En su libro “El capitalismo. El gato de siete vidas el profesor Ramón Tamames nos previene de aquellos que auguran el fin del capitalismo. Haciendo un repaso histórico del capitalismo, describe como éste ha sobrevivido a distintas crisis gracias a tener una gran capacidad de adaptación.
Sin embargo, si hacemos una lectura de lo acontecido en los últimos veinte años, podemos llegar a una conclusión diferente. Analizando lo ocurrido se puede concluir que el fin del capitalismo como lo conocemos está más cercano de lo que parece.
El punto débil del capitalismo es lo que se puede llamar el “exceso de capital”. Este se da cuando los ahorros generados por una economía son mayores que las oportunidades de inversión. Es decir, cuando se genera un capital que no sirve para fomentar el crecimiento de la economía, sino que es pernicioso para la misma.
Esta circunstancia se da después de etapas de gran crecimiento económico, cuando se genera el capital, y en momentos de estancamiento de este crecimiento, pues es cuando las oportunidades de inversión disminuyen.
Cuando esto ocurre, este capital “sobrante” se refugia en inversiones inmobiliarias, inversiones en empresas (p.ej. bolsa) y deuda, pero no buscando un retorno proporcional a su inversión, sino generando burbujas financieras, ya que estas inversiones buscan el incremento de su valor de manera especulativa y no productiva.
Aparte de las burbujas financieras creadas por las inversiones inmobiliarias y en acciones de empresas, también se genera una burbuja de deuda, pues se conceden préstamos aún a sabiendas de que las posibilidades de recuperar el dinero prestado son pequeñas. En definitiva, ese “capital sobrante” no tiene en que emplearse con productividad.
Esta situación, que fue lo que ocurrió en la Larga Recesión de 1873, La Gran depresión del 29 y la Gran Recesión de 2008, genera crisis sistémicas. Estas crisis estallan en el momento en el que se reconoce que los activos financieros están sobrevalorados y que los préstamos concedidos por los bancos no van a poder ser devueltos.
Hace dos siglos se produjo el pánico de 1873, tras la quiebra de la entidad bancaria Jay Cooke and Company. Este crack financiero se debió a la sobreinversión de “capital sobrante” en la construcción de líneas de ferrocarril transcontinentales para llegar a la costa oeste de Estados Unidos que no generaron el retorno esperado. Este “capital sobrante” se había generado durante una fase de alto crecimiento en Estados Unidos tras la Guerra Civil Norteamericana y previa a dicho crack.
La Gran Depresión del 29 es un ejemplo claro de este proceso de crisis sistémica generada por el exceso de capital. Estados Unidos vivió en primer lugar un periodo de alto crecimiento en los conocidos como “felices años veinte”. Este crecimiento, es decir cuando se genera el “capital sobrante”, produjo una revalorización del mercado bursátil que llevó al crack del 29 que fue la más devastadora caída del mercado de valores en la historia de la bolsa de Estados Unidos. Tras este caos financiero se produjo una gran depresión que tuvo consecuencias en todos los ámbitos. Las naciones entraron en una guerra arancelaria y la hiperinflación que se produjo en Alemania, junto con otros factores, ayudaron a que llegaran al poder regímenes totalitarios y que se desencadenara la Segunda Guerra Mundial.
Y llegamos a la situación actual. Desde la Segunda Guerra Mundial hemos vivido uno de los mayores periodos de crecimiento económico de la historia de la humanidad. Esto ha generado la creación de este capital que hasta hace poco ha ido ayudando al crecimiento de la economía.
Sin embargo, en el 1997-2001 surgió el primer síntoma de exceso de capital, cuando se originó la burbuja de las empresas puntocom. Se produjo un incremento especulativo de los valores en bolsa de las empresas de la llamada nueva economía. Lo que se preveía como una inversión de capital que iba a traer retornos espectaculares, se quedó en una inversión especulativa a la que acudió el capital sin originar dichos retornos, produciendo la explosión de la primera de las burbujas financieras.
Ante la posibilidad de estancamiento económico, las autoridades monetarias bajaron espectacularmente los tipos de interés, lo que hizo que este “capital sobrante” trasladase la burbuja de las empresas puntocom a la bolsa y a las inversiones inmobiliarias.
