* Panel realizado en el Teatro Jacinto Torras, del Ministerio de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, el 29 de marzo de 2012. Publicado en Catalejo, el 26 de marzo de 2014.
Elvira
Castro
Directora de
CONAS, Ministerio de Comercio Exterior.
Richard E.
Feinberg
Profesor de la
Universidad de California, San Diego.
Miembro de Woodrow
Wilson International Center for Scholars, Washington.
Roberto
Pérez Rivero
Director del Programa de Educación Ambiental y
Conservación de la Biodiversidad de la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la
Naturaleza y el Hombre.
Saira Pons
Profesora del
Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana.
Rafael
Hernández
Politólogo.
Director de Temas.
Rafael Hernández (moderador): El tema de la inversión
extranjera y el del desarrollo son centrales no
solamente en la realidad cubana contemporánea, sino entre los problemas
actuales de los países de América Latina, y en general del Tercer mundo. Las
primeras pregun-tas son: ¿qué peso específico tiene esa inversión extranjera en
el caso particular nuestro? Es decir, ¿cuán importante es en el desarrollo
económico y social?; ¿en qué consiste esa presencia?, ¿cómo ha evolucionado?,
¿qué factores la limitan?, ¿en qué sectores tiene un peso más importante?
Elvira
Castro:
La inversión extranjera es, sin dudas, una de las varia-bles
de la política económica cubana; se reinicia en nuestro país en la década de
los 80. En pleno Período especial se plantea la apertura hacia
capitales extranjeros como fuentes de obtención, básicamente, de mercados
externos que no estaban disponibles. Estamos hablando de después de la caída
del campo socialista, cuando se perdió gran parte del mercado exterior que
tenía nuestro país; o sea, en primera instancia se abre para poder acceder a
mercados externos, a tecnolo-gías competitivas, y a financiamientos a largo
plazo.
A finales de la década de los
80 se constituye el primer negocio en la actividad turística, y luego otros en
la minería, concretamente la empresa mixta Moa Níquel para la explotación y
comercialización del níquel. Con posterioridad, en la década de los 90, se
desarrollan otras inversiones en distintos sectores de la economía, en el
sector in-dustrial, siempre preservando que propiciaran el acceso a mercados,
capital y tecnología. Son las tres variables básicas que se buscan.
Durante todos estos años, hubo un incremento de la cantidad de negocios
con inversión extranjera en el país. Ya a finales de los 90 y con posterioridad
al 2000, se produce un proceso de concentración de esa inversión hacia
proyectos que aportan un mayor valor añadido, en sectores estratégicos de
nuestra economía. Hoy tenemos más de doscientos negocios con inversión
extranjera básicamente en la actividad de turismo, petróleo, petroquímica,
alimentación, construcción e industria ligera.
Son actividades que han
contribuido al desarrollo económico cubano. El peso específico que tiene la
inversión extranjera en la economía no es determinante, aunque, sin dudas ha
aportado beneficios significativos.
Negocios como Habanos, para la comercialización del tabaco, o Havana Club, para
la del ron, o Moa Níquel, para la del níquel, con vocación hacia la
exportación, han contribuido al desarrollo del país en estos años.
La perspectiva para la
inversión extranjera es que continúe crecien-do; seguir valorando proyectos que
tengan un impacto favorable en nuestra economía y en especial sobre la balanza
de pagos del país.
Hoy también se analizan proyectos que favorezcan los procesos de
integración regional; o sea, se subdivide la cadena de valor o la cadena
productiva con actividades nuestras que se enlazan con otros proyec-tos
productivos, fundamentalmente en Venezuela, pero también en otros países de la
región. Esta es, en esencia, la situación que presenta hoy la inversión
extranjera y la contribución que se espera de ella para el desarrollo económico
del país.
Saira
Pons:
Para la Academia hacer una valoración o un balance objeti-vo
de lo que ha sido el peso de la inversión extranjera en la economía y la
sociedad cubanas es algo muy complejo, en primer lugar porque no se publican
sistemáticamente informaciones acerca de su compor-tamiento, ni cómo se estructura,
ni el nivel de ventas. Es algo que no está disponible en las fuentes oficiales,
aunque sí se han hecho varios estudios y varias estimaciones en instituciones
académicas, como el Centro de Estudios de la Economía Cubana y la Facultad de
Economía, de la Universidad de La Habana.
Entonces, no es posible hacer un balance como el que hizo en Amé-rica
Latina para evaluar el fracaso que constituyó la inversión extranjera después
del período de liberalización y desregulación de esta en la década de los 90, a raíz del cual se toman
medidas. Hoy en día se puede hablar de una reforma de segunda generación, ya
no concentrada en los equilibrios macroeconómicos para atraer inversión
extranjera, sino en el desarrollo de redes, de clusters de discusión de
la innova-ción, que permiten aprovechar las ventajas que puede ofrecer la
inversión extranjera para el desarrollo económico.
En Cuba, este debate abierto generaría un consenso, que permiti-ría que
la base económica, las empresas, las universidades, todos, de una forma
concientizada, puedan avanzar en un camino determinado; esto en Cuba, dadas las
grandes restricciones de información, no es posible.
En un nivel macroeconómico,
todos sabemos que la inversión ex-tranjera les dio un impulso importante a
determinados sectores como los tabacos, el ron, el níquel, el petróleo, que
permitieron, en su mo-mento, encontrar nuevos mercados, aumentar las
importaciones y generar las divisas que el país tanto necesitaba. No obstante,
habría que preguntarse si la inversión extranjera pudo mejorar la balanza de
pagos, el balance de saldo en cuenta corriente y demás; y trascender el
problema que también tienen las empresas nacionales, que es la alta dependencia
de la importación. Se han hecho ciertas estimacio-nes que, sin dudas, la
inversión extranjera impulsó, pero igual se nece-sitaría un nivel de
desagregación de datos, que es complejo.
A nivel meso, esta propensión a importarnos facilitó generar
enca-denamientos productivos y sinergias, redes, estructuras, que permi-tieran
desarrollar y difundir el desarrollo tecnológico que ellas traían. Si bien la
inversión extranjera trae tecnologías, generalmente no im-pulsan el desarrollo
tecnológico dentro del país sino se crean redes de colaboración con
universidades y demás.
A nivel micro, si bien las empresas con asociación extranjera
pre-sentan niveles de productividad por encima de la media —y de esto sí hay
verificaciones empíricas en la Facultad de Economía—, tampo-co se ha podido
comprobar que hayan generado un efecto derrame o aumentado o contribuido a
aumentar la productividad en aquellas empresas que son competidoras suyas, que
es lo que se espera, o en aquellas que están encadenadas, tanto hacia delante
como hacia atrás, en su producción.
Por tanto, el balance de la inversión extranjera, si bien ha tenido un
efecto positivo; que era y es necesaria y esencial, no se puede pre-cisar si
estrictamente lo obtenido a raíz de ella fue lo óptimo, lo que se podía haber
alcanzado en todas sus potencialidades si se hubiera generado toda una estructura
institucional alrededor, que le hubiera permitido aprovechar estas ventajas de
una mejor manera.
Roberto Pérez Rivero: Yo trataría de referirme primero a
la diversidad de conceptos de inversión extranjera
que se maneja. Quizás el más fácil de ver es aquel dinero que se invierte
esperando recuperar la inversión y obtener ganancias. Pero hay otras formas, si
la vemos como la en-trada de recursos financieros foráneos en el país. Podemos
hablar de préstamos para una determinada actividad. Me quiero referir también a
la cooperación internacional, aunque muchos autores no la consideran
directamente inversión extranjera. En este caso, no solo estamos hablando de
recursos financieros, sino también de equipamiento, entrenamiento, creación de
capacidades; podemos hablar también de tecnologías limpias, de infraestructura,
de ecoturismo, que si bien está mediado por una erogación financiera y gastos
en la transportación, etc., no se puede ver sólo como una inversión
para obtener ganancias, sino como un impacto directo en el desarrollo social,
sobre todo cuan-do se trabaja directamente con comunidades, se realiza a través
de iniciativas locales, mejorando la infraestructura, y también se logra un
impacto positivo en las variables ambientales del país.
Cuando se habla, por ejemplo, de ponerle filtros a una fábrica de
cemento, estamos hablando de una reducción de la carga contami-nante; cuando se
procura un mejoramiento de los terrenos mineros en Moa, esto se revierte no
solo en un mejor proceso tecnológico, sino también en menos contaminación,
menos gastos por remoción de esta, menos impactos negativos en la salud, y
también en la in-tervención de otros actores; en este caso ya no estaríamos
hablan-do solamente de compañías, de empresas mixtas, sino también de
universidades, centros de investigación y otros componentes de la sociedad
civil cubana.
