Los gobiernos siempre han sido incapaces de tomar decisiones correctas y probablemente cada vez lo sean más, en un entorno en que legiones de emprendedores e inventores intercambian diseños online, los convierten en productos en sus casas y los comercializan a nivel global desde un garaje. A medida que se impone la revolución, los gobiernos deberían limitarse a lo básico: mejorar escuelas para promover una mano de obra preparada, reglas claras y un campo de juego para las empresas de todo tipo. Y que los revolucionarios hagan el resto
The economist (2012)
Habitualmente se piensa en el estado como una maquinaria burocrática ineficiente incapaz de liderar saltos tecnológicos. Éstos son fruto de la visión de pequeñas empresas de jóvenes emprendedores (“start ups”) financiados con capital privado tras llamar la atención de los bussines angels–grandes bancos o fondos de inversión-. ¿Pero hasta que punto esta imagen se corresponde con la realidad? ¿Sin patentes es imposible la innovación? La economista Mariana Mazzucato intenta responder a estas y otras muchas preguntas deshaciendo numerosos mitos a lo largo de su obra “El estado emprendedor”.
Autor: Alejo Mancebo, Fundación Jaime Lago
El proceso de innovación
Innovar no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Ni es barato. Los sucesivos saltos tecnológicos tienen unas características comunes, según la autora: son el fruto de un proceso acumulativo, colectivo e incierto. Fruto de un “ecosistema” en el que los avances de numerosos investigadores en universidades y laboratorios públicos en materias dispares a lo largo del tiempo permiten, años después – unos 10 a 15 años habitualmente- que la investigación llegue a nuestras vidas gracias a la producción de bienes de consumo.
Los inicios de los nuevos sectores suelen requerir una elevada inversión, son intensivas en tecnología y tienen un alto riesgo de incertidumbre: en las primeras fases el riesgo de que todo el dinero invertido no de resultados es superior al 66%. Un lugar inhóspito para las empresas. Porque incluso aunque tenga suficientes recursos, el capital privado tiende a rehuir esta etapa, como la investigación básica, porque no puede apropiarse de los beneficios ya en ese ámbito los resultados, a diferencia de la investigación aplicada, la suelen ser un “bien público”, accesible por tanto a las empresas competidoras. Y si el capital privado piensa a corto plazo: a 3-5 años vista para planificar inversiones. ¿Cómo destinar dinero a la investigación básica en campos como la fusión nuclear, el grafeno o las partículas elementales si los resultados sólo aparecerán a los 10 o 15 años?
El resumen de los principales avances en las últimas décadas así lo testimonia: “En el desarrollo de la aviación, la energía nuclear, los ordenadores, Internet, la biotecnología y los actuales desarrollos en la tecnología verde, es y ha sido el Estado –y no el sector privado- el que ha arrancado y movido el motor de crecimiento, gracias a su disposición de asumir riesgos en áreas donde el sector privado ha sido demasiado adverso al riesgo”.
Cuando el proceso de investigación ya está suficientemente desarrollado, cuando el riesgo de que la inversión fracase es menor del 40%, llegan los empresarios financiando la comercialización del producto. Y todavía más tarde, llega el último actor de la cadena: el capital de riesgo – grandes inversores-, que “aparecen en el punto – a lo largo de la curva de innovación acumulativa- en que la empresa innovadora genera beneficios financieros, es decir, cerca de la comercialización del producto final, o en algunos casos, cerca de los mercados financieros como la bolsa”. El capital riesgo planifica sus inversiones a corto plazo: con una viabilidad comercial a 3 o 5 años vista. Por eso sectores como la biotecnología o la tecnología verde no recibirán su apoyo. Y cuando lo han hecho ha sido para vender las empresas que compra posteriormente en bolsa generando enormes beneficios por la expectativa de crecimiento, incluso aunque las empresas no hayan producido nada.
El papel del Estado según la autora no se debería limitar a impulsar los saltos tecnológicos mediante la inversión en investigación en laboratorios y universidades, si no también a favorecer “que el conocimiento y las innovaciones se difundan ampliamente a través de los sectores de la economía”. Para ello se requieren redes horizontales y verticales dedifusión del conocimiento dirigidas por el estado. Así como que “el estado dirija el proceso de desarrollo industrial, implementado estrategias para el cambio tecnológico en áreas prioritarias.” Algo totalmente opuesto a la tendencia de las empresas a patentar los conocimientos para maximizar el tiempo que son capaces de evitar la competencia y ser las únicas en lograr beneficios son un obstáculo para el avance científico.
