Fidel


"Peor que los peligros del error son los peligros del silencio." ""Creo que mientras más critica exista dentro del socialismo,eso es lo mejor" Fidel Castro Ruz

sábado, 27 de mayo de 2017

¿Por qué la economía sigue estancada?



Image: REUTERS/Bobby Yip

Robert J. Shiller Professor of Economics, Yale University. Nobel de Economía

Desde la “Gran Recesión” de 2007 a 2009, los principales bancos centrales del mundo han mantenido los tipos de interés a corto plazo cerca de cero. En Estados Unidos, incluso tras los recientes aumentos anunciados por la Reserva Federal, la tasa a corto plazo se mantiene por debajo de 1%, y el tipo de interés a largo plazo de los principales bonos públicos es similarmente bajo. Además, los mayores bancos centrales vienen dando a los mercados un nivel de ayuda inusitado, mediante la compra y tenencia de enormes cantidades de deuda.

¿Por qué han sido necesarias tantas y tan duraderas medidas de apoyo vital para la economía?

Decir que la Gran Recesión es la causa de todo esto sería simplificar demasiado. Los tipos de interés a largo plazo reales (ajustados por la inflación) no llegaron realmente a niveles bajos entre 2007 y 2009. Mirando un gráfico de rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense a diez años durante los últimos 35 años, se ve una tendencia descendente bastante estable, en la que la Gran Recesión no tiene nada particularmente extraordinario. En 2009, al final de la recesión, la tasa de rendimiento era 3,5%. Ahora está apenas por encima de 2%.


Fuente: Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal (US)

Lo mismo vale en gran medida para el tipo de interés real. Durante la Gran Recesión, el rendimiento de los títulos del Tesoro a diez años protegidos contra inflación llegó a casi 3% en cierto punto, y era casi 2% al final de la recesión. Desde entonces, bajó considerablemente y se mantuvo bajo: en mayo de 2017 era 0,5%.


Tesorería de Inflación Indexada a la Seguridad

El hecho de que la gente esté dispuesta a inmovilizar su dinero durante diez años a cambio de intereses tan bajos sugiere que ha habido una duradera tendencia al pesimismo, que se refleja en la reciente popularidad del término “estancamiento secular” para describir una economía de debilidad perpetua. El ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Lawrence Summers, usó el término en un discursoque dio en noviembre de 2013 en el Fondo Monetario Internacional, el columnista del New York Times Paul Krugman lo reprodujo y a partir de entonces se viralizó.

Si bien “estancamiento secular” se convirtió en meme cinco años después de la crisis financiera de 2008, el término en sí es mucho anterior. Su primera aparición fue en el discurso presidencial que dio Alvin Hansen (economista de la Universidad de Harvard) ante la Asociación Estadounidense de Economía en diciembre de 1938, y en su libro publicado ese mismo año.

Hansen describió la “esencia del estancamiento secular” como “recuperaciones débiles que mueren en su infancia y depresiones que se retroalimentan y dejan tras de sí un núcleo duro y aparentemente inmodificable de desempleo”. Cuando Hansen pronunció este discurso, pensaba que el estancamiento de la economía estadounidense duraría por tiempo indefinido. La depresión iniciada con el derrumbe bursátil de 1929 ya se acercaba a su décimo año, y la Segunda Guerra Mundial todavía no había llegado. Sólo tras el inicio de la guerra, en 1939, el estancamiento terminó.

La teoría del estancamiento secular de Hansen en tiempos de la Gran Depresión se basó en una observación referida a la tasa de natalidad en Estados Unidos, que fue desacostumbradamente baja en los años treinta (tras una reducción ya de por sí drástica a fines de la década anterior). Hansen sospechó que la reducción de la natalidad perpetuaba el estancamiento, porque la gente no gastaba tanto en criar hijos y sentía menos necesidad de invertir en el futuro. De hecho, según estadísticas del Banco Mundial, la tasa media de natalidad mundial también se redujo después de la crisis financiera de 2008. Pero la baja fertilidad no tuvo nada que ver con esa crisis en particular, ya que las tasas de natalidad muestran una tendencia estable a la disminución durante buena parte del siglo.