Está muy claro que debemos
ver qué tipo de inversión extranjera o de cooperación internacional queremos, y
se ha trabajado en Cuba en eso. Sabemos del famoso boom de las ONG en
los 90, pero podemos decir que es un tipo sin condicionamiento, que está
definido desde dentro como una complementación del esfuerzo estatal, que es
bas-tante grande, y que va dirigido a tratar de llenar vacíos, hacia grupos
vulnerables, comunidades, zonas donde cuesta un poquito más de trabajo llegar
desde la inver sión inicial. Sabemos que hay espacios del país que todavía no
tienen una inversión grande en una fábrica, en una industria, pero se
encuentran altos valores de biodiversidad. Tene-mos áreas protegidas, y esa
infraestructura mejorada podría fomentar el desarrollo local o incluso
potenciar el ecoturismo.
Entonces, básicamente, el origen de esta cooperación, que quizás es un
poco diferente a la inversión más clásica, puede ser bilateral, en-tre
gobiernos, o de tipo multilateral. Son bien conocidos en Cuba los proyectos de
las diferentes agencias de Naciones Unidas sobre todo en temas ambientales, del
hábitat, del desarrollo local, que han tenido im-pactos no solo en las
industrias sino en ciudades, en comunidades, etc.
Por último, quiero hablar de
la cooperación descentralizada, que se va realizando con distintas ONG cubanas
y extranjeras, y también con otros actores. ¿Hasta qué punto es distinta? Yo
considero que tiene un peso específico importante en el desarrollo social del
país, porque no todo se puede ver como una industria o como una gran inversión.
Te-nemos una población instruida, pero hay determinados aspectos que nos
cuestan mucho trabajo, si no tenemos acceso a determinadas co-sas. Hay una
serie de procesos, de creación de capacidades, que están ocurriendo a nivel del
Caribe, de Latinoamérica, del hemisferio, que debemos aprovechar. Debemos
beneficiarnos también de esta ma-nera de la cooperación Sur-Sur, quizás un poco
más descentralizada, con cantidades de dinero un poco más modestas, pero que
también tienen impactos en el desarrollo social y el desarrollo local, que en
de-finitiva mejoran las condiciones de vida de los cubanos, un aspecto
coherente con nuestro proyecto social.
Rafael Hernández: Richard, yo quisiera pedirte que
comentaras esta pregunta a la luz de estas tres
intervenciones, y que al mismo tiempo pensaras qué diferencias o analogías
pudieran establecerse con otros países de América Latina.
Richard
E. Feinberg:
Hablando primero sobre la inversión internacio-nal, yo
distinguiría tres fuentes: inversiones de gobiernos, de empre-sas multinacionales,
y de personas. En los años 90 llegaron muchas inversiones de empresas
multinacionales; tengo entendido que ahora vienen muchas menos. Elvira hablaba
de unas diez nuevas inversiones por año, pero yo me imagino que la mayoría de
estas son de Estados —quizás ella nos pueda clarificar esto—, de China, de
Venezuela, algo de Brasil, aunque la mayoría de los contratos de Brasil no son
de inversiones, sino más bien de manejo de gerencia. Por ejemplo, Odebretch no
es de inversión, es de manejo. La tercera fuente serían inversiones de la
diáspora cubana, que cada vez más se notan en paladares y quizás en el nuevo
mercado de casas.
Como dijo Saira, sin
estadísticas es muy difícil analizar este sector. Elvira hablaba de que hay más
de doscientas empresas mixtas, pero tengo entendido que quizás diez empresas
concentran como 70% de la exportación cubana, y que ya conocemos muy bien por
sus nom-bres. Entonces hay una concentración bastante fuerte.
¿Por qué la República de Cuba se abre a la inversión internacional? Por
razones que ya se han dicho, pero yo pondría énfasis en dos cosas: la primera
es el acceso a los mercados. Es muy difícil que un país del tamaño de Cuba
pueda vender sus productos a muchos países, por la competitividad. Es difícil
saber mucho de los mercados, la distribución, etc. El ron cubano es
fantástico, pero es difícil para Cuba exportarlo sola, pero Pernod Ricard tiene
ya listas todas sus tiendas, su mercadotecnia, etc. Entonces un aporte
importante para todos los países del Tercer mundo son estas capacidades de
mercadotecnia.
La otra cosa
sumamente importante es el oro. En Cuba, la economía nacional
tiene una tasa de oro de más o menos 10%; en América Latina, como norma, es
como 22%, es decir, el doble. Cuba no va a doblar su tasa de oro en los
próximos años. ¿Entonces de dónde va a venir el dinero? Desde el exterior, no
hay otra fuente. Quizás el gobierno pue-da ahorrar un poco más si lo hace con
más eficiencia, pero hasta ahí.
¿Cómo deciden las empresas
multinacionales dónde poner la pla-ta? Ya ellos tienen docenas de países donde
invertir; hay un mundo su-percompetitivo. Pueden invertir en el mismo Caribe, en
Costa Rica, en Jamaica, en República Dominicana, ni hablar de Brasil y México
como mercados sumamente grandes y atractivos, ¿entonces para qué venir a Cuba?
Esto tiene que ver con la competitividad. Si tú hablas con los empresarios, te
van a decir que aunque el trabajador cubano quizás no gana tanto, el Estado
hace muy costosa la fuerza laboral, dos veces más costosa que en República
Dominicana, por ejemplo. Una empresa que, lógicamente, quiere ganar dinero y
ser competitiva, ¿dónde va aponer la inversión? Eso depende del producto; si el
de Cuba es excelente, de primera calidad, como el ron y el tabaco, o ciertas
playas, la van a meter aquí, pero, en general, otros mercados son mejores en
este momento.
Otra cosa: el clima de la política pública, ¿es muy estable, es
predecible, va a ser más o menos lo mismo mañana que hoy? Quién sabe. Además,
la política monetaria, cambiaria, es bastante complicada en algunos países,
¿cómo crear un ambiente que haga atractiva la inversión aquí? Siempre hay que
tomar en cuenta que la inversión internacional no puede resolver los problemas
fundamentales de un país, es este el que tiene que ahorrar, tener buena
política. Las soluciones siempre son principalmente nacionales, el sector
externo puede ser complementario,
resolver algunos problemas, pero el peso del trabajo tiene que ser sobre todo
nacional.
Además, puede ser incluso dañina la inversión internacional si viola los
derechos de los trabajadores, o si destruye el ambiente, por ejem-plo. En Cuba,
por Ley, no están permitidas estas violaciones, pero hay que ir siempre con ojo
avizor, hacer estudios con mucho cuidado, etc. En resumen, la inversión
extranjera tiene muchas ventajas, pero hay que elegir.
Rafael Hernández: ¿Cuáles son los costos y los
beneficios que aporta la
inversión extranjera en relación con
la consolidación de un desarrollo sostenible y de qué factores depende?
Elvira Castro: Según la Ley 77, la inversión extranjera es el capital que provenga del exterior para la
inversión en activos, y se nominalizan cuáles son los que están sujetos a ella.
Se constituyen las siguientes modalidades: sociedades anónimas de capital
mixto; sociedades anónimas de capital ciento por ciento extranjero; contratos
de asociación económica internacional —que difieren de las anteriores en que no
se crea una nueva personalidad jurídica—; contratos de administración, que
pueden ser tanto en la actividad hotelera como en la industrial u otra de
servicios; y contratos para la producción o servicios cooperados.
Cuba no tiene, como el resto
de los países menos desarrollados, los ingresos netos necesarios para acometer
las inversiones que pueden respaldar un crecimiento económico sostenido; de
ahí que tenga que recurrir a fuentes de financiamiento externas y dentro de
ellas, a la
inversión extranjera. La primera ventaja es que permite movilizar capitales
para desarrollar proyectos que no podrían emprenderse únicamente con recursos
nacionales. Cada uno de los sectores de la economía debe definir internamente
cuáles son sus proyecciones. Se está trabajando en proyectar para el próximo
quinquenio cuáles son las in-versiones que deben desarrollarse y cuáles son las
fuentes de financia-miento que se van a utilizar, para poder definir una
cartera de proyectos que pudieran ser objeto de valoración para la inversión
extranjera.
Dentro de un conjunto de
políticas nacionales, esta también pue-de implicar, como ya se mencionaba,
acceso a mercados exteriores, a tecnologías competitivas, generar fuentes de
empleo, o sea, tener un efecto multiplicador dentro de la economía nacional,
una sinergia que permita desarrollar otros sectores que estén asociados a la
inversión extranjera. Esto, resalto, dentro de un marco de políticas nacionales
consistentes que les permitan aprovechar estas potencialidades.
Otra ventaja es que favorece los procesos de integración con la economía
internacional. Hablaba anteriormente de que la inversión extranjera puede
complementarse con desarrollos en otros países, o sea, estructurar la cadena de
valor de modo que aquí se produzcan materias primas para su elaboración en
aquellos, o al revés; o productos y servicios que pueden ser utilizados en
terceros países, y lograr un eslabonamiento productivo que propicie esa
integración de Cuba con la economía internacional y disminuir las vulnerabilidades
que pudieran tener.
