Leo a Esteban Morales y su mensaje relativamente corto y preciso en “el núcleo duro de la economía cubana....“ (1), y me surgen algunas ideas.
Digo yo, transición es un estado intermedio, el paso de un estado de cosas a otro.... No es un solo momento, o un momento solo en el tiempo y espacio preciso… Quizás no entender esto en el pasado, ha traído no pocos problemas, confusiones, desarrollos falsos de conceptos y de teorías a fuerza, y lo más lamentable, y trágico, es que se trató de adoptar la realidad a aquellas ideas, con buenas intenciones'. Vamos a pensar que sí, aunque en muchas ocasiones los resultados hayan sido tremendamente costosos en términos humanos, hablo de sacrificios, esperanzas, aspiraciones, claro sin olvidar los económicos, sociales, y políticos.
El llamado derrumbe del campo socialista, no es un día, ni un año, ni un muro, es un proceso muy complejo que comenzó a gestarse en los mismos momentos de la constitución o declaración de los socialismos en los países de Europa del este, para ponerle fronteras, sin ir a otras latitudes. En definitiva, fueron, o fue, el que más influyó, y sigue influyendo, no solo desde los conceptos sembrados, sino incluso desde los logros y fracasos. Pero para esto, es necesario tener lecturas de visiones totales, cultura general, conocimientos de historia, desarrollos políticos de esos países, y vivencias. Vivencias de ayer, y de hoy, de cómo se recuerdan aquellas sociedades. Las generaciones aún vivas.
Recuerdan avances sociales alcanzados, en todas partes, los mismos sectores, de salud y educación, que desde luego debían tener determinados resultados económicos de base, pero casi siempre no los propuestos ni los necesarios, ni en producto ni en productividad. Por tanto, el bienestar, siempre en avance de las exigencias y las necesidades estaba condicionado, y a la baja. Pero recuerdan con tristeza, no los sacrificios, que los tuvieron todos, y algunos inmensos, sino los controles establecidos en todos y cada uno de los aspectos de la vida social, económica, política y cultural.
Si Cuba había sido denominada o llamada en transición, es porque lo fue. No como el reflejo más o menos fuerte de las influencias ajenas, y de creación propia también. Como tal proceso, tuvo su concepción, a veces contrapuestas, sus caminos y conceptos propios. De ello se ha escrito suficiente, aunque no lo necesario. Cada década tuvo su carácter de transición, desde la que quiso integrar socialismo-comunismo, pasando por una que venía de lejos que rechazaba las necesarias reformas de año en año, a veces rechazos violentos.
Y en un momento el país guía tuvo la intención de declararse en “comunismo“, cosa que estaba enunciada hacía medio siglo atrás. De esa quedó un mal aplicado cálculo económico, a medias, a destiempo, primero el trabajo y su organización, sin bases económico-financieras ni contables; más tarde estos sistemas, con la organización científica del trabajo “socialista“ condenada a ser básica, con resultados del quinquenio, que llevaron a la rectificación de errores, en una década de las mayores inversiones en la economía. Del proceso de rectificación de errores y tendencias negativas, se escribe todavía, pero cada cual entiende diferentes errores. De esta etapa se pasa a la gran crisis y las contingencias. Y desde mediados de la década del 90, cuando debió profundizarse lo que se empezó, para que tuviera lógica como totalidad del sistema económico y social en transición, se volvió a dar marcha atrás, quizás porque pareció que era un paso muy grande que nos alejaba de aquella transición anterior, hasta comenzar la segunda década del siglo xxi.
En aquel momento se renovó todo, o casi todo. Se renovaron las ideas, los conceptos, los trabajos de investigación, las propuestas concretas, que tuvieron continuidad en los grupos de trabajo que respondían a los problemas planteados por los lineamientos económicos y sociales identificados. Todo eso, estuvo, para decirlo en términos beisboleros, “quieto en base“, no sin discusiones, académicas y prácticas, y hasta filosóficas, no de los filósofos que no hacen nada, sino de los que querían transformar, hasta hoy. Eran desarrollos y discusiones acerca de la transición, de lo que se entendió, a conciencia, en algún momento, y de lo que debía ser hoy.
