En pleno retorno del Movimiento al Socialismo en Bolivia y en vísperas del aniversario número 15 del histórico No al ALCA, llega la noticia sobre el nuevo ocupante de la Casa Blanca. La era Trump, que allanó el terreno al avance de las derechas (y ultraderechas) a nivel regional y mundial, abre paso a la era Biden. Tan complicados fueron los últimos cuatro años, rematados por una pandemia a nivel global montada sobre una crisis económica que persiste en el tiempo, que la llegada de Biden es percibida como un alivio. A nivel internacional, en Estados Unidos (EE. UU.) y en América Latina se celebra la elección de un presidente y un equipo de gobierno que prometen restaurar el neoliberalismo y el liderazgo de EE. UU. a nivel mundial. A continuación, se mencionan aspectos de política interna y externa que podrían ser clave para la nueva gestión, y su impacto a nivel global y regional.
Política interna
- Récord histórico de participación electoral, con más de 150 millones de votantes: a Biden lo votaron 74,5 millones de personas; a Trump 70,4 millones .
- Los desafíos: la pandemia, reforma del sistema de salud, reforma migratoria, atender al descontento de los sectores afroamericanos e intentar relajar el altísimo nivel de polarización.
- Esta división también afecta la representación del Partido Demócrata, copado por el establishment y grupos que presionan por una mayor radicalización progresista. Se percibe un desfase creciente entre esta élite de poder y sus bases. Bernie Sanders ha declarado: “Ahora es el momento para que el pueblo trabajador escuche los planes a su favor”.
- No obstante, está por verse el compromiso de Biden con estos sectores: político profesional desde hace cinco décadas, deberá lograr que se deje al margen parte de su trayectoria, con aspectos turbios como el presunto tráfico de influencias a favor de los negocios de su hijo Hunter en China y Ucrania. De hecho, las indagaciones de Donald Trump sobre este tema dieron inicio al impeachment en su contra.
- A su vez, la mencionada polarización indica que el trumpismo seguirá vigente, aunque Trump ya no esté en la Presidencia, y considerando que es poco probable que se retire de la política. Hay que tomar en cuenta que Trump ha sido votado por 70.804.538 de estadounidenses (214 en los colegios electorales), casi 8 millones más respecto a los 62.984.828 de 2016, aunque entonces tuvo 304 votos electorales debido al sistema de reparto de colegios.
El Congreso
- Los demócratas han perdido lugares en la Cámara de Representantes, aunque aún sean mayoría y consideremos el triunfo de las jóvenes promesas demócratas, como Alexandria Ocasio-Cortez, Rashida Tlaib, Ayanna Pressley e Ilhan Omar, “The Squad”. No parecen haber avanzado en el posible control del Senado, a pesar de las enormes sumas de dinero gastadas en la campaña. La correlación de fuerzas depende de elecciones no resueltas aún en algunos Estados. Aparentemente, se resolvería a partir de lo que suceda en Georgia, donde habrá segunda vuelta en enero entre el republicano David Perdue y el demócrata Jon Ossoff, a la que podría sumarse también una segunda vuelta entre el republicano Kelly Loeffler y el demócrata Raphael Warnock.
- Hasta ese momento, el republicano más importante será Mitch McConnell, líder de la mayoría republicana en el Senado.
- Si el Senado queda en manos de los republicanos, es probable que frene todo tipo de reforma impulsada por los demócratas. En este sentido, vale destacar las alianzas de Joe Biden con algunos sectores del Partido Republicano que podrían traducirse en la composición de su Gabinete y en eventuales votaciones en ambas cámaras.
- Desde visiones menos optimistas, asumiendo la trayectoria del propio Biden como miembro del establishment demócrata y las posibles deudas contraídas con el establishment republicano, se advierte sobre un Gobierno dividido, compuesto por dos partidos empeñados en impulsar la austeridad y la guerra, es decir, poco margen para aprobar las reformas de carácter social que el pueblo estadounidense esperaría de una Administración demócrata.
Probable Gabinete de Biden
- Existe expectativa de creación de un nuevo cargo relacionado con el Cambio Climático a cargo de: John Kerry, Jay Inslee o Tom Steyer.