Si bien es cierto, como
mencionaba la profesora Saira, que no se dispone de estadísticas, y los
estudios son realmente de tendencias, de comportamiento, se puede valorar el
impacto que han tenido en las
exportaciones y el desarrollo de tecnologías. Podemos por ejemplo valorar la
diferencia en las telecomunicaciones nacionales antes y después del negocio de
ETECSA.
Roberto mencionaba la influencia que han tenido, o que pueden tener
estas inversiones en los temas medioambientales. A los pro-yectos que tengan
elementos de impacto en el medioambiente se les exige que tengan licencia
ambiental, y se promueve que estén certificados con la NC.ISO -14000.
¿Riesgos o costos? Por
supuesto que los tiene. De hecho, se están compartiendo beneficios con un socio
extranjero; que implica siem-pre un nivel de salida de capitales hacia el exterior,
al menos de los dividendos del accionista extranjero, o del costo que pudieran
tener los financiamientos foráneos. Pero debe evaluarse a nivel social si
re-sulta más conveniente asumir este costo y obtener un margen de be-neficios
ambas partes o no emprender este proyecto de inversión en varios años por
déficit de financiamiento y/o mercado.
Sin dudas, algunos negocios que puedan tener cláusulas de exclusi-vidad
o tener carácter monopólico influyen en la independencia eco-nómica y
tecnológica del país. O sea, la inversión extranjera comporta riesgos en
cualquier parte de mundo, pero hay que tomar un conjun-to de acciones para
poder controlarlos, minimizarlos y aprovechar sus ventajas para la economía
nacional, entre ellas mantener la capacidad de seleccionar qué proyectos son
los que le conviene al país.
Saira
Pons:
Entre 2003 y 2008, el número de negocios establecidos se
redujo casi a la mitad, fundamentalmente porque se había
constata-do que los resultados y el impacto que estaba teniendo esa inversión se
concentraba en un reducido número de empresas, sobre todo aquellas que habían
logrado aprovechar las ventajas que tenía Cuba como marca, digamos, Havana Club
y otras que eran visibles en el entorno internacional, o un recurso natural
como el níquel, también prestigioso. Pero el resto de las empresas en realidad
estaba teniendo un comportamiento negativo, en el sentido de que no estaban
cumpliendo con los objetivos, los planes y los términos iniciales del
contra-to al cual habían estado sujetas en un inicio.
A mí me parece que esta
experiencia de Cuba, y sobre todo la internacional, grita a toda voz que no es
suficiente tener una cantidad, un plus importante de inversión extranjera y
empresas posicionadas en el país para alcanzar determinados objetivos; como
mismo no se le puede achacar a la inversión extranjera algunos males sociales
como el desplazamiento del capital nacional, el desempleo, los problemas
medioambientales y otros. La causa no es la inversión extranjera en sí; incluso
hay escuelas que dicen que ni siquiera es una cuestión de quién tiene la
propiedad, sino del marco institucional, de establecer regulaciones medioambientales,
sociales, realizar contratos que ali-neen los incentivos del inversionista con
los objetivos sociales, econó-micos, políticos, del país.
En realidad, necesitamos
ganar mucho en el conocimiento del di-seño de los contratos, en el diseño de
relaciones contractuales en el mercado, que es lo que sucede y sucederá siempre
con la inversión extranjera. En esto tenemos que ganar en maestría, porque
siempre hemos estado funcionando más a partir de directivas verticales, de
planes y demás. En este sentido, por ejemplo, no es de esperar una de las
ventajas evidentes de la inversión extranjera, que es el acceso a mercados y
a la exportación. Incluso uno de los Lineamientos hace énfasis en ser más
estrictos, velar más por el cumplimiento de los compromisos de exportación de
las empresas extranjeras. Como decía el profesor Richard, uno tiene que valorar
el hecho de que la inversión extranjera se encuentra en un entorno donde no
solo la fuerza de trabajo calificada es cara, en relación con otros países,
sino que ade-más tiene problemas de disciplina, de desmotivación. En los
estudios del Centro de Estudios de la Economía Cubana, los inversionistas y
especialistas han detectado problemas claves de infraestructura, de lentitud en
los aprovisionamientos, debido a la centralización de las importaciones, entre
otros factores. Todo esto hace que Cuba no sea un país competitivo y que las
empresas, en su estrategia de interna-cionalización, no la escojan como centro
donde van a producir para abastecer a una región más amplia. Hay excepciones,
pero el resto de las empresas, sobre todo las que se vinculan a la industria
ligera, están en desventaja. No se puede esperar que en el momento del contrato
las empresas extranjeras digan «sí, voy a cumplir con esta meta de
ex-portación, etc.». La parte cubana tiene que evaluar si es factible o si es
creíble esa posición, y estructurar los incentivos de forma tal que la empresa
pueda potenciar sus ventajas o limitar sus desventajas.
Roberto Pérez Rivero: Como en cualquier acción que
hagamos, siempre va a haber riesgos y ventajas.
Depende mucho de las tomas de decisiones, limitar unos y aprovechar otras.
Pero yo me quiero referir, más bien, a que cualesquiera que sean estas
inversiones en el país, deben contribuir a que nos preparemos para el futuro y
que sean sustenta-bles en el tiempo.
Indudablemente, uno de los
riesgos es que muchas de las inversio-nes tienen como una de las prioridades
fundamentales obtener benefi-cios en el corto plazo, y en la medida en que el
tiempo de recuperación se hace más largo es menos atractiva la inversión.
Entre las ventajas que puede ofrecer el país, yo quisiera hablar, por
ejemplo, de que sus industrias cuenten con tecnologías limpias y apropiadas.
Discrepo que necesitemos siempre lo que se llama «tec-nología de punta»; cada
vez que oigo eso me asusto, porque en las condiciones cubanas tenemos que ver
cuál tecnología nos conviene, y si después vamos a tener dinero para
mantenerla, para continuarla. Te-nemos que buscar tecnologías que incrementen
nuestra producción, pero que también sean resistentes. Hay algunos ejemplos en
el tiem-po que, al desaparecer la inversión, hay dificultad para mantenerlas.
Otra ventaja importante que buscar es la creación de capacidades en el
país para nuevas inversiones; abrir la producción de determinado renglón que
durante mucho tiempo estuvo desaprovechado, o desa-parecido, etc. O sea, hay
muchas potencialidades en el país. Y también la disminución de la carga
contaminante, y algunos otros problemas ambientales. Tenemos tecnología e
instalaciones obsoletas, y su reno-vación por medio de la inversión puede
mitigar rápidamente algunas de las manifestaciones locales de estos problemas.
Uno de los riesgos más
importantes es que estos procesos pueden introducir determinadas distorsiones
en el modelo de desarrollo sus-tentable por el que hemos apostado. Voy a poner
un ejemplo: el de la agricultura. Cuba, como siempre se ha dicho, es un país
eminen-temente agrícola, con grandes potencialidades para la exportación de
algunos productos, tierra agrícola, etc… Los últimos veinte años nos enseñaron que la agricultura convencional,
basada en combusti-bles fósiles y maquinarias, era altamente riesgosa y
vulnerable porque una falla en la importación de los combustibles, en las
partes de las maquinarias puede dar al traste con lo que se espera producir, y
en ese tiempo se fue desarrollando, a la manera cubana y con muchos medios
alternativos, un modelo de sistema agrícola basado en la agri-cultura urbana,
en el desarrollo rural, la reforestación, la agricultura orgánica, en métodos
alternativos que eran menos dependientes de las importaciones. Es cierto que
las producciones no tienen los volú-menes que necesitamos en el país, y que
quizás para la exportación estos productos no son todo lo confiables en la
estabilidad de su pro-ducción. Mantener un volumen de producción durante todo
el año es bastante difícil en nuestras condiciones, pero a veces para producir
más alimentos y buscar exportaciones, volvemos un poquito atrás, a la
dependencia de los combustibles fósiles, y de la maquinaria, al uso intensivo
de productos químicos que envenenan el suelo, a la produc-ción de variedades
híbridas, a la irrigación, etc. Entonces habría que ver qué tipo de inversión
puede ser más coherente con el modelo de agricultura sustentable que queremos.
Puedo mencionar también la introducción de especies potencial-mente
invasivas. Es el caso de la claria y de otras especies para la acui-cultura.
Eso puede afectar la producción y exportación de camarones, de peces. Habría
que valorar rápidamente las implicaciones que ten-dríamos en este campo.