Silicon Valley
Los políticos suelen poner el ejemplo de Silicon Valley como la meca de la innovación dirigida por el sector privado. Un ejemplo a imitar. Sin embargo, según los premios anuales de la reconocida revista R&D (Investigación y Desarrollo), de las 88 innovaciones generales más importantes de EEUU, 77 de ellas dependieron totalmente del apoyo en la investigación de fondos públicos… ¡el 88%!. Y más sorprendente aún: ninguna de ellas estaba vinculado al sector de las nuevas tecnologías que predomina en Silicon Valley. ¿Cómo se entiende esto?
En realidad la base sobre la que se asienta la industria tecnológica de Silicon Valley proviene de la carrera militar de los EEUU en plena guerra fría. El sector militar-industrial construyó la base tecnológica, gracias a la cantidad de dinero destinado a sus investigaciones y a sus pedidos, de lo que 20 a 30 años después pasaría a formar parte del consumo de masas en forma de teléfonos móviles o internet. “Fue durante el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, explica la autora, cuando el Pentágono trabajó estrechamente con otras agencias de seguridad nacionales, como la Comisión de la Energía Atómica y la NASA. La colaboración entre agencias llegó al desarrollo de tecnologías tales como los ordenadores, el avión a reacción, la energía nuclear civil, el lasd y la biotecnología.”
En este proceso una agencia destaca por encima de todas: la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa (DARPA), un departamento del Pentágono, creado para vencer en la carrera científica y militar de la URSS tras el lanzamiento del Sputnik en 1957. Los componentesfundamentales del iPhone y el iPod 30 años se asentarán sobre sus investigaciones. Con un presupuesto anual de 3.000 millones de dólares, en el DARPA “una parte del gasto en I + D militar se destinó a la “reflexión abstracta”; es decir, a ideas que iban más allá del horizonte, en el sentido de que quizá no producirían resultados hasta pasados 10 o 20 años.” Gracias a ese mandato, la DARPA “era libre para centrarse en la promoción de desarrollos tecnológicos innovadores.”
Esta agencia, ligada a la militarización y la carrera tecnológica con la URSS, “hizo posible que se crearan departamentos de ciencias informáticas, contribuyó a la investigación en semiconductores, apoyó la investigación de la interacción entre persona y ordenador y supervisó las primeras etapas de internet.” Otra parte importante del desarrollo de sectores como el de los semiconductores, estaba vinculado a las enormes cantidades de dinero que el Estado estaba dispuesto a pagar a empresas para su inmenso presupuesto militar.
Durante la década de 1960, la DARPA financió la creación de departamentos de informática en diversas universidades de EEUU y asumió los gastos derivados de diseño de microchips: “cualquiera que tuviera un diseño superior para un nuevo microchip podía conseguir que se fabricara en un laboratorio adscrito a la DARPA en la Universidad del Sur de California.” Los misiles estratégicos y los aviones de combate que asolaban países del tercer mundo, eran los principales usuarios finales de esa naciente industria de los microchips.
Curiosamente, estos sectores estratégicos no estaban impulsados por las patentes y la competencia. “Utilizando sus redes de financiación, la DARPA incrementó el flujo de conocimiento entre grupos de investigación en competencia. Proporcionó talleres para que los investigadores recopilaran y compartieran ideas, al mismo tiempo que descubrían qué caminos habían identificado otros investigadores como “callejones sin salida”. Es decir, promocionó la colaboración y no la competencia, el intercambio de información y no las patentes. Puso en común los éxitos y fracasos de los diversos grupos de investigadores y empresas subalternas.
La imagen de unas empresas privadas autónomas implantadas en Silicon Valley con la mínima intervención estatal distan mucho de la realidad. El gobierno de EEUU, a través de diversas agencias ha proporcionado entre el 20 y el 25% de la financiación de las empresas tecnológicas en etapas tempranas. Es de 2 a 8 veces más que la cantidad invertida por el capital riesgo privado. Un ejemplo paradigmático lo encontramos en Google, cuyo algoritmo de búsqueda que sustenta su éxito… provino de una subvención de la Fundación Nacional para la Ciencia. Anualmente el gobierno de EUU gasta 2.000 millones de dólares anuales en apoyo directo a estas empresas de alta tecnología, que a su vez, obtienen miles de millones de dólares en beneficios.
