MsC Luis Gutiérrez
Nunca se puede perder de vista que desde la década de los 90s del siglo pasado, la economía cubana y Cuba como nación ha tenido que enfrentar los más difíciles desafíos para mantener la sobrevivencia de su proyecto nacional de justicia social y soberanía.
Se combinaron causas diversas externas e internas, la pérdida de las alianzas históricas y la agresión norteamericana, cuyo componente principal, pero no único, ha sido el bloqueo económico, reforzado sistemáticamente, con el breve e insuficiente paréntesis que significó la parte final de la administración del Presidente Barak Obama, acabado drástica y oportunistamente por la delirante administración Trump, sin que la nueva presidencia demócrata la haya modificado sustancialmente.
Luego otras desgracias externas, desde la pandemia de COVID 19, hasta los efectos de la guerra de Ucrania en los mercados internacionales.
Desde el nivel interno el muy limitado y lento avance de una reforma económica integral, cada vez más necesaria y urgente.
El principal logro de este largo periodo ha sido que la dirección política y el gobierno, apoyados en la autoridad histórica de la revolución, han podido, contra el viento y la marea, aunque con un significativo desgaste debido a las permanentes dificultades, evitar una crisis política, que es, sin duda, el objetivo central de la agresión a la que está sometido el país.
Los desafíos no solo han sido persistentes, también crecientes y están aún lejos de ser superados definitivamente, desde conatos frustrados de crisis políticas, como la del 11 de Julio de 2021, a una fuerte emigración que no cesa, sobre todo de jóvenes, expoliados por las escaseces de todo tipo, las faltas de oportunidades a la vista, una inflación galopante y una fuerte y muy manipulada propaganda mediática contra el país.
La economía no ha sido la única dimensión crítica en este proceso, pero si la más importante y donde se requieren respuestas más urgentes y acertadas. Al decir la economía, incluimos, obviamente, los impactos sociales de la situación. Los sectores vulnerables de la población han crecido notablemente y las políticas sociales han disminuido su capacidad de cobertura y compensación para estos.
La economía tiene serios desafíos, desde coyunturas muy difíciles por la falta de recursos para su funcionamiento cotidiano, hasta serios problemas estructurales y en el funcionamiento de un modelo económico evidentemente agotado, lo cual explica por qué varios economistas, algunos desde hace muchísimos años, venimos planteando y proponiendo la necesidad de una reforma fundamental y profunda de la economía, sin la cual no hay salida posible.
Ahora bien, ese tema mayor lo hemos tratado en otros libros y artículos que disponibles están, en esta ocasión pretendemos referirnos de manera sucinta a un problema específico dentro de la gestión general de la economía: la capacidad del estado para manejar y participar razonablemente en el flujo de divisas que, provenientes de diversas fuentes (remesas y otras), se mueven en los circuitos (legales e ilegales) del comercio interior, lo cual es esencial para incrementar el monto de recursos necesarios que contribuyan a mantener las imprescindibles ofertas en moneda nacional y a precios accesibles para la mayor parte de la población, misma que hoy está fuertemente afectada por la gran escasez y la sostenida inflación, dos caras de una misma moneda.
En los 90s se realizaron algunas importantes reformas para enfrentar la compleja situación del periodo especial, entre ellas la legalización de la tenencia y circulación de divisas por parte de la población y la creación de una red de tiendas en manos del estado con ofertas en moneda libremente convertible, con la disponibilidad de una diversidad de productos, al principio con precios más “accesibles”, pero que en la lógica de “la recaudación a toda costa” se fueron incrementando con el tiempo, mucho más allá de lo que razonablemente los mercados podían asimilar.
En un principio el mecanismo de emergencia funcionó en general de manera aceptable, con arreglo a su objetivo de recuperar divisas para con estas abastecer los mercados en moneda nacional, sobre todo en productos de primera necesidad, las tiendas en divisas se autofinanciaban y se mantenían razonablemente abastecidas, el ciclo se cerraba una y otra vez, el estado entonces tenía además la ventaja de que no concurrían competidores a ese mercado. Más tarde las condiciones y por tanto la situación fueron evolucionando.
