EL
MINISTERIO DE INDUSTRIAS: DESAFÍOS TÉCNICOS Y POLÍTICOS
Ø
Los inicios.
Las
labores del Che al frente de la industria cubana comenzaron, como se explicó en
el capítulo anterior, el 7 de octubre de 1959, como Jefe del Departamento de
Industrialización en el INRA. También, por aquella época fue nombrado
Presidente del Banco Nacional, cargo que ocupó desde el 26 de noviembre de 1959
hasta febrero de 1961.
Existe
la anécdota simpática de que, en una reunión de la máxima dirección de la
Revolución, Fidel expresó que necesitaba un economista para presidir el Banco
Nacional. El Che levantó la mano aceptando el cargo. Cuando terminó la reunión,
Fidel le preguntó:
-
Che, yo no sabía que tú eras
economista.
Che le
respondió:
-
Yo no soy. Es que no te
entendí. Creía que estabas solicitando un comunista. Por eso levanté la mano.
En lo
referido a la industria, en el momento del triunfo de la Revolución, el
panorama en Cuba no era muy diferente de aquel apuntado por Fidel en el
discurso de su defensa. El número de industrias cubanas era reducido y la
mayoría eran pequeñas; las pocas industrias mayores y controladoras de áreas o
materiales estratégicos era extranjeras y la dependencia tecnológica era casi
integral.
A
partir del triunfo de la Revolución, se intervino un grupo de fábricas pertenecientes
a personeros de la tiranía batistiana y de otros que habían abandonado el país.
Algunas empresas fueron compradas -realmente muy pocas- como la italiana Carlo
Erba de productos farmacéuticos. En otros pocos casos también, los dueños
entregaron su fábrica a la Revolución. Ese fue el caso de la fundición
“Hermanos Steere” en la ciudad de Camagüey. Este caso merece una atención
especial. Después de la entrega de su fábrica a la Revolución, ellos
continuaron laborando, con una actitud ejemplar, como técnicos dentro de su
fábrica y fueron una fuente inagotable de ideas innovadoras, como veremos
posteriormente.
En
agosto de 1960 se produjo la nacionalización de las primeras grandes empresas,
todas ellas filiales de empresas norteamericanas: la Compañía Cubana de
Electricidad, perteneciente a la Electric Bond and Share; la Cuban Telephone
Company, filial de la ITT; las empresas petroleras, subordinadas a la Standard
Oil, la Shell[1],
la Texas Oil y la Sinclair; las empresas de níquel ubicadas en la parte norte
oriental del país: la Nicaro Nickel Co., perteneciente al gobierno
norteamericano y Moa, perteneciente a la Texas Sulphur Co. Además, poseían 24
centrales azucareros, entre los mayores y mejores del país; la United Fruit
poseía 2 de los colosos: el Delicias y el Preston[2].
El 14
de octubre de ese mismo año, se nacionalizó prácticamente todo el resto de la
industria radicada en Cuba.
La
estrategia, la organización, la planificación, la preparación de los recursos
laborales, el desarrollo económico, social y tecnológico de todo este conjunto
industrial, así como su interconexión e interrelación con otros sectores de la
economía y la sociedad cubana, requerían de la creación de un organismo rector
para asumir esta responsabilidad. En los meses finales de 1960 se comenzó a
trabajar en la organización de lo que sería el Ministerio de Industrias,
fundado en febrero de 1961. El Che fue nombrado ministro.
En una
entrevista al periódico Revolución, el
27 de febrero de 1961, a
los pocos días de ser creado el Ministerio de Industrias, el Che expresó:
La Revolución Cubana ha entrado plenamente en el proceso de
industrialización... Como uno de los grandes objetivos del Gobierno
Revolucionario y de la cimentación de su desarrollo económico... En ese sentido
se crea el Ministerio de Industrias para unificar la planificación y ejecución
del desarrollo industrial.
Puede
decirse, sin peligro de exagerar, que la tarea era titánica. Al mismo tiempo
que tenían que organizarse las tareas propias del Ministerio, debían enfrentarse
enormes obstáculos: como el bloqueo y las agresiones del exterior, la escasez
de personal técnico y la inexperiencia de los cuadros de dirección en general,
como fue explicado en el capítulo anterior.
Cuando
el Che tomo posesión de su cargo, se encontró con dificultades de todo orden
que ocasionaban frecuentes paralizaciones o ineficiencias en las fábricas por
operar por debajo de su capacidad o con parámetros técnicos inadecuados.
Ø
El bloqueo y el papel del
Campo Socialista en el impulso a la industria
Con el
triunfo de la Revolución y las subsiguientes medidas tomadas por la dirección
de la misma, Cuba dejaba de ser una neocolonia norteamericana. Se habían
producido importantes medidas liberadoras con respecto a la dependencia
política existente hasta entonces de Estados Unidos. Medidas duras, pero
imprescindibles, como la Reforma Agraria primero y la posterior intervención y
nacionalización de empresas norteamericanas, provocaron el bloqueo de Estados
Unidos por el cual se rompía con Cuba toda relación económica, financiera y
comercial. Este bloqueo incluía el comercio con filiales norteamericanas
radicadas fuera de Estados Unidos. El mercado tradicional de Cuba, por razón de
su corta distancia - 140 kilómetros - era el país del Norte..
El
bloqueo cortó el suministro tradicional de materias primas, equipamiento y
piezas de repuesto desde prácticamente los mismos inicios del triunfo
revolucionario. Si tomamos en consideración la dependencia casi absoluta de los
Estados Unidos, el bloqueo creaba una situación de asfixia en la industria
cubana.
En
la medida que el bloqueo restringía el acceso a divisas libremente
convertibles, era urgente acelerar el desenvolvimiento del país y la apertura
de relaciones económicas y comerciales con la Unión Soviética y los demás
países del campo socialista. Ellos ofertaban una amplia gama de productos y
tecnologías incluyendo asistencia técnica y formación de recursos humanos bajo
condiciones extremadamente favorables.
Sin
embargo, ese proceso de relaciones comerciales y económicas tuvo que ser
gradual. Las relaciones con el campo socialista, recién comenzaban a
establecerse. En esos primeros momentos, se presentaron innumerables
dificultades relacionadas con las características de sus productos, materias
primas y equipamiento; a las formas de negociación con los nuevos socios, a la
distancia, a las diferencias culturales, entre otros. Se requeriría de tiempo
para que fuesen encontradas soluciones satisfactorias a las necesidades de
Cuba. Menciono algunos ejemplos para dar una idea del desafío a enfrentar por
el Ministerio de Industrias en lo que se refiere a las relaciones con estos
países.