El Estado tras el Iphone
En 2011 los ingresos de Apple (76.400 millones de dólares) superaron el saldo de caja operativo del gobierno de EEUU (73.700 millones). Mariana Mazzucato describe el iphone como un ejemplo clásico del mito en torno a la innovación dirigida por un sector privado “revolucionario”. Según la autora, la virtud de la empresa está únicamente en haber sido capaz de unificar en un mismo entorno tecnologías y avances diversos… descubiertos por investigaciones públicas relacionadas con el sector militar. Si se compara su gasto en I+D con el resto de empresas del sector, Apple es la tercera que menos gasta: apenas un 2,8% del total de sus ventas van a I+D. Apple no desarrolla nuevas tecnologías: las integra.
“Apple ha dominado el diseño y el desarrollo de tecnologías inicialmente creadas y financiadas por el gobierno y el ejército de EEUU” recuerda la autora:
· Semiconductores: con la introducción del silicio en las décadas de 1960 y 1970 en los laboratorios de la DARPA y empresas ligadas a pedidos militares con AT&T, Bell, Xerox… nacen los semiconductores. “Los contratos de las Fuerzas Aéreas de los EUU y la NASA contribuyeron a la transición que llevaron a cabo de los circuitos integrados de los Laboratorios Bell, Fairchild Semiconductor e Inter, a dispositivos como el iPhone. Como únicos consumidores de las primeras unidades de procesamiento basadas en este nuevo diseño de circuitos, los contratos de defensa ayudaron a financiar el desarrollo de la industria naciente de los microprocesadores y la introducción de equipos electrónicos y dispositivos complementarios (…)El programa delmisilMinuteman II generó una demanda de microprocesadores a gran estala. Así como la misión Apolo de la NASA”.
· Discos duros. Las investigaciones en Alemania y Francia en 1980 sobre la magnetorresistenciagigante (GMR) financiados por el estado darían lugar años más tarde a los discos duros. La GRM es un efecto “mecánico cuántico observado en las estructuras de película fina, cuya principal aplicación han sido los sensores de campos magnéticos utilizados en los discos duros rígidos (HDD).” El laboratorio donde se descubrió este efecto, en Alemania, estaba asociado con el Laboratorio Nacional de Argone, del Departamento de Energía de EEUU. Gracias al cual empresas con IBM y Seagate comercializaron el producto. “La DARPA, explica MariannaMAzucato,eligió como objetivo aquellas tecnologías de uso dual que podían beneficiar al ejército a la vez que producir tecnologías comerciales viables”. Para ello el Departamento de Defensa invirtió 800 millones de dólares.
· Pantallas táctiles: las “pantallas táctiles capacitivas”, que hoy se usan en los dispositivos móviles, nacieron en la década de 1960. Los primeros estudios se realizan en la Fundación Real de Radares, una agencia gubernamental británica dedicada al I+D en tecnologías de defensa. Luego se desarrolla en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) en la década de 1970. Y se ajustan en EEUU gracias a Samuel Hurst que crea las pantallas táctiles resistivas mientras trabajaba en la Universidad d Kentucky. Años después crearía su propia empresa privada para patentar y comercializar el avance.
· Gestos multitáctiles: se desarrollaron en la Universidad Delaware gracias a Wayne Westerman y John Elias. “Wayne Westermanestudió sistemas neuromórficos en la Universidad de Delaware, que recibe fondos de estado, gracias a la financiación de la Fundación Nacional para la ciencia y el programa de becas de investigación postdoctorales de la CIA y la Dirección de Inteligencia Central”. Tras finalizar el doctorado crearon la empresa FinguerWorks para patentar el descubrimiento, que fue adquirida por Apple en 2005.
· Internet: Creado durante la guerra fría por las autoridades de EEU para mantener una red de comunicación intacta tras un eventual ataque nuclear, su objetivo era crearuna red de estaciones de comunicaciones por todo el territorio en vez de una instalación centralizada. El lenguaje HTLML, el localizador de recursos URL y el protocolo de transferencia HTTP fueron desarrollados por el británico Tim Berners-Lee, quien creó con éxito el primer http para los ordenadores del CERN, el organismo público de investigación nuclear radicado en Ginebra.
· GPS: el GPS es un sistema de posicionamiento global creado con el objetivo de mejorar la coordinación y la precisión de los despliegues militares. Presente desde 1970 en el sector militar, se extendió al civil en 1990, y el gobierno de EEUU gasta 705 millones de dólares anuales para mantener la red de 24 satélites que lo sustentan.
