28 marzo 2020
La pandemia de coronavirus sigue propagándose por todo el mundo. El total global de muertes superó los 22.000. El jueves se registraron más de 6.000 nuevos casos y 712 nuevas muertes en Italia; 6.600 nuevos casos y 500 nuevas muertes en España; y 6.000 nuevos casos y 56 muertes en Alemania. El virus sólo está empezando a extender en Indonesia, Brasil, India y otros países de Asia y América Latina.
El centro de la acelerada pandemia es Estados Unidos. Ha superado a Italia y China con el mayor número de casos confirmados, más de 85.000. Se registraron 17.000 nuevos casos ayer en el país, casi tres veces más que en cualquier otro país. El número de muertes ha aumentado a casi 1.300.
En medio del recrudecimiento de esta crisis, la Administración de Trump está intensificando sus esfuerzos para promover un rápido retorno al trabajo.
“Tenemos que volver al trabajo”, declaró Trump en su conferencia de prensa del jueves. “Nuestra gente quiere trabajar, quiere volver, tiene que volver... Este es un país que se construyó en hacer las cosas, y nuestra gente quiere volver al trabajo. Lo estoy escuchando alto y claro de todos”.
En el mundo imaginario de Trump, “todos” se refiere, en primer lugar, a sí mismo, y luego a un montón de ejecutivos de empresas que quieren que los trabajadores vuelvan al trabajo y les generen ganancias sin importar el impacto en la salud pública.
Trump continuó, como si estuviera perdido en algún tipo de extraño ensueño, “Tienen que volver al trabajo. Nuestro país tiene que volver. Nuestro país se basa en eso. Y creo que va a suceder muy pronto...”.
A principios del día, la Administración le había enviado una carta a los gobernadores de los estados anunciando que actualizará sus directrices a principios de la semana próxima sobre el “distanciamiento social” presionando a favor de relajar las medidas que han frenado la producción no esencial en muchos estados del país.
Las demandas de la Administración de Trump contradicen las recomendaciones de todos los epidemiólogos y profesionales de la salud. Yonatan Grad, un profesor asistente de inmunología y enfermedades infecciosas de la Universidad de Harvard dijo a Medscape esta semana que “el distanciamiento social es realmente la clave de lo que podemos hacer ahora mismo”. Continuó: “Un levantamiento demasiado apresurado del distanciamiento social corre el riesgo de ser una amenaza para nuestra infraestructura de atención médica, lo que a su vez tiene enormes consecuencias económicas”.
Larry Gostin, profesor de derecho global sanitario en la Universidad de Georgetown, señaló que “sería totalmente irresponsable instar a las personas a que vuelvan al trabajo y a una vida social normal. Todas las pruebas sugieren que, si los Gobiernos levantan el distanciamiento físico demasiado pronto, causará un resurgimiento importante de casos y muertes”.
Trump apiló una mentira sobre otra para justificar un regreso al trabajo. Afirmó que “las pruebas van muy bien”, declarando que EE. UU. ha realizado pruebas a mucha más gente que Corea del Sur, que el Gobierno criticó anteriormente por realizar demasiadas pruebas. De hecho, sólo ha habido 500.000 pruebas en los Estados Unidos, menos de una por 650 personas, una proporción muy inferior a la de Corea del Sur. En California, un foco de brote, sólo una de cada 2.000 personas ha sido examinada.
Deborah Birx, titular del Grupo de Trabajo de la Casa Blanca sobre el Coronavirus, reconoció en la conferencia de prensa que EE. UU. todavía no están haciendo pruebas a las personas que no tienen síntomas graves, lo que significa que la gran mayoría de los que tienen el virus no se están haciendo pruebas. Los médicos siguen reportando una escasez de pruebas en todo el país.
Además, al hacer las pruebas de forma agresiva, Corea del Sur pudo controlar la propagación del virus en una etapa relativamente temprana. En los Estados Unidos, prácticamente no se hicieron pruebas durante meses, lo que permitió que el virus se propagara por todo el país.