Muchos
de los suministros provenientes del campo socialista eran inferiores en
términos técnicos y de calidad a los correspondientes de los países
capitalistas, particularmente norteamericanos o inadecuados a a las condiciones
cubanas, lo que exigió muchos cambios urgentes y adaptaciones tecnológicas en
relación a las nuevas materias primas, materiales, maquinarias y equipos que se
importaban.
Estas
diferencias en cuanto al patrón energético son un ejemplo importante. La
generación de electricidad en Cuba se realiza a 60 hertzios; los motores
eléctricos del campo socialista eran de 50 hertzios. Los motores en Cuba para
uso no industrial - aunque también los pequeños utilizados en industrias -
utilizaban corriente eléctrica de 110 voltios; los procedentes del campo
socialista, de 220 voltios.
Otro
aspecto técnico que se convirtió en un importante obstáculo fue la
incompatibilidad con los sistemas de medidas. En Cuba se utilizaba
predominantemente el sistema inglés de medidas; los suministradores socialistas
de piezas de repuesto, materiales y equipos utilizaban el sistema métrico. Esto
pudo resolverse, en buena medida, después de innúmeras negociaciones técnicas y
comerciales y de esfuerzos tecnológicos dentro de la industria nacional.
En
cuanto a la calidad, las tecnologías procedentes del campo socialista
presentaban problemas que acarreaban graves dificultades. Una característica importante
era que los equipos y piezas desarrollados para su consumo interno no eran
adecuados al clima de Cuba. La falta de resistencia al calor, a la humedad y a
la salinidad ocasionaba corrosión y, como consecuencia, costos elevados de
mantenimiento, además de interferir en la productividad y en la calidad de los
productos finales, entre otros aspectos.
Por
otra parte, las tecnologías procedentes del campo socialista presentaban serias
dificultades: atrasos de varios años con respecto a estándares internacionales,
elevados consumos energéticos, de materias primas y otros insumos; altos
índices de peso muerto, baja productividad, insuficiente confiabilidad,
capacidades de producción sobredimensionadas, excesiva verticalidad en su
integración, poca flexibilidad para efectuar cambios en los flujos productivos
y agresividad ambiental, entre otras limitaciones.
En
otros casos, no existían sustitutos en los países socialistas y había que
comenzar a intentar desarrollarlos en dichos países para suministrárnoslos.
Como ejemplo pueden citarse los materiales de cerámica especiales para las
tuberías y equipos de la moderna planta de níquel de Moa, de avanzada
tecnología para la época. Cerca de dos años demoró un instituto de
investigaciones de materiales cerámicos en Checoslovaquia, de gran experiencia
y nivel técnico, para desarrollar materiales sustitutos.
Graves
problemas de calidad se produjeron con la falta de materias primas adecuadas
para toda la industria. Por ejemplo, hubo que eliminar las etiquetas de las
botellas de cervezas y refrescos y los envases a los jabones de lavar y de
tocador; las pastas de dientes se endurecían; los refrescos sabían, usando la
propia expresión del Che, a “jarabe para el pecho” y las cabezas de los
fósforos saltaban y producían quemaduras en la piel y en las ropas, por sólo
mencionar algunos ejemplos.
En
aquellos momentos, esa situación no tenía alternativas; había que producir
bienes para el pueblo, aunque fuesen de inferior calidad. Sin embargo, la
costumbre creada al continuar esta “cultura” de producir de cualquier forma,
produjo posteriormente un relajamiento en cuanto a la calidad y a la disciplina
tecnológica que el propio Che combatió duramente.
Mas
las opciones de Cuba eran extremadamente reducidas dadas las condiciones
impuestas por el bloqueo, las que limitaron las posibles fuentes de suministros
y tecnologías. Ese contexto no permitía un proceso de selección de tecnologías,
de productos finales, de materias primas y otros insumos.
Adicionalmente,
factores internos dificultaron que los procesos de evaluación previa de las
tecnologías transferidas para Cuba identificasen con precisión –en aquellos
primeros momentos y durante varios años después – las limitaciones y problemas
de las tecnologías del campo socialista. Entre esos factores estaban la falta
de experiencia y calificación de muchos profesionales responsabilizados en la
selección, evaluación y negociación de tecnologías.
De
todas formas, puede afirmarse sin duda alguna, que hubo una verdadera
autodeterminación tecnológica. Aunque las variantes para la selección fuesen
muy limitadas y las condiciones internas bastante difíciles, las decisiones se
tomaron independientemente por las autoridades cubanas.
Como
consecuencia de todo ese proceso y pesar de los problemas señalados, la
transferencia de tecnologías e insumos del campo socialista permitió - hay que subrayarlo por una
elemental justicia histórica - alcanzar tasas de crecimiento y niveles de
producción significativos en plazos relativamente breves; hacer surgir sectores
prácticamente nuevos como el de la metalmecánica, la siderúrgica, la
electrónica; ampliar significativamente la capacidad energética para, más
tarde, electrificar prácticamente todo el país; abrir considerables fuentes de
empleo; propiciar un desarrollo territorial más armónico y dotar de una alta
calificación a la fuerza laboral.
El
personal técnico.
La
escasez de personal técnico de todo tipo – ingenieros, físicos, matemáticos,
químicos, biólogos y técnicos medios, entre otros - agravada por la fuga de
cerebros, promovida por el imperialismo norteamericano fue sin dudas, el
elemento más complejo que tuvo que enfrentarse para iniciar un proceso de
desarrollo industrial.
Al
triunfo de la Revolución, en Cuba había alrededor de 6 000 médicos; más de 3
mil; un 50% abandonó el país en los dos o tres primeros años. Sin embargo, para
enfrentar el desarrollo industrial que la Revolución se proponía, el país sólo
contaba sólo con alrededor de 2 700 ingenieros de distintas especialidades,
principalmente de ingeniería civil. Por ejemplo, en la industria azucarera
había 3 100 especialistas de primera línea; el 60% marchó al extranjero[5].
Los graduados en las especialidades de ingeniería química y mecánica eran
escasos y casi todos graduados en los Estados Unidos, pues sólo muy
recientemente esas especialidades se habían iniciado en Cuba. De esos 2 700
ingenieros, sólo quedaron en el país unos 700[6].
¡Nada menos que una cuarta parte del total! Era con lo que se contaba para
promover el desarrollo industrial que la Revolución se proponía.