· Siri: Siri es un programa de inteligencia artificial que “consiste en un aprendizaje automático, procesamiento de lenguajes naturales y un algoritmo de búsqueda en la red.” Su base fue solicitada por la DARPA al Instituto de Investigación de Stanford para desarrollar un “asistente virtual” para ayudar al personal militar. 20 universidades de EEUU colaboraron para desarrollar el Asistente Cognitivo que ayuda y Organiza (CALO), la base de la tecnología Siri comercializada por Apple.
La industria farmacéutica
En el sector farmacéutico el periodo de tiempo que conduce desde un proyecto de I+D hasta la comercialización de un fármaco puede tardar hasta 17 años. El desarrollo de un fármaco cuesta de media alrededor de 403 millones de dólares y hay una gran cantidad de fracasos pues solo uno de cada 10.000 compuestos llegan a la fase de aprobación para el mercado: una tasa de éxito de el 0.01%. ¿Será esta la causa de la baja tasa de innovación de un mercado controlado por unas pocas multinacionales farmacéuticas?
La recompra de acciones es la última moda entre las multinacionales. Consiste en utilizar los beneficios para comprar acciones de tu propia empresa, aumentado artificialmente el valor de las acciones…y por tanto el dinero que poseen los directivos, que obtienen una gran parte de sus ingresos de las acciones de sus empresas, las famosas stock options. “Aumentar el precio de las acciones recomprando acciones beneficia a directivos, gestores e inversores que tienen la mayoría de las accione de la empresa. No crea valor (que es el objetivo de la innovación), si no que facilita su extracción. Recompensamos a los accionistas y directivos por montarse en la ola de innovación que ha creado el estado.” Algo generalizado: nadando en montañas de dinero no invertido en la producción – por falta de consumo- las empresas del principal índice bursátil de EEUU S&P500 han gastado ¡3 billones de dólares en recompras de acciones en la última década!
En 2011 Pfizer gastó 6.200 millones de beneficios en pagar dividendos a accionistas y recompró 9.000 millones en acciones, lo que representó un 90% de sus ingresos netos y el 99% de sus gastos en I+D. La mayor empresa biofarmaceútica del mundo, Amgen, ha recomprado acciones desde 1992 por un total de 42.200 millones de dólares, gastando todos los años más dinero en recompra de accionesque en I+D – salvo en 2004-. “Resulta innegable, dice la autora, que tales reducciones del gasto en I+D han coincidido con una creciente “financiarización” del sector privado (…) han reducido la I de la I+D al mismo tiempo que han incrementado la cantidad de fondos empleados para recomprar sus propias acciones (…) para presionar al alza su cotización, lo que aumenta el precio de sus stock options y las ganancias de los ejecutivos ligados a dichas stock options”.
De hecho los fármacos más revolucionarios han salido de los laboratorios públicos, mientras las farmacéuticas privadas se centraban en los mee too, es decir en ligeras variaciones de los ya existentes y en su comercialización. Gran parte de las últimas novedades en fármacosprovienen de pequeñas empresas de biotecnología y de laboratorios públicos, a quienes las multionacionales compran la patente. Es el caso del Sofosuvir que Gilead comercializa para el VHC. El fármaco fue descubierto, sobre la base de la experiencia de los tratamientos para el VIH – muchos con dinero público- por la empreas privada Pharmaset, por unos 64 millones de dólares. Gilead compró la empresa Pharmaset con su patente por 11.000 millones de dólares, y espera obtener unos beneficios de 23.000 millones. Gracias a imponer gracias a su monopolio unos precios prohibitivos para los estados y los pacientes.
Mientras las empresas disminuyen los gastos en I+D el Estado toma la delantera. En EEUU los Institutos Nacionales de Salud (NIH) han gastado más de 300.000 millones de dólares en los últimos 10 años, más que el I+D de todas las farmacéuticas juntas. Desde 1936 hasta 2011 los NIH gastaron un total de 792.000 millones de dólares. Hoy financia a unos 350.000 investigadores en más de 3.000 universidades, facultades e instituciones y emplea directamente a 6.000 personas en sus propios laboratorios.
En el país que más dinero gasta en investigación farmacológica, EEUU, el sector privado sólo representa el 18% del dinero invertido en la investigación básica –no la aplicada-. De hecho, los NIH se han dedicado cada vez más al desarrollo frente a la investigación: han realizado mayores gastos en desarrollo de fármacos y pruebas clínicas, mientras algunas multinacionales farmacéuticas cerraban sus laboratorios de I+D.
