Según el semanario The Economist, en 2024 acudirán a las urnas, en diferentes tipos de elecciones y en 76 países de todo el planeta, alrededor de 4.000 millones de personas, prácticamente la mitad de la población mundial.
Nunca a lo largo de la historia habían votado tantas personas en un mismo año y, posiblemente, tampoco nunca habían sido tan importantes las elecciones concentradas en un mismo periodo.
Se trata de un fenómeno muy singular, por su magnitud, pero también muy preocupante por tres circunstancias en las que se va a producir y que afectarán a los resultados de todos esos procesos electorales.
La primera es que, en muchos de esos países, no se dan las condiciones adecuadas para que las elecciones se lleven a cabo con limpieza porque no se respetan los derechos civiles básicos. Eso quiere decir que cabe esperar que se fortalezcan regímenes totalitarios en unos, o que la democracia empeore aún más, en otros. Un fenómeno que no sólo podría afectar, como quizá se pueda creer, a los países más atrasados, sino también a uno clave en nuestro planeta, Estados Unidos. Allí se han ido produciendo multitud de cambios legislativos en los últimos años para limitar la capacidad de voto de millones de personas y favorecer así a los candidatos republicanos más derechistas. Y la extrema polarización que se vive en ese país hace temer a cada vez más analistas y organismos de todo tipo que se produzca un auténtico cataclismo democrático tras las elecciones de noviembre, ganen demócratas o republicanos.
Otra circunstancia peligrosa la vienen denunciando muchos organismos internacionales independientes: la limpieza electoral ni siquiera está garantizada en los países más plenamente democráticos porque no se han tomado medidas efectivas para impedir la injerencia de las plataformas digitales y los diversos medios de inteligencia artificial. No sólo con anterioridad a las elecciones, para condicionar irregularmente el voto, sino una vez celebradas, para contribuir a que los resultados se pongan en cuestión si quien los controla considera que no le son propicios.
Finalmente, siguen creciendo los factores que impulsan el cansancio de las clases trabajadoras ante la política democrática que no mejora sus condiciones de vida, lo que alimenta sin cesar a las corrientes de la extrema derecha cuando las izquierdas no ofrecen respuestas políticas capaces de ganarse su apoyo. Un proceso que, a su vez, radicaliza cada vez más a las derechas supuestamente más moderadas (como el PP en España) para no perder votos.
La extrema derecha global prepara su asalto a las urnas, para gobernar en unos casos o para condicionar decisivamente las políticas nacionales sin necesidad de ser la fuerza mayoritaria. Y si eso es preocupante, más aún lo es que, ante su ascenso, apenas haya respuestas efectivas y atractivas de las corrientes democráticas. Las de derecha están casi desapareciendo, absorbidas -como he dicho- por el ascenso de las extremistas; y las de izquierdas, como vengo denunciando desde hace tiempo, porque viven del presentismo y en el día a día; sin actuar -en la práctica- con conciencia del peligro que amenaza a toda la sociedad; y sin ofrecer reflexiones o propuestas de medidas efectivas para hacerle frente a corto, medio y largo plazo.
El PSOE acaba de anunciar que celebrará el próximo mes de enero una conferencia política para su rearme ideológico, precisamente ante el avance de la extrema derecha. Es de aplaudir, aunque cuesta creer que, con tan escaso tiempo de por medio y sin apenas reflexión colectiva anterior (que se conozca), se pueda llegar muy lejos a la hora de elaborar estrategias que vayan más allá del marketing previo a las próximas citas electorales. Ojalá me equivoque, En cualquier caso, algo es algo; y eso siempre será mejor que nada, que es lo que están ofreciendo los partidos que dicen ser más de izquierdas que el socialista.