En
cuanto al enorme éxodo de personal técnico promovido por los Estados Unidos,
debe subrayarse que, en muchos casos, los técnicos que emigraron eran los de
mayor nivel. En el caso de la industria de refinación de petróleo, en el
período comprendido entre agosto de 1960, cuando se nacionalizó la misma en
febrero de 1961[7],
había emigrado más del 75% de los ingenieros, casi todos ellos de primera y
segunda línea. Por otra parte, un grupo importante de los que quedaron en la
industria, se manifestaban agresivamente contra la Revolución y posteriormente
se marcharon del país. Lamentablemente, unos pocos, algunos de ellos con
responsabilidades técnicas importantes en la refinería “Ñico López”, en La
Habana, fueron captados por la CIA para realizar actos de sabotaje y de
captación de personal con fines contrarrevolucionarios. Fue el llamado “Caso
ICP”[8]
detectado y controlado a tiempo por la Seguridad del Estado, antes de que
pudieran concretarse acciones de sabotaje por ese grupo.
Un
aspecto importante en el tratamiento al personal técnico estaba relacionada con
sus salarios, El Che reconocía que durante la transición socialista los
técnicos debían recibir mejor pago que los obreros menos calificados, aunque la
remuneración siguiera vinculada a la labor realizada, pero no recibirían
privilegios políticos o sociales por encima de otros trabajadores. Decía: «serán mejor pagados, además, porque la ley
de la oferta y la demanda, en cierta medida, funciona todavía; y es necesario
tener técnicos, pagarles mejor, para que rindan una tarea mejor también».
Por otra parte, creía que a menudo los técnicos respondían mejor a los
estímulos morales que el trabajador promedio, porque les gustaba ser
reconocidos por sus logros y experiencia. Lamentaba que la pericia técnica y el
compromiso revolucionario fueran una combinación rara de encontrar, pero aun
así aspiraba a tener al menos un ingeniero en cada empresa. Esto se lograría en
la medida en que los técnicos viejos que empiecen a incorporarse a la Revolución,
llamados por el sentimiento de justicia que todo el mundo lleva dentro de sí, y
comiencen a comprender el socialismo; asi como de los nuevos técnicos que nacen
ya con otra conciencia y se van incorporando a nuestras empresas.
Por
otra parte, independientemente de la escala salarial que se establecería para
el personal técnico, estaba la cuestión de aquellos que habían decidido
permanecer en Cuba y sus salarios eran en general elevados, en particular de aquellos que trabajaban en filiales de
importantes empresas norteamericanas. Ante esta situación, el gobierno cubano
resolvió mantener el salario histórico para estos casos. Esta medida, en cierta
forma, contribuyó a contener el éxodo de personal técnico.
Hubo
algunos casos particulares de ingenieros que recibían salarios relativamente elevados. Recuerdo el caso de
ingeniero cubano Demetrio Presilla, quien trabajaba para la Nicaro Niquel
Company en el norte de la región oriental del país, Desde un inicio, Presilla
había brindado su valiosa colaboración en la industria del níquel y, en
particular a la terminación de la otra planta de níquel en Moa. A esto nos
referiremos posteriormente. El alto salario que recibía provocó alarma en
varios funcionarios y dirigentes. Este asunto se presentó al Che, quien en una
sesión del Consejo de Dirección del Ministerio expresó algo así como
-
Dejen tranquilo a Presilla,
déjenlo trabajar. Su trabajo en la industria del níquel es tan importante que
más que justifica su salario.
Lo
anterior es una muestra que indica la razón por la cual, además de la escasez
de personal técnico, en muchos casos, la utilización del mismo en los primeros
años se veía limitada necesariamente por razones de confiabilidad política.
En ese
sentido, el trabajo político junto a los técnicos adquiría una importancia
fundamental. El Director de la Empresa Consolidada de la Electricidad en aquellos momentos era Ángel Gómez
Trueba[10],
quien después fue promovido a Viceministro para la Construcción Industrial.
Esta empresa, además de su importancia estratégica y complejidad técnica,
confrontaba serios problemas políticos. En el equipo de dirección de la misma,
dirigentes, funcionarios y técnicos que provenían del Movimiento 26 de Julio,
del Directorio Revolucionario “13 de Marzo” y del Partido Socialista Popular,
estaban enfrentados entre sí, para disfrute de otro grupo no simpatizante de la
Revolución.
Esa
situación tenía que resolverse políticamente. Por tal motivo, fue convocada una
asamblea de los trabajadores del aparato central de la empresa. La presidieron
Fidel y el Che. Fidel fue conduciendo las discusiones, escuchando los
diferentes puntos de vista, haciendo consideraciones y demostrando, poco a
poco, como estos enfrentamientos entre revolucionarios estaban motivados por
cuestiones de segunda importancia que podían resolverse en discusiones entre
revolucionarios y que, por otra parte, esos desentendimientos estaban frenando
el avance de la empresa. Los revolucionarios tenían que unirse.
En esa
asamblea, el Che hizo una intervención sobre el papel de los técnicos
revolucionarios y de la contribución, el sacrificio y el entusiasmo que de
ellos se esperaba. Fue, a mi juicio, una de las más profundas y bellas que
escuché del Che sobre este tema. Desdichadamente, esa intervención no se
transcribió. Sin embargo, me recuerdo claramente de las ideas centrales de sus
palabras, aunque no las pueda reproducir exactamente. El expresó que los
técnicos de la Empresa Eléctrica[11]
eran bien remunerados, con elevados salarios y excelentes condiciones de
trabajo. La Revolución no podía ofrecerles, en aquellos momentos, mayores
salarios. Podía ofrecerles, sin embargo, el orgullo de trabajar, la posibilidad
de poner toda su experiencia, de sus conocimientos, no a favor de una empresa,
sino a favor del desarrollo de la Patria, del desarrollo de todo el pueblo
cubano. Eso daba una nueva calidad, una nueva dimensión a sus esfuerzos, a su
trabajo. La Patria y el pueblo lo sabrían agradecer con todo cariño y respeto.
En
aquellos momentos se estaba forjando el Partido Unido de la Revolución
Socialista (PURS). Aquella reunión, bajo la dirección de Fidel y el Che, fue
una de las primeras en que se comenzó el proceso de integración al partido
escuchando las opiniones de la masa de trabajadores sobre las cualidades y
defectos de las personas que debían integrar las filas del partido, o sea, el
método de selección por las masas para ingresar a éste.
Ø
Los equipos de dirección del
Ministerio, empresas y fábricas.
El
Che, como es conocido, era médico. No tenía experiencia industrial alguna. Sus
únicos contactos con la industria antes de su llegada a Cuba, fueron algunas
minas que visitó en Perú y Chile, en particular la mina de cobre de
Chuquicamata, en el recorrido que hizo por la América Latina con Alberto
Granados. Aun así, los propósitos de esas visitas fueron eminentemente de
índole social, para conocer de cerca la dura vida del minero, pero no para
adentrarse en sus problemas tecnológicos[12].