¿Cuándo vamos a ver qué inversiones de tipo más sustentable, más
limpias, podemos convocar? Quizás estas inversiones no constituyen la mayoría,
pero serían significativas para la economía cubana. Por ejemplo,
Cuba podría incrementar altamente la producción de fruta-les orgánicos. El
precio en el mercado —no menciono a los Estados Unidos— en Canadá es altísimo,
es cuatro veces el de los productos convencionales. Tenemos grandes plantaciones
de frutales que están en operaciones orgánicas. ¿Cómo vamos a poner eso en el
mercado? Eso todavía falta.
Debemos buscar vías para
participar en lo que se llama también el comercio justo, o sea, exportaciones
de café, de jugos, de cítricos, de determinados productos naturales que tienen
potencial en el país porque durante veinte años se ha ido adquiriendo una
experiencia y una fama internacional. Quizás no sean tan conocidos como el
tabaco cubano, pero sí se sabe que son productos orgánicos, sanos.
Quizás el mejor ejemplo que
tenemos ahora es la miel de abeja, famosa en el mercado internacional,
fundamentalmente en la Unión Europea, que pudiera adquirir toda la que podamos
producir; sin em-bargo, ahora allí están analizando si tiene polen de tipo
transgénico. Sabemos hasta qué punto la introducción de algunas especies de
tipo transgénico, de soya, de maíz, puede impactar este tipo de proyecto.
La idea es que las
inversiones tienen que ser coherentes con nues-tro modelo de desarrollo y
tratar de convivir con los riesgos y con las posibilidades que hemos
desarrollado en estos años. Esto se tiene en cuenta, pero también hay
determinados sectores del mercado que es-tán monopolizados por otras empresas.
Ahí es más difícil llegar y qui-zás por eso nos cuesta más trabajo visualizar
este tipo de perspectiva, pero creo que está en el tapete, y como otros colegas
han dicho, lo fundamental está en la toma de decisiones a partir del análisis
de qué tipo de inversión vamos a hacer.
La ley cubana es muy clara y el análisis dice por dónde debe ser el
camino, pero siempre habrá que tener cuidado; determinar hasta qué punto nos
afecta la presión que tenemos en producir para la expor-tación, para nuestro
desarrollo y para la población, pero también se-guir siendo coherentes con
nuestro ambiente y con nuestro desarrollo social.
Rafael Hernández: Richard, tomando como premisa que se
trata del desarrollo social socialista, te voy
a pedir que comentes los costos y los beneficios de la inversión extranjera en
Cuba, que no son los de la mayoría de los países de América Latina.
Richard E. Feinberg: Esa es una pregunta sumamente
interesante y no fácil. Si estamos hablando de las
empresas multinacionales, ellas tie-nen sus trabajos, sus inversiones, sus
ventas, en casi todos los países del mundo, con estilos de desarrollo sumamente
distintos. China ha basado prácticamente todo su desarrollo sobre la base de la
inversión internacional. La mayoría de sus exportaciones son de empresas
mul-tinacionales, sin embargo siguen con su sistema socialista, con econo-mía
mixta.
Cuba puede poner ciertas
reglas en cuanto a su fuerza de trabajo, en cuanto a proteger el ambiente en
general, pero con ciertas limita-ciones. Si quiere atraer empresas
internacionales, por ejemplo, el cos-to de la fuerza laboral tiene que ser
competitivo. Ahora hay impuestos muy fuertes sobre la fuerza laboral,
probablemente demasiado para atraer mucha inversión del sector privado. Eso es
una limitación.
Pero en general
las empresas multinacionales se han mostrado bastante flexibles. Cuba tiene capacidad de
negociar. Creo que mu-cha gente en la Isla tiene miedo de las multinacionales,
las ven como tiburones y ustedes son las sardinas, como se dice; porque sí, son
muy grandes. Entonces, mi consejo sería buscar asesoría. Quizás ya lo están
haciendo, pero si no, yo diría que ningún país puede tener tantos expertos en
tantas ramas para negociar, solamente con su propia gente. Hay que pagar por
ello, lógicamente, pero vale la pena. Hay entidades, también multinacionales,
que saben cómo trabajan estas empresas grandes en otros mercados, saben cómo
negociar con ellas, qué tipo de contratos, cómo proteger la propiedad
intelectual, la fuerza laboral, todos estos asuntos muy importantes.
¿Cuánto dinero está saliendo
como dividendos a las empresas mul-tinacionales? Que yo sepa, Cuba no publica
esta cifra tan clave, todos los demás países la publican diariamente. Voy a
poner una idea so-bre la mesa basada en las cifras que yo veo: quinientos
millones de dólares. Quizás los que conozcan mejor la economía cubana pueden
comentar. ¿Es mucho o poco? No es mucho, dado el tamaño su economía, pero es
un costo, y habría que averiguar si está sacando los beneficios adecuados o no
del costo de estos dividendos.
Rafael
Hernández:
¿Qué habría que hacer para consolidar este papel
de la inversión extranjera en un desarrollo sostenible,
socialista, como nosotros lo entendemos, y como ha sido discutido públicamente
en nuestro país? ¿Qué estrategias de desarrollo pueden contribuir a esa
consolidación? Quisiera que el panel retuviera esta pregunta para des-pués de
que el público haga sus comentarios y sus preguntas.
Fabio Grobart: Trabajo en el Centro de
Investigaciones de la Economía Internacional,
y conozco, en cierta medida, de lo que se está hablando, porque trabajé en el
viceministerio de la Construcción Industrial, que forjó el Che en aquella
época, por un lado, centros de investigación y, por otro, ese viceministerio,
que debía complementarse con la cien-cia y la tecnología que pudiera ir
surgiendo paulatinamente, en parte por la inversión extranjera, directa o
indirecta, amistosa, en su mayoría de los países socialistas. Más tarde también
tuvimos inversiones im-portantes de Inglaterra, de Canadá, de otros países. En
ese momento estaba Raúl Prebisch dirigiendo la CEPAL, y se crearon ciertas
reglas del juego muy interesantes para que en los países subdesarrollados de América
Latina las transnacionales o las compañías extranjeras no prostituyeran a los
demás, se articularan con el resto de la economía nacional, se creara y
exigiera la enseñanza de los trabajadores y de los ingenieros para adquir
cultura industrial, cuestiones del medioam-biente, de normativas, licencias,
patentes, etc. Pero eso se logró por ley solamente en Ecuador y en Brasil.
Después viene el período del neoliberalismo y todo eso se derrumba, y se juega
entonces a quien se venda más barato. Quien entregara sus tierras, sus recursos
sin ningún tipo de reglas, recibiría la inversión extranjera.
El caso de Cuba fue diferente, pero también nos faltaba cultura, y por
lo tanto muchas veces hemos hecho inversiones porque había que industrializar.
Por ejemplo, algunos líderes, con muy de buena volun-tad, decían: «Si queremos
industrializarnos, tenemos que contaminar».
Después de aquel viceministerio, la atención a la inversión extran-jera
se diseminó por diferentes ministerios, y se creó el Comité Estatal de la Colaboración
Económica y ahora está en el de Comercio Exterior.
De todas maneras, se produce un divorcio total entre la ciencia y la tecnología,
que empezaba a madurar en nuestro país, y aquellas tendencias de cumplir con
inversiones que venían del extranjero. Des-pués de la caída del campo
socialista —nuestros principales aliados—, se crearon situaciones difíciles.
Era sumamente complicado que
el sistema nacional de ciencia, tec-nología e innovación colaborara. Se dieron,
sin dudas, algunas cola-boraciones, pero no muchas. En una primera etapa no
importaba en cuánto, sino en qué. Más tarde se invierte el modelo, o sea,
cuánto nos va a dar esa inversión extranjera. Deberíamos razonar que sí
im-porta en cuánto, en qué y en cómo; además no solos, sino buscando alianzas
internacionales, que bien pudieran ser sistemas integracionis-tas como el ALBA
y otros, en los cuales debiéramos incidir en interés mutuo, porque un país
pequeño difícilmente pueda enfrentar toda la competitividad mundialmente
establecida, y tampoco debe venderse barato, como el papel que nos tienen
asignado.
Vani
Pedraza:
Me gustaría saber cómo se deciden las inversiones ex-tranjeras
y si en algún momento del proceso de toma de decisiones aparece la consulta
popular, sobre todo en las más importantes, las que implican grandes cambios
económicos, ecológicos, sociales, e in-cluso culturales, a nivel nacional.
Estoy pensando exactamente en la prospección y explotación de petróleo cubano,
en la construcción de la Zona Especial de Desarrollo en el
puerto del Mariel, y en los gigantes-cos planes de
desarrollo turístico en la península de Guanahacabibes.
Luis Marcelo Yera: Entre las diferentes batallas que perdió lo que hemos
conocido como socialismo real, está la que emprendió por la tecnología, y por consiguiente
también por la productividad, elemen-tos claves, indispensables, para pensar en
un desarrollo económico se-rio de las economías socialistas, y en este caso de
la economía cubana.
