del Estado en transformación, con estructuras desburocratizadas, COMO
PRIMER PASO que implican nuevas relaciones políticas, nuevas relaciones
sociales de producción y modos de gobernar.
Como dijera
Meszaros en su obra “El desafío y la carga del tiempo histórico. El socialismo en el
siglo XXI”, Premio Libertador 2009: “Es
inconcebible que se logre hacer irreversible el orden social alternativo sin la
plena participación de los productores asociados en la toma de decisiones en
todos los niveles del control político, cultural y económico”.
Y para ello, subraya que: “El orden reproductivo
social alternativo, por el contrario, es inconcebible si no se vencen las
autoritarias y adversariales
determinaciones más profundas de los microcosmos heredados del capital.
Esto será posible sólo instituyendo un modo de intercambio reproductivo
cualitativamente nuevo, basado en los intereses vitales, compartidos a
plenitud, de los miembros de los reestructurados microcosmos sociales no adversariales. Solo de esta manera pueden
ser coordinados apropiadamente en
una forma correspondiente de macrocosmo
no adversarial.”(el
subrayado es nuestro)
Esto no ha
sucedido, ni siquiera en las experiencias de autogestión de avanzada, como
diría Martha Harnecker “buscando un camino alternativo al sistema
representativo burgués y al sistema estatista soviético“ (“El sistema político yugoslavo”, 2007), con diferentes variantes
desde la más “radical“ -la experiencia yugoslava-, hasta la polaca, húngara, o checa, puesto que ni el
Estado transformó sus instituciones y organizaciones burocráticas, ni las
organizaciones de base de los productores llegaron a ser realmente asociación
libre de productores, aun cuando tenían determinadas funciones.
En
consecuencia, los colectivos laborales tanto de las organizaciones de los servicios
sociales, como de las empresas, tenían los límites bien establecidos de las atribuciones
y facultades “otorgadas“. Pero estas no alcanzaron para la autogestión social, que
implica relaciones políticas, necesarias para el desarrollo de los productores
asociados con políticas que suprimieran las estructuras paralelas burocráticas
administrativas y partidistas.
Si
al principio la
intervención del Estado era débil y limitada, con pocos dominios entendidos
como servícios publícos, y las funciones principales se limitaron a la regulación del trabajo, las finanzas,
justicia, y soberania, es decir, defensa del enemigo externo, así como la
policia, en su desarrollo posterior, el Estado comenzó a intervenir en casi todos
los servícios públicos, así como regular desde la educación, ciencia. cultura,
salud, seguridad social. Así comienza a cambiar el carácter y el contenido de
la regulación por parte del Estado.
Acerca de los servícios públicos,
como concepto, un desarrollo anglosajón, hay que tenerlo en cuenta porque
forman parte de las transformaciones capitalístas del estado. Las instituciones
de servícios públicos sobre todo tuvieron gran desarrollo en Francia, Alemania
e Inglaterra. En Francia le dió impulso el Consejo de Estado (Conseil dEtat),
así como la teoría desarrollada por Digi, Leon, Jeze,
Bonar, entre otros. El primero hace un planteamiento interesante, que los
servícios públicos deben sustituir el rol del Estado, “deber de los que
gobiernan“. Dice sobre el servicio público: “en resumen, es toda actividad cuyo
cumplimiento los gestores deben regular y controlar , puesto que es
indispensable para la realización y desarrollo de las relaciones en la sociedad....“
El gran problema, es ¿quienes son los
gestores? ¿son los servícios públicos que toman diversas formas organizativas y
estructurales y se multiplican en niveles verticales y cada vez se alejan los
gestores superiores de los intereses y las necesidades de los gestores de base?
Para Jeze. G. los servícios públicos
son aquellos que cubren las “necesidades de interés general que los gestores en
determinado momento han decidido satisfacer de forma particular, en forma de
servícios públicos. Es esencial que el propósito de los gestores sea que esas
necesidades sean cubiertas por los servícios públicos”. Otros autores señalan
que los servicios públicos son la esencia del derecho público, con estructuras
y actividad determinada por la autoridad, pero con alto contenido social son elementos básicos del derecho
público.
El
problema es que Estado de derecho y sus valores, y gobierno de derecho, término
de la teoría constitucional anglosajona del siglo XIX, derecho positivista,
curiosamente se consideró durante mucho tiempo en los países del socialismo
real, también en Yugoslavia, como novum burgués, como consecuencia de las
revoluciones burguesas contra las monarquías feudales absolutas, y curiosamente
como contrario a la idea de extinción del Estado
Se considera que “ese concepto alemán de estado
de derecho representa fórmula jurídica del estado liberal como tipo de estado“
(Nojman, F. en “Demokratska i autoritarna drzava“ (Estado democrático y
autoritario) Zagreb, 1974).