- También se ha deslizado la posibilidad de crear un cargo para combatir el COVID-19: Jake Sullivan (también puede ser jefe de Gabinete).
- Algunos nombres destacados, presentes en gestiones anteriores: Susan Rice, para la Secretaría de Estado; Elizabeth Warren, Secretaría del Tesoro; Bernie Sanders, Secretaría de Trabajo; Michael Flournoy, en el Departamento de Defensa (exfuncionario de Barack Obama).
Política exterior
- Grandes expectativas de que EE. UU. recupere su liderazgo en organismos internacionales, en espacios como la OCDE y la OTAN, para desde ahí disputar la hegemonía de China.
- Relaciones menos tensas o de menor confrontación directa con China, que no implican la anulación de la competencia, que es inminente.
- Recuperación de vínculo con los aliados, en particular la Unión Europea.
- Reincorporación al acuerdo sobre cambio climático.
- Adhesión al acuerdo, anulado por Trump, que restringe la capacidad nuclear de Irán (si Teherán accede a sus disposiciones y se compromete a seguir negociando).
- Mayor presión para la desnuclearización de Corea del Norte.
- Mayor tensión con Rusia; mucho más que durante la era Trump, pero con la predisposición a firmar un tratado de reducción de armas estratégicas.
En América Latina
- Las reformas internas, que puedan aspirar a mejoras para la población apelando a un mayor gasto del Estado, no necesariamente se traducen en una política exterior que mire con beneplácito la intervención del Estado en la economía en otros países. En otras palabras, el neoliberalismo será el eje de su política exterior.
- Una política más institucional y menos personalizada, e incluso más racional.
- Se supone que apostará por una política migratoria integral, pero que no necesariamente será menos securitizada (Biden fue uno de los arquitectos de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte).
- Reforzará organismos y vías de financiamiento de asistencia para el desarrollo por la vía bilateral y multilateral.
- Continuará con la política antinarcóticos (Biden fue promotor del Plan Colombia).
- Cuba: ha prometido eliminar las restricciones impuestas por Trump a las remesas y los viajes, así como la restauración del Programa de Reunificación Familiar Cubano (CFRP); favorecería los asilos a refugiados y limitaría las deportaciones a la isla lo antes posible.
- Procurará frenar el avance de China en la economía y sector financiero de la región.
- Fuerte compromiso en restaurar la “democracia” (cambio de régimen) en Venezuela y Nicaragua por la vía de la “presión inteligente”. Compromiso con la comunidad venezolana en EE. UU. para otorgarles el Estatus de Protección Temporal (TPS), que Trump negó.
- Revivirá la campaña anticorrupción, lo que podría potenciar escenarios de lawfare.
El nuevo presidente electo aclaró que “lo que estuvo en elección en estos comicios, era la misma democracia estadounidense”. Queda por verse en quiénes están pensando Biden y Harris cuando hablan de democracia y si mostrarán voluntad política de abordar tantas demandas urgentes de los más de 34 millones de estadounidenses en situación de pobreza y de las distintas “minorías” que les han votado, siendo ellos parte de un puñado de millonarios que representa a una élite de poder distante de las bases que les votan. La democracia estadounidense, que cada cuatro años activa la máquina electoral más cara del mundo (este año gastó 14.000 millones de dólares, el doble que el año anterior), ha demostrado además las limitaciones de un sistema electoral que necesita una reforma profunda.
Por otra parte, en lo concerniente a América Latina y considerando los últimos acontecimientos en Chile, la asunción de Lucho Arce en Bolivia, los gobiernos de Fernández en Argentina y López Obrador en México, es un escenario propicio para restablecer alianzas regionales que marquen un contrapeso a la política exterior de EE. UU., que ahora estaría dispuesta a negociar, pero nunca a ceder su primacía en el “patio trasero”. En efecto, la finalización del Gobierno de Trump contribuye a mitigar el impacto que el trumpismo estadounidense ha tenido en América Latina y el Caribe, donde ha gozado de gran influencia en algunos liderazgos políticos que ahora pierden a su principal referente simbólico; ello, sumado a esos factores de avance de una izquierda plural rearticulada, puede ayudar a recomponer los instrumentos de concertación e integración política regional a favor de los pueblos del continente.