El resultado de esta dinámica es que el 67% de los 1072 fármacos aprobados en EEUU entre 1993 y 2004 son fármacos mee too: variaciones de fármacos ya existentes. Cada nuevo fármaco mee too lleva vinculada una patente y nuevas posibilidades de beneficios a bajo coste. Y sólo el 23% eran nuevas entidades moleculares. Pero en total, solo el 14% de las nuevas moléculas eran importantes. En total ¡el 75% de las nuevas moleculas han sido financiadas por laboratorios públicos del NIH norteamericano, no por farmacéuticas!
Un ejemplo fuera de EEUU lo encontramos en los anticuerpos monoclonales, descubiertos en los laboratorios públicos del Consejo de la InvestigaMédica de Reino Unido en la década de 1970. “Estos anticuerpos, recuerda la autora, sentaron la base de la biotecnología antes de que la gran industria se fijase en ella, y hoy en día representan 1/3 de los nuevos tratamientos para enfermedades autoinmunes el cáncer o el asma.” Gracias a la investigación pública la industria ha encontrado30 años más tarde un nuevo filón que explotar de nuevos fármacos… sobre los que fija a un precio prohibitivo para el mismo Estado que ayudó a inventarlos. Al mismo tiempo, hace lobby para que el estado le baje los impuestos a sus beneficios y tenga un menor papel en la economía.
Las enfermedades raras, aquellas que afectan a menos de 200.000 personas, son poco rentables para las empresas privadas. El escaso número de pacientes y la limitada capacidad adquisitiva de muchos enfermos impedidos de trabajar son “desincentivadores” de una maquinaria que solo piensa en el beneficio. El gobierno de EEUU mediante la ley de Fármacos Huérfanos incentiva fiscalmente y subsidia a las empresas privadasque investiguen en dicho sector, mientras les da numerosos derechos de propiedad intelectual y comercial. Un filón al que se apuntaron numerosas empresa pequeñas que llegaron a hacerse monopólicas. Desde la introducción de la ley en 1983 se comercializaron 370 “fármacos huérfanos” en el sector de enfermedades raras. El ejemplo del Gleevec, del laboratorio Novartis, es paradigmático. Fue comercializado para la leucemia mieloide crónica en el marco de dicha ley. En 2005, en apenas 5 meses la empresa “Novartis solicitó y se le concedió la designación de ese mismo fármaco huérfano para 5 indicaciones diferentes. Según el informe anual de las empresas de 2010, ese año Gleevecobtuvo unas ventas globales de 4.300 millones de dólares.” Una práctica generalizada en la industria: de las 6 empresas monopólicas del sector de la biofarmacéutica, si se incluyen los derivados posteriores, los fármacos huérfanos representan el 74% de los ingreso totales y por productos provienen de las ventas.
El gobierno está actuando como motor de la investigación y ofrece en bandeja los beneficios posteriores al capital privado. Pero éste dedica su dinero a aumentar el rendimiento de las acciones a sus directivos en vez de investigar, mientras exige leyes que disminuyan sus impuestos y le permite aumentar el tiempo que dominan una patente.
La tecnología verde
La teoría política liberal sostiene para el cambio climático la misma tesis que para el resto de sectores: dejar hacer al mercado. El estado debe limitarse a ayudar con subvenciones o desgravaciones fiscales. Sólo así, podemos esperar “a que tarde o temprano surja en los laboratorios una innovación energética revolucionaria, verde, que llamará a una avalancha de capitalistas de riesgo que financien las start-ups líderes y hagan estas tecnologías innovadoras viables desde el punto de vista comercial”. Pero, recuerda la autora “Muchos olvidan que hasta que las turbinas eólicas y los paneles solares fotovoltaicos puedan producir energía a un coste igual o menor que el de los combustibles fósiles, lo más probable es que sigan siendo tecnologías marginales, incapaces de acelerar la tan necesaria transición para mitigar el cambio climático”. El capitalismo y las leyes del mercado no pueden ofrecer una salida al cambio climático, que Naomi Klein aborda en su último libro.
De hecho, los sector que más necesitan desarrollarse, son intensivos en capital, tienen un elevado riesgo de que sus proyectos no salgan adelante y necesitan décadas de planificación y apoyo sostenido. Sectores, por definición, incompatibles con el mercado. Como las refinerías de biocombustible, la captura de carbono, las primeras tecnologías de células fotovoltaicas, los trenes eléctricos… Es por ello que la confianza ciega en los capitalistas para el salto tecnológico no nos cambiará de trayectoria. Y que hoy solo están apoyando los estados.