El largo periodo de tres décadas que van desde entonces hasta la fecha, permite hacer análisis acerca de su evolución, que en nuestra opinión ha tenido una tendencia negativa, desde el punto de vista de su objetivo específico (no único) de recuperar divisas para abastecer los mercados internos de primera necesidad, financiar la política social, etc. Hoy y desde hace tiempo, no son lo que fueron ni sirven adecuadamente para lo que sirvieron.
La implementación de aquella medida en el verano de 1993 dio lugar a una dualidad monetaria y a una ambivalencia cambiaria, que, a pesar de sus consecuencias negativas, era imprescindible como mecanismo de financiamiento urgente, hasta que maduraran otras fuentes de ingreso de divisas, como el turismo, o que aparecieran otras alianzas internacionales (como el nuevo gobierno de Hugo Chávez en Venezuela) y, lo más importante (que no ha sucedido como debe ser,) el imprescindible cambio en el modelo económico nacional.
Como es lógico y correcto, la economía se ha ido diversificando, a veces como resultado de decisiones adoptadas, como primeramente la ampliación del trabajo por cuenta propia y más recientemente las Mipymes y otras como imposiciones de la realidad, como el tráfico sistemático y creciente de ciudadanos independientes a mercados internacionales, como la zona libre de Colón en Panamá y otros, para la importación de diversos productos, ofrecidos luego en redes informales del mercado interno, por fuera de toda regulación fiscal y a precios mucho más competitivos que los que mantenían esos productos en las tiendas en divisas del estado, pero a la vez, el estado, a pesar de su mayor capacidad y posibilidades, fue perdiendo la adecuada presencia y facultad de regulación en diferentes espacios de esos circuitos y dinámicas económicas que son fundamentales. En octubre de 2018 publicamos un texto después de hacer una visita a la zona libre de Colón titulado: “Los emprendedores cubanos y el post Panamax”, valdría la pena volver a revisarlo.
La diversificación de las fuentes de abastecimiento del mercado interno a través de diferentes vías y nuevos actores no es negativa, al contrario, es parte de la economía que deberá ser, pero esta debió haberse formalizado y regulado más (recientemente con las Mipymes algo se ha avanzado en ese sentido, pero aún es insuficiente). Sin embargo, paralelamente el estado, sin una reacción dinámica, ha disminuido su capacidad de participar como un competidor fuerte en ese mercado, con productos y precios adecuados.
Esto, por un lado, le habría permitido un mayor acceso a divisas, para financiar los mercados en moneda nacional, incluido el racionado, con un sistema de subsidios cruzados, fundamentales dada la actual situación y a la vez, impactar positiva y regulatoriamente en los precios existentes en los diferentes segmentos del mercado general de esos productos actualmente existentes donde hay una creciente participación de los sectores no estatales. No hay duda de que la posibilidad de importar grandes volúmenes da una ventaja enorme de costos y por tanto de influencia en los precios internos.
Lamentablemente la trayectoria ha sido diferente, consecuencia de decisiones erráticas y la ausencia de una estrategia clara de transformación integral del modelo económico, sin cuyo contexto cualquier medida tiene, cuando menos un efecto limitado, sino negativo.
Regresando a cómo evolucionó este proceso, tenemos un momento importante con la introducción del CUC en al año 1994, que si bien tenía efectos positivos como permitirle una mayor capacidad al Banco Central para controlar la política monetaria y cambiaria, fue precisamente debido a una pérdida de los equilibrios necesarios entre sus emisiones y la oferta que debía respaldarlo, lo que terminó por hacerle perder confianza y poder adquisitivo, factor adicional para el continuo crecimiento del mercado informal, incluido el de divisas.