De los
cuatro viceministros – llamados entonces subsecretarios - nombrados al crearse
el Ministerio de Industrias[13],
sólo uno tenía entonces título universitario[14].
Ya en 1962, se nombran tres viceministros con nivel universitario[15];
aun así se nombraron posteriormente tres viceministros no universitarios[16].
En aquella época los viceministros nos llamábamos a nosotros mismos “los ilustres ignorantes”.
En las
diferentes direcciones del Ministerio la proporción de universitarios con
cargos dirigentes al nivel de la alta dirección del organismo, era mayor,
aunque los universitarios cubanos que ocupaban estos cargos, poseían una
experiencia limitada a su esfera de acción anterior. Muchos cargos fueron
ocupados por especialistas latinoamericanos: chilenos, peruanos y ecuatorianos,
entre otros, quienes vinieron a Cuba a dar apoyo a la revolución. Estos, aunque
con entrega revolucionaria y grandes deseos de trabajar, desconocían las
realidades cubanas.
En mi
caso personal, eran claras las dificultades para atender todos los requisitos
necesarios para dirigir áreas muy especializadas y estratégicas. Yo contaba con
una buena experiencia y especialización en la producción de jabones y
detergentes, pero no tenía la menor idea de lo que era la industria del
petróleo cuando fui designado para ocupar un cargo de dirección en ella. La
situación se volvió aún más complicada cuando fui nombrado Viceministro para la
Industria Básica y pasé a ocuparme de las industrias azucarera, extractiva,
mecánica, química y energética, entre otras.
En los
Viceministerios de carácter más técnico, como los de Construcción Industrial y
de Desarrollo Técnico, se trató de escoger personal graduado, con alguna
experiencia y especialización para dirigir as diversas unidades. Mas eso
siempre no fue posible, Fue necesario escoger, en varios casos, compañeros de
confianza, que habían demostrado buen desempeño y capacidad de dirección en
otros cargos.
La
situación en la dirección de las empresas consolidadas[17]
no era mejor. En 1961, en alrededor de 33 empresas, sólo cuatro directores eran
universitarios[18].
Todavía era peor en las fábricas. Con las excepciones de dos de las tres
refinerías de petróleo y alguna otra, éstas no tenían al frente de ellas a
personas de nivel superior. Muy pocos tenían vencida la enseñanza media. El
nivel cultural era por lo general muy bajo: podían encontrarse obreros con 2do
y 3er. grados de enseñanza primaria dirigiendo fábricas
importantes, como, por ejemplo, zapateros de bajo nivel cultural, aunque
confiables políticamente – no había otra opción en aquellos momentos -
dirigiendo centrales azucareros. Recuerdo como en la Empresa Consolidada de la
Cerámica tuvimos que nombrar a un contador como Jefe de Producción[19],
ante la falta de un cuadro técnico para ocupar esa posición.
Tomando
en cuenta esa situación, el Che tuvo que dictar, en 1963, una disposición para
que en un año los administradores alcanzaran el 6to grado.
Esto se explicará más adelante.
Algunos
administradores en los primeros años, independiente de que no tenían una
preparación previa y, en muchos casos, ni siquiera un título de enseñanza
media, realizaron un buen trabajo y demostraron ser capaces de ser promovidos.
Uno de los casos fue el de Luis Gálvez, quien, era el administrador de la
fábrica de cemento “José Mercerón” en Santiago de Cuba. Él fue uno de los administradores de fábricas escogidos, al
inicio del Ministerio de Industrias, entre personal con determinado nivel
técnico, aunque no graduado universitario – era estudiante de ingeniería
química –, pero sin experiencia gerencial. Un día el Che visitó esta planta y
quedó muy satisfecho de la visita y de la conversación con Gálvez, quien se
conocía al detalle todos los indicadores económicos de ella, los principales
problemas y la forma de atacarlos. En un Consejo de Dirección del Ministerio,
el Che expresó que había conversado con
“el administrador del futuro”. Gálvez posteriormente fue Administrador de la
planta de níquel de Nicaro, con un buen desempeño y fue Viceministro del
Ministerio de la Industria Azucarera. Por más más de 35 años se desempeñó como
Director del Instituto Cubano de Investigaciones de Derivados de la Caña de
Azúcar (ICIDCA), donde hoy en día labora como investigador y asesor del
Director General.
Los
problemas políticos hacían la situación aún más difícil, pues, además de los
criterios técnicos, razones de seguridad exigían que los dirigentes fuesen de
indiscutible confiabilidad política, lo que era fundamental para garantizar que
el trabajo se realizara conforme los principios de la Revolución.
La
necesidad imperiosa de asumir responsabilidades y cargos de dirección para los
cuales no estábamos preparados, puso a prueba, no sólo la voluntad, el esfuerzo
y la decisión revolucionaria de muchos compañeros, sino también su fortaleza
física y mental.
Hubo
algunos casos lamentables de compañeros cuya salud se afectó sensiblemente.
Recuerdo el caso del administrador de una planta de productos farmacéuticos,
que en la desesperación ante la falta de materiales de envase, salió a la calle
gritando que no podía producir por falta de envases.
Fue
enorme el esfuerzo realizado para suplir la falta de conocimientos
especializados en materia de tecnología, de administración, de organización,
así como la falta general de experiencia de los cuadros a todos los niveles.
Dormir tres o cuatro horas, inclusive los sábados y domingos, se hizo habitual
para el Che y para todos nosotros.
En mi
caso particular, mi salud se afectó por la dura carga del Ministerio. En
febrero de 1962, fui promovido a Director de la Rama Energética en el
Ministerio. Había acabado de salir de una fuerte hepatitis,
iniciada en mi etapa de Director del ICP, que me mantuvo en reposo por más de
dos meses. Salí directamente de mi lecho de enfermo para mi nuevo cargo. El
médico había recomendado, cuando me dio de alta, que trabajara sólo 3 o 4 horas;
el primer día trabajé 17 horas y así en los días subsiguientes. Las tareas eran
arduas e impostergables.
En el
verano de ese mismo año, se produjo una reestructuración en el Ministerio.