En
su “Teorija drzave i prava“, Pupic,
B.1982 (Teoría del Estado y del derecho“,) apunta que el Estado socialista es
considerado como estadio de transición que conduce a una sociedad sin clases, y
el Estado de derecho es un “enorme fracaso metodológico y teórico“. Destaca
que la teoría del estado de derecho
desde la comprensión marxista del derecho y del estado no tiene ningún sentido.
“Es sólo una manifestación burguesa más
de la divinización de su estado y modo de vida, es una defensa a ultranza del
orden establecido en el mundo capitalista“. (Pupic, B. 1982)
Entre las dos tendencias, diametralmente opuestas, la de
los apologetas del estado y la otra de rechazo como la anarquista, se ubica la
tercera tendencia, la llamada “marxista”, que por un lado rechaza los aspectos
negativos del estado heredado, pero a la vez subrayan las bondades del Estado
socialista, en uno u otro aspecto, y hasta lo glorifican. Pero pocos son los
análisis acerca de la totalidad del Estado, ni siquiera cuando se define como
categoría histórica.
Se termina por aceptar que, ni es negativa ni positiva,
sino “necesaria y progresiva
institución” que corresponde a la etapa de la sociedad de clases. El Estado es
la estructura que posibilita el desarrollo continuado de la sociedad, y lo hace
de tal manera que defiende el modo de producción de la clase dominante, por lo
tanto medio para proteger sus intereses de clase. Así, sólo se repetían los
planteamientos de los clásicos, que no pocas discusiones y documentos
produjeron a la cuestión del Estado en general, y vinculado a la “dictadura del
proletariado” en particular, en momentos en que se requería un desarrollo
innovador del Estado, puesto que se estaba llevando a cabo desde hacía años una
experiencia de autogestión única. De lo que más se hablaba y escribía era
acerca de la “autogestión obrera” en las empresas, pero poco que esta era parte
de una concepción más amplia de autogestión social más amplia como concepto,
que exigía cambios profundos y radicales.
En Yugoslavia la
cuestión del Estado es pregunta central alrededor de la autogestión y de la
“revolución socialista”. Primero, porque
el estado heredado guarda las relaciones sociales del sistema anterior, y
es lo primero que debe ser eliminado para poder construir las bases de la nueva
sociedad. Segundo, como el Estado es
“organización alienada” por parte de
la mayoría de la sociedad, la tarea principal del socialismo y comunismo es la
eliminación de todas las formas de alienación.
Se hacía necesaria total claridad científica acerca del
Estado en la etapa de transición, de cuál es su esencia, papel y lugar, que en
realidad, ya no es la misma, y cada día, se parecería menos a la organización
heredada.
Sin embargo, esta claridad teórica, de gran significado
práctico y político, difícilmente era llevada a la realidad. Tan difícil como
asumir que las formas de alienación estaban presentes en el socialismo, una
“alienación socialista”, alrededor de la cual se rompían lanzas.
Para
Stjepanovic, N. (1958) la institución de servícios públicos con base en el
derecho socialista, tiene un significado amplio como “unidades
organizacionales“, órganos, organizaciones y otras actuaciones sociales. En
otras palabras, son todas las organizaciones de la administración estatal. Es
todo lo que abarca y hace el Estado. En un sentido más estrecho, son
actividades y estructuras específicas a través de las cuales se realizan esas
actividades. Krbek, I. (1955) así como
Popovic,S. y Dimitrijevic, P. son más específicos, y señalan que es importante
tener en cuenta el contenido y el objetivo, de manera que determinadas
actividades y servicios deben estar a
nivel de comunidad bajo los principios de autogestión y con régimen de derecho
especial. Aquí se hace evidente la bifurcación de los servicios públicos,
de acuerdo al interés y el alcance. Aparece el concepto de “servicios de la
sociedad“, o “servicios sociales“, y se entremezclan servicios públicos y de la sociedad, o se equiparan.
Muchos autores yugoslavos concuerdan en
que para desarrollar la idea marxista de asociación de productores libres y
asociaciones libres, que es tomada como guía, el sistema de autogestión social y su
continuo perfeccionamiento representa una forma básica de organización y
funcionamiento de los servicios públicos en la dirección de extinción de las
funciones y derechos estatales.
¿Cuáles
son las formas en que se llevan a cabo los
servícios sociales?
Abarcan
desde los órganos estatales, pasando por instituciones y cooperativas de
usuarios hasta los ciudadanos individuales. Los órganos estatales, tanto en los
países capitalístas como socialístas siguen siendo las formas básicas
dominantes. Entonces, la cuestión y el gran problema es ¿en qué medida esos
servícios son autónomos y autogestionados fuera del aparato estatal? ¿En qué
medida forman parte de los mecanísmos estatales o incorporados al sistema
estatal de órganos administrativos, determinan tareas y controlan según la
legislación establecida? Pero no todos aceptan ni comprenden que la
extinción del Estado y sus funciones en la forma actual, tenga por base los
servicios sociales desarrollados como actividad pública, y que la separación de
las funciones de los servicios sociales, con determinado
rol disminuido del Estado, lleve a una transformación de las estructuras y
funciones de este.
Continuará