Tasa de fertilidad mundial, total (nacimientos por cada mujer)

Otra explicación es que la crisis de 2008 subsiste en los pensamientos de la gente, en la forma de un mayor temor a la presunta inminencia de “cisnes negros” (acontecimientos altamente improbables pero trascendentales), a pesar de que las mediciones de confianza de los consumidores son moderadamente buenas y que la volatilidad de los mercados financieros es relativamente baja (con algunas excepciones). Un trabajo reciente de Julian Kozlowski, Laura Veldkamp y Venky Venkateswaran (de la Universidad de Nueva York) sostiene que es racional albergar tales temores, porque cuando un hecho antes inimaginable finalmente se produce, es normal que uno no quiera olvidarlo.

Mi propia teoría sobre el estancamiento actual se centra en una creciente angustia ante el veloz avance de tecnologías que podrían en algún momento reemplazar a muchos trabajadores, o casi todos, y provocar un inmenso aumento de la desigualdad económica. Puede ser que hoy las personas estén cada vez más renuentes a gastar, debido a un vago temor respecto de su situación de empleo a largo plazo (temor que tal vez no tengan muy presente cuando responden encuestas sobre confianza de los consumidores). De ser así, tal vez la gente necesite cada vez más estímulo (en la forma de tipos de interés bajos) para seguir gastando.

Una serie de buenas noticias después de una crisis puede inspirar cierto vago optimismo, sin eliminar en realidad el temor a otra crisis en el futuro; optimismo que luego los políticos y los medios refuerzan con discursos esperanzados que el común de la gente no puede analizar ni confirmar.

Desde más o menos 2012, en los mercados accionarios e inmobiliarios se registran nuevos máximos históricos. Pero lo mismo sucedía durante la Gran Depresión: los diarios publicaban todo el tiempo noticias de alzas sin precedentes en algún indicador económico u otro. Una búsqueda en Proquest de diarios y noticias del período 1930‑1939 donde aparezcan las palabras “record high” devuelve 10 315 artículos. La mayoría de estas noticias se refieren a variables económicas. En 1933, en lo peor de la depresión, se informó de máximos históricos en: producción de petróleo; precios del trigo, del oro y de membresías en bolsas de materias primas; consumo de cigarrillos; depósitos postales; ventas o ganancias de determinadas empresas; etcétera.

Estos informes optimistas pueden dar a las personas cierta esperanza de que las cosas estén mejorando en general, sin calmar el temor a que aun así pueda alcanzarlas algún hecho económicamente catastrófico en el futuro. De no mediar medidas de estímulo particularmente intensas, esta sensación de tragedia inminente limitará el gasto. La psicología narrativa nos enseña que no hay contradicción en esto: es posible sostener a un tiempo relatos paralelos e incompatibles. Cuando la gente se imagina un desastre, es hora de que las autoridades den una respuesta adecuada.

El desprecio de Trump

El presupuesto republicano vuelve a demostrar lo poco que le importan al presidente sus votantes


Mick Mulvaney, director de presupuestos de EE UU DREW ANGERER AFP


Esta última semana nos ha planteado opciones difíciles a los periodistas que cubrimos la política nacional. ¿Deberíamos centrarnos en la fraudulencia del presupuesto de Trump –no solo incluye dos billones de dólares en falsos ahorros, sino que los computa dos veces– o en su crueldad? ¿O deberíamos hablar más bien de la evaluación por parte de la Oficina Presupuestaria del Congreso del Trumpcare, que sería devastador para los estadounidenses más viejos, más pobres y más enfermos?

Sin embargo, hay un tema que unifica todas estas noticias. Y ese tema es el desprecio: el desprecio de Donald Trump hacia los votantes que lo pusieron en el cargo. Recordarán ustedes el comentario que hizo Trump durante la campaña de que “Podría pararme en medio de la Quinta Avenida, dispararle a alguien, y no perdería ningún voto”. Bien, esto, al menos de momento, no lo ha hecho. Pero sí está apostando a que puede incumplir todas las promesas que hizo a los votantes de clase trabajadora que lo encumbraron y aun así conservar su apoyo. ¿Puede ganar esa apuesta?

En lo referente a las matemáticas del presupuesto falso –¿recuerdan sus afirmaciones de que saldaría la deuda nacional?– probablemente lo consiga. No hablamos aquí de nada sutil; hablamos de un presupuesto que promete “abolir el impuesto a la muerte (de sucesiones)”, y después, en su optimista previsión, computa 330.000 millones de dólares en ingresos por el impuesto de sucesiones. Pero ni siquiera yo espero ver que un fraude como este tenga mucha tracción política.