El principal modelo de turbina eólica utilizado a nivel mundial, la turbina Gedser, fue desarrollada por Johannes Juul en unos ensayos financiados por la empresa pública de suministros SEAS y la Asociación Danesa de Empresas de Suministros. Poco tiempo después, los gobiernos danés y norteamericano gastaron millones de dólares en las pruebas necesarias para testar el diseño de la turbina. Una vez consolidada la tecnología, el capital privado acude para comercializarla. En Dinamarca, la empresa Vestas se habría gracias a ello con una gran parte del mercado mundial de molinos.
China, aún a pesar de la contaminación, la desigualdad y el importante papel de los capitalistas, camina en otra dirección en el desarrollo verde. De hecho, en los últimos 3 años aumentado su capacidad eléctrica a base de paneles solares un 700%… ¡algo equivalente a la que ha producido Alemania en una década!. El año pasado China se fijó como objetivo producir un 20% de su energía con fuentes renovables en 2030, desde el 10% actual. Ese salto implica construir en 16 años nuevas fuentes renovables por un volumen equivalente ¡al total de la capacidad eléctrica de las redes estadounidense o europeas actuales! Este desarrollo está fijado por los planes quinquenales del país, que plantean invertir 1.5 billones de dólares (el 5% del PIB) en múltiples industrias para un cambio de producción más ecológico. Igualmente impone condiciones a la industria más contaminante (muchas en manos públicas) para lograr una mayor intensidad energética. Las regiones fijan tarifas eléctricas en términos favorables a la producción eólica y solar, a 25 años vista, tras poner a competir a las empresas – gran parte públicas- en una subasta competitiva. El 70% de las turbinas eólicas vendidas en China deben ser producidas a nivel nacional y desde 2010, el Banco de Desarrollo de China, estatal, ha brindado 47.000 millones de dólares a unos 15 productores líderes de paneles solares. De las que las empresas solo habían retirado 866.
A nivel internacional no hay ningún país en el que el sector privado esté liderando un cambio energético espontáneamente. Donde lo hace, sólo lo hace dirigido por el Estado en contra de las leyes de mercado: fijando precios, imponiendo sanciones a las energías contaminantes para subvencionar las no contaminantes… O mediante créditos a largo plazo de Bancos de Desarrollo en manos del estado, como los de Brasil y China. Su ventaja frente a la banca privada es que no debe pagar beneficios a sus accionistas y permite que los créditos se devuelvan a mucho más largo plazo. Es un capital público paciente. Precisamente el capital que necesitan los sectores estratégicos incipientes.
A modo de comparación, Gran Bretaña ejemplifica el fracaso de la óptica liberal de dejar hacer al mercado. En plena política de austeridad redujo en 85 millones de libras el presupuesto del Departamento de Energía y Cambio Climático. Numerosas empresas productoras de paneles solares desaparecieron en los últimos 3 años fruto de una menor subvención a sus empresas. Y EEUU, que confía en los capitalistas de riesgo para los saltos tecnológicos, está a años luz de la tecnología en los sectores eólico y solar.
Solyndra (EEUU) y Suntech (China): dos actitudes ante el cierre empresarial
Esta diferencia entre la actitud de China y EEUU se puede ver en el ejemplo de la actitud ante la quiebra de 2 empresas privadas de paneles solares: Solyndra, en EEUU, y Suntech, en China. Ambas, guiadas por la anarquía que caracteriza a los inversores, que compiten entre sí y actúan como si fuesen los únicos en producir, realizaron inversiones mayores de las que iban a poder vender en sus respectivos mercados. Y en consecuencia, fueron a la quiebra.