Debido a las múltiples obligaciones del Che, quien, además de Ministro, tenía
altas responsabilidades políticas, económicas y militares, era necesario crear
el cargo de Viceministro Primero. Borrego fue designado para ese cargo y yo fui
designado Viceministro para la Industria Básica. El trabajo, por consiguiente,
se intensificó aún más, agravado por mi falta de conocimientos sobre las
empresas que ahora tendría que atender. Como no había seguido las
recomendaciones del médico con respecto a mi recuperación de la hepatitis,
comencé a sentirme muy mal de salud; parecía un espectro circulando por los
pasillos del Ministerio. El Che llegó a considerar mi sustitución como Viceministro,
si no me recuperaba después de unas vacaciones que me concedió. Estas fueron
las únicas vacaciones concedidas en aquellos momentos a un dirigente del
Ministerio, ya que el Che había establecido la norma de que todos los altos
dirigentes del Ministerio –incluyéndose a él mismo – debían pasar sus
vacaciones como simples operarios en una fábrica para conocer de cerca los
problemas y condiciones de trabajo de las unidades que dirigíamos.
Afortunadamente, me recuperé completamente y pude continuar en el cargo.
A
pesar de esta baja calificación de los niveles dirigentes a distintos niveles,
el esfuerzo casi sin límites, la entrega al trabajo, la pasión revolucionaria y
la dirección y el ejemplo personal del Che pudieron en gran medida recuperar la
producción, mantenerla y hacerla avanzar.
Para
resolver los problemas de la capacitación en toda la esfera del Ministerio, se
desarrollaron intensos esfuerzos con vistas a ampliar el nivel de conocimientos
generales y técnicos con programas que iban desde la formación primaria a la
capacitación en funciones especializadas. Esas acciones se encuadraban en el
gigantesco movimiento nacional para la formación de una base humana, social y
económica, proceso en el cual la educación, general y técnica, tuvo una
prioridad absoluta. El Ministerio de Industrias, como se mostrará
posteriormente, tuvo un papel protagónico en ese movimiento.
Ø Los
criterios sobre la disciplina
El
contexto y las condiciones en las cuales nos desempeñábamos hacía necesario
crear un concepto de disciplina como parte del proceso de formación y como
instrumento viabilizador del trabajo enorme y complejo que se tenía que
realizar. Aunque había una preocupación particular con aquellos compañeros de
menor experiencia administrativa, los criterios desarrollados eran aplicables a
todos los niveles técnicos y de dirección. Un caso que recuerdo muy bien puede
ayudar a ejemplificar esta situación.
Cada
viceministro y director en el Ministerio tenía asignado un carro para su
trabajo. Los gastos de mantenimiento del mismo iban por cuenta del Ministerio.
El Che consideraba que eso era suficiente; los gastos de combustible y
lubricantes – excepto cuando se viajaba fuera de la ciudad de La Habana –
corrían por cuenta de cada uno.
Santiago
Riera había sido nombrado recientemente como Viceministro y no conocía de esa
disposición; cada vez que hacía un gasto de combustible, pedía un recibo y
pasaba la cuenta al Ministerio. Al enterarse de esto, el Che llamó a Santiago y
le dijo con tono de amistosa ironía, mostrándole los comprobantes de pago:
Compañero Viceministro, le
debes 200 pesos al Ministerio. Puedes pagarlos en varios plazos[21].
Yo sé que tú no conocías de esta disposición, pero, de todas formas, tienes que
cumplirla.
El Che
insistía mucho en la disciplina financiera. Expresaba que los compañeros que se
ocupaban de la contabilidad en una fábrica o en una empresa tenían que realizar
sus deberes con una elevada disciplina. De hecho esta fue una tarea fundamental
en todos los años en que estuvo al frente del Ministerio. En una reunión de
análisis de la Empresa Consolidada de Productos Farmacéuticos, el 11 de mayo de
1963, el manifestó que:
[…] la gente no es perfecta mucho menos, y hay que
perfeccionar los sistemas de control para la primera infracción que se produzca,
porque esta es la que conduce a todas las demás. La gente puede ser muy buena, la primera vez, pero cuando basados en la
indisciplina cometen actos de sustracciones de tipo personal para reponer a los
dos o tres día, después se va enlazando esto y se convierten en ladrones, en
traidores y se van sumiendo cada vez más en el delito.
Consecuente
con estos principios, se creó en el Ministerio la Dirección de Supervisión,
dirigida con eficiencia por Juan Borroto[23].
Dentro de ella se encontraba el Departamento de Auditoria, integrado por un
grupo de buenos especialistas. El método de trabajo seguido en estas auditorías
era intenso. Con gran frecuencia, se aparecían los especialistas en fábricas y
empresas para chequear el cumplimiento los sistemas de contabilidad, los
inventarios y la situación de las cajas chicas, entre otros aspectos. Era tan
efectivo este método, que en broma comentábamos:
Aquí se puede “meter la pata” pero no se puede “meter la
mano”.
Significando
con esto que los funcionarios podían equivocarse, pero no podían robar. De
hecho, fueron muy contados los casos de personal que fue sancionado penalmente
por actos de fraude o robo.
Las
infracciones menores de la disciplina financiera tenían otras vías de sanciones
administrativas, como veremos más adelante.
La
Dirección de Supervisión contaba también con un Departamento de Inspección, el
cual visitaba las fábricas y empresas para identificar las cuestiones más
importantes en su funcionamiento: cumplimiento de las normas y directivas del
Ministerio la organización, problemas con el suministro de materias primas y
materiales, relaciones de la administración con el Sindicato, opiniones de los
trabajadores, higiene y limpieza, entre otros aspectos.
Tanto
los informes de auditoría como los de inspecciones se trasladaban a los
Viceministros correspondientes para su atención y control. Las posibles
sanciones administrativas resultantes de estos informes, según la importancia
de los casos, se trasladaban a la consideración de las Comisiones creadas
(CODIAD) para su análisis y recomendaciones, como después veremos.
Hasta
aquí mencioné algunos de los principales desafíos internos más directamente
relacionados con la actividad industrial, frente a los cuales el Ministerio
tuvo que organizarse para resolverlos. Pero estos desafíos representaron apenas
una parte de las dificultades que configuraron el contexto inicial en que el
Ministerio – así como los demás organismos creados por la Revolución – fue obligado
a moverse.
Durante
los primeros años de la Revolución, ocurrieron algunos hechos de medular
importancia para la historia de Cuba y que interfirieron en todo el proceso de
desarrollo que la Revolución se proponía. . Evidentemente, las acciones relativas
al fomento industrial no quedaron exentas de ese proceso. Destacaré a
continuación, como parte de los desafíos iniciales enfrentados por el
Ministerio, las agresiones y amenazas externas configuradas principalmente en
los episodios de Playa Girón y la Crisis de Octubre.