A riesgo de parecer
anticuado, recuerdo que en la Universidad nos hablaban de aquella famosa Ley de
la correspondencia entre las rela-ciones de producción y el desarrollo de las
fuerzas productivas, que hoy, en términos más actuales, serían las relaciones
entre los distin-tos actores de la economía. En este marco, se debía propender
a de-sarrollar las tecnologías, y si no era así el país caía en un esquema de
revolución social. Entonces es clave que, en el caso de Europa del Este y la
Unión Soviética, la Ley se cumplió, y los países que nos mante-nemos dentro del
rumbo socialista tenemos dificultades muy serias con la expresión socialista de
la economía, que está en el sistema de empresas estatales.
Independientemente de la necesidad de velar por la sustentabili-dad, por
la posibilidad de que exista un mercado para los productos provenientes de esta
inversión extranjera, quiero llamar la atención sobre la tecnología, que debe
ser una cuestión obsesiva de nuestro sistema socialista. Pienso que se
aprovechan poco o se desaprovechan muchas posibilidades. No sé cómo estará ahora
esta cuestión de la ley que permite el ciento por ciento de propiedad
extranjera, pero re-cuerdo que, en mis tiempos, solo estaba la planta eléctrica
de Nueva Gerona, no sé si había algo más, pero era muy poco.
Entonces debemos aprovechar
más el abanico de posibilidades para traer tecnología, porque si no, vamos a
perder la batalla por la productividad. Recuérdese que detrás de ella están los
precios, y si no tenemos
precios competitivos no exportamos, y esa cuestión de mer-cados más amigos o
menos amigos, no basta. A lo mejor tenemos que ser competitivos en los mejores
mercados, y la tecnología de punta —aunque el compañero Roberto Pérez Rivero no
esté de acuerdo con ese término— es clave para eso.
Yoss:
Mi preocupación principal es sobre las consecuencias
socioló-gicas de la inversión extranjera. En primer lugar, da la impresión de
que el Estado la ve como un mal necesario, una especie de herpes, que se
soporta, pero duele. No se publican en ninguna parte las cifras; supongo que
esto pudiera considerarse simplemente otro aspecto del síndrome de cero
transparencia informativa de nuestra prensa, pero en ninguna parte se publican
cosas relacionadas con este tema. A pe-sar de que todo el mundo comenta sobre
el cable de fibra óptica, no hay información oficial sobre esto, y menos sobre
costos y ganancias.
Por otro lado, la inversión extranjera ha generado una gran bre-cha
social, en el sentido de que todo el mundo quiere trabajar en una empresa
extranjera aunque sea por la jabita, aunque el Estado cobre por ellos una
cantidad de dinero que los trabajadores no ven. Todo el mundo conoce la
práctica de muchos inversores de pagar, como se dice, por debajo de la mesa, a
sus trabajadores, para garantizar que tengan un resultado.
Esta es una pregunta directa para el profesor Feinberg: ¿cómo se las
arregla un inversor extranjero cuando se enfrenta a un mercado laboral en el
cual no tiene derecho a despedir trabajadores, no puede elegir quiénes van a
trabajar con él, no por la calidad de su trabajo, sino porque «es un cuadro
capacitado»?
Por otro lado, está surgiendo
una aristocracia obrera relacionada con las empresas mixtas, que está rompiendo
el modelo del igualita-rismo, y que, de alguna manera, está reciclando, dentro
de sus capas, toda una producción. Hay estudios —yo los he visto— que dicen que
probablemente esta aristocracia que ha trabajado en empresas mix-tas, aportaría
los principales inversionistas si hoy mismo se abriera la inversión en
sociedades anónimas para los cubanos, porque ya no es una vergüenza tener mucho
dinero en el banco.
Y una pregunta que se inserta en la que hizo Vani: ¿qué criterios se
manejan a la hora de decidir lo que se necesita como inversión extran-jera?
¿Son los amigos de Venezuela, los amigos de China, es el que más dinero pone,
cuál es?
Rafael Hernández: Me faltó informar al inicio que
invitamos a varios in-versionistas extranjeros a integrar este panel. Algunos
me explicaron que hubieran querido, pero que tenían algo más que hacer; otros
no me contestaron. Es decir, en nuestra concepción original de este panel iba a
haber un inversionista extranjero.
Juan Triana: Con la inversión extranjera pasa
como con la gestación, no
hay términos medios; o estás
gestando o no estás gestando, o sea, si quieres inversión extranjera no puede
ser a medias. Yo creo que Cuba definió su necesidad de inversión extranjera
hace veintitantos años, cuando hizo una ley, que a mi juicio es bastante
abierta en su letra, no así en su interpretación.
Entonces, si realmente, como los números demuestran —por-que al final
esta es una cuenta aritmética, no hay que hacer tanta econometría para esto, es pura bodega, de ahí no
pasa—, Cuba nece-sita incrementar en casi 15% su tasa de formación bruta de
capital, su tasa de inversión, para poder alcanzar luego una tasa de
crecimiento promedio anual de 4%, este país se demora veinticinco años para du-plicar
el producto interno bruto. Eso es de bodeguero, no hay que ser científico, ni
doctor para calcularlo. Me muero yo y mi hijo se retira sin haberlo logrado.
Para que entendamos de lo que estamos hablando aquí, crecer a altas tasas no es
ni una aspiración ni una meta, ni es un lujo; es una necesidad de este país, si
no seguiremos postergando el bienestar de las generaciones presentes y de las
futuras y de las sobre futuras; y evidentemente con ahorro interno no se hace.
¿Quieres inversión extranjera? Pues definitivamente tienes que —dentro
de un grupo de regulaciones que la pueden hacer mucho más «amigable» y pagando
los costos que toda inversión extranjera requiere— manejarla con suficiente
inteligencia y coherencia con los propósitos de crecimiento que tienes.
Una de las cosas que tienen que cambiar en Cuba es la concepción acerca
de la inversión extranjera: de un complemento a una necesidad real. Mientras no
cambiemos ese concepto, vamos a seguir tratándola como una excepcionalidad, o
como un mal necesario, o como le que-ramos llamar, pero no vamos a darle el
espacio que tiene, y no vamos a permitir entonces los derrames que tiene que
producir para tener efectos positivos y halar a toda la economía de conjunto, y
no solo a enclaves.
Isabel
León:
Si no existen estadísticas oficiales disponibles, ¿cómo se
puede atraer la inversión extranjera? También me gustaría
saber cuán flexible es nuestro marco legal y con cuánta
capacidad de agilización podríamos mejorarlo para hacer más atractiva la
inversión extranjera. Y por último quisiera oír sus opiniones personales sobre
la política que pudiera recomendarse acerca de la participación de la diáspora
cuba-na en el sector privado o no estatal, que llamamos cuentapropismo.
Ovidio D´Angelo: Estoy de acuerdo con Triana en el
tema de la gesta-ción intermedia y con el de los temores que se han planteado.
El asun-to ha llegado a tal punto que por una muy alta decisión de la dirección
del país prácticamente se destruyó la industria azucarera, cuando se podía
haber abierto el esquema inversionista en una de esas modali-dades y hoy no
hubiéramos tenido el déficit y la incapacidad que te-nemos de exportación de
azúcar. Hay culpas huérfanas que realmente hay que ventilar en determinados
momentos. Creo que ese es una de-bilidad de nuestra sociedad.
Sin embargo, no estoy de
acuerdo con él en que es solo un proble-ma aritmético, quizás él lo dijo por ejemplificar,
pero creo que es muy fuerte el tema desde el punto de vista de la concepción
sistémica del problema. Saira se ha referido a eso en algún momento. No creo
que la inversión extranjera sea la varita mágica de la que dependamos
total-mente. Si no se construye una sociedad con otra cultura institucional y
otros niveles de posibilidades para elevar el estado de satisfacción, el
bienestar y la subjetividad de los trabajadores y de los demás, no hacemos nada
con esa inversión.
Luis Marcelo habló de la
tecnología, que es un aspecto importan-te, pero yo creo que la inversión
extranjera no es algo desarticulado de todo lo demás, y es imprescindible que
nuestra economía avance hacia formas
de gestión participativas y obreras, que propicien esa motivación, ese estado
positivo de participación de los trabajadores y de la población, y que cree las
bases para generar ingresos, para elevar las fuerzas productivas, y que no
estén en falta de correspondencia, como dijo Luis Marcelo, con las relaciones
de producción, que hoy fre-nan el desarrollo de esas fuerzas productivas. De
manera que la solu-ción sigue siendo global, por mucho que haya aspectos
particulares que se puedan promover para atraer las inversiones extranjeras.
Tania García Lorenzo: Este es un tema muy importante para
la econo-mía nacional, lo ha sido siempre, pero ahora mucho más. Quiero
de-tenerme en un detalle: es un tema económico del que no tenemos información
y, por supuesto, eso no nos permite evaluarlo en toda su magnitud, por lo
tanto, no tenemos ni el qué, ni el quién, ni el cuán-to, ni el dónde, por lo
que hacer un análisis económico es bastante complicado.
