En medio de una de las tantas sequías que ha martirizado la producción de arroz en Sur del Jíbaro, el ingeniero Genaro García, voz autorizada en la materia en toda Cuba, acuñó una frase que al cabo del tiempo se ha convertido en una suerte de aforismo meteorológico al menos en la parte central del país: «Esta arrocera –decía él– llueva, truene o relampaguee, todos los años se traga una presa».
La dependencia casi absoluta que durante décadas ha tenido la actual Empresa Agroindustrial de Granos (EAIG) Sur del Jíbaro, de la cercana presa Zaza, el mayor embalse del país, no ha cambiado mucho hasta nuestros días, y seguramente tampoco va a modificarse de manera significativa en lo adelante; sin embargo, la más importante entidad agropecuaria de Sancti Spíritus viene, poco a poco, aprendiendo a gestionar de manera muy diferente su actividad, con independencia de los niveles de llenado de la represa.
Se trata de una estrategia en la que si bien el arroz, uno de los cultivos que más agua demanda para su desarrollo, mantiene su condición de plato fuerte, o mejor, de producción líder, como les gusta decir a los directivos, también la ganadería, los cultivos varios y la prestación de servicios comienzan a pesar en la economía del granero, una diversificación que obviamente asegura mayor solvencia tanto para la prosperidad de la empresa como para los bolsillos de los arroceros.
Convertida desde hace décadas en la locomotora económica del municipio de La Sierpe y en buena medida en espejo donde debiera mirarse la agricultura cubana, la Sur del Jíbaro de hoy se parece muy poco a la de años atrás, cuando la presa Zaza no tenía agua ni para enjuagarse las manos, la maquinaria agrícola se encontraba totalmente descapitalizada y la infraestructura industrial no podía con la producción de las terrazas.
UNA INYECCIÓN EN VENA
Las primeras 115 hectáreas de arroz que quedaron niveladas con el sistema de rayo láser, luego de que se reiniciaran estos trabajos en la arrocera espirituana, en 2016, duplicaron de un año para otro su rendimiento agrícola: «Estaban a tres toneladas por hectárea y saltaron a siete», refirió entonces Lázaro Gómez, al frente de estas labores.
La nivelación por láser, una técnica costosa que repercute de manera directa en el uso eficiente del agua y en la elevación de la productividad por área cultivada, había quedado varada en los años 90 del siglo pasado, cuando el periodo especial puso pausa obligada al programa de desarrollo arrocero que se empujaba en el país, uno de tantos frentes de la vida nacional que debió esperar décadas para respirar nuevamente por sí solo.
Una brigada integrada por cerca de 20 medios, entre traíllas, cargadores, camiones, motoniveladoras y landplane –una especie de grada sofisticada que «barre» el suelo hasta dejarlo a nivel–, posibilitó retomar estos trabajos en La Sierpe, acaso una muestra de la inyección financiera de los últimos tiempos, que solo entre 2010 y 2018 sumó 137 millones de pesos entre equipos (1 743), inversiones y mantenimientos.
La modernización de la maquinaria agrícola y el transporte, la limpieza y el mejoramiento de los sistemas de riego y drenaje, la rectificación de caminos, la sustitución de hidromecanismos en las compuertas, la perforación de pozos para el uso del agua subterránea, el incremento en las capacidades de almacenamiento del grano en silos y la renovación de la infraestructura industrial en secaderos y molinos constituyen los principales frentes que salieron ganando de esta bonanza forzosa.
«Aquí no se siembra una terraza de arroz que no tenga una tarjeta de campo», aseguraba en fecha reciente el ingeniero Orlando Linares, director general de Sur del Jíbaro, para ilustrar los progresos en materia de disciplina tecnológica, una manera –dice él– de responder al apoyo del país y particularmente del Ministerio de la Agricultura, que todavía esperan más de Sur del Jíbaro.
Que el pasado año la entidad alcanzara un rendimiento promedio de 5,23 toneladas por hectárea, el más alto desde que se creara el plan por mandato de Fidel en 1967 y nunca antes alcanzado en una gran empresa del país, enseña a las claras que la gente de Sur del Jíbaro no ha estado echando los dineros por la borda.