Antes de la existencia del CUC, la obtención de divisas se realizaba directamente en las unidades de comercialización, de manera que sin el abastecimiento necesario esto era imposible, este hecho contribuía a que, como es conveniente y posible en estos mercados en divisas que se autofinancian, se dedicara una parte adecuada de esos ingreso a reponer los inventarios.
Cuando se introduce el CUC con un tipo de cambio fijo para la población (24 CUC x 1 USD, a la vez que se mantenía el 1x1 para el sector empresarial), la recaudación de divisas se pasó a realizar en el mercado cambiario (CADECA) y no directamente en las tiendas (TRD), con lo cual la condición del abastecimiento adecuado de productos en esos espacios dejó de ser una condición inmediata para recaudar divisas, la presión por solucionar otras urgencias y prioridades de la economía y la sociedad conducía a reducir las divisas para el re abastecimiento de los inventarios en moneda libremente convertible de las TRD.
Como hemos señalado antes, paralelamente fueron concurriendo otros actores económicos, que competían en esos espacios, mientras las tiendas estatales en divisas disminuían sus ofertas en cantidad y calidad y a precios no competitivos, el déficit generado se monetizaba con nuevas emisiones de CUC, pero sin el correspondiente respaldo de oferta en ese mercado.
En poco tiempo esta dinámica comenzó a afectar la capacidad de captación de divisas por parte del estado a través de ese mecanismo, los actores emergentes se beneficiaron de ese vacío y realizando sus operaciones de importaciones informales de venta y reaprovisiamiento directamente en dólares, o a través del cambio negro de divisas, el estado dejó progresivamente de concurrir a ese mercado, lo cual podía haber hecho en condiciones ventajosas sin tener que prohibir nada, solo regulando: inventos e inventarios.
En medio de esta errática evolución la economía recibe el golpe de la pandemia, con su efecto demoledor sobre el turismo y la necesidad de incrementar los recursos para su enfrentamiento, la recesión era inevitable y el fantasma de la inflación amenazaba cómo una espada de Damocles.
En enero de 2021, atravesando tan difícil situación, se decide implementar el llamado “ordenamiento monetario”, eliminando el CUC, devaluando la moneda nacional (para las operaciones empresariales de 1x1 a 1x24) que visto en sí mismo es una necesidad de la economía, pero al realizarse de manera tardía, desintegrada, sin las secuencias adecuadas y en plena recesión, tuvo un efecto fuertemente inflacionario (de un plumazo multiplicó los costos de importación de las empresas por 24), para compensar el aumento de los precios se incrementaron los ingresos con la subida de salarios, pensiones y el reparto de ganancias empresariales, muchas veces sin fundamento, estas decisiones incrementaron el circulante y por tanto la demanda agregada, sin el correspondiente respaldo de oferta. La respuesta al impacto del “ordenamiento” fue inflacionaria, no productiva.
Lejos de alcanzar la unificación monetaria se ha transitado a un caos monetario, lejos de reducir la inflación está se ha disparado, lejos de aumentar la productividad está continúa estancada y lejos de unificar las tasas de cambio ahora existen más y con mayores distorsiones, esa es la realidad.
El “ordenamiento” debió haber estado antecedido de mayores y más efectivas medidas y sobretodo transformaciones que fomentaran la oferta, aún en las difíciles condiciones económicas: la reforma de las empresas del estado, y la postergada e imprescindible reforma del subsistema de producción agropecuaria, la mayor promoción de las exportaciones, son puntos claves de ese proceso, además de la apertura al crecimiento de las Mipymes privadas y cooperativas con las regulaciones correspondientes, también las renegociaciones de deudas (hasta donde sea posible), la búsqueda más activa de inversión extranjera y el cambio en las prioridades de la política inversionista, hoy concentrada de manera dominante y sin razones claras en el sector turístico en detrimento de la producción de alimentos, medicinas, etc. Algunos de estos factores han tenido avances relativos, pero no de manera integral y la integralidad de este proceso es esencial.