No es posible medir el
impacto económico a través de ese sistema estadístico, porque usted puede
relacionar doscientas empresas con tres mil, pero ese no es un dato, porque
pueden ser doscientas por un dólar, o una por un millón, por lo tanto eso no
nos permite someter a juicio ni la dirección de inversión sectorial, que tanta
falta nos hace y que se vincula tanto con el desarrollo social.
Quiero insistir en dos
elementos que ya fueron planteados, por lo que nada más voy a solidarizarme con
ellos. El primero es que la in-versión extranjera no podrá tener impacto si no
se introduce en las cadenas productivas nacionales, y eso, en mi apreciación,
es un fac-tor fundamental, porque no podemos seguir viviendo de enclaves. Lo que permite el desarrollo es el establecimiento
de cadenas producti-vas integrales del país, porque es desde ahí donde se
gesta, con una participación de capital extranjero, que no es el enemigo, y
tiene que introducirse en la estructura productiva nacional. El segundo es el
ordenamiento regulatorio del país, porque ahora estamos en una situación
donde hay nuevos actores económicos y sociales en la economía. El sistema
regulatorio es parte importante de lo que la actualización del modelo tiene que
resolver, al unísono con otros procesos de ca-rácter productivo; y en ese
segmento coincido con Triana en que no puede verse de una manera marginal, sino
acompañante, integrada e integral, en la estructura productiva nacional, porque
de lo contrario no vamos a tener desarrollo.
Raúl Garcés: ¿Existe algún estudio que revele,
con datos, con informa-ción investigada, la intención, la proyección, el
impacto, que podría tener la inversión de la comunidad cubanoamericana en los
Estados Unidos en un contexto de flexibilización del bloqueo en el futuro
eco-nómico de Cuba?
Mi segunda pregunta: ¿Es recomendable, dentro del contexto cu-bano
actual, que todo el mundo conoce y sabe las condiciones en las que sobrevive la
Isla, fomentar la inversión extranjera también en la pequeña propiedad privada?
José
Raúl
Viera:
Tengo tres pequeñas preguntas. Mi generación, que
comenzó hace siete décadas atrás, tendió a ver la inversión
extranjera como un mal, y había, por lo menos en los sectores en que yo me
movía, una cierta tendencia contra ella. Nos alegramos cuando se nacionalizaron esas inversiones extranjeras. Hay
por los menos tres miembros cubanos en el panel que deben estar en contacto con
jóvenes. Quisiera saber si entre las nuevas generaciones hay esa misma
actitud, o en general se ve a la inversión extranjera como una esperanza, como
algo que puede contribuir al desarrollo del país.
La segunda pregunta tiene que
ver con la descentralización, que comienza como experimento en dos provincias,
pero me imagino que se moverá al resto del país e incluirá otros aspectos:
¿incluirá la nego-ciación, la búsqueda, el contacto con posibles inversionistas
en Cuba, o esta actividad seguirá siendo exclusiva de los máximos niveles?
Y la tercera es para Richard
E. Feinberg. Sé que él tiene un trabajo reciente sobre la nueva economía cubana
y cuál debe ser la respuesta internacional, y prácticamente apela a que la
inversión extranjera mire a Cuba y a que tengamos contactos con el Banco
Mundial y el Fondo Monetario Internacional. ¿Cree que los Lineamientos han
despertado el interés de posibles inversionistas extranjeros?
Sonia González: Soy economista y mis cuarenta años
de desarrollo la-boral están asociados a las inversiones y los negocios. Tengo
tres in-quietudes; coincido con Triana en que la ley de la inversión extranjera
es muy explícita y muy fácil en su letra; y muy controversial en su
apli-cación, porque no se aplica siempre en los términos en que está
re-dactada. Muchas veces se toman acciones que no tienen nada que ver con los
textos reales sobre la inversión. En eso tengo vasta experiencia.
Quiero plantear otra cosa:
¿Porque funcionan bien las empresas de inversión extranjera? Por la liberación
de algunos detalles que nosotros tenemos que resolver: el ejercicio monopólico
del Estado en el comercio
exterior, el manejo poco fluido de las exportaciones y las im-portaciones en la
Aduana, la llegada tardía de los suministros necesa-rios, la falta de embalajes
para exportar, etcétera.
Finalmente quiero referirme a la agricultura, de la cual hablaba el
compañero de medioambiente. Ningún país puede alimentar a su po-blación solo
con agricultura orgánica; si bien la gente va a durar cien-to veinte años, va a
pasar un trabajo terrible. Entonces, es mejor que hagamos una agricultura no
tan orgánica, que duremos menos, y que vivamos un poquito mejor.
Manuel
Alonso
Machado:
El problema de la inversión extranjera sigue
siendo un asunto de grandes jefes y grandes decisiones. Es
la visión que tengo yo, que he trabajado siempre en empresas de base. Y ahora,
como Richard ha dicho, la inversión se nos está colando por debajo de la mesa,
en las paladares, en el mercado inmobiliario; eso no es un secreto. ¿De dónde
está saliendo tanta plata? Por otra parte, los municipios siguen siendo las
cenicientas, allí también se necesitan inversiones, ¿por qué siempre los
dejamos al margen de todas estas decisiones? Pienso que dentro de las políticas
se puede incorporar la participación de los municipios en la inversión
extranjera.
Rafael
Betancourt:
Cuando hablamos de los tres elementos fundamen-tales que
propicia la inversión extranjera —mercado, tecnología y ca-pital—, dejamos de
ver algunas cosas. El mercado siempre se limita a exportaciones, y hemos
perdido enormes oportunidades en la sus-titución de importaciones; por ejemplo,
compramos en el extranjero casi todos los neumáticos que se consumen en este
país. Se intentó invertir en
fábricas de gomas y no resultó, porque no se exportan.
Lo segundo es en las redes
comerciales. Ahora se habla de abrir mercados mayoristas, pero no tenemos la
más mínima idea de cómo hacer comercio mayorista, apenas la tenemos del
minorista; bastante mal lo hacemos. Nunca se ha podido propiciar la inversión
extranjera en las redes de comercialización; creo que al limitarla a la
exportación, a los mercados externos, nos estamos autolimitando.
Rafael
Hernández:
Han intervenido trece personas, algunos han he-cho más de
una pregunta. El panel tiene ahora la misión de tirarles el guante a las bolas
que pueda coger. Yo le voy a devolver la palabra en el mismo orden en el que
hablaron, y les voy a pedir que traten de no referirse a los mismos puntos
salvo que, por supuesto, tengan diferen-cias de enfoque, que son parte
fundamental de este debate.
Elvira
Castro:
Voy a responder a las preguntas para las cuales tengo
información. En mi caso concreto, trabajo en una de las
consultorías nacionales que le presta servicios a la inversión extranjera.
En el proceso de aprobación
de un negocio con inversión extranjera, según está establecido en la ley, hay
que realizar un estudio de factibilidad económico-financiera a partir de lo
establecido internacional-mente. Nuestra consultoría asesora tanto a las
empresas nacionales como a los inversionistas extranjeros que se interesan en
desarrollar negocios en Cuba. También realizamos los estudios necesarios para
presentar un negocio con inversión extranjera, y ofrecemos servicios de
consultoría y auditoría a los ya existentes en el país. Nuestra meto-dología
incorpora las prácticas internacionales, la metodología de la ONUDI.
Procuramos ser imparciales y emitimos una valoración
técnico-pro-fesional sobre si ese negocio es favorable o no, desde el punto de
vista económico-financiero y de los demás impactos que pueda tener, de los que
se han hablado aquí. En paralelo, se hace la fundamentación jurídica de ese
negocio. Esta documentación que, insisto, la elaboran las entidades cubanas con
los inversionistas extranjeros, se presenta al Ministerio del Comercio Exterior
y la Inversión Extranjera, quien lo somete a la valoración de diferentes
organismos macroeconómicos nacionales y lo presenta al Comité Ejecutivo para su
aprobación.
Sobre si la inversión extranjera es un mal necesario o una necesidad
real, creo que está reconocido por todos que es lo segundo; de hecho, está
incluida en los Lineamientos de la Política
Económica y Social del Partido y la
Revolución.
Muchos de los problemas que
se le atribuyen a la inversión extran-jera —el de los abastecimientos, de
liquidez, de políticas de contrata-ción— los tienen la empresa estatal, la
sociedad anónima de capital ciento por ciento cubano y otras modalidades de
negocios. Por lo tan-to, las soluciones tienen que aplicarse realmente al
modelo económi-co integral, del cual la inversión extranjera es un componente.