La mayor incógnita es si alguien que se presentó con un programa populista, que prometió no recortar la Seguridad Social ni la atención sanitaria para personas sin recursos (Medicaid), que les aseguró a los votantes que todos dispondrían de seguro sanitario, puede mantener el respaldo de la clase trabajadora y al mismo tiempo aplicar un programa tan antipopulista que deja sin respiración.

Para concretar, hablemos de Virginia Occidental, en la que Trump ganó por más de 40 puntos porcentuales, solo superado por Wyoming. ¿Qué pensaban los virginianos que estaban votando?

Al fin y al cabo, son residentes de un estado pobre inmensamente beneficiado por los programas federales: el 29% de la población está cubierta por el Medicaid, y casi el 19% recibe cupones para la compra de alimentos. La ampliación del Medicaid con la ley sanitaria de Obama es la principal razón por la que el porcentaje de virginianos sin seguro de salud se ha reducido a la mitad desde 2013.

Aparte de eso, más del 4% de la población, el porcentaje más alto del país, recibe pensiones de discapacidad de la Seguridad Social, en parte como legado de unas condiciones de trabajo insalubres, y en parte porque una fracción elevada de la población está compuesta por personas que sufren enfermedades crónicas, como diabetes, de las que, en opinión de Mick Mulvaney, director de presupuesto de Trump, no deberíamos ocuparnos porque ellas tienen la culpa por comer mal.

Y que quede claro, hablamos de personas blancas: con un 93% de blancos, Virginia Occidental es uno de los estados del país con menos minorías e inmigrantes. ¿A qué creían que votaban los habitantes de este estado? En parte, presumiblemente, apoyaron a Trump porque les prometió –falsamente, por supuesto– que podía devolverles los bien remunerados empleos de antaño en la minería del carbón.

Pero también creyeron que era un tipo distinto de republicano. A lo mejor le quitaba las prestaciones públicas a esa gente, pero protegería los programas de los que dependen los votantes blancos de clase trabajadora, tanto de Virginia Occidental como de otras partes. Lo que han recibido a cambio es el mayor de los golpes bajos.

El proyecto sanitario de Trump, nos dice la oficina presupuestaria, haría que 23 millones de personas perdiesen el seguro sanitario, en gran medida por recortes en el Medicaid (recordemos que este programa beneficia a casi un tercio de los virginianos occidentales). Supondría también una fuerte subida de primas –hablamos de aumentos del orden del 800%– para los estadounidenses de más edad, cuyas rentas son bajas, pero no lo suficiente como para tener derecho al Medicaid. Eso describe a muchos de los votantes de Trump. Y a eso tenemos que añadirle el presupuesto de Trump, que propone otros recortes drásticos en Medicaid, y fuertes recortes en los cupones de alimentos y en las pensiones de discapacidad.

¿Qué le ocurriría a Virginia Occidental si todas estas políticas de Trump entrasen en vigor? Básicamente, sería apocalíptico. Cientos de miles de personas perderían el seguro de salud; las deudas médicas y las enfermedades no tratadas se dispararían; y habría una explosión de pobreza extrema, incluida mucha hambre pura y dura.

Ah, y no se trata solo de prestaciones cruciales, se trata también de empleos. El carbón no va a volver; en los tiempos que corren, la mayor fuente de empleo en Virginia Occidental es la atención sanitaria y la asistencia social. ¿Cuántos de estos empleos sobrevivirían a un recorte salvaje del Medicaid y de las prestaciones por discapacidad?

Eso sí, para ser justos, el presupuesto de Trump protegería a los virginianos occidentales de los estragos del impuesto de sucesiones, que afecta cada año a 20 —sí, 20— residentes del estado.

De modo que muchos de los que han votado a Donald Trump han sido víctimas del fraude épico de un hombre que ha organizado su vida en torno a los fraudes. En el caso de los virginianos occidentales, este fraude podría acabar prácticamente destruyendo su estado.

¿Se darán cuenta alguna vez y lo admitirán? Más importante, ¿estarán dispuestos a castigarlo de la única manera que pueden, es decir, votando a los demócratas?

Paul Krugman es premio Nobel de Economía.
© The New York Times Company, 2017.
Traducción de News Clips.

El bitcóin y su tecnología digital están aquí para quedarse: le explicamos por qué

RT Publicado: 27 may 2017 15:41 GMT | Última actualización: 27 may 2017 15:44 GMT

Hay cierta euforia entorno a la divisa digital y algunos temen que sea una burbuja que acabe pichando. Sin embargo, hay algunas razones para confiar.