Ø Las
agresiones y amenazas del exterior
Unido
al bloqueo, se producían agresiones de todo tipo con dolorosas pérdidas de
vidas humanas y destrucción de instalaciones. La más significativa fue la
agresión armada mercenaria, financiada por los Estados Unidos, que culminó con
la victoria cubana de Playa Girón en 1961;
además, la concentración de grupos armados contrarrevolucionarios infiltrados
en las montañas del Escambray y
los sabotajes a diferentes instalaciones, entre otros. Todo ello significó un
desvío considerable de recursos humanos y materiales que hubo que emplear para
responder a estas agresiones, además de los necesarios para estar debidamente
preparados para la defensa.
En los
primeros años de la Revolución, avionetas piratas procedentes de los Estados
Unidos, sobrevolaban frecuentemente los campos de caña de azúcar, arrojando
fósforo vivo para provocar incendios, con el fin de perjudicar la zafra
azucarera. Entre el 13 de febrero de
1959 y la aprobación de la ley del bloqueo en 1961 por el gobierno
norteamericano, ocurrieron repetidas agresiones y sabotajes a la industria
azucarera y su agricultura, los cuales tuvieron lugar en 11 de las actuales 14
provincias del país y el daño causado se estima cercano a los 17 millones de USD.
Hay un
episodio que vale la pena relatar. Siendo yo Viceministro para la Industria Básica, en 1962, estando en
Camagüey con Arturo Guzmán, en esos momentos Director de la Rama Química,
decidimos visitar la planta de madera artificial en el central “Amancio
Rodríguez”. Habíamos viajado en la avioneta Cessna del Ministerio, con Eliseo
de la Campa, el piloto del Che. Eliseo, conocedor de la situación de las
avionetas piratas, trató de llamar al central por la planta de radio del
aeropuerto civil de Camagüey para avisar nuestra llegada. En ese momento no se
consiguió establecer la comunicación; para ganar tiempo, decidimos salir para
allá, pidiéndole al operador que informara de nuestra llegada al ingenio, que
nuestra señal de identificación sería dar tres vueltas sobre el mismo. Al
llegar, eso hicimos y, cuando aterrizamos, nos encontramos un fuerte grupo de
milicianos armados inclusive con una ametralladora antiaérea. Resulta que el
operador de Camagüey no consiguió comunicarse con el central y, consecuentemente
ellos no estaban informados de nuestra llegada. Los milicianos nos contaron
que, al ver a la avioneta dando vueltas sobre el central, pensaron que era una
nave pirata y ya estaban listos para derribarnos. Al ver, que aterrizaríamos
pensaron que sería mejor capturarnos vivos. Nosotros no nos imaginábamos lo que
estaba sucediendo abajo. Al descender tranquilamente, nos encontramos a ese
grupo de milicianos apuntándonos con sus armas. Afortunadamente, ellos ya
conocían a Eliseo, por las muchas veces que el Che había estado allá. ¡Nos
libramos de una buena!
En
1963 también nos sucedió una situación similar, esta vez a varios miembros del
Consejo de Dirección. Habíamos viajado con Eliseo a una reunión en Santa Clara.
Esta vez fuimos en el Antonov-2 del Ministerio, un avión soviético usado para
fumigación que se había modificado para transportar alrededor de 10 personas.
De ahí deberíamos ir, al mediodía, a Santiago de Cuba para encontrarnos con el
Che para, al día siguiente, participar en una reunión de trabajo con las
autoridades de la entonces provincia de Oriente. La reunión en Santa Clara se
prolongó más de la cuenta y salimos tarde rumbo a Santiago. Como estaba
oscureciendo rápidamente y el AN-2 no tenía instrumentación para volar de
noche, Eliseo decidió que era mejor descender en el aeropuerto de la base
militar en Holguín y salir al día siguiente para Santiago. Volando hacia allá,
él trató de comunicarse con ella por la planta de radio, pero la comunicación
no se estableció. No teníamos más opciones que seguir adelante. El único
aeropuerto donde podríamos aterrizar con urgencia, pues ya estaba anocheciendo,
era ese. Decidimos correr el riesgo que eso significaba. Con gran preocupación
aterrizamos sin autorización. Sabiendo que íbamos a ser recibidos como
potenciales invasores, dejamos que el primero que descendiese, vestido de
militar, como acostumbraba, fuera el Viceministro Comandante Castiñeiras, quien
fue reconocido enseguida por varios de los oficiales que comandaban las tropas
las que ya estaban listas para el combate. ¡Nos libramos de otra buena!
En
otra ocasión, Eliseo viajaba en el Cessna para Cayo Fragoso con Jesús Suárez
Gayol – quien murió combatiendo con el Che en Bolivia -, entonces Director del
Instituto de Recursos Minerales y otros compañeros para visitar un pozo de
petróleo que se estaba perforando. Durante el vuelo avistaron una avioneta
pirata que estaba lanzando fósforo vivo en un cañaveral. Eliseo la persiguió y
Suárez Gayol comenzó a disparar hasta derribarla. Cuando el Che fue informado
de esa acción, envió al Comandante Raúl Castro, Ministro de las Fuerza Armadas
Revolucionarias, un telegrama que decía:
Tengo el honor de informarle
que las Fuerzas Aéreas del Ministerio de Industrias derribaron una avioneta
pirata.
Ø
La Crisis de Octubre[27]
La
Crisis de Octubre, aconteció en el año de 1962. En esos momentos yo era
Viceministro para la Industria Básica. Se celebraba la reunión de chequeo
correspondiente a la Empresa de la Madera Artificial, presidida, como de
costumbre, por el Che. Estábamos presentes, Orlando Borrego, Viceministro
Primero, Arturo Guzmán, Director de la Rama Química, a la cual se subordinaba
la mencionada empresa; el Director de la misma, compañero Delgado; yo, como
Viceministro para la Industria Básica, además de otros dirigentes del
Ministerio y la empresa.
Bien
avanzada la reunión, como a las 7 p.m., el Che recibe una llamada telefónica y
le pide a Borrego que continúe presidiendo la reunión, pues él tenía que
ausentarse por motivos de fuerza mayor. Media hora después, Borrego recibe otra
llamada y me pide que presida la reunión, pues él también tiene que ausentarse.
Al poco tiempo, Borrego me llama para que me presentara urgentemente en el Ministerio. A esas
alturas, decidimos suspender la reunión..
Al
regresar al Ministerio, el Che nos informó de la situación creada, de la
posibilidad de una agresión norteamericana a Cuba y que estábamos en alerta de
guerra. Él tenía que trasladarse a otro lugar para atender sus obligaciones
como Jefe Militar de la parte occidental del país. Dio orientaciones concretas
a cada uno. Yo recibí el encargo de atender de forma priorizada la producción
de combustibles, de electricidad y de oxígeno para fines médicos.