Hoy tenemos un grupo de
grandes negocios con inversión extran-jera conocido por todos, pero la mayoría
son empresas de mediano ta-maño. Por otra parte, es uno de los sectores
atractivos para el empleo por sus condiciones de trabajo, pero los salarios no
siempre son los mejores. En nuestra experiencia, no es precisamente en las
empresas mixtas donde se obtienen los mayores beneficios (quiero que
diferen-cien empresa mixta de firmas extranjeras y de muchas otras
modali-dades que constituyen inversión extranjera). Este sector, sin dudas,tiene tecnologías avanzadas,
estilos de dirección eficientes y puede ser atractivo para la fuerza de
trabajo.
En cuanto a otra de las
preguntas, conocemos que el Ministerio del Comercio Exterior y la Inversión
Extranjera está trabajando en la revisión del marco legal y las políticas de
inversión extranjera. Como se ha dicho aquí, la Ley es lo suficientemente
amplia, general pero se necesita definir políticas nítidas, qué proyectos son
los que se van a es-timular, cuáles no, y bajo qué condiciones. Se requiere
definir políticas nacionales y sectoriales muestren con mayor claridad a los
posibles inversores extranjeros de cuáles pueden ser las oportunidades de
in-versión en el país y sus ventajas comparativas.
Coincido con el compañero Betancourt, que proponía no hablar solo del
mercado externo. Gran parte de los negocios constituidos no fueron concebidos
para el mercado externo; se debió analizar hasta qué punto generaban un ahorro
en relación con los precios internacio-nales, porque lo que no podemos
permitirnos es que nos cueste más producir un bien material o un servicio de lo
que nos costaría impor-tarlo. También se recoge en los Lineamientos la voluntad
de desarrollar proyectos que propicien una sustitución eficaz de las
importaciones.
Siempre que resulte posible debe procurarse orientar parte de la producción
al mercado externo, para cubrir el costo de las importa-ciones de insumos y
otras salidas de moneda libremente convertible y lograr que la inversión
extranjera tenga un efecto favorable en la balanza comercial del país.
Saira
Pons:
Voy a tratar de comentar algunas preguntas, pero además,
siendo un poco propositiva, ver si respondemos un poquito a
la ter-cera pregunta que había quedado abierta. En primer lugar, acerca del proceso de
aprobación de los nuevos negocios, la Ley 77 define los pasos, incluso hay una
página web que se llama Cubaindustria;
que también indica pasos con guías y demás; sin embargo antes de llegar a ese
proceso de aprobación que sube en el MINCEX, a veces las empre-sas extranjeras
pueden estar hasta dos años o más en negociaciones, precisamente valorando el
estudio de factibilidad. Estos son costos enormes para la inversión extranjera,
porque eso son viajes, informes, diseños de programas, etc., Entonces, me
parece que una de las cosas que debe revisarse es el dinamismo de ese proceso.
Tania había hablado de marco
regulatorio y de clusters de inte-gración. Como ya dije, el marco
regulatorio hay que revisarlo y po-ner reglas más claras; pero a veces suceden
eventos —por ejemplo, el proceso de «limpieza doméstica» con empresas
extranjeras entre 2003 y 2007— que hacen que una parte importante de ellas
tenga te-mor a que su contrato no se renueve, o a que de repente suceda algo
que las perjudique; o sea, la incertidumbre en cuanto al tiempo en que podrán
estar en este país hace que las empresas extranjeras tengan un comportamiento
extremadamente agresivo, que no respeten las leyes medioambientales, no
intenten hacer alguna contribución social o integrarse en cadenas productivas;
sino que tratan de sacar la mayor rentabilidad posible a corto plazo. Por eso,
es importante desarrollar tanto las reglas formales como las informales.
Otra recomendación sería, por supuesto, aumentar la transparencia,
incrementar la difusión de la información. En otros países, incluso se
desclasifica cuando pasa un período determinado, pero esto es im-portante para
hacer evaluaciones. La información es básica para llevar-la a debates abiertos,
para ser propositivos, pero además, para lograr un consenso. No es lo mismo
cuando las personas están conscientes de que las cosas deben funcionar de una
determinada manera, que cuando se sienten obligadas a hacerlo por una
directiva. En el caso medioambiental, por ejemplo, las regulaciones en muchos
países del mundo normalmente salen de la demanda de los grupos de activistas
sociales. Esto, en Cuba, le daría dinamismo al marco legal, lo iría ajus-tando
en función del entorno, los tiempos, las expectativas.
Coincido con Marcelo en la
importancia de ser obsesivos con la atracción de tecnología. Creo, además, que
debemos serlo con el de-rrame que puede tener esa tecnología una vez que llegue
al país, con el hecho de generar incentivos para que esas empresas extranjeras
se inserten en una estructura, donde haya universidades, centros de
in-vestigación y demás, y promuevan la generación tecnológica endóge-na. En
entornos competitivos, el hecho de que una empresa extranjera tenga alta
inversión en tecnología e investigación hace que las empre-sas locales también
se pongan a invertir en ellas. Estas cosas hay que irlas pensando, siempre con
una visión sistémica.
Acerca de la inversión
extranjera directa, creo que no se atrae, se acepta. En Cuba, dado que el
proceso de selección es tan estricto, no me queda claro que tengamos una gama
de incentivos de atracción a la inversión extranjera, también quizás porque no
se ha llegado al con-senso de si es mala o buena. Los inversionistas vienen con
expectati-vas sobre todo a mediano y largo plazo, porque se dicen: «Caramba, en
este país todo se importa, todo está por hacer», no porque la po-lítica
tributaria sea lo suficientemente atractiva en comparación con el resto de la
región, ni porque haya un entorno competitivo que les permita producir en Cuba
para abastecer a la región, ni porque la fuer-za de trabajo sea calificada
aunque desmotivada, o que no sea costo-sa, ni porque en Cuba realmente se
acepta al inversionista extranjero.
No me queda
claro que haya una política de atracción de inversión extranjera.
En mi opinión, el marco legal
es demasiado amplio, en el sentido de que da poder discrecional sobre algunos
comportamientos. Por eso la política inversionista no es estable a lo largo del
tiempo; de repente, se va para un sector, a veces es más amplia, otras es más
restrictiva. Estas cosas generan incertidumbre, los inversionistas necesitan
cierta estabilidad, cierta previsibilidad en la toma de decisiones.
Roberto
Pérez
Rivero:
Quisiera empezar aclarando un tema en que me
sentí personalmente tocado: el de la agricultura orgánica.
Sin salirme del asunto de las inversiones, esta agricultura alimentó al mundo
has-ta el año 1945, en que entramos en guerra química contra la naturale-za, y,
de hecho, todavía alimenta a miles de millones de personas. La agricultura de
plantación, que se practicó en Cuba entre 1960 y 1990, destruyó 75% de los
suelos de Cuba y los dejó en un estado tal que hoy su degradación constituye el
principal problema ambiental del país, y se desplomó en tres años como un
castillo de naipes. Sin em-bargo, la orgánica nos mantuvo comiendo algo en lo
peor del Período especial. Sencillamente, no se le puede cerrar la puerta a
todas las co-sas que han mostrado ser resistentes, resilientes, tradicionales,
y que utilizan los recursos locales. Tenemos que diversificar las inversiones,
los sectores, y seguir buscando en lo no tradicional. Lo tradicional está ahí,
ya sabemos cómo puede funcionar, y el Estado podía decir: «Me voy a centrar en esto
que es tradicional para tratar de obtener más in-gresos y seguir trabajando»,
pero en este proceso de la inversión debe buscarse lo que no está demasiado
trillado.
Como se ha visto aquí, hace falta más transparencia, más publici-dad,
más estudio, más procesos de consulta, para poder tener más elementos para
trabajar. Es muy difícil para mí responder preguntas sobre rumores; pienso que
se han expuesto criterios demasiado po-larizados, y algunos hacia lo negativo.
Yo les puedo decir que en de-terminados lugares donde hay inversión extranjera
las condiciones de trabajo son mucho mejores, y eso quizás no es tan conocido
como los rumores que oímos por ahí.
Estas inversiones también
tienen que lidiar no solo con la contaminación, sino con algo llamado «el
pasivo ambiental», que es todo lo que se hizo mal hace cincuenta o sesenta años
con la idea de «vamos para alante, y producir y producir». Resolverlo le toca
al que viene ahora. En algunos casos se han hecho moratorias por unos diez
años, pero a partir de ahí hay que empezar a invertir en este tema.
Entre las cosas de las estrategias, en mi modesto entender, se debe
identificar áreas potenciales promisorias, pero diferentes, buscar en
potencialidades locales. Una inversión de una empresa o de un sector a nivel
nacional cuesta millones, pero a lo mejor en un municipio la inversión puede
ser menor.