Con el crecimiento de las Mipymes y la mayor apertura a la importación de bienes, lo cual está muy bien y es parte de la reforma necesaria, pero una vez más sin las articulaciones, las regulaciones debidas y las secuencias necesarias, el estado ha continuado reduciendo y ahora drásticamente su concurrencia al mercado interno en divisas (o en moneda nacional pero de productos importados y a precios dolarizados), las TRDs (con algunas pocas excepciones) languidecen, actualmente sin las colas inmensas de hace unos meses, pero con los inventarios cada vez más disminuidos y sin capacidad de competir con el sector no estatal, dando lugar a un ciclo de divisas (vía mercado informal cambiario, que se mueve cerca de los 250 CUP x 1 USD) del cual el estado apenas puede recuperar algo para abastecer el mercado en CUP, incluido el racionado, esencial para las mayorías de la población.
Hoy en muchos segmentos de mercado las empresas minoristas del estado que ofertan en MLC han dejado de ser dominantes (en un mercado antes típico de competencia en la franja, “fringe competition”), además de que no adecuan la política de precios con la celeridad necesaria.
Ni siquiera se cuenta con la implementación de una política impositiva progresiva y efectiva que garantice mayor acceso a esos ingresos del sector no estatal, de una parte la prácticamente inexistencia de facturas en las operaciones corrientes (a pesar de una reciente bancarización, también realizada sin las condiciones necesarias), la imposibilidad por tanto de confirmar las declaraciones de ingresos de esas empresas y la operación de una contabilidad en estas de 120 CUP x 1 USD, que fue la última oficialmente establecida para este tipo de empresa y la población, cuando la tasa del amplio mercado informal se mueve en más del doble, todo esto hace muy difícil incrementar significativamente los ingresos fiscales del estado y regular adecuadamente los mercados que siguen funcionando con una notable opacidad.
En general todas las operaciones de comercio exterior, así como las internas de cierta magnitud, sean privadas o no, deberían ser a través del banco, eso es esencial, lo que sucede también es que han pretendido inplementar una “bancarizacion” draconiana, sin condiciones y desconectada de otras acciones necesarias que lejos de bancarizar, desbancarizan, las divisas corren bajo los colchones porque no tienen un mercado cambiario funcional donde operar. Con lo cual tampoco es la banca aún una herramienta para controlar el flujo general de divisas del país, es esa también un área esencial donde los ajuste y la reforma es imprescindible.
La descapitalización del estado y la pérdida de fuentes de ingresos, que deberían manejarse adecuada y sostenidamente, sumado a una recuperación muy tímida, un turismo que no levanta como debe, insuficientes exportaciones, una energía que se encarece y escasea entre otros factores, hace que sea muy difícil para el gobierno sostener los respaldos necesarios, no solo para el desarrollo, también para las políticas sociales, que en un sistema socialista como es y ha de ser el de Cuba, son esenciales. El financiamiento a la producción nacional de empresas estatales a partir del margen proveniente de la venta de productos de alta gama, como fue anunciado hace varios años, es hoy es una asignatura pendiente.
Consideramos que la recuperación de una mayor participación del estado en estos circuitos, empleando las ventajas que le asisten, sin afectar o reducir la diversidad que hoy los caracteriza, sumado a una política fiscal más efectiva y comprobable serían factores que contribuirían a mayores recursos en beneficio del bien común.
A la vez que una mayor capacidad de poner bajo control el mercado cambiario completo, lo cual es imposible sin la concurrencia a este de las empresas estatales, lo cual es imposible sin su reforma, etc, etc, o sea, todo análisis nos lleva inevitablemente al más importante y esencial de nuestros planteamiento: la reforma integral y profunda de la economía.
Cabe aquí con mucha pertinencia lo de cambiar todo lo que debe ser cambiado, a lo cual agregaríamos y rápido!, el tiempo es cada vez más una variable crítica.
Octubre 12 2023