En un esfuerzo por minimizar la gravedad de la pandemia, Trump declaró que “la tasa de mortalidad, en mi opinión, es muy, muy baja”. Esto es en condiciones en las que la ciudad de Nueva York, que representa el 30 por ciento de todos los casos en los EE. UU., está construyendo morgues improvisadas para hacer frente al aumento de las muertes. En Nueva Orleans, que está experimentando el crecimiento más rápido de nuevos casos en el mundo, los hospitales se están quedando sin suministros y sin espacio. En medio de una escasez nacional de equipo básico, los hospitales ya están discutiendo políticas para determinar quién vivirá y quién morirá.
Luego está la mentira de que los trabajadores “quieren volver”. De hecho, la producción se ha detenido en algunas industrias debido a las huelgas salvaje s y bajas médicas y al contagio de trabajadores de la industria automotriz, los trabajadores sanitarios, los constructores de barcos, los trabajadores de tránsito, los trabajadores avícolas y los trabajadores de Amazon.
En los últimos días, varios altos ejecutivos de Wall Street, junto con la página editorial del New York Times, un diario alineado al Partido Demócrata, han insistido en que es necesario un rápido retorno al trabajo, bajo el lema “la cura no puede ser peor que la enfermedad”.
Hay una clara lógica de clase en estas demandas. El jueves, el mismo día en que un informe mostraba que los registros de desempleo se dispararon a 3,3 millones, casi cinco veces más que los picos anteriores en 1982 y 2009, el índice Promedio Industrial Dow Jones aumentó más de 6 por ciento. Los mercados financieros estadounidenses brincaron casi 23 por ciento desde sus puntos bajos al principio de la semana.
En respuesta a una pregunta que señalaba el aumento récord del mercado, Trump dijo el jueves: “Piensan que estamos haciendo un muy buen trabajo en el manejo de toda esta situación que tiene que ver con el virus. Creo que sienten que la Administración, yo mismo y la Administración, estamos haciendo un muy buen trabajo”.
El “buen trabajo” que Wall Street está celebrando es la inminente aprobación, con un apoyo abrumador bipartidista, de la mal llamada “Ley CARES (Coronavirus Aid, Relief, and Economic Security)”. Trump agradeció a los demócratas y republicanos del Senado “por aprobar unánimemente el mayor acuerdo de ayuda financiera en la historia de EE. UU.”. Uno de los que votó a favor fue el senador de Vermont, Bernie Sanders.
La presidenta de la Cámara de Representantes demócrata, Nancy Pelosi, dijo ayer que espera un “fuerte voto bipartidista” a favor del proyecto de ley en algún momento de hoy, después del cual irá a la Casa Blanca para ser firmado como ley.
El componente más significativo del proyecto de ley de $2 billones es de $425 mil millones del Departamento del Tesoro de los EE. UU. para complementar los $4 billones o más en compras de activos por parte de la Reserva Federal, lo que se espera que duplique su balance actual a $10 billones. Estos programas, anunciados en las últimas dos semanas, incluyen la compra de activos bancarios así como, por primera vez, la compra directa de la deuda corporativa. Los programas serán supervisados por BlackRock, el mayor administrador de activos del mundo.
En esencia, el Congreso le está dando a la Reserva Federal la autoridad de proveer sumas ilimitadas de dinero en efectivo directamente a los bancos y corporaciones gigantes. En el análisis final, estos pagos tienen que cubrirse a través de la explotación de la mano de obra y la extracción de ganancias. La clase dominante pretende obligar a los trabajadores a volver a trabajar en condiciones inseguras a través del chantaje económico y, si es necesario, por la fuerza. La policía y el ejército están listos para hacer cumplir la disciplina laboral.
La pandemia del COVID-19 ha puesto al descubierto las profundas divisiones de clase en los Estados Unidos. Para la Administración de Trump y la clase dominante, “ganar la guerra” contra la pandemia significa, sobre todo, restaurar las mejores condiciones para la intensificación de la explotación de la clase obrera. Pero para la clase obrera, el éxito de la lucha para contener la propagación del coronavirus se mide por las vidas salvadas, no por los beneficios obtenidos.
Este es un conflicto irreconciliable. La determinación de la élite gobernante para hacer frente a la pandemia sin socavar el sistema de lucro capitalista conduce al autoritarismo y a la guerra. Los esfuerzos de la clase obrera para combatir la pandemia conducen al socialismo.
(Publicado originalmente en inglés el 27 de marzo de 2020)