Para Eddy Santiago Gómez, director técnico productivo en la EAIG, tales resultados, más que de la casualidad, son hijos de una cultura agrotécnica pulida por décadas, de la preparación de los suelos, del desempeño de los anegadores y de la aviación –interviene en la siembra, la fertilización y la aplicación de herbicidas y pesticidas–, de la calidad de la semilla (el ciento por ciento certificada y producida en la zona) y muy especialmente del aprovechamiento del momento óptimo para cada una de las actividades agrícolas.
NO SOLO DE ARROZ VIVE LA SIERPE
Durante un reciente intercambio con cuadros y trabajadores de Sur del Jíbaro, a propósito de la visita del Consejo de Ministros a Sancti Spíritus en enero pasado, el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez calificó a la entidad espirituana como ejemplo de la empresa estatal socialista eficiente, donde según él, coinciden los favorables resultados productivos, la diversificación constante y sonante, la eficiencia, la vocación exportadora, la competitividad y la prosperidad en general.
El elogio, que todavía le pone las orejas coloradas a Orlando Linares, un guajiro de la sitiería de Palma que se desempeña como director general desde hace 12 años, se ha convertido en una especie de pértiga emocional para los arroceros de La Sierpe, quienes, no obstante, todavía identifican carencias esenciales como la falta de brazos a pesar de los buenos salarios; la inestabilidad del servicio de la aviación agrícola que ahora mismo está impidiendo incrementar áreas de siembra; la abundancia de terrenos ociosos en sus predios; el dañino efecto de la salinización de los suelos colindantes con la costa y la carencia de profesionales en actividades específicas como las construcciones civiles y la mecanización agrícola.
Sur del Jíbaro engordó sus dominios de gran empresa primero al asimilar la antigua Pecuaria Ceba Sur, luego la Agropecuaria de La Sierpe y tiempo después el otrora CAI 7 de Noviembre, una expansión que el pasado año le aseguró ventas superiores a los 580 millones de pesos, con 8,5 millones de utilidades, donde paulatinamente la ganadería deja de ser segunda.
«Ya La Sierpe no vive solo de arroz», comenta Aldo González desde uno de los 13 pastoreos vacunos recuperados en el municipio, una mina de dinero que estaba solapada entre el marabú y la inacción y que en los últimos años viene reportando notables dividendos, particularmente para la producción de carne.
Muchos de los miles de animales que hacen de Sur del Jíbaro también una gran empresa pecuaria se alimentan en temporadas de potreros flacos, como la que corre en estos meses, con los compuestos proteicos que producen en la joven finca de La Sierpe Vieja, una idea de Fidel que allí cuidan como si se tratara de una obra de arte, sembrada de caña, king grass, morera, titonia y moringa, entre otras especies.
–¿Y cómo ha sido posible todo esto en tiempos tan duros?, preguntó Granma a uno de los operarios de este feudo moderno.
–Bueno –respondió él–, porque en Sur del Jíbaro no nos pusimos a esperar por las nubes.
EN CONTEXTO
- El plan arrocero Sur del Jíbaro fue creado por idea de Fidel en 1967.
- El conglomerado que se integra a la EAIG, además de la empresa, incluye 15 unidades empresariales de base , cinco unidades básicas de producción cooperativa y siete cooperativas de créditos y servicios.
- Área total de la empresa: más de 70 000 hectáreas, de ellas 35 000 dedicadas a la producción arrocera y 32 000 a la ganadería.
- La zona recibe agua por gravedad de los sistemas Zaza y Jatibonico del Sur, este último compuesto por las presas Dignorah, Lebrije, Felicidad y la derivadora Sur del Jíbaro.
- En su infraestructura se cuentan siete secaderos, cinco molinos, una planta de semilla, cinco pistas de aviación y 11 talleres.
- En las diferentes formas de producción laboran 4 325 trabajadores (2 136 campesinos).
- Salario medio en 2018: 1 630 pesos.
LA PRODUCCIÓN DE SUR DEL JÍBARO EL PASADO AÑO INCLUYÓ:
- 57 855 toneladas de arroz descascarado.
- 15 000 toneladas de cultivos varios.
- 3 113 toneladas de carne de res.
- 1 206 toneladas de carbón vegetal.
- 5,7 millones de litros de leche.