Solyndra, de EEUU, recibió en sus inicios 527 millones del estado. Gracias a los cuales construyó una moderna planta de paneles solares de cobre, indio, galio y selenio, en plena explosión del precio del silicio en 2008, el principal componente de los paneles solares. Sin embargo, 2 años más tarde, el precio del Silicio, volvió a bajar. A pesar del apoyo publico y de 1.100 millones de inversión de accionistas privados, se declararía en quiebra en 2011. La autora explica el contexto: “la mayoría de los principales financiadores privados d Solyndra eran capitalistas de riesgo (CR),y estaban esperando como todos los CR una oferta publica inicial, fusión o adquisición que ofreciese una “salida” a sus inversiones. (…) El mejor escenario para estos inversores es obtener enormes beneficios financieros gracias a la venta de acciones de la empresa, en vez de esperar a un beneficio sobre la inversión – es decir, tras la venta de los paneles solares producidos, Ndt-. Pero esta “salida” exitosa no siempre es posible. Cuando los inversores clave de Solyndra retiraron su inversión de 1.100 millones de dólares, se perdieron 1.000 puestos de trabajo y se dilapidó un préstamo garantizado por el gobierno de 553 millones de dólares. (…) Incluso después de vender sus principales activos, entre ellos su sede central de 300 millonesdedólares y sus instalaciones productivas construidas en 2011, solo quedaron 71 millones para distribuir entre los accionistas, incluidos los contribuyentes. Los trabajadores despedidos recibirán 3.5 millones y el gobierno 27 por su préstamo no devuelto. (..) Ahora, la empresa matriz de Solyndra(…) está maniobrando para conseguir 341 millones de dólares en desgravaciones fiscales futuras. En otras palabras: los contribuyentes subsidian a los inversores mucho después de que la empresa cierre sus puertas”
Suntech, propiedad de Shi, al que Forbes calificaba de “Rey del Sol”, el primer multimillonario solar chino y una de las personas más ricas del mundo, siguió un camino muy distinto tras la quiebra. Había recibido financiación de los bancos de desarrollo estatales chinos. En 2013 se declaró en quiebra. “Ahora se prevé, dice la autora, que la compañía quede bajo el control de la empresa pública Wixi-Guolian. Los activos de la empresa se han dividido entre la filial WixiSuntech y SuntechPower. A los inversores extranjeros se les envía a esta última, y los han obligado a estar “subordinados desde el punto de vista estructural” a los bancos públicos, quienes promovieron el crecimiento de la empresa a través del capital paciente. (…) Shi, que tiene una participación del 70% en SuntechPower y el resto de sus principales accionistas tal vez pierdan una inversión estimada de 1.280 millones de dólares en acciones y bonos, mientras que los intentos de nacionalización de la empresa pretenden proteger los intereses de miles de trabajadores, de los bancos públicos que han respaldado la empresa y de Estado.”
¿Cuál es la moraleja? “Mientras Solyndra (EEUU) ha desaparecido, Suntech (China) todavía sobrevive. No obstante el destino de Suntech no lo decidirán sus inversores, quienes por supuesto prefieren que les devuelvan sus fondos por encima de cualquier otra consideración. El fracaso de Solyndra evidencia el sistema de innovación “parasitario” que ha creado EEUU para si mismo, en el que los intereses financieros son siempre y en todas partes el juez, el jurado y el ejecutor de todos los dilemas de la inversión innovadora. (…) El destino de Suntech lo decidirá el Estado chino, que es el que ha realizado las mayores inversiones en la empresa, y que ante la bancarrota, tiene una perspectiva mucho mas amplia sobre la posición de Suntech en la economía china y el futuro. Sus 20.000 puestos de trabajo se han convertido en fundamentales para la provincia de Jiangsu, que sufriría un doloroso ajuste si cerrase.”
El parasitismo
El presupuesto de I+D de IBM ha disminuido pero su número de patentes ha aumentado. Un hábito generalizado en la industria. Las multinacionales utilizan crecientemente las patentes de manera estratégica: “se han convertido en un mecanismo de licencia cruzadas, “con el objetivo de comprar al por mayor tecnología (con las patentes relacionadas) producidas en otra parte.“ Las patentes se usan cada vez más para aumentar el valor de la empresa cara a una posible venta o compra. En una vorágine que se retroalimenta, como el capital de riesgo utiliza las patentes para decidir en que empresas invertir, el valor de las patentes de las empresas que intentan conseguir financiación aumenta.
Este aumento del número de patentes paralelo a la disminución general de la innovación es consecuencia igualmente de las leyes a favor de las empresas. En EEUU es legal patentar investigación financiada con dinero público, herramientas de investigación básica (ojo, no sus productos finales) e incluso “descubrimientos” de objetos de estudio como los genes.
El problema, según Marianna Mazzucatto, de la “progresiva comercialización de la ciencia es que parece ser improductiva, generando pocos productos y que acaba dañando los descubrimientos y hallazgos científicos de largo plazo.” Los beneficios multimillonarios de la salida a bolsa son desproporcionados frente a la novedad del avance o el riesgo asumido. Y “este efecto ha sido especialmente perjudicial para la capacidad de los países emergentes para replicar experimentos llevados a cabo en el mundo desarrollado. Puesto que no pueden replicar resultados, no pueden basarse en estos experimentos para hacer sus propios desarrollos, lo que redunda en detrimento de su capacidad para “atrapar” a los países más avanzados”.