Y la empresa estatal, y la propiedad, y la planificación, forman parte de este entramado. No voy a entrar en qué es o debe ser una empresa estatal socialista, llamada estatal, porque realmente es estatal socialista, porque debe ser de propiedad social, que no lo fue ni en la experiencia más adelantada de autogestión. De eso se ha escrito algo. La cubana lo será, cuando se entienda el lugar que debe ocupar el trabajador (me refiero al director y al obrero) en su gestión. Cuando se entienda que un decreto ley como el recién aprobado hace par de meses, que le da posibilidad de participar activamente en los consejos de dirección a los trabajadores seleccionados, puedan votar. No tener voz y no voto. Eso no es participación activa, ni decisoria. Todo eso en momentos de grandes cambios para la empresa, cambios directamente relacionados con los trabajadores como es el salario, para mencionar el más álgido de los problemas, pues cuando la empresa se queda sin “escalera“, hay que decidir cómo reconocer las competencias, cómo establecer algún tipo de coeficientes para diferenciar, y no caer en “todos somos iguales y vamos a ganar lo mismo“, dicho burdamente, o en anarquía salarial dicho más elegantemente.
Decir, como lo expresa el estimado Esteban Morales: “sólo ahora, cuando se da por la política económica, el lugar que le corresponde, en el proceso de su aplicación, a la propiedad privada, media y grande, a la propiedad cooperativa, al trabajo por cuenta propia y a las pymes, funcionando todas, como formas de gestión, de conjunto y de manera coherente, con la propiedad estatal y la inversión extranjera, es que comienzan a producir las condiciones objetivas, para que entremos en el verdadero período de transición hacia el socialismo. Mientras tanto no éramos nada“, es como decir que no existimos hasta hoy.
Quitando la última frase, quizás sea verdad; quizás así debió empezar la transición en todos y cada uno de los países que se llamaron socialistas o se llaman. Quizás no debió sancionarse la posesión de una máquina de coser cuando no se reconocía aún la propiedad privada, ni siquiera la individual; quizás debió entenderse esto desde la década de los 60 del siglo pasado, digamos, cuando se comenzaron a hacer propuestas de reformas, aunque desde mediados de la década de los 50 ya hubo intentos en Polonia, y real autogestión en Yugoslavia. La cuento aquí, aunque formalmente no se consideró del “campo socialista“, porque había escogido su camino propio. Quizás estaban a tiempo en los 80 cuando ya, con mayor o menor evidencia se mostraba la crisis productiva, financiera, tecnológica en el “campo socialista“, y había un tira-encoge hasta para reconocer otras formas al menos en agricultura. Ya todo eso es historia, y muchas veces mal contada, porque se sigue contando con la memoria, pero con la percepción de hoy.
Pero una cosa quizás abriría un debate fecundo: ¿la empresa estatal socialista se hará más socialista porque todas las formas funcionen de conjunto, y coordinadamente, o habrá mayor cohesión, integración, cuando la empresa estatal socialista haga las transformaciones reales necesarias, desde sus estructuras y relaciones de poder?
Hace tres décadas fueron hechas las primeras propuestas de transformación de la empresa estatal, cuando no podía seguir a los niveles muy bajos de aprovechamiento de las capacidades instaladas, por tanto aprovechamiento bajo de los recursos laborales; luego se repitieron cuando el proceso de perfeccionamiento empresarial, y pasó este sin que se entendiera la importancia de las relaciones sociales al interior de la empresa; luego se repitió hace una década, y en lugar de dinamizar la empresa, se le puso más peso encima de ella, llámese como se llamen los niveles u organizaciones; es peso administrativo muerto, bueno, peso, peso.
De manera que ahora, en los momentos no solo de integración, sino de ser la cabeza de serie de las formas o los actores económicos todos, la empresa de ninguna forma, con todas las tareas que la esperan, y todas tienen que ver directamente con todos los trabajadores en ella, puede depender de la decisión de 5-6 directivos. Las resoluciones son respuesta normativa a un problema, pues si es así, debe haber una que rectifique la posición del trabajador en la empresa-propiedad de todo el pueblo.
Este si es el núcleo duro de la economía, lo fue en el pasado, lo es hoy, y debe serlo mañana, sin disminuir ni un ápice la importancia de los demás actores económicos, de los que hemos escrito un grupo de estudiosos e investigadores desde hace tres décadas. Un eslabón débil encontrado en la empresa estatal no llevará a la integración, sino al freno o a la inercia, que es lo que menos se necesita.
Duro a la empresa estatal, significa dotarla de las capacidades propias, unas perdidas, otras que no tuvo nunca. Algunas que tuvo, que ya no tiene, como las organizativas, como todo lo relacionado con el trabajo, cuando vienen cambios estructurales y funcionales, y de gestión, y de relaciones con el entorno. Las relaciones sociales y de decisiones que deben revolucionar en toda la extensión de la palabra. Como somos adictos a la aspirina, hay que advertir desde ya, que nada de esto se soluciona con tres conferencias de video; son necesarios técnicos y especialistas. Es mucho más que tecnología de recursos humanos, que competencias laborales, que evaluación del desempeño. Es, ante todo, una concepción de las relaciones sociales y de las relaciones sociales de producción.
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