¿Qué tenemos nosotros que no tienen otros países en la región, aparte de
lo que se conoce del capital humano? Solo en relación con el Caribe insular,
Cuba tiene dos tercios de la superficie, es un continente en miniatura. Ahí hay
tela por donde cortar. Tenemos muchas cosas que se exploraron y no se han
tocado, desde sal gema, pequeñas agrupaciones de minerales, un montón de cosas
que están prácticamente intocadas. Hay que recuperar los renglones exportables
que ahora están colapsados, pero con insistencia en lo local; o sea, no podemos revitalizar
el café desde lo nacional y llegar a las veinte mil toneladas de los 80. Eso no
se puede hacer así, porque a lo mejor cuando la plantación está madura a los
seis años, el precio del café se fue al piso otra vez porque no hubo heladas en
Brasil. No podemos seguir pensando con la mentalidad grande solamente, sino en
localizar también. Y también capitalizar lo logrado en los últimos veinte años
en temas de conservación, de reforestación, de medioambiente, o sea, cosas que
se destruyeron pero que se han ido recuperando poco a poco.
Todo el mundo piensa en la
tecnología. Un tractor ahora mismo puede costar entre sesenta y setenta mil
dólares, pero con esa misma cantidad se pueden comprar tres contenedores llenos
de machetes, mangueras y herramientas manuales. Seguimos pensando en la
tec-nología de punta y después nadie cuida la tierra; cuando el tractor se
rompe, o no tiene gomas, hay que acudir a los machetes y las guata-cas. La
inversión extranjera tiene que ser coherente con el modelo de desarrollo que
estamos haciendo, y a partir de ahí lograr que tenga también una mayor
participación en estos temas.
Se habló de sustitución de importaciones, pero también podemos hablar de
satisfacción de necesidades básicas. Se puede recuperar una pequeña inversión
en un lugar, con alguna ganancia, pero quizás lo más importante que tendríamos
es el suministro de determinados productos que mejoran las condiciones de vida
de la población. Eso también es una inversión, eso se puede lograr con
préstamos. Hay que seguir pensando y diversificando y, sobre todo, no cerrarnos
las puer-tas y no ser negativos.
Richard E. Feinberg: Quiero
agradecer a Rafael y a ustedes por el tema tan importante y las
preguntas tan estimulantes. Voy a tratar de responder a varias, no es posible
a todas.
Encontré sumamente interesante la intervención de Elvira Castro sobre
que ya está en proceso una revisión del marco legal y varias otras cosas, y
espero que haya un buen debate sobre este proceso. Me preocupó un poco algo que
ella dijo: si la idea va a ser que por cada inversión hay que tener más o menos
un balance entre importaciones y exportaciones, eso ya se ha descartado, en
general, en otros países. Es demasiado estático y aislado; pero quizás no lo
entendí bien.
Sobre la excelente pregunta de si se puede consultar al pueblo en cuanto
a las inversiones, se supone que el gobierno es el resultado de una consulta al
pueblo, y es quien pone aquí las reglas del juego. Entonces, en primera
instancia, este proceso de revisión del Parlamen-to y las leyes, vienen de una
consulta popular, por un lado; pero, en cuanto a proyectos específicos, ¿hay
que hacer una consulta a la co-munidad, a la municipalidad? Yo diría que sí.
Incluso hoy en día si una inversión viene con el apoyo, por ejemplo, del Banco
Mundial, este exige que cada empresa que esté haciendo una inversión muestre
una consultoría con la comunidad que va a ser afectada por esta inversión.
Estoy de acuerdo que el
proceso de comercio justo abre muchísi-mas oportunidades para Cuba; primero,
porque en muchos casos ya ustedes tienen productos orgánicos, y segundo, porque
Cuba tiene en muchas partes del mundo, en Europa, en Canadá, una imagen muy
progresista, y la gente quiere comprar productos cubanos, no sola-mente porque
son exóticos, sino porque vienen de un país progresis-ta. ¿Entonces, cómo
conservar esta imagen y cómo trabajarla mejor? Creo que es una muy buena
oportunidad. Eso está relacionado con los cambios que se están dando ahora. Es
un momento sumamente interesante
y creativo en la historia de Cuba todo este desarrollo de los sectores no
estatales y cómo van a trabajar las cooperativas, la par-ticipación de los
trabajadores por cuenta propia. Todo eso puede ser no solamente una manera más
justa de trabajar dentro del país, sino también de vender los productos afuera,
porque hay mercados que quieren comprar productos de este tipo de proceso más
democrático y justo.
Me preguntaron si los Lineamientos son bien vistos o no desde el
exterior. Bueno, en general los Lineamientos no hablan mucho de manera directa
de la inversión internacional, pero indirectamente sus puntos son claves. El
proceso declaratorio, los mercados laborales, el sistema monetario, todo eso
tiene que ver con un clima de negocios. Creo que hay muchas tendencias dentro
de los Lineamientos. Por un lado, continúa el sistema socialista de
planificación; pero se habla de descentralizar y dar más poder a los
trabajadores, etc. Todo el mundo quiere saber por dónde va, y ese va a ser un
proceso sumamente in-teresante, pero el resultado de estas luchas internas —si
las podemos llamar así— va a tener un impacto importante en si los
inversionistas van a venir o no.
En cuanto a si la diáspora está muy ligada a inversiones en empre-sas
pequeñas y medianas, en verdad encuentro muy curiosa la idea de que un país
solamente quiera tener inversiones grandes, multinacio-nales. El mundo va por
otra dirección. Las inversiones internacionales de empresas más pequeñas son
mucho más fáciles ahora con Internet, el costo del transporte y todo eso está
cada vez más bajo; entonces, las posibilidades de que las empresas pequeñas y
medianas participen en la inversión internacional y creen más puestos de
trabajo son reales.
Las empresas
más grandes vienen con una tecnología tan alta que no necesitan tantos obreros.
Yo diría que sería un error limitarse solamen-te a las inversiones de las
grandes multinacionales.
Tania y otros hablaron de la idea de que las empresas multinacionales
—no todas, pero en general— se metan en las cadenas de valores del país. ¿Qué
quiere decir eso? Eso tiene implicaciones en la práctica laboral. El proceso
monetario aquí es tan complicado que tiene mu-cho que ver en si van a venir o
no los inversionistas.
Y mi último punto: ¿la
inversión internacional es la causa de la inequidad ahora en Cuba? Yo diría que
es un error verlo así. Es cierto que en ciertos sectores se gana más plata,
pero eso tiene que ver con la política monetaria, y con la laboral. Es posible
tener inversión inter-nacional que no empeore la distribución de ingresos,
incluso todo lo contrario, que la haga más igualitaria. Eso depende, en última
instan-cia, de las políticas del Estado y de la sociedad cubana.
Rafael
Hernández:
Hemos disfrutado muchísimo un panel que ha colo-cado una cantidad
de problemas, y enriquecido nuestra visión acerca del tema. Les agradezco a
todos, porque cada uno de los panelistas ha contribuido con una perspectiva
particular, diferente, que ha ilumi-nado un aspecto específico. Especialmente a
Elvira —la posición más difícil en este panel es venir de una institución y
enfrentar las pregun-tas de ustedes, que yo sé que están hechas muy
amigablemente, pero son muy difíciles de responder— por haberlo hecho de una
manera documentada, balanceada, profesional, brillante.
Le agradezco también a
Roberto, por darnos esta otra perspectiva, la de la sustentabilidad. Yo sé que
el tema de los machetes y los tractores
daría para un panel de Último Jueves de dos horas, pero le agradezco mucho por
haber colocado ese otro ángulo, y darnos la posibilidad de examinar ese lado
del problema.
La presentación de Saira,
además de estructurada, bien informada, crítica, analítica, también nos revela
que tenemos en Cuba un enorme capital intelectual en generaciones más jóvenes
que dominan el tema.
Y por último le quiero
agradecer al colega y amigo de muchos años, Richard E. Feinberg, que lo hizo de
una manera magistral, ofreciéndonos su perspectiva desde el contexto
internacional, donde nuestros problemas también tienen lugar. Tendemos a
discutirlos desde el ombligo cubano, como si fueran solo nuestros problemas. No
existen «nuestros problemas», sino los de mucha otra gente, aunque entre
nosotros tengan un contenido vernáculo particular.
Le doy las gracias al público por sus inteligentes preguntas,
provocaciones, comentarios. Creo que esta sesión es un ejemplo de cómo podemos
tener una interacción intensa, efectiva y concisa, y discutir un tema que para
muchos no es atractivo.
Como repetimos siempre en
estas sesiones, no saque usted sus propias conclusiones; deje abierta la mente
para seguir escuchando, dialogando, y considerando otros ángulos con los cuales
el problema se entiende, porque solo si se sabe se puede divisar lo que está
mal.
Quiero agradecer al
Ministerio de Comercio Exterior la posibilidad de hacer esta reunión aquí.
Nuestra intención es acercar los debates a instituciones que tengan que ver directamente
con los temas que estamos discutiendo, y les agradecemos mucho a todos ustedes
por estar aquí una vez más en esta tarde.