Desde
aquel momento y hasta nuevas noticias, todos quedamos acuartelados en el
Ministerio. Sólo enviamos a buscar ropa a nuestras casas. Yo no podía ni
comunicarme directamente con mi familia pues, en esos momentos, no tenía
teléfono en la casa debido a la ausencia de líneas telefónicas.
Las
noticias eran muy preocupantes. Las declaraciones de Kennedy, muy agresivas.
Todo hacía presagiar un ataque nuclear a nuestro país.
Al día
siguiente, por la mañana, recibí una llamada telefónica del Che informándome
muy rápidamente de que había recibido noticias de que se iba a producir un sabotaje,
mediante la colocación de una bomba, en la mina de cobre de Matahambre,
provincia de Pinar del Río, una de las más profundas de la América Latina. El
plan tenía la intención de cortar el suministro de energía recibida del sistema
nacional (la mina no tenía planta eléctrica propia), lo cual, seguramente
ocasionaría la muerte por ahogo de cientos de mineros que quedarían atrapados
en el fondo de la mina. Era, por tanto, urgentísimo instalar un generador
diesel de emergencia para evitar un desastre de esa magnitud. De inmediato nos
movilizamos.
Se
necesitaba un generador de gran capacidad. Sólo una planta de ese tipo se
encontraba en un barco en el puerto de La Habana, esperando espacio para
atracar al muelle. Hicimos contactos con las Fuerzas Armadas, logramos
desembarcarla inmediatamente. Conseguimos una rastra inmensa para trasladarla
hacia la mina, además de una gran cantidad de sacos de cemento para realizar la
construcción. En 48 horas la planta estaba instalada. A los pocos días, fue
detectada y desactivada una bomba colocada en los carritos que trasladan el
mineral por medio de unos funiculares a varios metros de altura. La agresión
terrorista fue impedida.
Este
caso no fue único. Otros ejemplos de soluciones rápidas, mucho más rápidas que
lo que serían habitualmente, demostraban la increíble capacidad de respuesta,
de movilización, que se tenía para resolver problemas, acuciados por el peligro
a que estaba sometida la Patria. El Che diría después que ese mismo espíritu de
alarma de combate para resolver problemas había que mantenerlo en momentos de
paz.
Una
mañana se recibió la noticia del trato, que había hecho Khruschov con Kennedy,
a espaldas de Cuba: si los Estados Unidos retiraban los cohetes de Turquía, la
URSS los retiraría de Cuba. Un Director de Rama que trabajaba conmigo, viejo
militante del anterior Partido Socialista Popular llegó entusiasmado a mi
oficina diciendo:
Esto es un gran triunfo del Socialismo
y de la Unión Soviética.
Aunque
todavía no se tenía ningún criterio oficial cubano, lo mandé a la mierda, le
dije que ese era un criterio sectario, que no tomaba en cuenta la dignidad de
Cuba. Fue una discusión en términos bien fuertes. Uno o dos días más tarde,
Fidel habló por la televisión protestando de la actitud soviética y reclamando
una discusión entre Cuba y la URSS “a nivel de Partido y de Gobierno”.
Para
las discusiones “a nivel de Partido y Gobierno”, la URSS envió a Cuba a una de
sus figuras más prestigiosas: Anastas Mikoyan, revolucionario activo y
distinguido desde la época de Lenin, miembro del Buró Político del Partido
Comunista de la URSS y Vicepresidente de ese país. Por la parte cubana
participaron Fidel, Raúl Castro, Osvaldo Dorticós Torrado, que ocupaba entonces
el cargo de Presidente de la República; el Che, Carlos Rafael Rodríguez y
Emilio Aragonés todos miembros de la alta dirección de la Revolución[28].
Las reuniones se celebraron, en aquellos momentos, a puertas cerradas, dentro
de la mayor confidencialidad, sin que se divulgara el contenido de las
discusiones.
Una
tarde, casi al anochecer, el Che, después que habían terminado esas
conversaciones oficiales, convocó a los viceministros para discutir algunas
cuestiones de la actividad del Ministerio. Nosotros, estábamos muy interesados
por conocer lo que estaba sucediendo, por lo que le preguntamos. Él nos
respondió con emoción:
-
Yo no puedo revelar lo que se
está discutiendo. Ahora, el día que se pueda conocer el contenido de estas
conversaciones, el pueblo de Cuba conocerá la verdadera dimensión de estadista de Fidel.
Tres
años después, en 1965, cuando Fidel leyó públicamente la carta de despedida del
Che, en que éste se refiere a aquellos acontecimientos y a la actitud de Fidel,
recordé las palabras de aquella tarde.
Ø
El ejemplo personal.
El
esfuerzo casi sin límites, la entrega al trabajo, la pasión revolucionaria, la
dirección y el ejemplo personal del Che fueron grandes impulsores en la recuperación de la producción, mantenerla en
un nivel satisfactorio y hacerla avanzar. En todo este libro se podrá apreciar
este aspecto. Sin embargo, lo considero de tal importancia, que me gustaría de
ofrecer al lector una idea, aunque sucinta, de aquello a que me refiero. Para
ello, nada mejor que presentar un ejemplo fundamental.
Como
parte del esquema disciplinario mencionado, Che estableció, entre otras
sanciones administrativas, una por la cual, por cada día de incumplimiento de
un acuerdo del Consejo de Dirección, al funcionario incumplidor se le
descontaría un día de salario. Si alguien debía cumplir un acuerdo y, veía que,
debido a razones no previstas anteriormente, el acuerdo no podía cumplirse
adecuadamente en tiempo, se posibilitaba que se explicara la situación y, si se
entendía que los argumentos eran válidos, se discutía con él una nueva fecha
que ahora sería definitiva, sin posibilidades de prórrogas.
En una
ocasión, Andrés Yebra, quien era Viceministro para la Industria Básica,
complicado con muchas tareas que tuvo que atender en un momento dado, olvidó
visitar la fábrica que tenía asignada. Cuando fue a recoger su salario, tenía
30 días de descuento por ese incumplimiento, el Viceministro, ese mes, no
recibió un centavo.
Cuando
él me contó su situación, yo le dije que fuera a ver al Che y le explicara que
el incumplimiento no había sido causado por una negligencia, sino por un cúmulo
de trabajo. El me respondió:
¿Qué tú dices? Recuérdate de
la Crisis de Octubre.
¿Por
qué esa referencia a la Crisis de Octubre?