En este contexto, “cuando no están presionando al Estado para que les conceda algún tipo de apoyo específico, los lobbies empresariales consolidados- de ámbitos tan diversos como el armamento, la medicina y el petróleo- defienden la necesidad de liberarse del brazo del gobierno que según ellos está asfixiando su capacidad para salir triunfantes frente a la imposición de derechos de trabajadores, impuestos y las regulaciones”.
El Comité de Asesores sobre Ciencia y Tecnología del Presidente de los EEUU elaboró un informe en 2011 sobre la nanotecnología. Sus conclusiones concuerdan con lo explicado más arriba sobre la industria farmacéutica, tecnológica y verde: “Por lo general la industria solo invierte en el desarrollo de productos competitivos en costes con un horizonte temporal de 3 a 4 años. A los directivos de la industria les resulta difícil justificar ante sus accionistas las elevadas inversiones en investigación básica de largo plazo necesarias para hacer posibles los productos basados en la nanotecnología. Además la naturaleza altamente interdisciplinaria de la investigación necesaria es incompatible con muchas de las actuales estructuras corporativas”.
En resumen, la actitud del capital privado ante la innovación no puede ser considerado más que como parasitario. Y cada vez más, supone un freno a la innovación.
El marco teórico de la autora
"Es un error popular creer que la burocracia se muestra menos flexible que la empresa privada. Es posible que así sea en aspectos de detalle,pero cuando se requieren adaptaciones a gran escala, el control central resulta muchísimo más flexible. Un departamento gubernamental puede tardar dos meses en contestar una carta, pero una industria bajo el control de la empresa privada tarda 25 años para readaptarse a una reducción de la demanda"
Joan Robinson, 1979
Mariana se define desde las primeras hojas: es una firme defensora del keynesianismo y de las teorías de Schumpeter. Es decir: cree en la posibilidad de un equilibrio en el capitalismo si el Estado toma un papel activo en la economía para compensar los déficits y desigualdades del sector privado. Y cree en la innovación como motor del desarrollo económico.
No podemos menos que sorprendernos de la confianza en un equilibrio de un sistema económico que describe con gran precisión en sus desequilibrios. Lo que esboza en el último capítulo: “Estamos operando en una economía que socializa los riesgos y privatiza los beneficios, que enrique a las élites a expensas de todos los demás. Los rescates financieros pusieron de manifiesto que el sector financiero actúa sobre la economía como una sangría potencialmente parasitaria que estamos obligados a aceptar. (…) Las empresas financieras han crecido hasta alcanzar tamaños absolutamente incomprensibles y se han insertado de manera tan profunda en la economía global que se consideran “demasiados grandes para caer” (…) y la próxima vez que colapsen el restado las rescatará (lo que provocará la quiebra del estado). Están situadas para ganar cuando la tendencia es alcista, y también cuando las cosas van mal”.
La autora reclama el papel estratégico y de planificación del estado a la hora de dirigir la investigación. Opta por una limitación de los beneficios empresariales y pone en cuestión sus esencia misma que les lleva a recomprar sus acciones en bolsa mientras cierran sus laboratorios de I+D. Es consciente de que la dinámica de subvencionar a las empresas para que investiguen es inútil: desde 1980 se han recortado impuestos a las empresas y eso no ha aumentado la investigación. Muchas empresas ya tenían dinero que de hecho no invertían en I+D al no encontrarlo suficientemente rentable, y no se puede controlar si se han llevado a cabo innovaciones con el dinero público que se habrían producido igual sin él.
Con lo que no podemos estar de acuerdo con la autora, es con que el Estado sea incapaz de comercializar los productos tras el proceso de investigación. Ni con la posibilidad de un “equilibrio” en el que las empresas asumiesen sus responsabilidades sociales espontáneamente. La actual crisis económica, que están pagando los trabajadores, demuestra su insostenibilidad.
El sistema de mercado, que promueve la investigación bajo el peso del aparato militar de EEUU, el mismo que oprime a los pueblos del tercer mundo y que es responsable de guerras y masacres, no ofrece un futuro a los trabajadores. Hoy, la planificación económica, una planificación realmente democrática y pública, es una herramienta mas necesaria que nunca para solucionar las inmensas necesidades sociales y ecológicas a las que nos enfrentamos.
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