David Gray / Reuters

La mayoría de los expertos, concretamente los inversores en moneda digital y los desarrolladores de software, coinciden en que este nuevo aumento exponencial del valor del bitcoinno es una burbuja: dicen que esta vez es diferente.

Es cierto que el entusiasmo en torno al Bitcoin tiene algunos puntos en común con la fiebre de las acciones tecnológicas que se produjo justo antes de que estallara la burbuja de las "puntocom" en el año 2000. Es más: el propio Bitcoin experimentó un severo hundimiento en 2013, justo antes de recuperarse y alcanzar valores récord por encima de los 2.700 dólares este año.

Pero en paralelo a la revolución digital con la que Internet ha cambiado mundo desde entonces, los expertos en moneda digital creen que la tecnología llamada "cadena de bloques" tecnología también transformará la estructura financiera global, y ven en este nuevo repunte del valor del bitcoin el principio de la revolución definitiva. 

Un análisis publicado en el portal digital de la cadena 'CNBC' señala las tres razones principales por las que este nuevo repunte de la cotización del bitcoin puede ser la señal de que esta criptomoneda y su tecnología van a cambiar la sociedad...y de que esto puede ser sólo el principio: 

1. Los precios más altos agregan valor al sistema de moneda digital.

En parte como resultado de un mayor interés en las divisas digitales como inversión de futuro, el 'bitcoin' ha incrementado su precio en más del doble en menos de medio año y ha añadido más de 25.000 millones de dólares en valor de mercado.


2. Cada vez más personas, incluyendo instituciones financieras, quieren comprar bitcoins.

Y no sólo eso, sino que se están batiendo récords en la utilización de esta divisa: cada día se realizan 300.000 transacciones en la red empleando el bitcoin como moneda. 

Otro indicador de su creciente importancia global es el de las búsquedas en Google de la palabra 'bitcoin' se han disparado a niveles impresionantes. En este mes de mayo se ha registrado la cifra más alta en esa búsqueda de los últimos cinco años.

3. El 'mundo real' encuentra cada vez más maneras de usar bitcoins.
Los desarrolladores empiezan a ver en la tecnología 'blockchain' un potencial que excede los meros pagos con bitcoin. Las empresas ya están dando usos diversos a la llamada "cadena de bloques"; por ejemplo, la utilizan para conectar servicios en la nube, monetizar todo tipo de interacciones humanas o dar a los refugiados acceso a una identidad segura.

Una locomotora llamada deseo

De cara al 2020, el Ministerio de Turismo se ha propuesto agregar 20 000 habitaciones a las 66 547 con que cerró el 2016 y otras tantas para llegar a 104 000 en el 2030 en toda Cuba


MÁS QUE NÚMEROS

La primera vez que oí esa cifra pensé que era un error, una alteración en el tropeloso fluir de información que suele acompañar a las ferias de turismo. El sueño de 19 000 habitaciones en una península virgen, Ramón de Antilla, medio escondida en la bahía de Nipe, Holguín, lo defiende el Ministerio de Turismo como parte del programa de desarrollo hasta el 2030. El dato impresiona. La célebre Varadero, después de varias décadas y de miles de millones de dólares de inversión, cuenta hoy con una oferta hotelera de magnitud casi similar: 20 600 habitaciones.

La comarca holguinera posee playas y condiciones naturales casi celestiales. Abundan en la geografía cubana, deslumbran a expertos del mundo e incitan planes francamente ambiciosos, en una escala sin igual en la historia cubana.

De cara al 2020, el Ministerio de Turismo se ha propuesto agregar 20 000 habitaciones a las 66 547 con que cerró el 2016 y otras tantas para llegar a 104 000 en el 2030. Las empresas constructoras tendrán que duplicar o más el promedio anual de habitaciones nuevas. Desde el inicio del boom turístico en los años 90, la planta hotelera ha crecido en alrededor de 2 000 cuartos cada año, ritmo que no ha superado en la última etapa, aunque los planes para el 2016 eran más altos.

El desafío se vuelve más duro, si se suma la reparación y mantenimiento de las instalaciones turísticas, gestión menos favorecida hasta el presente y que aumentará en proporción con el crecimiento de la planta hotelera.