Terminada
la Crisis de Octubre, el Che regresó al Ministerio después de haber cumplido
con sus responsabilidades militares. Ese día, correspondía celebrar la reunión
del Consejo de Dirección en la que se controlaba el cumplimiento de las visitas
de inspección a las fábricas por parte de los dirigentes del Ministerio. Juan
Valdés Gravalosa, Secretario del Consejo, fue nombrando a cada uno y recibiendo
los informes. El Che, viendo que no se le había nombrado, preguntó por qué.
Gravalosa le respondió:
-
Comandante, Ud. estaba en los
problemas de la defensa. Ud. no tenía tiempo de visitar su fábrica[29].
El
Che, sacando del bolsillo de su chaqueta unos papeles, dijo:
-
Cuando yo salí de donde estaba
durante la Crisis, fui a visitar la fábrica que me correspondía. Discúlpenme
por traer el informe escrito a mano. No hubo tiempo para mecanografiarlo.
Este
fue un ejemplo de disciplina, de modestia y de ejemplo personal que
caracterizaba al Che. Esta era la razón de la respuesta que me dio Yebra
Esta
sanción de descuento salarial fue aplicada realmente en muy pocas ocasiones. En
el Ministerio se creó un espíritu tal de responsabilidad y de cumplimiento a
todos los niveles que su funcionamiento armónico era el de una maquinaria bien
aceitada. Cumplir se convirtió en un deber social comprendido y asimilado y no
en un temor a ser sancionado.
El
Che era incansable. En una reunión, la Dra. Graciela del Cueto, Jefa del
Departamento de Psicología Aplicada del Ministerio, le expresó al Che en una
reunión su preocupación por su forma intensa de trabajo, sin apenas descansar
iba a afectar seriamente su salud. La respuesta del Che retrata su fuerza de
voluntad y espíritu de sacrificio:
-
Mira Graciela, si por trabajar
un 40% más, en esta etapa, uno vive un 40% menos, vale la pena.
Yo no
he conocido a nadie con un asma tan pertinaz como el Che. Frecuentemente, aún durante la celebración de reuniones, él tenía
que utilizar un nebulizador para mejorar su respiración. Algunos alimentos,
como el pescado le caían mal y le provocaban asma; lo mismo sucedía – como
veremos más adelante – con el polvillo de la caña de azúcar. Sin embargo, a
pesar de esta limitación, arrastraba, con su ejemplo personal, a los equipos de
dirección, funcionarios y trabajadores en general del Ministerio, de las
empresas y de las fábricas al cumplimiento efectivo de todos los planes y
tareas. Él era el primero en llegar al Ministerio y el último en salir. Se
entregaba al trabajo con toda dedicación y empeño. La nave de la industria
cubana tenía un gran capitán.
En
agosto de 1960 se produjo la nacionalización de las primeras grandes empresas,
todas ellas filiales de empresas norteamericanas: la Compañía Cubana de
Electricidad, perteneciente a la Electric Bond and Share; la Cuban Telephone
Company, filial de la ITT; las empresas petroleras, subordinadas a la Standard
Oil, la Shell[30],
la Texas Oil y la Sinclair; la empresas de níquel ubicadas en la parte norte
oriental del país: la Nicaro Nickel Co., perteneciente al gobierno
norteamericano y Moa, perteneciente a la Texas Sulphur Co. Además, poseían 24
centrales azucareros, entre los mayores y mejores del país; la United Fruit
poseía 2 de los colosos: el Delicias y el Preston[31].
El 14
de octubre de ese mismo año, se produjo la nacionalización de prácticamente
todo el resto de la industria radicada en Cuba. Entre ellas, Sabatés S.A.,
filial de la Procter & Gamble.
La
estrategia, la organización, la planificación, la preparación de los recursos
laborales, el desarrollo económico, social y tecnológico de todo este conjunto
industrial, así como su interconexión e interrelación con otros sectores de la
economía y la sociedad cubana, requerían de la creación de un organismo rector
para asumir esta responsabilidad. En los meses finales de 1960 se comenzó a
trabajar en la organización de lo que sería el Ministerio de Industrias,
fundado en febrero de 1961. El Che fue nombrado ministro.
En una
entrevista al periódico Revolución, el
27 de febrero de 1961, a
los pocos días de ser creado el Ministerio de Industrias, el Che expresó:
La Revolución Cubana ha entrado plenamente en el proceso de
industrialización... Como uno de los grandes objetivos del Gobierno
Revolucionario y de la cimentación de su desarrollo económico... En ese sentido
se crea el Ministerio de Industrias para unificar la planificación y ejecución
del desarrollo industrial...
Puede
decirse, sin peligro de exagerar, que la tarea fue titánica. Al mismo tiempo
que tenían que organizarse las tareas propias del Ministerio, debían
enfrentarse enormes obstáculos: como el bloqueo y las agresiones del exterior,
la escasez de personal técnico, la inexperiencia de los cuadros de dirección en
general, como fue explicado en el capítulo anterior.
Cuando
el Che tomo posesión de su cargo, se encontró con dificultades de todo orden
que ocasionaban frecuentes paralizaciones o ineficiencias en las fábricas por
operar por debajo de su capacidad o con parámetros técnicos inadecuados.
de
Fidel y el Che, fue una de las primeras en que se comenzó el proceso de
integración al partido escuchando las opiniones de la masa de trabajadores
sobre las cualidades y defectos de las personas que debían integrar las filas
del partido, o sea, el método de selección por las masas para ingresar a éste.
Hasta
aquí mencioné algunos de los principales desafíos internos más directamente
relacionados con la actividad industrial, frente a los cuales el Ministerio
tuvo que organizarse para resolverlos. Pero estos representaron apenas una
parte de las dificultades que configuraron el contexto inicial en que el
Ministerio – así como los demás organismos creados por la Revolución – fue
obligado a moverse.
Durante
los primeros años de la Revolución, ocurrieron algunos hechos de medular
importancia para la historia de Cuba y que interfirieron en todo el proceso de
desarrollo que la Revolución se proponía. . Evidentemente, las acciones
relativas al fomento industrial no quedaron exentas de ese proceso. Destacaré a
continuación, como parte de los desafíos iniciales enfrentados por el
Ministerio, las agresiones y amenazas externas configuradas principalmente en
los episodios de Playa Girón y la Crisis de Octubre.
Nota personal al autor del
Dr. Diosdado Pérez Franco, dirigente en aquellos tiempos de la Asociación de
Ingenieros y Arquitectos de Cuba. De esta promoción de fuga de cerebros el
autor presentó su experiencia personal en el primer capítulo.
Guevara
1966i, pp. 122-123.