En definitiva, ese capital que se había generado durante tantos años de bonanza, no tuvo proyectos de inversión en que emplearse. Las empresas puntocom se adelantaron en el tiempo a su éxito posterior, pero, además, las empresas de las nuevas tecnologías no son intensivas en capital por lo que no eran un buen destino para el capital.
La burbuja en activos inmobiliarios estaba servida. Y fue creciendo hasta que en el 2008 estalló con la crisis de las hipotecas subprime y la caída de Lehman Brothers.
Como hemos indicado anteriormente, el exceso de capital genera deuda, generando préstamos difíciles de devolver. Esto es lo que ocurrió con las hipotecas subprime. Se habían concedido préstamos que eran imposibles de devolver. Las hipotecas subprime eran el eslabón más débil de la cadena crediticia.
Se produjo un impago casi generalizado y se generó el pánico financiero. Si un banco comercial no puede hacer frente al dinero de sus depositantes, estos sacarán sus ahorros del mismo y del resto de bancos. Esto lleva a la quiebra del sistema financiero, que es lo que estaba en juego con la crisis de las hipotecas subprime. No es casualidad que las monedas virtuales fueran creadas en el 2009, probablemente como alternativa a una posible quiebra del sistema financiero internacional.
Quebró Lehman Brothers, pero Lehman Brothers era un banco de inversión, no un banco comercial, y los depositantes que perdieron su dinero eran grandes inversores, por lo que no afectó a los ciudadanos de a pie y no se creó un gran pánico financiero, como sí se hubiera creado de haber dejado caer a un gran banco.
En estos años, el presidente de la Reserva Federal era Ben Bernanke, experto en la Gran Depresión del 29. Esto no es casualidad, de seguro él fue elegido como presidente de la Reserva Federal por ser experto en este campo, y encontrarse la economía mundial en una situación similar a la del 29. De manera correcta hizo que no se cometieran los errores cometidos en aquella ocasión.
En lugar de un enfrentamiento entre países se buscó la cooperación. Y así se llego a la acción coordinada de todos los bancos centrales del mundo que se materializó en bajar los tipos de interés y en la inyección jamás vista de dinero en el sistema financiero. Esto hizo que, momentáneamente, el sistema financiero no quebrara.
Pero está política monetaria no es sostenible en el tiempo. Es una solución temporal, un parche, y, la idea es volver a la normalidad monetaria. Así lo ha intentado la Reserva Federal subiendo los tipos de interés. Sin embargo, recientemente, ha cambiado su estrategia ante las turbulencias financieras que su política creaba en los mercados financieros. El tapering no ha funcionado.
¿Cuál es la situación actual? El crecimiento económico todo lo cura, y esta era la esperanza de los banqueros centrales, con unos años de crecimiento los deudores podrían hacer frente a sus deudas. Sin embargo, este crecimiento se ralentiza y la deuda sigue en las mismas cantidades. Como con las hipotecas subprime, hay que ver cuál puede ser el eslabón más débil de la cadena donde se podrían producir impagos generalizados de deuda: ¿países emergentes?, ¿deuda pública de los países del sur de Europa?, ¿deuda corporativa subprime norteamericana?
En definitiva, si con tipos de interés rondando el cero por ciento (cosa nunca vista en la historia de la humanidad) se producen impagos, ¿qué alternativa existe?
Una de las soluciones podría ser una reestructuración de deuda a nivel global. Podemos imaginar la complejidad de una operación de este calado, teniendo en cuenta además que los acreedores nunca querrán renunciar a sus derechos de recobrar sus préstamos.
Otra posibilidad es mantener la política monetaria actual, cruzar los dedos, y esperar que con el tiempo se pueda volver a la normalidad monetaria sin que se produzca ningún nuevo crack en los mercados financieros. Esta es la política que se seguirá, sin lugar a dudas, a pesar del riesgo de vivir un nuevo y definitivo crack financiero en los mercados.
Lo cierto es que las empresas nunca han sido tan eficientes ni la riqueza tan extendida (a pesar de haber desigualdades entre clases sociales y regiones en el mundo), por lo que deberíamos vivir un momento de auge económico y no de crisis. El capitalismo ha traído esta riqueza y progreso, pero tiene un punto débil, el “exceso de capital”, que en cierto modo es como morir de éxito. Es difícil pensar en un sistema económico radicalmente distinto del capitalismo, pero seguramente nos dirigimos a una versión renovada del mismo, una especie de capitalismo 2.0