¿De dónde saldrá el financiamiento millonario que necesitan esas inversiones? ¿Y la fuerza de trabajo para construir y operar luego los hoteles y demás instalaciones? Los recursos para las primeras obras están calculados y negociados ya.

Pero las metas posteriores son propósitos potenciales, alentados por una perspectiva providencial. En mucho dependerá su ejecución de la capacidad de la industria cubana del turismo para generar el capital o para negociarlo con firmas de otros países. Hasta el presente, el grueso de las inversiones para edificar instalaciones turísticas ha corrido a cargo de Cuba, mientras el capital extranjero se ha centrado más en la administración hotelera.

Cifras y dudas a un lado, un hecho es real: el turismo se acelera. La inauguración de hoteles y hostales comienza a ser noticia habitual. Llegan nuevas líneas aéreas, cruceros, cadenas hoteleras, agencias de viajes. Los empresarios extranjeros acuden a explorar; también desde Estados Unidos. La oferta cubana abre puertas a un segmento de lujo. Los récords de visitantes desatan una guerra de pronósticos espléndidos ante los cuales ninguna inversión parece desmesurada.

El conflicto mayor, en mi opinión, no está en la velocidad de la industria que tiene la misión de actuar como locomotora de la economía cubana, sino en su capacidad para tirar de los demás vagones. Algo está fallando, o simplemente les falta todavía fuerza de tracción a los negocios del turismo, cuando la recepción de visitantes crece a un ritmo supersónico desde hace tres años, aumentan las inversiones, y la economía cubana no reacciona en igual dirección; en lugar de despegar, retrocedió un 0,9 % en el 2016.

¿Puede sentirse el beneficio del turismo a escala de toda la economía? Lo creo. Comienza a percibirse en las provincias y municipios de mayor actividad turística, y en otros sectores que han encontrado en ese destino un mercado idóneo para sus producciones y servicios.

Junto con los anuncios de planes para ampliar hoteles, aeropuertos, marinas y la infraestructura extrahotelera, vendría bien oír de programas igual de sustanciosos para desarrollar la producción de alimentos, materiales de la construcción, textiles y otros tantos bienes que devora el turismo. Si la locomotora se separa del tren, el turismo tendrá que acudir a suministros de otros países, aumentarán las importaciones y la dependencia externa, y escapará de Cuba una parte grande de las ganancias esperadas de Ramón de Antilla y demás enclaves en desarrollo.

Pero un factor de aceleración, las inversiones extranjeras, tienen en otros sectores menos protagonismo que en el turismo. De los más de 200 acuerdos con capital foráneo en marcha —con bajos montos financieros comprometidos—, cerca de la mitad los absorbe la actividad turística: 27 empresas mixtas y 82 contratos de administración hotelera, al cierre de marzo del 2017.

El desequilibrio se mantiene en la Cartera de Oportunidades de Inversión presentada a empresarios extranjeros a fines del 2016: casi la tercera parte, 114, son proyectos del turismo. Las propuestas son pocas en actividades importantes para calzar a la industria sin humo: en el comercio (7), la industria (16), el transporte (10) y la construcción (10). Más promete el sector agroalimentario con 76 oportunidades de negocio, mientras ejecuta inversiones tecnológicas para levantar la producción de hortalizas, frutas y otros alimentos.

El balance mejora en la Zona Especial de Desarrollo Mariel, con varias empresas mixtas y extranjeras aprobadas para desarrollar servicios logísticos y producciones con destino a la hotelería.

Los encadenamientos productivos de la industria turística con otros sectores continúan entre las deudas de la economía.

Trabas burocráticas en el sistema empresarial, limitaciones de financiamiento para inversiones tecnológicas y otros conflictos lastran la calidad de producciones nacionales y frenan la articulación entre las instalaciones turísticas y los productores del patio. A veces, el vínculo falla por la carencia de transporte refrigerado o de envases y embalajes modernos.

La dualidad monetaria y cambiaria contamina y empantana los nexos comerciales entre las empresas mixtas y estatales del turismo y una figura económica reconocida ya como su aliado importante: los negocios privados de hospedaje y de gastronomía.

Buena parte de los cambios que hacen falta para limpiar el contexto empresarial, monetario y de precios, y flexi­bilizar más la entrada de inversiones extranjeras, están elucubrados ya en la estrategia de transformaciones de Cuba. De su adopción dependerá que la locomotora alcance la velocidad soñada en los planes inversionistas del turismo y, sobre todo, que su marcha la sienta todo el tren de la economía.